Capítulo 26: Todos somos iguales.

Me sentía como un bicho pisado, ahí todo feo y batido.

A veces me costaba admitir que quería ser escuchado también, no ser tratado como un insecto que apenas y piensa por su diminuto cerebro.

Cáncer.

—Déjame solo. —Sollozó Depresión, encerrando su rostro entre sus manos, hablando a la nada. Como un muñeco encerrado en su propia cabeza, me dio la impresión de que estaba atrapado en el lugar de donde más quería huir.

Este wey la anda pasando de la verga. Se parece a mi hermana.

—Oye, ve al club. No llores aquí frente a los demás —murmuré, tocándole el hombro con mi dedo índice. Un profesor estaba detrás de mí solo para asegurarme de que lo sacara de allí y dejara de gritar porque se escuchaba hasta el público.

Depresión tomó su suéter para limpiarse la cara, recogió su mochila del suelo y sin apartar la vista del suelo comenzó a bajar los pocos escalones hasta la puerta de salida. Lo seguí detrás, la verdad no entendía qué le pasaba pero preferí no preguntar, tenía cara de que me mordería un dedo si insistía.

Volvimos al salón del club de consejeros. La puerta estaba abierta, pero Depresión actuó como si hubieran paredes invisibles a las que debía empujar con los hombros a lo largo del pasillo: no quería entrar.
Miren, yo hacía lo mismo, pero qué pedo, el niño pene irradiaba muchísima molestia aunque tenía el rostro esparcido de lágrimas.

Miré al techo y suspiré, me sentía hastiado por ver a todos portarse así cuando por fin decidí estar tranquilo hace días. Metí las manos en mi pantalón para subirlo un poco ya que me estaba llegando a media nalga por olvidar el cinturón.

Dep también suspiró antes de entrar.

—Debería tatuarme algo en los huevos. —Pronuncié, dando un paso al frente para cruzar la puerta y seguir al depresivo.

No entiendo nada, la neta.

—Sí, eso era todo. Gracias por la firma. —Insomnio sonrió, cubriendo parte de su rostro pues no quería ver el sol que se ocultaba en el exterior.

—También pasas el recado al cubículo de chicas, no te olvides -destacó TOC, señalándole unos papeles junto a su computadora.

Avancé un poco más pero bajé la mirada de inmediato al ver que Depresión seguía atorado en el inicio del salón y me bloqueaba el paso. No era el único viendo a Insomnio, sentí la incomodidad de golpe y ni siquiera sabía qué había sucedido entre ellos. De verdad me estaba forzando por entender el pedo.

No mamen, voy a preguntar.

—¿Qué chi...? —TOC levantó la mano, cortándome las palabras de golpe.

—Pasen, les tengo más recados y necesitamos hablar sobre TID. Insomnio, ve con el club de música para que chequen sus cosas. —Ordenó, quitándose los anteojos negros para tallar sus ojos con los pulgares. Tenía cara de que le metieron un vergazo y ya no quería problemas—. Todo es un caos.

Insomnio volteó discretamente, echó un saludo raro en nuestra dirección. Levanté la mano en automático, tenía ganas de golpear su cara cuando se acercara pero Inso se aproximó con rapidez, llevando papeles en sus brazos y la camisa abierta que dejaba ver su otra playera debajo.

Verga, en serio lo quería golpear pero no me atreví a hacerlo cuando se detuvo frente a Dep, percatándose de que estaba todo mocos llorosos. Bajó sus pupilas hacia la jícara, pero no dobló sus piernas, haciendo provecho de su altura para verse intimidante.

Me recordó también que yo era más bajo que él.

Entonces se apartó para salir y Depresión reaunudó sus pasos hasta dejar su espalda contra la silla. Ya podía ver su expresión de frente, y aunque seguía llorando se le veía más frustración. Me senté en el otro extremo para pensar qué verga acababa de suceder.

—¿Qué está...? —La mirada de TOC me detuvo. Su silueta a contra luz parecía una caricatura tétrica, similar a los memes malditos que me enviaba Diabetes.

—¿Qué pasó, Depresión? ¿Quieres que te dejemos en la sala solo?

TOC fue quien rompió el silencio con la cosa fea y triste. Dep se limitó a negar con la cabeza y decir que estaba bien, mientras recogía sus propias mangas y estiraba su cuello.

