Capítulo 21: Te tengo lástima.
El concepto de felicidad comenzaba a hacerme ruido. ¿Por qué era tan difícil obtener las cosas que quería?
Ponía todo de mí, me forzaba a transformarme en alguien positivo que animaba a otros. Era el chico del silbato que corría con aplausos, gritando, feliz de ver a otros brillar.
Pero yo nunca estaba allí brillando con ellos, ni siquiera recibiendo el cariño de vuelta. Me sentía desplazado, así que decidí dar la espalda y esperar a que alguien fuera detrás de mí. Me lo merecía.
Insomnio.
Ver a los demás me hace preguntar si yo era quien quería ser, si estaba caminando a donde realmente deseaba. ¿Y cuándo iba a terminar esa carrera?
Debía ser más, o diferente, encontrar una forma de tener la vida que merecía. Porque me esforcé, di lo mejor pero parece que solo me preparaba para obtener lo peor. Me asustaba pensar que esto nunca tendría respuesta.
Al menos hasta que comprendiera el tamaño de mí mismo, y viera que no podía hacer nada más que quedarme en mi cama a observar cómo todo a mi alrededor desaparecía.
—A todos se les olvida que también estoy aquí. —Pronuncié, apenas poniéndome de pie para calmar mi ansiedad.
"Somos criaturas pequeñas ante los ojos de un sistema que mueve planetas", dijeron en clase.
Me sorprendía encontrar vida en pequeños insectos, pero me asustaba pensar que así nos veían cosas más grandes como el gobierno o quien sea que jugara con nosotros como si fuéramos burros persiguiendo una zanahoria.
Estaba hasta la verga de sentirme como un número más, genérico entre otros Insomnios. Pero lo que hacía al respecto era estudiar mientras me tocaba el pito y pensaba en qué carajos hacer para sobrevivir a los estudios en Semana médica, y de igual forma ni el pito se me paraba por el estrés en mi sistema.
—Extraño a mi mamá. —Murmuré, dejando caer la frente sobre mi libro de texto.
Ella no era alguien afectiva, no me despedía al irme más allá de verme de lejos. No solía preparar siempre la comida, no me presionaba con las calificaciones, solo quería ver que seguía estudiando o me sentía bien. Y a veces sin decir mucho entraba a mi habitación, para hacerme compañía, esperando ayudarme a dormir.
Quienes pasaban las noches conmigo terminaban volviéndose necesarios para mí.
Saqué la mano dentro de mi pantalón y la observé, pensando si solo ir a lavarla. Pero apenas pude bañarme, hacer algo más por mi higiene comenzó a ser irrelevante. Me sentía hastiado de no tener ni la capacidad mental para hacer algo con mi día, algo que me naciera. Nunca fui bueno en nada, y lo que me gustaba recibía tan poco interés de mi propia parte para desarrollarlo.
La semana fue aburrida, monótona, esperaba alguna noticia o que sucediera algo realmente bueno para mí, siquiera que mis investigaciones fueran bien recibidas por los profesores. Quería ver resultados.
Pero nada pasó. Seguí esperando.
—Ya nos vamos, cierra la puta puerta con seguro.
Giré el cuello para ver en dirección a la puerta, sin darle tanta relevancia como para levantar mi rostro. Hipersomnio seguía mirándome con molestia, como todos esos días, haciendo su mayor esfuerzo por hablarme sin querer romperme la cara, o algo así me gritó ayer.
Estoy cansado de que las personas cambien tanto su opinión de mí.
Volví a voltearme, dejando a su vista solo mi nuca para que no viera mi expresión. Me dolía que hoy fueran a tocar sin mí, por petición de Sonam porque no lograba adaptarme al ritmo que ellos llevaban en los ensayos. Me dio miedo la idea de regresar a casa, para ya no pedirle dinero a mi madre por la renta de un sitio donde no querían verme.
Me siento fuera de lugar.
—¿Qué vamos a hacer con nosotros, Híper? —Murmuré, cerrando los ojos para no cegarme con el día gris en el exterior.
