Capítulo 15: Mis problemas se llaman "tú".

Ignorancia vs conocimiento.
El conocimiento era como el sol, se sentía agradable tras un frío extremo, pero cuando este aumentaba su calor poco a poco nos torturaba. Nos asfixiaba y hacíamos lo posible por detenerlo.

En un tren, con todos los pasajeros sofocándose en el interior, podías ver en esas miradas potenciales asesinos: cualquiera era capaz de lastimar si se le veía expuesto a la asfixiante realidad. Porque era incómodo tratar de entender un universo en donde no podías ser relevante.

Era insignificante, y después de saber eso fue una constante agonía porque ya no podía apagar el sol.

Insomnio.

Las cosas se volvían aburridas tras un rato. En serio quería darles esa importancia que requerían, pero no tenía ni las ganas de seguir intentando algo que ya veía perdido.

Y empezaría a hacer algo más, con la esperanza de que fuera más relevante que lo anterior.

-Dame un besito. -Insistió Híper, recargándose en la orilla de la cama con el cuello estirado hasta mi rostro.

-¿A qué hora vuelven mañana? -Pregunté, aproximándome a su mejilla para dárselo.

-¿Medio día, quizás?

Hipersomnio llevaba un gorrito para evitar el sol, y su playera blanca básica me hizo pensar que siempre vestía así sin importar el tiempo.
Apreté su hombro con una mano, dando un pequeño masaje antes de volver a mi teléfono.

-¡Ya vámonos, wey! -Sonam le gritó desde la puerta de mi cuarto.

Som terminó de recoger su mochila, bastante pesada, cargaba botanas para compartir así sólo fuera a la esquina, y se encargaba de llevar todo lo que podría salvar al equipo en caso de un accidente; se organizaba a la perfección. Al levantarlo Sonam le echó una mano y persiguieron a Sied, quien esperaba en el carro del tío de Híper.

Mi día no fue tan productivo como esperaba. Me duché tarde, me senté a comer mientras avanzaba el capítulo de una serie que ya quería terminar, y traté de estudiar. Me senté dos horas frente a mis libretas tratando de aprender lo que podía de internet, libros de texto, cualquier mamada de recuerdo en mi cerebro.

La hora de la comida volvió y retomé la serie mientras degustaba el recalentado. La casa se sentía aburrida, era extraño no tener ni siquiera una mascota, al menos un pescadito para observarlo. O un conejo, no sé, cualquier cosa que hiciera compañía.

Miré al exterior tras estirarme en la silla. Y el color rojizo que se combinaba con el morado hasta crear nubes rosas en el cielo me hicieron pensar que el sol estaba oculto casi por completo. Miré el verde de los árboles a lo lejos, de un color militar, y el edificio que parecía una torre de espejos siendo reflejados en dirección al oriente.

Torcí mi cuerpo para alcanzar la guitarra acústica junto al escritorio, casi cayéndome con todo y la silla que no era de rueditas solo por la hueva de pararme. Me aseguré de que estuviera afinada antes de localizar los acordes Dm7 y G, me dio flojera vocalizar.

-Yo pienso que... no son tan inútiles, las noches que te di. -Traté de controlar mi voz, tenía rato sin practicar-, te marchas, ¿y qué? Yo no intento discutírtelo, lo sabes y lo sé.

Antes, cuando me aburría cantaba, sentí que la música y yo éramos los únicos que se comprendían. Era muy celoso con ella, me molestaba que otros escucharan las mismas canciones o siguieran las mismas bandas, porque era chido que las descubrieran gracias a mí y quisieran conocerme a través de mis gustos.

Ahora no lo sé, cantar era solo matar el tiempo, no pensar mucho en cómo ésta sonaba al abandonar mis labios.

-Al menos quédate solo esta noche... Prometo no tocarte, estás segura.

El rosa, poco a poco se consumió hasta dejar un rastro anaranjado en el cielo, como una mancha que salpicaron por accidente.

-Hay veces que me voy sintiendo solo.

Detuve mis dedos al sentirlos torpes, y dejé la guitarra sobre la cama. Me sentí indiferente a la idea de cantar, con esfuerzo apenas podía observar mi teléfono y perder el tiempo en redes viendo algunas viejas publicaciones o compartiendo memes.

Mi atención estaba más dispersa que migajas de pan, y aunque trataba de comerlas terminaba por echarlas al suelo para barrerlas después.

Esperé a que la noche reinara por completo. Bajé a la cocina para beber una limonada con hielos y quitarme el bochorno de estar encerrado, comenzaba a asfixiarme después de no hacer absolutamente nada. Me senté en la sala y observé la hora.

