51| Si me escuchas cantar
Después de la graduación, las fiestas de fin de año llegan en un pestañeo y no puedo evitar comparar mi situación actual con la de antes. Soy consciente de lo mucho que se diferencia esta Navidad de la anterior, empezando porque Oliver, una de las personas más importantes en mi vida, ni siquiera existía para mí. Tampoco conocía a Lily, quien ahora forma parte del grupo. Me resulta increíble cómo un simple desconocido puede cobrar tanta relevancia hasta convertirse en alguien tan indispensable. Sin embargo, en nuestro paso por el mundo no solo conoceremos gente nueva. También nos tocará perder, ya sea porque la muerte decida venir a buscar a uno de nuestros seres queridos o debido a la infinidad de caminos que existen y a la facilidad de perdernos los unos a los otros entre ellos.
A algunos les duele más lo primero, o al menos en mi caso, así fue así. No puede consolarme la idea de que, quizá, en el futuro volveré a cruzarme con esa persona si es que esta ya no habita en este plano. Alai no verá nunca más a su abuela, aunque tal vez imaginarla en un lugar mejor libre de tristezas sirva para atenuar el dolor. No obstante, dudo que este desaparezca en algún momento. En esta ocasión, la silla en la que solía sentarse estará vacía y será de esa forma de ahora en adelante. Sé que le costará adaptarse a esa nueva realidad y eso lo reafirmo el día de su cumpleaños.
Organizamos algo sencillo e invitamos a nuestras amigas y a Oliver, quien se encarga de conectarnos con Jake por videollamada, para partir el pastel. Al final nos quedamos solo nosotras dos y, aunque detesto que su ánimo caiga en picada, no soy quién para prohibirle sentirse así. Forma parte del proceso y mi deber consiste en acompañarla en cada etapa, por lo que la invito a pasar Nochebuena conmigo y con mis padres.
El señor Dennis y la señora Mayra vienen también. Se presentan en casa a las nueve y cenamos juntos a las diez para después empezar con el intercambio de regalos, al cual se suman mi abuela y mi tía. Mi hermana está encantada de tener invitados que apresura a mamá para que traiga la caja de galletas que le obsequiaron a papá en el trabajo y las reparta entre todos. Alai parece feliz, dentro de lo que cabe, claro está, y Jake no deja de preguntarme por ella. Se siente más tranquilo cuando le cuento que hemos decidido celebrar las fiestas juntas, aunque no para de enviarme mensajes cada tanto, porque sabe que le diré la verdad. Mi amiga, por el contrario, es capaz de mentirle con tal de no preocuparlo.
Aunque se muestra sonriente la mayor parte del tiempo, hay momentos donde su sonrisa se pierde en algún rincón de su rostro. Presiento que le inquieta un poco el hecho de que deba partir a la capital la primera semana de enero para presentarse al casting del concurso. Tanto ella como Jake pasaron a la siguiente etapa y participarán de las audiciones a ciegas. La competencia cierra en esa misma fecha y dos días más tarde inician los talleres para las batallas de canto, ronda en la que dividirán a los participantes en grupos de tres y, luego de que hayan interpretado un tema, eliminarán a dos.
Normalmente el programa era grabado y se transmitía al aire pasado cierto tiempo, mas esta vez todo será en vivo. Y yo no estaré ahí, lo cual pone mucho más nerviosa a Alai, pues pasaremos casi todo el verano separadas. Aunque le he prometido que iré a despedirla antes de que emprenda el viaje y que la llamaré a diario, ella aún no ha tomado una decisión. No pensé que se debatiría entre marcharse o no, pero lo hace. Solo espero que las inseguridades no le nublen el juicio y le impidan tomar la decisión correcta.
Incluso Oliver la anima a dar un paso al frente cuando llama para desearnos una feliz Navidad, pero sus dudas no desaparecen. Él tampoco luce cien por ciento animado, solo que no necesito preguntarle al respecto para comprender lo que sucede. Echa de menos a Jake. Esta vez ni siquiera pasarán juntos las vacaciones, lo cual lo vuelve aún más difícil. Alai también lo extraña, aunque se esfuerce y logre disimularlo mejor que él cuando nos reunimos con Katherine y Lily en víspera de Año Nuevo y le hacemos una videollamada.
