Capítulo 15: Una borrachera inesperada.
No quiero sentirme presionado a ser alguien que no soy, pero tampoco soy nadie en este momento.
Quisiera darme un sentido a mi yo de ahora, por favor.
Depresión.
Podía quedarme por una semana entera atrapado en una palabra. "Lo dije sin pensar", usaban esa excusa conmigo, pero yo no podía dejar de pensarla.
Las palabras eran dolorosas, casi tanto como quemarse los dedos con fuego.
—¡Buenos días a la vida!
Saqué la mano fuera de mi sábana para arrojar un golpe sobre el despertador, siendo perturbado por el sonido metálico similar a una máquina de monedas. Para mis ojos era imposible mantenerse abiertos a esa hora, menos en sábado, dormir un poco más me hacía bien.
—¡Buenos días señor sol!
Mantuve mi puño contra los botones. Decidí arrastrar mis dedos detrás para encontrar el cable de conexión y desconectarlo. Tras cortar su energía, la música continuaba como disco rayado. Suspiré, arrojando las sábanas fuera de mi rostro.
—¡¿Por qué no te callas?! —Me reincorporé sobre la cama, pegándole un grito—. ¡Seguía durmiendo!
—¡Buenos días, solecito! —Me saludó Inso, tenía el cabello húmedo de su reciente ducha.
—¡Aaaaaah, que te calles! —Grité con un pronto colapso, arrojándole mi almohada a su rostro que me veía desde un punto más alto con sonrisas divertidas.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —Me interrogó, sacudía la cabeza de izquierda a derecha como un títere.
Bufé irritado desde mi sitio, dejando caer mis brazos sobre el colchón mientras enlazaba mis manos con la cobija. Llevé mis dedos al flequillo para peinarlo al sospechar que seguro tenía un almohadazo, y observé a Inso que seguía como menso sin quitarme los ojos de encima.
—Son las 6 am, ¿necesitabas algo? —Cuestioné, encogiendo mis pupilas debido a la luz azul que ingresaba por la ventana a mi costado.
¿Qué le sucede últimamente?
—Siempre despiertas de mal humor. —Inso se rió, retrocediendo ante su comentario—. Quería salir contigo. Es sábado. Hicimos esto todo el verano así que pensé que querías volver a ir conmigo al centro o a algún evento local. Ya sabes, ir, tragar como marranos y volver tarde. ¡La vida es corta, eh!
Cuando las palabras abandonaban sus labios su cuerpo no evitaba moverse con emoción, como si su energía fuese incapaz de agotarse e incluso debía cansarse para reducirla. Quise sonreír por su baile mañanero pero entre más retrocedía habían más probabilidades de chocar contra mi estante detrás de él, junto al closet.
—Insomnio, no te muevas mu...
Su gigante cuerpo sí golpeó contra el estante, ocasionando que un libro le golpeara la cabeza y un pequeño jarrón cayera al suelo. Lanzó un quejido junto a una grosería, y se tiró al suelo para recoger lo que había roto en pedazos irregulares. Suspiré sin entender ahora su alteración.
—Déjalo así...
—¡Chingao, ¿no ves?! En serio lo siento —repitió arrepentido, dirigiendo un ademán a mí para pedirme que no me levantara de la cama—. ¡Es el jarrón de cerámica que hiciste en tu club cuando tenías 9 años! Era precioso. Perdón, yo no quería...
Salí de la cama con prisa, aproximándome al lugar donde él estaba sentado y frustrado por algo que yo había olvidado. Estiró su mano para alejarme; y me recordó que podían haber pedazos muy pequeños como para caminar libremente sin zapatos.
Me puse de cuclillas para ayudarle a recoger, también le dije que no se preocupara pues no me interesaba tener recuerdos de la primaria. Mientras en silencio ambos buscábamos los pequeños trozos en el piso decidí que el sueño ya no volvería a mí y lo mejor era salir con Insomnio.
