Logros ajenos.

El tiempo no esperaba a nadie, por eso vivir pensando que el presente era lo único que existía me causó tanto estrés.

Pensar que si alguien no me amaba en ese momento mi vida se terminaba, o si no lograba tener un día productivo, o solo pensaba en el semestre. Como si no hubiera más tiempo, como si fuera a morir pronto.

Cuando en realidad había mucha vida, o bueno, tal vez unos cuantos días, ¿pero valían la pena si los pasaba con tanto dolor?

Inder.

-¿Ah? A la madre, ¿quieres consejos para recordar los antibióticos de la subunidad 50s? -Leí el comentario, achicando los ojos debido a la poca iluminación que usaba para hacer directos nocturnos-. Espera, tengo un truco, puedes pensarlo en comparación a la subunidad 30s que es menor. La 50s es mayor, haz un juego de palabras, mayo-macrólidos. Y para recordarlos todos piensa en MaCCroLILIdES. Déjame te lo escribo, aunque faltan unos pocos estos son los básicos.

Ma-crólidos.
C-loranfenicol.
C-etólidos.
Li-ncosamida.
Li-nezolid.
Es-treptograminas.

-"Gracias, papu" -leí el comentario, con una sonrisa-. Gracias a usted, caballero. Espero el directo les haya gustado, ya oscureció el día y tengo que preparar la cena y vagar por allí. ¡Oh, gracias Aby por la donación! Te contactaré mañana para enviarte tu gorrito de flor. ¡Adiós, banda, nos vemos si el pito quiere!

Corté la transmisión, retorciéndome en mi silla por el dolor en los brazos y piernas de haber estado horas en la misma posición. Estiré mis manos para cambiar las luces led por un color azul y aparté mis hojas con apuntes de la tesis mientras pegaba un grito ahogado. Estaba exhausto, me sentía un anciano con deudas y apenas cumpliría 25 años el próximo mes, diciembre.

Pero editar y grabar alguien tiene que hacerlo.

-AAAAAAH. -Grité una vez más, forzándome a volver en mí e ignorar el dolor en mi abdomen por no haber comido aún.

-Pinche, wey. Cállate a la verga. -Gritó Edu al cruzar por la puerta de mi habitación. Giré con la silla de rueditas para verlo feo-. Haz, algo, inútil. Cocina que tengo hambre.

Miré a el tipo con hamburguesas de más y lentes cuadrados. Le saqué la seña de pito antes de decirle que mejor cocinara con sus propias manos o pidiéramos algo.

Él acababa de terminar su directo, era mi colega del yutu así que compartíamos estudio desde hace un año cuando mi madre me dijo que debía moverme a un lugar más céntrico.

-No seas puto, anda. -Insistió, sacudiendo su bebida energética mientras me rogaba porque el puerco de Edu aparte de sucio, flojo, pero solo conmigo, porque sabía que si me insistía un poco yo aceptaba.

Usa mis traumas el pendejo.

-¡Tú cocinas bien! ¡¿Quieres que vuelva a hacer quesadillas sin queso?! ¡¿EH?! ¡Wi, wuuuu, aquí viene la quesadilla frita! -Me paré para asustarlo, sacándome la bata blanca que aprisionaba mis brazos. Yo estaba más alto así que solo retrocedió negando con la cabeza hasta sacudir su barba-. ¿Entonces?

-Pediré sushi, Inder, compadre. Yo pago. -Optó por la mejor opción.

Entró al cuarto, empujándome mientras se echaba en mi cama y texteaba. Me tumbé a su lado igual a mirar mi teléfono, tratando de revisar todas mis notificaciones mientras hacía algunos ruidos de incomodidad por el sentimiento que me ponía ansioso ese día. Edu dijo que parecía pollo.

-¿Qué te pasa, wey? Andas bien alterado desde la mañana. Me das pelusa. -Me cuestionó, mientras yo pegaba otro gritillo.

-Se está casando mi ex-mejor amigo. -Balbucí, dejando caer el teléfono en mi cama mientras sacudía las piernas de el estrés.

Me habían invitado, bueno, a mi familia para ser más preciso. A esta hora era la fiesta, había comida y mi madre me enviaba fotos de el evento cada cierto rato preguntando si no pasaría al menos a dejar dinero como regalo de bodas.

