Tengo miedo.
En ocasiones absorbía problemas ajenos, tenía una adicción a ir más lejos de lo que mi estabilidad podía. Quería arreglar las cosas pero no tenía la fuerza para ello.
Quería parar el dolor, evitar que me siguiera consumiendo, pero aunque pasaba meses felices, al menos una vez por semana me sentía en el mismo infierno.
Adie.
Escuchaba el viento soplar con fuerza entre los árboles, sentía que murmuraban cosas valiosas, con el deseo de que alguien les escuchara.
Pero a menudo cerraban las ventanas, con el pensamiento de lo molesto que era el sonido de una corriente de aire inestable.
-Oye, si fueras un zombie te mataría enseguida, te daría un balazo. -Espetó Denis con una sonrisita, no apartó la mirada de su serie que veía en el teléfono sobre su pecho desnudo antes de dormir.
-Qué lindo, mi amor. Yo dejaría que me mordieras, juntos en el Apocalipsis. -Le miré de reojo tras apartar mi teléfono con la serie de My Little Pony.
-Estás bien wey. -Se rió más, dándome la espalda para continuar con su serie.
Vaya, hay niveles para ser cursi.
Traté de no darle importancia, me causaba cierta alegría saber que uno de los dos tenía la cabeza para no romantizar la idea de muertos vivientes. Estiré ambas piernas para sentirme cómodo en mis pantalones deportivos, después reanudé la caricatura.
Estaba fresco en el interior. Denis dormía sin playera así que me daba nervios que no tuviera frío, solo estaba relajado después de un día de trabajo: dormiríamos pronto para hacer nuestra limpieza de el departamento como todos los fines de semana. En ocasiones sacábamos la basura de Gale pues no llegaba a casa por trabajo.
Entrecerré los ojos por la luz de el techo, miré mi panza que ya no estaba hambrienta y consideré solo dormir ya; pero no podía hacerlo si mi esposo seguía libre por la vida con el frío. Enserié mi rostro, tiré de la sábana y miré su espalda en su pose boca abajo con el teléfono sobre la almohada.
Le va a dar frío, es friolento.
-¿Por qué son tan lentos? Me aburren. -Se quejó de los zombis. Estiró su mano a la mesa auxiliar por un chicle azul.
Sonreí como bobo por verlo de perfil haciendo un puchero. Posé mi mano sobre su cadera para hacerlo girar, aunque la punta de mis dedos tocó su piel descubierta.
Denis no tardó en reaccionar. Sus hombros se encogieron y volteó aterrado a verme, como si no fuera capaz de reconocerme en ese momento, solo se limitó a mirar por el espacio de varios segundos, mientras yo me volvía un objeto diminuto que quedó en su paso.
Mi mano quedó en el aire, pero sus ojos oscuros no dejaron de verla con temor.
-Lo siento... -Masculló, parpadeando repetidas veces. Sacudió su cabeza un momento.
-No, sé que no te gusta que te toquen de espaldas. Fue mi culpa.
-No, fue mía, estaba en otro rollo y solo reaccioné. -Me dio palmadas en el brazo para que bajara la mano. Estaba sonriente así que lo hice, lento, hasta dejarla en su espalda donde él quería, pero no pude reaccionar más allá de eso.
-Denis, apagaré la luz para dormir... -Murmuré.
Él asintió. Traté de volver a sonreír, me reincorporé para presionar los botones y así volver a mi posición. La oscuridad descendió sobre ambos, eventualmente el sueño, con dos extremos de la cama llenos y cierto temor a llenar el centro.
Nunca me habían besado sin mi consentimiento, ni tocado partes íntimas debajo de la ropa, mucho menos de alguien cercano a mí en quien confiaba. No sabía con certeza cómo se sentía, solo podía empatizar con el miedo a que te sostuvieran y no pudieras hacer nada al respecto:
Intentaron sacarme un ojo, sin razón alguna.
Amaba a mi pareja, quería ser positivo, sé que él también lo intentaba así que le daba su espacio. Tomé mi propia almohada y la puse sobre mi pecho con la esperanza de calmarme, pensar en animalitos y así dormir como si descansara en una nube junto a bonitas aves. Me induje solito en mi estado de paz, como cuando me teñía el cabello de plata.
La sonrisa con la que dormí se me escapó horas después cuando los gritos de Denis desdoblaron las esquinas de el cuarto, creando un eco que rebotó por todos lados.
-¿Qué, qué pasa? -Me reincorporé con prisa, arrastrándome por el largo colchón para llegar a él. No era la primera vez que se ponía mal.
Estaba hiperventilando. Estiré el brazo sobre él para que me advirtiera llegar, que no reaccionara mal, pero solo se cubrió el rostro con ambos brazos a ocultarse. Recogí mi propia mano con ayuda de la otra para contener mis ganas de tocarlo, quieto, como si me hubieran pegado el alma al colchón.
