Cierra los ojos y respira el momento.

El autoengaño son sueños idealizados que creímos se volverían nuestra realidad.

Pero yo un día desperté, y estaba cansado de mentirme a mí y al resto. Aunque cuando me bloqueaba, estos volvían a aferrarse a mí.

Daltonismo Acromático.

Cuando me metí a bañar, había una cucaracha muerta sobre el azulejo. La rodeé, no le di importancia, me dije que la sacaría cuando terminara mi ducha. Pero tras unos minutos un poco de agua la mojó, y movió un poco sus patas.

—Vete al carajo, maldita estafadora —la miré amenazante. El shampoo se resbalaba por mi frente, el frío de los alrededores y el calor del agua ponían mis sentidos de punta—. Estabas viva. Te pisaría si no estuviera descalzo.

El sonido del agua continuó cayendo a los lados, me sentí en una película vieja japonesa de esas que muchos decían no tenían color. El ambiente me pareció terrorífico, solo gotas y las patas moviéndose junto a mis pupilas. No pude controlar mi pierna y la pisé hasta sentir cómo mi planta se despedazaba.

—Oh, mierda. —Y desperté.

Me llevé las manos al pecho por inercia, y tuve escalofríos al recordar cómo carajo pisé una cucaracha estando descalzo. Escuché los leves sonidos de un centro lejano, y el tono oscuro en la habitación se extendía para indicarme que mi alarma sonaría pronto.

¿Esto era un mal augurio? Maldición, no sirvió la limpieza que me hicieron para deshacerse de esos sueños rancios.

Reparé en mi celular sobre la cama que no dejaba de vibrar. Sus luces me entretuvieron y pensé dos veces antes de contestar, pues en la pantalla se veía el nombre de Diabetes junto a su fotografía usando lentes de sol y una sudadera.

—¿Qué? —Mascullé.

—Ay, buenos días, PAPÁ —se oyó sarcástico, era extraño que estuviera despierto tan temprano. Rodé los ojos—. Cabrón, la madre de Cáncer quería hacer algo por él hoy ya que es su cumpleaños. Ponte los pantalones y espera más tarde a ver si nos invitan a comer o a chupar. Es GRATIS. —Enfatizó en la última palabra.

—Ah. —Mis ojos se cerraron por inercia, la falta de sueño me tenía fastidiado al punto de no mantener la cabeza en su lugar.

—¿Cómo que "ah"? No mam... —Corté de inmediato al ver que ya eran las 6:00 am.

Por supuesto que no iría al cumpleaños de un tipo que usaba stickers de cucarachas justo después de tener una pesadilla con ellas. Me pareció escalofriante cómo funcionaba el mundo, pero al mismo tiempo me valió verga y tomé mi sudadera para salir de casa y proseguir con mis sábados.

"No distinguía colores."

Cuando alguien me preguntaba si acaso los recordaba, usaba las mismas respuestas: la verdad no, a la verga. No me importa nada, pendejo. Y no te agradezco por preguntar

Pero sí los recordaba, en cada movimiento que realizaba debajo de la luz, el calor gris del sol, los ojos del gato en la esquina, los roces de mis tenis y el sonido de la música en mis audífonos cuando andaba en patineta por las largas calles de la ciudad y me olvidaba de mí mismo.

Me tensaba por el frío, tragaba aire y doblaba un poco las rodillas para desviarme del camino principal. Me gustaba cuando las cosas pasaban rápido, nunca fui alguien paciente con las cosas ajenas a mí.

Cerraba los ojos, respiraba el momento, y volvía abrirlos para sentir que el color regresaba a mí aunque fueran solo unos segundos de ilusión. Entonces centraba mi vista al frente y trataba de no golpear contra autos o imbéciles.

Cada mañana de sábado debía empezar así: pararme a las 6:00 am, salir a recorrer las calles, tomar un jugo de zanahoria y volver a casa antes de las 8 para trabajar en bocetos de mi escuela de artes a la que asistía pocas veces por semana.

Me gusta de cuidar mí mismo, planificar mi futuro y esas cosas.

—¡Linda mañana, Dal! —Una vecina en bañador levantó la mano para saludarme, y apuntó su manguera hacia sus hortensias.