—Hay una fiesta en el centro. Diabetes se hizo amigo de un síndrome, así que invitó a Cáncer, Lupus y Dal. Cán me invitó a mí para hacer las paces —añadí, recordándole que se sentía culpable desde la semana pasada por las cosas que gritó durante el festival—. Aunque no estaba seguro de ir.
—¡¿Podemos ir?! —Llevó sus manos sobre mis hombros, sacudiéndome al frente.
—Pero no te invitaron. Y yo tampoco fui invitado por Diabetes. A parte, tendría que pedirle permiso a mi mamá pero ella está en un taller y mi padre toma malas desiciones, tampoco podrían recogernos y volveríamos solos. —Tenía un punto, no me iba a aparecer de esa manera—, pero... podemos ir a ver. Aunque sería mejor solo ir a comer cerca.
Insomnio se emocionó en exceso. Me tomó por el brazo hasta meterme al baño, dejándome allí hasta que terminara de ducharme y saliera para marcharnos. Íbamos a una peda, aunque no tenía nada de especial. Hacer maratón de películas con Thor tampoco era mi opción preferida.
~•~•~•~
—Amo estos bombones. —Comenté, metiendo uno a mi boca mientras el otro fue resguardado en los bolsillos de mi sudadera.
El sol se estaba ocultando al final de la extensa avenida que se levantaba como una pequeña montaña en el centro, dándole fin al atardecer. Era un sitio famoso por sus callejuelas llenas de desniveles y las avenidas conocidas por dedicarse de lleno a un tema en especifico: Desde la recreativa que se profundizaba como escaleras al inframundo hasta la avenida que subía al ministerio de salud. Y la comida era lo que menos faltaba.
Insomnio se detuvo con una pierna al frente, a punto de abrirse paso por los escalones en un pasillo junto a una lavandería. Dijo emocionado que ese era el número que me habían enviado. La fachada tenía poca gracia.
—No creo que sea aquí...
—El antro es donde huele a muerto, dicen. —Me recordó Inso.
Escaló su otra larga pierna al siguiente escalón, extendiendo sus brazos a los costados como si fuera a despegar. Corrió desesperado, buscando sacarme unas risas antes de llegar al piso correspondiente pero realmente estaba algo incómodo. Sentía que estaba por adentrarme a un sitio donde no encajaba.
—Contraseña —escuché la voz del síndrome del intestino irritable, el nuevo amigo de Diabetes. La puerta ancha con signos de desgaste nos separaba—. Pista: Debes decirlo cantadito.
Insomnio se apartó un segundo para que yo pudiera acercarme lo más posible. Saqué un trozo de papel, me paré de puntillas y susurré lo que querían como si fuera algo ultra secreto. Ay, no quería hacerlo en verdad, la vergüenza me atacaba.
—Vaaaaaamonos de... peda. Peda. Am, peda, hijos de su putísima madre. —Quise llorar.
—Oloverga, sí lo dijo el pendejo. —Se carcajearon al otro lado antes de abrir y felicitarme, igual agradecerme pues parece que los que ya habían llegado solo les dijeron: Abran, putos.
El sitio ocultaba a los chicos entre su oscuridad, dejando ver solo algunos resplandores de la barra o teléfonos celulares que iluminaban algunas cosas entre risas; los teléfonos, con las cámaras envueltas en cinta adhesiva, para evitar grabar videos en tiempo real y publicarlos pues les caía la ley. Parecía un gran salón descuidado, paredes con un tapiz casi a medio remover y madera que rechinaba con los pasos sobre ella.
Me quedé en la entrada. Quise sostenerme de la camisa de Inso pero él se adelantó hacia la multitud al vislumbrar a algunos trastornos de su clase con los que se llevaba bien. Le era fácil involucrarse ahora en la preparatoria.
—Está muy lleno. —Suspiré, plenamente arrepentido.