-DÉJAME EN PAZ, NO ME TOQUES.
Retrocedí. Se retorció como la sábana, su cabello lacio se enredó con el movimiento desesperado de su cabeza por los gritos.
-TE ODIO. TE ODIO. TE ODIO.
Apreté la cobija con ambas manos, deseaba contener ahora mis ganas de llorar pero las lágrimas comenzaron a brotarme como si fuera una noche de lluvia y tuviera grandes goteras en mi hogar.
-YA DÉJAME, POR FAVOR. YA NO PUEDO. No soy yo, por favor, yo no soy así. -Se quebró, en las últimas líneas, era un montón de agua que temblaba por las vivencias de 10 años, algo que odiaba aún como recuerdo.
Fui paciente mientras me limpiaba la cara empapada y le oía respirar con fuerza. Repetí mis acciones con la mano para que él me notara sin necesidad de tocarle, solo me quedaba la esperanza de que hubiese vuelto en sus sentidos.
Cruzamos miradas que le hicieron volver a la realidad. Clavó sus ojos en mi mano y asintió a mi ofrecimiento de abrazarle. Estaba avergonzado, los terrores nocturnos por la idea de que volviera a tener depresión, de que recayera en algo ya curado para el resto de personas, pero una enfermedad silenciosa que se comía a quien la padeciera.
-Ven, vamos. -Le alenté, mostrándole mi dentadura mientras esperaba el abrazo. Giró lento hasta quedar apresado de mis brazos.
-Lo siento, no sé qué me pasa. No he vivido cosas terribles para sentirme así a veces. -Repitió, aplastando su cabeza esponjada en mi pecho. Sonaba todavía muy estresado-. No quiero afectarte a ti tampoco, Adie. Odio ponerte mal.
Levantó una mano sin mirarme y la puso sobre mi rostro para tocarlo y buscar limpiarme los ojos llorosos. Supo por instinto dónde estaba mi cicatriz y la rodeó para no incomodarme. No sabía qué decirle más allá de que lo mencionara en terapia, que admitiera sus recaídas, dudaba que lo catalogaran como recesivo por eso: solo se trataba de el estrés que le acompaña.
Besé su cabeza, con la mente en miles de cosas antes que presente en el momento. Denis se durmió al poco tiempo pero no recuerdo haber pegado el ojo, solo aguardar a que la madrugada se convirtiera en un amanecer que extinguía poco a poco las sombras que había creado.
Nos levantamos juntos a ordenar. Estábamos sonrientes, él se puso una playera enorme y corrió por un recogedor para ir sacando el polvo. Le pedí que fuera a comprar pan a la tienda de la esquina mientras yo ordenaba lo que haría de desayunar.
-Dónde chihuahuas dejé la pimienta. -Balbucí, con los huevos revueltos en la isla y el condimento desaparecido. Arrugué la nariz, sacudí mi pantufla impaciente y abrí cajones como loco.
Vi que no estaba en la alacena. Abrí los cajones de cubiertos o herramientas más grandes donde Denis por estar distraído metía cosas al azar. Golpeé mi palma contra la frente al encontrar la pimienta dentro de el cajón de cuchillos.
-Chale, el que está bien wey eres tú. -Me reí, extrayendo la pimienta junto a un cuchillo para cortar cilantro.
Remangué mi playera de manga larga. La mañana estaba fresca aún, con la tenue luz del día que carecía de rayos de sol. Podía visualizar a Denis andando por la calle, llevando la bolsa de pan, quizás bostezaba y miraba otras casas aún adormilado sin poder diferenciarlas de el conjunto de departamentos.
Traté de pensar en su confusión, tranquilo subiendo escaleras, distraído con el perro afuera de la tienda o el gato que siempre parecía ser portero de nuestra puerta pues dormía en esos lugares. Sonreí con solo visualizar la imagen, me apoyé en el respaldo de la cocina y detuve mis movimientos para calmarme.
Me costaba conciliar el sueño por las noches cuando oía a los gatos callejeros maullar con desesperación por sus territorios. Los ladridos de los perros vecinos a quienes dejaban día y noche en los techos. Y si seguía despierto, las aves se sacudían junto a los árboles para cantar. Las mañanas no me calmaban, eran una serie de eventos que me ponían ansioso porque mientras todos dormían podían ocurrir cosas horribles.
-Canta la canción de Denis, si te sientes muy... -Esbocé una sonrisa por lo tonto que me sentí.
Elevé el brazo en el aire y le miré como un simple trozo de carne. Palpé varias veces para asegurarme de que sí era parte de mí, podía verlo con solo un ojo pero era normal, lo suficiente. Era yo, mi cuerpo.
Suspiré antes de tomar el cuchillo y mirar la punta de este sobre la piel.
