Capítulo 29: Hice todo mal.

A veces miro atrás para ver todos los errores que cometí. Encuentro terror, repulsión sobre todo, y quizás nuevos temores a repetirlo.

Tenía demasiado miedo a quedarme solo, así que hice lo que fuera sin que me importara alejarlos a todos.

Insomnio.

Depresión sonrió cuando le dije que tenía mucho sueño. No me respondió, no hubo más que decepción en su mirada. Y yo apreté mis labios pensando que ese momento había cambiado mi vida para siempre, y no podía retrocederlo ni siquiera 10 minutos para evitarlo, para evitar que mis sentimientos destrozaran lo poco que tenía.

¿A qué le tenía tanto miedo si era tan fácil perderlo?

Volví a casa bastante tarde. Me encontré con mi madre en la entrada, ella acababa de volver del hospital y me miró con extraño por la hora. Por supuesto que me regañó antes de preguntar si había comido, y mencionó a la señora Eirín. Dije que había tragado en el festival y sin poder mantener la conversación opté por encerrarme, acostarme, y dormir.

Dormí un buen tiempo, como si hubiera superado mi miedo a la noche, al monstruo azul que me ponía triste antes de dormir. Y no soñé nada, no hubo nada, solo ese sentimiento que calentaba mi rostro y me hacía humedecer los ojos como si fuera una estatua poco expresiva.

Nada, absolutamente nada era lo que yo quería pero me portaba como si estuviera listo para vivirlo.

—El domingo vas con tu papá. —Me recordó al día siguiente.

Y entre sueño, la computadora y las tareas que debía se pasó un día poco productivo y dormí temprano para despertar fresco el domingo. Saqué de mi armario mi equipo de pesca junto a mi gorrito y escapé de casa lo más temprano que pude cuando vi a los vecinos apunto de salir también.

No quería toparme con nadie, y mi madre lo notó pero nunca se atrevió a preguntar. Me miró desde su ventana, con la fruta picada entrando a su boca, mientras negaba con la cabeza mi actitud. Le sonreí para despreocuparla, después de todo, ella no era capaz de lidiar con lo que yo le dijera.

Mi padre por otro lado, un tipo altísimo de nariz aguileña y de cabello lacio era aún peor escuchando malas noticias por su positivismo frágil. Se había divorciado de mi madre hace años, pero nunca fallaba en verme cada fin de semana, le hacía bastante feliz encontrarse conmigo. Estuvo parado en la estación desde media hora antes, con su pulgar elevado para que lo viera mientras ocultaba su alargada cara dentro de su gorro gris.

—¡Viejito! —Clamé, quitándome la gorra para verlo mejor debajo del sol y que este pudiera reconocerme. Su mirada fría me sonrió hasta contagiarme de ella y recordarme que estábamos bien.

—¡Pitote! —Gritó, y arrastró sus cosas sobre el diablillo que llevaba. Otros que esperaban parar taxis afuera de la estación lo miraron con extraño, aunque no me avergonzó, ambos éramos igual de retrasados para reírnos de ello y hacer bromas de pitos.

Vi sus intenciones de abrazarme, pero no desocupé mis manos para hacerlo. Me limité a sonreír, saludar, y hablar un poco mientras esperábamos al transporte que nos dejaba en nuestro lago favorito.

La presa de Dor, también conocida como el lago del anhelo. Los viernes por la noche podías ver parejas estacionadas y los domingos era común ver picnics y eventos familiares. A mi padre y yo nos gustaba sentarnos lo más lejos de las personas pero lo suficientemente cerca para oler la carne asada de los negocios locales. Estaba algo lejos del centro de la ciudad, pero se podía llegar con facilidad en autobús o en carro.

Localizamos las piedras más grandes que tenían talladas nuestras iniciales y nos sentamos allí mientras preparábamos nuestro equipo. Dijo que había traído un almuerzo que le preparó mi abuela y que nos habían puesto sándwiches de queso crema y frutas como postre, junto a unas gelatinas. Había comida extra, como de costumbre, pero solo éramos dos.

Nos pusimos a pelar camarones porque nuestra carnada no era efectiva si les dejábamos la cáscara. Parecía que los peces eran tan mamones como mi mamá que preferían morir si era por una buena comida fancy.

