50| Contemplándote
Cuando Oliver se marcha de casa aquella noche, no puedo dejar de mirar mi retrato en acuarela. Parece que no hubiera nada de malo en mí. Con un poco de temor, me observo al espejo de mi habitación y descubro que, en efecto, así es. Pero por alguna razón recién me doy cuenta de ello. Yo nunca he sido el problema. El dibujo me ayuda a finalmente entenderlo.
El arte tiene la capacidad de hacer que las personas se vean a sí mismas a través de otros ojos. Y los de Oliver siempre se iluminan cuando se encuentran con los míos. Me encanta voltear y encontrarlo sonriendo detrás de mí. Quiero creer que es más feliz ahora de lo que fue antes y que ha aprendido que en el mundo no solo habita gente mala. También hay quienes se preocupan por el bienestar de los demás.
Si bien no me lo dice, sé que echará de menos la rutina y el lugar que le dio una segunda oportunidad para disfrutar una etapa que no se repetirá de nuevo. El último día de escuela lo noto un poco triste. No volveremos a ver a muchos de nuestros compañeros y tampoco a nuestros profesores. Sin embargo, nos dedicamos a disfrutar cada clase hasta que suena la campana.
Eso significa no más almuerzos con mis amigas, no más bromas por parte de los profesores, no más paseos escolares y tener que correr para alcanzar el bus, no más escapadas al quiosco con la excusa de ir al baño, no más grupitos parados en medio del pasillo conversando sobre cualquier cosa y no más trabajos hechos con una cartulina conseguida a última hora. No más «nos vemos mañana» o «hasta el próximo lunes». Ni siquiera un «feliz verano, nos reencontramos el otro año». Todo eso se terminó.
Creí que cuando el timbre sonara, anunciando el final del día, todos lanzarían sus cuadernos al aire, celebrarían y saldrían corriendo del salón. No obstante, lo que hacen en su lugar es mirarse los unos a los otros. Yo también me quedo quieta, sin saber a dónde ir. Por primera vez ya no debo regresar a la escuela al día siguiente. Recuerdo todas esas veces que deseé que este momento llegara para librarme de las obligaciones que esta implicaba y no puedo evitar pensar en lo ingenua que fui. Las que vendrán a partir de ahora serán mucho mayores, porque ya no soy una niña. He crecido. Terminar la escuela significa estar un paso más cerca de convertirme en adulta y no sé si estoy preparada para algo así.
Pero tengo que seguir. No hay otra opción. No puedo quedarme estancada y dejar que el miedo me paralice. No quiero ser simplemente un cuerpo inerte que flota a la deriva. Quiero vivir, experimentarlo todo, o al menos, la mayor parte de las cosas. Me encanta lanzarme a la aventura y probar nuevos caminos. Adoro los descubrimientos.
Y esta vez, mientras abrazo a mis amigas y se me escapan algunas lágrimas que Oliver intenta secar sin mucho éxito, me topo con una sensación incognoscible. Se trata de tristeza, pero viene acompañada de alegría, ápices de orgullo, ligeros tintes de plenitud y aires de incertidumbre. Es un cúmulo de emociones bastante extraño.
Permanece en mi pecho hasta la mañana siguiente. La siento conmigo cuando me levanto y sigue allí cuando empiezo a alistarme para la graduación. No me lo pienso dos veces y uso el vestido que me regaló Alai para mi cumpleaños, aquel de color púrpura sin mangas, con brocado en la parte superior y broche plateado en la cinturilla, detalle que lo hace resaltar. Simplemente me encanta, y no solo a mí, a mamá también, pues insiste en sacarme varias fotografías con papá y mi hermana antes de que salgamos rumbo a la escuela.
Al llegar, mis padres se acomodan en las sillas del patio, frente al escenario que los profesores han armado la tarde de ayer, y me dirijo hacia el pabellón de secundaria. En el primer salón del pasillo me esperan mis amigas y Oliver. Localizo a este último al fondo del salón, charlando con algunos de nuestros compañeros. Parece estar pasándolo bien, pero voltea cuando me ve llegar y se despide de ellos para dirigirse hacia mí. Lleva puesto un traje de pantalón negro y saco azul oscuro que contrasta con su camisa blanca, de cuyo cuello cuelga una corbata negra.
—Sabía que te quedaría increíble ese vestido —comenta con una sonrisa.
No alcanzo a responderle porque, como de costumbre, Alai es la primera en venir a abrazarme. Ella también luce maravillosa y no dudo en decírselo. Cuando nos separamos, siento la calidez de los labios de Oliver contra los míos. El contacto dura apenas unos segundos, así que tiro de su corbata para volver a besarlo. Sin embargo, el sonido de una cámara hace que nos alejemos el uno del otro. Enseguida descubro que se trata de Katherine, quien propone que nos saquemos una foto grupal. Alai nos pide un momento para retocarse el maquillaje, pero Lily la convence de que no lo necesita y la arrastra consigo.
