42| Una nueva oportunidad

Cuando conocí a Cristel, estuve a punto de salir corriendo. Me asustaba la idea de haberle dado suficiente poder en mi vida como para que pudiese lastimarme. Antes de que me diese cuenta, ya me hallaba en un punto de no retorno. Y elegí arriesgarme. A veces temo que decida dejarme atrás, pero cada vez me convenzo más de que nada así sucederá.

Estábamos destinados a conocernos. Teníamos que encontrarnos en algún momento. Creo que esa fue una de las razones por las que vine a este mundo en primer lugar. Necesitaba aprender de ella, que me enseñase a pelear mis propias batallas y fabricar recuerdos juntos que trascendieran a la inmortalidad.

Tenerla junto a mí mientras escucho a los árboles ser balanceados por el viento me transmite toda la paz del universo. El canto de las aves que surcan el cielo como una lluvia de estrellas fugaces se entremezcla con el alejado murmullo de las voces de la ciudad viviente que opera debajo de nosotros. La vista desde el mirador es impresionante, pero más que el paisaje urbano, me cautivan los colores del atardecer. Sus tonos rojizos y anaranjados me hacen creer que nos situamos bajo el pecho de un Ave Fénix. Por cosas como estas el mirador de Luya Urco es mi lugar favorito de la ciudad.

—Deberíamos venir aquí a menudo.

—Antes frecuentaba este sitio —le confieso—. Solía ocultarme en este lugar para que Steven y Wilder no se metieran conmigo. Solo que luego me descubrieron y pasé a encerrarme en mi habitación con música de Evanescence a todo volumen.

—¿Qué tan malvados fueron contigo, Oliver?

Los ojos de Cristel se posan sobre mí, pero evito mirarla, ya que los míos empiezan a inundarse de lágrimas. No quiero que ella me vea como el chico que vive atrapado en el pasado y que arrastra consigo una tristeza imborrable. No quiero que me perciba de esa forma porque no soy así. No quiero ser así.

Sé que negar el dolor no me servirá de nada. Necesito compartirlo con personas que estén dispuestas a escucharme. Debo señalarles dónde se están mis heridas para que puedan ayudarme a que estas cicatricen y que, finalmente, sanen. Confío en Cristel para eso. Para todo, en realidad. Siempre encuentro en ella una oportunidad para ser una persona más feliz que ayer.

—Nunca llegaron a infringirme un daño físico grave, Cris.

—¿Y qué hay del daño emocional?

—Esa ya es otra historia. No creo que logre olvidarme de lo ocurrido. Me acuerdo todo con tanta claridad que todavía me parece oír sus insultos.

Mis músculos se destensan cuando se recarga en mi hombro, dándose cuenta antes que yo de la rigidez de mi cuerpo. Cristel me limpia las dos lágrimas que caen cuesta abajo por mis mejillas y guardo unos segundos.

—Lamento informarte que deberás aprender a sobrevivir con todas esas imágenes aterradoras que te grabaron a fuerza en la retina.

—Me gustaría dejar tener tanto miedo.

—El mundo ha comenzado a sonreírte. Permítete bajar la guardia, nadie a tu alrededor quiere lastimarte.

—Lo sé. Tú menos que cualquiera.

—¿Por qué confías tanto en mí?

Le reacomodo un mechón detrás de la oreja cuando el viento le desordena em cabello. Sus ojos yacen fijos en los míos y a diferencia de lo que me sucede con otras personas, con ella el contacto visual prolongado no me resulta abrumador.

—Me has dado muchas razones para hacerlo. Y creo que ya te tengo estudiada. —Hago una pausa para aclararme la garganta—. Te encanta el color púrpura porque representa el feminismo, el día más feliz de tu vida fue cuando nació tu hermana y adoras a Taylor Swift. También eres amante de la Astrología, detestas las injusticias y tu serie favorita es a Anne with an E.

—Me gustaría leer el libro.

—¿No lo has hecho aún?

Para mi sorpresa, Cristel niega.

—Siempre que pregunto por él en una librería, me responden que está agotado.

—Presiento que pronto llegará a tus manos de todas formas.

