55| El recuerdo de una voz

No sé por cuánto tiempo pierdo el conocimiento, pero cuando abro los ojos, la realidad sigue siendo la misma. Cristel se ha ido. Para siempre. Jamás volveré a verla, a escuchar su voz ni a darle un abrazo. Y no tengo ni la menor idea de cómo continuar sin ella.

La noticia ya circula por todos los medios de comunicación y los titulares dicen exactamente las condiciones en que los policías la encontraron. Pero ese cuerpo hallado en un descampado con claros signos de abuso sexual ya no es suyo. No le pertenece. Cristel luce una sonrisa la mayoría de veces. Adora cantar y le brillan los ojos cuando lo hace porque no hay nada en el mundo que ame más que eso. No es difícil hacerla reír. Sus labios se curvan hacia arriba y una dulce melodía brota de ellos.

El cuerpo que trasladaron a la morgue no se parece en nada a ella. Está lastimado, lleno de golpes y presenta varias heridas que solo pueden haber sido hechas con el más profundo e inhumano odio. Pero todas esas lesiones son la única voz que le queda a Cristel. Solo a través puede hablar ahora y contarles la verdad a los forenses que encargados de examinarla. Solo así sabremos a quién buscar.

A sus padres se les hizo demasiado fácil identificarla. Traía puestas sus zapatillas favoritas, las que me dejó pintar, y el dije de envase de leche que se complementa con el de Alai. Este simboliza su amistad y no se lo quita nunca. Lo tuvo consigo hasta el final. Cerca de ella, también encontraron su mochila, dentro de la cual estaba la caja de rosquitas que había comprado para su madre, restos de alfajor, su cuaderno de canciones y su teléfono. A tan solo unos metros, yacía su ukelele hecho pedazos. Los peritos especulan que al parecer intentó defenderse con él. Yo estoy seguro de eso. Sé que hasta su último suspiro luchó por regresar a casa.

Ella pensaba volver. Y me destroza que alguien le haya arrebatado ese derecho. No solo acabó con su vida, sino también con sus sueños. Cristel vivía hablando de lo que quería hacer y los planes que tenía para su futuro. Ingresar a estudiar Música en Nueva York, formar una banda, conseguir un contrato con una discográfica, recorrer el mundo. Soñaba con experimentarlo todo. Ahora todas las promesas que me hizo se han roto para siempre. No por culpa suya, evidentemente. Esto era lo que más temía.

Y no lo soporto. No soporto verla cubierta por una bolsa negra. No soporto que su rostro aparezca en la televisión al lado de una fotografía del lugar donde la hallaron. No soporto escuchar detalles acerca de cómo maltrataron su cuerpo. Tirada en un lote baldío como si no fuera nada más que basura. Ella lo era todo. Todo lo bueno que quedaba en este mundo y todo lo maravilloso que podía existir en él.

Pero Cristel siempre ha pedido justicia por la víctimas de feminicidio y desde donde está, sé que quiere y merece lo mismo. Solo así descansará tranquila. Es lo menos que podemos hacer por ella.

Lo que sigue ahora es dar con el culpable, porque quien destrozó los sueños de Cristel no puede continuar en libertad. Estoy tan enfadado que quiero destruirlo todo. No me importa que eso no vaya a traerla de regreso, pero como a la gente le preocupa más una pared que la violencia de género, tal vez me presten mayor atención si rayo alguna. Acaban de arrancarme una parte del alma. A mí y a mis amigos nos lo han arrebatado todo. No pueden esperar que nos quedemos tranquilos.

Un día después del hallazgo de Cristel, Alai regresa a casa en el mismo vuelo que Jake, quien viene acompañado de su padre. No veo al señor Belmont desde hace años, pues mi primo generalmente viaja solo. Pero supongo que querrá estar para su hijo en momentos tan difíciles como estos.

Tengo tantas ganas de salir a quemarlo todo y a la vez apenas me quedan fuerzas para respirar. Me siento completamente muerto y al mismo tiempo no logro cerrar los ojos sin que el rostro de Cristel se instale en mi mente. La encuentro en todos lados y al instante siguiente no la hallo en ninguna parte. Mi corazón es lo suficientemente ingenuo como para creer que será ella quien me abrirá la puerta cuando me presento en su casa. No obstante, termina siendo su tía la que nos recibe a mí, a Jake y a Alai.

