15. Noche de "hombres"
Conozco algunas cosas sobre Lía, la chica con la que estoy saliendo hace unos días.
Sé que sus padres son abogados, igual que el mío. Aunque en su caso, son ambos. También sé que, cuando éramos pequeños, solíamos asistir a los banquetes de su bufete, en los cuales yo me aburría bastante y Sam, por el contrario, jugaba con Lía hasta cansarse.
Eran muy unidas en esa época.
Había un juego en especial que le encantaba a mi mejor amiga y nos obligaba a repetirlo cada vez que nos encontrábamos los tres. Fingíamos ser una familia, en la cual yo era el papá, ella la mamá y Lía la hija. Recuerdo que apenas mi padrino se enteró de lo que trataba nuestro juego, nos dijo que no podíamos hacer las cosas que hacen los esposos.
Así que la regla estaba clara: nada de besos.
Y la respetábamos. Éramos una familia en la que los padres no se besaban. Tampoco hacíamos nada más, por supuesto, habremos tenido unos cinco o seis años.
Ese juego me aburría tanto que más de una vez corrí a esconderme bajo la mesa en la que estaba Gloria y le pedí que no me delatara. Me quedaba allí hasta que mi mejor amiga me llamaba a los gritos y no tenía otra opción más, que rendirme a sus tortuosas diversiones.
Lo cierto es que un día, Lía decidió que invirtiéramos los papeles y fue ella quien tomó el papel de la madre. Sam aceptó a regañadientes y el juego iba bastante bien, hasta que a Lía se le ocurrió robarme mi primer beso.
Todo se fue al demonio en ese mismo segundo. Mi mejor amiga se echó a llorar a los gritos mientras se abalanzaba sobre ella y le jalaba los cabellos, tan molesta como nunca la vi en mi vida. Yo me quedé atontado, no recuerdo mucho más que los gritos de Sam, los lamentos de Lía, y a nuestros padres intentando conciliar la pelea.
A partir de ese día, una guerra empezó entre las dos. Una que se fue acrecentando a medida que pasaba el tiempo, a pesar de que Sam y yo nos volvimos cada vez más unidos y nuestro contacto con Lía se diluyó casi por completo.
Las pocas veces que nos volvimos a encontrar, incluso siendo más grandes, ellas demostraron llevarse mal. No me queda claro si fue debido a ese incidente o al simple hecho de que ya se detestaban, lo cierto es que lo siguen haciendo ahora que son compañeras en la universidad.
Todo esto es una tontería, lo sé. Pero ellas no parecen pensar lo mismo y se toman su guerra muy en serio. Brenda me había contado que Lía se esfuerza mucho para evitar que Sam haga amigos en el aula, y ha llegado al punto de llevarse mal también con ella, solo por negarse a hacer a un lado a Sam.
Teniendo esto en cuenta, está claro que el hecho de que yo haya empezado a salir con Lía es una traición que mi mejor amiga no está dispuesta a disculparme así nada más.
Y estamos hablando de Sam, quien no pierde la oportunidad de hacer un drama y a quien siempre he dado el gusto en todo...
Hasta ahora.
—¿No te parece que estás exagerando un poco? —Me dejo caer en mi cama, con el celular pegado a la oreja.
Lleva como veinte minutos pidiéndome, insistiéndome y casi obligándome a que me aleje de Lía. Su cumpleaños será en unos días más y no quiere que le regale nada material, solo me pide que le cumpla ese capricho.
—¿Ahora me llamas "exagerada"? —Finge un sollozo y luego suelta un pronunciado quejido—. ¡No tienes idea de cuánto ha aprovechado estos días para jactarse de estar saliendo contigo! ¡Y también molesta a Brenda!
Esa última declaración me produce un cosquilleo de satisfacción.
—Sólo ignórala, Sam.
—¡¿Acaso no ves que te está utilizando para hacernos enojar?!
Lo sé, pero me da igual.
—No es gran cosa...
El grito que pega es tan fuerte que me deja sordo por unos segundos y debo apartar el móvil hasta recuperarme.
—Sam... por favor.
—¡Esto es horrible, Lucas! ¡Horrible! ¡Y todavía dices que no es gran cosa! —Me atajo la cabeza, mientras ella se sigue quejando—. ¿No ves que arruinas todos mis planes? ¡Se suponía que te casaras con Brenda, así ella y yo manejaríamos juntas el Estudio Jurídico de nuestros padres! ¿Qué voy a hacer si te casas con Lía? ¡Moriré! ¡Eso haré! ¡Porque no pienso manejarlo con ella!
