Parte 5


Sosteniendo un cartel que decía:

La caballerosidad aún existe; y tú me gustas mucho.

Con la emoción a flor de piel, baje las escaleras con prontitud y salí de casa frenando un poco el paso.

Ahí esta el, sonriéndome, y mientras lo hace sus ojos desaparecen. Y mientras lo hace, mi corazón es golpeado por alguna clase de boxeador para advertirme que estoy en presencia de lo que el amor es. De que el romance aun existe.

Escuche el rumor... sobre tu grandiosa aparición y luego desaparición de la fiesta de anoche—menciono acercándose divertido—Debiste avisarme que irías, yo pude haber estado en primera fila para verlo.

—No lo había planeado. Tenia que hacerle frente por mi cuenta—me limite a decir—¿Es cierto lo que dice el cartel?

—¿Qué cosa?—me cuestionó tomando su nuca realmente nervioso, pues su manos temblaban.

¿Acaso no podía ser más tierno?

—¿Qué te gusto?

—Es cierto.

—Tú también me gustas. Pero...no sé. Siento que mereces algo mejor que esto—mencione señalándome de pies a cabeza.

—Acabas de señalarte completa.

Baje la mirada. Luego el tomo mi barbilla para obligarme a mirarlo.

—No necesito algo mejor Wren, necesito a quien yo quiero y te quiero a ti.

—Yo también te quiero.

—No digas "también", siento que solo me sigues la corriente.

—Yo te quiero—corregí acercándome a el.

—Yo te quiero a ti—susurró antes de tomar posesión de mis labios.

A veces dejamos de hacer lo que queremos por temor a lo que otras personas digan o piensen, sentimos que debemos hacer lo que ellos esperan de nosotros, que debemos superar sus expectativas, o de lo contrario perderemos su aprobación, cuando su aprobación es lo que menos importa.

Aprendemos a ser nosotros mismos a través de los demás, nos miramos a través de los ojos de las personas que nos rodean, moldean nuestra autoestima, para luego encargarse de destruirla.

Como un hombre sabio dijo una vez: No tengo la responsabilidad de ser como los demás esperen que sea. Es su error, no mi defecto.

Después de mi discurso no puedo decir con total seguridad que las cosas mejoraron en la escuela, claro que el rumor de la clamidia desapareció cuando todo el mundo se entero de que la verdadera poseedora era nada más y nada menos que Lin Shia, (les dije que seria un personaje importante *guiño* *guiño*).
Sin embargo, mi popularidad como mujer promiscua no disminuyo como creí que lo haría, pero ya poco me importo.

Podía caminar por los pasillos con la frente en alto mientras sujetaba la mano del chico del que estaba enamorada sin sentir pena alguna, volviéndome la envidia de muchas chicas.

Pues al final, cualquier cosa, ya sea buena o mala que se decía de mi, era diametralmente lo opuesto a lo que verdaderamente soy.

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