No tenemos tiempo para alargar la sesión, pues la directora ingresa al aula y nos avisa que la ceremonia está por comenzar. Somos cuarenta y tres en total. Veintidós en el primer salón y veintiuno en el segundo. Nos llaman uno por uno para recoger nuestros diplomas de graduación y posamos junto a nuestros padres y la directora para una fotografía.
Cuando ya no falta nadie, la directora procede a dar algunas palabras y al terminar me invita a subir al escenario. Darlene no deja de aplaudir mientras recorro los escasos metros que separan mi asiento del estrado. Paso por el costado de Alai, quien aprieta mi mano al notar que estoy nerviosa. La directora me entrega el micrófono y me aclaro la garganta antes de dirigirme hacia todos los presentes.
—Hola, ¿qué tal? Soy Cristel. Muchos de ustedes ya me conocen. Primero que nada, le agradezco a la directora por cederme este espacio. Al principio, consideré empezar citando a algún filósofo o personaje histórico, pero posiblemente varios no lo conocerían y ni siquiera sabrían a qué dedicó su vida. —El público suelta una carcajada general, entre la que reconozco la de mi hermana. Darlene no aparta la vista de mí—. Por eso prefiero ir directo al punto. Ya todos saben en qué instancias nos encontramos, aunque a muchos de ustedes les cueste creerlo. Hemos llegado al final. Algunos ya han decidido lo que harán después de la escuela y otros todavía no. Sin embargo, no tienen por qué sentir miedo si pertenecen a este último grupo. Entiendo que la sociedad, y en especial los adultos, nos presionen de forma constante, mas no pasa nada si no hemos tomado una decisión aún.
Mis amigas me sonríen desde el público, al igual que Oliver. Katherine incluso graba mi discurso con su celular. Sin embargo, el pecho de Maritza sube y baja en un profundo suspiro. Puede que todavía no se sienta de su elección, pero, ¿quién dice que las dudas son malas? Después de todo, nos ayudan a descubrirnos.
—A menudo me parece que la vida transcurre muy rápido y que, de un instante a otro, ya habremos envejecido y recién nos detendremos a pensar en si lo que hicimos valió la pena o no, si vivimos la vida que queríamos vivir o la que alguien más diseñó para nosotros. —Aquello me asusta: el futuro. Detestaría volverme mayor y sentir que desperdicié mis años en este mundo en algo que no me proporcionaba ni la más mínima felicidad. Por esa razón me aferro tanto a la música, porque sé que ella nutrirá mi alma. No contemplo otra opción que no la incluya—. Con frecuencia nos repiten que sí o sí debemos asistir a la universidad y elegir una carrera antes de acabar el colegio. Pero no cualquiera, sino una que nos genere ingresos suficientes, una con la que podamos igualar o superar el nivel económico nuestros padres. Comprendo que nos deseen lo mejor, pero, ¿y qué si necesitamos un descanso? ¿Hay algo de malo en que no sepamos qué camino tomar todavía? ¿Qué sucede si nos equivocamos o si nos llama la atención uno muy diferente al que ellos escogieron en su momento?
Los padres de familia intercambian miradas con sus hijos, como si les asustara el hecho de estar equivocados. Puede que así sea, en algunos casos. Sin embargo, están a tiempo de cambiar y de distanciarse de los sueños que no lograron cumplir para no obligarlos a ellos a luchar por algo que no les apasiona.
—No pueden empujarnos al mar sin que antes hayamos aprendido a nadar. A mí me costó darme cuenta de ello —confieso y esta vez no siento una punzada en el pecho. Ya me he perdonado—. En lugar de apresurarnos a avanzar, les pido que se detengan a un lado del camino con nosotros y que nos ayuden a descubrir quiénes somos y a dónde pertenecemos, porque de eso se trata. Creo que, llegado este momento, la mayoría se dirige a los jóvenes para pedirles que no abandonen sus estudios, pero apegarse al plan de vida tradicional que involucra cursar una carrera universitaria no es la única forma de triunfar. Existen miles de maneras de alcanzar el éxito y se vale tropezar en el trayecto, tomarse un descanso y cometer las más grandes locuras. No teman equivocarse. Teman darse por vencidos sin siquiera haberlo intentado.