A pesar de que esta nueva vuelta al Sol inicia de una forma que no me entusiasma demasiado, creo fielmente en que este año será importante. Puedo sentirlo. Algo ocurrirá que cambiará para siempre el rumbo de nuestras vidas, ¿será que estamos a punto de cumplir cada uno de nuestros sueños? No sé en qué parte del camino nos encontramos con exactitud, pero cuando el reloj marca las doce busco a mi mejor amiga por toda la casa —ya que, de nuevo, decidimos celebrar juntas— solo para que sea mi primer abrazo. Dentro de poco ya no podré hacer esto, así que elijo disfrutarlo al máximo, porque finalmente Alai toma la decisión de marcharse.
Transcurren unos días hasta que llega ese momento y no dejo de retorcer entre mis dedos el dije de envase de leche que cuelga de mi cuello. La otra mitad estará tan lejos de mí como nunca antes. Eso me asusta, pero me entusiasma saber que irá tras su más grande sueño. Alai abordará junto a sus padres el autobús que partirá a mediodía, por lo que decidí aprovechar que faltan unas horas para pasar un rato con Oliver en la misma cafetería de siempre. Ha vuelto a invitarme un banana split, mas siento como si se me cerrara el estómago de los nervios.
—No tienes por qué preocuparte, estará bien. Puede valerse por sí misma. Pero, si te tranquiliza, Jake cuidará de ella.
—Ese es el problema, Oliver.
—¿Él es el problema?
Asiento y se me escapa una risa al notar su expresión. Jamás me había expresado así de nuestro amigo, por lo que obviamente luce confundido, mas me apresuro a explicárselo.
—¿No has visto cómo se pone cuando lo tiene cerca? Su rostro se vuelve del mismo color de un tomate y, si se encuentra bebiendo algo, se lo escupe encima. —Aunque lo digo con toda la seriedad del mundo, a Oliver parece causarle gracia, pues se aguanta las ganas de reír—. Espero que sobreviva al menos a la semana.
—Dudo que Jake aguante siquiera tres días si al primero le lanza café caliente a la cara y se la desfigura por completo.
—Hablaba de mi amiga.
—Oh, lo siento. También temo por la integridad física de mi primo.
Me río y niego con la cabeza antes de meterme una cucharada de helado a la boca. De inmediato, el sabor de las chispas de chocolate cautiva mi paladar. Oliver se percata de ello, por lo que me roba una de las cerezas del plato, y solo por esta vez, dejo que se salga con la suya. Él solo ha pedido una raspadilla, lo cual no compara para nada con la delicia que tengo en mi poder. Ojalá le despierte el buen gusto y deseche sus asquerosas barras de granola.
—No sé para qué me preocupo si de todas formas les irá genial. No me necesitan ahí, apuesto que pasarán las audiciones con creces.
—Pero no será lo mismo sin ti.
Intento que la nostalgia no me invada para que no me tiemble la sonrisa.
—¿Eso crees?
—No lo creo. Me lo ha dicho Jake ayer.
Por lo que veo, siguen hablando todos los días y no necesito estar en su lugar para entenderlo. Yo tampoco soportaría mucho tiempo sin saber nada de Alai. Nos conocemos desde los tres años y prácticamente hemos crecido juntas. Si de pronto se mudase a la otra punta del país, me sentiría incompleta, y no porque en realidad lo estuviese, sino porque carezco de recuerdos de mi vida sin ella.
—Lo extrañas mucho, ¿no?