—Romper. ¿Qué más voy a hacer contigo? —Expresó con disgusto. Agradecí no verlo, se hacía el duro en momentos así y se defendía para no resultar más herido—. No hay "nosotros".
Escuché un escarabajo golpearse contra mi ventana. Retrocedió solo un poco en su vuelo para volver a chocar, y golpearse repetidas veces como si esta vez el cristal que le detenía fuera irreal. Veía lo que quería ver, lo sé, pero mis ganas de llorar me rogaban que fingiera que ese cristal no existía para que pudiera seguir intentándolo y no dejar tirados todos mis logros.
Puta vida ojete.
—Inso, lo siento. Quería dar lo mejor de mí para ti, pero no puedo. Sería esforzarme en algo que no vale la pena y no me considero lo suficientemente estable como para soportarte. Eres una carga muy pesada, y solo pues... que te vaya bien.
Quisiera pedirle que me amara, mi novio, así como le pedí a mi padre que me amara incondicionalmente.
Seguro me odiaría más si lo hiciera.
—Híper, lo siento mucho. —Me disculpé.
Escuché la puerta cerrarse. Me levanté para lavar mis manos, después mi rostro lleno de ojeras y manchas de nacimiento que me hacían ver perforado. Estaba hasta la madre de verme como si hubiera abusado del crack y que todos me mencionaran las drogas como si no me hubieran afectado hace años; lo único que fui capaz de hacer con éxito fue alejarme de ellas, y ni siquiera fue por mí, fue por Piin.
Nunca supe qué le enojaba tanto, pero creo que comienzo a sentirlo.
Volví a la habitación al escuchar mi teléfono sonar. Tenía mensajes del instituto sobre unos PDFs que estuve buscando, un compañero los encontró y me los envió por el grupo para hacerme el paro. Luego estaban los mensajes de Cán, tenía muchos de él, pero no los abría desde hace semanas.
—Le gusta andar chingando a ese morro, en serio. —Pegué un grito medio ahogado al echarme en la cama, listo para responder y a ver con qué otra mamada nos mentábamos la madre.
Vi sus mensajes invitándome a un viaje de unos días en Caxa. Sonreí a lo tonto, pero eran viejos y ya habían pasado días, habían fotos con él en el sitio. No sé porqué me sentía tan mal de no aceptar su invitación cuando la podía pasar bien sin mí, quizás hasta mejor al no tener que cuidarme cada paso.
"Pinche perro. Pasa a verme al hospital que me estoy muriendo".
"Te espero en la tardecita para jugar en la XCAJA".
Me levanté lento de la cama sin poder apartar la vista de la fecha. Eso fue hace casi tres semanas, junto a mensajes aún más recientes sobre él quedándose a dormir en el hospital. Sentí una opresión repentina, me había olvidado por completo de que estaba enfermo. Me acostumbré tanto a verlo siendo querido por las cosas que hacía y no por lástima que en mi mente él estaba tan sano como un común.
—Estoy bien imbécil, la neta. —Me arrepentí. Llegué tarde para responderle.
Envié un mensaje breve pidiéndole disculpas, pero este no marcó la segunda paloma. Supuse que estaba en algún lugar sin red, le resté importancia y solo quedé allí sentado a ver cualquier publicación que me distrajera. Me sentía incómodo al centrarme en cosas que hice mal.
Tenía una mente que constantemente buscaba problemas.
Lo mejor que podía hacer para controlarla era darle una dosis de humor y unas pajas. Bobear en perfiles de famosos, compartir publicaciones con cosas como tacos de horchata, ver hormigas bailando o tortugas gimiendo. Me esforzaba en que eso se me grabara aunque fueran unos segundos, porque con solo deslizar el dedo el contenido cambiaba, una y otra vez hasta perder el valor que me hacía reír.
"Miren el pinche pollo todo bonito."
Me detuve a leer la publicación de Cáncer. Había compartido la imagen de una maceta de pollo, desde el perfil de Dep. Hablaba en comentarios sobre querer una para meter allí papas, pero Dep insistía en que se comprara una planta, después comenzaron a pelear hasta que Diabetes se metió con un meme invalidando sus comentarios.
