Capítulo 1

Ese que te llama
A las tres de la mañana
Y te pone una canción romántica
Ese que te deja en la libreta una tarjeta
Donde dice que te ama

El reloj marcaba las seis de la tarde, punto exacto para salir de mi tedioso trabajo.
A últimas nuestro jefe ha estado de muy mal humor y hoy no era la excepción.
No tenía opción tuve que subir hasta el piso donde se encontraba la oficina del dueño de la empresa porqué necesitaba pedir un aumento, la renta de mi departamento comenzaba a incrementarse aún más y me sería muy difícil seguir pagando la mensualidad.

Mientras subía las escaleras intentaba tratar de relajarme porqué los gritos de mi jefe con alguien más no se hicieron esperar.

- Es la última vez que tomas una decisión sin consultarme Camus... Es desgastante tenerte aquí como mi asistente.

Esa voz que se oía a lo lejos era nuevamente de mi molesto jefe, es tedioso estar lidiando con sus gritos y su mal humor.

Quizá no sea un buen momento para hablar con él, estaba decidido a darme la media vuelta pero...

Mi inútil jefe aventó la puerta de su oficina y salió como alma que lleva el diablo porqué se veía muy molesto, apretando sus puños y maldiciendo como todos los días.

Alzé los hombros y comencé a caminar para dirigirme a la puerta de salida pero el sonido proveniente de la oficina de mi jefe me alertó.
Al parecer algo se había caído, corrí para ver que pasaba...

Grande fue mi sorpresa al ver a un joven muy apuesto, con mi mirada fui analizando cada rasgo del esa belleza. Fue como si el tiempo se detuviera en ese momento.

Quise entrar a la oficina para poder ayudarle pero mi jefe nuevamente regresó con unos papeles en la mano, detesto cuando está de malas.
Porqué no me dio ni siquiera tiempo de poder hablar con él, al pasar a mi lado me dio un golpe con su hombro y si siquiera se regresó para darme una disculpa.

Después cerró la puerta de su oficina y solamente escuché como seguía peleando con aquel joven.
Me di la media vuelta y comencé a caminar rumbo a las escaleras para poder regresarme, en ese momento me encontré con un amigo del trabajo.

- Hola Kanon - Me saludó Isaac y ambos estrechamos las manos, es de los pocos empleados con los que yo me llevo bien.

- Ya me voy para mi casa Isaac... ¿A donde vas tu?

- Tengo que ver a Surt para entregarle los balances de esta semana - Me respondió mostrando unos papeles bajo su brazo izquierdo.

- Olvídalo, está discutiendo con alguien adentro - Le respondí mientras señalaba levemente la oficina de mi molesto jefe.

- ¿Otra vez? Pobre de su pareja, casi del diario es lo mismo.

En ese momento cuando escuché que era su pareja me sorprendió por completo, aquel joven de cabellos esmeralda no se merece que lo traten así.

- Entonces... No lo valora - Respondí sin darme cuenta de lo que dije.

Isaac solamente se me quedaba mirando, después aquellos gritos eran más fuertes.

¡Estoy harto de esto... !

Fue lo último que se escuchó de ese disturbio, Surt salió de su oficina molesto aventando la puerta con rudeza.

- ¿Y qué... Tu si? - Comenzó a preguntarme Isaac tratando de molestarme, se había dado cuenta por la forma en que mi mirada estaba perdida fijamente en esa oficina.

- Apenas lo conozco... Pero yo si lo quisiera para bien, ese imbécil no lo valora.

- Kanon... ¿Te digo algo? - Susurró Isaac colocando su mano sobre su hombro - Sería genial que te quedaras con su pareja, a ver si así le baja a sus ánimos nuestro jefe.

El gemelo menor esbozó una sonrisa y después dirigió su mirada nuevamente a la oficina donde se encontraba aquella belleza que lo cautivó.

En toda la noche no pude dormir tratando de idear como poder acercarme a ese joven, claro que si lo hacía de manera repentina me ganaría por completo que mi jefe me despida por tratar de cortejar a su pareja.
Algo debía hacer de una vez por todas.

No es muy común en mi estar distraído, la verdad es que no pude dormir bien.
Ni siquiera me había dado cuenta que al subirme al elevador de la oficina apreté el botón que me llevaría a la planta baja y es ahí donde estacionan los autos los empleados del edificio.