—Entonces, tal vez esto te enseñe a dejar de planificar mi vida. —Corto la llamada, sin despedirme. Debe ser la primera vez que le hago eso a mi mejor amiga. Sin embargo, que haya mencionado un futuro con Brenda es demasiado.
En especial, sabiendo que eso no ocurrirá y no porque yo lo haya decidido.
Dejo mi celular a un lado y salgo al recibidor. Me encuentro a Francis y Tadeo acomodando muchas cajas de cerveza, unas encima de otras. Bruno se encuentra también ahí, aunque él mira con cara de no aprobar lo que ocurre.
—¿Qué es todo esto? —les pregunto, curvando una sonrisa.
—Lo más absurdo que verás en tu vida —me contesta mi mejor amigo.
Los otros dos, sin embargo, se ven muy alegres.
—¡Es absurdo, es genial, es absolutamente fantástico! —Exclama el pelirrojo, como si fuera un presentador de televisión—. ¡Es una noche de hombres!
Levanto una ceja e intercambio con Bruno una mirada llena de dudas y él se encoje de hombros.
—Y eso significa... ¿qué?
—Que vamos a tomar mucho alcohol y divertirnos, sin mujeres por hoy —responde Francis—. Para aprovechar que estamos todos solteros.
—Les recuerdo que he empezado a salir con Lía.
Tadeo se lleva las manos a los bolsillos y Francis suelta una risita.
—Pero eso no es nada serio, Lucas.
—Podría serlo —insisto, aunque ninguno de ellos parece creerme, se ve en sus rostros.
—Lo acepto por la cerveza, pero, de todos modos, yo estoy con Stacy —Bruno interrumpe y entonces aprovechan para ignorarme y prestarle atención a él.
Tadeo es quien le responde:
—Stacy no ha vuelto a hacerte caso desde que la dejaste sola en ese bar.
—La dejé con Lucas y le envié un mensaje para avisarle —se defiende—. Además, lo hice por un motivo de fuerza mayor, solo que no me ha dado la oportunidad de explicarle.
De hecho, hasta ahora no ha mencionado cuál fue la razón tan importante por la que desapareció ese sábado.
—Ella cree que fuiste a pasar la noche con otra.
—Pero ustedes saben que vine a dormir aquí —persiste—. Vamos, Tadeo, díselo.
—Llegaste a las cinco de la mañana, Bruno.
Mi mejor amigo suspira, derrotado. Francis suelta una carcajada e intenta aligerar el ambiente.
—Bueno, lo importante es que esta noche nos vamos a divertir como buenos solteros que somos.
—Ah, genial —me quejo—. Simplemente van a ignorar el hecho de que estoy viendo a alguien.
Y sí, me vuelven a ignorar los tres.
La absurda idea de la "noche de hombres" se convierte en pizza, cerveza y los cuatro tirados en la sala delante del televisor. Es la tercera vez que cambiamos la película, porque todas nos aburren. Hace como quince minutos he perdido el hilo de la trama de la última, así que aprovecho para contestarle a Oliver, con quien he estado hablando los últimos días.
"Lucas, hazme caso" Un mensaje de Lía entra al ver que estoy en línea y no le he contestado.
Suelto un quejido involuntario y le respondo primero a mi amigo, antes de pasar al chat de ella.
"Lo siento, estoy hablando con Oliver".
"Dile que hace días que sigo su perfil y no me ha seguido aún" se queja.
"Tiene más de un millón de seguidores" le contesto. "No puedes esperar que los vea a todos".
"Pero te sigue a ti".
Lía es algo obsesiva con ese tipo de cosas, todo el día está atenta a su celular. De hecho, fue ella quien me hizo notar que, desde que Oliver subió una foto conmigo el sábado pasado, me llegaron más de diez mil seguidores nuevos.
No me quejo, eso es bueno para el grupo y Melania piensa que se trata de una parte muy importante de nuestra promoción. Por eso ha puesto a alguien de su equipo para que maneje las cuentas de Musageta y de cada uno de nosotros en todas las redes sociales principales.
Bruno se pone de pie de un salto, llamando la atención de todos.
—La vida es demasiado corta para estar viendo esta porquería. Me voy.
—¡No, espera! —Francis apaga el televisor y se apresura en atajarlo—. Se me ha ocurrido una idea más divertida, no se vayan.