El féretro se ubica en la sala del primer piso. Algunos vecinos han llegado más temprano, igual que los padres de Alai. Ella prefirió esperarnos. Ninguno de nosotros se atreve a pararse frente al ataúd. No sé si ellos pueden verlo cuando entramos, pero yo no. En ese preciso instante las lágrimas me bloquean la visión. No logro contar el número de personas presentes ni la cantidad de arreglos florales que le han obsequiado. Tampoco me doy cuenta de si el cajón se encuentra abierto o cerrado. Jake me abraza por la espalda y tira de mí hacia atrás. No hace falta que me lo diga para saber que tampoco se siente preparado para acercase.

Alai avanza unos pasos y creo que su mirada se cruza con la de su madre, porque me parece oír que la llama. Sin embargo, los tres optamos por alejarnos de esa atmósfera entintada de tristeza y subir las escaleras hasta el segundo piso. Aún conservo la esperanza de encontrarla allí, pero todo lo que encuentro de ella es el cuadro gigante con la fotografía que le sacaron en su fiesta de quinceaños.

Dos años más. No le quedaban más de dos años en este mundo. Y nadie lo sabía. Nadie pudo impedir este final. Pero está en nuestras manos evitar que esto siga sucediendo. Que otra mujer ocupe el lugar de Cristel, que otra familia llore de la misma forma que lo hacemos nosotros ahora, que otra vida sea truncada de la peor manera posible, que otra voz deje de cantar porque alguien se crea con el derecho de silenciarla. Cristel quería que, si le tocaba ser una víctima, fuese ella la última.

—El día que le tomaron esa foto, se animó a cantar por primera vez una canción de su autoría. —Alai se acerca al retrato, como si quisiera que este la absorbiera para transportarla a ese instante. A mí también me gustaría que eso fuese posible—. Solía darle miedo lo que la gente pudiera pensar, pero enfrentó sus temores y a los demás les fascinó.

Aunque por aquel entonces no nos conocíamos, estoy seguro de que me habría encantado. Cristel también tenía sus complejos, como cualquier persona, pero estos no le impedían ser feliz.

—Lo recuerdo —titubea Jake. Expulsa un suspiro e introduce las manos en sus bolsillos—. Viajé cinco horas hasta aquí para verla feliz y valió la pena cada segundo. No puedo aceptar que nunca más volveré a observar su sonrisa.

Yo tampoco. No creo que lo haga alguna vez. Siento un vacío en el pecho que nadie nunca podrá rellenar.

—¿Cómo se supone que vamos a vivir ahora? Nada será lo mismo. Cristel era especial. Llegó a mi vida cuando menos esperaba a alguien y tan súbitamente como apareció, la obligaron a partir.

Era. Qué horrible suena hablar de ella en pasado. Jake no dice nada, pero sé que le duele tanto como a mí. No quiero que Cristel se convierta en un pasado lejano. No permitiré que eso suceda. Ella se merece mucho más y yo me encargaré de que sea recordada.

—Siempre hemos estado juntas. —Alai toma asiento en el sillón de la sala. Queda frente a nosotros y me fijo en cómo le tiembla el labio. Esta vez no parece deberse a un espasmo, sino en las ganas de llorar que retiene—. La veo en casi todos mis recuerdos y en la mayoría de mis fotografías.

—Y trató, yo sé que intentó defenderse con todas sus fuerzas. Estoy seguro de que gritó, pero nadie la escuchó. Si hubiera estado ahí... —La voz de Jake se apaga y no me volteo solo porque si lo veo derrumbarse, seré el siguiente—. Si tan solo pudiera transportarme a ese momento, haría cualquier cosa para evitar que alguien la lastime. No lo entiendo, ¿por qué a ella que tantas ganas de vivir tenía? ¿Por qué no fui yo al que tiraron a un lado de la carretera? Yo debería estar dentro de ese ataúd, yo...