Me sentía patético con frecuencia, con una sonrisa avergonzada que no me dejaba tomar decisiones concretas.
Nunca arreglé los problemas de mi familia, pensé en eso mientras visualizaba el corte vertical. Posicioné bien el cuchillo e hice presión antes de rasgarlo.
-¿Adie?
Pegué un brinco del susto que hizo solo un rasguño en mi brazo, de el cual apenas salieron dos diminutos puntos de sangre. Tiré el cuchillo al suelo y me centré en la cara de Denis que veía mis manos con el mismo terror que anoche.
Él está aquí.
-¿Qué hacías? -Habló, dejando el pan sobre la mesa mientras daba cortos pasos hacia mí. No cerró la puerta que daba al pasillo-, Adie.
-¿Cuánto llevas ahí parado? -Negó con la cabeza a mi pregunta, cabreando mi sonrisa-. No, mira, yo no...
Retrocedí con ambas manos alzadas. Él se hallaba confundido viendo mis movimientos, como si notara la anormalidad tanto en ellos como en mí mismo. Choqué con la cocineta y extendí mis brazos para que no se me acercara, que se tranquilizara antes. Parecía un sonámbulo.
-Era un corte vertical, la-la vena allí -hizo una pausa al tartamudear, levantó los ojos llorosos hasta mirar al mío, me hicieron sentir culpable-. Ese corte puede matarte de inmediato, lo sabes.
-Oye, no te sientas...
-¿Te quieres morir?
Sostuve su cabeza con ambas manos y comencé a soplar en su rostro para darle aire. Sentí que se caería en cualquier momento, traté de sonreírle y pedirle que cantara su canción para no sentirse mal pero me miraba como si viera a un extraño.
Pasé mis dedos por sus ojos que comenzaron a lagrimear y le repetí que me perdonara.
-Adie. -Gimoteó, levantando sus brazos para tocarme también la cara, pero me alejé al ver sus manos llegar por mi punto ciego.
Insistió en tocar mi rostro, tambaleamos juntos antes de que le rogara que no lo hiciera. A menudo describían a Denis como alguien sombrío y poco expresivo, que siempre tenía la misma expresión seria que lo hacía parecer arrogante, pero si se trataba de mí él quería darme más atención que a cualquier desastre que nos rodeara.
-Shh, shh, respira. Vamos, toma aire, lento. -Insistí, dejando que el peso de su cabeza se apoyara en mi brazo. Con mi otra mano le guié al sofá.
Tomamos asiento, traté de recostarlo allí mientras seguía echándole aire pues parecía completamente ido. Él tomó mis dos manos y las juntó sobre su pecho sin querer dejarme ir. Nuestra mañana azul se silenció un tiempo, sentí que hablamos sin mover las bocas.
-¿Por qué estás tranquilo? ¿Qué te pasa? -Me cuestionó, la voz le temblaba aunque la mía lo hacía con más intensidad.
-Olvídalo, ¿sí? Solo, me asusté.
-¿De qué? Dímelo, deja de no decirme que te sientes mal. -Insistió, tirando de mis dedos para que me acercara más a él. Traté de no irme de boca sino permanecer sentado sin aplastarle, pero sus jalones hicieron que poco a poco mi cuerpo aplastara su pecho.
Quiere abrazarme.
-Lo siento, en serio, no quería... -Me removí, pero se negó a soltarme.
No me abraces, por favor.
Apreté los párpados con fuerza hasta que caí por completo en él, sus brazos me rodearon con fuerza para que no me alejara. No pude contener mi llanto así que solo estallé.
-Tengo miedo de que el calentamiento global empeore y nos deje sin comida, o que se desate una guerra civil dentro de cinco años y pierda el negocio, me asusta que siga vivo y te mueras, o se muera alguien que me importa -escupí, cerrando mis puños mientras arrugaba su playera y daba golpes a su pecho-. Quería cambiar las cosas, aportar cosas buenas, que el mundo dejara de ser como es. Pero me asusta que por seguir vivo las tragedias no dejen de venir a mí. Siento que todo lo que tengo está destinado a terminar mal.
Me siento como un vidrio roto que lastima a quien intenta recogerlo.
-Mi juicio se cerró a la idea que o muero yo, o mueren todos. No encuentro otra solución. Y sabes lo que prefiero. -Me lamenté, incapaz de verle al rostro. Me sentí como un animal raro echado en una jaula, me veía la persona que más me importaba y eso me hacía sentir aterrado de sus reacciones.
De mí mismo.
Metió sus dedos entre mi cabello. Dejó que golpeara repetidas veces su pecho mientras soltaba el llanto.
-Perdóname por no decir nada de utilidad, pero comienza a hablarlo conmigo. Adie, no estás solo, también tienes amigos, tenemos a Gale que aunque hace chistes horribles sabes que lo entendería. Empieza a soltar las cosas que sientes -balbuceó entre dientes, tratando de no estallar él también.
