8. Una pelea (finalmente)
Pasé el fin de semana en la casa de Noah y durante los siguientes días Jade no me prestó atención. Intentó hablarme de vez en cuando, pero cumplió su promesa de mantener la boca cerrada, aunque aún me seguía poniendo nerviosa cada vez que lo veía cerca de Charlie.
Jade era ese tipo de persona que conseguía hacerse amigo de todos en poco tiempo.
—Préstame atención.
Parpadeé para enfocar la mirada y esperé a que Charlie se repitiera. Era un poco difícil oírla a menos de que alzara un poco la voz, por culpa de los autos y autobuses que pasaban a un par de metros. Las personas chocaban entre ellas ajetreadas y de mal humor. Algunos llevaban vasos descartables de café en la mano.
Detrás de nosotras se reunían algunos estudiantes de último año en lo que aguardábamos a que abrieran las puertas. Entre ellos, el ex novio de Charlie. Sabía que ella le estaba dando la espalda adrede para ignorarlo y ella sabía que yo lo estaba mirando por sobre su hombro para mantenerlo vigilado.
De vez en cuando sus ojos se cruzaban con los míos y se apartaban de inmediato, como si estuviera guardando a que yo la dejara sola.
—Sólo puedo estar unos minutos en la presentación —repitió mi amiga Charlie, ajena a nuestro juego de miradas—. Luego tendrás que hablar tú. Aquí. —Tomó mi mano y dejó un trozo de papel doblado. Su piel se sintió fría contra la mía—. Anoté los temas a tratar y cómo organizarlos.
Buscó mis ojos para asegurarse de que le estuviera prestando atención.
Abrí el papel y lo examiné sin entender la mitad de los temas. Hoy era la primera reunión para organizar el festival y Charlie debía ir a sus clases de la tarde, así que yo debía cumplir con mi deber de delegada y asistir.
—Bueno, creo que puedo con eso —murmuré para autoconvencerme.
—Y tienes que llevarte mi guitarra.
—¿Disculpa?
Eché una ojeada a la guitarra de Charlie, enfundada en su espalda. Ya me parecía un poco raro que la hubiera traído, porque a ninguna de las dos nos gustaba tocar en el instituto. Tuvimos suficiente con el chico del ukelele hace unos años.
—Necesito que la lleves a tu casa —insistió Charlie. Se movió un poco para volver a entrar en mi campo de visión y me tomó por el mentón para obligarme a verla. Era adorable ver cómo se tomaba todo tan en serio—. Cuídala, por favor.
—¿Qué hay en tu guitarra? ¿Droga? —bromeé. Ella no rio—. ¿Tiene droga?
—No seas imbécil.
Me dio un ligero empujón, pero no agregó más detalles.
—Aunque quisiera no podría. Tengo entrenamiento después de la reunión.
Ella tomó mi rostro entre sus manos.
—Por favor.
Cerré los ojos y suspiré. Iba a ser un poco complicado llevar su guitarra, la mochila y el stick en el tren, pero no sabía decirle que no a esa cara.
Charlie entrecerró los ojos y sonrió. Me dejó un beso en la mejilla y volví a oler ese perfume suave a dulcecitos que siempre llevaba.
—¿Puedo pasarla a buscar luego de la reunión, al menos? —le pedí—. Me da miedo dejarla en algún lado y que la pisen.
Ella me arrugó la frente y tocó el costado de su estuche en un gesto protector.
—Acaba la reunión a las tres, entonces —me ordenó—. Te espero a esa hora en a puerta del instituto.
Se veía como un día un poco estresante ya de por sí, pero nada que no pudiera manejar.
Un bocinazo me hizo volver a mirar hacia la avenida, donde Alana intentaba cruzar con el semáforo en amarillo sin ser pisada. Un tipo en motocicleta la pasó rozando y ella le gritó algo antes de correr el tramo que le quedaba. Los autos arrancaron antes de que llegara a pisar la acera.