Alai se pone de pie para envolverlo en un abrazo mientras que yo apenas puedo moverme, como si me hubiesen aplicado una especie de anestesia. Físicamente, me siento exhausto, pero al mismo tiempo el cúmulo de emociones que tengo atorado en el pecho me impide quedarme tranquilo. Quiero llorar, quiero gritar, quiero hacerle justicia, quiero hallar al culpable y torturarlo por el resto de su maldita existencia. Quiero que viva sufriendo, que nunca encuentre paz y que pague cada minuto de agonía que atravesó ella. Según el informe que entregaron los forenses, Cristel murió el mismo día que desapareció. La causa fue asfixia por estrangulamiento. Quien haya sido el responsable, no merece perdón ni misericordia.

—No digas eso. Sabes que no es lo que Cristel hubiese querido.

—Ella tampoco quería terminar de esa forma —murmura Jake. Mantengo la vista clavada en el cuadro, aunque apenas puedo distinguir su rostro a causa de las lágrimas—. La conozco desde los once años, cuando me vio peleando con la máquina expendedora que se había quedado con mis monedas. Fue la única que se acercó a ayudarme. Era la primera vez que participaba en una competencia de tan alto nivel y no conocía nadie. Pero ella hizo todo un poco más sencillo. Aunque wstábamos en equipos diferentes, comenzamos a ensayar juntos para nuestras presentaciones. Seguimos en contacto cuando terminó el concurso y luego vine a pasar las vacaciones aquí. En una de esos veranos nació el proyecto de la banda. Nuestro sueño.

—Uno que no quiero cumplir sin mi mejor amiga. Nunca pensé que tendría que enfrentarme a la vida sin ella.

No puedo evitar identificarme con lo que dice Alai. No fui el único que olvidó que los finales felices no existían más allá de los libros de cuentos. Cuando Cristel estaba aquí, todo me parecía perfecto.

—Yo creí que lo nuestro duraría para siempre. Recordé demasiado tarde que la maldad en el mundo existe y que puede arrancar de este plano a cualquiera.

—No sé cómo voy a subirme de nuevo a un escenario sin verla entre el público. No pienso regresar a la competencia. Jamás debía haber participado en primer lugar. —Alai se reprocha a sí misma y vuelve a girarse hacia el cuadro. Jake la abraza por detrás—. Si me hubiese quedado, habría estado con ella. Y quizá tampoco hubiera podido defenderla, pero nos hubiésemos ido juntas y ahora no estaría muerta en vida. Preferiría mil veces...

La ventana se abre de golpe y Alai guarda silencio. Si Cristel estuviese aquí, apuesto que la hubiera reprendido. Simplemente a ninguna debió tocarle ese final.

—Está corriendo mucho viento. Será mejor que la cierre. —Me acerco para colocar de nuevo el seguro, el cual se encuentra un poco oxidado. Mi mirada se desvía hacia el pasillo, pero la aparto en seguida. No soy tan fuerte como para dirigirme hacia su habitación—. Y también estaría mejor que dejaras de decir esas cosas. Nada de esto es culpa de nosotros, aunque en el fondo queramos creer que estuvo en nuestras manos cambiar tan siquiera en algo la realidad. O cambiarla por completo. Todo con tal que Cristel siguiese aquí.

La madre de Alai aparece justo cuando su hija empieza a llorar otra vez. Ahora que la observo con mayor claridad, me doy cuenta de que no viste de negro, sino más bien una blusa blanca y un pantalón de mezclilla. Lo que más llama mi atención es la bufanda púrpura que lleva en el cuello. El color favorito de Cristel.

—Chicos, ¿está todo bien? Escuché un ruido.

—Sí, solo... —Trago grueso para deshacerme del nudo en mi garganta—. Solo fue la ventana.

En realidad, esto es una completa pesadilla y Mayra lo sabe bien. Recorre con la mirada a cada uno y no halla más que tristeza en nuestros ojos. Los de Alai ya están llenos de lágrimas y yo he llorado tanto que todo rastro de emoción parece haberse esfumado de mi rostro. Sin embargo, así como mis sentimientos se han dormido, mi mente continúa despierta y no descansará hasta obtener justicia.

—No tienen que venir si no se sienten preparados. Que no participen de este momento no significa que Cristel no haya sido importante para ustedes. Comprendo que la situación los sobrepase.

—Se trata de mi mejor amiga, mamá. No puedo dejarla sola otra vez. Aunque lo que se esté llevando a cabo sea su velatorio, yo...