A la verga, ya son las 10, awatafak.

-El día dura menos que mi pija. -Me saqué de onda, antes de recordar la invitación de mis compañeros a la peda de ese sábado.

Levanté mis manos donde se reflejaba el foco blanco a mis espaldas, y sacudí mis patas para quitarme la mala energía que tenía desde que empezó el día. Mi sudadera estaba en el segundo piso así que pasé por ella e igual por mi cubrebocas en caso de que fuera requerido, y por si acaso mi mochila.

No vas a beber hoy algo que no sea jugo, no está Híper para cuidarte.

-Debería aprovechar solo para hacerme amigo de la bolita. -Me repetí, dejando en claro las cosas.

Salí de casa algo tarde porque volví a distraerme con el celular, viendo videos de chismes de Yutu en el que andaban cancelado a otra influencer por vender veneno, también a otro pendejo que influenciaba a sus seguidores para que se unieran a su secta media culera disque de salud. A las personas les gustaba jugar con la fé de los demás, aún en tiempos donde la salud era algo tan preciado como delicado.

Nos quieren ver la cara de pendejos.

Yo la verdad creía que personas influyentes eran necesarias, para debatir respecto a lo que más tarde llamaría mi carrera. Pero al chile, tanta cosa terminaba por estresarme y hacerme desear no enfrentarme a esas futuras discusiones contra personas que no sabían nada del tema.

-Podría preguntarles a estos chicos lo que piensan al respecto. -Me animé, dispuesto a interactuar.

El sitio estaba a dos calles de mi casa, por eso decidí sólo caminar y estirar las patas. La zona era de calles pequeñas, paseaban a perros por las mañanas y los niños andaban en bicicleta por la tardes, pero en la noche se volvía una pequeña burbuja donde solo escuchabas a los perros ladrar o alarmas de carros.

Aceleré el paso con miedo porque ya eran casi las 11, y aunque estaba acostumbrado a caminar a todos lados por la noche no era lo mismo que vivir en la casa de mi madre.

-¿No cubren las cámaras del celular? -Pregunté a la pareja recargada en la puerta del apartamento.

Subí muchas escaleras antes de toparme con el sitio de donde salía una música leve. Ellos negaron, y aclararon que ya éramos lo suficientemente grandes para saber las consecuencias de quemar a menores de 20 tomando alcohol. Y tenían razón, así que entré con las preocupaciones fuera.

Entrando habían más escaleras que seguro llevaban a algún cuarto o al exterior, y a los costados la cocina y la sala reducidas estaban llenas de desconocidos. Era bastante largo pero me sentí grande, cuidé las cosas a mi alrededor para no patear mesitas o a alguien por accidente.

Me detuve frente a un espejo junto al comedor. Traté de ordenar mi cabello rebelde que nunca tomaba forma, igual me estresó cómo la luz amarilla se reflejaba hasta hacerlo ver rojizo aunque solo era café.

Rasqué mis ojos con la esperanza de que no se irritaran; seguro hoy no dormía.

Vi reflejado en el espejo a los chicos de mi clase, más específicamente, a uno de lentes junto a la rubia que no se habían presentado a mí. Giré en mis talones para aproximarme con rapidez antes de perderlos.

-¿Qué tal la peda, chicos? -Puse mis brazos sobre sus hombros, doblando mi cuello con la intención de escuchar hasta sus susurros.

-Hey. -La rubia apartó su brazo, dejándome solo colgado del cuatro ojos.

-Viniste... -Me señaló el chico, hasta rascó su ceja de oruga en la espera. Le dije mi nombre-. ¡Inso, ah, vale! Puedes llamarme Atracón.

-Yo trastorno Dependiente. -Habló la chica, estirando su mano hasta conectarla con el de lentes y preguntarme si necesitaba algo más-, es que nosotros íbamos a jugar beer pong.

Les dije que me unía, aunque solo iba a ser de cuatro y yo me sentaría en una esquina a ver o platicar. Subimos las escaleras de la entrada hasta llegar al techo donde habían más compañeros de mi clase con sus amigos. Me senté en la banca del exterior y vimos el juego.

-Banda, ¿qué piensan de la bronca que hay ahorita con el charlatán ese que disque cura con el amor? -Interactué, dejando mi vaso de juego en el piso mientras me inclinaba con la espalda tipo armadillo.

-¿Hablas del Gurú de la sierra? -Preguntó el tipo con más talleres detrás de él, también otras cabezas se inclinaron para discutir sobre el tema.

