Capítulo 26: Juntos, siempre juntos.

No siempre íbamos a poder cumplir nuestros sueños.

Yo no tenía uno al cual aferrarme, pero vi a otros obsesionarse tanto con ellos que en lugar de abandonar sus sueños en búsqueda de otros, preferían abandonar la realidad y estrellarse contra lo imposible.

La realidad te ponía un alto, antes de que te cayeras, pero aún así brincábamos sus paredes con la ilusión de que no doliera tanto.

Depresión.

Me sentí como un idiota, otra vez.

Me arrepentía de sentir tanto pero no ser alguien con buenos consejos, o dinero, o lo que fuera suficiente para ayudar a otros a no enfrentar las mismas cosas que yo. En mi estado actual, estaba lejos de hacer cosas por otros.

¿Cómo podía ayudar si yo estaba hecho pedazos? ¿Cómo podía estirar la mano de alguien para alcanzar sus sueños si yo no era distinto?

El tiempo era extraño, a veces queríamos que fuera más lento, en ocasiones más rápido. No era cosa de el momento adecuado, las palabras correctas, despedidas o saludos planificados. Las cosas solo resultaban así.

Me veía extrañando cosas cuando el tiempo se desmoronaba, allí sentado, en la esquina de algún tronco mientras veía el césped secarse y las hojas caer. Extrañaba cosas que no tenía, cosas lejos de mis manos, sonrisas que no existían.

Abandonar los sueños y morir, suena como un chiste. Luego "el hubiera no existe", era fácil decirlo pero casi imposible no pensar en ello. Si yo hubiera sido más fuerte no se habrían aprovechado tanto de mí, si me hubiera preocupado antes por el futuro, si hubiera podido cambiar mis palabras.

¿Por qué no era más listo? ¿Más preparado para afrontar las cosas que venían a mí? Me aterraba muchísimo, creer que ya estaba de pie y después descubrir que intentaba caminar en agua.

Que no era nadie, y siempre habrían expectativas que no cumpliría. Cosas que no esperaba, dolor que no podía evitar.

—Quiero ser mejor, no para mí. Solo para ser suficiente, un humano que puede sobrevivir a esta normalidad. —Le expresé a Cáncer, extendiendo mis piernas a lo largo del piso frío de la habitación-, quiero ser fuerte, Cán. Quiero ser capaz de soportarlo, pero también quisiera evitar lo que sea que venga.

Habían pasado meses desde mi cumpleaños. Las clases no eran complicadas y mis proyectos estaban bien. Las cosas marchaban, perfecto. Incluso con Adie, que desde esa noche de tacos no dejó de estar tras de mí, igual que yo.

—Tienes cilantro en los labios —comentó, me confundí aún más cuando se inclinó a verme hasta colorarme—. Déjame te lo quito...

—Adie, no he comido taquitos, no los has servido... —Agregué, doblando mi espalda para huir poco a poco de su rostro.

—Te los sirvo después. —Murmuró, dejándose ir como menso a mis labios cuando me vio sonreír.

Las cosas iban increíbles, solo por un pequeño detalle: mi novio dejó de ser un síndrome, y no faltaría mucho para que yo comenzara a ser un humano también.

Pero si él perdió un ojo, ¿qué me quitará a mí la depresión?

¿Qué más puedes quitarme que no sea la felicidad? ¿Eres capaz de quitarme la tristeza?

—Sé que lo eres, pendejo. Eres capaz de afrontar todas las cosas que te vengan aún si te toma tiempo para enfrentarlas, así que no te sientas tan culero.

Escuchar a Cán me sacó una sonrisa. Me reincorporé fuera del suelo para observarlo en la camilla, con un antifaz para dormir a gusto en las mañanas sin molestarse con la luz del exterior. Estaba hecho un vegetal, era muy tranquilo a esas horas.

—¿Te arrepientes de cosas? —Pregunté, sentándome en el asiento junto a la mesa auxiliar para apoyar una mano en su pierna envuelta por las sábanas-. Y no me salgas con mamadas de que "el hubiera no existe".