—¡Oye! —Levanté un brazo para saludarla y le hice un gesto para que se cercara a nosotras.
Alana alzó la cabeza, nos miró, y nos ignoró. La vi bajar la cabeza de nuevo y avanzar sin detenerse a saludar. Noah se acercó un par de segundos después y miró por donde Alana acababa de desaparecer.
—¿Qué bicho le picó?
Me alcé de hombros.
—Parece molesta —dijo Charlie.
Las tres nos miramos con una pregunta silenciosa. Ninguna de nosotras recordaba haber hecho algo para molestarla. Noah era la que más conversaciones había mantenido con Alana, pero incluso ella parecía no saber nada al respecto.
No obstante, ella se sentó con nosotras cuando llegamos al salón.
Las siguientes horas pasaron con relativa normalidad hasta que nos tocó volver a casa. Al menos, a los simples mortales. A Charlie y a mí, miembros del olimpo, nos tocaba seguir trabajando. Bajamos hasta la planta baja junto al resto, pero nos desviamos hacia la dirección, donde un grupo de seis o siete personas aguardaba en el fondo de un pasillo cercano.
Charlie entró a la secretaría y volvió cinco minutos después con una llave que usó para abrir la puerta del final del pasillo. Unas escaleras llevaban hacia el subsuelo, donde se encontraban los salones de audiovisuales.
—¿Vamos al micro-cine? —preguntó una de las chicas de primer año mientras bajábamos.
—Los pobres no vamos al cine —respondió Charlie adelantándose.
Siguió bajando hasta el sótano. Pasamos junto al calentador gigante y lo esquivamos. Había una sola puerta que llevaba al aula del sótano que solía usarse para las reuniones del centro de estudiantes.
Un número de mesas individuales se acomodaban en círculo con sus respectivos asientos. Charlie se paró frente a una y todos comenzamos a sentarnos a su alrededor. Algunos estudiantes que se conocían aprovecharon para saludarse. Los más nuevos se limitaron a acomodarse y mirar al frente a la espera de algo.
Charlie aguardó a que todos hicieran silencio y apoyó las manos en su mesa para inclinarse hacia adelante, hacia el círculo.
—Hola, buenas tardes. Yo soy Charlie, para los que no estuvieron en la presentación del primer día. Pueden encontrarme en Spotify y en Pornhub —soltó una risa—. Es broma. No tengo Spotify.
Rodé los ojos. Estaba segura de haber escuchado ese chiste en otro lado.
Charlie pasó a mencionar los temas que planeaba tratar y especificar cuales se debían resolver el día de hoy y cuáles sólo se iban a nombrar un poco por arriba. Luego de esto tomó su guitarra y se despidió rumbo a sus clases de la tarde. Yo me vi en la obligación de sacar un cuaderno y comenzar a tomar nota de todo lo que hablábamos.
Comenzamos con el festival: Cómo organizarnos con el entretenimiento. Luego con los puestos de comida. Se mencionó el asunto de los uniformes que se había resuelto el año pasado y el destino del dinero que se recolectaría con las entradas.
Para cuando acabamos ya eran las tres de la tarde y algunos minutos. Le envié un mensaje a Charlie para avisarle que la reunión apenas terminó y me quedé un rato más para agregar a los de primer año en el chat de delegados. Charlie no respondió mis mensajes, pero no me alarmé.
Subí las escaleras de dos en dos y cuando llegué a la planta baja comenzaron a llover mensajes en mi casilla.
Mambas Negras
Katherine:
Dejo el equipo, chicas.
Katherine ha abandonado el chat.
Arrugué la frente y escribí algo rápido.
Qué ha pasado????
Tania:
Ni idea.
Le envié un mensaje a Katherine preguntándole qué sucedía y golpeé la puerta de la secretaría para devolver la llave. La secretaria comenzó a negar con desaprobación cuando le dije que yo era la nueva delegada.