-Es un imbécil y cobra carísimo, como 40,000 por solo hacerte llorar a lo pendejo 5 horas. -Agregó un flaco, casi cayéndose por estirarse tanto sobre su silla para meterse en la conversación

Ellos comenzaron a discutir los hechos, metiendo otros nombres e información sobre lo que es la verdadera salud y sobre todo referente al lado psicológico. Hablaron de neurotransmisores, lo que creían que estaba detrás del llanto, retiros, medicina natural y aparentemente inofensiva.

Hablaban tan rápido que pensé ya ni era el tema del que yo quería hablar. Pero traté de escucharlos con la esperanza de aprender, pero las puntas de sus pies se cerraban en un círculo de cinco personas debatiendo y hasta gritando por el enojo que les causaban los charlatanes. Yo continué bebiendo mi jugo al percatarme de que fui expulsado tras casi hora y media de una conversación que seguro terminaría dentro de cinco.

Escuché la música y observé a todos ponerse pedos, pero ninguno mala copa, a todos les entraba sueño y poco a poco se retiraban como personas responsables. Los amigos de estos seguían a toda madre y abajo se escuchaban varias presencias dispuestas a ver el amanecer.

Empezaron a caer gotas de agua, estas se deslizaron por mi cabello hasta tocar mis mejillas y golpear contra mis pantalones hasta perderse en la tela. Observé los puntos de agua que todos ignoraban.

Pero yo ya no estaba con el ánimo para estar allí sin hablar con nadie. Era aburrido venir sin mis amigos, incluso seguir pláticas que no profundizaban en lo que quería. No sé, esperaba más de las amistades.

Supongo que me voy.

Tomé mi mochila y la abracé para que no se mojara porque comenzaba a caer más lluvia. Volví al interior sin despedirme, bajé las escaleras y continué dando vueltas hasta abandonar el edificio. Pude haber aprovechado mejor la noche.

-Ládrenme, perros. -Pedí, extendiendo mis manos pero en lugar de eso el aguacero se disparó, advirtiéndome que volvería todo mojado como un perro.

Estás mojaO, ya no te quieroooo.

Marché a la izquierda para salir de la calle cerrada, y crucé dedos feliz de vivir lo más cerca porque me daba cosita andar solo a esas horas. Me puse el gorro de la sudadera negra, dando pasos largos por el pavimento confiado de que no pasaría ningún carro.

-¡Achú! -Volteé la mirada al estornudo, que venía de la calle a mi costado.

Se está cayendo de pedo.

-¡Salud! -Le grité, tratando de que no se espantara si me acercaba de repente.

-Graciaaaas. -Depresión sonrió, girando su cabeza hacia atrás para reconocerme.

SUPUTAMADRE, ¿otra vez?

¡¿En serio?!

-Ay. -Expresó, apartando su vista.

Me encaminé hasta él para verlo, sin ponerle un dedo encima. Depresión evitaba hacer contacto visual conmigo pero su rostro estaba claramente ido por el alcohol y estaba mojado, era imposible que subiera a un taxi o un bus en esas condiciones. No supe si decirle primero buenas noches o preguntarle a dónde se dirigía.

-¿Estás bien? -Pregunté lo más pendejo que se me ocurrió.

Depresión cesó de caminar solo para sostenerse de su cabeza y echar para atrás su flequillo húmedo. Levantó la cabeza no para mirarme, sino para no solo centrarse en el suelo y marearse por caminar así.

-Buenas noches, por cierto. -Agregué, arrepentido por el nerviosismo que me hacía temer a su reacción.

-¿Dónde estamos? -Pidió la dirección con cierto tono que le hizo parecer sobrio, o solo buen actor.

Le dije las calles, pidió más referencias hasta mostrar en su expresión el terror por tener que caminar al menos media hora hasta el instituto. No estaba tan lejos, pero los autobuses ya no pasaban a esa hora. Le pregunté si no venía alguien por él pero al parecer la única persona que sabía y podía llevarlo se tuvo que retirar antes.

-Seguiré caminando y ya -se limpió el moquillo, apartándose del frente para dejarme atrás y continuar su camino-. Adiós.

-Depresión.

Volvió a detenerse cuando le llamé por su nombre. Su espalda estaba cubierta por el agua, y yo podía sentir la humedad sobre mi cabeza que se había acumulado en la sudadera. Las luces blancas no parpadearon, cosa que agradecí a los impuestos.

La primera vez que vi a Depresión con atención fue durante educación física, en la primaria. Sabía que era mi vecino pero no lo ubicaba realmente, creo que nuestras madres nos habían juntado de bebés y nos bañaban juntos pero cuando ella se enfrentó al divorcio y la búsqueda de un trabajo estable no podía convivir con su mejor amiga y yo me había olvidado por completo de eso, así que ese fue el primer encuentro en mis memorias.