Antes de que podamos preguntar nada, él abre la puerta principal y se pierde en el pasillo exterior.
—Olvídenlo, no vale la pena —mi mejor amigo se queja de nuevo, pero lo detengo.
—Bruno, dale una oportunidad.
Dejo a un lado mi celular en plena conversación con Lía y me sirvo un poco más de cerveza para animar el ambiente.
El pelirrojo vuelve un momento después, trayendo consigo a Diego, el vecino. Tadeo se atraganta con su bebida al verlo y empieza a toser. Tanto él como Stacy echan babas cada vez que se lo cruzan en los pasillos. Diego ingresa y hace un saludo general.
¿En serio? ¿Él es la gran idea de Francis? Es decir, me cae muy bien, pero esperaba algo más... interesante.
Sin embargo, la verdadera intención del pelirrojo queda en evidencia cuando Diego trae una consola genial, para conectarla a la TV, y varios controles. Los ánimos de todos se encienden enseguida. Entre alcohol, videojuegos y una buena charla, empiezo a pensar que la noche de hombres no ha sido tan mala propuesta.
Bueno, eso hasta que tocan el timbre y Tadeo se levanta, nervioso.
—Yo abro —anuncia—, deben ser las chicas.
—¿Las chicas? —Preguntamos los demás, al unísono.
—Sí... Eh... Bueno, pasa que se enteraron de que estamos aquí y decidieron venir...
Su excusa es horrible. En primer lugar, porque "se enteraron" implica que fue él quien les dijo. En segundo lugar y por la manera en que todas han babeado por Diego desde que lo conocieron, es obvio que esta es la razón por la que ellas han decidido venir.
—Tadeo, dijimos que no habría chicas hoy —me pronuncio, frunciendo el ceño—. Por eso no traje a Lía.
Aparentemente, soy el único al que le molesta la situación. Francis y Bruno parecen más bien aliviados al saber que ellas vinieron y Diego expresa que no tiene ningún problema con eso. Una vez que queda claro que nadie más se opone, Tadeo se mueve hasta la puerta.
Algo comienza a apretar en mi pecho al ser consciente de que veré de nuevo a Brenda en solo unos segundos. Ella no ha venido al departamento desde el día en que terminó conmigo, ni siquiera para estar con Tadeo, a pesar de que su hermana viene a menudo. Sé que es consciente de que me veo con Lía, porque Stacy se lo debe haber contado incluso antes de que Lía se lo haya echado en cara; pero tampoco me ha hablado, así que no puedo saber cuál ha sido su reacción ante esa noticia.
Una estúpida parte de mí espera que al menos le haya impactado, pero luego recuerdo que me dejó por pensar que no soy suficiente para ella. Me siento idiota porque, al mismo tiempo, me duele ya no importarle en lo absoluto.
Mis manos están temblando ligeramente al momento en que Stacy, Sam y, por último, Brenda, ingresan por la puerta de entrada. El aire se queda atorado en mi garganta al ver que se ve tan hermosa como siempre. No, incluso más. Lleva puesta una remera de Iron Maiden que termina atada en un nudo en su cintura, abajo tiene unos shorts de jeans que siempre me han vuelto loco y ella lo sabe. ¡Lo sabe! ¿Acaso lo hizo adrede?
No, qué tonto soy. Lo hizo pensando en Diego, estoy seguro. Es obvio, porque las tres se han arreglado un poco más de lo normal.
Lo primero que hacen es saludarle a él, mientras los demás miramos como imbéciles. Las chicas que nos gustan están ahí, intentando llamar la atención del vecino.
¡No, Brenda ya no me gusta, demonios!
Verla de nuevo aquí, en el lugar que sentía seguro al pensar que no vendría, me pone en una situación de desventaja. O tal vez es la manera en que esos shorts muestran un poco por encima de sus muslos. O el hecho de que le está sonriendo a Diego como si fuera el chico más lindo que vio en su vida. El punto es que ya no soporto más. Me muevo hasta la puerta, pasando al costado de ellas sin mirarlas y sin siquiera saludarlas, tomo las llaves de mi camioneta, que están colgadas a un costado, y me voy.
La casa de Lía no queda muy lejos. Intento llamarla para avisarle que la buscaré, entonces recuerdo que dejé mi celular en el sofá y olvidé contestar sus últimos mensajes.
