17. Una más del montón

Una parte de mí me pide encontrar a Lía y hacer que se arrepienta por completo de haber venido a la fiesta de Samantha a hacerla llorar. Y lo haría si no fuera por esa pizca de cordura en mi ser, que me ruega que no agrande esto incluso más de lo que ya está.

Así que termino por dejar la habitación y salir en busca de Lucas. No lo encuentro en el patio trasero ni en la sala de estar donde se halla la mayoría de la gente. Lo busco también al costado de la piscina, donde encuentro a Lía y volteo a prisa para no cruzarme con ella.

Tarde, me ha visto y me llama con maldad.

—Brenda, ¿sabías que una de las fotos que subí con Lucas consiguió más corazones que la que posteaste tú en marzo? —Volteo solo para ver que tiene su celular extendido hacia mí y me muestra la imagen.

Oh, ¿en serio? Es patética.

—Mira cómo me importa —me burlo.

—¿Sabes por qué? Porque hacemos una pareja más bonita —continúa en sus intentos por hacerme enojar más de lo que ya lo ha hecho esta noche.

Me acerco a ella, amenazándola con la mirada.

—No voy a pelear por un chico —la contengo—. Y menos por uno al que ni siquiera le importas.

—Lucas me quiere más a mí que a ti y a la perdedora de Samantha —levanta una ceja, haciendo que me abrumen las ganas de ahorcarla.

—La hiciste llorar, así que no me provoques si no quieres ver de lo que soy capaz.

Volteo con la intención de alejarme para seguir buscando a ese tonto, cuando siento sus manos cerrarse sobre mi brazo. Me estira con tanta fuerza que casi pierdo el equilibrio. Entonces giro con rabia y la empujo, llevándola directo a la piscina.

El estruendo que hace al ir de espaldas sobre el agua alerta a todos los que están alrededor. Su caída me ha salpicado a mí también; mi rostro y blusa están completamente mojados, aunque no tanto como Lía, quien sale a tomar aire, bañada y enfurecida. Los demás invitados, sin embargo, parecen percibir ese gesto como una especie de festejo o locura propiciada por el alcohol que poco o casi nada he bebido, algunos empiezan a correr al agua y zambullirse, haciendo que ella grite de terror y los que quedamos afuera nos matemos de la risa.

Me apresuro en correr dentro de la casa, antes de que salga a mi encuentro. Lo que hice estuvo mal y no puedo evitar sentir una sacudida de culpa. Sin embargo, se lo tiene merecido con tantas veces que se ha metido con nosotras desde que empezó el año.

Detengo mi carrera contra el cuerpo de Lucas, que se sorprende y confunde al verme mojada.

—Al fin te encuentro —me quejo—. Tienes que llevarte a la idiota cuanto antes.

—¿Por qué lo haría?

Frunzo el ceño y aprieto los labios con rabia al ver que no detiene su paso, como si ni siquiera tuviera la intención de escucharme. Me muevo a su ritmo y me planto delante de este, forzándolo a quedarse quieto.

—Solo vino para molestar, además Samantha no la soporta. ¡Sácala de aquí, Lucas!

—¡Ya! —Su expresión me muestra hartazgo—. Estoy cansado de los berrinches de Sam, de la insistencia de Lía, de que me reclamen cosas y, principalmente, estoy cansado de ti. Vete tú, Allen.

Me ha llamado por mi apellido y eso duele incluso más que lo que ha dicho.

Sus palabras le han producido tal golpe a mi pecho que me quedo sin habla. Agacho la cabeza para evitar un contacto visual más profundo. Entonces, la voz de Lía se hace oír a gritos lejanos, está llamándolo, enfurecida, y probablemente con la intención de contarle lo que le hice.

Él exhala aire sin disimularlo, jala mi brazo y me lleva a una puerta contigua, que cierra al instante en que ingresamos. Levanto la cabeza, para intentar preguntarle qué pretende, pero me hace un gesto de que guarde silencio, colocando un dedo sobre mis labios.

Los gritos de Lía se oyen más próximos y él suspira aliviado cuando esta parece pasar por nuestro lado, sin encontrarnos.

Se está escondiendo de la chica que supuestamente le gusta. En verdad está cansado de ella, como dijo.