—Mamadas —movió los labios, bien tieso—. Nah, me arrepiento de escribirle cada dos días a Inso para ver si me responde. Pero no ha venido a verme desde... nunca, le valgo verga, como a Cap, y a todos. Me la pelan.

Cáncer se retiró el antifaz y me hizo ojitos para que le moviera la almohada y pudiera sentarse bien para tener una plática decente. Hice lo que quería, mientras rogaba por no presionar demasiado su cuerpo, porque sabía que le causaba dolor mi roce pero prefería callárselo.

Sus padres no venían seguido, la guardia la hacían familiares mayores de edad. Capgras ya no venía todos los días pero cuando lo hacía solo enviaba algún regalo por medio de mí. Y el resto de amigos tenían presiones propias, venían cuando podían, incluso GAS me acompañaba a veces.

Éramos solo los dos, comiendo dulces sin azúcar y algunos que sabían a medicina, mientras jugábamos en la consola, o veíamos videos en internet, o solo debatíamos de cualquier cosa. No sabía que Cáncer tenía pensamientos tan raros como los míos, que podíamos tocar tantos temas en una tarde, discutir, luego reír de ello. Un pensamiento extrovertido contra el mío, introvertido.

Era difícil creer que esa persona que mordisqueaba un dulce de miel por las mañanas como si fuera un anciano en realidad fue el tipo que me hizo sentir tan mal el primer día de clases. Pateó mi silla, se burló de mi condición, me llamó feo entre clases y me ignoró una y mil veces.

—Me cagas. —Murmuré, empujando su rostro que estaba atento a la televisión del sitio.

—¿Qué chingados te hice o qué? —Se sacó de pedo, girando con extraño mientras pensaba en la inmortalidad del cangrejo.

—Nada, me acuerdo de que me tratabas de la verga y me enojo de repente —le recordé, cruzado de brazos mientras trataba de quitarme la tensión de mis hombros—. Lo siento, vivo con la mecha corta estos días.

—Son tus feromonas. —Levanté el rostro confundido, casi seguro de que él quería decir "hormonas".

Se estiró para tomar su laptop y observar las paginas ancladas, donde solo habían destinos de viajes, comidas de otras regiones, eventos internacionales; había vida, muchísima, me hacía suspirar de solo imaginar las miles de cosas que se llevaban a cabo diario. Era sorprendente y aterrador.

—¿Fui tan ojete? —Me preguntó, sonó preocupado aunque estaba tecleando.

—Todo el mundo lo fue, no te culpo.

—Pero lo fui, ¿no? —Balbuceó, consiguiendo atrapar mi mirada que sospechaba haber dicho algo malo.

—Eres distinto a los demás, Cán. Cambiaste mucho, eres alguien especial y me has apoyado mucho aunque no lo creas —le hice saber, esperando que no se sintiera mal por cosas que habían pasado pero él ya había arreglado poco a poco con sus acciones—. Eres de lo mejor, neta.

—Sí, sí, me vale verga. —Fingió no estar feliz—, ¿nada más que agregar?

—Eres el mejor chingando. —Me irrité un poquito, pero continuó feliz de escuchar los halagos.

Me pidió salir a ver si Cap andaba en el pasillo. Tomé mi termo para beberlo mientras me paseaba, mirando a los costados, incluso bajando a la recepción sin encontrar señales de vida del rubio. Estuvo aquí antier así que lo lógico era que no llegara hoy, quizás mañana.

Quisiera invitarlo a comer, está muy delgado.

—¿Quieres una paleta? —La recepcionista me extendió un bote de cristal con paletas con forma de cervezas, otras parecían sandías y habían unas enchiladas con forma de elote.

—¿Puedo tomar dos? —Pregunté, ella asintió-. ¿Y tres? O cuatro, o bueno, ¿cuántas puedo tomar?

—Las que quieras, no hay mucha gente por aquí. —Se rió, sacudiéndolas para que las tomara; lucía pesado.