—¿Tanto se nota? —Cuando asiento y los ápices de diversión abandonan su rostro, coloco mi mano sobre la suya para darle un ligero apretón—. Es que no solo nos une un vínculo sanguíneo, hay algo más fuerte entre nosotros. Durante años ha sido mi único amigo. Hemos estado juntos desde que tengo memoria y pensar que algún día tendrá que marcharse a otro país mientras yo me quedo aquí me... —Traga grueso y mantiene la mirada gacha—. Me da miedo que las cosas cambien. No quiero decírselo porque temo que piense que planeo influir en sus decisiones y tampoco quiero hacerlo sentir culpable por dejarme solo. Sé que no está entre sus obligaciones acompañarme todo el tiempo y que, si se marcha, no desaparecerá de mi vida de un día para otro, pero me costará acostumbrarme a su ausencia.
—Aun así, pienso que merece que le cuentes cómo te sientes. Puedes confiar en él, Oliver. No te juzgará de ninguna manera.
—Pero insistirá en que lo acompañe a Nueva York. Se pondrá realmente pesado con el tema. Sé que no sería capaz de inscribirme al examen sin consultarme, mas... —Sus ojos regresan para posarse en los míos—. Aguarda, eso es justo lo que quieres, ¿verdad?
Retirada. Hora de abortar misión.
—¿Te apetece algo de helado?
Le arrebato su cuchara para recargarla con una pequeña porción de mi plato. Sin embargo, Oliver conoce muy bien aquellos trucos.
—No me cambies de tema.
—Tiene sabor a café. Prueba un poco.
—No te atrevas a usar mis propias armas contra mí, Cris. Ni siquiera va a funcionar, yo no... —Aprovecho que habla para meterle la cuchara a la boca. Se queda en silencio unos minutos y, cuando traga, su rostro lo dice todo—. Mierda, está buenísimo. Debería pedir uno de esos también.
—Sabía que te gustaría. Y, volviendo a lo anterior, ¿te das cuenta ahora de lo molestos que son esos juegos?
—A Alai se los perdonas.
—Ella es mi mejor amiga, le perdonaría incluso que no se supiera ninguna canción de Taylor Swift.
—Eso significa mucho viniendo de una swiftie. Si me preguntan a mí, diría que eres su fan número uno.
No se equivoca. Aunque me encantaría asistir a uno de sus conciertos en Estados Unidos, conservo la fe en que algún día vendrá de gira a Perú, pues me gustaría aún más conocerla en mi propio país. Luego de ello, ya podré morir tranquila. Por el momento, debo cuidarme de los rayos que parten personas a la mitad y de los caballos que disfrutan aventando gente al barranco.
—También soy tu novia y quiero lo mejor para ti, por eso creo que deberías intentar lo de Nueva York. No volveré a decidir en tu lugar, pero sí te expresaré mi punto de vista con la esperanza de que siquiera lo tomes en cuenta.
—¿Algún otro consejo a parte de ese?
—Tira a la basura tus malditas barras de...
—Hey, comprendo que las odies, pero trátalas con más respeto.
—¿Las dejarías si te amenazo con terminar contigo?
—No serías capaz. —Alzo una ceja, desafiándolo, pero me sostiene la mirada y no la aparta en ningún momento. Parece bastante seguro de ello y a una parte de mí le alegra que ya no le quede duda alguna. A la otra, sin embargo, aún le duele recordar que algún día pensó que era difícil de querer.
—Claro que no. Te quiero.
Normalmente me responde de forma automática, mas esta vez permanece unos segundos en blanco, como si le costase volver a la realidad. De hecho, pestañea un par de veces y fija la vista en un punto ubicado a mis espaldas. Fuerza una sonrisa, pero no paso por alto la forma en que aprieta la mandíbula y comienzo a temerme lo peor. Si los estorbos de Wilder y Steven han regresado, voy a darles una patada en los huevos y a rociarles gas pimienta en los ojos. Suerte que casi siempre lo traigo conmigo.
—Yo también a ti.
—¿Qué sucede?
—Madison acaba de entrar. —Me volteo hacia la puerta y compruebo que, en efecto, la aludida se acerca al mostrador para pedirse una bebida—. Podemos irnos si quieres. No tienes que hablar con ella si no lo deseas así.