Quise reírme pero se me escapó otro: "Creo que no les importo". Y me di cuenta de que era una mierda cómo me hacía sentir a mí mismo, también el miedo repentino a que eso fuera cierto. Que de verdad ya no esperaban nada de mí, ni reparar las cosas.
Fue como si todos voltearan a verme para gritarme que hiciera algo o solo seguirían sin mí.
—Si tuviera dinero creo que les pagaría por hablarme. —Escupí otra vez. Estaba hecho un lío.
Entré al perfil de Depresión otra vez antes de animarme a buscarlo entre mis contactos. Supuse que me eliminó, pero que no hubo cambiado de número. Quise marcarle para estar seguro de que Cán estaba bien y el hecho de que no le llegaran los mensajes era solo porque seguía fuera.
Mi chat estaba lleno de viejas conversaciones. La última vez que hablamos fue hace dos años, y el mensaje que lo cerró todo fue un corazón que le envié por haberme escuchado cuando le contaba que no pude dormir ese día, tampoco.
Es domingo, estará disponible al menos para responderme.
—No, escribe. —Hablé, mis piernas se sacudieron a mayor velocidad por los nervios.
Yo: Buen día, soy Insomnio. Perdona que te escriba pero quería preguntarte algo.
Estaba en línea. Pasaron varios minutos para que respondiera el mensaje, pero no supe cuánto tiempo llevaba viéndolo pues tenía desactivada la función de lectura de mensajes. Tardó de igual forma en escribir, como si borrara algo.
Depresión: Veámonos. En el Oxxo a la vuelta del instituto.
Dafuq, qué pedo.
Le dije que sí sin dudarlo. No sabía si tendría otra petición como esa viniendo de Dep. Respondió que nos reuniéramos en una hora, cosa que me emocionó. Era lo que estaba esperando, lo que necesitaba que pasara. Quería volver a hablar con él sin meter la pata.
Puedo hacerlo, al menos una vez.
Corrí al baño para cepillar mi cabello y aplicarme crema en el rostro. Chequé el clima antes de decidir andar con mi sudadera, até mis tenis y salí de casa. No fallé tampoco en poner llave, si robaban el lugar sería mi culpa; eso no me lo perdonarían.
Me puse los audífonos todo el camino tras bajar del camión que me dejaba cerca del instituto. Estaba nervioso, pero feliz, aunque la contaminación nubló el cielo junto a la neblina de temporada por las montañas más cercanas. Pensé que era un lindo día, era la sensación que me daba mi música.
¿Qué le dirás, Inso?
Me detuve a ver las flores padrísimas que tenía un señor en su cubeta a media calle. Eran gardenias, le gustaban mucho a mi mamá así que siempre tenía en casa; me acostumbré a ese olor. Mi padre también le regalaba cada temporada, simbolizaban un amor puro y dulce, o un mensaje para transmitir el cariño que tenías hacia alguien pero el otro no lo sabía.
Mi papá seguía allí después de años, esperando que ella lo volviera a querer.
—Es un tonto. —Traté de sonreír con los recuerdos, esperando a que se volvieran invisibles.
Saqué mi billetera para comprar un ramo pequeño. No parecía estar vendiendo mucho, el resto volvería echado a perder pero no tuve más dinero para dar. A veces quería darlo todo pero me detenía al notar que no era alguien que tuviera mucho para dar; no era alguien bueno para ayudar en ese caso.
Miré el ramo, lo olí, lo único que hizo de mi día algo menos común. Necesitaba esos detalles para sacarme otra sonrisa.
Ojalá le gusten a Depresión.
Me senté en la banqueta de el Oxxo a esperar. Continué con la música en mis audífonos, cerré los ojos y dejé que solo eso se escuchara en mí. Como un suspiro de alguien más a mis oídos, alargado, y el sonido de viento de algún otro mundo fantástico.