Parte de mí aceptaba que debía desearles lo mejor, la otra parte me metía el temor de haber sido invitado por cortesía pero todo menos realidad, no me parecía apropiado aparecer en el día especial de una pareja a quien pude terminar de quebrar. Porque pudieron perdonarme las cosas, pero no querían más de mí.

-¿El que antes era Depresión? Pero ya no te gusta, ¿no? -Edu apagó su celular y lo dejó sobre su panza para seguir la charla conmigo-. Es que eras bien ojete, ¿pero qué te importa ya? ¿Te invitaron o qué?

-Pues sí. -Me encogí de hombros, sacudiendo mi cabello con una mano.

-Tienes alta suerte en el amor. ¿Qué pasó con tu ex? ¿No tienen indicios de volver?

-Me tiene bloqueado y ya lleva una relación de cuatro años. -Me limité a sonreír aunque algo cabreado. Al menos le había ido bien a Híper, a mí no me gustaba así que saber que alguien pudo quererlo tal cual era me tranquilizó.

-Estás mejor soltero. -Trató de animarme, le di la razón, era un desastre como pareja. Edu ajustó sus lentes como si fuera a darme terapia antes de proceder, echando tremenda tos que parecía haber sido un terrible virus que me asqueó-. La cosa no es si vas o no vas, el pedo es que algo te hace sentir incómodo, te molesta, ¿no? Recuerda las clases, si te sientes así es porque tu cuerpo te manda señales de lo que cree el subconsciente.

-Ajá, ¿y?

-¿No olvidaste algo o te incomoda cierto detalle que pasaste por alto? ¿Nada de nada, hablar con alguien? -Insistió, tocando su barbilla. Yo hice lo mismo con la mía antes de sacar una conclusión.

-Iré a darme una vuelta, mejor.

~•~•~•~

No me cambié de ropa, estaba bastante decente aunque no formal, no recordaba lo que era usar camisas blancas más allá de usar mi playera negra y la bata del laboratorio. Le avisé a mi madre media hora antes que pasaría por el plato y lugar que me apartó, dijo que había mariachis por si me quería unir a cantar.

La música ya la dejé, linda experiencia pero no es algo en lo que tenga el mismo interés ahora.

Tomé un autobús, pensando lo menos posible en las cosas que fueran a pasar aunque comenzaba a crearme escenarios imaginarios para saber qué responder a cualquier persona que me hablara en el lugar. Por la dirección supe que era la casa de Theo, yo no sé cómo demonios entraría allí después de no haberle dado la cara desde su graduación en L.A.

En resumen, hasta la pija me temblaba del miedo.

Pasé por la caseta antes de entrar al residencial privado. Habían varias casas enormes y un kiosco con columpios y niños corriendo alrededor. Pregunté por la dirección, me enviaron a la calle final donde la música de el sitio contrariaba el sonido natural del viento y los insectos.

Metí mis manos en la sudadera mientras soltaba una nube de vaho entre la leve niebla. Estaba fresco, aunque dentro seguro haría calor por la multitud así que traté de armarme de valor. No sabría nada si no hacía las cosas por miedo a mis inseguridades.

-Vamos, puñetas. -Me animé, golpeando mi pecho mientras subía los tres escalones hasta llegar a la puerta metálica que protegía la entrada principal.

Aquella puerta estaba abierta, habían algunos invitados en la parte baja donde se estacionaban los vehículos. El jardín era enorme y lo supe con solo ver un espacio que llevaba al sitio, pero cuando crucé la segunda puerta que también aceptaba a todos vislumbré el resto de áreas verdes a través de los ventanales.

Llovió casi todo el día así que todos estaban en el interior. Theo cuidaba la entrada desde las escaleras así que me vio cruzar con asombro, yo estaba embobado con la casa toda bonita de blanco. El ex-presidente elevó una mano, inseguro, como dándome la bienvenida.

-Hola... -Murmuré. No me escuchó pues se distrajo con Diana, quien posó sus manos sobre el hombro del otro para captar su atención y hablarle de algo más.

En mi vida no quedaban personas del pasado que fueran cercanos a mí, solo conocidos o la forma de amigos con los que no hablas ni están interesados en acercarse más. Solo quedaban familiares y mis padres. Era raro, pero al final del día, uno siempre era la pena de su yo del futuro, así como me avergonzaba de sentir que el mundo se acababa por ellos hace años.

