34. Distracciones
Melania está incluso más insoportable desde que Maia y yo decidimos dejar de mostrarnos como una pareja y dedicarnos a lo que realmente somos: amigos. Estoy seguro de que le resulta imposible entender que no seamos capaces de hacer un pequeño "esfuerzo" por nuestras carreras.
Me da igual lo que ella piense.
Y tampoco es como si estuviera dejando de lado la música. Al contrario, ni siquiera he tenido tiempo de enfocarme en deducir qué podría ser ese "algo" que no le permite a Brenda estar conmigo, porque el concierto está a la vuelta de la esquina y nos estamos preparando tan arduamente que no podemos siquiera respirar.
Melania ha hecho cambios de última hora. Ella quería reemplazar algunos de los coros de Tadeo por la voz de Bruno, pero mi mejor amigo detesta cantar, por lo que decidió darle un solo de bajo más largo que el que se había programado en un inicio. Aparentemente, la razón es que la organización ha decidido darle mayor destaque a él, puesto que mi popularidad con las chicas se ha visto afectada debido a que "cambio de novia con cierta rapidez", según declaraciones textuales de nuestro responsable de marketing.
En pocas palabras, me he convertido en el mujeriego del grupo, a los ojos de la gente. Oliver dice que eso es bueno y no estoy muy seguro de ello; pero, para alguien como yo que siempre fui considerado así en el colegio, tampoco me parece preocupante.
Entre más nos acercamos a la fecha del concierto, más aumentan nuestras ansias, expectativas y todo tipo de nervios. Bruno y Francis han discutido más veces de lo normal esta última semana. A veces me encuentro a Tadeo deambulando por la sala en la madrugada, incapaz de dormir. Y yo... yo tengo en mi billetera desde hace varios días la última entrada que me queda, de las que nos ha dado la producción. Es para papá, pero no me he decidido a invitarlo al concierto. Sé que, si Gloria estuviera aquí, me habría animado a hacerlo. Estoy seguro de que incluso estaría dispuesta a presentarse allí esa noche, a pesar de no ser para nada un ambiente para alguien de su edad.
Conociéndola, estaría alentándome en primera fila.
La única tarde libre que tenemos esta semana es la previa al concierto. Todos nos encontramos agotados de tantas prácticas, así que la utilizamos para descansar. Las chicas han venido al departamento, pero cada uno de nosotros se encuentra por su lado. Francis y Sam están en su habitación. Tadeo en la suya, con Brenda y Stacy. Y Bruno está metido en la mía, acostado en el suelo, lanzando a la pared mi pelota de básquet repetidas veces.
—Mañana es el día más importante de nuestras vidas —comenta.
—Lo dices como si fuéramos a casarnos o algo así —me burlo, en broma.
Él me lanza la pelota, para desquitarse, pero la atrapo en el aire antes de que me toque.
—Estoy seguro de que nuestra primera vez sobre un escenario de verdad supera a un estúpido casamiento —se defiende entre risas—. Al menos para quienes no somos dominados como tú.
Rio a la par que él durante unos segundos, luego ambos nos mantenemos en un silencio casi melancólico. Ya no suena el repiqueteo de la pelota que Bruno producía hace un minuto, porque la he dejado a un lado de la cama, y el rock pesado que se estaba reproduciendo en mi notebook se ha detenido por falta de actividad.
—¿Estás emocionado? —le pregunto de repente.
Él se incorpora, sentándose en el suelo, y gira la cabeza para verme.
—Demasiado —contesta, con una sonrisa animada—. ¿Tú no?
—Lo estoy.
Tuerce un poco la cabeza, frunciendo levemente el ceño. Se pone de pie y se mueve hasta mi cama, analizándome, para luego sentarse a mi lado.
—Pero, hay algo más, ¿no?
El timbre del departamento se escucha de fondo, pero ninguno de los dos nos movemos para ir a atenderlo, seguimos con nuestra charla.
—¿De qué hablas? —le pregunto, intentando entender.
—Tú debes saberlo —insinúa—. Todos estamos con los ánimos por las nubes, pero a ti te siento diferente.
—No, estoy genial.
Dicho esto, me encojo de hombros y, sin saber por qué, evito su mirada. En eso, se escuchan dos golpes en la puerta.
—Lucas —me llama la voz de Tadeo, desde el otro lado—. Tu papá está aquí.