Estuve de aquí para allá esos últimos días, perdido en mi propia habitación sin recordar ni lo que hice ayer. ¿A dónde se iban mis días? La pregunta también rondaba, segura de que había respuesta, pero la música que me dejaba viendo al cielo sin ver realmente algo volvió a distraerme. Me vi como un esqueleto puesto allí para alejar a otros clientes.
Estoy cansado. Creo que el OXXO hasta está vacío.
Distinguí la cabeza de Depresión a lo lejos, parado cerca de la acera. Estábamos retirados de la avenida así que no habían personas transitando la zona, menos ahora que el sol comenzaba a ocultarse y la temperatura bajaba. El cielo se caía en colores grises.
Me levanté con mi ramo al verlo caminar con rapidez hacia mí, sosteniéndose de su abrigo. Era tierno con cada paso que daba, no sabía si era apropósito o natural, pero se me hacía tan lindo.
—Hola, llegué algo...
Su mano se levantó a mi altura hasta arrojarme una cachetada que me hizo morder mi propio labio y lastimó mi mandíbula. Solté las flores por el dolor, traté de sostener mi rostro mientras vi los pétalos desparramados en el pavimento.
Reparé en él con molestia, encorvado para mantenerme de pie después del impacto del golpe. No supe si realmente me dolía o fue por no habérmelo esperado. Él tenía las pupilas contraídas, y sus cejas tan bajas que parecían aplastar sus párpados del enojo.
—¿Por qué mierda...? —Solté, soportando su mirada sin apartar la mía.
—¿Por qué? —Bufó, consiguiendo que su flequillo se levantara—. TÚ NO ME CONOCES. ¡¿Por qué mierda tenías que hablar tú?!
—¡¿De qué demonios te quejas ahora?! —Exclamé, sintiéndome destrozado por sus repentinos reclamos. Dijo que lo sabía, pero me asustó tanto su tono e insistencia—. No, no lo sé...
Avanzó poco más hasta pisotear las flores que compré y golpear su dedo índice contra mi pecho para encogerme. Sentí que me tropezaría, no había nada a mis espaldas mas que calle y polvo. Sentí los nervios lastimarme como cuando pasaban tres días sin haber dormido una hora siquiera.
—Lo sabes, idiota. —No soltó mi sudadera, me sentí como un animal sin salida y el terror me hizo hiperventilar—. HABLASTE A MIS ESPALDAS, no pudiste seguir sin tratarme como lo peor y alejaste a todos de mí. ¡¿Te sientes bien después de emborracharte cada fin de semana y contarles a todos los trastornos la misma historia de que jugué con tus sentimientos, imbécil?!
—Yo, yo no...
Me tropecé con mis propios pies, pero no pude ni caerme porque Depresión volvió a tirar de mi sudadera para mantenerme de pie, sin escapatoria. Quería empujarlo y correr, pero no tuve ni control de mis propios manos o mis pensamientos.
—¿Estás feliz? ¿Te sirvió de algo hacer creer a todos que me querías? —Espetó, causándome un revoltijo en el estómago con advertencia de querer hacerme vomitar.
Vomité palabras en su lugar.
—No digas eso porque aún te amo. —Lo que salió de mí me lastimó más de lo que esperaba, mi amor seguía allí, tal vez enterrado sobre todas las cosas en las que me equivoqué pero no dejaba de gustarme aunque intentara superar lo que me hacía sentir, la persona que yo era a su lado.
—Deja de mentirte. —Masculló con un tono desagradable.
Lo que yo sentí cuando era pequeño, cuando lo vi debajo del sol antes de sonreírme, no sabría explicarlo con palabras. Sentí que estaría con él toda la vida, aplaudiéndole, por ser un chico maravilloso y popular que no se mostraba débil, era directo y le gustaban mis chistes.
Pero tuvo que ser Depresión, yo tuve que arrastrarlo a que continuara haciendo las cosas de antes pero eso parecía entristecerlo más. Entonces no supe qué más hacer para recuperarlo.
—Si quería besarte o no hacerlo, no me volvía un egoísta ni un hipócrita. Yo no te debía nada —murmuró, levantando su labio inferior que le temblaba al apretarlo.
Hice todo por ti.