Puse mi mano en alto sin voltear, no iba a tropezar por esa chismosa. Vislumbré el carrito de jugos, a su empleada que posaba las pequeñas mesas alrededor y levantaba la lona de tonalidad clara.

Giré con un pisotón en la nariz de la tabla, acompañado de un derrape, justo a tiempo para no chocar con el imbécil de Narcisista que recién llegaba. Preferí no prestarle atención, y pedí mi jugo de zanahoria.

Mientras esperaba, el tipo con aroma a flores se me acercó, tenía jugo de quién sabe qué. El presidente tenía ojos grandes, se peinaba bien, hacía movimientos exagerados con las manos y me miraba con misterio mientras bebía de una pajilla.

—Siempre jugo de zanahoria, ¿verdad? A la gente le cuesta tomarlo por su color —reparé en la chica dentro del carrito, que licuaba mi bebida con una sonrisa plena—. Tiene un color similar al de tu cabello.

—Si no veo el color no me desagrada entonces. —Bromeé, soltando un suspiro mientras recargaba mis brazos en la barra.

—Entonces no tiene sentido que me preocupe por combinar los colores en mi ropa, oh my God. —Narcisista esbozó una sonrisa. Fingí que era invisible.

—¿Has tenido un buen día? Yo la verdad no sé porqué hoy huelo a papaya, ni he preparado nada con papaya. —La chica de ojos grandes y cabello ondulado me dedicó una sonrisa amable mientras me miraba de reojo—, ya casi termino. ¿Entonces, algo?

—Soñé. Algo extraño. —No dije mucho.

La chica me entregó mi bebida junto a una pajilla y servilletas. Levanté mi patineta para apartarme a la colina detrás del carro que daba hacia las canchas de fútbol y parques hundidos. Decidí sentarme allí para beber, disfrutar el aire y no pensar en nada.

Estuve varado. Algunas aves nadaban debajo del cielo, el viento poco a poco borró el sudor de mi piel y el sabor de zanahoria en mi boca relajó mis sentidos. Entrecerré los ojos, Narcisista se sentó a mi lado para beber su licuado.

—Es agradable levantarse a esta hora del día, uno puede permitirse más tiempo para cuidar de sí mismo. —El presidente habló calmado, su sorbo irrumpía mi tranquilidad—, es bastante cute.

—Ah...

Elevé la vista al cielo. La puta verga andaba allá arriba, solo esperaría a que dejara de hablar y me dejara buscar referencias.

A veces encontraba el mundo reflejado en las nubes. Manchas en escalas de grises, que se elevaban y permitían la vista de un cielo cortado en pedazos, algunas veces más completo y en ocasiones daba una vista caótica. Me despertaba temprano para tener tiempo solo y no ver nada en concreto, solo cualquier mancha que pudiera expresar más que mis pocas palabras y pudiera plasmarlo sin bloqueos.

—Te gusta venir aquí cuando hace buen tiempo, ¿cierto? —Lo miré por el rabillo del ojo al notar que no se calló. Narcisista era un buen discursante, cada vez que abría la boca y movía las manos con elocuencia me hacía pensar que estaba escuchando un podcast andante—. A mí me recuerda un poco a Langhe, Piamonte, justo esta zona, quizás porque se ha rogado por mantener estos campos y parques libres de construcciones modernas. Extraño Italia.

Mi madre y yo preferíamos vivir en un barrio rústico para que nuestra casa no sobresaliera de las demás. Narcisista vivía cerca por su familia, aunque poco me interesaba.

—Viví allí de niño —sonrió en mi dirección, sacudiendo sus zapatos cubiertos por la hierba y los rayos del sol—. Tengo familia en Italia y Suiza. Soy mestizo. Me ayuda mucho a simpatizar con personas de distintos orígenes y llevo un lenguaje neutro por esa razón. Es difícil que las personas no quieran tratar conmigo, ¿you know?

Bajé mis manos y mi bebida al césped, me aferré de algunas hojas que me dieron la sensación de insectos y reparé en él.

—¿Querías decirme que eres mestizo? Medio país lo es.

No ruedes los ojos, Dal. Dios, sopórtalo.