—Si no les molesta, voy a llorar solo un ratito. —Advirtió con seriedad, dejando salir más lágrimas que no llegaron ni a tocar el suelo, pues se secaban antes de que nosotros las percibiéramos.

~•~•~•~

—No me lamas hoy. —Pedí, bajando la mochila de mis hombros para tenerla en el brazo derecho, retrocediendo ante el rostro de Estocolmo que se aferraba a mis zapatos.

—Pero quiero hacerlo. —Pronunció él, pegando su frente ancha contra la punta del tenis.

Mi madre asomó su cara desde la cocina. Su maquillaje estaba mejor que de costumbre, aunque no me hizo muy feliz no verla como payaso por primera vez. Parece que comenzó a escucharme sobre lo mal que se maquillaba y comenzó a tomar un curso los fines de semana.

—Mi gordis, preparé plátano frito y compramos helado en la mañana, pero eso de postre —clamó, abriéndose paso a un lado de las escaleras mientras se removía el mandil y dejaba suelto sus puntas de cabello con luces doradas—. ¿Quieres tomar una ducha primero? Aún no les serviré porque tu padre llega tarde, pero te tengo un bowl de fruta y un licuado de aguacate que me recomendó el doctor.

Encogí los ojos y elevé una comisura del labio. Me sentí hastiado de verla con semejante sonrisa, y entonces esperé a que preguntara lo mismo de siempre:

—¿Cómo te sientes? —Tocó mi frente, acercando sus mejillas con pequeñas arrugas que cuarteaban su maquillaje.

—¿Me ves mal? ¿O me ves bien? —Inquirí, apartando su mano. Palpé mi panza y respondí más tranquilo—: ya, ma. A la verga, estoy bien. Siempre me veo igual, chinga su madre. Me quedan como 15 años piteros todavía.

Qué asco, dije pito y me siento el puto de Inso.

Mi madre no insistió con la pregunta sino en que corriera a bañarme porque el sudor no me hacía mucho bien. Subí las escaleras con mucha hueva y me detuve apenas pisé el segundo piso pues en la habitación principal solo se escuchaban chillidos de mi hermana Demy.

—¿Qué te pasa, señora? —Toqué la pared, deteniéndome a metros de distancia solo para cotorrearle y olvidar que el sobaco me apestaba a sudor y tensión.

Ella volteó de inmediato, enmarañando sus labios con sus cabellos cafés que le cubrían como una cortina. Se apartó los mocos de la cara, me miró confundida con las cejas enredadas y cerró su laptop como si fuera el porno.

—Ando estresada porque no recibo respuesta de las universidades a las que postulé. —Masajeó su frente, y estiró su pierna fuera de la cama amarilla con sobrecama de girasoles—, no manches, Cáncer. Es difícil integrarse en la sociedad.

Dejé caer mi mochila en su cuarto, no tenía tareas pendientes pero fue la costumbre. Ella se rió, y me invitó a pasar. Me negué, procedí a retroceder en mi andar y volver a mi habitación en silencio hasta desplomarme sobre la cama.

Desplomarme.

—Qué días tan raros. —Dejé escapar.

El techo blanco no era liso por la humedad, y la luz de los árboles se reflejaba en él como rayones de un niño de primaria. Pensé en el día cuando mi mamá descubrió que yo era quien rayaba las paredes del kínder y me bajó los pantalones para que me rayara la cola y a ver si así me quedaba quieto.

Demy siempre dijo "no es nada" cuando le preguntaba porqué chingados lloraba.

—Me siento como una raya en la cola. —Me amargué solito, haciéndome pelusa sudorosa con la cama.

Pa' ponerlos en contexto, había conocido a Cáncer 2.

La chica Cáncer -de mama también, pero qué hueva, está bien largo-, de tercer año, era una chica alta, más plana que las nalgas de Inso o lo que detenía a Dal de largarse del país. El cabello le llegaba a los hombros, era castaño y rizado, su piel era blanca, tenía pecas por toda la cara y sus cejas parecían ratas. Pero la verdad estaba guapa.

Se vestía como abuelo y usaba chanclas para poder pintar. Era del mismo club que Dal: arte, pero casi no asistía y estudiaba por su cuenta. Fue extraño desde que me la presentaron, no supe cómo carajos la entendí si nuestras personalidades eran tan distintas, pero me miró con esa cara.