De alguna forma y sin saber por qué, siento una especie de alivio por la interrupción de esa plática. Le agradezco a Tadeo al paso y camino hasta la sala, donde papá me espera de pie, delante del sofá. Parece que acaba de salir de la oficina, puesto que aún lleva pantalón de vestir y camisa. Tiene ambas manos en los bolsillos, las cuales levanta cuando me ve llegar y me da un abrazo.
—Papá, ¿ocurre algo? —pregunto, empezando a preocuparme.
La última vez que vino al departamento, fue para darme malas noticias sobre Gloria.
—Solo quería verte antes de tu presentación —expresa, dejándome sorprendido—. ¿Estás listo para dejar todo en el escenario?
Sonrío sin poder evitarlo. Jamás pensé verlo aquí, diciéndome algo como esto.
—Lo estoy —contesto, asintiendo repetidas veces—. Y agradezco mucho que hayas venido, papá. De hecho, he estado guardando una entrada para ti... —le confieso—. Quiero dártela, aunque no voy a pedirte que vayas, porque sé que no te agrada...
—Hijo —me interrumpe, levantando una mano y llevando la otra a su bolsillo, de donde extrae una entrada al concierto—, claro que iré. Ya he comprado la mía.
—¿Bromeas?
Me cuesta creerlo a pesar de ver el cartón que sostiene. Él se ríe debido a mi reacción.
—Sé que fui muy duro contigo en esto de la música, por eso quiero que sepas que te apoyo y que estoy orgulloso de ti.
Siento un calor en el pecho que me impulsa a abrazarlo con fuerza.
—Gracias, papá... Aprecio mucho que quieras ir, pero en verdad no es necesario que lo hagas. Ni siquiera puedo imaginarte en un lugar así. —Dejo escapar una risa.
—¿Me estás llamando aburrido? —finge ofenderse—. Porque si es así, te cuento que hubo una época en la que fui a muchísimos conciertos.
—¿De verdad?
—Claro...
Su sonrisa se apaga un poco, como si estuviera recordando y eso me hace percatar a qué se refiere.
—A los conciertos de mi madre, ¿no?
Él asiente, con esa expresión de soledad que pone las pocas veces que hablamos de ella.
—Mireya amaba pocas cosas con tanta fuerza como amaba cantar para un público. Siempre decía que era ahí donde pertenecía y su mayor sueño era ser la cantante más famosa de nuestra época.
—No quiero que te sientas obligado a ir —insisto—. Y menos si eso te traerá recuerdos que prefieres olvidar.
—Tu madre no es alguien a quien pueda olvidar, hijo. Ella me dio lo más importante que tengo en la vida. —Me aprieta el hombro con cariño y se fuerza a sonreír—. Y si siempre evité hablarte de ella es porque tenía miedo de que sigas sus pasos. Pero ya eres grande y aunque estás en un camino similar al suyo, sé que ustedes dos no podrían ser más distintos.
—Yo jamás abandonaría a la gente que amo —sentencio.
—Lo sé... Y ahora debes descansar. Mañana te espera un día muy largo.
Él me besa la cabeza en señal de despedida y se mueve hasta la salida. Está abriéndola, cuando un impulso me hace hablar de nuevo.
—Nunca lo consiguió, ¿no? Ser una cantante famosa...
—Si lo hubiera hecho, lo sabríamos —concluye, antes de cerrar la puerta.
En pocas palabras, nos abandonó para nada.
Estar a punto de salir a un escenario en un estadio repleto de gente me genera la más increíble de todas las sensaciones. Desde atrás del telón se puede escuchar claramente el griterío y la euforia de quienes llevan al menos una hora esperando para ver a sus ídolos.
Nuestra salida debe estar coordinada con el inicio de la música, la cual a su vez coincidirá con las luces que alumbrarán de lleno el escenario. Los cuatro estamos esperando la señal de Melania y estoy tan nervioso que temo que mis piernas se nieguen a responder a esa orden.
—Vayan, vayan —expresa ella, me palmea la espalda y salgo corriendo al escenario tal cual lo habíamos ensayado. La diferencia es que ahora tengo delante una vista impresionante: Una inmensa masa de gente que se lanza a gritar al unísono cuando nos ve aparecer.