No importa, tocaré el timbre y la esperaré el tiempo que le tome prepararse para venir conmigo. No pienso volver a ese departamento sin ella, no luego de ver a Brenda ahí sonriendo a Diego. Siendo sincero, sería imposible que no consiga algo con él si lo intenta, y yo no voy a quedarme atrás.
Lía me hace esperar más de una hora en la camioneta, con la cabeza recostada contra el volante. No me ha invitado a pasar a su casa y, a decir verdad, prefiero no presentarme ante su familia, al menos no todavía. Estoy por dormirme del aburrimiento cuando al fin llega, quejándose de que no le avisé con tiempo para que se pueda alistar tranquila.
—Ya te dije que fue algo de último minuto —le recuerdo.
Una vez que se ha acomodado y muevo el auto aprisa, porque ya me he demorado de más, se fija en mí y arruga por completo su expresión.
—No estamos en sintonía.
—¿Cómo?
—Que tu ropa no combina con la mía, Lucas. ¿Cómo se supone que vamos a sacarnos fotos así?
—¿De qué fotos estás hablando? —A veces no entiendo qué demonios quiere decirme. Bueno, la mayoría de las veces no la entiendo.
—De las que voy a subir a mis redes sociales.
Su respuesta sale como un regaño que lleva implícito que debería haberlo supuesto.
Y Bruno dice que Brenda es complicada.
Genial... De nuevo la estoy comparando con ella.
Lía se queja tanto que, una vez que llegamos al departamento, mi cabeza está por explotar del dolor. Necesito bañarme en una tina de cerveza.
Ingreso, tomando la mano de Lía, y ambos hacemos un saludo general al resto del grupo. Bruno, Tadeo, Stacy y Diego continúan jugando a los videojuegos. La rubia le está pidiendo a este último que le muestre algunos "trucos" y a mi mejor amigo esto no le agrada nada. Brenda, Sam y Francis están sentados a la mesa, jugando a las cartas. Como quedan espacios libres, Lía y yo nos acercamos a ellos y mi mejor amiga no disimula su cara de desagrado al ver que nos sentamos.
—Así que tú eres la famosa "Terroncita" —le dice el pelirrojo y su burla hace que Brenda y Sam se echen a reír sin dudar. Yo, mientras tanto, quisiera matarlo.
No es la primera vez que ve a Lía, así que podría jurar que lo ha hecho a propósito.
—¿Por qué lo dice? —me pregunta ella, sin contestarle a mi amigo.
—Porque el otro día Tadeo escuchó el audio en el que me llamabas así —le explico de mala gana, y entonces alzo más la voz, para que me escuche el susodicho—. Y como tiene la boca muy grande, se lo contó a todos.
—Oh, vamos, no te enojes, terroncito —me contesta este y los que están con él, delante del televisor, se ríen también.
Ahora incluso el vecino tiene un motivo para burlarse de mí. Esta noche se está volviendo una maravilla.
Sam se pone de pie, mirándome con enojo.
—Resulta que he perdido las ganas de jugar, iré a prepararme otro trago —dicho esto, se mueve hacia la cocina.
—Samantha, voy contigo. —Francis se levanta a prisa y la sigue, lo que nos deja a Brenda, a Lía y a mí en el escenario más incómodo que podría haber imaginado: Los tres solos en la mesa.
Conozco a Brenda lo suficiente para saber que es demasiado orgullosa como para irse, a pesar de lo irónico de esta situación.
—¿Puedes creer que esos dos no están peleando? —Ella me habla, refiriéndose a Sam y Francis. Sé que ha sacado el tema para intentar romper el hielo y no estoy dispuesto a fingir que está todo bien entre nosotros, así que la ignoro.
Me giro hacia Lía y me arrimo a ella antes de hablarle en una voz audible para cualquiera que esté cerca:
—Hermosa, ¿quieres tomar algo?
Ella se sorprende de que la llame así y recién ahí caigo en cuenta de que es un mote casi tan cursi como su manera de llamarme. Su mirada se desvía a un costado, hacia Brenda, y una sonrisa de suficiencia se hace presente en sus labios. Yo evito con todas mis fuerzas mirar hacia ella, no quiero que piense que hago esto para ponerla celosa, aunque Bruno y todos los demás piensen que es así.
—Sí, quisiera un trago —me contesta y, sin previo aviso, se apodera de mis labios durante varios segundos.
Una vez que me suelta, mi rostro se mueve por inercia hasta encontrar a Brenda. Nos está viendo directamente, tampoco es que tuviera muchas opciones estando sentada frente a nosotros. Sus ojos me muestran una profunda desilusión.