Al final, todos están bien, y si yo no lo estoy es porque debo llevarme a algún lado.

Miré la cantidad de mesas hasta distinguir la que tenía más decoración, la de la familia que festejaba, aunque solo vi platos allí y supuse que estaban regados por el resto del lugar. Me aproximé a la mesa de mi mami para darle su beso en la mejilla y preguntar por las enchiladas servidas.

-Dios, Inder, ni te peinaste. ¿Quieres darme vergüenza? -No tardó en revelar los dientes de la molestia. Me mandó a pedir el baño para mojar mi cabello, yo hice muecas mientras me retorcía sin poder rechistar-. Ve a peinarte esas greñas, te cubren toda la cara. No dejes que Eirín te vea así, qué oso.

Me dio un empujón para que fuera al baño señalado, se dividía de la sala por una pared alta que daba espacio a las escaleras. Rodeé algunas plantas decorativas mientras sacudía mis manos y rozaba a otros invitados para caminar sin patearlos. Estaban bailando y yo era muy grande que si pisaba a alguien mi madre me sacaría a nalgadas.

Chale, mi amá aún me controla.

Me quedé tieso cuando distinguí a un wey de lentes salir del baño, supe por la lágrima en su ojo que debía girar y fingir ser parte de la pared. Aunque él no era idiota, así que mejor di media vuelta y me desvié para que no nos topáramos de frente.

No sabía que seguían teniendo la amistad, pero me incomodaba muchísimo sin razón alguna.

Comencé a rezar por no tener conflictos ahora. Esperé, pegado a una pared, fingiendo ser cualquier otro invitado colado. Él solo pasó de largo para regañar a unos niños en la mesa de regalos.

Jugué con mis dedos un rato, sin saber qué hacía realmente. La espina que sentía entre los dedos quizás saldría en algún momento, pero el saber que una simple astilla podía pudrir a un árbol desde su interior me hizo temer a no conseguir expulsar esa incomodidad.

Yo he hecho las cosas mal.

Liberé un poco de aire, levantando la cabeza al ver el cabello negro pasar. Su estatura no le permitió notarme, parecía ir con prisa a saludar a algunas personas, mientras se quitaba su saco blanco para quedar solo con el chaleco.

Apresuré mis pies a seguirlo. Quería darle mis buenos deseos junto al dinero que mi madre me recomendó que diera, seguro lo necesitarían. Elevé una mano para llamarle por detrás.

-No lo toques de espaldas.

Adie me tomó la muñeca. Denis siguió de largo sin notar lo qué pasó atrás, pero el chico que se teñía de plata me miraba con más tristeza que molestia.

-Perdón, solo iba a... -Traté de calmarlo, pero me apretó con más fuerza como si no pudiese soltarme. Arrugué el entrecejo pero cambié mi expresión al percatarme de la situación por su mirada.

No tocar, seguro solo a él le contó a detalle.

-Lo siento mucho. -Recogí mi brazo, sosteniéndolo yo mismo mientras me disculpaba con Adie.

-No, perdóname si te lastimé, ah. Es solo que no le gusta que lo toquen si no ve, puede asustarse. -Murmuró, no supe si ambos hablábamos bajo o eran los mariachis en el segundo piso que no nos dejaban escucharnos bien. Traté de sonreír, igual que él, aunque sabíamos que estábamos todo menos felices al recordar aquello-. No quería...

He hecho las cosas tan mal.

-Adie, está bien que lo hicieras, gracias por detenerme. -Insistí, ocultando mis manos dentro de mi sudadera mientras deseaba solo cortarme los dedos por recordar las cosas que hice con ellos. Era lo único que cambiaría si pudiera volver al pasado.

-Lo siento. -Se limitó a decir, decaído. No parecía querer hacerme sentir mal apropósito, pero que lo hiciera de todas formas nos hizo sentir mal a ambos.

Miré la salida a mis espaldas, y a un costado otra puerta que guiaba al jardín. Miré a Adie de reojo antes de decirle que necesitaba tomar aire. Dejé en sus manos los billetes que tenía y me alejé, pero me siguió como si fuera un perrito al que le invité unos tacos en la calle.

No sé cómo terminé irritado sobre el césped y a un costado un tipo al que le brillaba solo un ojo en la noche cual esfera de luz. Giré la cabeza a él con molestia para decirle que no era necesario seguirme, pero continuó allí parado sin decir nada.

