10. ¿Por qué?
Ya hace como una hora desde que mi novia me dijo que estaba saliendo de su casa para venir a conocer el departamento y no hay señales de ella. Le envío un mensaje luego de terminar de conectar el televisor que traje de casa para dejarlo en la sala a disposición de todos.
Quiero hacer de este un lugar en el que podamos estar a gusto y compartir las mejores experiencias. Estoy seguro de que esto nos unirá mucho más.
—Es que tu batería de mierda no puede ocupar todo el lugar. —La voz de Bruno llama mi atención y me hace llevar la vista a la habitación de ensayo, donde él y Francis están acomodando los instrumentos musicales—. ¿Dónde se supone que coloque mi bajo?
No puedo creer que Melania y yo hayamos pasado las últimas horas colocando los aislantes acústicos, para que ellos se pongan a discutir cuando les ha quedado el trabajo más sencillo.
—No seas llorón, ahí cabe —se defiende el otro.
Me aproximo y me dispongo a poner orden antes de que esto se salga de control. Bruno lleva algo de razón, pero como siempre la expresa a lo bruto y está empezando a perderle la paciencia a Fran.
Paso los siguientes minutos organizando todo hasta que el cuarto termina luciendo de maravilla. Tadeo aparece acompañado de Stacy, quien lo estaba ayudando a ordenar su nueva habitación.
—Rubia, ¿sabes algo de Brenda? —le pregunto al verla—. Ya debería estar aquí.
Chequeo mi celular y veo que no ha respondido mi mensaje. Mi cuñada niega con la cabeza y se encoge de hombros, aunque no parece estar prestándome mucha atención porque tiene los ojos puestos en Bruno y, al instante, se acerca a él para elegir juntos el cuadro que se colgará en la pared.
Llamo a mi novia a su celular, pero no deja de derivarme al buzón y ya estoy empezando a preocuparme. No es normal que esté demorando tanto.
El timbre suena y me apresuro a la puerta de entrada, el alivio me invade por un segundo, hasta que consigo abrirla y mis ojos captan a un sujeto que parece tener unos pocos años más que yo.
—Hola —saluda con una sonrisa.
—Hola —repito. Espero que explique el motivo de su presencia y, como no lo hace, prosigo—. ¿Se te ofrece algo?
—Sí... digo, no. —Se rasca la cabeza en lo que parece un tic nervioso. Señala la puerta que está al final del extenso pasillo—. Soy el vecino de al lado y quería presentarme. Me llamo Diego.
—Mucho gusto, soy Lucas. —Estrecho mi mano con la suya y me da un firme apretón, que demuestra que no parece ser tan tímido como creía.
—Se mudaron hoy, ¿no? Hace meses que no viene nadie por aquí.
—Sí, estamos terminando y enseguida vamos a tomar unas cervezas, ¿quieres pasar? —abro un poco más la puerta, invitándolo, pero él se niega.
—Gracias, pero tengo cosas que hacer ahora. Solo quería saludar... —se encoge de hombros.
—Claro, no hay problema.
Nos sonreímos mutuamente en un silencio algo incómodo que dura un instante, entonces Diego lo vuelve a romper:
—Estoy estudiando informática así que, si necesitan ayuda o algo, estoy a unos metros de distancia.
—Genial, lo mismo digo —contesto, antes de percatarme de la metida de pata—. Es decir, que estamos aquí para ayudar —me corrijo—. Pero somos músicos, no informáticos.
Él suelta una pequeña risa y levanta una mano en lo que parece ser una despedida. Se mueve unos pasos hacia su departamento y vuelve a girarse un momento después.
—¿Juegan videojuegos?
—No a menudo.
—Bueno, si algún día quieren, podemos echar unas partidas online.
—Claro, por qué no.
Nos sonreímos de nuevo y Diego no tarda en perderse tras su puerta. Me quedo mirando el ascensor durante unos segundos, preguntándome si debería bajar a esperar a Brenda. Miro de nuevo su chat, pero sigue sin respuesta, por lo que me resigno a ingresar de nuevo.
