Capítulo 10: Me gusta correr lejos.
Las noches me ponían melancólico y extrañamente me obligaban a querer a alguien. Su ventana frente a la mía, a veces abierta, observando en silencio.
Insomnio.
Ya lo sé, yo estaba siendo un pendejo. En realidad quería ponerme a chillar, ¿ok? Pensaba que nuestra relación sobrevivía a pesar de las dificultades, pero en ocasiones me preguntaba qué era lo que se mantenía vivo.
No podía conciliar el sueño pensando repetidamente en tacos de horchata, o él.
—Voy... por la columna vertebral.... —Moví mis dedos mientras llevaba el ritmo en mi boca, presionando su piel fría por la mañana.
Los que padecían depresión solían tener frío casi siempre aunque no fuera invierno, o muchísimo calor debido a un desequilibrio. Dep pedía constantemente que lo arroparan, o cuando era demasiado temprano y yo lo despertaba para salir lo más normal era que me lanzara un golpe pues ni loco se pararía con ese frío. En pleno verano, andaba con su sudadera sin quejarse del calor mientras yo lo observaba pasmado.
—Tocando huesos sin parar... —Presioné más huesos de su espalda media, arrastrando mi mano por la baja—. Hasta llegar al mm juju...
—Inso.
—Ya, perdón. —Quité la mano al escucharlo despierto, bajándole la playera.
Tiré al suelo el peluche que le regalé de mapache el año pasado, cubriéndome con su sabana para abrazarlo. Le pregunté si tenía demasiado frío o si quería que le pusiera una sudadera pero no respondió como si se hubiera dormido de nuevo. Él no tenía clases por su suspensión, yo por otro lado no dormí toda la noche así que tras meterme en mi uniforme su madre me abrió para pasar parte de la mañana con él.
—Ya tengo que irme. —Bostecé, lanzando un par de golpes con mis nudillos a su cuello para hacer que girara.
—Suerte. —Se cubrió la cabeza con la cobija.
—Sirti, qui ti viyi bin Insi. —Bufé, extendiéndome con mala intención sobre su cama, dejándolo sin espacio.
—¿Puedes dejar de drogarte?
Qué hubiera pasado si...
Qué hubiera pasado si no viviéramos en este mundo. Si fuera un mundo normal, el pasado, una utopía donde eras más que tu trastorno, ¿qué sería? Una persona común, una risa, una historia. En ocasiones me arrepentía de los límites que nos controlaban, pero sin ese control me sentía inseguro.
La vida era como comer un plátano. Si no lo masticabas bien te ahogarías, y alguna que otra vez te encontrarías... Esa cosita negra que parece haber sido convocada por el mismo diablo. Mancha culera.
—Si tú me lo pides, incluso le parto su madre a Mure. —Afirmé, inclinándome al frente para levantarme al ver a su madre asomarse en la habitación.
—Inso, ¿ya desayunaste? —Eirín siempre se preocupaba por la alimentación de todos.
—HUEVOS REVUELTOS. —Le confirmé mi desayuno—, los huevos son buenos. De rancho, los trajo mi abuelo. Mi mamá dijo que les traería también por la tarde. Yo ya me iba, señora.
Me destapé, despegándome del colchón para tomar mi mochila tirada a un lado y devolver el peluche de mapache a la cabeza de Dep. Traté de asegurarme de que mi camisa no se hubiera arrugado demasiado pues mi profesor Aurelio tenía una extraña obsesión con los uniformes.
—Dame un besito, ya me voy. —Pegué mi mejilla al hombro de Depresión, quien se negó diciendo que lo dejara dormir—, señora Eirín, ¿usted me da un besito? Mi madre me dio nalgadas diciendo que ya estoy grande.
—Estás chiquito. —La mamá de Dep me ofreció el beso en la mejilla, dando ligeros golpes en mi hombro para alentarme a marchar.
Antes de dejar la casa tomé un poco de café negro con el señor Ion, quien se olvidó por completo que yo tenía prohibida la cafeína por obvias razones. Me habló de que ya habían comenzado los exámenes médicos de Thor y no tenían ni idea de qué pasaría, pero el pendejito juraba tener cáncer como si fuera un juego.
—¡Nos vemos, Inso! ¡Gracias por pasar a verlo! —Me despidió amablemente, apartando su flequillo de jícara idéntico al de su hijo.
