Capítulo 24: Denuncia

Me sentía algo inseguro de tocar a Jess.

Ella había insistido en estar pegada a mí, pero yo no quería llegar a hacerla sentir abusada de nuevo.

Estaba acostado junto a ella, abrazándola por la espalda, mientras la oía sollozar.

Lo único que podía hacer en ese momento era hacerla sentir segura, no podía borrar el recuerdo y el dolor.

—M-Milo...

—¿Qué pasa?

—No p-puedo dormir.

Oír su voz temblorosa y asustada sólo me provocaba un dolor en el pecho.

—No tienes que hacerlo si no puedes, yo no me voy a dormir.

—No has dormido bien...

—Lo hice ya. No tienes de que preocuparte.

Jess entrelazó sus manos con las mías.

—No me separaré de ti a menos de que me lo pidas —le aseguré.

—Lo siento...

—¿Por qué?

—P-por molestarte —comenzó a llorar más fuerte.

—Jess... no me molestas —la abracé con fuerza, pero evitando provocarle dolor—. Nunca pienses eso.

Eso no me gustaba. No me gustaba lo que estaba sintiendo. Las sensaciones en mi cuerpo, las ganas de protegerla y que mi felicidad comenzará a depender de ella... era un problema, un problema psicológico.

Me sentía como me había sentido con Verónica alguna vez..., pero aún más dependiente, quizás porque mi vida era una basura antes de conocerla e incluso después, lo único bueno era ella.

Lloró durante unos minutos más, hasta que logró quedarse dormida.

Me sentía aliviado. Oírla llorar sin poder hacer nada me causaba impotencia.

Dejé un beso en su hombro y me acomodé sin soltarla. Al menos por unas horas, no pretendía quedarme dormido.

[...]

Jess

Desperté adolorida, probablemente por la cantidad de golpes que había recibido la noche anterior.

Milo me seguía abrazando, no me había soltado en toda la noche y se lo agradecía.

Yo era fuerte, me había salvado de la situación casi por completo sola, pero sin Milo no hubiera sabido que hacer después. Hubiera tenido que buscar a Dove y Joe, explicar la situación y arruinar su felicidad. Probablemente ni siquiera hubieran podido entender de qué hablaba, ya que no hubiera dejado de llorar y temblar.

Tenía unos moretones formándose en mis brazos por los agarros de las manos de Noah y mi espalda dolía por las veces que me había empujado contra la puerta.

Apreté la mano de Milo al recordar los sucesos.

No quería pensar en todo el lío en el que me vería metida al denunciar lo que me había hecho, pero menos podía pensar en quedarme callada.

¿Cuántas chicas habrían guardado silencio? Me daba pena y asco el solo pensarlo.

—Milo... —él me apretó contra su cuerpo.

—¿Estas bien? —fue lo primero que preguntó, aún con los ojos cerrados, por lo que podía ver.

—Sí... sólo quiero ir al baño.

Soltó su agarré y me miró avergonzado.

—Lo siento, estoy algo nervioso.

—Lo entiendo.

Me paré de la cama con mucha lentitud y fui a hacer mis necesidades. Cuando volví al cuarto, Milo estaba escribiendo en su celular.

—¿Qué haces? —pregunté.

—Estoy hablando con un amigo... Tenemos que ir a denunciar lo que te pasó —me dijo—. No puedes demorarte mucho.

—Lo sé... ¿me vas a acompañar?

Sabía que Milo no era nada mío y no tenía por qué ayudarme, pero en ese momento sentía que lo necesitaba conmigo.

—Claro que sí.

Se levantó de la cama, se acercó a mí y me dio un pequeño beso en la frente.

—Iremos en un rato. Primero intenta comer algo, ¿sí?

Yo asentí. La verdad era que no tenia mucha hambre, me sentía mal física y mentalmente, pero intentaría tomar desayuno para ganar algo de energía y quizás, sentirme menos terrible.

[...]

Había puesto la denuncia y la policía le haría una visita a Noah muy pronto.

Había llamado a mis madres y me las había encontrado en la estación de policías. Me habían llevado ropa nueva, ya que usarían la que tenía puesta como evidencia y Steve prometió que mataría al tipo que me había lastimado (en voz baja para que no lo arrestaran por amenazar de muerte).

Los cinco íbamos saliendo de la estación, cuando mamá Anne habló:

—Espero que nos toque un buen abogado.

—No usarán el de la fiscalía —dijo Milo—. Yo conseguiré uno.

—No es necesario, Milo... no podemos pagarlo.

—No lo harán.

—No —negué yo—. No puedes hacer eso.

Ya me había ayudado demasiado, no quería que gastara su dinero en mí.

—Sí, sí puedo. Tengo un contacto —explicó—. Lo conocerás después.

Yo no dije nada más, sabía que no lograría que cambiara de opinión.

—Nos veremos después —se despidió Milo.

Todos nos despedimos de él y luego fue a su auto. Mis madres habían ido en el suyo, así que yo me fui a casa con ellas y Steve.

[...]

Cuando llegué a casa, me sentí algo asustada. No quería tener que dormir sola, ni quedarme sola en ningún momento.

¿Qué pasaría cuando mis madres salieran? ¿Cuándo fueran a trabajar? ¿Y cuándo Steve fuera a la escuela?

Yo no pensaba ir a la universidad, no mientras Noah siguiera existiendo ahí.

Claramente mis madres irían a la universidad y denunciaran a lo ocurrido. No podían permitir que esa clase de sujeto pusiera en riesgo la integridad de más chicas de la universidad.

Cuando subí a mi cuarto, dejé la puerta abierta y me recosté en la cama a ver televisión para intentar olvidar el incidente.

Comencé a intentar pensar en otras cosas, cuando Milo vino a mi cabeza..., pero no de buena forma. Había recordado la razón por la que lo había conocido.

Yo me había entrometido en la vida de Milo para desenmascararlo y resultó ser que estaba al borde de enamorarme de él. No sabía que me pasaba. ¿Qué tenía de bueno Milo?

Me quedé pensando. Los pros eran que era guapo, sexy, inteligente, educado, me hacía sentir segura y tenía un sentido del humor sarcástico, pero gracioso. Los contras eran que había sido infiel, tenía una familia de mierda, había robado mi cuaderno... el último, valía por cien.

«Maldición, no puede gustarme él».

Quizás no era así. Quizás pensaba eso porque era un hombre mayor, atractivo y que me había pillado en un mal momento. En un momento de vulnerabilidad y necesitada de cariño. Sí, eso era.

Asentí con una sonrisa y de pronto, el último beso que nos habíamos dado apareció en mi cabeza, provocando que un calor subiera a mis mejillas.

Me puse boca abajo en la cama, con mi cara contra la almohada y grité, a la vez que pataleaba.

«Olvida eso, Jess. ¡Olvídalo!».

Sentí mis mejillas arder más y mi corazón acelerarse.

Como detestaba a Milo Griffin, había arruinado todos mis maravillosos planes para hacerlo pedazos. Ya había olvidado la letra en la iba, pero me estaba quedando sin opciones.

«Casarte con él y compartir su dinero no es mala idea... ¡Es pésima idea!».

Yo odiaba a MiloGriffin con todo mi ser. Yo quería destruirlo y todo lo que le había pasado enla vida lo tenía merecido. Se merecía todos los castigos del mundo porfarsante... y casarse conmigo también podía contar como un buen castigo.

Aquí el segundo capítulo de hoy <3

Espero que les haya gustado y tengan una linda navidad 🥺❤️

¡Besitos!

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