Capítulo 30: Adiós.

Al final de una fuerte experiencia no nos aguardaba una recompensa, a veces ni siquiera un clímax que nos indicara cuándo terminaba.

Solo nos convertíamos poco a poco en la persona que debemos ser, para bien o para mal.

Pero siempre con el deseo de que eso nos lleve a una vida mejor.

Denis.

La depresión era... simplemente horrible.

En ocasiones te hacía sentir que dependías de ella para expresarte, para justificarte, para darte forma; contar historias desgarradoras y excusarnos en el realismo como si fuera lo único que tuviéramos para mostrar, dolor.

Y a mí me forzó a pensar que era lo único que yo era, lo que me definía, que sin el dolor yo no era nadie. Era parte de mí, sí, pero ahora sé que no soy yo.

—Dame un besito. Solo uno, chiquitooooo.

Me hice más pequeño, tallando la cara en su pecho con fuerza hasta no percibir dónde terminaban mis mejillas, y metí mis manos entre sus brazos para no caerme. Traté de no reírme pero siguió haciendo cosquillas con la intención de que le diera el beso o me bajaría de sus piernas.

—Unooooo. —Insistió Adie, fingiendo que iba a llorar.

—Aaaaaah.

Tuve que despegar mi cabeza de su cuerpo para darle un beso en la mejilla, se puso contento y clavó su rostro en mis hombros solo para echar aire y continuar haciéndome cosquillas. Estiré las piernas mientras le lanzaba un golpe a la cabeza porque me iba a ahogar, ya hasta me dolía el estómago por las carcajadas: era sensible.

—Espera. —Levanté su cabeza con ambas manos, sintiendo que se me venía encima hasta chocar ambos cráneo con la puerta del carro.

—¿Qué cosa? —Me miró a los ojos, sonriente.

Dejó que mi dedo pulgar tocara su cicatriz, hasta que cerró su ojo blanco y lo tomé del cuello para besarle toda la cara. Continuamos riéndonos, sacudiéndonos a lo menso, ocasionando que el cinturón de él se abriera y comenzara a sonar el vehículo.

—AH, CÓMO CHINGAN. —Gritó Gale, tocando el claxon tan fuerte que nos obligó a separarnos del susto.

—PERDÓN. —Gritamos ambos al mismo tiempo, sentándonos en nuestros respectivos lugares.

Gale rechistó, deteniéndose en el semáforo rojo mientras buscaba su botella de agua fría en el asiento del copiloto. No tardé en volver a encimar mis piernas sobre Adie e insistir que me cargara pues el aire acondicionado del carro estaba frío.

—Dame un besitoooo. —Pedí ahora yo, moviendo mis dedos en su dirección para pedírselo.

—PUTA MADRE CONTIGO. —Gale arrojó su botella a mi cabeza, casi matándome allí mismo pues me golpeé contra el cristal.

—DENIS.

Adie trató de reanimarme, levantándome con ambos brazos en mi espalda. Sentí que todo estaba borroso, que escuchaba raro, pero mi novio se veía bonito preocupado; claro, eso no quitó que me enojara con Gale quien seguía tranquilo manejando como nuestro chofer.

Me atacaron en vía pública.

Tras el apoyo que recibí de GAS, ahora Gale, no dejé de pensar en él como mi mejor amigo actual, no esperaba que alguien arriesgara incluso su salud por ayudarme en tan mal momento. Él conocía el trauma de perder a alguien, así fuera una persona o mascota, tenían el mismo valor en su corazón así que me repitió el discurso que escuchaba a menudo en sus terapias.

Me acompañó a los registros, incluso manejó todo el camino hasta la casa de Adie para que pudiera darle la noticia. Se quedó abajo mientras yo ingresaba al departamento, sudando, con carritos de juguete que compré porque le gustaban coleccionar las piezas especiales de ciertas películas.

Me abrió desanimado, centrándose en los juguetes antes de extender sus brazos para abrazarme al entender que yo venía con una disculpa. Cuando comencé a salir con él no esperaba una relación sin problemas, sin discusiones, sabía que a menudo habrían charlas así que terminarían con nosotros olvidando porqué peleamos, hasta que uno propusiera:

—¿Vamos por unos tacos, Depcito? —Sonrió Adie.

—Ah, eso venía a contarte. Soy Denis hasta que lo aprueben.

