XI

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El piso estaba manchado con un espeso líquido carmesí que era más que evidente de reconocer... Lo único que se podía oír eran unos extraños y aterradores gruñidos los cuales gritaban por el dolor, como si quisieran pedir ayuda.
Los pies descalzos del infante caminaba lentamente por el pasillo, manchando su piel con la sangre que ya se encontraba en el suelo... Trataba de llegar hasta donde provenían esos ruidos. El lugar estaba muy oscuro, iluminado solamente por algunas pocas velas que de milagro no se apagaban, ya que el viento que corría era demasiado fuerte.
Logró llegar al final de aquel camino marcado con pasos profundos y sangré, estando en una habitación que desconocía... En esta se veía un enorme árbol, de ramas grandes y hojas rojizas, sobre este se veía una enorme luz, como si estuviera en un pozo y esa fuera la única salida de aquel oscuro lugar... A los pies del árbol, solo podía ver una sombra sin forma, la cual gruñía y jadeaba del profundo y agonizante dolor.
El niño se acercó, intentando ver si podía ayúdalo con algo... Notando cómo debajo de este nacía la enorme mancha de sangre. Más al estar a pocos centímetros, el lugar comenzó a llenarse rápidamente de agua.. De aquella figura sin forma se le iluminaron un millón de ojos rojos, los cuales observaron al jovencito con irá. El agua llego a tapar incluso su cabeza, y sentía que por más que nadara, no llegaba a ninguna parte... Intentando luchar por su vida, aquel monstruo lo tomo del cuello, su enorme mandíbula se abrió, dejando ver sus gigantesco dientes, estando apunto de acabar con él de una vez.

Ciel se sentó en la cama, casi sin poder respirar, jadeando y con el sudor frío. Miró a su alrededor, estaba en su habitación, era de noche.
Una mano completamente negra apareció de debajo de su cama, tomando su mano para tratar de calmarlo.

-¿Tuvo Una Pesadilla?- Preguntó su amigo monstruo, mientras el humo de su simple existencia se hacía presente.

El menor se aferró a aquella espantosa mano, sosteniéndola con fuerza, como si está fuera la solución a todos sus problemas, lo único que podía traer la calma después de la tempestad.

El mayor no necesitaba que le respondan nada, con aquellas señales era más que suficiente... Sabía perfectamente que, a veces, sostenerlo con fuerza no era suficiente. Salió de su escondite de debajo de la cama, al tiempo que su cuerpo se moldeaba lo más similar que podía a un humano... Se acostó junto al joven cuerpo, rodeándolo con sus brazos, acercándolo cada vez más a él y a su calor... El azulino no tardó en esconder su rostro en el pecho de su acompañante.

-Tranquilo, Estoy Aquí... Nadie Le Hará Daño.- Intentó consolarlo con palabras bonitas y encantó en su voz.

No era la primera vez que tenía pesadillas así de extrañas... Pero esto, era algo que jamás había visto. El túnel, al árbol, la sangre... Nada de eso tenía sentido... Solo sabía que, se tratara de lo que se tratara, ese monstruo era su Sebastián.

¿Había algo que se le estaba pasando por alto?
Por más que le daba vueltas, no entendía nada... Y era estúpido, pero una parte de él prefería vivir en la ignorancia que enterarse de algo terrible, algo que temia.

-¿Porque No Intenta Dormir Otra Vez? Aun Es De Noche.

-Me cuesta demasiado, aún siento el corazón en la garganta...- Confesó el más joven, el susto que se había llevado era espantoso.

Las oscuras manos del mayor acariciaban los finos cabellos azules, intentando calmarlo, besaba su frente y su cabeza, tarareaba y susurraba canciones lentas en una lengua desconocida. La mirada bicolor del infante se levantó, observando con atención a su amigo azabache, se acercó poco a poco a él, acariciando la punta de su nariz con la suya.

-Besame...- Pidió el niño, notando cómo Sebastián solo sonreía ante tal atrevimiento.

-Que Señorito Más Caprichoso.- Mencionó en un tono burlón, provocando que el infante frunciera el ceño y sus mejillas se coloquen en un tono colorado.

Su jovencito se veía adorable... ¿Cómo dejarlo con las ganas... Cuando pedía de forma tal dulce?
Se acercó a él, hasta que sus labios, uniendo estos de forma lenta y dulce... Poco a poco, comenzaron a devorarse entre ellos. El mayor fue capaz de percibir en su sabor el amargo gusto del miedo... El azulino seguía asustado por algo, lo que sea que soño debió perjudicarlo de una manera terrible. Continuó besándolo, esperando que aquello lo calmara.
Al alejarse, sus miradas aún estaban lo suficientemente juntas como para sentir la respiración del otro. Los delgados dedos del monstruo se pasaron por el rostro de porcelana del infante... Más a los pocos segundos, una llamarada de humo hizo que el mayor desapareciera de manera repentina, dejando con su ausencia una sensación fría, lo que obligo al humano a aferrarse con fuerza a sus cobijas en busca del calor de estás.