La quietud y el silencio, tanto de aquí como del exterior, nos demuestra que estamos completamente solos. Nos ha metido en la vinoteca que pertenece al padre de Samantha. Un corto y estrecho pasillo se extiende a nuestras espaldas. Está cubierto de botellas de diferentes cosechas de vino que llenan por completo ambas paredes laterales. El lugar es tan angosto que estamos uno casi pegado al otro, con nuestros cuerpos rozándose, lo que hace que la intimidad nos envuelva al instante. No se siente incómodo, por el contrario, al estar así con él me invade esa cercanía que extraño tanto.

Él también parece percibirlo. El dedo que mantiene casi tocando mis labios se apoya en este, empezando a delinear su forma con delicadeza. No resisto la tentación de encontrar mis ojos con el azul de los suyos, que ahora tienen un brillo de anhelo muy intenso.

Tanta cercanía me consume de ganas por besarlo, en especial porque sus dedos no dejan de acariciar mis labios y enseguida lo veo humedecerse los suyos de manera inconsciente. Su otra mano encuentra mi cintura y, con cuidado, me acerca más a su cuerpo. A pesar de mirarnos, Lucas no me está viendo, luce perdido en un trance que se ha llevado por un momento su raciocinio.

Entonces acerca su rostro más al mío y cierro los ojos despacio, de manera instintiva. Sus labios no me tocan, pero su frente se posa delicadamente contra la mía y reposa ahí, como si solo sentir mi contacto fuera suficiente y, de alguna forma, consigue llenarme también.

Solo esto me basta, es mejor que nada. Es saber que aún me quiere, aunque no me lo diga.

Aspiro su perfume y sonrío al sentir que podemos ser de nuevo nosotros dos. Sin nadie que se entrometa. Solo Lucas y Brenda. Solo este amor que es tan fuerte que sigue latente a pesar del daño que quieren hacernos.

Por unos segundos ni siquiera recuerdo por qué me separé de él.

Me arrimo un poco más y me propongo disfrutar de este abrazo que me merezco, fundirme en su pecho como lo hice siempre. Apenas consigo aferrarme del todo a él, cuando la puerta se abre a un lado, sobresaltándolos. Cortamos la cercanía y miramos hacia ahí de inmediato. Bruno está, primeramente, tan atónito como nosotros, pero al segundo esboza una sonrisa pícara y toma una botella de vino.

—No se preocupen, yo no vi absolutamente nada —asegura, enfatizándolo con un guiño. Cierra de nuevo, dejándonos solos, pero se ha llevado por completo ese ambiente de intimidad.

Los ojos de Lucas me encuentran con vergüenza y se desvían de inmediato, como si estuviera preguntándose qué demonios estábamos haciendo o cómo pudo haberse dejado llevar así.

En vez de enfrentar la situación, se impulsa a la puerta y cruza por esta sin mirar atrás, sin siquiera decir nada. Yo me quedo unos minutos más ahí, esperando que mi corazón desacelere su intenso ritmo, antes de salir y volver a la fiesta de cumpleaños, en la que todo el mundo está empapado de pies a cabeza y ya no veo a Lía o a Lucas por ningún lado.

Al día siguiente, no he dejado de pensar en el momento tan intenso que tuve con él. Me hago preguntas sobre si vale la pena seguir con todo esto, si debería continuar manteniendo mi palabra con Melania.

Luego del mediodía busco en internet el número de MT Entertainment y pido que me pasen con ella.

—¿Qué puedo hacer por ti, bonita? —Me saluda con ironía.

—Necesito saber por qué Lía sí, y yo no. —Voy directo al grano. Ella, sin embargo, no parece sorprenderse, sino más bien confundirse.

—¿Lía? —Repite.

—La chica con la que se está viendo Lucas —aclaro—. ¿Por qué a ella sí la apruebas?

—Ah, pues justamente por eso, ni siquiera sé quién es.

Se queda esperando mi respuesta y la verdad es que no sé qué decir. ¿No sabía que él está con Lía o a qué se refiere?

—Explícate —le ordeno.

Ella deja escapar un bufido. En el fondo escucho a alguien llamar su nombre.

—El jueves Musageta estará aquí a las siete de la tarde. Ven y entiéndelo por ti misma —propone con rapidez. Se despide y corta sin dar más detalles.

No confío en ella y podría tratarse una especie de trampa, aun así, estoy dispuesta a obedecerla si eso significa la posibilidad de reparar esto.