No era tan habitual, pero tampoco era algo jamás visto que alguna de las mambas negras simplemente se fuera del equipo. A veces no daban explicación, otras lo hacían por los estudios u otros compromisos.
Consolidarnos como equipo había sido muy difícil los primeros meses. Primero, aprender a jugar; luego, encontrar a más chicas. Al principio no teníamos nuestro propio entrenador y debíamos practicar con los chicos aunque las modalidades de juego fueran completamente diferentes. Llegar al número mínimo para formar un equipo y mantenerlo estable nos había tomado meses. Y ni hablar de conseguir sticks, que ni siquiera se vendían en el país.
Por eso no me alarmé hasta que recibí un mensaje de Jade unos segundos después.
De: Cara de pito
Te juro por Dios que
no fue mi culpa.
No tenía idea.
¿Qué verga has hecho?
Jade
Jade, maldita sea
Jade
Jade, como le hayas hecho algo a Katherine te reviento la cabeza
Él no volvió a responder, así que lo llamé. Me acerqué al patio del instituto y lo crucé para dirigirme hacia el segundo edificio, donde estaba la biblioteca. Los únicos salones que habían allí eran los del primer piso, que se usaban para el bachillerato internacional. Veinte o treinta estudiantes que debían tomar clases extras para rendir exámenes ultra costosos y así obtener un título que no tenía idea para qué servía.
Charlie me había explicado que sólo eran útiles si planeabas estudiar en el extranjero, porque tenían reconocimiento internacional. También mencionó al menos unas veinte veces lo afortunados que éramos de ser la única secundaria pública en ser aceptada en el programa.
Jade atendió cuando comenzaba a subir las escaleras.
—Estamos entrenando ¿Sabes? —me saludó.
Y encima tuvo el descaro de reclamarme por llamarlo.
Miré la hora. Ya eran las tres y media. El entrenamiento había comenzado hace media hora y probablemente me perdería la primera mitad.
—¿Qué le has hecho a Katherine?
Me hice a un lado cuando un grupo de estudiantes bajó las escaleras y me quedé de pie hasta que todos pasaron. No reconocí la cabellera rosa de Charlie entre ellos.
—¿Por qué tienes ese concepto de mí? —preguntó. Pude oír a los otros jugadores gritarse desde su lado del teléfono—. ¿Te digo que yo no tengo nada que ver y lo primero que piensas es que yo tuve algo que ver?
—Jade —le advertí.
—Mira, es muy largo de explicar. ¿Por qué no le preguntas a Tania o esperas a que acabe el entrenamiento? Te invitaré a un café y nos reiremos de este malentendido. A lo mejor te das cuenta de que estás enamorada de mí y todo.
—¿Qué mierda tiene que ver Tania?
El colgó.
Me pasé una mano por el rostro con derrota.
Era mi culpa, por esperar algo de él.
Llegué a la puerta de su salón y noté que estaba entreabierta. Me acerqué con recelo y me metí. Dentro casi no había luz, salvo por la poca que entraba por las ventanas. Un aula pequeña, con un proyector y tres mesas rectangulares en el centro. Y una profesora sacando libros de su gabinete.
Ya no quedaba ningún estudiante dentro.
Ella alzó la cabeza al oírme entrar y me sonrió.
—¿Qué buscas?
—¿Charlie ya se fue?
Fue una pregunta tonta, como yo. Charlie fue la primera en irse.
Bajé las escaleras corriendo y crucé el patio de nuevo. La busqué en el hall de la entrada y en las puertas. Revisé nuestro chat, pero ni siquiera había revisado los mensajes.
Miré mi reloj.
Ya estaba llegando tarde y de todas formas no podría hablar con Jade o Tania hasta el final del entrenamiento. Katherine tampoco respondió mis llamadas.
Caminé hasta la esquina, donde estaba la entrada de la escuela primaria, y me senté en las escaleras. Marqué a Charlie y esperé. Ella sí respondió en seguida.