Tomé todas las que pude, variadas, y las sostuve con mi cuello mientras me despedía de la mujer. Sé que me veía raro haciendo eso a mi edad, pero en mi cabeza seguía teniendo 16 años, y mi estatura lo hacía más creíble así que ya no me importaba lo que dijeran de mí.

Estaba yendo por el pasillo cuando mi teléfono comenzó a sonar, me llené de desesperación porque no podía sacarlo del pantalón debido a los dulces. Tuve que echarlos en el primer asiento que vi antes de responder la llamada de GAS que, para el colmo, no estaba haciendo nada.

—Estoy aburrido, cuéntame algo. —Me pidió feliz.

—¿Números o qué, simio?

—No sé, quería hablarle a tu novio para contarle que te pusiste bien pedo la semana pasada y casi nos besamos. Pero ni me responde las llamadas, así que me preocupé.

Tranquilo, Dep, tranquilo.

—GAS, NI SIQUIERA FUIMOS A UNA PEDA LA SEMANA PASADA. Fuimos a comer tortas ahogadas, Y ADIE FUE TAMBIÉN.

—Ajá, Dep, céntrate. Estoy preguntando por Adie —se puso disque serio. Estaba apunto de colgarle—. ¿Qué hace o qué? Nunca me ignora los mensajes, todos lo hacen pero él no. No sé si es amable o idiota.

—Es amable, pedazo de imbécil —lo defendí, como era costumbre. GAS se rió a lo menso—. Y si no te responde es porque es el aniversario de la muerte de su abuelo. No hay buena señal en la colonia de estrellas, o seguro solo se le descargó el celular. No lo molestes, ¿sí?

Se calló un momento antes de seguir.

—Oye, me hablaste feo... —Se sintió mal—. Solo estoy aburrido, quería distraerme.

Dioses lunáticos, denme paciencia.

Me senté, le quité el envoltorio a una paleta de sandía y comencé a chuparla mientras pensaba en qué decir. Se sentía un ligero bochorno dentro de mi abrigo, producto de la estación del año. No supe si era mi imaginación pero hoy estaban más sentidos conmigo las personas.

—¿Qué haces pues? —Suspiré, esperando algo bueno.

—Nada, estoy acostado en el dormitorio. —Hizo una pausa. Le dije que no bromeara diciendo que se la estaba jalando, así que se detuvo antes de soltarlo. GAS era muy provocador, pero ya me estaba acostumbrado poco a poco.

—Yo sigo en el hospital. —Comenté, mirando mis tenis que se reflejaban en el mármol blanco.

—¿Cómo está?

Cáncer no le tenía miedo a la vida, mucho menos a la muerte. Cuando le pregunté cómo podía sobrellevar todo, en medio de la playa, atascados de comida, su respuesta sobre estar en otro nivel intelectual fue tan estúpida pero me pasé el trago para darle la razón. Ese hombre era tremenda bestia, ni una bomba nuclear lo mataría tan fácil.

—Adolorido pero lo veo al máximo. —Le informé a SGA.

—¿Seguro? Espero que sí porque ese tipo aguanta que lo trate de la verga —se sintió aliviado por mi respuesta, solo traté de no reírme y seguir saboreando la paleta en mi lengua—. ¿Estás ahí con él?

—No, estoy en los pasillos a la vuelta.

—¿Está bien dejarlo solo? ¿O solo fuiste al baño? —Se nota que en serio estaba aburrido, no paraba de hablar.

—Va, te cuelgo.

—Noooo. —Y colgué.

Me paseé por el pasillo, tarareando cualquier canción que cruzó por mi cabeza. Había grandes ventanas a los costados donde solo podía ver mi rostro borroso, al que no podía reconocer, ni ver sonreír o llorar; no expresaba, como reflejo de lo que significaba la depresión en mí.

Estaba la figura de todo mi cuerpo, pero incluso si veía mi cara no era capaz de reconocerla como mía.

