46| No eres mi enemiga

Dos días después, llega el momento de enterrar a la abuela de Alai.

El féretro va en una carroza fúnebre de color negro decorada con arreglos florales. Nosotros la seguimos a bordo de un autobús que también se dirige al cementerio. Mis padres se acomodan en la parte de atrás, mientras que yo me siento al costado de mi mejor amiga durante todo el camino. No dejo de escucharla llorar. Intento que ella no me oiga cuando se me escapan unos cuantos sollozos. Sin embargo, aunque no levanta la mirada, sospecho que se da cuenta, porque me abraza con más fuerza.

Una vez en campo santo, trasladan el ataúd hacia la pequeña capilla en que se llevará a cabo la ceremonia. Jake y Oliver se sientan con nosotras, en tanto Katherine y Lily se ubican en la fila de delante. Terminada la misa, conducen el féretro hacia donde será la última morada de la mujer que nos vio crecer. Al ligar nos acompañan algunos vecinos y varios familiares de Mayra. Tanto ella como mi amiga se acercan a depositar una rosa blanca sobre el ataúd.

De regreso, Alai camina del brazo de Jake en completo silencio. Mantiene la vista en el suelo, pero aun así me percato de la rojez de sus ojos. Luce pensativa, como si recién estuviera procesando lo sucedido. Katherine y Lily nos observan con preocupación, así que fuerzo una sonrisa. Solo quiero que sepan que nos sentiremos mejor. Algún día.

Significa mucho para mí que estén aquí, aunque no tengo ganas de hablar. Oliver lo entiende, así que no me obliga a ello. Sabe que nuestro dolor no se esfumará terminado el día, sino que se quedará allí por un buen tiempo.

A las afueras del cementerio, nos ofrecen botellas de agua y guardo la mía en mi mochila. Luego subimos a los autobuses para regresar a casa y Alai se sienta otra vez junto a mí. Me tranquiliza un poco no oírla sollozar, pero quizá se deba a que se le han acabado las lágrimas. Muchas veces he tenido esa sensación. Siento que he llorado tanto que me he secado, que el dolor necesita acumularse en mi alma de nuevo para después salir expulsado a través de un llanto inconsolable. Sin embargo, Alai no parece encontrarse en esa etapa ahora. Permanece callada hasta que volvemos y nos despedimos de nuestras amigas. Jake y Oliver se marchan un rato después, por lo que nos quedamos solas en su habitación.

Me siento en su cama y me distraigo tocando su guitarra. Reproduzco una leve melodía, la cual la relaja. Cierra los ojos y solo los abre cuando deja de escucharme, pues me detengo para beber un poco de agua.

—¡Cristel, no!

Separo la botella de mis labios y me volteo hacia ella, desconcertada.

—¿Qué? ¿No puedo hidratarme?

—No sé si sea buena idea hacerlo con agua bendita.

En ese entonces caigo en cuenta de la etiqueta. Juro que normalmente no soy tan despistada. Por lo menos he logrado hacerla reír un poco.

—Qué importa. Ya de paso bendigo mis órganos. —Bebo un sorbo y deposito la botella sobre su mesita de noche. Los ojos de Alai se encuentran con los míos—. No me veas así. Me da pereza levantarme a la cocina.

—No es por eso. —Abandona la silla de su escritorio y viene a sentarse conmigo con una ligera sonrisa—. Gracias por hacerme feliz aun en los peores momentos. Has hecho que me olvide de la tristeza durante unos segundos y no te imaginas cuánto ha significado ese descanso para mí. Contigo todo me resulta menos complicado.

Aparto la guitarra de mi regazo y paso un brazo por encima de sus hombros para atraerla hacia mí. Hemos estado en esta posición tantas veces que cede con completa naturalidad.

—Y no solo estoy yo, Alai. Ella también está, aunque ya no la veas. Los abuelos son orugas que, al fallecer, inician su metamorfosis para convertirse en mariposas que revolotearán a nuestro alrededor por el resto de nuestras vidas.

—¿No crees que la haya perdido?

—Eso jamás. Tu abuela te ama, nunca se separaría de tu lado.

—Tú tampoco lo harás, ¿verdad?

Niego, pese a que ya conoce la respuesta. Sabe que no sería capaz de dejarla a la deriva, mucho menos en un momento como este. Ya quiero verla florecer de nuevo como los girasoles que sembramos en el parque y que ahora descansan en una maceta de su habitación.

—Me hago mucho más fuerte cuando estoy contigo.