Esa cara mamona y distante, con un apretón de manos fuerte y las palabras:

—Un placer, gracias por participar. —Entonces sonrió, como si no fuera nada.

Desde hace semana y media las cosas habían cambiado. Me molestaba sentir esa incomodidad, no con ella, a la verga, todo andaba bien con ella y no habíamos tenido problema trabajando en equipo o más bien en que ella me esclavizara para cargar sus latas de pintura, sino que me costó trabajo interactuar con otras personas. No dejé de pensar en que su forma de saludarme era la misma que yo usaba en los demás.

Y qué putazo, mi mirada era una mierda. Hasta yo sentí feo cuando la experimenté.

Le pregunté porqué no me gritó en ese momento si lucía muy emputada y sin ganas de conocer gente. Nada más por mame y a ver qué respondía, pero eso me dejó pensando aún más que mis exámenes de biología.

—Ni idea. Es cansado, no me gusta vivir molesta. —Fue lo que respondió.

"Estar emputado es divertido, namames".

"Como quieras vivir tu vida, Cán. Adelante".

No me sentía como yo, así que quizás por eso a la mañana siguiente, di luz verde para que mis padres fueran conmigo al festival recreativo. Hasta mi padre pidió su día libre para asistir, ninguno quería perderse lo que sea que había preparado una noche antes. La verdad me había quedado culero y no me gustaba, pero pensaba improvisar algunas cosas.

El evento estuvo más lleno al día anterior, sobre todo porque nos habían organizado como la categoría más importante de la mañana. Me tembló un ojo con tanto grito de aquí para allá, parecía estar en convención apestosa de otakus pendejos por morras coreanas.

Chinas, no, puta madre, japonesas.

Algunos tipos se empujaban en los pasillos, otros se ofrecían para darnos direcciones y que llegáramos al salón deportivo donde se encontraba también el área de la presentación y donde se suele dar la asamblea. Mi padre acompañó a Estocolmo por unas papas y chocoflan en el exterior.

—Vamos por unas salchichas, todavía faltan como 20 minutos, ¿verdad, bubu? —Mi madre me tiró de un cachete, y dio algunos golpes a mi pecho para quitarme el polvo de mi saco gris que cubría la corbata azul de la escuela.

—Vuelvan o me ahorco ya que ando elegante. —Aparté su mano, incómodo por ver que a lo lejos Diabetes y Dal buscaban un lugar dónde sentarse pero mi culo les distrajo.

Me removí en la esquina, no me sentía perra ni divina. Es más, me daba vergüenza usar bien el uniforme, me sentía cuadrado. Mure entró por la tercera puerta y levantó los pulgares feliz de verme allí. Y a un costado hizo aparición Depresión, se amarró las agujetas y procedió a saludarme.

Vestía de negro, totalmente. Parecía un traje de tres piezas.

—¿Por qué tan emo? —Me crucé de brazos, y me recargué en la pared junto a la escenografía reciclada a la vista de todos.

—Estoy de luto —dijo, levantó sus ojos de muerto y explicó con las manos extendidas—. Era broma. Mi mamá pensó que debía vestirme formal pero eso solo es para los que venían a presentar algo. Me voy a cambiar cuando venga mi papá con mi ropa informal.

—Tus bromas están bien cagadas. —Empujé su cabeza para que volteara y le señalé asientos en las filas principales para que pudiera sentarse cerca. Yo no había olvidado mi promesa, en serio quería mostrarle algo al pendejo, pues fue mi idea.

Esperé 5 minutos más y por fin llegó la chinitos que se drogaba con óleo. Tenía puestas sandalias que parecían chanclas, blancas, y su traje era amarillo seco y deslavado junto a una camisa verde de poca saturación. No se había peinado, otra vez.

—Puta, llegas tarde. —Quité el feo cabello de su cara, picándole el ojo por accidente. Me reclamó que no podía bajar las cosas sola del carro de su mamá y que no le había dado tiempo de ponerse el maquillaje de florecitas que prometió.

—Me duelen los senos, sube tú las cosas —dobló su espalda para levantar su cuadro principal y dejó el resto que estaba cubierto por telas. Señaló el pasillo hacia los bastidores y me eché a andar con ella—. ¿Escribiste lo que faltaba? ¿Y corregiste lo que claramente no puedes decir en público, niño pingo?