—Ay, no es para tanto. —Fingió demencia—, las personas solo tienen curiosidad de saber sobre mis orígenes. También de mi vida escolar, es extraño que sea presidente del consejo estudiantil, que haya terminado una carrera en línea por medio de un programa especial  y que también tenga planes de entrar a la universidad cuando sea mayor de edad. Teniendo en cuenta que me gradúo sin contratiempos en seis meses, cosa que de sí o sí va a pasar.

—Felicidades. —Solté.

Me recosté sobre la tierra o el supuesto color verde que debía estar ahí. Mi jugo de zanahoria estaba por terminarse y ya sería hora de abandonar a ese tipo que no bebía nada de lo suyo por continuar a mi lado, era frustrante, debía concentrarse más en lo que hacía y ni mergas tenerme en cuenta.

—¿Me vas a extrañar? —Interpuso su rostro entre el sol y yo, mostrando el valor blanco de su dentadura—. Mejor no respondas, ya sé que es obvio. No te preocupes, honey, pasaré a visitarte.

Se apartó de mi vista. Me recargué sobre mis brazos para tomar impulso y dar un último sorbo.

—Oye —y suspiré, dejando que mis ojos vagaran sobre los suyos—, no te voy a extrañar y lo sabes. Agradecería que no vinieras a verme.

No sostuvo mi mirada por más de dos segundos. Su sonrisa seguía allí pero su atención se extendió hacia el cielo, tranquilo, silencioso. Miré a los pequeños insectos entre el césped para no sentirme culpable, pues no había razones por las que sentirme mal.

La cruda verdad, en ocasiones, se me escapaba en contra de mi voluntad. No había formas bellas en las que yo hablaba, o escribía, o pensaba. Lo bello estaba en otra parte, lo que me rodeaba, y eso era lo único que quería preservar.

Debería dejarlo, no quiero que siga así.

Me puse de pie y levanté mi tabla, alarmándolo. Trató de sostenerme del tobillo pero lo miré con extraño. Elevó las manos nervioso y dijo que ni siquiera había terminado de hablar conmigo, deseaba unos minutos más de mi atención innecesaria.

—Narci, de verdad no quiero mentirte —espeté, peinando mi cabello hacia atrás debido al viento que me echaba en la dirección contraria—. Hazme un favor y tampoco te mientas a ti mismo. Sé que es mucho pedir pero, Dios, cuando seas mayor de edad te costará ser una persona común como no tienes idea. No deseo eso para nadie.

Di unos cuantos pasos para acercarme al concreto de la calle, dejé caer mi tabla y arrojé mi vaso en el cesto del puesto de jugos. Decidí despedirme al menos con una mirada, pero él me dio la espalda.

—Ya es difícil para mí. —Habló entre dientes y se cruzó de brazos, allí sentado, sobre el césped. Me dieron ganas de dibujar antes de que terminara de salir el aire de su boca—, pero al menos no soy arrogante como tú. En verdad lastimas.

¿Arrogante? Tú ni siquiera me conoces.

Apreté los labios, posé mis tenis y me dejé caer por la calle empinada hasta volver a mi zona. Golpeé mi cabeza un par de veces mientras me obligaba a pensar qué quiso decir sobre que yo era clase de persona, ¿acaso se creía con el derecho de decirlo solo por perseguirme y esforzarse en conocerme?

Realmente no me importaba que alguien me viera de esa forma, después de todo nadie me conocía demasiado como para juzgarme e incomodarme por ello. Pero escuchar eso de un Narcisita quizás podía hacerlo real.

Y eso da miedo.

Derrapé en la entrada, tropezando con una maceta de tomates cherrys que se ocultaba del sol. Me agaché con velocidad para levantarla y devolver la poca tierra que parecía un montón de popó de conejo.

—Perdón. —Palpé sus hojas e ingresé a casa.

El olor a mantequilla fue lo primero que me golpeó cuando ingresé a la sala, lo segundo fue en la cocina, cuando tan solo asomé mi cabeza y el bote de miel de abeja se estrelló contra mi nuca. Alcé la mirada solo para chocar contra una viga y mirar con desinterés a mi madre que parecía fuera de su cuerpo.

