Capítulo 20: Tragedia
Milo
Cuando dejé a Jess en su casa y comencé a conducir a la mía, sentí un vacío.
Era una lástima que Jess se hubiera arreglado tanto para ir a una boda fallida en donde solo recibió insultos de parte de mi familia.
A pesar de que no la conocía desde hacía mucho tiempo y que al principio pensé que sería esa clase de fan que se metía a la casa de su ídolo a asesinarlo para que nadie más pudiera tenerlo, me agradaba más de lo que debería.
Estaba muy seguro de que ella y yo no compartíamos gustos o actividades en común. ¿Cómo podríamos llevarnos bien siendo tan distintos? Pero algo tenía ella que la hacía agradable como persona.
Dejé de pensar en Jess cuando vi mi casa al final de la calle.
No le tenía miedo a Elizabeth, pero hablar con ella y llegar a un acuerdo era casi imposible y no me sentía de ánimo para una discusión interminable.
Entré a mi casa y al ver la cara pálida de Melanie, supe que lo que se venía sería difícil.
—Está en la sala —me dijo Melanie.
Asentí y me dirigí a la sala. En el momento que puse un pie dentro, Elizabeth se levantó del sofá.
—¿Quieres matarme a mí y a nuestro hijo o qué?
—Beth, no tienes que seguir mintiendo —pedí.
El hecho de que siguiera fingiendo que ese hijo era mío, solo me haría enojar más.
Ella rio irónica.
—Sí, me acosté con tu hermano, pero también contigo —me recordó—. No sé quién me embarazo.
—¿No te acostaste conmigo después de saber que ya la habías cagado?
—¿Me crees tan maldita?
—¿Antes? No lo hubiera pensado... ¿Ahora? Creo que es precisamente lo que eres. Una maldita.
—¿Quieres que te diga lo que pienso de ti?
—Ya me has dicho todo lo que piensas de mí durante cuatro años.
—Ahora tengo unas cosas que agregar —Elizabeth comenzó a enrojecer por la furia—. Siempre te quejas de las cosas que te hicieron tus hermanos y tus padres, pero te convertiste en la misma basura que son ellos. Eres un falso, creído, infiel y cobarde. Te casaste conmigo por miedo, no me pediste el divorcio por miedo y ahora, en vez de tú arruinar la boda de Anthony, dejas que lo haga una niña que nada tiene que ver... imagino que por miedo.
Dolió. Dolió cada palabra, en especial porque ella tenía razón.
Yo era un cobarde. Todo lo que hacía y no hacía dependía de lo que pensaban los demás... en especial mi familia. ¿Por qué les temía tanto? No tenía idea. Ya era un adulto y seguía asustado de ellos como si fuera un niño.
—Tienes razón —admití—. Todo lo que dijiste es verdad, pero no por eso vas a mentirme, Beth... Sabes que ese bebé no es mío.
Los ojos de Elizabeth se aguaron y sus manos comenzaron a temblar, por lo que se volvió a sentar en el sofá. Después de varios segundos mirando el suelo, volvió a hablar:
—O-olvidé la pastilla ese día... y lo recordé demasiado tarde —comenzó a llorar—. Compré la pastilla del día después y-y me di cuenta de que no hizo efecto cuando se me retraso el período. Yo siempre soy tan regular que era obvio que algo andaba mal.
—¿Y entonces?
—Entonces cuando volví a casa ese día, p-pensé que teniendo sexo contigo parecería que era tuyo. Unos días después me hice la prueba y salió positiva.
—¿Por qué no me dijiste cuando supiste que estabas embarazada?
—Porque no estaba segura. No sabía que quería hacer.
—¿Se lo dijiste a mi hermano? —Beth asintió—. ¿Él te dijo algo?
—Qué pagaría el aborto —soltó una risa agotada—. Como si yo fuera pobre o prostituta.
No me sorprendía de Anthony. Era obvio que él sería el con el mayor problema y con un aborto, fingiría que nada había pasado.
—¿Por qué no abortaste? —esa era mi última duda.