—Sí, vieja. Ya cállate. —Hablé con esfuerzo, arrastrando hasta su caja de pinturas por si necesitaba darle retoques a algo. La oscuridad nos atrapó en cuanto cruzamos las escaleras tras bambalinas.

—Si me das el soponcio allí adentro, escúchame bien, Cáncer —levantó la voz, más gruesa que mi pija, y giró en sus chanclas modernas para señalar mi cara que se encontraba en la misma altura que la suya—. Te juro que te clavo mi lápiz favorito y te uso como pintura.

—No me da culo, adelante.

—Cáncer de mama, no amenaces así a tus compañeros o podemos suspenderte. —Su profesor de arte hizo presencia detrás de mí, apartándome para que ellos pudieran hablar antes de salir a la presentación.

Mure volvió a aparecer a un costado mío solo para preguntarme cómo estaban las cosas. Pude escuchar la voz de Narcisista haciendo tiempo con su presentación tan rara y frases sin sentido.

—Tenemos un sorteo esta tarde para las queridas madres de familia, los bizcochos —tosió y continuó, cepillando sus cabellos rubios—. ¿O debería decir "bizcochotes", mmh?

Dal, písalo o algo.

Saqué las notas de mi pantalón y les di una releída rápida en cuanto sentí las manos del profesor y la Cáncer empujarme al escenario, que estaba súper bien iluminado y se podía apreciar el azul matutino y blanco entre el público. No habían apagado ninguna luz por la hora, me incomodó ver cada rostro desconocido de golpe.

Si los ves cogiendo no hay pedo. Si no los conoces tampoco.

Caminé hacia la X blanca en el centro del escenario, frente al micrófono. Bajé las pupilas un poco y encontré a Depresión junto a otros compañeros, y a más gente, y más, y más, amontonándose en la profundidad de la cancha. Algunos tragaban como cerdos y hablaban entre ellos.

—¿Qué hago, perra, me espero? —Me andaba orinando, apenas pude susurrarle a la tipa que recién acomodaba sus cosas en orden.

—Ve empezando, te sigo. —Murmuró, dándome la espalda mientras ponía la primera pintura sobre el bastidor.

Toqué la punta del micrófono nada más por curiosidad, y respiré cerca de ella. El profesor Mure me dijo que una vez me acercara, me esperara unos segundos antes de decir algo, la gente prestaba atención y pensaban: ¿Este pendejo sabe hablar?

—Buenos días —solté golpeado, apretando los párpados solo unos segundos mientras dejaba escapar un suspiro—. Mi nombre es Cáncer, soy de primer año. Estoy aquí para narrar la presentación de la estudiante Cáncer de mama del club de arte, tercer año. Somos los únicos alumnos con esta condición.

Pude escuchar mi propia voz detrás de mí, abandonando las bocinas para rebotar al exterior. Vi que algunos inclinaron sus cabeza para ver la pintura que se revelaba a mi costado. Yo la miré de reojo.

—Las enfermedades... no se ven así —murmuré, sin apartar la vista de las hojas para forzarme a no soltar alguna palabra de más que me fuera a costar una expulsión por la irreverencia. El dibujo a mi lado, ella misma tirada, al desnudo, como una muñeca llena de cables y senos cubiertos por plumas negras me parecía grotesco—. Se ven como una foto en camilla y una imagen de Piolín con la leyenda "espero te recuperes". Perdón por el ejemplo, pero odio esas imágenes. Ah, pero sobre el dibujo...

Cáncer di mAmi tenía esa cara de asco hacia mi presencia. Levanté las cejas para indicarle que me dejara hablar o se largara a la verga.

—Quiere mostrar una realidad de la que poco se habla. —Doblé media hoja que tenía letra escrita de ella, tratando de centrarme en el resto mientras se apilaba su segunda pintura: plumas tendidas sobre una cama vacía del hospital—. La verdad, es difícil pararse frente a un centro de ayuda, o asistir a las terapias en grupo, o siquiera pedir ayuda a los consejeros. Hay cosas que se dicen entre los menores de edad, cosas como...

Aquí viene lo que escuchamos en el club de consejeros, gracias por reunirlo TOC, pero qué putas es esto.