La adrenalina invade mi cuerpo entero en un instante. No tengo tiempo para quedarme a contemplar nada. Con un salto y una sacudida a las cuerdas de mi guitarra inicio la primera canción y los chicos me acompañan haciendo sonar sus instrumentos. Recién cuando tomo el micrófono y me largo a cantar puedo prestar atención al horizonte. Hay tanta gente que no consigo ver el fondo. De hecho, la luz del escenario es tan intensa y la del público tan escasa que mi vista llega solamente a los primeros metros.
A pesar de que no somos la banda principal y la mayor cantidad de gente ha venido para ver a Whatever esta noche, muchos demuestran también estar aquí por nosotros. Lo noto por la fuerza con la que cantan la primera canción, lo cual consigue animarme incluso más.
Estoy completamente sudado una vez que esta termina, de tanto saltar y moverme de un lado a otro. Pero no siento cansancio, sino una energía desbordante. Tanto que no resulta un problema empezar la segunda canción casi al instante.
Las chicas gritan mi nombre como si se estuvieran desgarrando las gargantas. También las escucho llamar a Bruno en varias ocasiones e incluso le arrojan una remera que él agarra en vuelo y la hace a un lado como si no importara, lo cual parece volverlas incluso más locas e incrementan sus intentos por llamar su atención.
Seis canciones es todo lo que tenemos. Seis canciones en las que debo dejar mi alma. Ni siquiera vamos por la mitad de ellas y ya me siento el rey del mundo.
Desplazarme sobre el escenario me resulta tan sencillo como si hubiera nacido para esto, voy de un extremo a otro, saludando a la gente y sintiendo que soy uno solo con mi guitarra. La siguiente canción me sale con tanta naturalidad que juro que podría quedarme aquí una vida entera.
Es como si perteneciera a este lugar. Como si, por un segundo, fuera capaz de cambiar todo lo que tengo por hacer perpetua esta sensación.
¿Todo? Las palabras que le dije a papá vuelven a mi mente. "Yo jamás abandonaría a la gente que amo". No lo haría. De hecho, estoy seguro de que, a pesar de lo feliz que me siento, cambiaría esta noche entera por tener a Gloria conmigo o porque Brenda vuelva a ser mi novia.
Entre tanta gente, ni siquiera he podido verla, aunque sé que está en una de los primeras filas. Las chicas y Diego estuvieron aquí desde temprano para asegurar los lugares. Dedico la cuarta canción a buscarla con la mirada. Me aproximo al público tal vez más de lo que debería, saliéndome un poco de lo acordado en los ensayos. Me cuesta distinguir bien las figuras entre tantas cabezas y brazos que se mueven al son de la música, por lo que, al cabo de un tiempo, me rindo en intentarlo.
Jamás pensé que recibiríamos tantos vítores como nos llegan una vez que nuestra presentación termina. La gente parece quemarse la garganta pidiendo a gritos "otra más", pero el tiempo es nuestro enemigo esta vez. Me despido en el micrófono, mientras me invade un sentimiento de melancolía, esa sensación de extrañar algo que apenas está terminando.
O, mejor dicho, empezando. Saber que este es el primer concierto de la gira me produce alivio.
Las luces se apagan y salimos del escenario, dejando atrás el bullicio. Melania nos está esperando al costado. Nos recibe con una sonrisa de satisfacción y podría jurar que con los ojos vidriosos. Lo primero que hace cuando nos ve es abrazarme. Lo hace tan fuerte y de forma tan repentina que me toma casi por sorpresa. Me abraza como si fuera su propio hijo recibiendo un diploma de honor y ella una madre satisfecha, pero solo dura un segundo, porque enseguida pasa a los demás chicos.
—¿Estás orgullosa de nosotros? —bromea Francis, probablemente sabiendo que ella jamás aceptaría estarlo. No nos aprecia lo suficiente como para hacerlo.
—Lo estaré el día en que ofrezcan su propio concierto —le retruca ella. Sin embargo, la sonrisa en su rostro la contradice. Se ve llena de orgullo y, por primera vez, yo también me siento contento por tenerla como manager. Tanto esfuerzo y malos ratos que nos ha hecho pasar al fin parecen estar dando resultados.
Minutos después, los chicos de Whatever ocupan nuestro lugar en el escenario y el show comienza para quienes han venido exclusivamente a verlos a ellos. Me fijo en cada paso que da Oliver, cada gesto, cada entonación. Demuestra mucha soltura y energía. No es que no lo haya visto antes, pero se siente distinto tenerlo en vivo que verlo a través de una pantalla.