Quiero recordarle que fue ella quien me dejó, quiero que sepa que su abandono me dolió mucho más de lo que esto podría estar doliéndole.
¿Por qué luce triste, si se supone que ya no quiere tener nada con este "fracasado"?
—¡Brenda, ven un momento! —Stacy parece haberse percatado de que nos quedamos solos los tres y la llama con urgencia—. Voy a dejar mi puesto y Diego necesita una nueva pareja.
—Qué coincidencia —expresa ella, sin dejar de mirarme—. Yo también podría necesitar una.
Entonces se pone de pie, apretando los puños sobre la mesa. Su aparente dolor ha dado paso a la molestia. Se va sin volver a voltear la vista hacia nosotros y no puedo evitar seguirla con la mirada. Se ubica al lado de Diego, más cerca de lo que me gustaría, toma el control que estaba usando Stacy antes y le pide que le enseñe a jugar, como si no supiera hacerlo.
Me quedo observándolos, percibiendo cómo la rabia empieza a crecer en mi pecho al ver las sonrisas que no tardan en mostrarse. No es solo enojo, también es malestar. Esa sensación de sentir que la pierdo, a pesar de haberla perdido hace ya casi un mes.
Sam y el pelirrojo llegan de nuevo y se ubican en sus lugares. Mi mejor amiga trae dos tragos y Francis uno.
—Lía, te preparé un Mojito, ¿quieres? —Le ofrece un vaso con una sonrisa que sé bien que es fingida.
Lía no es tonta, desconfía demasiado de ella como para aceptarlo. Le extiende su mano y señala el que Sam dejó para tomarlo ella.
—Quiero el tuyo.
Mi mejor amiga simula sorpresa y, con expresión de derrota, le pasa su vaso y Lía lo toma, victoriosa. Mejor dicho, empieza a tomarlo a trago rápido hasta que muestra una expresión de desagrado y escupe a un lado.
—¡Esto está asqueroso! —Se queja.
Mi amiga comienza a reír con ganas y Francis la acompaña.
Sabía que estaba tramando algo, aunque lo disimuló bien.
—Por supuesto, supuse que no aceptarías el que te diera a la primera, así que alteré los dos —confiesa, con esa sonrisa que pone cada vez que hace una maldad.
Estira una mano hacia el pelirrojo y toma el trago que él simuló que era suyo, se lleva este a la boca ahora, sonriendo a Lía mientras muerde la pajilla.
—Sam, eso estuvo mal —la regaño.
—No te preocupes, Lucas —Lía finge haberlo superado y se gira hacia mí—. Ahora necesito otro sabor para sacarme ese de la boca. —Toma mi nuca y me atrae, besándome con intensidad.
Mi mejor amiga golpea la mesa, sobresaltándonos y haciendo que nos separemos de golpe. Odia perder, pero lo que más le molesta es que sea yo quien esté haciendo que eso sea posible.
—No la besarías si supieras todo lo que tenía su bebida. —Se levanta para retirarse, intentando demostrar superioridad, no sin antes llevarse al otro con ella—. Francis, vamos a donde está la gente que no es idiota —le ordena.
El pelirrojo la sigue como perro faldero y me dejan solo de nuevo con Lía.
¿Qué hacen juntos esos dos, después de todo? Si ella siempre lo rechaza.
De alguna forma, siento que todos me están castigando. Y no es justo.
Durante la próxima hora, veo a los demás pasar en grande mientras yo me aburro como el demonio. Lía no me presta la atención que me dedicó durante el tiempo en que ellas estuvieron aquí, solo lo hace cuando me pide tomarnos fotos que decora durante inagotables minutos, antes de subir a sus redes sociales.
Mis ojos me traicionan enfocándose en Brenda más veces de las que deberían. La habitación está en penumbras, alumbrada solo por la luz del televisor y las pequeñas lámparas colgantes que están sobre la mesada del comedor. Ella sonríe a menudo, cuando alguien le habla, pero cuando no la miran adopta una expresión neutra, casi vacía.
En un momento nuestras miradas se encuentran y ninguno de los dos da el primer paso para desviarlas. Nos mantenemos así, observándonos sin ser capaces de apartar la mirada. Los primeros segundos los siento como si estuviéramos en un duelo, pero pronto me da la impresión de que ella no parece estar compitiendo, sino buscando algo en mis ojos, intentando entender lo que sea que la está atormentando. Deja de verme recién cuando Tadeo le dice algo al oído y lo mira a él. Entonces me giro hacia Lía, para evitar entrar de nuevo en ese juego.