La señora Eirín una vez al mes los sentaba a todos, les ponía una jícara en la cabeza y les cortaba el cabello. En una ocasión insistió en cortármelo también, fue tanta presión que acepté y desde entonces no visito a Dep los días que debe cortarse el cabello. Yo con cabeza de jícara parezco un condón usado.
Tomé el autobús azul que me llevaba a L.A, aunque seriamente, si no fuera por mi madre me habría ido al centro de la ciudad a echar desmadre y unos chupitos con algunos conocidos. Me repetía que debía ser constante, no dejar las cosas a medias. Siempre terminar todo por mí mismo si quería considerarme especial dentro de mi clase.
—Has venido temprano. —Comentó la vicepresidenta Artritis al verme en el mismo autobús.
—Al que madruga los doctores le ayudan. —Objeté, sacudiendo la cabeza en su dirección.
—Esos putos ni hacen nada —aclaró la chica, apartando su hilo dental al percatarse del tono en que lo dijo—. Perdón, si quieres ser doctor no debería decir esas cosas...
—Me gustaría ser químico farmacobiólogo, pero estoy pendejo así que quizás estudie otra cosa —Giré mi torso, observándola en la fila paralela mientras ella usaba una pomada térmica en sus rodillas descubiertas por la falda azul—. Vicepresidenta, ¿puedo hacerle una pregunta?
Asintió tras cubrir sus piernas con una manta. Le pregunté qué pensaba de la Depresión. Mi psicólogo asignado siempre me realizaba esa pregunta pues sabía de mi amistad, solía temer que algo en mí resultara afectado. Yo no quería culpar a Dep de los problemas en mi personalidad, no era lo correcto ni mucho menos su culpa.
—Insomnio —recordaba sus palabras en la última consulta—. Temo que no puedas ser tú. Los amigos existen para poder mostrarte triste y alegre, pero ambos sabemos que cuando hay dos amigos tristes significa lo opuesto. No puedes ayudar a alguien deprimido si tú también lo estás.
—Sale verga. —Resoplé.
La voz de Artritis me trajo al presente. Ella estaba dudando demasiado esa respuesta.
—Por mi parte, siento indiferencia. Ya sabes, aquel comunicado, no debemos sentir amor u odio hacia ellos, solo comprender que son parte de nuestra sociedad y también tienen derechos —elevó sus manos, contando hasta tres mientras señalaba la entrada en espera de algo—. Y... Ya llegamos.
Me apresuré en bajar del autobús. Puse pie sobre el pavimento, dejándome contagiar por la ráfaga de viento frío característico de la ciudad rodeada de montañas. En realidad el clima era una locura pero en las mañanas y noches la niebla descendía. Al contrario del medio día, donde sentías que te asabas cómo puerco en llamas fumando mota.
—'Che pendejo, hazte para allá. —Sentí un codazo detrás de la ofensa, apartándome de las alcantarillas de la entrada.
—Sí soy pendejo pero no te di el derecho de llamarme así. —Espeté, dando un giro para observar al chico de frente tras ponerme mi cubrebocas.
—Uy, sí, el mamoncito. —Parloteó Cáncer.
No tenía puesto su uniforme pero llevaba sus guantes grises de látex, el cubrebocas amarillo y en sus manos un rociador. Estaba abierto de piernas, una posición peculiar de caza, observando con seriedad la alcantarilla. Retrocedí para pararme a su lado y observar lo mismo que él, lanzándole una palmada en su nuca pelona que se ocultaba debajo de sus rulos.
—¿Qué no estás suspendido dos días, wey? —Inquirí, haciéndolo echar aire de molestia mientras retiraba su posición.
—¡Sí, pero el pinche TOC me llamó para que matara la plaga de cucarachas aquí afuera así que traje el puto rociador de mi vieja! —Balbuceó con enojo, observando a la cucaracha pequeña que salía de la alcantarilla.
Le señalé el insecto para hacerlo reaccionar. Le apuntó de inmediato, rociándole una cantidad inmensa. Me dijo que observara atentamente la muerte de la cucaracha. O al menos eso hicimos por medio minuto en el que la cucaracha seguía danzando como si la vida fuera eterna.
—Ahorita vas a ver cómo le hace efecto. —Murmuró Cán.