Nueva misión: conseguir un ejemplar antes de su cumpleaños, para el cual no falta mucho. Apuesto que le fascinará y me hablará de él durante los próximos días. O tal vez semanas. Sea como sea, estaré encantado de escucharla.

Me gusta oírla hablar sobre cualquier cosa, pero valoro aún más los momentos de silencio que se forman entre nosotros. Cristel y yo nos tomamos un momento para apreciar las montañas cubiertas de vegetación que rodean la ciudad y las nubes que acarician sus cumbres. La parte en la que nos encontramos no cuenta con muro de contención. Bastaría una pisada en falso para que el vacío me tragase de un bocado, mas adoro el paisaje.

—Pensé que no le prestabas atención a los detalles.

—Cuando se trata de ti, todo es importante. —Le sonrío y ella me regresa el gesto.

—Gracias, Oliver.

—¿Por qué?

—Por hacerme sentir tan querida.

—Haría cualquier cosa por ti.

—¿Vendrías conmigo si te lo pidiera en este momento? —plantea y aunque mi respuesta es un rotundo sí, decido indagar un poco más antes de aceptar.

—¿A dónde piensas arrastrarme?

—A la tienda de disfraces. Hoy debo probarme el atuendo que usaré.

—Voy contigo.

Aunque no sé mucho al respecto, me pongo de pie y la sigo. Hace poco me enteré que todos los años la escuela organiza una fiesta de Halloween durante la primera semana de octubre. Si bien uno puede presentarse sin disfraz, Cristel ha separado uno para ella, así que bajamos por la escalinata de piedra y emprendemos el rumbo a la tienda.

La noche se acerca y comienza a bajar la temperatura, pero ninguno acelera el paso. De regreso a la ciudad, nos adentramos en las calles aledañas al centro. Al cabo de un rato, llegamos a un pequeño local que resalta entre los demás debido al arco de globos negros y anaranjados de la puerta entrada. Un esqueleto con sombrero nos saluda sentado en el escaparate y lejos de inspirarme temor, me causa gracia. A su costado de exhiben algunos maniquíes. Cada uno con un disfraz diferente. Hay un hada, un pirata y un superhéroe. No creo que alguno vaya conmigo, así que sigo de largo.

Mientras que Cristel dialoga con la señorita del mostrador, yo me entretengo fastidiando al esqueleto. Le quito la gorra y me la coloco en la cabeza, pero me la saco después de mirarme en el espejo ubicado en la pared, porque los colores chillones me dañan la vista. Se lo devuelvo a la calavera, quien ni siquiera se inmuta. Continúa en la misma pose de antes, con la mano alzada a modo de saludo y la mandíbula caída. No espero que se mueva. En realidad, eso sí me asustaría.

A tan solo unos metros, cuelga del perchero un vestido blanco de princesa con toques fucsias en la falda. Viene acompañado de un sombrero en forma de cono con estrellas doradas y un velo atado a la punta. Ver tantos disfraces me desconcierta. Si mi tía Solange estuviera aquí, seguro sabría qué escoger para mí. Una vez se le ocurrió vestirnos a mí y a Jake de gato y ratón, respectivamente. A mi primo le fascinó tanto su disfraz que no dejaba de peinarse los bigotes ni de pedirle a papá que nos sacara fotografía.

Yo hice mi mayor esfuerzo por sonreír.

Pero aquello no me cuesta nada cuando veo a Cristel salir del probador. Luce un vestido negro con mangas y un cinturón del mismo color con pequeñas piezas de pedrería plateada. La falda le llega hasta un poco más abajo de la rodilla y pese a que no tiene tanto vuelo, se eleva cuando gira antes de mirarse al espejo.

—Te ves preciosa.

—¿Crees que me queda bien? Quizá deba ceñirse más a mi cuerpo, originalmente era así, pero...

—Te ves increíble con todo, Cris. La ropa es quien debe acoplarse a ti, no al revés. Tú tienes que sentirte cómoda mientras la usas.

Aquello le saca una sonrisa y a mí me aletea el corazón. Atrapo sus labios entre los míos en un beso que termina cuando escuchamos el carraspeo de la encargada de la tienda.