Con esto termino el discurso y me acerco de nuevo a la directora, mas no le devuelvo el micrófono todavía. Intercambiamos algunas palabras y le agradezco por haberme cedido el espacio. Cuando bajo del escenario, ella toma la palabra otra vez y anuncia oficialmente nuestra graduación. Lo siguiente que veo son decenas de birretes volando por los aires, incluido el mío. Por suerte, logro atraparlo cuando cae y no me golpea en la cabeza, como sí ocurre con Alai. El señor Dennis no puede evitar reírse y su esposa tampoco, pero esta al menos se esfuerza por disimular.
El escándalo se prolonga un rato más y aunque en otro momento me habría quejado de lo bulliciosos que pueden llegar a ser mis compañeros, hoy deseo que este momento nunca termine. Yo, que siempre he estado entusiasmada por avanzar y vivir nuevas experiencias, por primera vez quiero poder detener el tiempo. Sin embargo, la capacidad de hacerlo no se halla en mis manos y al cabo algunos minutos, el ambiente se transforma por completo. Los padres de familia se despiden de los maestros y solo quedamos nosotros.
Ya entrada la noche, se encienden las luces psicodélicas y los profesores reacomodan las sillas, de modo que ahora bordean el patio y contamos con mayor espacio. Se crea una especie de pista de baile en la que muchos de nuestros compañeros aprovechan para sacarse fotos y se abren las puertas de uno de los salones que hasta entonces permanecía cerrado. Este tiene salida al patio y en su interior se ubica una mesa repleta de comida. Destaca especialmente una fuente de chocolate y un pastel enorme de masa elástica blanca en cuyo último piso, se sitúa un birrete y más abajo, un diploma enrollado y atado con un broche negro. Ambos parecen ser comestibles.
Mis amigas y yo cogemos algunos bocaditos de la mesa y regresamos al patio justo a tiempo para la fiesta, pues los maestros han contratado a un DJ y este ya se encuentra en el escenario. Pierdo de vista a Oliver durante unos minutos, mas me quedo tranquila cuando lo veo conversando con nuestros compañeros en un pequeño grupo situado a puertas del salón. Me dedica una sonrisa, por lo que asumo que todo marcha bien. Al cabo de un rato viene a buscarme y juntos nos alejamos del lugar.
Nos dirigimos al patio trasero de la escuela que se ubica detrás del pabellón, al final del pasillo. Nos escabullimos sin que los maestros nos vean y nos sentamos en el césped. Por alguna razón siento que las estrellas brillan con más fuerza esta noche y me pregunto cómo será convertirse en una. Oliver permanece en silencio y pienso que se halla igual de embelesado que yo con el cielo. No obstante, cuando volteo, descubro que me mira a mí.
—¿No estás contemplando las estrellas?
—Te estoy contemplando a ti.
No aparta sus ojos de los míos. En su lugar, busca mi mano y deposita un beso en mis nudillos.
—Ya me has visto varias veces, Oliver.
—Pero lo tienes todo, Cris. No hay nada que no pueda encontrar en ti. Te seguiría hasta el fin del mundo.
—¿Con eso quieres decir que... vendrás a Nueva York con nosotros?
—Sobre eso pensaba hablarte. —Asiento para animarlo a continuar. Tengo el corazón en la garganta, pero intento que no note lo tensa que me he puesto—. No iré a Estados Unidos.
El alma entera se me cae a los pies, mas no me alejo. Sigo demasiado ocupada tratando de procesarlo como para moverme.
—¿Renunciarás a tu sueño?
—Renunciaré a mis fantasías.
—Obviamente tus sueños se convertirán en eso si no luchas por ellos. No puedes pedirme que te apoye con algo así. Creí que...
—Aún no he terminado —me interrumpe y aquello me regresa un poco la esperanza—. Estudiaré Artes Plásticas en una universidad de la capital. No saldré del país, pero me dedicaré a lo que me gusta. Ni de broma terminaré como oficinista.
Expulso un suspiro. Empezaba a temerme lo peor.
—Pues por ahí hubieras empezado.
—¿Estás conforme ahora?
—Sigo pensando que deberías intentar lo de Nueva York, pero tú eres quien toma las decisiones en cuanto a tu futuro. No voy a interferir.
***
¡Hola! Espero que hayan pasado una feliz Navidad en compañía de sus seres queridos. En caso de que tengan alguna silla vacía, deseo que puedan encontrar resiliencia y que recuerden a esa persona con todo el amor que les dio. Está bien si no quieren celebrar este año ❤️🌲
Este capítulo ha sido un poco corto, ¿qué les ha parecido? Los chicos finalmente se gradúan. Lo lograron, estoy orgullosa de ellos 🎓✨️
¿Qué opinan del discurso que dio Cristel y de la decisión de Oliver? 👀
Nos leemos de nuevo en breve :)
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