—¿Podré mirarla? —le increpa Jake—. No me acercaré al féretro si la caja se encuentra abierta. No quiero verla, no así. No quiero observar todo el daño que le hizo el malnacido que creyó que era buena idea asesinarla. No quiero ver sus golpes ni las heridas en su rostro. No quiero recordarla así. No quiero que esa se convierta en mi última imagen de ella.

—No lo harás. Sus padres han decidido que la caja permanecerá cerrada.

Guardamos silencio y así permanecemos durante unos segundos en los que intento convencerme de que en cualquier momento me despertaré de esta pesadilla. Una parte de mí sigue en negación, ¿cómo la vida puede torcerse tan rápido? Me aterra su fragilidad. Y me que el mundo no se detenga siquiera para darnos un respiro. Nada volverá a ser como antes. Hace cinco días que mi vida cambió para siempre.

También la de Jake y Alai. Intercambio un vistazo con ambos para asegurarme de que están de acuerdo con lo que voy a decir.

—Bajaremos en un rato, ¿ellos se encuentran aquí también? No los vimos cuando llegamos.

—Los llamaron de la comisaría hace una hora, pero ya regresaron.

Ninguno llega a responder, pues nos alertan gritos provenientes del primer piso. Alai se apresura a las escaleras y arrastra consigo a Jake. Al principio, no reacciono, pero no tardo en reconocer esa voz. Mi primo me hace un gesto para que los siga, por lo que voy detrás de Mayra. Una vez en el recibidor nos topamos con Katherine, a quien Lily tiene tomada del brazo. La primera se interpone entre él y la puerta que conecta con la sala para impedirle el paso

No puedo creer que Dan haya venido.

—¿¡Qué mierda haces tú aquí!? ¡No te atrevas a acercarte a ella!

—Cálmate, Kath. Seguro que no tardará en irse. No tiene nada que hacer acá.

—¡Yo no me calmo hasta que se largue!

Alai se coloca junto a Lily, mientras que Jake y yo permanecemos a pie de la escalera. Algunas personas que están en la sala nos observan con curiosidad, otras con disgusto. La única razón por la que no comienzo a gritar también es porque no quiero que todos sepan lo que Cristel tuvo que pasar. Ninguno de nosotros se siente cómodo con la presencia de Dan. Por suerte, Mayra se percata de ello y cierra la puerta que conecta con la habitación contigua. Luego se marcha hacia el patio para dejarnos un poco de espacio.

—No vine a discutir, yo solo...

—¡Cierra la maldita boca, Dan! No eres bienvenido aquí, no después del daño que le hiciste —arremete con ímpetu. Aprieta tanto los puños que sus nudillos se han tornado blancos. Lily la toma del brazo para que no le propine ningún golpe—. Tengo demasiadas cosas en mente como para lidiar contigo también. Lo único que me interesa saber es quién fue el imbécil que mató a mi amiga. Pero no espero que lo entiendas. Jamás lo harás. No la querías como lo hicimos nosotros.

El pecho de Katherine sube y baja e una respiración agitada. Dan no contesta, sino que mantiene la vista fija en el suelo. Reacciona recién cuando esta le da un leve empujón.

—Sé que me comporté como un imbécil, pero en serio lamento que esto haya ocurrido. Muchas veces me burlé de Cristel y su forma de pensar. Lo mejor que podría haber hecho hubiese sido alejarme de ella.

—Y aun así decidiste lastimarla —complementa Jake. Le lanza una mirada tan mordaz que este se encoge en su lugar—. Si has venido a disculparte para sentirte mejor contigo mismo, puedes irte a la mierda. Cristel no necesita nada de ti. No dejaré que la uses para limpiar tu conciencia.

—Estoy muy arrepentido de lo que hice. Cuando vi su fotografía en las noticias, entendí que...

No resisto más. Detesto tener que escucharlo.

—¿Tuviste que esperar a que acabaran con su vida para eso? —cuestiono y enmudece. Comienza a colmarme la paciencia—. Qué bueno que te arrepientas. Espero que lo hagas por el resto de tu vida y que nunca vuelvas a estar tranquilo. En cuanto a nosotros, no queremos volver a verte.