—¿Dónde estás? —le pregunté—. Apenas salgo ¿Por qué no me esperaste?
—Mamá ha pasado a buscarme —respondió—. Me ha quitado la guitarra.
Subí el volumen en mi teléfono y lo pequé más a la oreja.
—¿Te quitó la guitarra? —repetí, no muy segura de haber oído bien—. ¿Cómo? No entiendo ¿Qué ha pasado?
—Hmm... —Charlie guardó silencio unos segundos. La conocía lo suficiente como para saber que estaba por decir algo malo—. Reprobé un examen del bachillerato internacional y ella ya me había advertido que me la quitaría si eso pasaba.
—¿Por eso querías que me la llevara?
Ella chasqueó la lengua. Una señora pasó a mi lado con su perrito caniche en una correa y me estiré para rascar su cabeza esponjosa. El perrito me gruñó e intentó morderme.
—Iba a decirle que me la robaron yendo al instituto, o algo así, pero no esperaba que pasara a buscarme.
Apoyé la espalda en la puerta de entrada y miré los autobuses pasar. Hice una mueca.
—Lo siento —dije.
—Ya qué —ella suspiró—. Supongo que no vamos a tocar juntas en el festival.
Podía oír la tristeza en su voz. No era sólo resignación lo que había en ella, sino también impotencia. La manera en la que se volvía rasposa, como si le costara un poco hablar.
—Lo siento —repetí—. Lo solucionaré.
Ella resopló.
—Mejor soluciona tus cosas. Jade me dijo que se ha metido en problemas contigo.
—¿Desde cuándo ustedes se cuentan todo? —pregunté con molestia, pero me arrepentí de inmediato—. No importa. Olvídalo. Te hablo más tarde.
Colgué.
Llevaba cuarenta minutos de retraso cuando conseguí subir al tren y una hora cuando crucé todas las canchas y llegué a la nuestra.
Los muchachos entrenaban en una mitad y las chicas en otra. Tuve que dar un par de vueltas alrededor de la cancha para entrar en calor y llegué a tiempo para practicar tiros y saques. Los últimos veinte minutos los dedicamos a un partido y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para contener el enfado que llevaba atorado en la garganta desde que Katherine se salió del grupo.
Ayudé a juntar las pelotas y desarmar los arcos. Generalmente las chicas hablaban mucho entre descansos, pero debieron de haber notado algo en mi rostro, porque permanecieron en silencio todo el tiempo.
No fue hasta que la entrenadora se acercó a las gradas para preguntarnos quién guardaría las cosas en el depósito que aproveché la oportunidad.
—Tania y yo.
Me levanté, me eché la mochila al hombro y recogí su stick antes de que ella lo hiciera. Lo coloqué junto al mío y acomodé los dos detrás de mi nuca, sobre mis hombros. Ella alzó la cabeza desde donde estaba sentada, un asiento más abajo, y se secó el sudor de la frente con el dorso de su brazo. Me miró con desconfianza, pero parecía muy cansada para discutir.
Bajamos de regreso a la cancha y tomamos las cosas. Estaban todas metidas en un bolsón enorme, de esos que siempre sacan los profesores de gimnasia de algún lado. Lo enganchamos al carro y comenzamos a arrastrarlo.
Los muchachos ya estaban saliendo también. Encontramos a Jade a mitad de camino, a punto de meterse en el baño de hombres, pero jalé de su camiseta hacia atrás y lo obligué a detenerse. Él me miró por sobre su hombro con sorpresa, pero se recuperó casi de inmediato.
—Buenas días, Andrea, ¿cómo has amanecido?
—Con ganas de golpearte.
Él procesó mi respuesta por un momento.
—Totalmente válido —acabó diciendo.
Cuando llegamos al depósito los muchachos que acababa de meter los arcos ya estaban saliendo. Los arcos en lacrosse eran mucho más pequeños y ligeros que los de fútbol, así que debíamos guardarlos luego de cada entrenamiento para que no se los robaran.