Sin embargo parecía que la suerte me tenía algo previsto porqué cuando llegué a la planta baja y las puertas del elevador se abrieron ahí estaba frente a mi aquel joven de cabellos esmeralda sosteniendo algunos papeles entre sus brazos.

No supe que responder, me quedé sin palabras y notó mi nerviosismo porqué cuando entró al elevador se me quedó mirando de la cabeza a los pies y eso solo logró que me sonrojara un poco.

- Buenos días.

Me saludó y yo sin poder hablarle, intenté tranquilizarme, respiré profundamente y me armé de valor para devolverle el saludo.

- Buenos días - Le respondí... Vaya que idea tan genial, le puedo hacer una plática muy amena y lo único que se me ocurre es darle los buenos días.

Estuve por preguntarle algo más pero las puertas se abrieron justamente en el cuarto piso, varias personas más entraron y se interpusieron entre nosotros.

Aprendí una lección muy importante el día de  hoy y ese es... No darle tantas vueltas al asunto.

Después se bajó en el noveno piso, lamentablemente no pude seguir sus pasos porqué tenía que checar mi hora de entrada de lo contrario me lo tomarían como un retardo y lo que menos quiero es que me descuenten mi sueldo.

Llegué a mi piso correspondiente,  tenía que hacer lo posible para acercarme a ese joven de cabellos esmeralda.

- Kanon ¿Me puedes ayudar? - Esa era la voz de la señorita Lyfia quien llegó a mi cubículo corriendo desesperadamente.

- Ayudar... ¿A qué? - Le respondí levantando la mirada, se veía muy cansada.

- Surt está de malas y quiere que en menos de una hora acomode todos los expedientes de los empleados... ¡Es una locura! Cada vez está más loco - Gritó desesperada llevándose sus manos a la cabeza, incluso ese listón rosa que usaba para atarse su cabello comenzó a jalarlo de la desesperación.

- Tengo una hora libre así que puedo ayudarte - Le contesté mientras miraba la hora en mi reloj de mano.

Me levanté de la silla y la acompañé hasta el lugar donde teníamos los expedientes de los empleados.
Ella se puso acomodar los estantes de la derecha y yo de la izquierda.
El tiempo se nos fue rápido y solo me faltaba una hilera más de expedientes, sin saber que ese era el sitio donde encontraría algo de mi interés.

Sin querer encontré los documentos que le pertenecen a la pareja de Surt.
Eran sus datos personales y... Su número de celular.
Sin que Lyfia se diera cuenta anoté ese número en la palma de mi mano y guardé rápidamente ese expediente, necesitaba acercarme a ese joven de cualquier manera.

Después de ayudarle a Lyfia y de terminar mi trabajo correspondiente tomé mis cosas y salí de las oficinas para dirigirme a mi casa.
Mientras caminaba iba pensando como poder llamar la atención de Camus sin que su pareja se diera cuenta.

Ni siquiera toqué mi café que me había preparado para cenar, ya tenía guardado en mis contactos el número de Camus, quería llamarlo pero sé que me vería como un acosador y quizá hasta me gane que mi jefe me despida.

Que gran idea, me dije a mi mismo molesto porqué ya tenía un medio de comunicación con él y no sé como acercarme.

Tomé mis audífonos y encendí la aplicación del radio de mi celular, mientras reproducían una canción romántica se me vino a la mente una loca idea.

No pude dormir, era un hecho que esa belleza robaba mis pensamientos así que cuando el reloj marcó las tres de la mañana tomé mi teléfono de linea fija y comencé a marcar el número de Camus.
Claro que estaba loco y esa razón era Camus.

Demoró en contestar la llamada, cuando escuché su voz adormilada no dudé ni un segundo en comenzar a reproducir una canción de amor.
No revele mi identidad pero si logré dedicarle esa melodía romántica.
A los pocos segundos colgó la llamada.

Conforme pasaban los días, también me había animado a ir de manera sigilosa a su maleta que siempre llevaba al trabajo y dejaba pequeñas notas dentro de su libreta donde le escribía lo mucho que lo amaba y algunas que otras notas de amor.

También descubrí que Surt y él solo eran novios y pronto estarían por casarse.
Me propuse a si mismo algo que cualquiera me tomaría como un loco descontrolado.

- No si yo llego a su corazón primero.

Y con esos ánimos seguí marcando diario a su celular a las tres de la mañana para dedicarle siempre alguna canción de amor.

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