Tras un minuto, la cucaracha seguía tratando de tomar el sol mientras ambos estábamos de pie allí. Varios alumnos pasaron a nuestro lado, ignorando lo que sucedía. Hipersomnio se paró a mi lado sin preguntar, solo viendo al insecto.
—¡Chingao, ya muérete, me estás haciendo quedar mal! —Cáncer le gritó a la cucaracha, aunque en su desesperación mejor la pisó.
Nos empujó a los dos, diciéndonos que ya nos fuéramos. Le dije que quería ver como la cucaracha iba feliz de la vida en la calle, pero terminó ofendiéndome mientras me repetía que me fuera. Quería burlarme un poco más así que permanecí allí, diciendo que lo grabaría para enviarle un video a Dep.
—Ya andas mencionando a ese depresivo a plena hora de la mañana. Ya déjalo respirar, cabrón. —Cáncer rascó la coronilla de su cabeza, donde se hallaba su cabello café—. Mira, no soy quién para juzgar. ¿Pero acaso te gusta Dep?
Me recargué en mi propio peso, observándolo con los ojos encogidos. Apreté la boca y giré la cabeza, antes de responder a sus dudas.
—Cán, no soy gay. No mames. —Obvié.
—Wey, le dices PITO LINDO. —Clamó con confusión.
—Bueno —me encogí de hombros, retrocediendo mi rostro hasta mostrar mi papada—, quizás lo sea un poco.
—Uh, que eres puto dice. —Histriónica chocó hombros contra mí, siguiendo de largo con la lengua de fuera.
—A ti. —Bufé, apartando a Cáncer para volver adentro con molestia.
—¡No te lo voy a negar! —Juró ella, obligándome a seguir sus pasos.
Si Depresión me gustaba, la respuesta era un sí. Románticamente, ni siquiera yo estaba seguro. Quería ser para él lo mismo que él era para mí, serlo en su mayor parte todo. Solía odiar cierta parte de mí mismo, aquella que deseaba ser distinto, ser eterno. Un futuro donde yo era yo y no Insomnio, al igual que él era él y no una depresión que lo transformaba en un desconocido.
Me gustaría llamarme Inder algún día.
La clase de trastornos, el B-2, estaba en su mayor parte compuesto por trastornos del sueño y trastornos alimenticios. Desde que crucé la puerta, Hipersomnio dormía en su escritorio junto a mí mientras que en el otro extremo Narcolepsia dormía de la misma forma. Lo que los distinguía era que Narcolepsia quedaba casi inmóvil al dormir, mientras que Hipersomnio podía seguir mascando chicle por alguna extraña razón.
Tomé asiento al ver al profesor Aurelio detrás de mí. Siempre me miraba con irritación, elevando la cabeza para no sentirse intimidado por mi estatura. Que no mamara, ser alto no era mi culpa.
La clase prosiguió como cualquier otro día. El tema fue la diferencia entre trastornos y enfermedades, como ejemplo el posible trastorno de Esquizofrenia y los debates excesivos con las enfermedades. Se podía decir que un trastorno era más una anomalía y alteración del estado de salud normal debido o no a una enfermedad.
El concepto de enfermedad era una entidad clínica, por lo tanto tenía relación con los problemas de salud. Debía presentar además de uno o dos síntomas, cambios reconocibles en el cuerpo o bien una causa biológica conocida.
Comenzábamos a creer que ciertas enfermedades eran la combinación de otros trastornos detrás, aunque en ocasiones solo producía un nuevo trastorno. Podría poner como ejemplo a mi familia, pues mi madre solía ser Insomnio de despertar precoz y mi padre era Saos (Síndrome de apnea obstructiva del sueño), por ende yo solo fui el resultado de ambas.
Los padres de Depresión no tenían antecedentes depresivos, aunque Dep tenía anomalías en el sistema nervioso central, problemas de neurotransmisión debido al tabaco que consumía su padre en casa tras dejar de ser Asma. Ion, en realidad, era un padre increíble que sufría por haber causado aquello.
Al no tener antecedentes detrás para entender el origen de estas anomalías a pesar de sí tener agente etiológico reconocible, una depresión clínica, lo señalaron como una enfermedad y no un trastorno depresivo. Presentaba alteraciones anatómicas consistentes, como una disfunción en el límbico tálamo cortical, lo que ocasionaba que sus sentidos no percibieran ciertas señales sensoriales. Anormalidades en el lóbulo frontal, ocasionando el desorden de talante.