—Ah.

—Oh.

—AY.

Adie se arrojó a mí para cargarme y gritar de emoción. Cualquier duda y temor que tuve sobre ser humano se sintió tan lejana, porque seguía siendo yo, feliz de a ratos y triste en ocasiones por recordar malos momentos, pero las cosas iban a estar bien.

Deseaba que lo estuvieran, sin aplausos, sin medallas, sin felicitaciones.

Solo yo un poco mejor, era como mi recompensa.

—Ora, sí. —Gale detuvo el carro, mirándonos de reojo antes de quitarse los lentes y hablarnos-, bájense, perros.

Bajamos la caja pequeña de cosas que nos entregó la madre de Cáncer, no eran muchas, solo algunas cosas que ellos podrían vivir sin necesitarlos, solo su cuarto y libretas tenían lo suficiente para llenarlos. En la caja había una fotografía de él con sudadera sacado de pedo en medio de la playa.

Unas hojas con sus dibujos de pitos, unos tenis con poco uso, y una navaja. No sé para qué usaba la navaja ni quería saber pues él me había jurado que no asaltaba personas, quise creer en su palabra hasta el final.

La puerta de madera que daba al jardín estaba abierta, dejaba ver los dientes de león en el césped bien crecido y las piedras que llevaban a la puerta principal, cubierta por algunas enredaderas. Las calles alrededor estaban silenciosas, solo la música que escapaba del vehículo de Gale consumía los sonidos del ambiente.

Era una casa grande, algo vieja pero la mantenían en buen estado. Era como volver al pasado, después de todo era la zona más vieja de la ciudad donde vivían familias conocidas. Los alrededores eran más novedosos, fue cosa de 20 años atrás en que se establecieron mejor los habitantes, pero lugares así mantenían esa conexión entre lo moderno y lo clásico.

Adie tocó la puerta, ambos fuimos pacientes. Me sostuve de su playera blanca mientras miraba el tenue sol sobre nosotros.

—¿A quién buscan, mijos? —La voz de una señora me dejó nervios por no saber qué nombre decir.

Siento que no me dejarán verlo.

—¿Vive aquí... Adelaido? —Adie habló, pellizcándome para que soportara las risas de que él preguntara por su otra versión.

—¿Ade qué? —La señora abrió la puerta.

Apoyó su mano en su cintura, parecía una bolita de mi tamaño. Nos miró mascando absolutamente nada mientras analizaba la situación. Levantó ambas manos como si supiera de quienes se trataba, pero seguro no tenía ni idea.

Volvió a bajarla por eso mismo.

—Se equivocaron de casa, aquí solo vive la familia...

El rubio detrás quedó estático, metiendo queso en spray dentro de su boca.

—Savant. —Concluyó ella.

Capgras, viejo estudiante que nunca faltaba en el cuadro de honor, pegaba más de lo que hablaba, era un año menor que yo y se dio de baja en el instituto, corrió con furia para intentar azotarnos la puerta en la cara mientras escupía el queso por todos lados.

Adie y yo detuvimos la puerta, gritando que éramos sus amigos solo para que la doñita nos ayudara sosteniéndolo, ella le dijo que nos dejara pasar porque sus amigos ya no venían a verlo. No sé cómo terminamos por cruzar la puerta hasta tener el panorama completo:

Estaba demacrado, con delineador corrido en sus párpados por llanto y la playera llena de queso. Llevaba meses así.

Tardó en calmarse, solo echándose a andar como un ebrio hasta el segundo piso.

La señora nos dejó pasar, nadie de su familia estaba pues tenían viajes de negocios o estudios que concluir, así que solo le seguimos el paso hasta su habitación que estaba llena de posters de anime y horarios de estudios que matarían a quien fuera por el poco descanso en ellos.

—No estoy seguro de haber ido a la misma escuela. —Murmuró Adie confundido, sus horarios priorizaban el trabajo y no los estudios.

Capgras se echó boca abajo en su cama, recogiendo sus piernas hasta volverse un pequeño armadillo cubierto por su melena. No tardó en escucharse su llanto, ya no le importaba que lo estuviéramos viendo, ambos de pie.

Adie mantuvo la caja pegada a su pecho. Yo fui lento, bajando mi palma hasta dejarla caer en su espalda, sin saber qué decir.

Yo vi a Cáncer un día antes de perderlo, él no.