Comencé a sacudirme un poco mientras rodeaba a quienes bailaban; no quería ser muy llamativo, solo llegar al otro extremo donde se hallaban los sillones para sentarme allí y esperar a que Insomnio quisiera irse. A lo lejos mi amigo apenas parecía ponerse cómodo con la botella que le invitaron.
Solo otra vez.
—Depresión. —Reparé en Lupus, la chica de las grandes botas sobre la mesa de centro que me sonreía con picardía.
—Te ves muy guapa. —Comenté emocionado, obedeciendo a su ademán de sentarme a su lado.
Se quedó algo confundida por mi halago repentino, aunque después optó por solo reírse y agradecerme esas palabras. Dijo que ojalá no se pusiera fea antes de terminar con sus 10 años de tortura. Era una chica bastante animada a pesar de todo, aunque el dolor se ocultara en lo profundo pues era una enfermedad crónica que le hacía vivir un infierno.
—Cáncer anda chupando por allá. Fue el primero en llegar —señaló al chico que fingía bailar música disco junto a Diabetes y Dal, pero Dal era el único que lo hacía de mala gana y parecía deseoso de huir de aquí—. Me contó que te iba a invitar porque se sentía culpable, no porque fuera a pasar tiempo contigo, Dep.
—Lo sé. —Asentí, reclinándome en el respaldo de piel sintética.
—¿Pero sabes? Cáncer no es un mal chico, así que discúlpalo por lo que dijo —agregó, manteniendo mi atención fija en ella. Sus labios púrpuras dudaban un poco sobre seguir con el resto de su oración, pero se esforzó en decirla—. Es un chico lindo a veces. Aunque hace cosas raras como bailar... Ay, la puta que lo parió, ¿se está perreando al Diabetes cuando hace un minuto lo cacheteó? Olvídalo, solo quería decir que a veces es normal y considerado.
Dal empujaba a Diabetes y a Cáncer lejos de él. Parece que solo perreaban para molestar al pelirrojo que al igual que yo, no lucía muy cómodo. Lupus esperaba mi respuesta sobre sus palabras, en silencio, sorbía de su vaso rojo alguna bebida con olor dulce.
—¿Debo perdonar a alguien que no se disculpa conmigo? ¿A pesar de haberme hecho sentir mal? —Murmuré, deseoso de entender.
—¡No, no dije eso! Lo siento si eso entendiste, solo quería... —Apretó los párpados con frustración. Le dije que lo entendía, no tenía que preocuparse. Trató de buscar paz—. ¿Quieres? Serví este otro vaso para Fibromialgia pero no vino, le agarró una crisis.
Tomé lo que había en su mano derecha. Se lo devolví asqueado por la combinación de la uva con el alcohol. Sabrían mejor por separado, pensé. Igual había escuchado que si es dulce sube más rápido y yo no había comido otras cosas que no fueran bombones en todo el día.
Quiero cenar... Inso sí comió.
Algunos gallos descontrolados nos entretuvieron por al menos veinte minutos. Al fondo del salón se encontraba el karaoke, donde síndromes desconocidos cantaban canciones como si estuvieran muy pedos pero era temprano aún así que solo era falta de talento como yo. Lupus me dijo que cantara algo, pero no quería que escucharan mis terribles gritos.
—¿Cantas tan mal?
—Peor de lo que imaginas. —Sonreí levemente.
Insomnio sí estaba mal con el alcohol tras casi 40 minutos. Se montó a la plataforma con un aullido para cantar una canción sobre un lobo. Lupus se paró de golpe para animarlo a quitarse la playera y cantar a lo bestia. Mejor cubrí mis ojos, riendo antes de darme cuenta de que me había quedado solo en los asientos mientras la multitud fingía ser salvaje.
—Está cantando mi perra canción. —Un chico sin rostro, completamente peludo, se sentó a mi lado.
Me removí asustado. Le pregunté quién era y por qué me estaba tomando de la mano. Me soltó para decirme que solo quería que lo acariciara. La verdad, me asusté más, no era discriminación, solo de verdad me asustó.