—Igual yo. De no ser por ti, no hubiera podido soportar muchas cosas —confiesa, en lo cual coincido. Sin ella en mi vida, posiblemente me hubiese dado por vencida—. Cada vez que mi mundo se cae a pedazos, estás ahí para ayudarme a reconstruirlo. No te imaginas lo reconfortante que es tener la certeza de que alguien me acompañará durante todo el camino.

—¿Así te sientes ahora?

Asiente levemente y toma una bocanada de aire. Aún le brillan los ojos. Entiendo que las lágrimas seguirán atascadas en sus pestañas durante una larga temporada, pero está bien no estar bien. Yo me encargaré de abrazarla en lo que su corazón se recupera.

—Me siento lo suficientemente lista como para cantar. Aún debo enviar el video para el concurso, ¿podrías grabarme?

Interpreto su iniciativa cual rayo de esperanza, como una señal de que sanará, aunque quizá más tarde que temprano. Aun así, me alivia ver sus avances.

—Desde luego. ¿Quién mejor que tu fan número uno como camarógrafa?

Me pongo de pie para buscar su celular y activo la cámara. Tiene que cantar a capella, de modo que no utiliza su guitarra. Levanto el pulgar para indicarle que ya estoy lista para grabar y el resto lo hace ella. Entreveo el dolor en sus ojos, mas eso no le impide continuar. La escucho con atención y me permito perderme en sus melismas, los cuales percibo como una caricia. Me tranquiliza oírla, me brinda el soplo de aire fresco que me hacía falta para olvidarme de todo por un rato.

El video no pasa de un minuto, pero durante aquel tiempo una paz me inunda el pecho. Al cabo de unos días, esta regresa poco a poco, así que me centro en practicar la canción que interpretaré yo. Necesito enviar el video, como máximo, a de fin de mes. Se trata de Ya no más de Susan Ochoa, solo que aún no me siento satisfecha con la forma en que mi voz alcanza las notas altas. Tiene que quedar perfecto.

Por eso me paso el resto de la semana de vacaciones ensayando y sigo haciéndolo para cuando regresamos a clases. Sé que he mejorado, pero de nada servirá si no puedo demostrárselo a los demás, sobre todo a los miembros del jurado. Cuando nadie me conocía, no me asustaba no cubrir sus expectativas. Ninguna persona esperaba nada de mí. Era más sencillo, porque no tenía presión sobre mis hombros. Pero ahora las cosas han cambiado. El público espera sorprenderse con mi audición y los jueces esperan verme destacar desde el minuto uno.

Poseen una impresión de mí tan bien formada que no quiero que esta se venga abajo. Me ha costado mucho trabajo llegar a ese nivel. No quiero que dejen de pensar que tengo talento, que un futuro prometedor me abrirá sus puertas y que mi potencial me permitirá construirme un lugar en el mundo de la música, tal y como he soñado desde niña. Quiero que sigan creyendo en mí. Necesito que lo hagan, así que no dejo de ponerle todas mis energías a la primera fase de las audiciones.

—¿No te parece que te estás esforzando demasiado? No soy especialista en el tema, pero creo que cantar sin antes calentar la voz no es una buena idea. Sobre todo si practicas durante horas sin hacer ninguna pausa.

La mirada de Oliver recae sobre mí, como si esperase alguna reacción de mi parte. No obstante, me limito a observar el reloj de su habitación y vuelvo mi vista hacia las partituras que tengo en la mano. Las dejo sobre su escritorio cuando se aclara la garganta. Llevo repasando desde hace dos horas. Sabía que corría el riesgo de distraerme si me quedaba en casa, así que decidí venir aquí. Además, necesito una opinión sincera acerca de mi performance. Alai siempre me dirá que le ha encantado, incluso si no llego adecuadamente a una nota o si se me acaba el aire en medio de la presentación. Mi novio es mucho más objetivo en ese aspecto, por lo que prefiero ensayar con él. Jake también hubiese sido de mucha ayuda, pero regresó a Lima el último sábado.

—Ahora mismo estoy...

—Pausas de dos minutos no cuentan —me interrumpe.

—Estaré bien, Oliver. Solo quiero que salga perfecto. No enviaré el video hasta que no me sienta satisfecha.

—Tienes una reputación que mantener, ¿no? —Asiento, aunque recordarlo me pone aún más nerviosa. Posiblemente termine grabando el doble de videos que la vez anterior y vuelve a eliminar cada uno de ellos. Hasta el momento, ninguno me convence—. Escúchame, Cris. No te preocupes por deslumbrar a nadie, basta con que te superes a ti misma.