Jade fue el primero en hablar luego de ayudarnos a acomodar el bolsón.
—Primero que nada. —Se enderezó y puso los brazos en jarra—. Quiero eximirme de toda responsabilidad por lo que sucedió. No me gusta ser un delator. —Nos examinó a ambas—. Pero el responsable se encuentra en este cuarto. Sólo digo.
Tanía y yo le arrugamos la frente hasta que ella finalmente se volvió hacia mí.
—Tomé el teléfono de Jade y le envié mensajes a Katherine —confesó. Rodó los ojos y suspiró antes de que pudiera pensar en qué responderle—. No fue nada, en serio. Estaba aburrida y entré a su cuenta de instagram para responder historias. Y, pues, Kat se ha hecho ideas.
A mí me sonaba a mierda.
—¿Y se ha ido porque le has respondido una historia, Tania? —levanté la cabeza para mirar a Jade, quien se apoyaba contra el marco de la puerta—. ¿Y tú qué, imbécil? ¿Por qué le dejaste hacer eso con tu cuenta?
Él chasqueó la lengua, cruzado de brazos.
—Estábamos jugando. A lo mejor Tania le ha echado un poco los perros a Katherine.
Abrí más los ojos, sin creérmelo.
—¿Te metiste a su cuenta para echarle los perros? —le pregunté.
¿Por qué de la nada todos entraban en confianza tan fácil con Jade?
Ella me enseñó las palmas de la mano en un intento por apaciguar las cosas.
—Intentaba hacerles gancho a los dos. No pensé que se fuera a enfadar así.
—¿Eres imbécil? —intenté no levantar la voz para que no nos oyeran desde afuera. Las chicas pasaban delante del depósito sin reparar en nosotras y seguían de largo. Algunas saludaron con la mano a Jade. Probablemente los entrenadores ya estuvieran en camino—. Se han burlado de ella y ahora se ha ido.
—No nos hemos burlado —me prometió Jade desde la puerta. Besó su dedo índice y formó una cruz—. Hasta nos hemos disculpado.
Levanté los brazos y los dejé caer, sin paciencia.
—Menos mal que has solucionado el problema, Jade. No sé qué haríamos sin ti. A lo mejor tener todo el equipo entero. —Volví mi atención hacia Tania—. Honestamente, no sé por qué espero nada de ti.
Eso no pareció gustarle.
—No me hables así. —Dio un paso hacia mí—. Recuerda que soy mayor que tú.
—La mayor tonta.
Tania me empujó y mi espalda se golpeó contra el caño del arco. No me dolió el golpe tanto como el ego, pero aún así arremetí y le devolví el empujón con más fuerza. Ella tropezó con un stick y cayó al suelo de culo. Hizo una mueca de dolor antes de tomarme por la pantorrilla con rabia y tirar.
Caí de rodillas sobre ella y le clavé la palma en el estómago sin querer. Tania jadeó, me golpeó el brazo con fuerza y grité. Levanté el puño instintivamente cuando unos dedos se clavaron en mis hombros y jalaron de mí hacia atrás. Alcé la cabeza alarmada y me encontré con el rostro enfadado de la entrenadora.
Oh, no.
—¿Te has vuelto loca? —me gritó.
🌸🌸🌸🌸
Holiii
¿Cómo están? ¿Qué hicieron esta semana?
Yo empecé a ver Banana Fish con una amiga y estoy llorando cada vez que ponemos un capítulo JAJSJAJ
Levante la mano quién le sigue llorando a Ash Lynx 🤚
Y de paso que estamos, juguemos a besar, casar matar JAJJA comenten con cual de los personajes se casarían, cual besarían y cual matarían.
Yo creo que besaría a noah, me casaría con andy y mataría a (perdón JAJAJ) alana.
Creo que no tengo nada más que decir.
Bai ♡
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