—Soy el síndrome del hombre lobo. —Afirmó, mirándome como si tratara de leerme el alma a través de todo ese pelaje rodeando sus ojos—. Puedes acariciarme, cuando gustes, cabeza de tamal.
—Vale... —Me levanté del sillón con toda la intención de alejarme.
¿Pero qué cosa es una cabeza de tamalito? No lo sé, pero tengo mucha hambre...
De verdad no conocía a nadie. Supuse que si daba vueltas en el lugar podría encontrarme con alguien mas de la clase que estuviera consiente o al menos un poco de comida que quien sea no se acabó. Me dirigí a lo que parecía una cocina, pero el candado en las puertas me deprimió más de lo normal.
—Arriba hace un frío de la chingada, pero valió la pena el puto Alaska para echarse unos buenos. —Balbuceó un castaño que mantenía su brazo en la chica deportista que participó en el festival.
Los síndromes son muy lindos.
—What the hell with his hair. It looks like a penis. —Se carcajeó la chica al observarme, siguiendo de largo cuando me vio fruncir el ceño ante mi frustración por su comentario fuera de lugar.
Ya sé que mi corte parece un pene, pero no me lo digan.
Perseguí los pasos húmedos que habían dejado marcados sobre la madera. Como si fuera un sabueso, me encaminé con cortos movimientos hasta las escaleras al fondo del pasillo, que me dirigían al frío más allá de la puerta abierta, la cual mostraba un cielo nocturno. Lo había decidido: quería saber qué habían comido allá arriba para decir que valió la pena.
—Junto a él se ha sentado una joven —la voz de Insomnio resonaba, alejándose con cada paso que yo daba por las escaleras que rechinaban con mi andar—. Con la que irá a contemplar la luna llena sobre París.
Dejé que mis mejillas se congelaran en la altura, siendo acompañado por la neblina y el humo que provenía del grupo de chicos que fumaban marihuana, mientras tarareaban la canción del hombre lobo. No había comida en ningún lado, ni siquiera un lugar donde sentarse que no fuera el borde del techo.
—Yo creo que es un lobo... que se convirtió en hombre. Un animal que decidió ser algo más, quizás obtener el individualismo fuera de la manada. Porque el hombre naturalmente es individual, pero por ello teme estar solo, pues no sabe lidiar con aquello. —Me detuve a escuchar lo que decían los desconocidos, aproximándome con pasos cortos detrás de sus espaldas para no ser notado—. ¿Seremos hombres convertidos en malestares o malestares que han tomado la forma de hombres? Me niego a usar el nombre de un síndrome, yo seré Daniel cuando se me hinchen los huevos.
—Qué horror que me digan Carpiano. Ojalá solo fuera Carpi. —Objetó uno de los chicos a quien sí reconocí, fumando un porro con sus manos vendadas.
¿Se oponen a la ley?
—¿El individualismo realmente existe para resolver los conflictos del ser humano? —Irrumpió una voz a mis espaldas, obligando a todos a voltear al igual que yo para observar a la otra figura que daba la espalda. El chico, quien fumaba solo nicotina, observaba los árboles lejanos que creaban contraste con la vista del centro—. ¿O será el hombre quien existe para resolver los problemas que le ha traído el individualismo?
A-
¿Qué?
—Adie, no entiendo esas mamadas. Tengo mota en el sistemA. —Se carcajeó Túnel Carpiano.
Es Adie...
—Oigan, ¿quién es ese? ¿Hace cuánto está ahí? —Hablaron de mí, confundidos pues era el rarito que se coló en el centro sin decir palabra alguna.
El chico de cabello plateado giró de inmediato para ver de quién hablaban los demás. Se quitó sus lentes oscuros, mostrando con sus cejas la sorpresa que no se expresaba mucho en sus ojos, menos en la oscuridad. Elevó una mano confundido, saludándome mientras se encogía de hombros con una sonrisa tonta.