El día indicado llego al edificio y la recepcionista, que ya me conoce, parece estar esperándome.

—Ven, acompáñame —me pide amablemente.

La sigo hasta el piso superior y me conduce a una habitación, se despide en la entrada y me deja sola. Empujo la puerta con cuidado, contemplando el lugar que tengo enfrente. Se trata de un estudio de grabación, más amplio de lo que he visto en películas, está equipado con un inmenso tablero acompañado de tres pantallas planas, varios parlantes y muchos interruptores. Los presentes se giran al verme ingresar: Melania y un sujeto que hace parte del equipo de MTE, quien está sentado al mando del tablero.

—Brenda, te ves bien. Qué bonito te sienta el desamor —se burla ella, al verme entrar.

—Menos mal —le retruco—. Al menos no me ha dejado amargada, como a ti.

El chico se echa a reír y ella, en lugar de enojarse, me sonríe con una especie de confianza que en realidad no existe entre nosotras. Entonces extiende un brazo, llamándome.

—Ven.

Me acerco, con algunas dudas, y me detengo a su lado.

—¿Qué está ocurriendo?

—Musageta va a grabar su primera canción —me explica. Entonces me hace una seña hacia el espacio de vidrio en la pared, a través del cual se puede ver a los chicos, cada uno delante de su instrumento, en una extensión posterior de la habitación.

Ellos parecen no escuchar lo que ocurre de este lado, están acomodándose en sus lugares correspondientes. Mis ojos se quedan enfocados en Lucas, quien está concentrado en el micrófono que tiene delante. Está lleno de nervios, pero muy contento, lo puedo notar en su expresión, la cual me hace sonreír.

—No sabía que ya grabarían... —Comento.

Tadeo no me había dicho nada al respecto y, conociéndolo, quiere darnos una sorpresa a todos.

—Sacaremos esta al aire la semana que viene y luego empezaremos a grabar las siguientes, hasta terminar el disco.

¡¿Un disco?!

—E-Espera, ¿esas cosas no llevan tiempo?

Ella se hecha a reír.

—Si fuiste tú quien me puso un plazo, y ya vamos contrarreloj. —Ella me hace un guiño egocéntrico.

Siento que me sonrojo un poco y la culpa me invade.

Ella puede ser una bruja, pero va cumpliendo su parte del trato; mientras yo solo quiero romperlo, decirle a Lucas toda la verdad y esperar que me acepte de vuelta.

Busco un espacio cómodo y me dedico a mirar todo el proceso de grabación. Tengo que admitir que su estudio está muy bien equipado, con artefactos que parecen de primer nivel. Si todo esto es suyo y su hijo lo heredará algún día, ¿por qué se muestra tan estricta en que él triunfe como cantante?

Los chicos se ven tan contentos como ansiosos. Todo esto es nuevo para ellos y estoy segura de que siguen sin creérselo. Lucas repite varias veces ciertos tics que tiene y que conozco de memoria, como pasarse una mano por el cuero cabelludo o rascarse la nuca por puros nervios, cuando Melania le indica algunas correcciones que debe hacer.

Me deleito escuchando su hermosa voz, con la cabeza recostada contra la pared y sin separar mis ojos de su cautivante figura.

Quisiera estar con él, apoyarlo en esto que sé que le importa más que nada en el mundo, quiero que se sienta acompañado por mí, que sepa que estoy orgullosa.

Detesto tener que guardarme todos mis sentimientos.

—Vamos afuera —propone Melania una vez que la grabación ha terminado y los chicos están simplemente haciendo ajustes con el sujeto que ya recordé que se llama Johnny.

La sigo en profundo silencio. A decir verdad, no he emitido palabra en casi todo este tiempo.

Nos acomodamos en unos sillones que ocupan un lado de la escalera, ella recostada por la pared y yo descansando mi cabeza hacia atrás sobre el respaldo, evitando mirarla.

—Agradezco que me hayas invitado a venir —le confieso—, pero sigo sin entender por qué lo hiciste.

—Me preguntaste por qué "acepto" a la nueva novia de Lucas y a ti no —me recuerda.

—No es su novia —le aclaro, sin poder contenerme.

Entonces se acerca y se sienta a mi lado, mirándome a pesar de que no giro mi rostro hacia ella puesto que no dejo de mirar al pulcro techo.