—Saca las ligas, están hasta abajo de los botes azules. —Me indicó, frunciendo su ceño mientras trataba de atorar el pedazo de camarón al anzuelo.

Se la entregué de inmediato para que atara la carnada y yo hice lo mismo con mi caña, preparé la carnada y la até con fuerza para que la liga no se me escapara de los dedos. En una ocasión por la fuerza aplicada se me fue y le di a un ganso en su ojo, mi papá me prohibió hacer esas cosas si había algún ser vivo cerca.

A Andrés, mi padre, le gustaba mucho la pesca. Odiaba usar plomo así que usábamos piedras pequeñas. Él siempre fue alguien tranquilo, de palabras lentas, sonrisa torpe, y su único pasatiempo se resumía en cocinar con mariscos y observar un lago por horas aunque no lograra pescar nada. Le hacía feliz de manera desconocida.

Era agradable ver a alguien capaz de conformarse con poco.

Llené un bote de agua y allí estuvimos, al menos 10 minutos antes de que mi caña se sacudiera. Sacamos de inmediato al pez del agua y corrimos a quitarle el anzuelo de la boca para que no siguiera lastimándose, lo colocamos dentro de nuestro bote y continuamos con la música de su radio de fondo.

—Amo a Juanga. —Agregué.

—¿Para qué me haces llorar? ¿Qué no ves cómo te quiero? —Cantó él, dejando ir toda su voz mientras se aferraba al hilo sin importarle que se moviera mucho al punto de asustar a los peces.

Miré su perfil, su sonrisa mientras cantaba con pasión aunque no fuera el mejor intérprete. Siempre irradiaba felicidad, aunque las cosas en su vida no se dieran de la forma en que deseara. Cerré los ojos y escuché, el viento, el anzuelo en el agua, las nubes entre los pájaros enormes y las hojas entre las ramas.

Había tenido un buen sueño. Esos dos días, había dormido bien.

—Oye, ¿no invitaste a Dep esta semana? Quería ver a mi futuro yerno y tu abuela le preparó más comida, sabes que lo ama. —Me hizo abrir los ojos, y voltear de inmediato a los costados de la piedra en búsqueda de él.

No sé qué sueño fue.

—Pa', me le declaré a Depresión, por eso no está aquí. No lo menciones.

Mi padre tenía ojos grandes, claros como su cabello y como el mío. Pero estos se contrajeron con pesar cuando entendió que nada había salido como quería, y que las sonrisas que le ofrecí todo el día probablemente eran solo mierda ocultando la realidad.

—¿Te dijo que siguieran siendo amigos —acercó su mano a mi cabeza—...o dijo algo más? ¿Fue demasiado duro? Me hubieras dicho antes, Inso...

Mantuve una sonrisa y miré al otro extremo del lago, los grandes árboles que parecían más viejos que el director de L.A. se doblaban, como si quisieran vernos y abrirse paso entre ellos para escuchar. Soné sarcástico quizás, pero sabía que eran mis ideas locas y los únicos que oían mi enojo eran los humanos.

—Lo forcé a besarme porque pensé que nos traíamos ganas ambos, que solo así lo admitiría y dejaría su pena. Me sentí como un idiota —fruncí el ceño y me aferré a la caña—. Él nunca, creo que jamás, me quiso de la misma forma. ¿Por qué siento que perdí tantos años tratando de hacer feliz a alguien tan culero?

Quería desahogarme, necesitaba hablar, casi grité mis últimas palabras como si quisiera escupir algún clavo en mi lengua. Me sentí acalorado a pesar del frío de la mañana, y comencé a sacudir mi playera para lograr que corriera el aire en mi cuerpo.

Volteé un poco y solo encontré la mirada sorpresiva que llevaba mi padre rayoneada en la cara, como un payaso. Elevé una ceja y entrecerré los ojos, quise forzarlo a que me dijera algo.

—Hijo, entiendo que estés enojado... —habló con cautela, la pena le era visible en sus facciones—. Pero lo que hiciste no estuvo bien. Es frustrante que alguien no te quiera, pero no podemos esperar recibir algo a cambio por las cosas lindas que hacemos ni forzar los sentimientos de los demás. Inso, no me parece correcto, ¿entiendes mi punto?