Estoy bostezando cuando veo a Bruno dirigirse a la cocina y me muevo hasta ahí fingiendo que coincidimos por casualidad. No tardo en expresar mi molestia por el hecho de que todos me han dejado de lado.
—Es como si se hubieran formado dos bandos y ustedes estén en el de Brenda. A mí me han dejado solo y se supone que son mis amigos.
Él se come una aceituna de un frasco y se encoje de hombros al escucharme.
—Yo siempre voy a estar de tu lado, Lucas —asegura—. Y nadie te está evitando, si te da esa impresión es porque sientes culpa.
—¿Por qué? Si fue ella quien me dejó.
—Tal vez porque estás saliendo con una chica que ni siquiera te gusta y a la que es evidente que solo le interesa subir a internet fotos contigo para que otras la envidien.
Bueno, eso podría tener algo de verdad, pero...
—Lía me encanta —miento.
—Y a mí me gusta Diego.
Arrugo el entrecejo en un primer instante, hasta que entiendo lo que está intentando hacer y le sigo el juego.
—Bueno, probablemente a las chicas no les guste la competencia, pero sabes que yo te apoyaré en lo que decidas.
—Solo quería que vieras que los dos mentimos muy mal —asegura—. Estás con Lía para molestar a Brenda y, en el proceso, también estás haciendo enojar a Samantha, Stacy y Tadeo, por lo que es obvio que ninguno de ellos te apoyará. Francis está loco por conquistar a Samantha y hará lo que ella le diga. Y yo pienso que estás siendo un tonto. Así que, si quieres creer que estamos del lado de Brenda, piénsalo, pero creo que simplemente a nadie le interesa socializar con una chica que todos sabemos que no es nada más que una simple fachada.
No voy a discutir con él. Dejo escapar un suspiro y vuelvo a la sala a buscar a Lía. Le digo que ya tengo sueño y quiero dormir, así que nos despedimos de todos. Nadie nos hace mucho caso cuando salimos de ahí. Brenda está hablando con Diego de nuevo y todo se siente pesado cuando comprendo que se están llevando bien, se nota que se sienten bastante cómodos el uno con el otro.
No abro la boca durante todo el camino a casa de Lía, luego nos decimos adiós sin muchas ganas y ni un solo beso. Nuestra seca despedida refuerza lo que dijo Bruno de que esta supuesta relación no es más que un teatro para ambos. Y lo peor es que me da igual.
No siento nada por ella y prefiero eso a sentir demasiado. Sin una chica en la cabeza, es más sencillo enfocarme en las cosas que realmente importan; la banda, la universidad, el bar Polzoni... Este pensamiento me parece el más acertado, por lo que voy a seguir intentando reafirmarlo todos los días. El único problema es que Brenda sigue ahí, entre eso que más me importa. Y no se va a ir. Ella no es alguien a quien pueda olvidar así de fácil. Todo esto duele demasiado, no ha dejado de doler ni siquiera un poco.
Me dedico a dar unas vueltas por la calle, buscando hacer tiempo para no encontrarme de nuevo con Brenda. Luego detengo el motor en una esquina y me quedo escuchando música, intentando pensar en la nada, hasta que se hace tarde y vuelvo al edificio solo, cansado y frustrado. Mientras subo el ascensor no puedo evitar recordar que mi vida estaba tan bien hace solo unas semanas.
Lo peor es que podría haberse derrumbado todo y me habría levantado igual, pero no de su abandono. No de haberla perdido a ella.
La sala está desierta y las luces apagadas por completo cuando ingreso al departamento. Diego y las chicas ya se han ido y mis amigos se acostaron a dormir. Me meto en mi habitación, me saco la ropa y me coloco el pantalón de dormir. La puerta del baño está entreabierta, la luz proveniente de ahí me indica que Tadeo sigue despierto, por lo que descargo mi frustración con él.
—¿Sabes? Esta habría sido una noche perfecta si la hubiéramos llevado a cabo de acuerdo con el plan original —le reclamo, sintiendo que estoy por desmoronarme. Lo único que quiero es acostarme a dormir, pero necesito desahogarme con alguien. Me recuesto contra la pared de mi habitación y miro la oscuridad del techo—. No es que me moleste que hayas traído a las chicas, pero Brenda y yo no estamos en nuestro mejor momento.