—¿Quién era? —pregunta Bruno.
Todos están ya instalados en la sala, eligiendo una película. Francis y Tadeo están sentados en el sofá con cervezas en la mano.
—El vecino de al lado —explico—. Se llama Diego y quería presentarse.
—¿Y por qué no entró? ¿Es lindo? —Las preguntas de Stacy hacen que mi mejor amigo la mire con disgusto, aunque no parece animarse a decirle nada.
—No lo sé... Supongo que sí. Era agradable —contesto, logrando que él me mire mal también a mí, así que me apresuro en arreglarlo—: Aunque un poco extraño, no quiso pasar.
—Entonces no es agradable, sino un idiota —expresa Bruno.
—Para ti todos son idiotas —se queja mi cuñada—. ¿Por si acaso tu baño nuevo tiene espejo?
—Uhhh. ¡Buena esa! —Francis la apoya con aplausos. Tadeo y yo empezamos a reír y el otro se cruza de brazos.
El timbre se escucha de nuevo y el pelirrojo se levanta.
—Yo abriré, deben ser las chicas.
—¿Qué chicas? —le pregunto, tan confundido como los demás.
—Mis chicas —se explica. O, al menos, cree que lo hace.
Intenta pasar a mi lado, para abrir la puerta, pero lo sostengo del hombro deteniéndolo unos segundos.
—¿Cuántas invitaste?
—Solo unas cinco, para la fiesta.
Está convencido de que lo que dice tiene sentido, pero hoy es lunes, mañana debemos ir a la universidad, trabajar, enfocarnos en las tareas que Melania nos dejó para el miércoles. No podemos darnos el lujo de dar una fiesta.
Él se suelta de mi agarre, despreocupado, y se mueve hasta llegar a la puerta. Cuando la abre, me sorprendo de ver ahí a Brenda, acompañada de Gloria.
—Pulga —me apresuro en llegar a ella y sostengo sus manos—. No atendiste mis llamadas.
Las expresiones en sus caras me hacen pensar que algo ocurre, ambas lucen serias e intranquilas.
—Nos demoramos porque Brenda fue a buscarme para darte una sorpresa —explica Gloria, forzando una sonrisa e intentando disimular sus bajos ánimos. Se aproxima y me da un abrazo que prolonga durante unos segundos más de los que acostumbra, considerando que nos vimos hace solo unos días—. Ay, mi niño, eres un angelito —susurra en mi oído y suelta un suspiro.
¿A qué se debe eso?
—¿Está todo bien? —le pregunto apenas se aparta un poco.
Ella asiente y arrima sus manos a ambos lados de mi rostro, dándome tiernas caricias. Sus ojos están algo húmedos. No está bien, lo sé. Ni ella ni Brenda, quien ha entrado sin decirme una sola palabra y se ha ido junto a su mejor amigo.
¿Habrán discutido en el camino? No tiene sentido, ellas se llevan de lo mejor.
—Traje algunas cosas que debemos bajar del auto, ¿me acompañas? —me pide Gloria.
—Claro.
Mientras bajamos del ascensor me pregunta sobre la mudanza y me comenta entre risas que, aunque papá intente disimular, está un poco afectado porque dejé el nido. Una vez que estamos en el subsuelo, comienza a interrogarme sobre Melania, lo que me hace pensar que Brenda ya le advirtió al respecto.
—¿Qué piensas de ella? ¿Te agrada? —inquiere, atenta a mi respuesta.
—Sí, mucho. —Prefiero demostrarle que no es tan mala como la habrá pintado mi novia—. Puede ponerse bastante estricta, pero es lo que necesitamos para aprender. Además, se preocupa por nosotros e incluso vino a darnos una mano para preparar el área de ensayos. Si hubieran llegado media hora antes, podría habértela presentado.
Se mantiene en silencio durante el tiempo que me toma sacar las bolsas de la valijera. Parece haber traído un montón de cosas para dejárnoslas y eso me hace sonreír. Siempre es tan atenta.