—Y tuviste que decirle a Adie también que yo no lo soportaba. Se lo dijiste conociendo mis sentimientos, que él me gustaba, y lo lastimaste sin pedir perdón.
Estudio hoy por ti, me alejé por ti, di todo mi futuro por ti.
—¿Sigues preocupándote por otras personas aún en esta situación? —Me atreví a hablar, seco, adolorido por todas las cosas que pasaron y seguían pasando. Dep bajó su mano sin retirar su expresión alerta—. ¿Por qué sigues siendo así? ¡¿Por qué tienes siempre que ser el bueno, al que todos aman, el que todo se lo merece por ser Depresión?!
—Inso, llegar a este punto me ha lastimado tanto así que cállate de una puñetera vez. —Me advirtió.
—Si tener Depresión me hace tan querido como tú entonces habría deseado vivir los mismos traumas como no tienes una idea.
Sentí que su respiración se detuvo un momento. La mía fue la única que quedó, haciéndole frente, viéndolo desde arriba con ese enojo que comenzaba a brotarme la persona que me gustaba y ahora solo era algo frágil de aplastar.
—¿Lo entiendes ahora, verdad? —Habló.
Supe que no fue la primera vez que me preguntaba si entendí algo. Tuve miedo de responder, seguía sin conocer la respuesta a esa pregunta tan constante que hacía con cierta sonrisa depresiva.
De nuevo no.
—Me odias, Inso. Nunca creí en ti cuando decías quererme de esa forma, y ahora solo consigo odiarte de la misma manera —expresó con dolor, tan irónico viniendo de él. Quise reírme—. Si querías atención de los demás la hubieras buscado solo.
—Sí, Dep —asentí, cortando su platica—. Te odio.
Traté de tomarlo del abrigo pero interpuso sus manos. Fue un tirar y jalar mientras nos gritábamos todas las cosas que odiábamos del otro, hasta las luces de la calle se encendieron porque el sol ya hubo desaparecido.
A él todo le perdonaban, desde llegar tarde hasta no querer hacer nada. Sus padres estaban juntos, tenía un hermano menor para hacerle compañía, los profesores le querían y hasta Cáncer lo tenía como su amigo preferido. Le estaba yendo bien, era talentoso sin aprovecharlo. Y era buena persona.
Tan buena persona que me parecía enfermizo. Y odiaba no sentirme como él.
—TE ODIO TANTO. —Gritó, arrojando golpes a mis brazos para que lo soltara.
—YO TE ODIO MÁS. —Lo tomé de las muñecas antes de alejarlo con un empujón.
Mi sudadera estaba tan desordenada como mi cabello y el suyo. Tratábamos de respirar para controlar la adrenalina pero solo ver cómo caía la luz en su cabeza me fastidiaba, lo hacía ver más enojado. No supe cómo me veía ante sus ojos, por estarle cubriendo la luz a nuestras espaldas.
—Seguiste minimizando mis sentimientos hasta hoy. —Expresé, él escuchaba solo odio venir de mí y se hacía el sordo cuando le decía que aún lo amaba.
—Yo también te quería —balbuceó, llevando sus manos a su pecho—. Y te quiero, quiero todos esos días de vuelta.
—Solo debías amarme también. Incluso ahora, es lo único que deseo.
Limpié el moquillo de mi nariz, comenzaba a llorar sin entender qué hacía ahí parado. Podía estar en mi cama, en la cocina, o en las escaleras con mis audífonos sin hacer nada. Podía alejarme de todos y desparecerse, pero allí estaba, sin poder huir de la culpa.
—Gracias. —Soltó, retrocediendo un poco al ver que yo comenzaba a llorar con más intensidad.
No te vayas sin decirme que me quieres.
—Gracias a esto acabas de quebrar el dolor de estos dos años en los que te extrañé. Así que gracias por dejarme en claro que nunca hubo amistad, solo envidia.
—¿Qué? —Aparté las manos de mi rostro para mirarlo.
Dijo que eso podía superarlo. Traté de acercarme más, pero levantó su dedo índice hasta señalar mi rostro como si apuntara a matar, y dijo entre dientes lo que más me temía.