—Depresión, hey. ¿Cómo estás? Después del festival deportivo no me escribiste así que pensé que no te había agradado —se rió, acercándose para darme un saludo de manos—. Ah, con mi mano izquierda. Lo siento, apesto a cigarro.
—Está bien. Insomnio a veces huele a hierba y es peor que la nicotina. —Admití, arrepentido al recordar que los chicos detrás de mí estaban fumando eso.
Giré perturbado, pero al parecer tenían caras de sorpresa. El que hablaba sobre los hombres lobo me interrogó de mi enfermedad. Sentí que eran preguntas, una tras otra, que planeaban abrumarme. Me mareé sin sentido, dejando mis manos en alto para indicarles que me rendía a responder cualquier cosa.
—Denle paz. No andan en sus cabales —resopló Adie, llevando el cigarro a su boca para darle otra calada y volver a dirigirse a ellos—. No estén sentados ahí, puede ser peligroso. Vengan al centro, ¿sí?
—Ay, ya habló el papá Adie. —Carpiano le obedeció.
—El papi. —Bufó una chica de menor estatura que yo. Tomó del hombro al otro chico para hacerlo bajar también.
El chico de las pupilas dilatadas miraba al suelo con vergüenza por las cosas que le decían. Parecía ser bastante más querido de lo que esperaba. Me alegró saber que a pesar de ser distinto a los demás, siempre había un lugar donde pudiera encajar por sobre todas las cosas. Eran tus acciones lo que definían tu futuro al igual que tus relaciones, ya no era tu padecimiento.
—¿Quieres? —Carpiano se detuvo a un lado, extendiendo su porro—. ¿O solo buscabas un cigarro?
—Carpi, stop. —Adie lo señaló con molestia.
Nunca he fumado. ¿Es realmente malo hacerlo?
—El cigarro está bien. ¿Me das? —No dudé en mi petición. No, no pensé ni siquiera en arrepentirme.
Carpiano rebuscó en sus bolsillos por su cajetilla. La extrajo junto a unas servilletas que tenían recetas de cocina anotadas, igual un par de dulces de naranja. Me invitó uno junto al cigarro. Yo le ofrecí un bombón de chocolate al igual que a Adie, quien emocionado lo llevó a su boca y me agradeció por el gesto.
—Yo ya no tengo fuego. Que Adie te lo encienda. —Comentó Carpi, avanzando un poco para sentarse en el piso dentro del círculo que habían formado sus compañeros.
No tengo fuego... Esa frase suena cool.
Volteé para dirigirme al chico que miraba el cielo como excusa de no estar prestando atención a mis actos. Golpeé su hombro para que bajara el rostro, lo hizo a regañadientes y aceptó encenderme el cigarrillo, no sin antes preguntarme si fumaba o si lo iba a probar por mera curiosidad.
—No. —Admití, posándolo en mis labios mientras formaba una casita con mis manos para esperar el fuego.
—Lo imaginé. Si quieres probarlo es tu decisión pero no te asfixies.
Se rió, poniéndose de cuclillas para juntar de forma inesperada la colilla del cigarrillo en su boca junto al mío. Me paniqueé un momento, sus ojos cerrados mientras trataba de encenderlo estaban cerca. A pesar de no estar cruzando miradas, yo no pude cerrar los ojos; su cabello decolorado caía a los costados de mi rostro y su respiración lenta chocaba contra mis mejillas heladas.
Hace calor.
Abrió los ojos de golpe, mirándome como yo lo miraba a él. El cigarro se cayó de su boca, lo que le obligó a retroceder.
—Ah —se agachó para recogerlo, mirándome desde el suelo pues quería asegurarse de que al menos el mío tenía fuego—. Sí prendió. Qué bien.
