CAPITULO 29: Amigos
Carl Grimes
—Carl.
Michonne simplemente se recostó más en la silla mientras yo me quitaba el sombrero y cruzaba mis manos sin dejar de observarla. Apenas estaba anocheciendo y lo que más me gustaba de estar en casa, era escuchar los consejos de la morena.
—No lo sé, Michonne.
—¿Qué es lo que no sabes?
—Ella salvó a alguien a quién ni conoce—solté—puede incluso ponernos en peligro a todos.
—No seas tan paranoico—pude oír que soltaba Michonne extendiendo la bolsa de cereales, la tomé con rapidez aún sin dejar de observarla—Es su forma de ver el mundo, para ella aún hay esperanza y encuentra apoyo en las personas buenas—solté un suspiro mientras echaba el cereal en un plato—y mantener aquella esperanza en un mundo como este es realmente muy difícil, ella no lo hace con malas intenciones, Carl.
—Sé que no lo hace con malas intenciones, pero sigo sin entender porqué rayos lo hace.
—Colman es así, no puedes hacer que cambie su forma de ver el mundo. Jamás lo lograrás.
—No comprendes Mich—solté—ella se expone a morir creyendo en desconocidos, y eso la hace vulnerable y débil. Además, el chico no me da buena espina.
La morena frente a mi solo soltó una sonrisa leve mientras comía el cereal con lentitud.
—Ya sé que te pasa—pude oír que decía aún esbozando una sonrisa—y con respecto a lo otro, te equivocas—me dispuse a comer mi cereal sin entender nada—Cuándo la conozcas mucho mejor, sabrás porqué lo hace.
—La conozco lo suficiente.
—Aún no del todo—soltó la morena.
—¿Y qué hay del chico?
—Nunca jusguez a un libro por su portada—pude oír que comentaba—deberías darle una oportunidad y conocerlo, no parece ser un tipo malo.
Michonne dejó de verme solo para comer un poco más de su cereal, yo me limité a hacer lo mismo zarandeando mi cabeza de un lado a otro queriendo confesarle algo más. Justo en ese instante, por la forma en la que me veía supe que ya se había dado cuenta de que yo estaba ocultando algo.
—Carl—llamó soltando un sereno suspiro—¿Qué más sucedió?
—Bueno...—comencé a decir con una pizca de nerviosismo—Le dije a Colman que hacer eso la convierte en alguien débil.
—¿Por qué?
—Sé que fue estúpido decir eso Mich, pero no lo sé—me detuve solo para ver hacia otro lugar evitando mirar su rostro de confusión que me demostraba que habia realizado algo malo—simplemente lo dije.
—Vaya—soltó la morena riendo y después de un segundo volvió a llenar su cuchara para comer más cereal de su plato—Estás en un gran lío, chico.
—Lo sé.
—Deberías tratar de arreglarlo.
—¿Cómo?
—Solo dile la verdad—pude oír que decía de forma más serena, ahora ya no tenía una sonrisa burlona en el rostro—sería lo mejor.
—Carl—la voz serena de mi padre nos hizo a ambos detener nuestra amena charla, lo observé con interés esperando a que me diera alguna orden—La despensa se está quedando vacía, pero llevale una de esas latas a Weitman.
[...]
Me detuve por un instante a observar su rostro, debajo de su ojo derecho había un pequeña cicatriz que se extendía desde su frente hasta su mejilla. Sin embargo, el pelinegro se veia totalmente inofensivo y tenía una sonrisa gentil en su rostro, justo como Michonne lo había dicho, no parecía ser un tipo malo.
—Ten esto—aun situado en el marco de la puerta le entregué una de las mejores latas de judías que había en casa, había venido aquí para cumplir con lo que mi padre me habia dicho. Justo en ese instante, solté un suspiro sin despegar mi vista de Colman, la chica acababa de salir de una de las habitaciones de Morgan con una sonrisa—Mi padre dice que comas y descanses, mañana deberás de hablar con Daryl, Glenn o mi padre para decidir en qué tareas deberás participar.
—Entendido—fue lo único que dijo el chico, asenti y volví a observar a Colman, la sonrisa que la chica tenía hace unos instantes se había esfumado totalmente.
Corri hasta mi casa sin despegar mi atención del camino, no me detuve para nada y cuando llegué, solo me adentré al lugar sin hacer ningún ruido.
—¿Lo lograste?
La voz de Michonne me hizo soltar un suspiro y me dispuse a subir las escaleras con mucha rapidez hasta llegar a mi cuarto.
—Carl—pude oir que llamaba de nuevo dando unos suaves toques en la puerta de mi habitación—¿Estás bien?
—Realmente no, Michonne.
[...]
* Dos días después *
(Tn)___ Colman
—¿Estás bromeando?—espeté con confusión y fingiendo enojo—¡Casi me dejas sin un brazo!