—No, está bien. Quedémonos aquí. Sabes que no acostumbro a salir corriendo.
—Obvio que no. A ti se te da mucho mejor espiar desde la cima de los árboles.
Agradezco que bromee, pues ayuda a disipar la tensión del ambiente, pero ruedo los ojos y le aviento una cereza de mi plato. Oliver se echa hacia atrás y abre la boca, logrando así atraparla, para mi sorpresa. No tiene tan malos reflejos como creía.
—Ya supéralo.
—Gracias por la cereza.
Le sonrío, mas no por mucho tiempo porque, de repente, una mano se posa sobre mi hombro. Madison la retira apenas me volteo hacia ella con extrañeza e intercala un vistazo entre nosotros. Pese a que Oliver se halla al tanto de nuestra pequeña tregua, este aún no se fía por completo de ella. De hecho, parece estar esperando que me ataque en cualquier momento.
—Perdonen si interrumpo. Ojalá se encuentren bien, hace mucho que no los veo —nos sonríe y, aunque a mí el gesto me resulta sincero, Oliver ni siquiera se molesta en mirarla hasta que le pateo levemente el tobillo por debajo de la mesa—. Cristel, ¿me concedes un minuto? Quisiera hablar contigo sobre algo importante.
—Claro. Espérame en el patio. Voy enseguida.
Por cómo entreabre los labios, deduzco que le ha sorprendido que accediera con tanta facilidad. Sin embargo, Madison no comenta nada al respecto y se marcha al pequeño jardín ubicado al fondo del lugar. Pienso que quizá tenga cosas que hacer luego, así que me apresuro a terminar el banana split para salir a su encuentro. Acabo con el helado que quedaba en el plato, el cual ya comenzaba a derretirse, y le lanzo la última cereza a Oliver, quien vuelve a atraparla en el aire.
—¿Estás segura de esto?
Me pongo de pie y asiento, mas él no luce para nada convencido. Su ceño permanece fruncido, pero su expresión cambia cuando me acerco a robarle un beso. Como siempre, me retiene por mayor tiempo de lo esperado y aprovecho para desordenarle el cabello.
—¿Seguirás aquí cuando regrese?
—Jamás me iría sin ti.
Le prometo que no tardaré demasiado y me dirijo hacia el exterior. Tal como acordamos, Madison me espera en una de las mesas del jardín. Los rayos del sol golpean con fuerza, por lo que agradezco que sobre cada una de ellas hayan colocado sombrillas. Tomo asiento frente a ella y guarda su celular de inmediato para prestarme atención. Entrelaza las manos sobre su regazo y le dedico una sonrisa, pues luce un tanto nerviosa. No deseo hacerle creer que planeo discutir con ella o echarle cosas en cara.
—Aquí estoy, ¿querías contarme algo?
—Más bien, vine a pedirte perdón —afianza y, aunque me toma por sorpresa, intento no demostrarlo—. Me he comportado muy mal contigo en varias ocasiones. Pero quiero que sepas que en verdad me arrepiento de todo. No te obligaré a que me perdones, eso será decisión tuya, yo solo haré lo correcto. Te mereces una disculpa sincera.
A pesar de que trato, me cuesta confiar en ella. Desearía que no fuese tan complicado y no tener razones para temer que me apuñale por la espalda.
—¿Haces esto para sentirte mejor contigo misma o porque en verdad te arrepientes?
—Para ser honesta, por ambas cosas —confiesa, sosteniéndome la mirada—. Sin embargo, me pesa más lo segundo. No sé si disculparme sirva para atenuar el daño que te ocasioné, pero me gustaría que así fuese.
—A mí también. Me encantaría que todo fuese tan sencillo de resolver.
—Lo lamento en serio. Si me concediesen la oportunidad de reescribir el pasado, la aceptaría con tal de no cometer los mismos errores. Nunca antes me había puesto en tu lugar, pero luego de que me ayudaras aquella noche, finalmente pude hacerlo, y no me agradó para nada lo que sentí. No pensé en cómo te afectaría. Eso ni siquiera me importó.