Y Melania está encantada con él. Poco lo demuestra, porque es muy reservada, pero no puedo evitar percatarme de que parece seguir solamente sus pasos. Me pregunto si también me observaba así a mí, cuando estaba allí adelante. O simplemente se debe al hecho de que él es, en definitiva, su favorito.
¿Y por qué me importa? Después de todo, no es como si estuviera compitiendo con él.
Tanto Tadeo como Francis lucen cansados, pero se ven ilusionados con la vista preferencial que tenemos de este espectáculo. Están recostados contra una especie de poste, unos pasos más atrás, mientras que Bruno, Melania y yo nos mantenemos casi hasta donde cubre el telón.
El concierto dura dos horas y disfrutamos cada minuto. Una vez que termina, recibimos a los chicos y los felicitamos, antes de que todos nos escabullamos por el pasillo que conduce a los vehículos que nos llevarán de vuelta al departamento. Tenemos menos de una hora para ducharnos y prepararnos para el festejo que MTE preparó para todos. No será una fiesta propiamente dicha, sino un brindis en una terraza abierta al público con todo un sector exclusivo para nosotros. Por supuesto, han sido invitados miembros de la prensa y de la farándula, así que servirá también como una especie de lanzamiento de la gira.
Sé que las chicas han pasado unos cuantos días buscando la ropa que llevarán. Eso es algo que tanto Stacy como Sam se toman muy en serio y tengo entendido que Maia las acompañó. Después de todo, ella también irá a la fiesta. Me alegra saber que Brenda ha entendido muy bien que Maia y yo solamente somos amigos y que incluso se llevan de maravilla. Por otra parte, me causa gracia pensar en lo que habrá sido para Brenda tener a las otras tres discutiendo sobre moda y forzándola a probarse atuendos distintos, hasta encontrar el correcto.
Debió haberse vuelto loca. Y yo estoy loco por verla esta noche.
Melania envía un coche a recogernos a la hora que ha indicado, ni un minuto más. Bruno apenas se está poniendo los zapatos y no ha dejado de quejarse de que Francis tardó, como siempre, más tiempo del necesario en la ducha.
Llegamos a la terraza al mismo tiempo que Whatever y, aunque ellos acaparan casi toda la atención de la gente, yo tengo la cabeza en otro lado. Bruno me toca el hombro cuando nos acomodamos en unos sillones bajos y se arrima a mi oreja.
—Que no te importe —me dice—. Si seguimos así, pronto tendremos un concierto propio y la gente se volverá tan loca con nosotros como lo está con ellos.
—Me da igual lo populares que sean —le contesto, soltando un bufido—. Lo único en lo que pienso ahora es en ver a Brenda.
—¿Por ella es que te ves así? Tan distraído —aclara.
—¿Acaso me he visto desconcentrado en el concierto?
No lo sé, tal vez este extraño sentimiento de que algo le está faltando a esta noche para ser perfecta, se debe a que no he visto a Brenda.
—No, para nada —me contesta él—. Pero solo cuando estabas en escena, el resto del tiempo te he sentido perdido.
Recuerdo que el día anterior me había dicho algo parecido. La verdad es que siento muchas ansias, pero no estoy seguro de a qué se deban. Pensé que se acabarían al finalizar el concierto, pero no han hecho más que aumentar.
El anfitrión de un programa muy conocido se sienta a hablar un momento con Bruno y conmigo, mientras Tadeo y Francis reciben a las chicas. Stacy y Sam han llegado, aunque están solas. Veo a mi mejor amiga colgarse del cuello del pelirrojo y darle un beso muy cariñoso, delante de todos. Me alegra que su relación haya avanzado, hasta tal punto que a ella ya no le cuesta demostrar sus sentimientos hacia él. En ese sentido Sam ha madurado mucho.
Stacy busca a Bruno con la mirada y lo encuentra sentado a mi lado. Como mi amigo está muy concentrado hablando con el hombre, ella dirige sus ojos a mí y me sonríe, por lo que aprovecho para formular con mis labios la pregunta: "¿Brenda?". Ella señala la entrada, como diciendo que está por llegar, así que me apuro en cortar la conversación de manera educada y arrastrar a Bruno hasta ellos. La rubia se abraza a su torso y lo felicita por el concierto al tiempo en que veo ingresar a Diego, con Brenda siguiendo sus pasos.