—No, no, no. ¡Perdón, bebé! —azotó sus manos contra su boca, balanceándose sobre el banquillo. Apoyé mis manos sobre su cadera y le ayudé a bajar.

—No te preocupes, ma —sacudí su cabello de hongo, me recordaba mucho al de mi compañero Depresión—. ¿Estás bien? Me hubieras esperado si querías bajar algo.

—Solo era miel de abeja para los panqueques, digo, sé que no te gusta el maple —doblé mis rodillas para permitir que apretujara mis mejillas. Forcé una sonrisa a costa del dolor—. ¿Ya tienes hambre o tomarás primero una ducha?

—Siempre tengo hambre. —Señalé hacia mi garganta y me encogí de hombros.

Todo en casa era pequeño, a excepción de mi cuarto el cual se construyó con un techo alto. Las medidas del resto de la casa eran así por su condición: enanismo. Y como el pendejo de mi padre se divorció hace años para vivir en el extranjero, a mí no me molestó que ella construyera su casa ideal.

—¿Tocino? —Asentí, en realidad me emocionaba mucho cualquier pedazo de animal. Eso sonaba turbio pero no puedo mentir.

Puso la radio mientras comíamos con movimientos tranquilos, pero acorde a la melodía. Era nuestra rutina o algo parecido, no desayunábamos juntos entre semana, así que nos poníamos al día antes de ver juntos en televisión noticias sobre balaceras.

—Oye —mastiqué, sacudiendo mis piernas contra la base de la pequeña mesa—, ¿te parezco una persona arrogante?

—Un poco —abrí la boca en automático. Ella se rió, su voz era alta y arrastraba palabras—. A veces estás tan sumergido en tu mundo interior que puede lucir como si te creyeras superior. Sé que no es el caso pero deberías tener cuidado para tratar con los demás, mi niño. No quiero que te aparten por eso.

—Eso es un sí. —Afirmé con molestia.

—Mentira no es. —Contrarió felizmente, un guiño suyo se estrelló contra mi paciencia.

Supongo que es normal para ti estar apartada.

Continuamos comiendo aunque me sentí incómodo. No es como si estuviera interesado en agradarle a gente que no me importaba, eso sería hipócrita de mi parte, pero ella se molestaba por no verme hacer nada los fines de semana más allá de ver películas antiguas en su habitación.

—Estoy cansado de las personas. —Objeté, desviando la vista hacia el tenedor en su plato que se detuvo. El silencio nos sopló en la frente como si nos quitara la fiebre.

Ella apretó los labios, torció los ojos como pensando qué podría decirme. La verdad me valía verga si no le parecía mi idea de solo pasar el tiempo con ella y algunos skaters de la zona, no tenía más interés en relacionarme con cerdos o pendejos: o que fueran ambos.

—Vale. —Soltó junto al aire acumulado, rendida. Sus pequeños pies se sostenían de la silla y se movían nerviosos.

Dios, esto es molesto.

Al terminar de comer y ducharme decidí encerrarme un rato a dormir, ver algunos videos en internet y editar fotos de cuando estaba con mi grupo para subirlas a mis redes. Los bocetos se bloquearon en mi mente cuando tomé un pincel y me posé frente al lienzo.

Yo solía posarme frente a mi ventana, la vista de los parques hundidos se veía en esa dirección. Y allí estaba yo, sentado, observando las nubes. Pero no pude dibujarlo, hasta sentí que me recostaba en el césped pero el lienzo seguía vacío. Ni siquiera estaba allí, se sintió asqueroso.

Volví por mi teléfono para procrastinar en alguna red social e ignorar la inminente presión que ejercía el vacío blanco a mis espaldas. Yo quería todo bajo control, y eso solo representaba alguna incapacidad que no quería tener agregada a mi persona.

Estuve aliviado de ver que entre los primeros en comentar mis fotos se hallaba Narcisista, pues al menos se le bajó rápido cualquier enojo conmigo, pero también fue preocupante su dignidad.

"Cabrón, subiendo fotos a color y tu culo gris no anda con nosotros. Quiérete un poquito".

