CAPÍTULO 3: ¿Dónde estas?
—No cambies—había soltado la mujer frente a mi con una sonrisa observandome—Incluso si el mundo es una total basura.
Asentí con mucho interés después de oirla, ella tan solo soltó una sonrisa muy gentil. Jane era una mujer muy amable y animada, a pesar de todo lo que había sucedido. Había perdido a sus hijos hace unos años atrás y ahora solo estaba sobreviviendo junto a su esposo. Después de unos segundos, la mujer se alejó de mi y se situó al lado de su esposo, Clay la recibió con una sonrisa.
Los adultos conversaban en una esquina, muy alejados del resto así que me senté en una roca a escuchar la plática, disimule desinterés mientras afilaba mi navaja. Por un segundo pude observar que el centro de atención era mi pequeño hermano que estaba en los brazos de otra mujer.
—Dios, daría todo por tener un disco de vinilo justo ahora—comenzaba a decir ella con una sonrisa—Hola pequeño, Georgie está aqui—pude oírla soltar mientras veía a mi hermano con una gran sonrisa—Georgie va a cuidarte.
Jonás se limitó a reír mientras la mujer llamada Georgie acomodaba sus lentes y seguía jugando con mi hermano. Su cabello rubio corto y su vestimenta formal eran muy extrañas, sin embargo llevaba una actitud muy dulce y siempre demostraba una pizca de positividad ante todo.
Cuando todos se detuvieron aprecié el rostro enojado del lider, lucia exasperado y valanceaba su arma de una mano hacia la otra. En ese instante, pude observar el rostro de Tom cuando noté que por fin la conversación se tornaba preocupante.
—Somos 8 hombres, señor—comenzó a decir un joven del grupo, el líder simplemente movió los hombros restandole importancia—Disculpe que le contradiga pero nos mataran antes que nosotros a ellos.
—Hay cinco chicos más, y sé que están totalmente dispuestos para esto.
—No saben usar armas, señor—replicó de nuevo el joven—Son solo niños.
—Mi hijo no irá—secundó otro.
—Aprenderán—soltó en seco Conrad y observó a los muchachos sentados en una esquina, que seguramente también estaban escuchando todo esto—Eso harán, ¿verdad?
Mi cuerpo se tensó al escuchar eso, era obvio que se llevarían a Tom, por falta de ayuda y además porqué era demasiado bueno con las armas. Ya, lo daba por echo, pero dejar a mi mejor amigo en manos de este tipo no me daba buena espina, jamás a nadie le había caído bien este sujeto que se había proclamado cómo nuestro líder.
No era para nada complicado, de echo, Jonas, Georgie, Clay, Jane, Conrad, Mis padres, Tom y yo, habíamos sido los pocos que habíamos logrado escapar de las garras del Gobernador, Phillip organizó una búsqueda por nosotros y para evitar lo peor nos separamos por todo el bosque, al parecer ellos habían podido encontrarse hace dos meses. Sin embargo, mis padres, Tom y yo, debido a la mala suerte que siempre nos perseguía, habíamos quedado varados en un campamento desconocido e improvisado, dónde mi madre murió por una cesárea.
Olvidando todo lo antes mencionado, di un corto suspiro levantandome, justo en el instante en el que veía que el líder señalaba a Tom con mucha rapidez. Tenia una opinión que aportar, algo que quizás nos beneficiaría, algo sobre lo que yo y los adultos habíamos estado hablando muy seguido.
—¿Y qué hay de la cárcel?—pregunté.
Tenia entendido que el nieto de Jonas había descubierto la existencia de una cárcel mucho antes de que muriera, justo después de aquella lucha contra otra comunidad, y Conrad sabia de eso. Quizás si nos uniamos con las otras comunidades todo podría mejorar.
—Regresamos a ese lugar hace un par de meses atrás—informó Clay sentándose con rapidez junto a Jane—es un completo desastre.
—¿Y qué hay de Terminus?—volví a preguntar con interés.
—Un tipo volvió de ese lugar completamente loco—volvió a comentar Clay—dicen que mataban a las personas solo para comérselas después.
—Sobreviviremos aquí en el bunker—soltó Conrad con un rostro altanero—Y he dicho que ellos también irán—señaló a los jóvenes y la mayoría de allí bufó con cierto enojo—Eso deberán hacer, si es qué no quieren que sus familias sean desalojadas de aquí.
—No creo que sea buena idea—volví a aportar con serenidad y certeza, de todas formas era muy cierto—Solo supongamos que sean más caminantes de lo habitual—me limité a pensar en lo que sucedería si ellos iban, la mayoría de ellos apenas tenían 12 años y no sabían ni empuñar un arma—Ellos no son soldados, no aprederán en solo unas horas.
El lider fijó su vista en mi y negó por un instante, puede que mi actitud le sea irritante a este sujeto, pero yo solo decía la verdad, en lugar de ayudar, aquellos muchachos tan solo serían un estorbo, si al menos les hubieran dado más tiempo para aprender quizás hubieran servido, de lo contrario no, entonces Conrad solo estaba apunto de llevar a esos chicos a una fosa de muerte segura.
—Aqui harán las cosas que yo ordene—bramó, su mirada se centró en Tom y sonrió—Prepara tus cosas Tom, necesitaremos de tu ayuda para esto.
Apreté mis puños por un instante y Tom asintió con rapidez sin replicar nada, tal vez, porqué ambos sabíamos la clase de castigos qué imponía el líder por desobedecer o traicionar. Sin embargo, aquella situación me incomodaba porqué Conrad era un simple farsante que podía ser capaz de arriesgar la vida de otros solo para salvarse, lo había visto muchas veces, todos habían sido testigos de algo así, pero los adultos aquí solo estaban callados cómo si nada y siempre se habían dejado llevar por este líder.