—No debiste molestarte en traer todo esto. Ni siquiera sé dónde voy a guardarlo todo. —Suelto una risa, pero no me contesta. Se mueve de nuevo hacia el ascensor y me espera ahí hasta que vuelvo. Deposito todo adentro y ella marca el botón de nuestro piso.
Estamos a mitad de camino cuando coloca una mano en mi nuca y me hace una caricia.
—Te quiero, mi niño —expresa, repentinamente. Le sonrío y me recuesto contra su hombro—. Solo quiero lo mejor para ti —insiste ella—. Y a veces debo tomar decisiones pensando en tu felicidad, a pesar de que probablemente no las aprobarías. Lo entiendes, ¿no?
—Claro, solo bromeaba —le aclaro—. Estoy seguro de que encontraré dónde ubicar los utensilios.
Nos detenemos y las puertas de metal se abren. Voltea a verme de nuevo en la entrada al departamento. Sorpresivamente, coloca sus manos en mis hombros.
—No me refiero a eso, Lucas —me explica, con una seriedad que no es propia de ella—. Sino a todo, en general. Quiero que seas lo más feliz que podrías ser. —Sus ojos se enrojecen levemente y no deja de mirar los míos, mientras prosigue—. Y te aseguro que mi niña también lo desea. Nunca dudes de eso.
No entiendo a qué se debe esta pequeña charla. ¿Estará preocupada porque voy a vivir solo de ahora en más? Sea como sea, le demostraré que no tiene nada que temer.
Una vez que ingresamos, encontramos chicas tomando cerveza y bailando al ritmo de una música. No esperaba que Gloria presencie una imagen como esta, en especial con las dudas que tiene, aunque ella solo se echa a reír. Francis baila con una de sus amigas, mientras dos más intentan sacarle conversación a Bruno, quién como siempre no parece interesado. Tadeo y Stacy están sentados en el sofá viendo una serie y no veo a mi novia por ningún lado.
Dejo las bolsas en la cocina y Gloria me dice que le permita organizar todo, así que vuelvo a donde están los demás.
—¿Y Brenda? —les pregunto a su hermana y su mejor amigo.
—En mi habitación —contesta el último, sin despegar la mirada del televisor y soltando una carcajada apenas termina de hablar.
Agarro una cerveza de la heladera y me muevo hasta su cuarto, donde encuentro a Brenda acostada en la cama.
Definitivamente le ocurre algo.
—Pulga, ¿qué haces aquí sola? ¿Estás bien? —Me siento en un extremo y ella se sobresalta al escuchar mi voz.
—Sí, claro —contesta, pero habla bajo, como cuando no está en sus mejores ánimos. Se arrima a mí y me rodea entre sus brazos, así que hago lo mismo con ella.
—Gracias por traer a Gloria, no me lo esperaba.
Deja escapar un suspiro largo, aferrada a mi cuerpo. Entonces besa mi boca de improvisto. Sus dulces caricias se vuelven más intensas a medida que mis labios acompañan el movimiento de los suyos. La sostengo de la cadera y la siento sobre mi regazo, con ambas piernas a los lados de mi cuerpo. Sin soltar nuestro beso comienzo a pasear mis manos por sus muslos y cintura, deseándola cada segundo más.
Hace días que me muero por hacer el amor con ella, pero no parece centrada en eso. Me besa como si no quisiera perderme nunca, no como si deseara que la lleve a mi cama.
—Te amo, Lucas —susurra en una pausa—. Te amo demasiado.
Su voz se traba al momento en que termina de decirlo y sus ojos se aprietan con fuerza, como si quisiera llorar.
Está mal, estoy seguro, aunque diga lo contrario.
—Necesito saber qué es lo que te ocurre —le ruego.
Ella niega y se mueve hacia atrás, poniéndose de pie.
—No es nada, amor. Vamos.
Extiende su mano para tomar la mía y, luego de unos segundos de duda, aferro sus dedos y me levanto también.
No entiendo por qué no quiere hablarme, pero al menos me esforzaré por levantarle el ánimo. Ella misma parece intentarlo también. Salimos a la sala y nos sentamos con los demás a ver la serie.