Dan no dice nada más. Se dirige hacia la puerta y me invade una sensación de alivio. Sin embargo, alguien sale de la sala y lo toma del brazo para hacerlo retroceder sobre sus pasos. Cuando volteo y descubro de quién se trata, me muerdo el labio para no soltar una maldición. Katherine, en cambio, sí que lo hace. Lily se limita a rodar los ojos con fastidio.

—¿Madison? ¿Tú lo trajiste aquí? —inquiere Alai. Tampoco le agrada su presencia, pero lo disimula mejor que el resto de nosotros.

—Perdón por no haberles avisado. Se enteró de lo ocurrido ayer y quiso acompañarme. Yo necesitaba hablar con los padres de Cristel. —Alai no se aparta cuando Madison se acerca para darle un abrazo, aunque se separa rápidamente. No luce sorprendida de verla. Quizá sabía que vendría—. Hay cierta información que tal vez pueda servirles en la investigación. Mañana iré a declarar a la comisaría. Realmente lo lamento mucho, por ustedes y por ella. Siempre estuvo dispuesta a ayudarme a pesar de lo mal que la traté tantas veces. Alcancé a disculparme antes de que esto sucediese. No sé si me habrá perdonado. No puedo obligarla a ello, pero dudo que algún día yo llegue a perdonarme a mí misma por no haber medido el impacto que mis palabras podían tener en los demás.

—Pues felicidades, ahora ya lo sabes —contesta Katherine con retintín—. No te queda nada que hacer aquí. Creo que ambos son conscientes de que lo que menos nos apetece en este momento es mantener una conversación con ustedes.

Jake centra su vista en Dan y lo examina de pies a cabeza. Este se esconde detrás de Madison.

—En realidad, este en específico no parece tener sentido común.

No sé cómo lo hace, pero Lily conserva la calma y se dirige a los dos chicos.

—Si han terminado, pueden marcharse ya. Apreciamos que hayan reflexionado acerca de sus actitudes, pero agradeceríamos que se retirasen.

Madison asiente y tira del brazo de Dan para conducirlo hacia la puerta. Conforme se alejan, comienzo a sentirme más ligero. Sin embargo, me conozco lo suficiente como para estar seguro de que apenas cruce el umbral y me plante delante del féretro, voy a venirme abajo. Mi corazón no podrá soportarlo. Se romperá en el mismo instante en que entierren bajo tierra los restos de quien siempre será el amor de mi vida.

Tener frente a mí a las personas que la lastimaron y por las cuales la vi llorar solo lo hace más difícil. Por un momento creo que ya nunca más volveré a escuchar sus voces, pero Madison se voltea hacia nosotros.

—Al final Cristel tenía razón. Esto ocurre todo el tiempo y cualquiera puede ser la siguiente. Pero cuánto me hubiese gustado que estuviese equivocada. No entiendo por qué la gente buena se va tan rápido. Deberían quedarse más tiempo en este mundo para enseñarle al resto a hacer el bien.

Me hubiese gustado que así fuese. A mí me encantaba aprender de Cristel. Si pudiera regresar al comienzo de nuestra historia, lo haría sin pensarlo dos veces aun sabiendo el final. Lo reviviría todo una y otra vez con la esperanza de cambiar el cierre tan injusto que un imbécil decidió darle a su vida. Ella no quería morir. Tenía unas ganas inmensas de comerse el mundo. Apuesto a que lo hubiera hecho. Pero le arrebataron toda oportunidad de cumplir sus sueños.

Jamás había presenciado una escena que reflejara tanto dolor como la que se desarrolla en la sala, donde se ubica el féretro. Lo veo en los ojos de toda la gente que la amó en su paso por este mundo. Entre toda esa desolación distingo un par de pupilas cafés que recorre la habitación con extrema confusión. A sus cinco años, Darlene no entiende lo que ocurre. Y nadie se atreve a explicarle. Ninguna persona tiene la fuerza suficiente para decirle que deje de buscar a su hermana porque ella ya no está más con nosotros.