[...]
—¡Ayudame, Ayudame!
Di un vistazo rápido al lugar pues habían pasado dos días exactos desde que Tom y los demás se habían ido a buscar provisiones y aún no habian regresado. Esperaba que no le haya ocurrido nada malo, a él en especial. Por aquí, todo parecía estar yendo por mal camino, era de esperarse, la gente siempre perdía los estribos.
—¡Por favor no!
Los gritos eran cada vez más fuertes, sin embargo no pude hacer nada por ellos, las personas del bunker estaban volviendose locas por la escasez de provisiones. ¿Qué más podría hacer?, nadie aquí me quiso oír, se hicieron los sordos y por más de que clamé entendimiento no todos me pudieron oír, algunos decían que era una niña y que de todas formas mi opinión no importaba.
Suspiré confundida ante la escena, podia jurar que ellos estaban en buen estado pero ahora parecian locos e incluso se golpeaban entre ellos, y quizás el echo de la desaparición del grupo que traería las provisiones los habia puesto al límite de su cordura, si, definitivamente era eso, no había nada más que influyera en ese comportamiento irracional que tenían pues hasta incluso ellos mismos habían abierto las puertas del bunker dejando entrar a todos los muertos hasta aquí.
Di unos cuántos pasos más, apresurandome y corriendo lo más lejos posible, alejandome del bunker y dirigiendome al bosque para pasar desapercibida. Me detuve solo a ver hacia atrás; el lugar era un desastre, habían muchas personas muertas, muchas caras conocidas, mucha sangre, los pocos que estaban cuerdos habían escapado hacia otro lugar cómo yo, y otros no.
Volví a correr con mucha rapidez, tenía en mente alejarme lo más rápido posible, pero si mi hermano se levantaba todo mi plan se arruinaría y los caminantes se darían cuenta de mi presencia, sus llantos no cesarian hasta encontrar comida, así que tuve que avanzar sigilosamente buscando algún lugar para poder descansar y esperando que nada malo sucediera.
No tenía ni la menor idea de cuánto tiempo había estado yo caminando y llevando a mi hermanito en mi espalda, no tenía ni la menor idea de cuántos kilómetros me había alejado del búnker, pero a juzgar por la cantidad de vegetación que había aquí si me había alejado un buen tramo largo de mi antiguo campamento gracias al mapa que llevaba en mis manos.
Respiré el aire putrido del ambiente cómo si este me fuese a dar más fuerzas para de una buena vez poder enfrentarme a este mundo, sola. Y justo en ese instante mis ojos se abrieron de la impresión al notar la cabaña que estaba frente a mi y sin malgastar ni un segundo me adentré a aquel recinto descubriendo que, efectivamente, no había nada ni nadie que significara un gran peligro para mi.
[...]
Un día después.
Llevando el mapa en mis manos, otra vez, y caminando por las vías del tren dejándome orientar por la luz del sol, pude ver una ciudad no muy lejos de aquí así que me limité a subir a un árbol para tratar de apreciar más la dichosa ciudad que parecía vacía. Habían caminantes esparcidos alrededor, eso era lo único.
Me apoyé en el tronco por un momento logrando observar todo con mayor cautelosidad buscando una calle que nos estuviera tan infestada, el mapa no me proponía ninguna ruta segura. En ese momento, Una calle casi vacía se mostraba entre el cruce del callejón, sería un buen atajo, ninguno de estos devoradores se daría cuenta de mi presencia si yo iba por allí.
Despúes de memorizar el camino opté por usar el atajo, era lo más seguro, llegué rápido hacia una farmacia en la que pude sacar; agua destilada, leche en polvo y un pequeño biberón, era lo único que había allí ya que todo se veía cómo si ya hubiese sido asaltado antes de mi llegada. Por curiosidad, me limité a girar mi rostro logrando observar a mi hermano, él permanecía quieto observando todo con mucha curiosidad desde la cangurera en la que estaba, y solo cuando me vió comenzó a sonreir.
—Oye...—comencé a hablar—no sé si lo sabes pero estamos rodeados de caminantes y sonreir no te ayudará, pequeño.
Lo vi soltar una sonrisa más y comencé a caminar.
Sin embargo mi tranquilidad se esfumó cuando escuché los quejidos hambrientos de un caminante, cuándo éste llegó se situó frente a mi y mientras trataba de morderme saqué mi navaja y la clavé justo en su cabeza, de un solo golpe. La repugnancia que sentía hacia esos devoradores se había desvanecido junto con la sociedad, y esto de matar caminantes se había vuelto muy rutinario.
Me centré en caminar de regreso hasta encontrar la cabaña del día de ayer, y después de algunas horas, llegué. Comencé a disparar a tres caminantes que estaban rondando frente a aquella estancia mientras yo corría hacia el interior y aún con la respiración agitada no me detuve hasta cerrar todo el lugar para luego sentarme y suspirar exhausta.
Preparé el biberón y tomé en mis brazos a mi pequeño hermano, por un instante observé su rostro, se veía tan feliz, muy animado y cuándo tomó aquella sustancia volvió a sonreír. Aún enfocandome solo en él, sentí que nada de esto era justo, definitivamente no lo era, no era justo que un simple niño creciera en un mundo como éste, esto no era justo para nadie.
Unos minutos después su rostro sereno me hizo sonreír, y mientras éste dormía por tercera vez en el dia lo dejé en el sillón, era fácil convivir con él, la mayor parte del tiempo dormia y no causaba ningún problema alguno. Mientras mi pequeño hermano se encontraba descansando me detuve solo a examinar mis provisiones para hacer lo más seguro que se me vino a la mente, me quedaría aquí, hasta encontrar un lugar más seguro.
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