Al cabo de una hora y muchas risas, me levanto para ir a buscar a Gloria y la encuentro doblando ropa en mi habitación. No la permito continuar, aunque casi está terminando ya. La veo tan cansada y pensativa como estaba al llegar, pero no tarda en intentar disimular lo contrario. Me ofrezco a llevarla a casa cuando me dice que pedirá un taxi y, como he tomado, Brenda termina por manejar hasta allá, conmigo como acompañante.
—Pulga, estás muy callada —comento en el camino de vuelta al entender que ella no ha cambiado ese humor tan extraño.
—Solo tengo sueño y me duele la cabeza.
No creo su excusa, aunque prefiero no presionarla.
—Si quieres podemos ir directo a tu casa y vuelvo al departamento en taxi —propongo. Levanto una mano y le acaricio el hombro que tengo más próximo, masajeándolo suavemente.
—No es necesario, quiero estar contigo. Además, debo llevar a Stacy a casa y ella parecía estar pasándola bien.
No digo nada más, solo le doy mimos hasta estar de vuelta y, una vez que recibimos las pizzas y nos ocupamos de cenar, parece sentirse un poco mejor.
Las amigas de Francis no tienen intenciones de irse pronto, por lo que Tadeo propone que veamos una película. A ellas les encanta la idea así que, ya cerca de la media noche, apagan la estridente música y se instalan en el suelo de la sala, sobre diversos cojines.
Brenda y yo estamos abrazados en un sofá. Durante gran parte de la película, ella se mantiene haciéndome caricias y dejando esporádicos besos en mi cuello. Me percato de que se ha quedado dormida cuando paso unos minutos sin sentir el movimiento de sus dedos en mi espalda. Su respiración suave se siente en mi cuello y una de sus manos se ha resbalado hasta apoyarse sobre mi muslo. La tomo en mis brazos y me pongo de pie para llevarla a mi habitación.
—Stacy —susurro cerca de mi cuñada, quien se gira a observarme en la penumbra—. Llevaré a Brenda a dormir.
Ella asiente, fijándose en los ojos cerrados de su hermana.
—Le avisaré a Eric que nos quedaremos aquí —contesta en voz baja.
—¿No va a molestarse?
—No si soy yo quien se lo pide —me guiña un ojo—. Puedo dormir con Tadeo.
—Mejor conmigo —Bruno aprovecha para hacer el intento, pero ella frunce los labios y niega con la cabeza.
—Ni siquiera lo pienses.
Llevo a Brenda a mi cama y la acomodo bajo la frazada. Está profundamente dormida, tanto que ni siquiera se percata de haber sido trasladada. Me cambio los jeans por un pantalón corto, me saco la remera y me acuesto a su lado.
Se siente genial poder dormir con ella en la misma cama, incluso si no hemos hecho nada.
Paso los siguientes minutos sin ser capaz de dejar de observar su rostro tan sereno. Me arrimo a su frente y le dejo un beso allí, luego bajo hasta su boca y me quedo dormido unos segundos después.
Me despiertan las caricias que está dejando en mi cuello y mi pecho desnudo. Abro los ojos y veo los suyos que me observan fijamente. A pesar de la oscuridad, noto que los tiene hinchados y cargados. Estoy seguro de que ha estado llorando.
¿Por qué? Diablos, me frustra demasiado no entenderla.
—¿Qué sucede? —le pregunto, llevando una mano a su mejilla.
Ella niega con firmeza, mordiéndose el labio inferior para contener esas ganas de seguir llorando que evidentemente todavía la aquejan.
—No preguntes, Lucas —murmura—. Solo haz el amor conmigo.
Ni siquiera cuando amanezco abrazado a su espalda y besando su hombro desnudo parece sentirse del todo bien. Se levanta y se apresura en vestirse, alegando que debemos llegar a la universidad a tiempo y que todavía debe dejar a Stacy en el colegio. Nos despedimos con un beso y, cuando le pregunto si nos veremos por la tarde, contesta con evasivas.