Ella descubrió una pintura recargada junto a mis piernas, la cual mostraba un inmenso mar rojo a acuarela por el cual varios sonrieron de lo bonita que se veía. Gusto feos tenía la gente.

Tragué saliva.

—"Me voy a matar" —mascullé, clavando la mirada en las letras, me sentía obligado a leerlas como si fuera cualquier otro discursante buscando ampliar mi currículum para la universidad—. "No puedo más con el dolor, es constante y trago pastillas como idiota". "Es tan difícil para mí que ya no quiero vivir".

Algunos me miraron en lugar de la pintura, la atención en mí parecían pequeñas piedras que saltaban en el agua.

—"Si continúo así me quitaré del medio". "Siento que me rompo, no recuerdo la última vez que no vomité de ansiedad". "Hace tiempo que no duermo y eso me hace perder la cabeza". "Muerdo mi lengua cada vez que hablo, y sangra". "No sé quién soy, es como verme fuera de mi cuerpo". "Tengo miedo de hacerle daño a alguien". "Estoy perdiendo a las personas que me importan". "Olvidé qué hago con mi vida".

La chica artista mostró un agujero y agua drenándose en su interior. Ya no debía seguir leyendo esas experiencias, aunque solo faltaba una.

—"Tengo miedo de las personas, no puedo escucharlas ni mirarlas, porque siento que voy a..." —me detuve allí, aparté la hoja para seguir leyendo el discurso que ella preparó conmigo. Elevé la barbilla para buscar algún punto en el cual centrarme y no seguir mirando bajo—. Hay como... cicatrices. O sea, no literal, pero a menudo marcan el cuerpo y los sentimientos. Podemos identificarlas cuando a alguien le da un infarto, quedan pequeñas cicatrices alrededor del corazón, y hay otras en los ojos y oídos que ven o escuchan cosas que no querían. Incluso cuando escuchamos nuestra propia voz.

Dios, Cáncer 2, esto no tiene sentido.

La miré por el rabillo del ojo. Le hablé entre muecas durante una pausa, ella negó con la cabeza hacia los lados, yo asentí y continué tras cerrar su hoja. Ella supo que valió verga, pero ni modo, yo nací valiendo putas.

—Miren, voy a ser sincero y daré mi humilde opinión. El nombre de esta presentación era "La depresión y el cáncer" —tosí, me encogí de hombros y tomé el micrófono con ambas manos—. Se supone que lo diríamos al final pero ya quiero ir al grano. Voy a hablar de las similitudes que encontré y la hipocresía que se cargan todos en esta pinche institución.

Mi madre a lo lejos se cubrió la cara al imaginar que después de esto terminaríamos en la dirección.

—La depresión y yo podemos faltar a la escuela cuando queramos, el gobierno nos puede mantener bonito y somos super mega importantes para que nos tomen fotos y nos pongan en revistas para llamar la atención —pronuncié, doblando el cuello y centrando la vista en un reloj viejo colgado a lo lejos en lo alto de la pared. Tenía protección para que no fuera golpeado por algún balón—. Pero a mí me rodean las personas, ¿saben? Y a ellos, verga, los evitan. O sea, yo también lo hago pero porque pues sí, equis, soy chavo. Pero es molesto.

Levanté mis dedos, y comencé a señalar al aire solo para relajarme con mis movimientos.

—Hay muchos tipos de Cáncer, y distinta formas de tratarlos, rutinas, quimioterapias, dietas. Así como hay variaciones en la depresión, y también un sin fin de formas de tratarla. Y en ambos hay presión: unos putos te dicen "oye, mi tía tenía cáncer de mama y se curó con esta quimio, ve al mismo sitio y a ver qué pedo. Seguro te salva". Luego están los que dicen "mi hija tenía depresión y se le quitó con un psiquiatra de mi barrio, seguro dejas de estar triste con él".

Nadie estaba murmurando así que procedí. Me sentía más cómodo.

—Pero el mismo cáncer de mama que tuvo la tía esa no es lo mismo que puedes padecer tú, ya saben, las mismas quimios no significan que curen "el mismo cáncer" en un cuerpo distinto con células anómalas. Ni la misma terapia que tomaste para "dejar de estar triste" significa que le va a servir a alguien más. No son personas iguales, no es el mismo cuerpo, no son los mismos sentimientos, pero ambos duelen como un grano en el culo. No son objetos de prueba, mierda.