Él se mueve dentro del baño, deja caer algo al suelo, pero no me contesta. El silencio es tan profundo que estoy seguro de que no me entiende, así que insisto.
—Y sé que no debería decirte a quién puedes invitar o no al departamento, porque es de todos. —Me muevo hasta ahí y abro la puerta para encararlo—. Sólo quiero que entiend...
Las palabras se me quedan atoradas por dentro porque quien está delante de mí, es Brenda.
Diablos.
Mi boca intenta pronunciar algo más, pero mi mente se ha quedado en blanco. Ella está de perfil, apoyada contra el lavamanos y sus ojos no se animan a encontrarme. Mi vista recorre su cuerpo entero al notar que lleva puesta una sudadera de Tadeo que le queda tan grande que uno de sus hombros está totalmente al descubierto. La caída cubre justo por debajo de sus muslos y se ve tan jodidamente deseable que solo la vergüenza por lo que acabo de decirle me permite mantener la compostura.
—L-lo siento —susurra apenas mirándome—. Debí haberte dicho que era yo quien estaba aquí.
Trago saliva, incapaz de despegar mis ojos de su figura y forzándome a concentrarme, por mucho que cueste. Mis siguientes palabras salen con una mezcla de asombro, vergüenza y enojo.
—¿Qué estás haciendo en mi baño?
O, mejor dicho, con tan poca ropa y tan cerca de mi habitación.
—También es el baño de Tadeo —se defiende—. Stacy y yo nos quedamos en su habitación esta noche, así que él se fue a la de Bruno.
—¿Bruno aceptó que Tadeo duerma con él?
Me parece tan curioso que no puedo evitar decirlo en voz alta. Ella suelta una suave risa.
—Él quería dormir con Stacy, pero no tuvo opción.
Entonces sus ojos se encuentran con los míos y su hermosa sonrisa se lleva en un segundo todos los sentimientos negativos que me habían invadido. Me pierdo en su mirada y me debilita tan rápido que le sonrío de vuelta.
—Ella nunca le hará caso... ¿No?
Se encoge de hombros, sin dejar de sonreír con timidez.
—Bueno, al menos ahora tiene a Tadeo.
Nos vemos en silencio por un instante, antes de empezar a reír con ganas. No puedo contenerme cuando se trata de ella. Me ha invadido el buen humor y esa familiaridad tan agradable como necesaria que me resulta imposible dejar ir.
—¿Y Sam?
—Se quedó en la habitación de Francis —contesta y se aclara al instante—. Sola, está sola. Él duerme en el sofá de la sala.
Suelto un pequeño bufido y niego con la cabeza.
—No había nadie ahí cuando llegué.
—¿Hablas en serio? —Sus ojos se agrandan y contiene una sonrisa sorprendida.
Asiento, entonces tomo su muñeca y la llevo a la puerta de mi habitación.
—Mira. —La abro con mucho cuidado, para no hacer ruido.
Ella asoma su rostro afuera y vuelve a reír.
—Entonces están juntos —susurra. Me arrimo detrás de ella, sin apoyar mi cabeza sobre su hombro, y observo la sala en penumbras, donde definitivamente no está mi amigo. La luz de su lámpara encendida se cuela por debajo de la puerta de su habitación—. ¿Crees que pase algo entre ellos?
Su perfume me está matando. Quiero cerrar la puerta con llave, llevarla a mi cama y darle todos esos besos que me están carcomiendo la piel.
No aguanto más y opto por apartarme hacia atrás, algo atontado.
—No lo sé, pero al menos ellos sí pueden dormir con quien quieren —dejo escapar, debido a la frustración.
Ella cierra la puerta y se recuesta contra esta. Me observa de arriba abajo y no tiene reparo en enfocarse en el hecho de que estoy sin remera. Parece tener las mismas ideas que yo. Sus mejillas se enrojecen y no tarda en desviar la mirada.
—Lo siento, sabes que eso no estaría bien...
¿En serio está rechazando algo que ni siquiera le pedí?
—No lo decía por ti —me apuro en retrucar—. Hablaba de Lía. —Ni siquiera disimula al rodar los ojos—. ¿Qué? ¿No me crees? —La presiono.
Se encoje de hombros, desapareciendo por completo de sus ojos esa alegría que compartíamos hace unos minutos.
—Podría creerte si fuera cualquier otra. Además, si tanto querías dormir con ella, ¿por qué no se quedó?