Miro a mi Pulga, sintiendo cómo esa ansiedad que me apresaba hasta hace unos segundos comienza a disminuir. Sus ojos se encuentran con los míos y su sonrisa le produce calor a mi pecho. Eso me hace entender que es ella quien me tenía tan inquieto todos estos días. Como si fuera la pieza que complementa todo aquello que me hace bien.
Apenas Diego llega hasta nosotros, tan lleno de euforia como seguimos todos, sostiene entre sus manos el rostro de Tadeo y le roba un beso. Un beso en la boca que nos deja a todos mirando estupefactos. Tadeo está completamente rojo al momento en que Diego se aparta de él de nuevo. Stacy se echa a reír y Brenda hace lo mismo. Al parecer ya lo sabían, a pesar de que los chicos, Samantha y yo no teníamos idea.
—No-nosotros... estamos juntos —aclara Tadeo, haciendo que los demás estallemos en carcajadas.
Busco a Brenda de nuevo y me aproximo a ella, confiando en que la emoción que estamos sintiendo nos permitirá besarnos, como lo han hecho los demás. Sus ojos se abren con sorpresa cuando comprende lo que quiero hacer y, sorpresivamente, me aparta hacia atrás casi con un empujón.
—Lucas, no hagas eso, no aquí —expresa, como si algo la hubiera aterrado, de repente. Mira disimuladamente a los costados, como si le preocupara que nos hubieran visto. Lo cual me resulta extraño siendo que no es alguien que se preocupe por lo que puedan pensar los demás.
—¿No me lo merezco luego de mi primera presentación masiva? —pregunto, bastante decepcionado.
Ella se ve más nerviosa y molesta de lo que podría haber esperado, aún más teniendo en cuenta lo contenta que lucía hace un momento.
—No, no esta noche —me pide. Al instante parece percatarse de que ha sido dura, por lo que agrega—: Estoy muy orgullosa de ti, de todos ustedes, y te felicito, pero no lo arruines.
Me da un abrazo que se siente tibio, como el que me daría una amiga, y enseguida pasa a felicitar a los demás. Yo me quedo en donde estoy, helado. Brenda me acaba de rechazar en el día más importante para mí. Y siento su reacción como una bofetada, una forma de demostrarme desprecio, inclusive.
No entiendo y tampoco puedo evitar que ese gesto se lleve gran parte del entusiasmo que he estado sintiendo. Busco una excusa para charlar con Oliver unos minutos, para ver si eso consigue animarme de nuevo. Mi amigo me ofrece cerveza, pero me conformo con una bebida gaseosa y procuro concentrarme en la conversación; lo cual, al cabo de varios minutos, entiendo que me resulta imposible. Me aparto de él y me siento al lado de Sam, para compartirle mi experiencia sobre el escenario. Ella me cuenta que papá y tío Patrick estuvieron también ahí, que Francis le había dado a su suegro una entrada y que los dos pasaron muy bien, a pesar de estar rodeados de jóvenes eufóricos que les rompían los tímpanos. Su charla me alivia un poco, pero tener a Brenda sentada en el mismo sector produce el efecto contrario.
Más tarde acompaño a Maia a la barra y los dos charlamos con una bebida en la mano. Empezamos hablando sobre el concierto, pero sin querer desvío la conversación hacia Brenda en pocos minutos. Le cuento lo que me hizo y la manera en que me ha afectado, porque a pesar de haberlo pensado mucho, sigo sin entender por qué me aleja así.
Al cabo de un momento, le he dado tantas vueltas al asunto que empiezo a preferir estar solo, así que me alejo hasta uno de los bordes de la terraza, un espacio que está algo apartado del bullicio y donde incluso la luz se ha atenuado un poco.
Recuesto mi torso contra la baranda y observo las luces a lo lejos. La vista se parece un poco a mi lugar favorito, la terraza del edificio donde está el estudio jurídico. La diferencia es que este edificio es más chico y aquí no se percibe la tranquilidad que hay en mi terraza. La gente se distingue perfectamente unos cuantos metros abajo y también los vehículos que están estacionados al costado de la acera.
Por unos minutos dejo de escuchar la música, el murmullo y las risas de la gente. Todo sonido parece volverse opaco y me siento solo, perdido en mis pensamientos. Hasta que ella llega y se ubica a mi lado, descargando también su peso sobre la estructura de metal. Por un segundo he llegado a pensar que se trataba de Brenda, pero la cabellera rubia y corta de Melania es inconfundible.