Fue casi inmediato que comencé a ahogarme con el humo que llegó velozmente a mi garganta. Tosí como menso, dejando que Adie lo sacara de mi boca mientras se carcajeaba de mi estupidez llamada "dejarlo ahí y a ver cómo se acaba".
—Mejor lo apagamos. —Propuso, golpeándolo contra una caja metálica que sacó de su bolsillo y lo encerró allí tras apagarlo.
—Fui lento. Perd... —El rugido de mi estomago me calló.
Me voy a morir.
Ambos miramos sobre la sudadera que cubría mi estómago. Hice una mueca por el retorcijón, para después elevar mi barbilla hacia Adie y explicar con la mirada que algo dentro de mí sucedía y yo le llamaba rugido de supervivencia. Me iba a hacer bolita si no comía ahora, también iba a morirme, pues no desayuné al salir.
—Venden unas salchipapas en esta misma calle. ¿Quieres que vayamos juntos? —Me invitó, no me negué; ni siquiera dudé en aceptar.
Salimos corriendo por las escaleras. Pasamos por el resto de borrachos, empujando a algunos solo para ver quién lograba salir de la peda primero. Pensé que me caería en los escalones pero me mantuve en equilibrio, para mi desgracia Adie logró rebasarme y él ya estaba más cerca de llegar a la calle.
—¡Espera, casi me caigo! ¡No tomes ventaja!
—Esas salchipapas se van a enfriar. —Clamó, dando saltos para no perder el calor que había acumulado en el recorrido.
—Depreeeee, a donde vaaaaas, pito lindoooo. —La voz fantasmal de Inso que provenía de más arriba me indicó que era hora de correr porque ese tipo era mala copa.
—¡Corre Adie, corre! —Le grité, corriendo detrás de él para lograr salir sin interrupciones.
Ambos conseguimos salir al centro de la calle, chocando contra el otro mientras nos quejábamos del dolor en nuestros estómagos por las risas. Nos apoyamos en los brazos del otro, gritando eufóricos por el frío repentino que nos acechaba debajo de las luces amarillas. El cartel con la oferta de las salchipapas no permitía que la emoción bajara de nuestros rostros.
Pedimos dos platillos. La señora que servía nos preguntó si queríamos las papas fritas con chocolate, ya que muchos jóvenes las pedían así y eran populares. No resistí la experiencia, accedí a que me cobraran un extra por eso.
—Yo estoy bien sin ello, gracias. Es que no soy fan de nada dulce, jaja. Tampoco debería comerlo por las bacterias que residen en mis ojos, el cándida de mi madre era albino. —Adie recibió su platillo sin chocolate.
No le gusta lo dulce... ¿No tiene que probarlo para hacer una malteada?
—Lo siento, te hice comer los bombones de chocolate. —Lo dejé pensativo al recordarle lo que había comido momentos atrás.
—Estaban ricos, no te preocupes. —Me hizo confiar en sus palabras al sonreír despreocupado.
Nos sentamos en la banqueta para comer tranquilos. Las nubes densas en el cielo cubrían las estrellas, pero a ninguno le molestó. Adie dijo que las nubes en las noches, si las veías desde otra perspectiva, eran solo la muestra de que así como ellas pasaban las noches no serían demasiado largas.
Todo llegaba a su fin, y se veía precioso, igual que la luna.
—Tu amigo... Sus noches no serán tan largas por siempre. Cuando ese día llegue ojalá ambos lo disfruten. —Habló, metiendo una papa a su boca junto a una salchicha con queso amarillo.
Me siento bien a veces.
—Quiero verlo dormir con una sonrisa. —Comenté, atento a la oscuridad del cielo similar a sus ojos.
—Son buenos chicos. —Sacudió mi cabello con orgullo.
Terminé de comer junto a Adie. Creo que fue mala idea volver al sitio, pues Hipersomnio junto a el síndrome Capgras, quien estaba emputado, sacaban a rastras a Insomnio por las escaleras ya que andaba desesperado golpeando a desconocidos.