—Como sea, quería que lo vieras con tus propios ojos.

—¿Qué es lo que tenía que ver? —Pregunto, empezando a perder la calma—. ¿La manera en que no puedo estar para él en un momento tan importante como este? ¿Cómo está pasando por todo esto sin mi apoyo?

Mis ojos empiezan a arder y me contengo para no permitirme llorar delante de ella.

—Él está feliz, cumpliendo sus sueños. Esto es todo lo que quiere en la vida y ¿sabes quién es la única persona que lo puede desviar de ese camino? —Levanta sus piernas sobre el asiento y se inclina un poco más hacia mí, antes de finalizar—: Tú.

Me muerdo los labios por dentro y el dolor se siente más real.

—Yo jamás le haría algo así.

—Ni siquiera tendrás que pedírselo. Él está enamorado de ti, tanto que no dudará en dejar sus sueños por darte la vida que, en pocos años, vas a querer. La fama es complicada, no hay lugar en ella para una fami...

—Eso ya me lo has dicho —la interrumpo, porque sus palabras duelen tanto que mis lágrimas se escapan sin querer—. Pero no responde por qué Lía sí puede estar con él.

—Porque los he visto juntos y Lucas ni siquiera le presta atención. Lía es una más del montón para él. Como ella, van a haber otras en su vida. Contigo era diferente.

—Es irónico que me castigues porque amo a tu hijo. —Me limpio las lágrimas y me sobo la nariz antes de seguir—. Lo peor es que olvidas que él también me quiere a mí y esto nos lastima a ambos.

Ella me aprieta el hombro como si me estuviera dando apoyo, pero me zafo, enojada. Entonces se pone de pie.

—Tú eres fuerte y él tendrá que aprender a serlo. A veces hay que sacrificar algo que quieres, por un bien mayor.

—Solo lo dices porque para ti fue sencillo...

Está dispuesta a irse, hasta que digo eso. Se detiene y gira levemente para verme.

—No lo fue. Dejé mucho más de lo que estás dejando tú.

Sus excusas me molestan hasta el punto en que me levanto y la encaro.

—Nadie te obligó a hacerlo. Tal vez no querías a Anthony tanto como yo quie...

—Cállate —me detiene. No alza la voz, pero luce severa y se acerca para que nadie nos escuche—. No tienes idea de lo que estás diciendo. Dejé mi carrera por darle el hijo que él deseaba. A mí no me importaba ser madre.

—Y bien que lo has demostrado.

Sus ojos se enrojecen de golpe, no sé si por dolor o rabia, lo cierto es que está por contestarme cuando mi celular comienza a sonar en mi bolsillo. Lo extraigo y, como ironía del destino, es justamente el nombre de él el que aparece en mi pantalla: Anthony Urriaga.

Melania se sorprende tanto como yo. Son las ocho y media de la noche y, si me está llamando, debe ser algo importante.

—Hola, señor —contesto aprisa.

—Brenda, disculpa que te moleste a esta hora. —Siento algo de urgencia en su voz—. Gloria quiere que te avise que acaba de ser internada en el sanatorio. Tuvo una descompensación debido a su enfermedad. Me dijo que estás al tanto de eso.

—Sí, yo... —Mi corazón late intensamente y me dificulta hablar—. Voy para allá ahora mismo.

Cuelgo la llamada sin estar segura de que siquiera nos hayamos despedido. Mis manos están temblando y por un momento me siento perdida, atontada.

—¿Qué ocurre? —Me pregunta Melania.

No me da tiempo de contestar, Lucas cruza la puerta del estudio y llega hasta nosotras en un segundo.

—Me tengo que ir —se despide al paso. Está tan asustado que ni siquiera parece fijarse en que estoy aquí—. Es urgente.

—Lucas, aún no hemos terminado —ella intenta detenerlo con sus palabras, pero él ya está bajando las escaleras, sin escucharla.

Obligo a mis sentidos a despertar y me impulso a seguirlo. Me muevo con tanta velocidad que no tardo demasiado en alcanzarlo. Se ha subido al asiento conductor de su vehículo, así que abro la puerta del copiloto y me dejo caer a su lado.

—Voy contigo.


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Bueno, bueno. Llegamos al final de otro capítulo y espero que les haya gustado, a pesar de ese final agrio. Como siempre, pronto habrá adelanto en el grupo.

¡Les mando un beso!

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