—¿Por qué no estás divirtiéndote con los demás? —pregunta.
—Supongo que no estoy de humor.
Ella suelta un bufido y se gira levemente hacia mí, apoyándose en un codo. La miro también y sé que todavía mantiene esa emoción por el concierto, que parece haberle inundado a ella incluso más que a quienes hemos estado encima del escenario.
—¿Acaso no es hoy el mejor día de tu vida? —dice, aunque no parece esperar respuesta, porque prosigue—: Si yo hubiera hecho mi primera presentación en vivo ante más de treinta mil personas, habría estado saltando en una pata. ¿Qué es lo que te tiene así, nene?
Melania jamás lo entendería y mi humor está tan extraño que prefiero evitar volver a discutir con ella como lo hago siempre; como cada vez más, últimamente. Me encojo de hombros y muevo la cabeza al lado contrario, como para demostrarle que prefiero no tener que lidiar con su presencia.
—Estoy contento por el concierto —me limito a contestar—, solo quiero estar a solas.
—¿Por qué?
Me extraña que se muestre tan interesada y entiendo que no se irá a menos que se lo pida. ¿Por qué tiene que venir a molestar justo ahora?
—¿Desde cuándo te importa cómo me siento? —le pregunto—. Mejor dicho, ¿desde cuándo te importa alguien más, aparte de ti?
La escucho soltar una risita que suena algo adolorida.
—Aunque no lo creas, hubo un tiempo en mi vida en que otras personas me importaron más que nada. De hecho, llegué a amar a alguien lo suficiente como para perderme a mí misma.
Que me cuente de pronto algo de su pasado me hace percatarme de que no sé nada de su vida. Conozco a Melania desde hace meses, paso con ella gran parte de mi semana, pero no tengo idea de quién es fuera del trabajo. Y, sin saber por qué, me entra una extraña curiosidad sobre qué o quién la volvió una mujer tan... fría.
—¿Esa persona te falló? —inquiero.
—Para nada. Él era... es —se corrige—, es un buen hombre. Fui yo quien le falló, cuando me di cuenta de que había puesto sus sueños por encima de los míos. Así que me alejé de él y de todo lo que amaba, para tener el enfoque que necesitaba para triunfar en esto.
Algo en su relato me molesta, me produce un incómodo escalofrío. De nuevo prefiero que se vaya de aquí y me deje solo.
—¿Por qué me estás diciendo todo esto? —le pregunto, casi con molestia.
Ella se mantiene en silencio durante unos segundos. Tantos que empiezo a pensar que por fin se irá, cuando vuelve a hablar.
—Porque no quiero que te ocurra lo mismo que a mí, que te distraigas de tu camino —declara—. Allí, encima del escenario, eras una estrella. Te desenvolviste mucho mejor que cualquier otro vocalista con el que haya trabajado antes. Te sobra talento y desprendes confianza, Lucas. Si continúas enforzándote, si sigues ensayando y profesionalizándote, llegarás a ser mejor que Oliver.
Sus palabras me producen un revoltijo interno. Es la primera vez que ella me halaga de esta manera, haciéndome ver incluso más capaz que su favorito. Melania tiene puestas sus esperanzas en mí y escuchar a mi manager decirme algo tan esperanzador como esto, es todo lo que hubiera deseado cuando formé esta banda.
Este día han pasado las cosas que vengo esperando desde hace tiempo, por las que he trabajado y me he desvelado. Y, sin embargo, sigo sintiendo que me falta algo. No es un vacío como el que sentía cuando estaba siguiendo la carrera equivocada. No, esta vez sé que la música es mi vida. Y que, sea sobre un escenario o detrás de uno, quiero dedicarme a esto hasta el último día de mi existencia.
Entonces, ¿por qué me siento así? Vacío... solo... "Soledad". Eso es.
—Me siento solo —expreso, sin pensar, simplemente soltando eso que mi boca parece querer sacar de adentro.
—¿Bromeas? —pregunta ella—. Te estoy diciendo que vas a ser una estrella de verdad, que te prepararé para que arrases con todo, que llenarás estadios y el mundo gritará tu nombre hasta quedarse sin aliento. ¿Y tú me dices sales con algo como eso?