Hace apenas unas horas había atardecido y mis tareas por hoy ya estaban listas, debido a eso, estaba planeando dirigirme hacia casa de Morgan para ver a Ramiro, pero Glenn había aparecido desde algún lugar y había logrado tirar una manzana justo en mi brazo.
—¡Lo logré!—soltó.
—Estás loco, Glenn—estallé en risas a su lado aceptando que había perdido el dichoso reto que el asiático me había impuesto—Realmente estás loco, ¡Ni siquiera sé de dónde rayos saliste!
Sacudiendo mi ropa y aún riendo, enfoqué mi atención solo en el alrededor. El lugar estaba en una tranquilidad total a excepción de los que estaban conversando en la torre vigía; Abraham y Sasha.
—Ahora me debes algo—pude oír que decía aún soltando pequeñas risas, se agachó solo para recoger la fruta del suelo y me observó—Ya ha pasado casi dos años desde que llegaste a esta comunidad, ¿cierto?
Observé al coreano con un poco de extrañeza, no tenía ni la menor idea de cuánto tiempo había pasado, pero si. Los dias habían volado demasiado rápido, tan rápido que ni siquiera había podido determe a contar cuánto había transcurrido desde mi llegada aquí, o desde la muerte de Tom.
—Un año y medio supongo, ¿para qué necesitas saber eso?
—Solo por curiosidad—pude oir que soltaba moviendo la cabeza, limpió la manzana que estaba en su mano con un pequeño trapo y me lanzó la fruta con lentitud, esta vez si logré atraparla—Nos vemos luego.
Me quedé quieta por un instante mientras veía que el coreano se dirigía hacia la zona dónde siempre gastaba su tiempo sembrando, desde mi lugar lo observé con confusión pues me había dejado con una pizca de curiosidad.
—Oye Glenn—llamé—¿qué es lo que te daré a cambio?
—Lo sabrás muy pronto.
[...]
—Hey Colman.
La voz del pelinegro me hizo despertar por completo, y dejando de enfocar mi concentración en el cómic en mis manos, pude ver que Ramiro estaba observandome directamente con un libro pequeño en manos.
—¿El arte de la paz?—logré preguntar aún sin despegar mi vista del cómic que estaba en mis manos—¿No es el libro favorito de Morgan?
—Bueno...—comenzó a decir el chico—Me lo ha prestado.
—¿Ya lo leíste todo?
—Aún no acabo—informó con una sonrisa—realmente llevaba mucho tiempo sin leer algo tan impresionante como eso—pude ver que se detenía a dejar el libro en una mesa y me observaba con curiosidad—Tengo una duda.
Volví a observar el cómic que estaba en mis manos tratando de olvidar el amargo momento que había sucedido hace un par de dias. Cada vez que trataba de mantenerme calmada, una sensación gigantesca de indignación se apoderaba de mi al recordar lo que el sheriff había dicho aquella vez en la cabaña.
—¿Sobre?
El chico se levantó y se dirigió hasta su cocina, luego de unos segundos volvió con la lata de judías que Carl había traido para él hace un par de días atrás. Además de eso, en su mano derecha estaba una cuchara y éste saboreaba lentamente el contenido.
—¿Qué tipo de relación tienes con el hijo de Rick Grimes?—pude oirlo decir, lo observé con confusión—¿Estás saliendo con su hijo?
Carraspeé mi garganta para no evitar atorarme al escuchar lo que había dicho, moví mi cabeza solo para demostrar mi negación ante tal extraña suposición.
—No—solté—¿por qué lo dices?
—Perdón—dijo sin gastar ni un segundo—Logré oír todo el lío que armaron la otra vez en la cabaña—pude ver qué por un segundo se detenía a comer de la lata que estaba en sus manos de nuevo—y es inevitable pensar en eso, supuse que tenían algo, ya sabes, creí que eran novios.
Solté un suspiro y me tiré en el sofá que estaba detrás de mi, el pelinegro solo se quedó allí observandome, sabia que seguía teniendo una duda más pues la expresión que poseía su rostro era una de confusión total.
—¿Son amigos?
—Eso creo—solté observándolo—Suele ser muy molesto a veces, pero es un buen chico. Estuvo allí cuando alguien cercano para mi murió, hizo que volviera a tener esperanza en toda esta porquería de nuevo.
—¿Cómo?
—Cuando murió un amigo mío, yo intenté matarme—observé hacia el suelo tomando mis manos con nerviosismo—Carl evitó eso recordándome el único motivo por el que aún estoy luchando.
El chico sonrió y dejó en el suelo la lata solo para dirigir su vista hacia el suelo, al parecer, su lata ya estaba vacía y tenía una leve sonrisa gentil en su rostro.
—¿Y aún así sigues enojada con él?
—Me siento indignada, es algo muy distinto—aclaré—No sé porqué rayos piensa que es mejor abandonar a alguien y no brindarle ayuda, mi papá siempre decía que todos debíamos hacerlo, que entre nosotros debíamos ayudarnos.