Puede que no sepa exactamente qué es la muerte, pero sabe que algo malo ha ocurrido. Al cabo de un rato, Maritza toca el timbre e ingresa al salón. Darlene se sobresalta y cae de rodillas al suelo cuando se topa con el ataúd. Sus amigas se acercan para ayudarla a incorporarse, pero yo no aguanto más y escapo del lugar

Salgo de nuevo hacia el recibidor y cruzo la puerta que colinda con el pequeño patio. La madre de Alai ya no se encuentra allí. El lugar está vacío, así que tomo asiento en la mecedora y entierro el rostro en mis manos. Rezo porque en un abrir y cerrar de ojos todo esto quede en el recuerdo de una pesadilla que no llegó a materializarse. Sin embargo, los segundos transcurren y nada cambia, a excepción de las lágrimas que ahora me nublan la visión. No me permiten ver a la persona que se acomoda a mi costado, pero sé quién es antes de que diga algo.

—Odio esto.

Lo escucho suspirar por segunda vez y levanto la mirada para examinar el lugar. Jamás había estado aquí antes. A diferencia del jardín de la escuela, el suelo es de cemento y no hay muchas plantas. No obstante, un árbol que nos proporciona la sombra suficiente como para resguardarnos del sol. Aunque este luce radiante en el cielo, no siento calor.

—También yo. No quiero pertenecer a una realidad donde no esté ella.

Jake me sonríe con tristeza. Su dolor es tan profundo como el mío.

—Cristel me abrió los ojos en muchos sentidos. Me ayudó a reconstruirme y a crear una mejor versión de mí —admite en un susurro, como si apenas le funcionasen las cuerdas vocales—. Sabes que no tenía reparo alguno en hablar acerca de la violencia género y siempre fui consciente del peligro al que estaban expuestas las mujeres. Pero uno nunca piensa que algo malo le puede ocurrir a la persona que quiere. Lo creemos imposible porque si nos torturamos con la idea de que sucederá mañana jamás viviremos en paz.

—¿Qué vamos a hacer ahora? No sé cómo se supone que seguiré adelante sin Cristel. Di por sentado que estaríamos juntos toda la vida.

—Cometemos ese error muy a menudo, aunque en cierta manera, necesitamos equivocarnos para poder disfrutar el presente. Solo que, si nos guardamos lo que sentimos, corremos el riesgo de que para cuando queramos expresarlo ya sea demasiado tarde.

Me gustaría que no tuviese razón, pero lo hace. Tardé demasiado en confesarle a Cristel que la amaba y me perdí la oportunidad de escuchar una respuesta de su parte. Quizá me habría abrazado, besado o me hubiera repetido un sinfín veces que también sentía lo mismo. Nada de eso ocurrirá ahora. Jamás sabré cual hubiese sido su reacción.

—Eso suena horrible.

—De eso se trata la vida. Primero tuve que despedirme de mamá, ahora de Cristel, algún día deberé decirle adiós a tu padre y luego a ti. Nadie es eterno. No sé a cuantas personas veré partir. Eso me asusta. No soy tan fuerte, Oliver.

—Tú eres mayor que yo, Jake.

—No interesa. También era mayor que Cristel por tres meses y mírame en este momento. Nuestro sueño de formar una banda quedó destrozado.

Me da miedo la respuesta, pero le pregunto de todas formas.

—¿Renunciarás a la música?

Al verlo negar, me quedo un poco más tranquilo. Temía que dejase de lado una de las cosas que lo hacen feliz.

—Regresaré a la competencia el próximo mes. Los organizadores suspendieron el concurso para darnos a Alai y a mí el tiempo "suficiente" para reponernos y decidir si abandonamos o no.

No creo que treinta días basten, pero aprecio que no los hayan obligado a continuar como si nada hubiera sucedido. Cristel participó en dos ediciones del programa y llegó a etapas muy avanzadas. Los miembros del jurado la conocen. Dos de ellos lo hacen desde que se presentó por primera vez. La audiencia la adoraba. Muchos incluso la seguían en redes sociales y comentaban cada una de sus publicaciones. Por eso la noticia de su feminicidio se hizo conocida en internet rápidamente. Todos están muy dolidos. No solo acabamos de perder a una persona increíble, sino también a una gran promesa que podía haber conquistado el mundo de la música.

—¿Qué hay de Alai?