—Eres raro. —Me dije, tratando de ignorar la extraña sensación de caminar junto a un extraño, de estar solo allí.

Tantas cosas pasaron, y tantas cosas iban a pasarme. No entendía cómo la vida seguía su curso, no tenía idea de qué decirle a Dep cuando se convirtiera en Denis. ¿Qué podía hacer por él más allá de tomar terapia, corregir mis errores y seguir viendo por mis amigos?

No tengo idea de qué hacer después de superar algo.

—¿Qué puedo hacer? —Me repetí, entrando con desgano a la habitación.

Cáncer estaba hecho un taquito, con la cabeza cubierta por las sábanas. Tenía la laptop encendida en sus piernas, las noticias seguían puestas en el televisor y su té de piña servido a un costado. El vapor de la bebida se mezclaba con el olor de limón, formando una extraña sensación cálida en el sitio.

—Se durmió...

Me acerqué para cerrar la laptop, si la dejaba en sus piernas seguro se entumecería. Destapé su rostro para hacer que respirara.

—¿No duermes? —Balbucí, extrañado de que tenía una almohada sobre su cabeza.

Cáncer estaba temblando del dolor, pero se aferró a la idea de morder la almohada para que no lo mirara sufrir. Me quité el abrigo, con la intención de que no estorbara mis movimientos y levanté su cabeza para palpar sus mejillas y conseguir que se comunicara conmigo. Sabía qué hacer pues yo me encargaba de él en el día.

—Hey, respira, tranquilo. No te voy a hacer nada —traté de que no me empujara, imitando las acciones de mi madre cuando me trataba en alguna crisis—. ¿Dónde te duele ahora? ¿Desde hace cuánto?

—Solo no te vayas, jícara. —Pidió, rechinando los dientes mientras se retorcía y apretaba sus puños para aguantar lo que le hacía endurecer el cuerpo delgado que era.

—No me estoy yendo a ningún lado, a menos que me lleve la corrupción. —Me mantuve zen.

Cáncer sufrió por al menos 20 minutos, conmigo sosteniendo el cuello y esperando a que la morfina que le inyectaron lo adormitara un poco. Yo no tenía idea de cómo me mantenía tranquilo, pero me sentía confiado en que las cosas irían bien; creía en él.

Pensaba irme a medio día para comer con mis padres, sábado, pero Cán dormido me hizo pensar que lo mejor era esperar a que despertara. Antes, cuando yo despertaba y la casa estaba vacía, me ponía a llorar; no había una razón, supongo que me asustaba estar solo.

Leí una revista hasta que despertó de su sueño. Pero yo seguí atento a la columna que hablaba sobre la felicidad y sus dificultades, al igual que los sueños que podían dárnosla. Independiente de las heridas del pasado, la sociedad creía con firmeza que nacimos tan duros como para no rendirnos ante las adversidades; seguir creyendo, como humanos.

Al menos hasta que lo fuéramos, juntos.

—¿Tienes algún sueño, Cán? —Mascullé, pasando la siguiente hoja.

—Quiero tener chamacos.

—Oloverga, qué pedo, qué pedo. —Volteé asustado, no sabía si eso salía de Cán en serio.

Dijo que lo imaginara, un mini cáncer corriendo de arriba a abajo nalgueando gente. Tuve una imagen muy perturbadora, él trató de añadir otros sueños como viajar al extranjero alguna vez o tener una casa cerca de la playa; si le daba hambre disque solo clavaba un palo en el agua y a ver qué salía.

Eran buenas metas.

—¿Eres feliz, Dep? —Me preguntó también, sonriente, sacudiendo sus manos a lo largo de sus piernas.

—No. —Escupí.

—Chale. —Me hizo una mueca de hastío.

Le expliqué que tal vez lo era pero no tenía una referencia para saber lo que se sentía ser feliz más allá de tener tacos en mi mesa, o mi yo del pasado sociable a quien tanto envidiaba. Sentí que la vida me había arrojado tantos golpes esos últimos años al punto de que no podía escuchar el nombre del perro ese sin querer vomitar o funarlo, aunque al mismo tiempo me rogaba a mí mismo que siguiera esforzándome en olvidar.