Tal vez estar casi de espaldas a Melania y no ver la expresión de burla que debe estar mostrando me da la confianza para expresarme.
—Este año perdí a dos de las personas más importantes de mi vida —le confieso—. A una la perdí para siempre y a la otra no sé si logre recuperarla. Así que sí, tengo todo lo que quiera en cuanto a mi carrera, me va bien en todos los ámbitos de mi vida, pero me quedo con las ganas de compartirlo con ellas. Es decir, sé que ya no podré compartir nada con Gloria, pero pensé que al menos podría tener a Brenda a mi lado...
Me detengo ahí, por miedo a que se me trabe la voz.
—Gloria no era tu madre, Lucas —suelta Melania, con un repentino rencor. No me permite responder a su declaración, porque continúa hablando casi al instante—: ¿Y en verdad te vas a poner así por Brenda? Tendrías que haberla olvidado ya. Tendrías que estar enfocado en tu triunfo, ¿por qué sigues pensando en ella? —No solo parece molesta ahora, sino afectada—. ¿Me estás diciendo que a pesar de todo lo que he hecho estos meses, esto no te hace feliz? ¿Esto no es lo que quieres? ¡Tienes que estar bromeando!
—Es lo que quiero —contesto al tiempo en que volteo hacia ella y encuentro mis ojos con los suyos, con esa mirada color café que siempre parece detestarme y ahora, sin embargo, luce como si estuviera llena de angustia—, pero pierde valor si no puedo disfrutarlo con mis personas favoritas. Sé que no hay manera de que alguien como tú lo entienda, porque no tienes familia e incluso pareces estar en contra de tener una pareja. Y entiendo que Gloria ya no estará en mi vida, pero Brenda es la persona que quiero. Es obvio que me afecta no tenerla a mi lado en un día como hoy. Y no tienes idea de lo frustrante que se siente no entender por qué un día me dice que todavía me quiere y al otro me pide que no me acerque a ella.
—¿Brenda te ha dicho qué? Repite eso —me ordena, de pronto.
—Que me quiere, y sigo sin entender por qué me dejó...
Agacho la mirada, pero sus palabras me hacen levantarla de nuevo al instante.
—Te dejó porque yo se lo pedí.
Que ella... ¿qué?
—¿De qué estás hablando? —le pregunto. Lo que dice no tiene sentido.
—Amenacé con arruinar tu carrera —contesta, con tanto descaro que me cuesta entender si se trata de una broma de mal gusto o habla en serio. Parece que me he quedado estupefacto, porque se explica mejor—. Le dije que saldría de tu vida y me aseguraría de cerrarte las puertas de cada discográfica. Por eso terminó contigo, porque Brenda no es tonta y sabía que yo era perfectamente capaz de hacer eso.
—¿Cómo pudiste...? ¿P-por qué?
—Porque si iba a apostar por ti, por Musageta, necesitaba estar segura de que te enfocarías completamente en tu carrera, que tu relación con ella no sería un estorbo o una distracción. Lo hice por eso, principalmente. Y porque creí que lo que ustedes tenían era solo algo pasajero, pensé que triunfar te haría más feliz que estar con ella... pero me equivoqué.
Es que no puedo creerlo...
—Solo eres mi manager, ¿por qué pensaste que podías decidir sobre mi vida? —pregunto, perplejo.
—Creí que estaba haciendo lo mejor para ti...
¡¿Lo mejor?!
—¡No tienes idea de qué es lo mejor para mí! —la interrumpo, lleno de furia—. ¡No me conoces! ¿Qué te hace pensar que puedes saberlo?
Ella baja la mirada, sobrepasada por mis palabras o tal vez por la rabia que desprendo.
—Porque soy tu madre, Lucas —susurra.
¿Mi qué...? Mi pecho y cerebro parecen detenerse al mismo tiempo, como si me hubieran paralizado, pero lo absurdo de esa declaración me hace reaccionar enseguida.
—No, tú no eres mi madre. Ella se fue cuando yo era un bebé... —Recuesto mi espalda contra la baranda y me sujeto la cabeza entre las manos, empezando a entender todo. Por qué ella me exigía más que al resto, por qué una vez me hizo una caricia e incluso Oliver me pidió que le diera una oportunidad. Suelto un suspiro. ¿Oliver lo sabía? Ella se mantiene en silencio, como esperando que lo asimile y mis ojos parecen captar por primera vez la similitud entre su cabello rubio y el mío. Pero no nos parecemos en nada más. Me niego a aceptarlo, es absurdo, así que me aferro a lo único que me demuestra lo contrario—. Mi madre se llamaba Mireya.