Él estaba echado en el suelo de la cancha, recargado en la rejilla que protegía el campo de los arboles frondosos detrás que amenazaban venirse encima dentro de unos años. Se echó agua helada en la cara y respiró con esfuerzo, debajo de la sombra que le ocultaba del ardiente sol.

Yo corría con el resto de alumnos, pero me detuve a mirarlo. Sequé mi sudor, deseando esa botella en sus manos. Se dio cuenta de que lo veía así que sonrió, llenando sus cachetes de felicidad mientras señalaba su propia botella, después recibí un golpe en mi espalda de la profesora y continué corriendo. Más tarde ese día me defendió durante clase cuando me sentí mal por cosas que me dijeron los profes y otros alumnos.

Desde entonces fuimos inseparables. Pero a mí me gustaba, demasiado, y odiaba esa sensación de que el primer amor era el único. No sabía cómo otros lograban superar siempre al primero y vivir con la idea de que esa experiencia solo fue bonita, pero debían abrirse a nuevas personas; me era asfixiante pensar en que no podía funcionar.

Él me importa, y eso me molesta tanto.

-Dep, vivo a dos calles en la casa de mis otros tres amigos. -Le informé, deseando que lo considerada-, puedes cambiarte allí y descansar hasta que deje de llover.

Trató de girar sin tropezarse. Forcé una sonrisa para hacerlo sentir seguro, yo de verdad me arrepentiría de hacer la oferta, pero quizás ambos extrañábamos nuestra vieja relación pues aceptó sin agregar más.

Caminamos juntos hasta mi casa, con un poco de distancia entre nuestros brazos para no rozarnos por accidente. No pensé bien lo que sea que fuera a pasar ya en el interior, si íbamos a hablar, a discutir, o solo a reposar sin decirnos más cosas. Pero empezó en silencio, con él usando vieja ropa mía y bebiendo un vaso de agua mientras estaba sentado en la esquina de mi habitación.

Esto se siente tan extraño.

-¿No te sientes enfermo? -Pregunté, rascando mis manos mientras me mantenía sentado de chinito en mi cama.

-Eh... -Sacudió la mano como diciendo medio-medio.

Creí que éramos desconocidos con poca habilidad comunicativa. Arrugué mi entrecejo al centrarme en mis pies y el pantalón holgado que usaba de pijama. A él le quedaban grandes las calcetas.

Rascó su cuello con cierta incomodidad antes de hablar, su voz temblaba como si quisiera vomitar por la bebida pero se contuvo.

-Linda habitación. -No se escuchó muy feliz.

-Espérame.

Me puse de pie, con las manos alzadas por ver su escalofrío que saltó a la vista cuando casi suelta el vaso de agua. Le dije que no me le iba a acercar, solo a salir al pasillo por una almohada y colchas.

Yo no tenía sonrisas en mi rostro, mucho menos ánimo para tener que explicarle cada uno de mis movimientos. Claro que me arrepentía de dejarlo venir después de lo sucedido.

-Soy un tarado. -Me sermoneé en bajo tono, sacando del ropero al final del pasillo, las cosas que teníamos de repuesto para cuando los frentes fríos comenzaran.

Ojalá los chicos no se enojen porque presté las poderosísimas colchas de tigre.

Volví al cuarto con las cobijas tras apagar la luz del pasillo. Él se levantó diciendo que podía ponerlas solo, hablaba un poco más fuerte y estaba más alto, pero sus movimientos cortos y vagos seguían siendo su mal hábito. Me senté otra vez a ver cómo extendía las cosas en el suelo.

-¿Apago la luz? -Inquirió, encaminándose a la puerta. Asentí.

Nos quedamos a oscuras. Esperó unos minutos antes de adaptar su vista a la oscuridad y caminar lentamente para meterse en las cobijas del suelo. Yo tardé en definir el comienzo de mis sábanas para descubrirlas y meterme en ellas.

Mi cama estaba pegada a la pared, pero yo miraba hacia mi izquierda y él igual, dándome la espalda. No hablamos de nada, no llegamos a nada, solo compartimos habitación como en los viejos tiempos pero todo se sentía tan distinto que seguro el único en vomitar sería yo.

Me sentía insignificante, y también que todo a mi alrededor lo era. Como consciencias que si no tenían poder o relevancia alguna nunca podrían oponerse a las cosas que no querían enfrentar. Tal vez si fuera más cool a él le habría gustado, o si pudiera cambiar a voluntad algo de mi persona.