—Es una estupidez... —yo la miré con atención—. Pensé que me pedirías que no me divorciara de ti... por el bebé.
No. Yo no hubiera hecho eso. Lo hubiera sentido por mi hijo, pero no podía fingir que amaba a su madre y enseñarle esa clase de cosas. Se podía ser buenos padres sin estar juntos.
—No es tan estúpido —dije para consolarla.
Elizabeth secó sus lágrimas e intentó pararse, pero entonces, se agarró el abdomen emitiendo un quejido.
«Mierda».
Eso no era una buena señal en una embarazada.
Corrí junto a ella y la hice sentarse.
—Beth, ¿qué pasa?
—M-me duele...
Saqué mi celular sin pensarlo demasiado y llamé a emergencias.
—H-hola, necesito una ambulancia. Mi esposa está embarazada y...
—¡Ah! —chilló Beth—. M-Milo... ¡Milo!
Miré a Beth y noté que un chorro de sangre corría por sus piernas.
—Creo que está teniendo un aborto espontaneo...
La operadora me pidió la dirección e inmediatamente enviaron una ambulancia.
—Beth...
Ella estaba llorando mientras se agarraba el abdomen.
—Beth, necesito tomarte... —ella asintió.
La tomé en mis brazos para salir, notando que la sangre era más de lo que se veía.
—M-Milo, tengo m-miedo.
—Tranquila... no te voy a dejar sola.
Yo también estaba asustado, pero suponía que era normal. Nadie normal hubiera estado tranquilo en una situación como esa.
Cuando la ambulancia llegó, los paramédicos subieron a Elizabeth a la camilla y luego a la parte trasera de la ambulancia.
Yo prometí que no la dejaría sola, por lo que subí con ella.
—Vas a estar bien —le dije acariciando su cabello, mientras los paramédicos de aseguraban de que estuviera estable.
[...]
El aborto había sido inevitable.
El médico estaba asegurándose de que todo estuviera bien con Elizabeth. Le habían hecho distintos exámenes para saber que todo el feto hubiera salido por completo y que no tuviera una infección.
Ella ya estaba en una camilla, descansado. Yo estaba a su lado, asegurándome de poder ayudarla y mantenerla tranquila... aun cuando no me sentía el más indicado para eso.
Me sentía terriblemente culpable. Yo la había alterado y, para variar, le había causado un daño.
Acaricié la mano de Elizabeth y comencé a jugar con sus dedos.
—Milo...
—¿Qué?
—No es tu culpa...
Beth sonaba cansada y, obviamente, lo estaba. Probablemente había sido su experiencia más horrorosa y dolorosa de su vida.
Unas lágrimas corrieron por mis mejillas.
—En parte lo fue.
—No —ella movió su cabeza de lado a lado—. No es culpa de nadie.
—¿Llamó a tus padres?... ¿A Anthony?
Ella asintió.
—Pero no te vayas... por favor.
—No me iré. Solo saldré a llamarlos y volveré.
Beth asintió y yo solté su mano para luego salir de la sala.
Saqué mi celular y marqué el número del señor Ramírez, rezando que estuviera de buen humor.
—¿Qué quieres, Milo?
—Señor, Elizabeth está conmigo en el hospital...
—¿Mi hija? ¿Qué le paso? No me asustes, Milo.
—Tuvo un aborto espontáneo, señor.
—¡Maldición! Estoy por entrar a una reunión para cerrar un importante trato.
—¿La señora...?
—Yo la llamaré, tú quédate con Beth hasta que llegué.
—Sí, claro.
«Si no estaba de mal humor antes, pues lo está ahora».
Colgué y me quedé parado en el pasillo pensando. Miré las mangas de mi camisa que tenían manchas de sangre y mis ojos se aguaron.
No me sentía mal por él bebé, él ni siquiera era consciente, pero Beth... Acababa de aportar un grano más a hacer su vida miserable sin quererlo y de paso, también a la mía.
¡Holis!
Hoy tocó un capítulo triste :(
Aunque Elizabeth es una desgraciada, igual me da penita por ella.
Espero que les haya gustado <3
¡Besitos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top