—Hace años que me cambié el nombre, para que Anthony no me encuentre —me contradice ella—. Solo tuve que asegurarme de que él no me viera.
Pensando rápido, tiene razón. No recuerdo una sola vez en que haya coincidido con mi padre. Aunque ahora mismo tampoco puedo pensar claramente, mi cabeza se ha vuelto un caos. Y creo recordar que sí coincidió con ella...
—¿Y Gloria...? —expreso.
—Ella lo sabía, pero también la obligué a callar, como a Brenda.
Por eso una vez la llamó Mireya, y yo pensé que se había equivocado. Estoy seguro de que lo ocultó para no herirme. Ella habría hecho cualquier cosa por mí, como lo haría una madre.
Todo estuvo delante de mí y no lo vi.
Todo, demonios. No puede ser.
—No eres mi madre —insisto—. Tal vez me trajiste a este mundo, pero tú no eres mi madre. Una madre jamás habría hecho lo que tú me hiciste.
Ella continúa observándome cuando termino de decir eso, con los ojos bien abiertos y una expresión que no puedo descifrar. Mantengo mi mirada sobre la suya durante unos segundos hasta que comienza a invadirme un sentimiento muy desagradable. No podría decir que es dolor o decepción, sino una profunda rabia que ni siquiera va dirigida del todo hacia ella. Es la rabia que nace por descubrir que las dos personas más importante de mi vida me ocultaron un secreto como ese; que me veían interactuar con ella, sabiendo la verdad, y no hicieron nada. Aunque no puedo enojarme con Gloria, no ahora que ya no está.
Me invade un deseo de desaparecer de allí, de estar solo por una maldita vez y dejar de fingir que debería ser feliz con todo lo que me está ocurriendo. No quiero tener que volver a aparentar delante de nadie, así que me alejo.
No vuelvo al área donde está la gente, ni siquiera cruzo mirada con nadie mientras me traslado a la zona techada por la que al fin podré salir de aquí, pero Melania no pretende dejarme ir tan fácilmente. ¿Cómo lo haría? Habiendo tantos paparazzi y gente importante que espera conocerme. La escucho llamarme varias veces mientras camina, siguiéndome el paso. No me detengo, a pesar de que su voz, su maldita voz, me da un escalofrío cada vez que penetra mis oídos.
—Te detesto —pronuncio, al frenar de improvisto, y giro para ver de nuevo sus ojos.
El golpe de mis palabras es casi imperceptible, estoy seguro de que no me aprecia lo suficiente como para que le duela y, aunque así fuera no lo demostraría, porque no tiene idea de lo que es el amor. Así que se mantiene protegida detrás de esa coraza en la que aparentemente ha vivido a salvo todos estos años.
—Bien —expresa—. Ódiame si quieres, pero vuelve allá, no te vayas.
—¿Por qué? —pregunto, aunque sé la respuesta.
Marketing, negocios, exposición. La fama es todo para ella.
—Porque hay gente esperando verte y tienes que hacer contactos —me confirma.
Suelto una risa llena de rabia y niego, sin poder creer. Me acaba de decir que es mi madre, la misma que se fue hace diecinueve años, dejando a mi padre con el corazón destrozado, y ahora espera que vuelva allá y haga como si nada.
Ni siquiera quiero pensar en cómo afectará esto a papá.
—Vete al demonio. No vuelvas a hablarme o buscarme, ¿oíste?
—Tienes un contrato con MTE —amenaza.
—¿Y? También tengo de padre al mejor abogado de la ciudad —me rebelo, por rabia y por estar cansado de que quiera controlarme, ahora más que nunca—. Intenta demandarme y verás de lo que soy capaz.
—No puedes tirar todo a la basura, piensa en la banda, en tus amigos...
—Aléjate de mí —insisto, interrumpiéndola antes de que juegue con mi cabeza. Ni siquiera puedo pensar en los demás ahora, en sus carreras, en todo lo que estamos logrando y que se verá afectado por esto.
Solo necesito salir de aquí. Y eso es lo que hago.
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Hola, se esperaban esa revelación?
Estamos llegando al final 😭❤️
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