Hasta cambiaría mis talentos por un Cheeto, porque la verdad no tenía ninguno para parecer un buen partido. No sabía ni qué eran esas muchas cosas que Híper disque confiaba yo era.

Pero la realidad es que no podemos mover un mundo entero con influencia, al final solo moriríamos y eso era aterrador.

Saqué mi mano de la cama y la estiré, como si tratara de alcanzarlo, pero mi mano aún siendo tan grande no pudo ni tocarle un pelo por la distancia. Su espalda se contrajo aunque no cruzamos miradas, pero me pregunté si lloraba o solo tenía mucho frío porque siempre fue tembloroso.

-Dep, ¿sigues despierto? -Susurré, esperando que así fuera.

-Sí. -Balbuceó, encogiendo más su cabeza hasta dejar ver su nuca que indicaba recién haber tenido un despunte de cabello.

¿Puedo abrazarte?

Me tragué esa pregunta, sabía que pedirle eso era demasiado, lo admito. No le di respuesta sobre porqué quería saber si no durmió ya. Me quedé en esa posición como un espectador, rasgando mi abdomen debajo de la playera mientras pensaba en cómo conciliar el sueño aún sabiendo que me llamaba Insomnio.

Me siento más menso que nunca.

Depresión giró hasta verme, recostado en esa posición. Ninguno apartó la vista, yo no tuve el valor para hacerlo, me daba más miedo darle la espalda.

Nos miramos así por un largo rato, con mi reloj en la pared sonando y la luz de la calle siendo cubierta por algunos insectos que salían en temporada de lluvia. Escuchamos las grandes gotas caer, como en esas listas de reproducción con sonidos naturales para dormir.

Extrañaba a Depresión, esperaba que él hiciera eso con mi amistad.

-¿No puedes dormir? -Le pregunté.

-No he dormido bien. -Confesó, atento a mi mirada.

Pero lo que siento por él cambia cada día, y me gusta de una forma distinta.

-¿Cómo te sientes?

Le hice una pregunta que él me hacía constantemente cuando no podía dormir. Pensé que en el pasado mi forma de mostrar interés era torpe, ahora ni siquiera quería hablar de mí, sino escuchar de él. No sabía nada, y me asustaba un poco saberlo, pero estaba la lucha interna con mi yo pasado y el yo actual que se enojaba por videos de YouTube y cosas de medicina.

-Voy a tratar de dormir. -Se cerró de golpe a la conversación, volviendo a darme la espalda.

¿Qué demonios estoy pensando?

Yo también le di la espalda con molestia, tratando de no pensar en que lo dejé dormir en mi cuarto. Respiré paciente, tratando de darle su tiempo para no sé, poder hablar conmigo de forma natural o de plano ya nunca volver a vernos.

No lo sé, no sabía ni qué sentir.

Tampoco supe cómo me quedé dormido, desestresado, hasta cómodo. Pasé una muy buena noche después de varios días sin pegar el ojo por mis compañeros despertándome cuando apenas trataba de dormir.

Busqué a Depresión con la vista pero las cobijas ya las había recogido. La secadora sonaba y su ropa colgada en la ventana también se había esfumado. Supuse que se fue temprano, pero no se despidió ni me despertó siquiera.

Solo hubo silencio, uno en el que suspiré para alargarlo.

-Siento que podríamos arreglar las cosas -murmuré, tratando de contener mi sonrisa por la idea que me sembró paz un momento-. Quisiera hacerlo feliz esta vez.

• • •
AY, QUÉ DECIR.

Inso, Inso, Inso, no lo sé, sus narraciones me gustan porque son 50/50 al pie de la letra, lo demás se lo inventa GAHAHAHA. Chale, eso rimó. ¿Pero qué piensan de sus cambios de humor?

¿Y qué ha pasado con Depresión? Bueno, sabemos que Dep sigue extrañando su amistad aunque no piensa perdonar, pero parece que volvieron a nacer ideas erróneas por parte de ambos.

ME DICES QUE SIGAMOS SIENDO AMIGOS. ¿AMIGOS PARA QUÉ, MALDITA SEA? A un amigo lo perdono, pero a ti te amo... Ayuda, pésima canción para el momento, aunque me gusta mucho no era la ocasión HAHA.

Como que ya es costumbre que el cap 15 sea de pedas. ¿Pero ahora cometarios generales? ¿Algo que quieran aportar o que notaran?

Este suceso advierte de ciertas cosas. Ya vamos a la mitad de la historia, y debo agradecer que siguieran todas mis actualizaciones salvajes. :') Los amo mucho, así que vayan con cuidado. <3

Y EDIT DE CÁN HELADO QUE HIZO EVE:

~MMIvens.

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