Durante el transcurso del día no me escribe ni un solo mensaje y responde los míos de manera cortante. Pronto empiezo a pensar que su problema es conmigo, en especial cuando no va al departamento, alegando que está cansada por no haber dormido demasiado.
Los días que siguen llevamos la misma rutina: Ella me responde cortante y, cada vez que le pregunto qué le ocurre, continúa asegurando que no es nada, que solo es mi imaginación. Stacy, por el contrario, sí viene a pasar cada tarde de la semana con nosotros y varias veces me cuenta que también percibe extraña a su hermana.
Sé que no estoy loco, que me está ocultando algo, así que le insisto a Gloria que me diga la verdad. Tampoco consigo sacarle nada, me pide que no presione a Brenda, que le dé tiempo para hablar conmigo si lo necesita.
¿Hablar conmigo sobre qué?
Ya cerca del fin de semana, Sam me envía un audio de casi diez minutos en el que se queja de haber discutido con mi novia por tercera vez en los últimos días y que esta lleva un carácter horrible. Me dice que incluso le ha dicho que no está de humor para soportarla y que, luego de que pelearan por una tontería, se encerró a llorar en el baño de la universidad.
Empiezo a preocuparme de verdad. Brenda nunca fue de llorar y mucho menos se permitiría hacerlo en público.
Estoy decidido a solucionar lo que sea que le esté ocurriendo, por lo que el viernes de tarde la espero a la salida del estudio jurídico. Se sorprende bastante al verme allí.
—Lu-lucas... ¿Qué haces aquí? —cuestiona.
—Vine a buscarte porque quiero hablar contigo ¿me acompañas?
Extiendo mi mano para tomar la suya y lo permite. Asiente, aunque no dice nada más y me acompaña hasta llegar al edificio donde se encuentra mi departamento. Me aseguro de darle muchos besos mientras estamos en el ascensor, a pesar de que la percibo distante.
Ingresamos por la puerta principal y encontramos a Bruno, Fran y Stacy jugando a las cartas en el recibidor.
—Hay algo que necesito hablar con Tadeo —me susurra Brenda, insegura—. Te veo en unos minutos.
—Claro —le muestro una sonrisa y pretendo alejarme, pero me toma del hombro y me estira, juntando sus labios con los míos de manera intensa. Abrazo su cintura y la pego a mí, luego abro espacio en su boca y encuentro su lengua con la mía durante unos segundos.
—¡Ey, consíganse un cuarto! —Nos reclama Bruno—. Y no coman frente a los hambrientos.
Brenda y yo nos separamos, pero no dejo de acariciar la piel de su cintura, que sobresale bajo su blusa.
—Tienes hambre porque quieres —se le burla Francis—. Micaela me contó que se acostó a dormir en tu cama el otro día y tú te fuiste a dormir al baño, marica.
Bruno se muere de vergüenza por esa acusación. Yo me echo a reír, incapaz de creer que mi mejor amigo huiría de una chica de esa manera. Stacy, por el contrario, rueda los ojos.
—Seguro estaba tan borracho que se quedó dormido en el baño, no es que no haya querido estar con ella.
—Yo quería dormir contigo —se defiende él, pero de nuevo ella demuestra no creerle.
Cuando me doy cuenta, mi novia ya se ha metido a la habitación de Tadeo, así que me siento en el respaldo del sofá y me dedico a mirar el juego durante unos minutos.
Pasan diez y ella no vuelve. Hago el pedido de hamburguesas para la cena. Le pido una llena de queso cheddar porque sé que es su favorita y quiero contribuir a mejorar su humor. Me pregunto si debería ir a buscarla, pero no quiero interrumpir lo que sea que esté hablando con su amigo.
Me voy a mi habitación y aprovecho para decidir qué posters colgar en la pared. Me entretengo con eso un tiempo más, hasta que me pesa la curiosidad así que me meto al baño que divide mi habitación de la de Tadeo y me arrimo a su puerta para intentar escuchar de qué hablan.
No oigo nada, el silencio es evidente ahí dentro.
Vuelvo a mi habitación, pero dejo la puerta del baño abierta y, minutos después, veo a Tadeo ingresar. Me aproximo a él a prisa y lo detengo antes de que cierre mi puerta.
