4. Primera Cita


Lo primero que observo al despertar es el bonito cielo azul, dormir en la azotea ha sido una de las mejores ideas que se me pudo ocurrir en esta semana, me ayuda bastante a aclarar mis ideas y conceptos del amor, no me gustaría precipitar todo lo que está sucediendo con Dan.

Al menos es más claro ahora todo, respecto a los sentimientos de Dan hacia mí, pero, pero no estoy segura de lo que yo realmente deseo con Dan ¿es tan complicado querer a alguien? Me coloco mi uniforme y salgo disparada a la escuela, hoy no es día en que me lleve Gabriel a la escuela y es algo que agradezco porque haría preguntas incomodas acerca de lo de Daniel y yo y no quiero que se entrometa.

También hoy es el día en que todo comenzara para Gamrel y Melanie, hoy será el inicio de la venganza de Gabriel, siento una necesidad tremenda de detenerlo todo pero no puedo, me dirijo a un lugar apartado y comienzo a mover a Melanie cual títere para programar el video pornoso con mi hermano.

—Qué bonita muñeca— dice Dan interrumpiendo mis pensamientos y haciendo que pierda conexión con Melanie. —¿Dónde la conseguiste? Se parece a una vecina mía.

—¿Melanie Waldon?— pregunto y el me mira serio

—Sí, ella ¿Cómo supiste?

—Hago Vudú— respondo y el sonríe

—Si claro, y yo soy mago— ambos reímos —si nos veremos hoy ¿no?

—¿Nos íbamos a ver?— pregunto y el me mira sorprendido

—o ¿no quieres? Solo dime que no quieres y dejo de molestarte

—Eres muy tierno danielito— digo levantándome y yéndome de allí, camino de regreso a mi salón.

Y me encuentro con Lía Thomas quien ni siquiera me voltea a ver, solo va perdida en sus pensamientos, los cuales son totalmente tortuosos para mí, imaginar todo el dolor que carga hace que quiera correr a abrazarla, pero, debo mantenerme en el límite. Es por eso que la agregamos al juego de Citatuz para que pueda reponerse de todo eso que está sucediendo en su vida.

A la salida Gabriel está esperándome, el me saluda desde la lejanía y todas las chicos lo miran con deseo, ni siquiera es tan guapo.

—Samantita— escucho decir a Daniel quien me alcanza.

—¿Samantita?— pregunta Gabriel mirando con extrañeza a Dan

—Tú debes ser ¿Estefan?— Gabriel lo mira con una seriedad que asusta

—Gabriel Alejandro Copper Shine— exclama Gabriel sonriendo de una manera espeluznante—un gusto Danielito

—¿Debo yo también decir mi nombre completo?— pregunto y Gabriel solo se limita a meterse al auto —eso es un no— le digo a Dan y él me sonríe.

—si nos veremos ¿verdad?

—Si— respondo y entro al auto.

Gabriel arranca y ocurre un silencio tan incómodo que prendo la radio, el me mira con cara de odio e inmediatamente la apago.

—¿Lo conoces en verdad?— pregunta Gabriel rompiendo el silencio

—No

—y aun así ¿saldrás con él?

—Si— respondo y el me mira y vuelve su vista al camino.

Vuelve a permanecer en silencio, es frustrante porque no puedo escuchar sus pensamientos, no puedo saber qué es lo que realmente piensa sobre toda esta situación, lo que puede pensar sobre Dan.

Cuando llegamos a casa nos encontramos con Estefan quien está llorando, mi madre lo tiene entre sus brazos y el parece un bebe, me parte mi corazón verlo tan triste pero es algo necesario para todos.

—Se fue, el amor de mi vida se fue— dice Estefan abrazando a Gabriel empapándolo de lágrimas.

Yo me dirijo a mi habitación porque no me gusta oir sus pensamientos preguntándose qué fue lo que hizo mal. Sabiendo perfectamente que no es mi hermano quien cometió errores y fue la misma Melanie que se fue para no lastimarlo más de lo que indirectamente ya lo ha hecho.

No sé qué es lo que debo ponerme para salir con Dan ¿me visto elegante? ¿de vestido? ¿Pantalón? Busco entre la ropa que dejo Melanie y encuentro un vestido pegado y corto azul, dudo un poco pero me lo pruebo, me queda cas justo a decir verdad lo único que no se llena es la parte del busto, pero lo arreglo poniéndome una blusa blanca por debajo.

Me pongo unas calcetas con holanes blancas que me quedan a la rodilla y mis botas negras de tacón, me dirijo a el espejo y me quedo perpleja ante mi aspecto, me veo, me veo bonita.

Tomo un bolso blanco de los de mi mama y salgo con paso apresurado antes de que Gabriel se dé cuenta pero grave equivocación, ya que su perrita faldera está en la puerta de la casa.

—¿A dónde vas tan arregladita?— pregunta lucia, quien me mira de arriba abajo

—No es de tu incumbencia—respondo y salgo dando un portazo, no pasan ni dos segundos y esta Gabriel a un lado mío.

—Bonito vestido— me dice.

—Gracias— respondo y el solo me observa

—Solo cuídate ¿si?— es lo único que me dice y desaparece.

Miedo, tomo un taxi y me dirijo a la plaza principal que es en donde me veré con Dan, al parecer fui la primera en llegar porque no logro verlo por ningún lado.

—Hola— saluda por detrás mio y mi corazón se acelera, intento calmarlo pero es imposible.

—Hola— le saludo y el me toma de la mano y comienza a correr, no pongo oposición y corro con él.

—Tenemos que correr o nos quitaran nuestro lugar— me dice y no entiendo nada de lo que acaba de decir.

—¿De donde nos van a correr?

—del parque que reserve

—¿Reservaste un parque?— pregunta y el rie.

—Reserve solo un pedacito

¿Se puede reservar un parque? Corremos durante otros cinco minutos y llegamos al bosque, el entra en un negocio y le entregan un mapa y una pequeña canasta. El sigue las indicaciones atentamente y llegamos a un jardín dentro del bosque en donde todo es muy rustico y lleno de velas, basta conveniente ya que se esta haciendo de noche.

—Siéntate— dice Dan extendiendo una manta sobre el piso

—Claro— Dan me sonríe y se sienta junto de mi.

Comienza a sacar todas las cosas de la canastita y entre ellas se encuentra un bote lleno de fresas con crema, el me da una cuchara y él toma otra y comienza a comer-

—y cuéntame ¿Cuál es tu color favorito y porque?— dice Dan en un tono muy curioso, mi corazón comienza a acelerarse.

Hablamos hasta que dieron las nueve, extrañamente casi termino contándole todos mis secretos, mi corazón no dejo de palpitar como si se quisiera salir, y la tonta melodía tampoco dejaba de sonar.

Cuando estábamos recogiendo todo Daniel se quedó fijamente mirando la canastilla y luego negó con la cabeza.

—¿Qué pasa?— pregunto y el me sonríe.

—Iba a hacer algo, pero es muy tonto— responde

—¿Qué ibas a hacer?

—¿Puedo ser tu novio?— pregunta y me quedo perpleja —si no quieres esta bien, puedo esperar o alejarme.

¿Por qué te alejarías?

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