Aplastó mi cabeza con ambas manos como tratando de masajear mi cráneo, yo no pensaba más allá de la migraña que seguía en aumento.
-Pero no busques acabar con tu vida, por favor, eres muy importante aquí en el mundo, para el mío y el de mi familia. No es tu momento de convertirte en un bonito recuerdo, aún no, Adie.
Me costaba visualizar futuros tranquilos, no podía conciliar el sueño imaginando que una noche me llegaría una noticia trágica, o solo pensar en algún gran animal masacrando gatos por la noche. Escuchaba el caos como si estuviera cerca, al inicio me hacía sentir incómodo, después mi estrés aumentaba y cada segundo se convertía en un terror que me deprimía en silencio.
Era como si mis sentimientos se devoraran a la persona que estaba debajo de mí, hasta el punto en que no me reconocía.
-No puedo detenerte de las cosas que quieres hacer, me preocupa no siempre estar ahí por trabajo, pero oye, escúchame -insistió desesperado, levantando mi rostro de su pecho con ambas manos. Apenas me podía sostener, yo sentí que no podía ni hacer que mi cuerpo tuviera la fuerza para mantener la cara en alto-. Si te mueres se acaba todo, la posibilidad de que las cosas cambien, de que pase algo inesperado y esto sea bueno. Tú me lo dijiste, que querías ver si morías joven o descubrías la inmortalidad. Que cada día había una nueva oportunidad de cambiar.
No sé si puedo soportarlo tanto tiempo.
-Si te vas, se acabarán todos tus momentos conmigo, con mi familia, con quienes se preocupan por ti. Se quedan tus caricaturas, tus dinosaurios; a tu perro Pipe no le gustaría que lo acompañaras si dejas atrás otras miles de cosas que amas, como el café o el pan dulce.
Extraño mucho a mi perro.
-No me lo estás pidiendo, pero me quedaré aquí, ¿de acuerdo? No lo hablas en terapia, ¿verdad? Hazlo, Adie, te cuidaré como tú me cuidas a mí. -Repitió, dejando un beso en mi frente la cual siguió tocando mientras echaba aire y me enredaba el cabello. Sentí que ambos llorábamos con la mente en otro lado.
Depresión se hizo bolita en el sofá, conmigo, toda la mañana y parte de el medio día. Teníamos diversas responsabilidades pero nos quedamos allí, a dormirnos por minutos y continuar charlando de las cosas que sentíamos.
El suicidio era común en personas mayores de 20 años. Yo no era un síndrome ya, la razón por la que viví tantas cosas, pero no sabía porqué eso me hacía sentir tan asustado.
-No puedes irte antes que yo, ¿vale? -Me hizo prometerle, extendió su meñique el cual correspondí.
-No lo haré otra vez. -Prometí, volviendo a estallar en llanto.
Yo era alguien que absorbía sentimientos ajenos pero no sabía cómo expulsarlos, como una esponja que se llena de agua pero es incapaz de exprimirse sola. Si alguien estaba feliz, le imitaba. Si estaban enojados, yo también me sentía molesto. Si Denis estaba intenso por las noches, se volvía una insistencia mutua por solo tener relaciones.
Era como un espejo que reflejaba desde lo más mundano y gracioso hasta ideas completamente opuestas a mí. Él me dio luz verde para hablar, tal vez nunca pararía por no hacerlo durante tanto tiempo, pero me dijo que viboreara cuando estaba estresado y llorara cuando me sentía mal.
Extrañaba a mi perro y a muchos otros, pero tampoco quería extrañar a quienes estaban conmigo y no me acompañarían pronto en otra vida.
No quería dejar así a quien más amaba, aunque el miedo me hiciera sentir que era difícil sobrellevar mi propia vida.
-Estamos bien weyes. -Chillamos toda la tarde también, bien pendejos por dejar la puerta abierta esas 10 horas en las que pudieron entrar a matarnos o robarnos.
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Ay, había planeado subir otros extras antes pero sentí necesario subir este primero. Igual anoche recordé el día de prevención al suicidio y me acordé de que tenía este extra de Adie y Denis.
La verdad es que estos dos han pasado cosas terribles por separado, pero tratan de apoyarse para que ninguno tire la toalla. El anterior capítulo de Gale igual muestra que en el grupo de amigos todos se quieren dar de baja por diversas razones.
Nunca pensé que pasar de el pensamiento suicida a la acción consistía en tan pocos pasos. Quiero creer que las cosas pueden cambiar un día, lo deseo, espero ustedes también.
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Tienen un comentario al respecto? :')
Igual perdónenme por no haber subido extras estos días, estaba entre estudios y las nuevas historias AAAAAAH. Les amo mucho, igual aquí les dejo ilustraciones los novios:
~MMIvens.
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