—¿Brenda está bien? —le pregunto en voz muy baja.
—Sí, creo que sí.
Él intenta cerrar de nuevo, pero la atajo con una mano.
—¿Van a seguir hablando mucho tiempo más?
Entrecierra los ojos, confundido.
—No estamos hablando... —susurra—. Ella solo está acostada en mi cama desde que llegó, mientras yo leo un libro. —Me quedo sosteniendo la puerta, aturdido, durante tanto tiempo que mi amigo no tarda en hablar de nuevo: —Lucas, me estoy haciendo encima.
—Lo siento —suelto la madera y la estira, dejándome solo en mi habitación.
No entiendo. ¿Por qué me dijo que debía hablar con su amigo si no lo está haciendo?
Vuelvo de nuevo a mis posters, procurando no perder la calma. Defino en mi cabeza una composición, antes de comenzar a colocarlos en la pared de un lado. El que más me gusta es uno en el que se ve a Whatever en un concierto. Me encantaría tener más adelante uno así, pero de Musageta.
Me alivia poder por fin decorar mi habitación con elementos musicales. En casa de papá siempre tuve que guardarlos en un cajón debido a esa fobia que le tiene a la música desde que mi madre lo abandonó para dedicarse a su carrera artística.
Estoy colocando el penúltimo poster cuando la puerta del baño se abre a mis espaldas. Me giro levemente y veo a Brenda allí.
Al fin se ha decidido a venir.
—¿Ya hablaron de todo lo que necesitaban? —le pregunto, solo para comprobar si vuelve a mentirme.
—En realidad solo quería estar sola, pensar un rato —contesta, impasible—. Necesitaba... reunir valor.
¿Valor? ¿Para qué?
Se mueve hasta sentarse en mi cama y junta sus dos manos, sin dejar de mirarme. Vuelvo a girar mi rostro a lo que estaba haciendo, prefiero no verla. No sé cómo sentirme. Ya ni siquiera estoy con ánimos de insistir en saber qué le ocurre. Evidentemente no quiere decírmelo, y me molesta pensar que, después de todo lo que hemos pasado, sigamos teniendo problemas de comunicación. Aun así, hago un último intento:
—¿No te parece que deberías hablarme?
—Lo sé. —Su voz suena algo áspera, carente de emoción—. Ven, siéntate a mi lado.
—Dame un segundo para terminar esto, amor.
No agrega nada más, por lo que prosigo a colocar el último poster. Ella se mantiene en silencio durante un instante, hasta que vuelve a hablar:
—Lucas, debo dejarte.
—¿Tan pronto? Acabo de pedir la cena —contesto, enfocando la mirada en asegurarme de haber pegado el poster en una posición centrada—. Ya está listo.
—No entiendes... Estoy terminando contigo.
Su repentina declaración le da un golpe a mi pecho. Volteo a encontrar sus ojos, que me observan con una seguridad que contrasta con el tono adolorido de su voz.
—¿Qué?
—Que ya no quiero ser tu novia —confirma, haciendo que mi espíritu se sienta pesado—. Lo siento.
Se pone de pie y se mueve antes de que pueda reaccionar, dejando mi habitación por la puerta principal.
Intento procesar sus palabras, hallar una razón por la cual haya tomado esa decisión, pero no la encuentro. Mi primer instinto es buscarla de nuevo, pero cuando salgo a la sala, no la veo.
—¿Ocurrió algo? —Me pregunta Stacy—. Brenda se fue, afectada. ¿Pelearon?
—No —Niego con la cabeza, sin saber a cuál de todas sus preguntas contesté—. Ella acaba de terminar conmigo.
Decirlo en voz alta hace que se sienta real, pero no puede serlo, ¿o sí?
Me llevo ambas manos a la cabeza y la dejo caer hacia atrás, hasta que el sonido y el golpe al tocar el marco de la puerta me detienen.
—¿Cómo? —Tadeo llega hasta mí, sorprendido.