—No me superaré si no cumplo con sus expectativas.

—Lo importante aquí es que cumplas las tuyas. Siempre habrá gente a la que no le guste lo que haces, pero mientras tú lo disfrutes, serás inmensamente feliz.

Felicidad. Nunca antes aquella palabra me había sonado tan lejana. Después de todo lo sucedido, aquel concepto me resulta aterradoramente distante. Hasta hace poco, mi vida estaba estructurada de una manera determinada y de un instante a otro, ese orden cambió. Se invirtió por completo y me costará muchísimo adaptarme a él.

—Dudo poder sentirme así tan pronto.

—Sumergirte en la música puede ayudarte a escapar de la realidad, pero tarde o temprano deberás salir a enfrentarla. Sirve como refugio, no como solución.

—Ya quisiera yo que lo fuese.

Desearía que mi alma no necesitase más cura que esa, que un par de acordes bastaran para cerrar todas mis heridas. Pero la vida nunca es tan sencilla. Le encanta ponernos las cosas difíciles. Y muchas veces las circunstancias nos obligan a desenterrar la fortaleza que no sabíamos que teníamos.

—Permítete sentir. —Entrelaza sus manos con las mías y mi piel fría impacta con la calidez de la suya—. Aun si esas emociones te golpean con tanta fuerza como para tirarte abajo. Te levantarás cuando te hayas repuesto y seguirás adelante como siempre lo has hecho. Rehuir el dolor no provocará que este desaparezca. Tus sentimientos no existen para que los ignores, sino para que los escuches y los atiendas. No tomes por enemigas a tus emociones, están aquí para enseñarte algo.

—No quiero derrumbarme ahora.

—Te haces más daño quedándote de pie cuando tu cuerpo te pide a gritos que te sientes a descansar.

—¿Crees que deba tomarme un tiempo para mí?

—Está bien parar de vez en cuando.

Quizá tiene razón. He trabajado demasiado, al punto que tal vez haya dejado de ser saludable. Detesto que mi batería se agote tan rápido. Odio que mi motor se apague cuando más ganas tengo de hacer algo. Temo que la vida se me escurra entre los dedos en un parpadeo. No quiero irme de este mundo sin haber hecho nada que merezca la pena recordar. No quiero que me olviden, quiero ser inmortal.

—¿Por qué no podemos tener batería ilimitada?

—Porque no somos máquinas, Cris. Además, hay una cosa que se llama salud mental. No sé si la conoces. —Me muerdo el labio. Fui yo la que le sacó el tema y le recalcó su importancia. Debería darle un mejor ejemplo—. Hace unos meses una alguien me recomendó acudir al psicólogo para cuidar de la mía. Espero que siga su propio consejo y sea considerada consigo misma.

—De acuerdo, volveré a la marcha por la noche.

Sigue sin soltarme las manos, lo cual no me molesta en lo absoluto.

—Sabes reconocer cuándo alguien te trata como no mereces que te traten, sabes alejarte de personas que no te suman y poner límites para no salir lastimada. Ahora debes aprender a cuidar de ti misma. Muchas veces harás cosas que vayan contra tu propio bienestar, ya sea de forma consciente o inconsciente. —Se detiene para colocarme un mechón de cabello tras la oreja y de paso aprovecha para acariciarme la mejilla con el pulgar—. Tienes que aprender a tomarte una pausa. No necesitas ser productiva todo el tiempo.

—Te preocupas demasiado por mí.

Oliver rueda los ojos y me rodea entre sus brazos. Apoyo mi mentón en su hombro, mientras él traza círculos en mi espalda.

—Nunca será demasiado si se trata de ti. Contigo me siento como en casa, Cris.

—Entonces seré el refugio al que puedas acudir siempre que lo necesites.

Dado que me saca varios centímetros, tengo que colocarme de puntillas para besarlo en la boca. Oliver ya no me recibe con sorpresa, sino con seguridad. Ha dejado de mostrarse tímido y de temer que lo rechace. A menudo me descubro deseando que el tiempo se detenga. Podría quedarme entre sus brazos toda una vida y jamás sentiría la necesidad de escapar. Con él me siento a salvo.