Depresión a veces se centraba en cosas que otros no verían, sus ejemplos eran extraños y su forma de hablar a veces lo hacía ver como una Disfluencia. Desde pequeño siempre tuvo una forma peculiar de comunicarse, pero después fue que solo comenzó a aburrirse de todo y observar lo verdaderamente aburrido como si tratara de buscar algo en ello.
Quería ser ingeniero farmacobiólogo para saber cómo ayudarlo hasta que llegara a los 20 años. Y quizás también ayudarme a mí mismo.
–Su compañera Esquizofrenia (residual), que claramente no está presente porque se fue a perseguir unas "mariposas" —elevó sus comillas, sabiendo que Esqui siempre buscaba cómo dejar la clase—, es un trastorno producto del trastorno delirante de su madre. Pero no tiene una causa exacta ni problemas de comunicación o síntomas cognitivos graves que le impidan estudiar. Solamente es una manifestación leve de lo que conocemos como la enfermedad de Esquizofrenia.
—Hey, Inso, hey. —Escuché los murmullos detrás de mí.
Pálido, jorobado y con los ojos locos: Piin, el trastorno de piernas inquietas relacionado al sueño. Lucía con buen humor como de costumbre, no solo molestándome a mí, también a Ansiedad generalizada que se hallaba a su costado.
—Piin, la neta nos va a ir de la chingada si comienzas a hablar. El profesor nos mira. Nos mira. Ay mami, ya quiero irme. —Susurraba Ansiedad paniqueado.
—Te traje hierbas recreativas. —Murmuró Piin, extendiendo sus manos por mi espalda para depositar la pequeña bolsa dentro de mi mochila.
"¿Puedes dejar de drogarte?".
—Ya no me drogo, gracias. —Le guiñé el ojo, sacando el contenido de mi mochila para devolvérselo.
—Wey, lo vas a necesitar cuando te des cuenta de que es necesario para sobrevivir —se rió, observando de reojo al profesor para elevar su mano y realizar la misma acción—. Es igual que la tristeza, ¿sabes? Dependemos de ella para ser felices. Y que chingue a su madre el psiquiatra.
—No mamón, necesitamos superar la depresión. Yo ya no le entro a sus cosas, ustedes se la lavan —habló Hipersomnio, consiguiendo que Sexomnia asintiera también—. Lo siento Inso, sé que tu mejor amigo es Dep pero hablaba relativamente.
—Y bueno jóvenes, ya que la clase está por terminar...
Todos devolvimos la vista al frente, observando al profesor dar vueltas frente al escritorio mientras mordía sus uñas. Era un viejo comparado al profesor de Depresión, Mure Foster. Observó unos segundos por la ventana, deteniéndose frente al pizarrón color agua marina.
—Recuerden que la próxima semana tenemos el festival deportivo con la escuela Syndrome Savant, instituto de síndromes. Sé que la relación que tenemos con ellos es algo complicada pero igual que todos en la escuela, deseo que salga mejor que los años anteriores —rebuscó en los cajones de su escritorio los papeles de inscripción a los eventos—. Como clase nos han encargado la coordinación en la entrada para los visitantes, pero quienes quieran participar en la carrera de relevos deben dejar sus nombres aquí.
—¡Me gusta correr! —Elevé la mano, pidiendo que me enlistaran.
—Nosotros queremos esperar a la semana recreativa para tocar algo, ¿cierto? —Hipersomnio le dio un golpe a su bajista Parálisis del sueño—. Inso, a ver cuándo tocas algo con nosotros. Supe que te gusta la guitarra.
—Pura mamada en español toco. —Me negué sonriente.
Quiero que Depresión se divierta viéndome correr. Los voy a derrotar, pinches de Savant que se creen la verga por su nombre mamalón.
—Lo que nos gusta. —Me alentó.
• • •
¡Llegando tarde! Espero este capítulo no haya sido demasiada información de golpe, hahaha.
Un meme:
DOS BELLOS FANARTS DE DEP:
Nos leemos pronto para conocer a los alumnos de Syndrome Savant. <3
~MMIvens.
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