—Ya se está haciendo tarde. Iré a cambiarme.

La magia se rompe apenas se da la vuelta. Cualquier rastro de felicidad en su rostro se desaparece y retrocede, como si de pronto se sintiese en peligro y desease escapar cuanto antes. No despega su vista del vidrio del escaparate que le permite mirar hacia la calle. Algo procedente de afuera la ha puesto en alerta. Parece haberse petrificado.

—Cristel, ¿qué sucede?

—¿Puedes acompañarme a casa? Por favor.

—Sabes que mi respuesta siempre será que sí, pero primero quiero que me cuentes qué ocurre.

Expulsa un suspiro y me toma de la mano para guiarme lejos de la puerta de entrada. Nos sentamos en unos sillones ubicados al fondo, lejos del mostrador. La dueña del local lee una revista sin enterarse de nada, ajena a nuestra conversación. A diferencia de Cristel, se ve tan relajada.

—Un sobrino de papá ha regresado en la ciudad. Pasará unos meses aquí. Ayer se presentó en casa.

—¿Y cuál es el problema con eso?

Me atemoriza oír la respuesta, pero necesito estar al tanto.

—Tiene una denuncia por abuso sexual y me parece haberlo visto afuera hace un rato.

Casi se me detiene el corazón.

—¿Y aun así tu papá deja que se acerque a ustedes? —Me resulta imposible no alzar la voz. Mis músculos se tensan al ser consciente de la gravedad del asunto—. Si cometió un crimen como ese no merece contemplar ni siquiera la luz del sol.

—Él piensa que es inocente.

—¿Qué crees tú?

—A mí me da miedo, Oliver. La última vez que vino tuve una pesadilla donde trataba de hacerme daño.

—Pero jamás lo ha intentado, ¿verdad?

Vuelve a negar y por un momento no dice nada más. Sin embargo, no transcurren ni cinco minutos hasta que estalla y me lo cuenta todo con la esperanza de desprenderse de aquellos sentimientos que le queman la garganta.

—Temo que lo haga alguna vez. —Su mano toma la mía y siento que me da un apretón. Está nerviosa—. Varios años atrás, tanto él como su hermano dictaban clases de matemáticas en un local que alquilaban en el centro de la ciudad. Asesoraban a jóvenes que deseaban postular a la universidad, pero se vieron obligados a cerrar cuando una de sus alumnas los acusó a los dos de haberla violado. Marcos, quien ha vuelto hace poco, siguió el consejo de mi padre y escapó a la capital, así que la culpa recayó en Dante. Este siempre sostuvo su inocencia y señaló a su hermano como único agresor. Estuvo en ese plan durante unos meses, hasta que la policía dio con su paradero y lo encarcelaron luego de un juicio.

A pesar de que eso debería causarme alivio, no lo hace. Sé que la historia no culmina allí, aunque me gustaría aquel fuese el final definitivo y que dicho sujeto ya no representase un peligro.

—Dante salió del penal tres años más tarde, pero lo asesinaron en un intento de robo. Marcos estaba de visita en la ciudad y se hallaba con él ese día, lo cual es extraño porque después de lo sucedido ambos no mantenían una buena relación. En medio del escándalo, llegó la policía, le pidieron a Marcos su identificación y al percatarse de que venía siendo buscado, lo llevaron detenido. Hace dos años que lo dejaron en libertad y aunque se ausenta durante algunas temporadas, regresa en otras. —Se estremece al término del relato, por lo que empiezo a masajearle los nudillos—. Trato de alejarme de él todo lo que puedo. Me asusta la posibilidad de encontrármelo en la calle.

—Y con justa razón —le concedo. No necesito estar en su piel para que me recorra una oleada de pánico—. No creo que esa chica los haya denunciado a ambos porque sí, algo debió suceder. He oído casos donde una mujer ha acusado falsamente a un hombre de un delito así, pero, ¿qué ganaba ella con todo eso? Además, si él era inocente, ¿para qué esconderse? Si jamás había hecho nada, no iban a encontrar nada.