—La última vez que se vieron fue en mi cumpleaños, ¿no? Te esperó para comer sus taquitos... —Murmuré, levantando la mano al ver que volteó la cabeza solo para llorar más.

—I don't have good days anymore. —Habló entre dientes, conteniendo el aire dentro de su boca para no escucharse fuerte.

Adie se paró detrás de mí, señalando la caja. Teníamos prisa ese día, él sobre todo, pero esperamos a que terminara de llorar mientras compartíamos el silencio.

La primera vez que perdí a alguien no fue la gran cosa, se trataba de mi abuelito, supongo porque me bloqueaba y terminaba llorando más por algún pájaro muerto. La primera vez que conocí a Cáncer, no pensé que seríamos amigos, sino que haría de mi preparatoria un infierno, que nunca se detendría.

Sé que lo he dicho muchas veces, pero nunca estuvo de más, una última vez: yo quería a Cáncer más de lo que él nunca podría saber, solo porque sí. No había más, era mi amigo.

Tenía eso que no veía en otras personas. Era cierto que todos eran únicos, pero siempre íbamos a destacar más ante los ojos de alguien.

—No fui a verlo. Y no soy bueno lidiando con ello. —Balbuceó Cap, abrazándose a sí mismo mientras se encogía.

—Y eso está bien, Cap. Todos lidiaron distinto con eso —hablé bajo, sin apartar la mano de su espalda para darle un pequeño masaje—. Era difícil para ti, él lo sabía.

Tenía tan impreso a Cáncer en mi corazón que podía imaginar desde sus chistes siendo parte de mi día a día hasta entender que él realmente no se molestó con los demás, solo no quería estar solo. Nadie deseaba eso.

Ahora solo finjo que no te extraño tanto, hombre.

—Te trajimos unas cosas que... —Cap elevó la mano para detener la caja que Adie aproximaba a él. Yo me callé un momento.

—No las puedo tener, I'm sorry. I didn't apologize with him. —Nos aclaró, mirándonos con sus ojos enrojecidos vagando de extremo a extremo.

Incluso si quería olvidar, no podía. Y creo que nadie debía hacerlo, las personas inolvidables se quedaban como eso. Incluso si crecía o el mundo solo se terminaba, aquello seguiría intacto; era parte de la belleza de terminar, supongo, no había forma de que ese pasado cambiara.

La caja que dejamos allí, junto a alguien que se negaba a tomarla por no haberse disculpado.

—No necesita que te disculpes...

—Yo lo necesito. —Me aclaró.

La necesidad de pedir perdón para sentir que las cosas se estaban arreglando, yendo a donde debían ir.

Mis recuerdos se apartaron de esa visita, de ese momento, hasta establecerse en el presente donde Insomnio se lamentaba a mis pies aún después de haberme escuchado decirle que no necesitaba sus disculpas. Que no necesitaba nada de él.

La nochebuena se sintió lamentable.

—NO LO HAGAS. —Grité, tomándolo del cuello de su ropa hasta chocar mi frente contra la suya.

~•~•~•~

Había vuelto a casa para la reunión familiar, pero Fibromialgia, con quien llevaba casi un año sin hablar, me informó que la escuela estaba abierta a visitantes hasta las 10 de la noche. Yo volvía solo, no pensaba pasar la noche en casa de mis padres, solo irme después de la media noche para no dejar a Adie solo en esas fechas con su tío.

No quería conocer a mis padres aún, hasta Año Nuevo. Dijo que se sentía inseguro por su ojo y aunque insistí, él quiso tiempo para prepararlo.

No me gustaba andar solo, pero traté de distraerme sin imaginar que me encontraría a Insomnio, y que este lloraría mientras la luz amarilla de la calle lo iluminaba como si fuera un día soleado solo para él, hasta que mi sombra lo cubrió para detenerlo.

No hubo qué decir, solo un ligero suspiro que pronto se convirtió en el sonido de nuestros pasos vagando por la avenida de la escuela hasta tomar el camino a casa.

Nos detuvimos por unos elotes, que yo pagué porque él no cargaba dinero.

—Con chile del que no pica. —Pidió, atento al vapor que brotaba del carrito y nos enrojecía las mejillas.