—No entiendo qué demonios hice mal... —mi voz se traba al salir del asombro y empezar a comprender que en verdad acaba de dejarme—. ¿Te dijo algo?
Niega y coloca una mano en mi hombro.
—Con razón la sentí tan distraída y callada —susurra.
—Tadeo, vamos —Stacy lo llama—. Si Brenda está mal, quiero estar con ella.
Pero no puede estar mal, es ella quien lo decidió.
Él me da una palmada y me dice unas palabras de aliento, a las que no les presto atención. No tarda en atravesar la puerta principal, seguido de la rubia.
Me siento fuera de mí y de la realidad, como si esto no estuviera ocurriendo o no terminara de aceptarlo.
Ingreso de nuevo a mi habitación y me siento en la cama, dejando caer mis hombros.
Bruno y Francis entran detrás de mí. El pelirrojo se ubica a mi lado.
—¿Estás bien?
—Obvio que no está bien, estúpido —Mi mejor amigo lo regaña, pero no estoy de humor para escucharlos discutir.
—Chicos, quiero estar solo.
Sostengo mi cabeza entre mis manos, apoyando los codos sobre mis rodillas. Ellos no me obedecen, se quedan ahí a pesar de mi petición.
Percibo la mano de Bruno agarrar mi hombro y hacerle leves aprietes.
—Lo siento, viejo.
—¿Por qué? Ni siquiera la soportas.
—Pero eso no significa que quiera verte así —se defiende—. Ni por ella ni por nadie.
—No entiendo por qué me dejó —Me permito caer hacia atrás, sobre mi colchón, cubriendo mis ojos con las palmas de mis manos. La oscuridad absoluta me ayuda a pensar en qué pude haberme equivocado, qué llevó a Brenda a terminar lo que teníamos. Pero no se me ocurre nada, estábamos bien. Estábamos tan bien...
Entonces se me ocurre llamarla, es la única manera de salir de esta duda. Me incorporo y comienzo a buscar mi celular con la mirada. Bruno parece percatarse y se abalanza sobre mi teléfono antes de que lo tome.
—Ni se te ocurra —me detiene.
—¡Necesito que me lo explique!
—Lo que necesitas es mantener tu dignidad intacta, mientras se soluciona esta mierda —asegura—. Lo siento, Lucas, pero ella acaba de terminar contigo y no voy a dejar que la llames arrastrado. Es lo que tú habrías hecho por mí.
—¿Acaso no te has arrastrado por Stacy? —intento sacarle mi celular, pero él se lo arroja a Francis.
Me molesta que quiera decirme qué hacer. Si quiero llamar a Brenda, lo haré.
—Lo mío es distinto, yo la cagué con ella. Tú hiciste todo bien —Me coloca ambas manos en los hombros, para calmarme—. Escucha lo que vas a hacer: Te vas a quedar aquí esta noche, con nosotros. Podemos embriagarnos o puedes llorar todo lo que quieras, pero no la vas a llamar, Lucas. Vas a esperar. Si se equivocó y se arrepiente, volverá mañana. Y si no, ya podrás hablar con ella otro día, cuando no vayas a llorarle que regrese. ¿Oíste?
Lo que dice tiene algo de sentido, pero duele, mierda. Y esperar dolerá todavía más.
Tal como Bruno lo dijo, me dedico a hacer esas dos cosas: Embriagarme y llorar.
Lloro mientras intento quedarme dormido y no lo consigo. Lo único que puedo hacer es preguntarme: ¿Por qué?
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Probablemente me odien un poquito ahora mismo, pero yo les advertí, y soldado avisado no muere en guerra.
En el capítulo siguiente tendremos el punto de vista de Brenda, las razones por las que ha tomado esa decisión tan difícil para ambos y las consecuencias que esto irá acarreando.
Ya se habrán dado cuenta de que esta vez no hubo banner al inicio. La verdad es que ya tenía listo el capítulo desde ayer pero no lo subía por no tener el banner, así que decidí ya no hacerlas esperar por ese tipo de cosas. De ahora en más, subiré los capítulos cuando estén listos, con o sin banner.
¡Les mando besos y abrazos!
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