—¡Ahorcó a el cumpleañero diciendo que era día de matar rucos, no mamen! —Espetó Cáncer detrás de ellos, perturbado—. Lo tuve que parar porque sino me echan a mí también. No chingues, Dep. Te dije que trajeras tu culito para acá pero no el de este pijudo.
—Lo sentimos. —Adie se disculpó conmigo a risas aunque él no tuvo nada que ver.
Los malacopa hacen cosas brutales.
—Pitos piérdanse pijos de pitagoraaaaaa malo. Hembra malO. —Insomnio invocaba a los demonios, forzando el agarre de los demás para que no pudieran contenerlo; su cara de borracho valía oro, pero solo para mí.
Mi amigo pisó mal un escalón. Claramente los demás no lo iban a ayudar, al contrario, lo soltaron. Insomnio chocó contra la pared a su lado sin poder sostenerse y rodó hasta golpear su pecho contra mi cabeza y lanzar un quejido. Adie me ayudó a sostenerlo sobre mí, llevando sus manos hasta mi cuello.
—Está pesado. ¿Lo llevarás a su casa?
—Sí, somos vecinos. Solo pararé un taxi. —Me aferré al cuerpo de Insomnio, abrazándolo para no dejarlo caer semiinconsciente—. No te preocupes, sí puedo llevarlo. Ah,y Adie...
—¿Sí? —Soltó a Inso, ya dejándome todo el peso a mí tras mi seguridad.
—Gracias, y sí te voy a escribir luego. Ya me voy a casita. Bye.
Chale, terminé la despedida muy rápido.
Dejé a Adie detrás despidiéndose con un par de palabras y manos en alto. Insomnio balbuceaba incoherencias mientras aplastaba mis mejillas y se dejaba arrastrar por mí. El día sábado de la semana aún no llegaba a su fin, pero yo me hallaba satisfecho de haber probado cosas en solo una noche que antes me habrían costado meses.
Me sentía feliz.
—Deeeeeep, ¿por qué 'tas llorando? —Insomnio preguntó la razón de mis lágrimas, tratando de pisar la calle húmeda sobre nuestros pies. Aunque mi cabeza se hallaba enterrada en ese concreto—. ¿Es por mi culpaaaa?
—No, solo no me siento bien. —No me detuve a explicarle.
Ambos nos arrastrábamos por la calle del centro como si estuviéramos borrachos. Aunque yo estaba sobrio, consiente y en lo profundo feliz, también la tristeza debatía conmigo como si se enemistara con esa felicidad. Entonces la nada volvía, haciéndome cuestionar si merecía haber tenido una buena noche.
No lo sé. No es nada.
En mi boca, el sabor del alcohol de uva, la salchipapa y el cigarro, se mantuvieron hasta que llegamos a casa, y el olor a marihuana seguía impreso en mi sudadera. No evité llorar y ahogar la frustración debajo de mis sabanas, esperando dormirme para que la noche acabara pronto y las nubes pasaran; para así, ver la luna, la hermosa luna al igual que el final de una experiencia increíble que ahora solo existiría en mis memorias.
Porque la depresión quizás me haría olvidarla cuando más la necesite.
• • •
PEDA, PEDA, PEDA. Pero a Dep ni le gusta beber, HAHAHA. Se toma una botella y entonces comienza a buscar un lugar libre para hacerse bolita y mimir. Siempre le da sueño.
Lobo-Hombre en París, tuturu, tremenda charla tuvieron hoy. 🥴 Adie pertenece al grupo de personas cool que son pacifistas y odian las etiquetas. La chica enana, más bajita que Dep, es un cielito que quizás la veamos luego. En fin, que son cool y se hacen notAr.
El Inso es malacopa. No lo inviten si ya saben cómo se pone. ¡Pero espero leernos pronto! Ya puedo añadir música, yei. <3
¿Algo que quieran comentar sobre el capítulo? ¿O experiencias en pedas? 👁
~MMIvens.
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