—¿Y ahora? ¿Te sigue dando igual? —Mi pregunta queda inconclusa, pues Madison niega con la cabeza y a mí se me escapa un suspiro.
Si bien antes temía que saltara a atacarme en cualquier momento, aquel miedo va disminuyendo conforme transcurre nuestra plática, la cual, por fortuna, no se ha convertido en una discusión. Pese a que aprendí a defenderme hace mucho, no me gusta verme en la necesidad de hacerlo. De hecho, me entristece que haya mujeres que disfruten de lanzarle odio a otras. No creo poder entenderlo algún día.
—Jamás debí contribuir con que Dan te fuese infiel. Coloqué mi granito de arena para la causa equivocada. —Suena como si se lo estuviese reprochando a sí misma y, a pesar de que ese tono no me agrada, opto por no interrumpirla—. Puede que no coincidamos en muchas cosas y que tengamos puntos de vista muy diferentes, pero nada justifica que te tratara de la manera en que lo hice. Creo que no soporté que poseyeras ideas tan distintas a las mías y me dejé llevar por lo mucho que me enojaba tu modo de pensar.
—Gracias por sincerarte conmigo. En verdad lo aprecio bastante. No te deseo ningún mal, Madison —aclaro, ante lo que su expresión se suaviza. Quizá tenía miedo de que la mandara a volar—. Si en algún momento vuelves a estar en peligro, me tendrás a mí tratando de protegerte. Detestaría que mañana me faltases tú.
—Lo mismo digo, aunque entiendo que te cueste confiar en mí. Que no seamos amigas no significa que te considere mi rival —rechaza, quitándome un peso de encima—. Me gustaría que estuviese todo bien entre nosotras, pero posiblemente te tome un largo tiempo recuperarte de las lesiones emocionales que te provoqué. No quiero que te preocupes por mí, ya no seré un problema para ti.
—¿A qué te refieres?
Me volteo cuando escucho bullicio a mis espaldas y me percato de un grupo grande de personas que acaba de llegar. No obstante, sus voces me parecen lejanas, ya que me encuentro más pendiente de nuestra conversación que de cualquier otro estímulo.
—Me iré a estudiar a una universidad de la capital. Abandonaré la ciudad el próximo mes. —Esta vez soy yo quien le sonríe, puesto que, de pronto, le brillan los ojos y entreveo en ellos una auténtica felicidad—. Dudo que volvamos a vernos pronto, pero necesitaba cerrar este capítulo de mi vida y creo que tú necesitabas una disculpa de mi parte. Lo menos que puedo hacer por ti ahora es alejarme para que puedas sanar. Prometo que me esforzaré por ser mejor persona.
—Si esa es tu meta, vas por muy buen camino. Espero que obtengas el futuro que soñaste.
Con una sonrisa, terminamos, probablemente, nuestra última conversación. Madison se queda unos minutos más en el patio, concentrada ahora en su móvil, mientras que yo regreso adentro con Oliver, quien sospecho que no ha dejado de mirarnos durante todo el rato. Vuelvo a sentarme frente a él y no hace falta que me pregunte al respecto para saber que quiere oírlo todo. Sin embargo, justo cuando me dispongo a hacerlo, Madison sale del patio y agita la mano cuando pasa por nuestro costado para dirigirse al mostrador, donde recoge la bebida que encargó, y finalmente se marcha.
Nosotros nos retiramos poco después, ya que en menos de dos horas Alai abordará el autobús rumbo a Jaén, ciudad en la que tomará el avión a Lima. Le prometí que estaría ahí para despedirme de ella, puesto que, de ninguna manera, la dejaré partir sin antes darle un abrazo. Apenas llegamos al terminal, lo primero que hago es buscarla con la mirada justamente para ello.