Ah, te entiendo.

—Va, que no sé de qué putas me quejo contigo —me encogí de hombros, y tomé con ambas manos mi caña aunque en el anzuelo no había ni un carajo que pescar—. Si no fueras tan conformista quizás seguirías casado con mamá y no me habrías dejado en primer lugar, eso entendí, mierda.

Nunca te importó que tuvieran un hijo, mucho menos tu dignidad.

—¿Sabes, papá? —Me reí, soltando el hilo al que tanto me aferraba antes de voltear mi rostro a él para hablarle de frente—. Eres un cobarde, y somos igua...

Vislumbré por un segundo sus ojos contraídos antes de arrojarme una bofetada con su mano húmeda que me dejó un rastro de gotas en la mejilla. Me ardió de golpe, bajé la cabeza con sumisión por el miedo repentino, a pesar de que él era el único llorando porque ser sensible era su talento. Lo veía llorar casi tanto como a Dep.

—¡Amo a tu madre, la he amado todos estos años y nunca seré capaz de olvidar a una mujer como ella! —Gritó, a mi costado veía sus manos golpear la piedra y me asustaba más levantar la vista—. ¡Dios mío, Insomnio, la amo tanto que no fui capaz de pedirle que me amara cuando dejó de hacerlo! ¿Qué hice mal para que no puedas entender algo así?

La mano en mi mejilla trató de quitarse el agua, mientras mis ojos miraban los camarones dentro de su equipaje. La carnada, las ligas, el dolor en mi rostro y sus palabras distorsionadas por la radio. Podía ver todo por pedazos pero no a mí, porque no entendí qué sentía al respecto.

—¿Qué hice? Yo solo quería educarte bien, y no estuve ahí. De verdad, ¿por qué me equivoqué de esta forma? —Divagó con su hilo de voz, sentí su cuerpo desesperado a un costado buscando una forma de pararse—. ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? ¡¿Y qué haces aquí como si no hubieras hecho nada malo?!

Me levanté por inercia y traté de bajar de la piedra donde ambos estábamos sentados. La hierba abajo me hizo tropezar hasta golpear la palma de mis manos contra la tierra, mientras los gritos y reclamos de mi padre seguían escuchándose detrás. Aunque gritara con fuerza no podría callarlo, me asustaba oírlo exaltado o si quisiera gritándome, cosa que nunca había hecho a pesar de todos estos años.

—Con qué cara nos verán ahora, Insomnio. ¡¿Con qué cara?! ¡¿Cómo podemos pedir perdón porque le hiciste algo así a su hijo?! ¡¿Qué carajos pensabas?!

Giré el cuello hacia el sonido de la radio. Yo no nací para amar sonaba, uno de mis cantantes favoritos, estaba ahí, también mi padre, una de mis personas favoritas. Miré ese pedazo de plástico, hasta que los gritos detrás consiguieron hacerme llorar con fuerza para callar todo el sonido detrás de mis orejas que se volvía insoportable a pesar de venir de lo que yo creía querer.

—¡No lo sé, DE VERDAD NO SÉ! —Escupí, azotando mis manos contra la tierra que ensuciaba mis rodillas y me lastimaba los codos—. ¡¿Qué por qué?! ¡Tampoco sé porqué soy así! ¡¿Por qué hice eso?! ¡¿Por qué me porto de esta forma?!

Quería vomitar, no sabía si dolía mas el golpe que sus gritos.

—¡No lo sé en serio! —Rogué mirándolo de frente como si me ocultara en mi cama antes dormir, con voz baja y aterrada—. ¡¿Por qué no puedo cambiar, papá?! ¡¿Por qué odio tanto a la gente y me odio tanto a mí mismo?! POR QUÉ SOY ASÍ, YO NO QUIERO SER ASÍ.

—Insomnio, ven... —Estiró su mano tras soltar la caña, y se estiró para intentar tomarme del brazo.

—¡Lo he intentado! —Me aparté, y me aferré a mi playera para obligarme a respirar porque el aire no era suficiente—. Pero estoy muy cansado. Y TENGO MUCHO SUEÑO. No sé qué hago aquí, ¡¿por qué estoy despierto?! Por favor, te lo suplico, solo necesito que me digas que me quieres y siempre vas a ser mi papá.