-Vuelve, en serio. Es tu fiesta, yo solo necesito pensar. -Expliqué, sentándome en el piso seco que se inclinaba como una rampa hacia el césped.

-Yo también necesito aire. -Comentó, sentándose a mi lado antes de echarse por completo en el piso sin importarle su traje. Solo con los ojos cerrados como si fuese a tomar el sol.

Denis, siempre tuviste gustos peculiares.

Toda acción tenía una consecuencia ya sea a largo o corto plazo. Haber sido un huracán como lo era antes dejó amistades que nunca arreglaría, personas quienes no querían volver a verme, amigos a quienes yo no volvería a ver aunque lo deseara e incluso un estómago sano por haber abusado de ciertas sustancias. Las heridas que no se trataban a tiempo quedaban abiertas para siempre.

Sabía que debía llevarlas conmigo y tratar de darles el mantenimiento necesario para que no se infectaran y así no causaran daño a nadie ni a mí mismo, pero tener la fuerza para hacerlo solo era un revoltijo de emociones que a veces me hacían colapsar. Porque era difícil tratar con un disgusto que te merecías, o la idea de que no podías disculparte con alguien que ni siquiera vivía ya.

Me eché de espaldas también, observando solo la noche donde apenas se distinguía la luna de a ratos y ninguna estrella por las nubes, como si con solo mirar pudiese conectar lo invisible.

Suspiré con una leve sonrisa, recordando al bebedor de Cán que se posaba en los exteriores con su bebida a ver la noche como si él fuera la estrella. Era alguien que pensaba como un niño pequeño a veces, no le buscaba mucha lógica a las cosas que podía resumir con "me hace sentir bien" o solo "lo odio".

Cáncer me recordaba que a veces los problemas se resolvían tan fácil cuando me reía con un meme de las putas no lloran. Y se lo agradecía, aunque me doliera imaginar que me esperó sin haberme visto nunca.

Dejé que el piso roñoso debajo de mí me abrazara hasta quitarme las fuerzas para levantarme.

-Lo siento, Adie, por haberte hecho sentir mal aquella vez. Solo pensaba en mí, fue un arranque egoísta. -Murmuré, llevando mis manos sobre mi pecho para calmarme un poco.

-No te preocupes. Yo a veces quisiera explotar de la misma forma. -Escuché su voz serena. Giré el rostro a mi izquierda para ver su perfil, tenía los ojos cerrados mientras respiraba tranquilo-. Creo que en algún momento de más pequeño pude haber llegado a ese extremo, pero ni siquiera tenía los huevos para mandar todo al carajo y priorizar lo que quería.

-Me pasa ahora. Ya me programé para entrar en la normalidad.

-Siii -alargó la I, girando su rostro a mí-. Es como que ya sabes que debes seguir cierta rutina y tomarte un tiempo a solas para poder controlarte.

-¡Ah, eso! Yo me encierro en mi cuarto para gritar porque mi compañero se emputa, ya luego salgo todo fresco. -Expliqué, irritado de solo pensar en el pinche Edu.

-Yo a veces levanto las manos y finjo que pateo a mi esposo con los dedos. -Retorció sus manos jaloneando sus cabellos para desahogarse de sus corajes-, y después "tranquilo, Adie, tranquilo, él te gusta". Tranquilo o me mato.

-Verga, eres medio emo. -Me miró extraño tras hacérselo saber, pero choqué puños con él para decirle que era igual. Seguro Cán nos habría pateado a la verga a ambos.

-¿Qué música escuchas? -Me preguntó, parecía contento de hablar conmigo.

Extendí mis manos para contarle con pasión al menos lo que me gustaba escuchar ahora en lugar de tocar. Él habló también de sus gustos. Charlamos varios minutos de cualquier tontería mientras nos sorprendíamos de los gustos que compartíamos. Adie era alguien genial, positivo, sensible, y transmitía cierta calma que me hacía olvidar dónde estábamos.

Tenía un ojo blanco, una enorme cicatriz y dedos con quemaduras junto a heridas visibles en sus brazos. Pregunté al respecto y dijo que solo eran por los trabajos que realizó de joven. Traté de sonreír cuando no me lo contaba como si tocara un tema sensible, sino de algo que ya había pasado y estaba tratando.