El lugar yace abarrotado de gente, puesto que la mayoría recién retorna a la ciudad después de haber pasado las fiestas de fin de año fuera. Tengo que esquivar a unas cuantas personas para llegar hacia donde ella se encuentra y por suerte logro hacerlo sin llevarme a nadie por delante. Sus padres lucen felices de verme y, aunque sé que a Alai no le disgusta mi presencia, no para de morderse el labio y clavarse las uñas en el brazo. Nunca antes la había visto tan nerviosa y el señor Denis parece darse cuenta, porque se ofrece a traernos algo de comida de la máquina expendedora mientras nosotras esperamos en las sillas ubicadas frente a la oficina de transporte.
Oliver se aleja para hablar por teléfono y regresa segundos más tarde con Jake en la pantalla de su móvil. La madre de Alai lo adora, razón por la que se le ilumina el rostro y se acerca para saludarlo. Katherine y Lily llegan a los pocos minutos y aprovecho que estamos todos para contarles sobre mi charla con Madison. Espero que con el cambio de tema el nerviosismo de mi amiga disminuya, pero ella mastica tan rápido las galletas que le ha traído su padre que, a mitad de mi relato, pega un grito porque acaba mordiéndose la lengua.
—¿Estás bien? —Jake centra su vista en ella, lo que provoca que sus mejillas se tornen aún más rojas. Ganarse la atención de los demás no parece importarle, pero sí la de él.
—No fue nada. —Carraspea para aclararse la garganta y me entrega la bolsa—. Termínatelas tú. Yo ya tuve suficiente.
—No pensé que te gustaran tanto las galletas de avena —puntualiza su madre, a lo que Katherine y Lily reprimen la risa. Oliver, por otro lado, no se molesta en disimular y Jake le lanza una mirada de advertencia.
—Y no lo hacen, pero está tan nerviosa que no sabe cómo calmarse —aclaro, pese a que ello resulta evidente.
Juraría que incluso el hombre sentado delante de nosotros con la vista fija en el periódico se ha percatado, ya que, cuando Oliver y yo llegamos, la encontramos caminando en círculos delante él. Aunque ahora por fin se ha quedado quieta, pero no deja de retorcer entre sus dedos el dije de galleta que siempre cuelga de su cuello.
—¿Tan mal crees que podría acabar? —increpa mi novio, y como si presionase un botón de pánico, las alarmas de mi amiga se disparan otra vez. Katherine y Lily se observan entre sí, sin saber cómo ayudarla cuando, de repente, comienza a temblar. Su madre toma su mano derecha mientras que yo sostengo su izquierda en un intento de tranquilizarla.
—¿Qué tal si me tropiezo al bajar del escenario y me golpeo la cabeza tan fuerte que sufro un traumatismo craneoencefálico?
Alai mueve nerviosamente la pierna, pero se detiene cuando Lily coloca una mano sobre su rodilla. A este paso, acabará trasladándome a mí su ansiedad. Ni siquiera he almorzado y me cruje el estómago, por lo cual cojo una galleta de avena del envoltorio. Le tiendo el empaque a Oliver y su expresión al saborear una me lo dice todo. Sin embargo, deja de comer y centra su vista en mi amiga. Me volteo hacia ella de inmediato y noto que le palpita el labio inferior, razón por la que el señor Dennis y Jake empiezan a preocuparse, mas como él no puede escapar de la pantalla, el primero decide intervenir.
—¿Qué tal si durante el viaje los motores del avión fallan, causando que este caiga en plena cordillera y morimos congelados?
—Disculpe, me parece que eso no ha sido de mucha ayuda. Se ha puesto pálida —señala Lily, en lo que Katherine acuna el rostro de Alai entre sus manos para revisarla. La señora Mayra codea el brazo de su esposo y este se apresura a explicarse.
—A lo que me refiero es que, si vivimos pensando que todas las probabilidades de que las cosas nos salgan mal, nunca reuniremos el valor para enfrascarnos en nuevas aventuras.
—Tu papá tiene razón, Alai. Deberías escucharlo. Todo estará bien. —Katherine abandona su asiento y se da media vuelta para abrazarla por detrás. Jake le sonríe desde el otro lado de la pantalla y, aunque no menciona nada al respecto, no dudo que estará esperándola cuando llegue a la capital.