—Pero ahorita ando feliz aquí, voy a a seguir para ver qué sucede con mi vida. —Suspiré, estirándome en el asiento hasta arrojar la revista en la cama—, ¿tú cómo te sientes sobre eso?

—Equis, siempre creí que estaba mal con mi percepción de muchas cosas hasta ahora —explicó, rascando sus propios dedos mientras se distraía en la piel de estos—, Ahora confirmo que las cosas eran así: la verdad la cagué mucho pero ya sé que no puedo hacer más.

A veces me pregunto yo si está mal que esté todo el día aquí, porque seguro a quien Cáncer quiere ver no se aparece por mi culpa.

—Eres alguien muy bueno, Dep. Te debo mucho.

Lo miré feliz, sin comprender a dónde iba todo, pero tranquilo de ver cómo se abría lentamente conmigo un día más. Era agradable verlo hablarme tranquilo.

—No nos parecemos en nada, pero eso hace que al menos tenga una referencia de cómo es ser tú. —Explicó, parece que era hora de que yo recibiera sus halagos en ese momento—, ¿qué te hace pensar que yo soy tan especial?

—Quizás porque nunca he conocido a alguien más como tú, o al menos que destaque tanto. —Me incliné, elevando los ojos hasta su rostro que se mantenía alto por la posición.

—Ven, te voy a decir algo.

Extendió su mano, con un movimiento raro que me hizo dudar si tomarla, pero lo hice de igual forma. Me levanté hasta quedar de pie junto a la camilla y mirarlo con la diferencia de altura que tenía. No supe si era un anuncio, o solo un dato dramático que en realidad me haría reír, pero habló con sinceridad todo el tiempo:

—Te amo.

Ay.

—Te amo mucho, cabrón. En serio, como no tienes una idea —prosiguió, bajando su cabeza para pegarla con mi mano y liberar un suspiro que calentó la punta de mis dedos fríos—. Yo lo siento... de verdad, lo siento.

—¿De qué te disculpas, hombre? —Aplasté su gorrito sin saber qué decir.

—Perdón por todo lo que te hice, pensé que no era necesario disculparme pero la verdad necesitaba sacarlo —expresó, lloriqueando mientras se aferraba con más fuerza a mi brazo y se hacía pequeñito—. Ya no quiero burlarme ni hacer chistes, no puedo ya. Me hace sentir incómodo recordar las cosas de las que me burlé y tratarte como si el tiempo te curara todo.

Afuera el día estaba bonito, un poco gris el cielo por la contaminación pero todo lindo. Era otoño, con las hojas doradas cayendo sobre la tierra para nutrirla mientras las abuelas alimentaban ardillas. Sonreí por el buen clima, y saber que Cáncer poco a poco daba ese paso para ser mejor persona.

—Yo también te amo. —Lo acerqué a mi pecho para abrazarlo, mis preocupaciones sobre quién podría ser yo se fueron poco a poco. Si Cán no se preocupaba por lo que vendría después, yo no lo haría.

—Eres el amigo más sincero, el mejor amigo, en serio, sigues aquí a pesar del dolor que pueda causarte. No sé cómo más agradecerte aparte de unos taquitos en el Himalaya.

—Cáncer, solo venden tacos en nuestro país.

—Ah.

Tallé su cabeza, preguntando si era todo. Parecía seguir allí hecho una maraña de hilos, ocultando el inicio de este. Levantó los brazos hasta prensarse de mi playera, como si fuera a caerse por un barranco si le apartaba; era un animal oculto debajo de las sábanas que no paraba de temblar.

—Lo siento.

—Cáncer, no entiendo lo que dices. —Expresé más confundido, sintiéndome oprimido al escuchar mi propia voz hecha un hilo.

—Lo siento...