Escuché a Cáncer 2 cargar su última pintura.

—Y no porque uno no se vea no significa que no pueda dar los mismos resultados —exageré mi voz, y extendí las manos alterado—. O te tratas y te salvas, o te mueres. O lo superas y dejas de estar deprimido, o te matas porque esto es demasiado difícil. Y todos tienen miedo de decir que es difícil, independientemente de si no son "la depresión".

La chica no podía poner su pintura en el bastidor de lo grande que era. La posó en el suelo de nuevo, aún cubierto, y se dirigió a los telones para buscar ayuda.

—Carajo, hasta yo me siento mal. A veces me siento de la verga, bien rancio, de malas, me quiero atar un mecate al cuello pa' pasar el rato y no me importa si me muero de paso. Pero ustedes son peores, así como el que exagera y como el que lo critica —escupí, me sentí doble moral al decir eso—. Que si da culo decirle a tus amigos, a tu familia, a un médico, lo difícil que se está poniendo todo.

Y la respuesta siempre es la misma.

—Mis padres siempre me preguntan cómo me siento. ¿Saben? Me siento igual: cansado, siempre. Y me enojo cuando me preguntan eso porque no quiero darles la misma respuesta, no quiero que anden bajando la cabeza llenos de lástima y pensando que no pueden ayudarme en nada. Y me pasa con quien sea que lo pregunte, porque no puedes cambiar toda tu vida en cinco segundos solo para responder a esa pregunta.

El profesor del club de arte de aproximó velozmente, y ambos hablaron sobre cargar juntos la pintura.

—Si pudiera lo haría, lo juro —levanté la mirada, buscando a mis padres entre el público. No me miraban de frente—. Lo cambiaría todo. Les diría que estoy al máximo. Les pediría que me gritaran, que se enojaran conmigo, que no me consintieran. Ya sé que me voy a morir, a mí no me importa eso, pero no sé cómo hacer que ustedes lo acepten.

Tragué más saliva, la lengua me era un desierto.

—Y estoy seguro de que la depresión es igual: lo cambiaría todo en ese momento, cruzaría hasta un mar de sangre por cambiar los sentimientos que tiene y forzar una sonrisa para decirles: estoy de puta madre. Pero como él "no se está muriendo" le van a creer, y lo van aceptar. Y tendrán miedo de preguntar otra vez, porque no soportan ver a alguien llorar por sus problemas cuando ustedes también los tienen. Pero están asustados. Y son unos cobardes.

Cáncer 2 me tocó el hombro para pedir mi silencio y descubrió la pintura que levantaba con el profesor.

Era el rostro de Dep, el dibujo de una foto que ella bajó de sus redes desde que le comenté que tenía un compañero así. La cabeza de jícara, la mirada indiferente y cansada, ese semblante aburrido que causaba un sentimiento de "nada". En las mejillas se extendía el rojo de sus ojos, de forma asquerosa. Su pecho era cubierto por plumas negras y su cabello se deshacía como líquido negro contra el blanco.

Ahí está, la zorra se lució.

—Pido cinco segundos para ofrecer una disculpa a epilepsia. Mi bro, sé que andas tirado por ahí entre las sillas, pero lo siento por burlarme tanto de ti. Si quieres luego me pateas —pronuncié, sin apartar la vista de la pintura mientras mi espalda seguía clavado en la pintura—. Ah, y perdón Depresión por haberte pateado el primer día de clases. Pero el director hizo la vista gorda.

La artista chocó puños conmigo y me dirigió una sonrisa con sus labios delgados y el sol de medio día cubriéndole la cara.

—No me importa morir, así que lo diré —giré en mis talones, haciendo una reverencia decente mientras me comía con la mirada cada expresión de mal gusto. Mostré el pito con mis dedos y hablé—: Que el gobierno se vaya a la puta madre, porque esos PENDEJOS son los mismos cobardes que nos tienen aquí como animales por miedo a reconocer que TODOS SOMOS IGUALES, PERO PENSAMOS DIFERENTE.

—¡Baje de inmediato, estudiante de primer año! —Fue el último grito que escuché del director.

• • •
Dude, no tengo mucho qué decir hahaha.

¿Algún comentario?

¿Qué tal Cáncer?

¿Alguna experiencia que quieran contar?

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top