—Mi suegro jamás se equivoca, confía en él.
Con eso finalmente logra hacerla reaccionar, pues frunce el ceño y se reacomoda en su silla.
—Por última vez, Jake, mi padre nunca será tu...
—Nunca digas nunca, hija —le ordena su madre. A ella no le causa gracia, pero a Oliver sí. Solo que esta vez tiene la decencia de disimular metiéndose una galleta a la boca.
—Lo tomaré como un spoiler.
—Listo. Me voy. Estoy cansada de esto.
Expulsa un suspiro y se pone de pie, apartándose de nuestro lado con delicadeza. Se marcha hacia los servicios higiénicos que se ubican detrás de nosotros dando zancadas y todos se giran a verme, como si supiera qué hacer para traerla de regreso, lo cual es cierto, en realidad.
—Yo me encargo.
Sigo sus pasos y entro a los baños detrás de ella. El lugar se halla casi vacío y la encuentro enseguida, mas algo por algún motivo, aquello no me tranquiliza del todo. Tiene las manos apoyadas en el lavabo para verse reflejada en el espejo y fuerza una sonrisa cuando recae en mi presencia, pero a mí no me engaña. Sé que algo sucede. La conozco demasiado bien como para pasarlo por alto.
—No quiero irme sin ti, Cris. No puedo hacerlo sola.
—Claro que puedes. Vete de aquí, Alai. Sal ahí afuera y lucha por tus sueños. Hazme sentir aún más orgullosa de ti.
—Nunca nos hemos separado tanto tiempo. Tengo miedo.
Me acerco para coger entre mis dedos el dije de galleta que lleva en su cuello y lo junto con el mío. Lucen tan bien juntos que consiguen sacarle una sonrisa, quizá porque le recuerdan al día en que le obsequié el collar. No obstante, en vista de que todavía le tiemblan las manos, tomo las suyas entre las mías y no la suelto, a pesar de que estén lo suficientemente frías como para lograr que me estremezca.
—Estaré esperándote aquí cuando regreses, ¿sí? Te lo prometo que lo primero que haré será correr a abrazarte.
—¿Aun si lo arruino todo en el concurso?
—No estropearás nada —le aseguro con la esperanza de que pronto crea más en sí misma—. Siempre vamos a estar juntas, aunque no sea físicamente. No temas enfrentarte a la vida sin mí. Aunque dejes de verme, me tendrás de tu lado en todo momento.
—Te echaré mucho de menos.
—También yo, pero las despedidas no son para siempre. Esto solo es un «hasta pronto». Tarde o temprano nos volveremos a ver.
—¿Y si te pierdo en medio del camino?
—Si me escuchas cantar, siempre me vas a encontrar.
Descubro una lágrima deslizándose por su mejilla, y si no fuera porque ella me limpia la mía, no me habría percatado de que yo también lloraba. Que se me dé mejor conservar la calma, no significa que esto me resulta fácil. En realidad, me cuesta muchísimo. Jamás pensé que llegaría el día en que debería despedirme de mi mejor amiga. Solo nos separaremos dos meses, pero por alguna razón, ya los siento encima y pesan como si fuesen una eternidad.
—Te quiero, Cris.
—Te quiero, Alai.
***
Por lo que hemos visto, ha llegado el momento. Alai se marcha de la ciudad. Le deseo lo mejor en la competencia tanto a ella como a Jake, aunque me dolió escribir esa despedida 🫶🏻🥹
En cuanto a Cristel, se la presentado una gran oportunidad gracias a Madison. ¿Qué piensan sobre el personaje? ¿Creen que haya cambiado?
Gracias por leer hasta aquí. La historia ha llegado a las dos mil lecturas, lo que me alegra bastante. Para ser sincera, no esperaba que alcanzara siquiera las mil. Les agradezco mucho el apoyo. Nos reencontraremos el próximo domingo 💜👋🏻
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