Espero que Oliver también se haya percatado de lo mucho que he cambiado estos últimos meses, porque, en cierto modo, ha sido gracias a él. Creo que no existe nada más lindo que ver sanar a una persona. Me llena de calidez el pecho observar su sonrisa con mayor frecuencia que antes y ser testigo de cómo se va despojando del miedo que lo mantuvo en cautiverio. Adoro poder construir mi propia libertad a su lado. Al principio, mis sentidos lo percibían como una melodía misteriosa, pausada y lúgubre. Ahora lo hacen como una mucho más animada y dulce, lo cual me encanta.

Me cuesta despedirme de él, pero se hace tarde y debo marcharme antes de que oscurezca. Prometo avisarle apenas llegue a casa y salgo de la suya. En el camino, volteo cada tanto para corroborar que nadie me siga. Sin embargo, me quedo tranquila después de haberme girado dos veces y ralentizo mis pasos. No obstante, mis alarmas se activan cuando noto la presencia de un vehículo negro que sigue a la chica que va delante de mí. Y esa es Madison.

Sé cómo actuar en ese tipo de casos, pero ella parece demasiado asustada como para pensar con claridad o trazar un plan de escape. El auto avanza delante de mí, por lo que no consigo ver el rostro del conductor. Este además posee lunas polarizadas. Sin pensarlo más, troto para alcanzarla.

—¡Madison! Ahí estabas, creí que nos encontraríamos en la cafetería. Acordamos que estudiaríamos juntas para el examen de matemáticas, ¿lo recuerdas?

Al principio me observa con desconcierto, pero capta mis intenciones enseguida y me sigue la corriente. Cede con facilidad cuando la sujeto de la muñeca para que demos media vuelta, de modo que el vehículo no posea más opción que continuar su camino. Resultaría demasiado notorio que girase también y tardaría lo suficiente como para brindarnos tiempo a escapar.

—Por supuesto que sí, solo buscaba un sitio donde recargar mi teléfono. Me quedé sin saldo esta mañana, pero creo que lo haré después.

—¿Entonces vienes? Apuesto que nos ayudamos la una a la otra.

—Claro, voy contigo.

Nos adentramos en la cafetería ubicada en la esquina y nos tomamos asiento en las mesas del fondo. No he entrado muchas veces allí, ya que casi siempre se encuentra a rebosar de comensales. Sin embargo, en esta situación aquello resulta ventajoso, pues quien maneja el auto nos pierde de vista rápido. Los meseros se desplazan por el lugar para repartir la comida, hecho que nos ayuda a camuflarnos.

—¿Estás bien? Quedémonos aquí unos minutos. Seguro que se marchará creyendo que no saldremos pronto —le sonrío para tranquilizarla, aunque hace un rato que paró de temblar. Aun así, evita voltearse hacia la puerta por temor a que el auto continúe allí.

—Gracias. No sabía dónde meterme.

—Sé que no te agrado, pero puedes contar conmigo en casos como este. Estoy para cuidarte las espaldas.

—Me he comportado fatal contigo, Cris. No entiendo por qué haces esto. Tienes motivos de sobra para ser indiferente.

Niego con la cabeza enseguida. Pude leer los gritos escondidos en sus ojos, el miedo en sus pisadas temblorosas y escuché la angustia en su respiración. Ella no puede pretender que ignore una realidad que también podría envolverme.

—No quiero que mañana faltes tú. No puedo actuar como si nada —aclaro con la esperanza de disipar su confusión—. Eso no significa que me haya olvidado de todas cosas horribles que me dijiste o que vaya a dejarlas pasar, pero no te deseo ningún mal. No quiero que te conviertas en una cifra más, no te lo mereces. Nunca hemos sido amigas ni creo que podamos serlo algún día, mas tampoco te considero mi enemiga.

En un inicio no contesta, sino que me mira y parpadea repetidas veces. Al final, esboza una pequeña sonrisa y se ofrece a invitarme un postre. Es la primera vez que hablamos sin discutir.

***
¡Hola! ¿Qué tal estuvo su semana? Ya se acercan las fiestas de fin de año. Espero que la pasen muy bien junto a sus seres queridos. Sé que en esta época se llevan a cabo muchas reuniones familiares, pero no tienen que asistir si no consideran que se trata de un espacio seguro 💜

¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Creen que Cristel se está exigiendo demasiado? ¿Piensan que habrá consecuencias? 👀

Como hemos visto, ella ha decidido ayudar a Madison en una situación de riesgo. ¿Qué opinan de su actitud? ¿Ustedes habrían hecho lo mismo en su lugar?

Desde ya les recomiendo que presten mucha atención a los detalles de esta historia. Todo tiene un propósito. En breve sale el próximo capítulo, así que podrán seguir leyendo 💫

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