—No vuelvas a aparecer frente a mí, no te necesito. Si te veo cerca te juro que haré tu vida imposible, así que solo métete en tus asuntos. —El cabello negro se sacudió por el viento, consiguiendo que chocara contra mi barbilla y me erizara la piel.
—Yo no quiero eso... No tires todo lo bueno por unas cosas malas.
—Ya no significas nada para mí.
—Dep, no me hagas esto. —Rogué, aferrándome a sus hombros-, por favor.
—Desde hoy estás muerto, Insomnio.
Lo que yo sentía por Dep fue real.
Lo amaba, con toda mi locura, quería apropiarme de él con el paso de los años hasta que dejó de ser ese amor tan lindo que una vez sentí. Solo quería sentirme bien y hacerlo feliz, felices juntos.
Lo amaba. Lo amaba.
Depresión apartó su brazo hasta darme la espalda y comenzar a caminar lejos por la calle rodeada de árboles, como mentira tras mentira para hacerme creer que no estaba pasando. Comencé a perseguirlo sin importarme la oscuridad al final de la calle.
Su triste sonrisa. Su respiración suave. Sus emociones que se ocultaban en el interior de sus ojos negros a los que no podía comprender pero me hacían sentir feliz, aunque miraran perdidos a cualquier cosa que se atravesara frente a ellos.
Depresión era como una gota de lluvia que caía lejos del resto, y se deslizaba por las ventanas hasta llegar a mis dedos. Entonces solo se secaba.
—OJALÁ NUNCA SEAS FELIZ. —Grité, con todas mis fuerzas, esperando dejara de correr.
Paró, se detuvo antes de combinarse con el resto de gotas que se escurrían al mismo punto. Donde estaban todos, buscando ser algo más grande, algo más allá de lo que esperaban de ellos.
—¡Ojalá me recuerdes cada vez que intentes serlo y te arrepientas de hacerme esta mierda que soy! —Continué gritando, arrojando golpes a mi pecho mientras tomaba todo el aire que me restaba.
Por favor, no mires. No mires.
Depresión giró el cuello poco a poco, hasta mirarme de reojo. El valor se me fue, solo quedó esa vergüenza de ser observado. Dep tenía los ojos bañados en lágrimas pero esa mirada perdida de alguien que no sentía absolutamente nada era lo más aterrador que se apreciaba acerca de él.
—Te tengo lástima.
Fue lo ultimo que dijo. Depresión no se quedó junto a mí, continuó su camino por la calle más oscura de la ciudad. Yo no podía regresar al pasado, solo estaría atrapado en la jaula del presente sin poder arrastrar a alguien conmigo.
Yo solo.
• • •
Ok, solo voy a decir que trabajé mucho en las escenas de estos últimos capítulos. La neta no se me nota, pero a veces me tomo mis obras muy en serio.
Pero a ver que respiro AAAAAAAAH.
¿Qué quieren decir?
Adie le dijo todo a Depresión, sobre lo que Inso le dijo pero añadió también lo que escuchaba en pedas porque hasta las cosas malas que decían de Depresión llegaron a su escuela. Por eso vemos en los primeros capítulos que ningún trastorno quiere relacionarse con Dep.
En serio a Dep se le vino tremendo balde encima. Seguía extrañando a su mejor amigo y ahora solo tiene malos recuerdos en cada cosa que hicieron juntos.
Insomnio, la verdad no sé qué más decir de este personaje. El plan era llevarlo a este punto desde que lo desarrollé como tercer protagonista de EPTYE. No pensé que me dolería tanto escribir sobre él, porque de verdad le tengo cariño como si fuera mi hijo. Pero ya lo he lanzado a ciegas, ni voy a seguir criticándolo ni defendiéndolo porque ya alch, ustedes tienen esa libertad de quejarse.
¿Que creen que haga Inso ahora?
Espero hayan tenido un lindo día, y me despido. :')
Ojalá la lectura no haya sido tan complicada con la narración, ya saben que me salen heavys ciertos momentos HAHAHA.
~MMIvens.
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