—Qué —arrugué el entrecejo al leer el nombre de DiabetesPap1S22 en el usuario, era demasiado largo. Me levanté de la silla y me arrojé a la cama, respondiendo de inmediato—. "¿De qué mierda hablas ahora?"

"Te dije que vinieras al cumpleaños de Cáncer, cubeibi. No seas mamón, ni mostraste la corona por estos lares, pinche wey".

—Vete a la... —murmuré, pero antes de continuar borré el mensaje y volví a escribir.

"Dame su número".

En putiza me pasó el número. Me levanté para cerrar la puerta de mi habitación; mi madre estaba en la sala y era algo chismosa. Volví a tomar asiento en el escritorio para poner música de fondo y esperé a que el tipo me contestara.

—Ah —gimió—, ¿quién habla?

Recargué mis manos sobre el escritorio y observé la pantalla con el fondo de escritorio que cambiaba cada 5 segundos. La imagen de ahora era la ilustración de un niño, en medio del mar y un cielo que parecía iluminarse como amanecer, pero todo era gris.

Qué demonios hago, el que está en blanco soy yo.

—Wey, no jodas, ¿eres el de el banco otra vez? —Su voz se alteró de forma repentina. Alejé el teléfono de inmediato por el grito—. Ya te dije que no llames, puto. Ni siquiera tengo tarjetas, namames. Ni hice compras clandestinas, ya, a la verga, déjame en paz.

—Soy Daltonismo —bufé, el teléfono contra mis mejillas me dio escalofríos—. Diabetes me pasó tu número.

—Oloverga, qué pedo —sonó como vieja de telenovela, fingiendo sorpresa para después volver a ser culera—. Voy a colgar. ¿O tienes regalos, verga naranja?

—No. —Me arrepentí, elevando la mano para cerrar una de mis cortinas y evitar el sol reflejado en cada esquina.

—¿No me vas a depositar?

—No, Cáncer, por Dios. —Me fastidié—, feliz cumpleaños, no me jodas. Ni sé porqué te llamé, olvídalo.

—Ay, pinche joto. Relaja la raja, solo bromeaba porque somos cuates —me nombró su amigo. Eso sí fue extraño, no lo consideraba uno y estaba seguro de que hace días él tampoco lo hacía—. No, puto, dame dinero o cuelga. Esto es un asalto, dame a mis putas.

Qué.

—JAJA. —No pude contener esas dos risas, me iba a ahogar si las guardaba—, ¿qué putas buscas? Aquí a dos cuadras está la casa de...

—Mis putas ganas de vivir, cerdo. Oink oink.

Continué carcajeándome como un idiota. No lo quería admitir, pero mi equipo en clase a veces me divertía demasiado. Me forcé a parar las carcajadas cuando mi madre tocó la puerta para saber si me encontraba bien o me estaba ahogando, le grité que no sucedía nada.

—Mira, Cáncer. Sí, feliz cumpleaños, solo estoy aburrido.

—Va.

—Y quiero romperte tu madre. —Pronuncié, mi semblante se enserió al verme frente al pequeño espejo en mi repisa junto a algunos libros.

—Pues como vas... Espera, ¿qué chingados hice ahora? —Se le torció el cerebro.

—No lo sé, ¿no te cansas de ser tan pendejo? Estoy a un pixel de abandonar el equipo solo porque eres un idiota al que no le gusta estudiar y prefiere revelar que su hermana hace las tareas. —Volví a dejar que la verdad se me escapara.

—Espérate, puto. Es mi cumpleaños, no vengas aquí a ofenderme porque la mera neta mi humor no anda al cien. La sangre me corre y no soy saco para que te desquites conmigo. ¿Qué verga tienes?

—No sé, en serio. —Me encogí de hombros aunque él no pudo verme.

Me causa ansiedad no percibir colores, sinceramente. O personas, o cualquier cosa. Talento, no sé, carajo. Qué hueva pensar a veces, lo odio.

—Me llamaron arrogante. —Admití—, y mi madre lo afirmó.

—Verga, sí eres.

—Hey.

Hubo un silencio incómodo entre ambos. Escuché algunas risillas de fondo junto a música conocida, me explicó que andaba en un karaoke y que salió para responder y gritarle al del banco. Nos distrajimos con facilidad.