Le parecía extraño que su amigo se fuera de manera tan desprevenida, eso normalmente sucedía solo si alguien los estaba por interrumpir, más este no era el caso... Y de haber sido, casi siempre avisaba que un tercero se interponía entre ellos antes de dejarlo solo. Se sintió un poco desconcertado, incluso triste... Más su orgullo le impedía demostrar algún signo de debilidad.

No pasaron muchos minutos hasta que el azabache se hiciera presente una vez más a la habitación... Estando justo frente al menor, quien en un principio solo le vio sorprendido, no obstante, no tardó en fruncir su ceño y reclamar enojado.

-¿A dónde fuiste?- Quiso saber, aunque lo que realmente quería preguntar era "¿Porque te fuiste? "

El contrario tardó en respoder, recién entonces el menor se percató de la situación de su amigo... Se veía notoriamente más cansado, un poco adolorido... Sostenía una pequeña botella en una de sus manos. Su enojo paso a transformarse en preocupación en cuestión de segundos... Llegando a incluso sentarse en la cama para acercarse más a él y revisar que no esté herido.

-¿Que te sucedió? ¿Estás bien?- Preguntó con una profunda preocupación en su voz.

Notó como el azabache dibujaba una forzada sonrisa en sus labios, al tiempo que le alcanzaba la pequeña botella... Esta era un recipiente de cristal con una forma ovalada, la cual contenía un extraño líquido verde con destellos amarillos. El joven recibió la botella, sin quitar la mirada de su buen monstruo.

-Es Una Posion Para De Limpieza, Evitaría Las Pesadillas Por Un Tiempo.- Le comentó el más grande, sentándose junto a él.

-La hiciste demasiado rápido... ¿Cuánto tiempo toma realizar una de estás?

El niño, quien ya había estado estudiando sobre aquellas prácticas, sabía perfectamente que tanto hechizos como posimas tenían un tiempo determinado para realizarse... El que Sebastián haya terminado una de manera tan veloz solo podía significar que se esforzó demasiado, lo que explicaba el porque estaba tan cansado en ese momento.
Sin embargo, su amigo ni siquiera se molestó en responder... Solo acarició su rostro, sonriendo una vez más... Aquella sonrisa lo hacía sentir tranquilo casi siempre, por lo que se esforzó en responder de la misma forma, aunque sea de manera demasiado forzada.

Tomó aquel líquido verde y amarillo, su sabor era demasiado dulce, hasta el punto que quemaba su garganta, más era soportable. Después se recostó en su cama una vez más, sintiendo los labios del mayor besar su frente lentamente, su cálida respiración, sus manos recorrer su cuerpo... Sus ojos se cerraron de manera pesada y lenta, y finalmente fue capaz de conciliar el sueño.

Por su parte, Sebastián no dejaba de acariciar el cabello de su joven señorito... No pensaba moverse hasta acergurarse que esté ya esté completamente dormido, aún si el dolor era infernal.

Una vez su tarea parecía totalmente realizada... Procuró ser cuidadoso al salir de la cama, poniéndose de pie una vez más. Su aspecto comenzar a cambiar de manera gradual, volviendose más alto, esbelto, con unas notorias marcas oscuras debajo de sus ojos, la parte superior de su ropa depasapecio, dejando descubierta aquella espantosa cicatriz que comenzaba desde su pecho y terminaba en su estómago, aquella marca que parecia arder debido a los tonos rojos y morados que se encontraba a su alrededor, como si la herida hubiera sido realizada el día anterior... Su boca se extendió hasta sus orejas, mientras de esta salian sus enormes colmillos, los cuales se expandieron por toda la abertura. Con una de sus manos cubrió su boca, al tiempo que tosía sangre... Su otra mano fue a su pecho, luchando para no rascar aquella cicatriz que tanto lo mataba. A toda aquella tortura, había que aumentar la enorme migraña que estaba pasando, el que su cuerpo entero temblaba a causa de lo debil e inestable que se encontraba, que al respirar parecía ser que inalaba un aire tóxico.

Aquella agonía no era reciente... No se debía a su sobreesfuerzo de realizar la posima... Esto era mucho peor, y la acompañaba desde hace décadas.

Frente a su niño, sería todo lo que él necesite... Su caballo, su espada, su fuerza o simplemente un hombro en el cual recostarse... Él era quien debía permanecer fuerte. Por ese motivo, Ciel no debía de saber... No tenía porque sufrir de esa forma.

"No Tiene Porque Sufrir De Mí Eterna Muerte"

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