Mi padre se arrastró hasta tirarse a mi lado y abrazarme con ambos brazos, apretándome de cada lado e incitándome a sostenerlo de igual forma. No paraba de llorar, quería gritarle pero no tenía ganas de discutir con él por cosas que ni siquiera yo entendía de mí. Odiaba en lo más profundo sentirme inferior, pero odiaba más el hecho de que no sabía cómo cambiarlo.

—Por favor, solo quiéreme. —Supliqué, aferrándome como si fuera algún animal chupasangre, desesperado por mantenerse con vida—, lo siento mucho.

~•~•~•~

Mi padre insistió en que debíamos hablar con mi mamá pero le pedí que guardara el secreto, después de todo era la mejor amiga de la señora Eirín y por como me veían los vecinos aparentemente no sabían nada de lo que sucedió en el festival.

Mi padre también insistió en que hablara con el psiquiatra para que pudieran enviarme a terapia, pero yo le pedí que se detuviera. No quería enfrentarme a eso, y él sabía que no podía obligarme. Solo me sentí estúpido por haberme equivocado en algo de lo que estaba consciente, y dudaba que una terapia pudiera corregir mis errores.

—Pero es que deberías para hablar sobre ti. —Agregó él. Me molestó más, yo le tenía pavor a los terapeutas.

Ese día por la tarde esperé a que Hipersomnio pasara por mí en el carro de su abuelo junto a Ansiedad. Los tres nos reunimos en la casa de Sonambulismo para practicar en su jardín pues teníamos nuestra presentación el miércoles por la tarde.

Íbamos a tocar un par de canciones, solo por petición del tío de Som. Me invitaron a ser el vocalista porque ninguno cantaba, y estaban cansados de deprimirse solo porque uno les hacía falta. Parecía que se condenaban a sí mismos por no poder asimilar una muerte, después de todo; eso, nos vamos a morir, sin importar qué tan importante seamos, porque vivimos en esa clase de mundo.

"Somos inmaduros si no lo aceptamos ya".

—Pásame el cable, wey. Lo dejé en la cocina, y dile a mi mamá que no corte los panes en corazones porque qué mamada y qué vergüenza. —Le dije el emo ocultista a Sied, mientras el otro asentía nervioso a pesar de casi vivir allí.

Tomé asiento en un banco de madera junto a la mesa del jardín, debajo de la sombra mientras miraba a los otros dos distraerse en su teléfono después de haber instalado los instrumentos. Hipersomnio vestía más casual que de costumbre, llevaba una playera de tirantes a pesar de no ser invierno pero seguía peinado con bastante gel.

—Oigan... —Sied se asomó desde el interior de la casa amarilla. Lo miramos de reojo, mientras él ponía un pie sobre el césped y mostraba los cables que llevaba encima de su playera rayada—. No sé si siguen a los chismosos de la escuela en Twitter, pero... ¿Vieron el rumor de que hubo una pelea el día del festival? Otros dicen que solo era una pareja pero se escucharon gritos feos. Fue cuando tocamos, ay.

Sostuve con ambas manos mi teléfono y me encogí de hombros mientras el resto negaba. Me sentí helado de repente, mi mano derecha comenzó a temblar como si los insectos en el aire me picaran y mi estómago se estancó de golpe.

Odio la escuela, no quiero ni pisarla mañana.

—Ya, banda, necesitamos practicar así que olvídense de Twitter —Hipersomnio cambió de tema, se puso de pie y me miró de reojo antes de extenderme la mano. Cerró un ojo y movió ligeramente su cabeza a un lado para alentarme—. Vamos, distráete un poco.

Tomé la mano de Híper, más que por confianza quizás por temor de que él supiera algo aunque sabía que Dep no era capaz de hablar por miedo a cambiar la imagen que otros tenían de mí. Yo tampoco lo hablaría, sabía que él se sentiría incómodo de saber que otros podían verlo de esa forma. Me causaba gracia que incluso sin comunicarnos, tantos años de amistad nos enseñaron cómo pensaba el otro y cómo actuaríamos aunque el mundo funcionara de cierta forma.