Era la conversación que necesitaba, y que aún con el viento helado no me importaba escucharlo allí por horas. Le había arruinado tantas cosas pero compartir un mismo espacio me tranquilizaba.

-Eres un buen chico, Adie. -Solté, recordando que él me trataba a mí como uno.

-Tú pareces un buen amigo, Inder. -Me animó.

Ojalá Insomnio te hubiera conocido mejor, creo que habríamos sido buenos amigos.

Que mi yo del pasado fuera una vergüenza para mí me hacía sentir que había un cambio. Deseaba pensar eso de mí mismo en unos años, que el yo de ahora también era un tonto, porque al final replantearse cada día podía mostrarme que aportaba un grano de arena para un cambio aún invisible.

Y quizás, todo estaría mejor así.

-¿Qué haces aquí?

Levanté los ojos a Denis, quien se ponía de cuclillas para darle un beso a Adie en la frente mientras le hablaba tierno. Me quedé paralizado sin saber si moverme o esperar a que me reconociera.

El teñido lo tomó de ambos brazos para detenerlo y enviarle señales con la mirada para hacerlo voltear. Sus ojos negros se encontraron con los míos. Le borré la enorme sonrisa de inmediato para cambiarla solo por una de cortesía.

-Buenas noches, Inder. -Se limitó a decir.

-Felicidades, Denis. -Le sonreí, manteniendo la calma.

Nos miramos por un largo silencio. Las prendas blancas contrastaban con su cabello, no se veía tan distinto a la última vez que lo vi en persona más allá de los breves comentarios que hacía sobre mi trabajo. Seguía siendo lindo, me avergonzaba aún que me mirara tanto, pero más que verlo de esa forma por viejos sentimientos era una sensación extraña de admiración.

Me parecía una persona increíble en todos los sentidos, así que solo sonreía como bobo pensando en lo bello que se veía alguien que manejaba tantas cosas en su vida sin dañar a otros. Quería ser igual algún día.

Pero me dan unas perras ganas de decirle a Adie "me gusta tu vieja" solo para jugar. Así que contrólate, pinche perro de Inder.

-Gracias. -Denis dejó solo una palmada en mi cabeza antes de tomar los brazos de Adie y tirar de él para levantarlo-, perdón que me lo lleve, mi mamá quería darle algo.

-Está bien, no te casas todos los días. -Le asentí a Adie. Él solo me sonrió con una mano elevada mientras Depresión lo arrastraba hasta conseguir ponerlo de pie. Sí era medio raro pero era mejor que cualquier otra persona que hubiese conocido.

-¡Suerte con tu canal! -Gritó Denis una vez más.

-¡Gracias!

Adie recargó todo su cuerpo en Denis, mientras charlaban bajo al volver al interior y mantenía esa sonrisa vaga que los hacía ver en su propio mundo. Fue lindo ver algo así, a mi amigo le habría gustado, a mí solo me quedaba ver orgulloso por él.

La vida no perdona a nadie, no espera a nadie, no le da nada a nadie. Solo es un suceso inesperado, y es un milagro cruzarte con ella y sus consecuencias, y si llegas a intervenir con sus planes, es tu deber aceptar lo que sea que le arruinaste.

-Ojalá seas feliz para siempre. -Murmuré, viendo a Denis de espaldas sin recordar a Depresión.

• • •
AAAAAAAAAAH.

Inder, casi 25 años y aún carga con la consecuencia de las cosas que hizo a los 16. La vida a veces toma muchísimo tiempo por las cosas que nosotros pudimos arrebatarle.

Adie e Inder habrían sido buenos amigos si se hubieran conocido antes, seguro se habrían apoyado mutuamente. Pero al menos ahora Inder ya sabe conocer mejor a las personas y tratar con ellas.

Le desea felicidad a Denis, sin sentir la necesidad de brindársela él, solo observándolo pues sabe que su ex amigo es lo suficientemente capaz de hacerlo él solo.

¿Qué piensan de Inder? Insomnio Puagh GAHAHAHA.

¿Qué tal Adie? Tenía unas cosas que resolver con Inder.

¿Y cómo han estado? ¿Algo que quieran comentar?

Espero les haya gustado este extra. :') Yo lo necesitaba en mi vida.

~MMIvens.

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