—Oye, pero preocuparte por esas mamadas como que no va con tu personaje, Dal.

—Lo sé. Se supone que soy el eslogán de "me vale verga". —Me quise patear el culo por no respertarme.

—Ni al pedo, yo soy el tóxico culero pero la neta sí tengo corazoncito, del culo, pero ahí está. —Escuché algunos golpes directo a su pecho

Sentí una ligera opresión al escuchar eso. La verdad poco importaba la verdad detrás de las palabras de Narcisista, no tenía problema con manejarlas, pero después se encontraba mi madre. La mujer por quien daría la vida, a quien estaría dispuesto a cargar por años en mi espalda, y quizás también me mudaría a la casa de los 7 enanitos; ella, acababa de llamarme una persona arrogante.

Dios, o quien quiera que seas, dolía un puto vergo.

Cáncer se reía de fondo como pendejo, mientras la laguna entre mi persona y mis problemas de hoy se extendía sin control. Me hartó más y quise colgarle pero esperé a que se callara.

—No es necesario que dejes de serlo, ¿sabes? A todos nos hicieron medios culeros, pero si comienzas a preocuparte ahora de lo que otros piensan también te olvidarás de que tienes una personalidad —tomó aire, dijo que estaba seco—. O dime, puto, ¿neta, neta, vale la pena preocuparse por quién eres ahora? ¿Mataste a alguien o haces infelices a todos? Porque mírame, ando de la verga pero no es por ti. Ni ando hablando para ti, tú me vales dos kilos de riata, solo me importa que me deposites por ser tu terapeuta.

—Ya, bájale. —Necesitaba respirar.

—Ai dont sori. —Qué feo su inglés.

Pero, la cucaracha tenía un punto, de repente me convertí en colores irreconocibles. Cuando siempre fui gris, un tipo neutral y en ocasiones emputado, ¿a alguien le hacía daño? Porque para mi estabilidad emocional eso era sano.

—No quiero gustarle a la gente, tienes razón —me levanté del escritorio, hablé calmado. Me atreví a observar el lienzo vacío con mi perspectiva—. Y no te voy a depositar, no jodas. Púdrete, Cáncer.

—Ahuevo, ese es mi Dal, muack —lanzó varios besos. De fondo se escuchaba su nombre, le gritaban para que volviera al interior, incluso la voz del compañero Dep cantando terrible se coló—. Solo cierra los ojos y respira el momento.

Bien.

—Aunque huele a obo de la que no te sobo. —Colgó tras decir semejante payasada. Cáncer parecía un actor de sitcom interpretando distintos papeles de la cagada, pero ese era él, y ni modo, no me afectaba.

Ni debería afectarme mi madre, a veces muy tonta. Mucho menos Narcisista, a veces muy iluso. "Me gustas": quizás me lo tomaría en serio dentro de un par de años, por ahora me vale verga.

Dibujé, en blanco y negro, a mí de espaldas tratando de pintar en medio de un campo cualquiera, rodeado de nubes con formas de cucarachas. Preocuparme por mi persona sería otro suceso el próximo mes, que me haría volver a crear cosas nuevas.

Dios, la gente de este país me caga, no sé porqué vergas sigo aquí pintando para ellos.

• • •
Dios, Dal es súper extraño GAHAHAHA.
Sus pensamientos son medio desordenados como Adie, pero tiene tendencias de Cáncer mientras se preocupa como Depresión por cualquier cosita y se quiere largar del país pero ahí sigue.

Es un tipo ordenado, le gusta planificar su futuro y sabe lo que quiere. Aunque en ocasiones se estresa por bloqueos y termina divagando en sí mismo, se siente inútil si no está haciendo algo relevante. También le gusta lanzar su tabla a la gente cuando se emputa pero no suele hacerlo ya que ama más su skate.

EN FIN, disculpen la tardanza, aquí tienen esta mamada. Me cuentan si la recibieron rica.

¿Cómo pasan sus bloqueos artísticos? Por mi parte, yo ando happy de la vida y me repito que todo me vale pito hasta que me agarra la ansiedad.

~MMIvens.

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