Me deja en jaque por un segundo. No esperaba que fuera tan directa, así que formulo la primera excusa que se me ocurre.
—No puede, mañana debe llevar muy temprano a su mascota al veterinario.
Suelta un pequeño bufido, como si siguiera sin creerme.
—Vaya, ¿le ocurre algo al señor Bigotes?
Podría jurar que Lía me ha hablado en algún momento sobre ese perro. Aunque no estoy seguro de que se trate de un perro, bien podría ser un gato o incluso un conejo. Eso, suena a un conejo. Como sea, prefiero no darle muchos detalles, para no hacer obvio que no tengo idea.
—Sí, ha comido algo que le sentó muy mal y no ha parado de vomitar. —Incluso yo me convenzo de mi excusa y me enorgullezco de mi buena actuación.
Aun así, Brenda deja escapar una risa.
—Bien, buenas noches, Lucas. —Reconozco ese tono de voz, es como si me diera la razón sólo para no discutir conmigo. Como si me dejara ganar. Y sabe que detesto que me deje ganar.
Se mueve hasta la puerta del baño y la detengo con mis palabras.
—¿Acaso estás celosa?
—¿De Lía? Para nada. —Voltea de nuevo y encuentra mis ojos—. Ustedes dos ni siquiera hablan, no saben nada uno del otro y eso se nota.
—Te equivocas...
—Ah, ¿sí? —Me interrumpe, algo molesta—. Para tu información, el señor Bigotes es un oso de peluche al que siempre le toma fotos. Ella es tu novia, pero ni siquiera sabes que no tiene mascotas.
Me paso la mano por el rostro, incapaz de creer lo estúpido que puedo llegar a ser.
Siento su cuerpo acercarse más al mío y retrocedo un paso, sin pensarlo. No necesito que me provoque más de lo que su sola presencia lo hace.
—No siento celos de ella, pero sí me molesta que estés buscándola como una forma de hacerme la guerra. Pienso que todo esto ya es suficientemente difícil como para empeorarlo... No quiero llevarme mal contigo.
Suelto un bufido adrede.
—Si yo no te importo, ¿por qué deberías importarme tú o lo que quieras?
—Lucas... —Sus labios sueltan un temblor y se toma un segundo para pensar bien, antes de continuar, con profunda firmeza y seriedad—. No es justo que digas eso. Eres una de las personas que más aprecio en mi vida y eso no cambiará, aunque no estemos juntos.
Sus palabras duelen en lugar de hacerme bien, como parece esperarlo. Me quedo en silencio observando el brillo en sus ojos, los que sin duda están aguándose cada vez más. Una de sus manos se levanta hacia la mía, pero no permito que me toque, me aparto a un lado.
Me duele tanto verla mal y no entender por qué.
Camino hasta la puerta del baño y la abro, esperando que se vaya. Ella se mueve en silencio hasta llegar a mí.
—Hazme la guerra si quieres, pero no esperes que caiga ante tus provocaciones. No voy a dejar que esto se arruine por completo. Merecemos mucho más.
¿Acaso bromea? Si ya está arruinado, fue ella quien lo hizo.
—Vete.
La veo pasar al baño con los ojos llorosos y cierro la puerta a su paso.
Apago la luz y me dejo caer en mi cama, con ganas de desaparecer. Me pesan el dolor, la incertidumbre, la ansiedad por no dejarla ir a pesar de saber que es lo mejor para mí.
Desde que Brenda y yo nos conocemos solo hemos podido estar bien o mal, nunca han existido puntos medios entre nosotros.
Sé que no puedo ser su amigo. Si no le hago la guerra, no podré contener las ganas de estar con ella e intentar devolverla a mis brazos.
Me guste o no, seguiré levantando muros delante de ella, avivando este enojo y forzándola a detestarme.
El único problema es que esto es lo que siempre hicimos los dos y que, inevitablemente, nos llevó a enamorarnos en un principio.
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Hola, como estoy tardando un poco en actualizar últimamente, en estos días voy a dejarles un adelanto del capítulo siguiente en el grupo de lectores en Facebook. Si todavía no están ahí pueden buscarlo como "Lectores de Bianca Mond".
También les recuerdo que cada tanto hago sorteos en Instagram para quienes no pueden comprar Hasta que su muerte nos separe. Me anoté a dos sorteos grandes para navidad, así que no solo tendrán la posibilidad de ganar mi novela sino las de otros autores que seguramente conocen.
¡Abrazos!
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