Insomnio seguía siendo ese tipo alto, de cabello desordenado, con ojos que parecían haber abusado del crack. Usaba sudaderas grandes como mi novio, supuse les daba comodidad por su tamaño, y llevaba tenis enormes.

Pero se veía retraído, no podía ni siquiera mirarme.

—Soy Inder, por cierto...

—Oh, feliz cumpleaños... —Balbucí, tratando de pensar en que debía llamarlo de esa forma.

—Un elote para otro altote. —Le entregaron el palo como si de una flor se tratara.

Nos sentamos en la banqueta, a comer mientras el vapor del carrito venía en nuestra dirección. El señor llevaba años en ese lugar, ya era costumbre que en las noches él y yo íbamos a comer elotes mientras hablábamos de cualquier tontería. Esos momentos eran malos recuerdos para mí ahora.

—Sabes, entiendo que tú quisieras disculparte pero a mí ya me vale un... —levanté mi puño—, puñal de verga. Estaba bastante bien sin tu disculpa.

Inder bajó la cabeza, mordisqueando el elote mientras su cara de haber llorado recién se escurría sobre este tal cual se derritiera como la mayonesa en él. Yo palpé mi propio pecho, con los pensamientos perdidos.

—Pero gracias...

—Ay, no. —Me miró, con el trauma impregnado en su rostro por la última vez que le agradecí algo.

—Perdón, me refería a que agradezco que te disculparas...

Comimos los elotes, despacio, siguiendo con los ojos cada luz de los carros que viajaban al frente, junto a las hojas que se deslizaban por la calle sin tener control de sí mismas, solo siendo llevadas por el viento. Yo no sabía ni siquiera si quería tomar el control de la conversación, o no decir más.

Éramos como dos fantasmas sentados en el lugar donde morimos, sin reconocernos, aunque pudimos haber pasado toda una vida juntos.

—Cáncer... visité su tumba el mes pasado —habló, bajando sus manos hasta dejarlas sobre sus rodillas y el elote a la altura de estas—. Vi lo que grabaron en ella.

Buen hijo, querido hermano, y el chico más amado por toda su clase.

—Sí, lo decidieron en grupo —expliqué, ocultando mis manos dentro de mis bolsillos sin mirar nada en concreto, tal vez solo el aire como si se pudiera distinguir—. También lo apodaron Caín, parece que le gustaba ese nombre de broma; así se quería llamar su tío.

—Le queda bien...

Vi su cabeza ocultarse entre sus brazos, conteniendo cualquier tristeza que le producía la idea. Agregó que llegaba siempre tarde con sus disculpas, como un tonto.

—Inder, ¿qué pensaste todo este tiempo...? —Hablé nervioso, deseando tener un cigarrillo a la mano o cualquier vieja costumbre que me mantuviera en calma.

—Pensé que solo existía para ayudarte...

—Pero me hiciste sentir eso a mí. Y luego responsable de cada error que cometiste, con tus propias manos. —Golpeé mi pecho, tratando de sacar voz pero la de ambos se escuchaba tan pequeña-, pensé que era mi culpa, quizás mi apariencia, no sé qué hice para ocasionarlo.

—Ahora lo sé. —Dijo, levantando el rostro solo para que me encontrara con todas sus pecas y su mueca; estaba triste, eso.

Esperaba que Inder me diera una excusa, me explicara las cosas, pero solo asintió aceptando cada reclamo sin quejas. Me hizo sentir que lo único que podía hacer era terminarlo todo allí e irme.

Lo que pasó ya estaba hecho, se sentía mal, tanto odio reducido a una disculpa que no me hacía feliz porque ya no buscaba eso de él, solo apreciaba su esfuerzo. Lo que antes me parecía lindo ahora era triste, un vacío tan grande que me habría hecho creer hace unos años que nunca volvería a ser capaz de querer a alguien.

Desearía volver en el tiempo.

—Ha sido culpa mía... —Repitió, mirando solo el palito en sus manos que esperaba lo echaran a la basura después.

Pero si pudiera no lo haría, ya no me imaginaba sin la confianza que me daban mis amigos y las persona a quienes amaba.

—Sé que no podemos olvidar el pasado, por eso quería disculparme. Deseaba que... no lo sé, solo no doliera tanto recordar algo tan horrible con los años, no quería seguir decepcionándome. Lo siento, supongo que esto también fue por mí, quería que las cosas no siguieran viniéndose abajo.