Pero ahora parece que eso solo me conviene a mí.

Practicamos hasta la 7 de la noche. La mamá de Sonanbulismo que también parecía una señora bruja nos invitó a cenar tacos de carne asada que hizo para recordar que era un domingo familiar aunque el papá se fuera por cigarrillos.

Comimos todos en la misma mesa, vimos la televisión en la sala mientras tragábamos y hablábamos sobre la lista de canciones seleccionadas. Quedamos en jugar Jenga después y su mamá nos permitió hacer lo que quisiéramos siempre y cuando tuviéramos permiso de nuestros padres y no hubiera alcohol porque nos entregaría a la policía.

Un mensaje de Cáncer me llegó en ese momento, lo que me hizo pegar un salto y sorprender a los chicos por la tremenda patada que lancé a la mesa enana.

—Perdón, es que me tragué el spoiler pitero de una serie... —Me mostré nervioso, rasqué mi nuca oculta por la camisa de cuadros azules.

—Solo no te ahogues, sobrino. —Me trató como su familia la doña, y señaló mi tenedor en el mantel que estaba apunto de caerse de la mesa. Híper sentado a un costado lo sostuvo y me miró con más extraño.

"Wey, te voy a llamar mañana, pero te aclaro que no dije nada. Había otros pendejos cerca de donde estaban ustedes y pues a la verga, no sé, pinches viejas chismosas que no se callan la puñetera boca. Ya no saben callarse, pero no soy quién para juzgar. El TOC me dio tu número, y soy Cáncer".

El Cáncer, era medio raro a veces. No lo consideraba un amigo pero parecía que él a mí sí, estaba seguro de que por más vieja chismosa y culebra que fuera no hablaría de un problema así, más sabiendo que una mentira puede costarle la expulsión definitiva.

Pero la ansiedad comenzaba a acumularse, supe que no dormiría esa noche. Y estaba asustado de las consecuencias que podrían suceder, porque estaba en calma ahora, y eso significaba que quizás no lo estaría por muchos años otra vez. La gente olvidaba, pero yo no podía.

—Oye, no sé qué pasó pero sabes que puedes contar con nosotros. —Susurró Hipersomnio a mi oído, posando su mano sobre mi hombro mientras brindaba un poco de paz—. Cualquier cosa nos cuentas, ¿va?

Lo mejor es alejar a Dep, porque ya no puedo controlar ni siquiera mis acciones para disculparme con él.

• • •
ª, espacio para respirar.

No escribo una historia de buenos ni malos, así que lo dejo a libre interpretación pero aclarando que esto es injustificable.

Insomnio fue escrito como la representación de alguien inestable que necesita atención, que quiere cambiar pero al mismo tiempo no quiere y tiene miedo de la soledad. Es solo una personalidad con la que muchos lidian día a día, y no lo puedo señalar porque sería señalar a otros que están en el proceso de cambio. Es un concepto, como lo son todos estos personajes.

Depresión es el que lo tiene todo, y quiere ser feliz, y hace su esfuerzo cada día por pararse sabiendo que hay personas tan infelices como Inso y con más problemas como Cáncer, pero debe aceptar que tiene el mismo derecho a sentirse triste. Porque está cansado de sentir que no es nada.

Cáncer, mi favorito, el enfermo que está cansado de tenerlo todo por lastima, quien cree que no merece nada de lo que tiene y le enoja al punto de destruirlo. Ese wey ni se quiere, es más, seguro se odia. Su discurso muestra ese lado que quise mostrar con el personaje, el dolor que causa ser visto desde abajo aún sin ser un gigante.

Bueno, la verdad vi necesario hablar un poco más ahora que volvió a narrar el pendejo de mi hijo al que creé con todo mi esfuerzo. Me puedo burlar de él así como quejar, no vengo a decirles que lo condenen o lo amen, solo para aclarar los personajes y sus funciones dentro de la historia para que al final cada quien los juzgue en base a su moral. Porque como dijo el Donie Darko, esta vida no es solo amor y miedo, es mucho más.

Y aquí una ilustración que hice de los personajes en sus 19 años AAAAAAH. Para la segunda parte:

Gracias por las 50K lecturas. :')

~MMIvens.

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