—¿Sabes algo?—pude oír que decía mientras se levantaba de golpe solo para dirigirse hacia la mesa de la cocina y dejar su lata apoyada en la estanteria—Sinceramente creo que no deberías de estar enojada con él o sentirte indignada, tu sabes que eres fuerte, no necesitas que alguien cambie tu punto de vista.
Me reincorporé en el sillón solo para observarlo con interés, el chico se sentó frente a mi en otro sillón y volvió a tomar el pequeño libro favorito de Morgan en sus manos.
—Lo que pasó en la cabaña fue un simple desliz por parte de él—mi concentración estaba enfocada totalmente en él mientras hablaba—No creo que después de haberte ayudado con lo de tu amigo, haya buscado dañarte diciéndote eso—pude ver que cruzaba sus manos y se apoyaba en el sillón cerrando los ojos—las personas cometen errores y merecen una segunda oportunidad.
Me enfoqué solo en su rostro intentando adivinar porqué decía cosas así, tratando de buscar porqué estaba apoyando al sheriff sin conocerlo. Cerré el cómic que estaba en mis manos sintiendo que debíamos dar un giro a esta conversación, debiamos dejar de hablar sobre esto ya.
—Hay cosas más importantes que pensar en eso—tiré el cómic hacia otro lado sintiendo que mis ganas de leer se esfumaban—¿No lo crees?
—Entonces cuéntame de ti.
—¿Qué quieres que te cuente?—logré preguntar.
—¿Como has pasado toda tu vida con esos mounstros?—preguntó.
—¿Te refieres a los caminantes?—pregunté mientras lo veía asentir levemente—bueno me caen bien, realmente muy bien.
Cuando escuché su risa no pude evitar reír también, tenía que aceptar que el pelinegro poseía una risa muy contagiosa que hacía que yo volviera a estallar en más risas. Sin embargo después de unos segundos, ambos nos serenamos teniendo en cuenta que era una simple mentira.
—Haz perdido a muchos, ¿cierto?—solté.
—Tu...—pude ver que me señalaba sin despegar sus ojos de mi—Tu...¿A cuántos haz perdido?
Quedé en silencio por un instante enfocandome en el suelo, era un día muy bonito y no se me apetecía recordar lo doloroso que había sido para mi despegarme de un día para otro, de las personas más especiales de mi vida.
—Perdí a mi abuela antes de que el virus se expandiera—me atreví a soltar observandolo—A mi madre le dispararon y a mi padre lo mordieron—tomé mis manos y las metí en mis bolsillos queriendo informar la última muerte que más me había costado superar—Y por último...Un amigo mío murió en las calles de Alexandria, un caminante lo había mordido porqué alguien había dejado las rejas del portón abiertas.
—Realmente este mundo es una estupidez—lo observé directamente al escuchar la última palabra que el chico había pronunciado casi con enojo, Ramiro observaba hacia adelante y apretaba la mandíbula—Yo perdí a toda mi familia hace muchos años atrás y subsistir sin ellos duele, sé que lo sabes.
—Ya, claro que lo sé—solté—A todos les pasa.
—Eh, Chicos—la voz serena y neutra de alguien nos hizo detenernos con rapidez justo unos segundos despúes—Los vegetales no se van a plantar solos, no son mágicos—pude oir a Ramiro reir mientras el pelirrojo seguía hablando—Olivia necesita esos vegetales para la despensa, así que levantense y vayan a hacer algo productivo.
—¡Vamos Abraham!—espeté—Yo ya acabé con mis tareas por hoy.
—Weitman—llamó al chico esta vez más seriamente.
—Hey, yo también—logré escuchar que decía el pelinegro, yo solo reí—Además, ya está anocheciendo.
—Dejanos descansar hoy—solté—prometo que mañana a primera hora esa tarea ya estará lista—me detuve a observar al pelirrojo con un pizca de serenidad demostrándole que cumpliría con lo que estaba diciéndole.
—Mañana—lo vi señalarme mientras adquiría una posición seria, tenía la pinta de haber sido un soldado y con esas expresiones serenas en su rostro hacia que la mayoría de Alexandrianos cumplieran con su tarea—Mañana a primera hora, Colman.
No perdió ni un segundo y se retiró sin decir nada más, debido a su llegada, el ambiente había dejado de ser fatal después de que habiamos recordado a nuestras familias muertas, ahora ambos teníamos una sonrisa en el rostro.
—Es tarde—informé, de un salto me reincorporé llena de energías y lo observé—debo cuidar de mi hermanito.
—¿Qué?—pude oír que preguntaba sin dejar de observarme—¿tienes un hermano?
Desde su llegada, Ramiro y yo habíamos logrado llevarnos bien, sabíamos un par de cosas sobre nosotros. Al pelinegro le gustaba usar ropa de color rojo acompañada de sudaderas negras, su cómic favorito era el de Heathens y además de eso ya estaba por cumplir los 20. Sin embargo, jamás le había comentado que tenía un hermano menor
—Asi es, ya va a cumplir dos años.
—Iré a conocerlo mañana definitivamente.
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