No tuve qué decir, solo mi mirada alrededor de su cabeza que se sacudía para intentar expresarse.

—Lo perdí todo, todo eso que me importaba o era valioso. —Comentó.

Su pausa fue larga, duró varias respiraciones mías que soltaban nubes de vaho.

—Y quedé yo, cosa que ya era hora de tratar. —Asintió en respuesta a él mismo, aunque su voz se cortó al final por las emociones silenciadas.

Volvimos a casa, sobre la sombra del otro para mantener distancia.

Antes íbamos a todos lados de las manos tomadas, animados, hasta la noche, a veces yo lloraba y él solo no dormía. Era extraño pero ambos pensábamos que nuestras vidas solo se limitaban a los roles que nos dieron, la forma en que otros nos valoraban, y al final nuestras inseguridades.

Caminé sobre cada paso que él dejó atrás, iba con la cabeza gacha mientras yo la mantenía en alto, curioso de sus movimientos. Él dijo que no era como yo, eso le molestaba, pero a mí me habría gustado ser aunque sea un poco de todo lo que idealizaba.

¿Cómo describiría la depresión?

Era como caminar sin ver, hablar sin escucharte, pensar que no podías sentir a los demás. Algunos se enojaban, se irritaban, fingían que eran tan fuertes que nada de eso era capaz de afectarles. Otros se adaptaban tanto a ello que les parecía cómodo, necesario para crear o para destruir, solo tristeza que les representara.

En mi caso me hizo inseguro de caminar, de interactuar, de hablar, después de sentir. Odiaba cada parte de mí, desde la punta de mis dedos hasta mi último hueso, todo lo que conformaba mi propia existencia, aquello que me forzaba a levantarme cada día como si descansar fuera un pecado para mí.

No me gustaba mi cabello, mi rostro irreconocible, mi forma de caminar, mis expresiones, mi silencio.

—¿No tienes frío? —Preguntó Inder, sin voltear a verme, con los hombros encogidos.

—No. —Apenas respondí.

Pero si podía comenzar, poco a poco, a ser aunque sea una parte de lo que otros decían ver en mí, aprendería a quererme de la misma forma. No podía seguir minimizando lo que otros apreciaban.

Si mi familia, Cáncer, Gas, Adie decían que me amaban, supongo que algo estaba bien en mí.

Nos detuvimos en nuestra calle, mirando ambos a nuestras respectivas casas. En el centro de ellas estaba el contenedor de basura, donde solía ocultarse en las mañanas para saludarme y sacarme una sonrisa, que casi siempre terminaba conmigo molesto porque no amanecía de buenas.

—Sé que hay algo mal conmigo, así que me haré cargo hasta entenderlo. —Me explicó, sin dar ese paso al interior de su casa para separarnos.

—Ojalá las cosas vayan bien para ti.

Articulé una sonrisa, cerrando el último botón de mi abrigo antes de echarme a andar. El camino a mi casa era otro momento que afrontar, charlas familiares donde sería tratado como un humano, como algo más, una normalidad extraña en la que solo dependía de mí hacer un lugar seguro en ella.

—Me gustaría conocerte otra vez, y a Cáncer. —Comentó feliz, dando esos cortos pasos al interior de su jardín.

—Same, ojalá. —Me reí, avanzando con más prisa a mi casa.

Al chile, no. Fue toda una locura.

—Adiós, Inder. —Levanté mi mano antes de cruzar el umbral.

—Adiós, Denis.

Quisiera tener la respuesta a lo que nos hace ser humanos, pero no la tengo más allá de saber que las cosas estarán bien.

• • •
NO, NO SE VAYAN AAAAAAAH.
Que me falta el epílogo. <3

Pero hablemos de este capítulo 30. ¿Comentarios?

¿Que creen que sea de estos personajes? ¿Qué estarán viviendo en el epílogo?

La verdad nunca fue mi intención hacer un final dramático, o hermoso donde las cosas acaban de maravilla como en mis otras obras. Quería algo natural, otro cierre, una despedida. A veces una simple charla puede acabar con tanto.

AY, AMO A ADIE, PERDÓN.
Y meme chido:


Pregunta seria, ¿cuándo subo el epílogo? ¿Les gustó la programación de capítulo diario o quieren demorar el epílogo? Ustedes digan rana y yo salto. :')

~MMIvens.

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