—Dudo que quiera volver. Yo tampoco tengo fuerzas para subirme a un escenario ahora, pero sé que es lo que querría Cristel. Aun así, no voy a forzarla a hacer algo para lo cual no se siente preparada.

—Iré contigo entonces. No te dejaré solo.

No suelo tomar decisiones tan rápido, pero ahora mismo siento que es lo correcto. Jake asiente y no dice nada más. Nos quedamos un rato en silencio hasta que escuchamos pasos que vienen hacia aquí y su padre sale de casa. A diferencia de la madre de Alai, este viste totalmente de negro. Jake centra su vista en él.

—¿Hace cuánto llegaste?

—Hace media hora. Los estuve buscando por todas partes. Vine con tu padre, Oliver. —Entiendo que se dirige a mí, mas no se me ocurre nada que decir—. Acabamos de hablar con la madre de Cristel. Han revisado las cámaras de seguridad de un negocio cercano y en ellas se ve claramente lo que sucedió con su amiga.

Se me acelera el pulso, pero me quedo estático. Jake, por el contrario, se pone d3 pie.

—¿Qué mierda le hicieron?

—No uses ese tono, Jake.

—Y tú no juegues conmigo. Habla de una maldita vez.

Su tono me toma por sorpresa. Él no suele hablarle a los demás de una forma tan áspera, pero lo atribuyo a la situación. Su padre aprieta los labios y la manera en que de repente lo mira me estremece por completo. Puede ser bastante intimidante cuando se lo propone, aunque Jake no se inmuta. Supongo que sabe que en el fondo no es la clase de persona que haría algo para lastimarlo.

—La subieron por la fuerza a un vehículo. Un auto de marca Hyundai color negro —explica y en ese instante, me recorre un escalofrío. Siento las manos frías como si se me hubiese congelado la sangre—. Las lunas polarizadas impedían ver al conductor.

—¿O sea que no han podido identificarlo aún? —consulto en un hilo de voz.

—Claro que lo han hecho. Para eso sirvió la placa. El culpable no fue muy inteligente. Si quería salirse con la suya, debió retirarle la matrícula primero.

Jake me coge del brazo al darse cuenta de mi expresión de pánico. Quiero que Cristel obtenga la justicia que merece, pero sé que enterarme de lo que le sucedió y lo mucho que sufrió al momento en que la asesinaron me va a destrozar el corazón. No quiero saber cuánto gritó con la esperanza de que alguien la auxiliara. No quiero saber cuántas lágrimas derramó mientras le suplicaba a ese monstruo que se detuviera. No quiero saber de qué forma tan violenta la arrebataron de este mundo.

Mi primo también teme oír detalles, pero reúne valor antes que yo.

—¿De quién estamos hablando?

—Jason Condori, según me han comentado. Al parecer se trata de un amigo del padre de Cristel. Pobre chica. Tenía mucho talento, pero ya nada podemos hacer. Iré a ver si encuentro un sitio decente donde almorzar aquí. Si saben de un buen lugar, avísenme. Detesto los cuchitriles.

Acto seguido, desaparece por donde vino, dejándonos a ambos con un revoltijo de emociones difusas. Siento tantas cosas a la vez que creo no sentir nada. Pienso en demasiados escenarios al mismo tiempo que mi mente se queda en blanco.

—Oliver...

Me volteo hacia Jake.

—Me marcho a casa. Debo pintar un mural.

No entiendo cómo, pero saco fuerzas para levantarme. Cristel nunca se escondía. Jamás le dio miedo alzar la voz. Yo tampoco puedo limitarme a guardar silencio.

***
En medio del dolor, tarde o temprano se cuela un rayo de luz. Sé que ahora todo parece perdido y el panorama se ve gris (lo es), pero quiero que sepan que los chicos tienen más historia que contar. Esto no terminará aquí. Ellos podrán salir adelante y el caso de Cristel no quedará impune.

Para ser sincera, no esperé que hubiese nadie leyendo esta historia. Me pasó con mi libro anterior y creí que en esta oportunidad sería igual, pero me equivoqué. Les agradezco el apoyo a través de cada comentario y cada voto. La próxima semana se publicarán los dos últimos capítulos. Nuevamente, les reitero que mi DM en Instagram está abierto para todxs 💜

Hasta pronto 🫂

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