—No te entiendo, ¿qué necesitas? —Murmuré, sosteniendo su cabeza para asegurarme de que no tenía un rostro de dolor.

Solo había allí indiferencia y tristeza. Fue como ver un reflejo de lo que debía ser mi rostro, de lo que otros describían y me tachaban de no ser humano por él. Me sentí aterrado de la vista.

—Tengo miedo, Depresión. Lo siento, no debería decírtelo pero tengo mucho miedo —soltó de golpe, helándome por la confesión. Su voz era tan baja y apretaba su cara contra mi ropa hasta ahogar sus sonidos—. Me arrepiento de no haber hecho tantas cosas.

Sentí sus manos escalar por mi espalda, alertándome de las cosas que diría a continuación. No sabía que se sentía así, o solo quería creer que no para mantenerme estable.

—De no haber viajado, de no haber intentado nuevas cosas, de no haber hecho más amigos ni de haber mantenido mi trabajo —continuó sacando lo que pudo, fuertes quejidos que se colaban por mis oídos para intentar imaginar lo que Cáncer podía hacer aún, el cómo ayudarlo—. Depresión, no quiero morir... me asusta tanto esa posibilidad.

—Cán, yo...

—No quiero morir, Dep. —Se lamentó, golpeando su puño contra su frente como si tratara de sacar algo de allí, de lo más profundo, enterrado en su ser desde que lo diagnosticaron—, quiero conocer, quiero ver, quiero sentir. Hay tanto allá afuera, hay tantas cosas esperándome. La vida se ve tan maravillosa, en serio...

¿Cómo te ayudo?

—Dijiste que soy especial, que soy distinto al resto, de verdad te agradezco tanto.

Dios, dime qué hago.

—No quiero morir. Quiero que sigamos siendo amigos, juntos, para siempre. —Su abrazo se esforzó en brindarme paz, un abrazo que me hizo suspirar antes de corresponderlo.

Las hojas cayeron afuera de la ventana, sin un sentido especial, a la deriva por el viento que las echaba de un lado a otro. Las hojas de otoño, doradas, de un color tan único que en cierta temporada todas se veían iguales como ironía de que cayendo todos éramos lo mismo: seres patéticos pavimentando la ciudad con preocupaciones.

El abrazo de mi mejor amigo, el calor que emanaba llorando, la tranquilidad en su rostro después de eso. Las manos quemadas por los rayos del sol que se colaban al interior, las manos que nos sujetábamos por cualquier cosa para hablar, y la botella que juramos beberíamos dentro de 60 años para cantar "amigo ven, te invito una copa".

Los días se hicieron largos, para recibir el invierno. Pero extrañaba sobre todo, las hojas cayendo, mis manos que ya no odiaba tanto atrapándolas y aventárselas a mis amigos como lo hacía antes de ser quien soy ahora.

Antes de que se fuera Depresión, las cosas que solía sostener.

Cáncer falleció al mes de confesarme sus ganas de vivir.

• • •

Solo puedo decir que esta historia sin Cáncer se siente tan mal.

Perdonen algunos detalles de este capítulo. No encontré otra forma de expresar una pérdida cuando mis únicas referencias son tragedias, una prima falleció de cáncer a los 6 meses de ser diagnosticada. A veces la vida solo arrasa sin importar quién eres, qué quieres hacer, qué lograrás después.

Cáncer se enamoró de la vida demasiado tarde, sin siquiera probarla. Siempre estuvo asustado, pero como Insomnio, sus mentiras existencialistas solo seguían dando vueltas para distraerlo. Como Depresión hablando de cualquier cosa que se le cruza para evitar pensar en el problema frente a él. Es solo una forma de herir los mismos sentimientos: ignorándolos.

Dejo estos dibujos que he hecho de Cáncer, ya los han visto pero quise reunirlos en este capítulo:


¿Y cómo están? Ah, es 3 de julio, cumpleaños de Depresión. No tengo nada preparado para él pero haré directo hoy por IG para charlar un rato. <3

~MMIvens.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top