—Por eso desconfío de él –contesta y distingo un leve temblor en su voz—. Papá también lo hace en cierta medida, solo que no lo suficiente como para prohibirle presentarse de nuevo en casa. No sé si ella presentó pruebas en su contra, pero la actitud de Marcos me genera dudas, ¿qué tal si huyó porque ocultaba algo? El día que lo demandaron vino a buscar a mi padre para que lo ayudara a solucionar un problema que había ocasionado.

—Y tu papá le aconsejó escaparse. Siendo juez, encima.

Me arrepiento de haber sido tan brusco, aunque Cristel no me contradice. Sabe que, en el fondo, tengo razón.

—No quiero encontrarme con él, Oliver. Ayer sentí que me observaba.

—Te acompañaré a casa hoy y todas veces que lo necesites. Me quedaré contigo hasta que te sientas segura otra vez. No eres débil por temerle a una realidad que cada día se vuelve más aterradora, sino valiente porque luchas contra ella.

Coloco una mano sobre su hombro y la atrae hacia mí. Estoy a punto de decir algo para tranquilizarla, pero su teléfono suena ante una llamada entrante. Rápidamente regresa al vestidor a buscarlo y me muestra la pantalla al salir. Se trata de Jake.

—¿Hola?

Se escucha cierta interferencia, por lo que lo pone en altavoz. Sin embargo, mi primo habla tan rápido que ni siquiera entiendo a qué se refiere. Me cuesta seguirle el ritmo.

—¿Ya viste el anuncio? Acaban de publicarlo hace una hora en la página oficial. Los comentarios no paran de aumentar.

—Primero deberías darme un poco de contexto, ¿no crees?

Comenzamos a llamar la atención de la encargada, quien simula estar concentrada en la revista abierta sobre su escritorio. Levanta levemente la mirada y vuelve a centrarla en esta cuando por accidente se topa con la mía.

—Inaugurarán una nueva temporada del programa de canto en que participamos el año pasado y estamos invitados a competir. –Es inmediato. Los ojos de Cristel se iluminan y se le dibuja una sonrisa—. Tenemos hasta fines del próximo mes para mandar un video cantando a capella. Yo enviaré el mío mañana, aunque de seguro que Alai esperará hasta el último minuto. Como sea, ¿los tres contra el mundo de nuevo?

—Claro que sí, Jake. Somos un equipo. Prometimos estar juntos en cada tramo del camino.

—Nuestro sueño de la banda sigue en pie.

Sé que aquella oportunidad implica pasar meses lejos de Cristel, pero nunca me opondría a que fuese por el oro. Estoy aquí para alentarla a volar, aun si el viaje no me incluye.

—Yel mío de verlos triunfar también.

***
¡Hola! Espero que hayan tenido una bonita semana. Recuerden cuidar de ustedes mismxs y de sus seres queridos. Aquí les traigo un capítulo más de esta historia 💜

Como sabrán se acerca el Día de la No Violencia Contra la Mujer y muchas organizaciones feministas suelen pronunciarse al respecto. En mi país, estos días han estado llenos de conmoción debido a un nuevo caso de feminicidio. Lo más indignante fue que el culpable era un suboficial de la policía que ya contaba con una denuncia por vi0lación grupal. Nadie entiende por qué un sujeto así gozaba de libertad si se trataba de un asesin0 potencial. Por desgracia, el encubrimiento, la corrupción y la ineficacia del sistema policial hicieron de las suyas una vez. Nuevamente, este crimen dejó en entrever la incompetencia y el desinterés de la autoridades, quienes tardaron en aceptar la denuncia por desaparión y que, además, culparon a la víctima. El responsable fue encontrado sin vida días después, pero, ¿acaso eso traerá de vuelta a la joven? ¿Aquello basta para que su familia halle consuelo? No lo creo.

Traigo esto a colación porque considero importante hablar sobre la violencia de género y también porque, en este capítulo, hemos descubierto algo similar. ¿Qué piensan acerca de la historia que contó Cristel? ¿Qué opiniones tienen ahora de su padre? ¿Y sobre el sobrino de este? 😕

Gracias por leer hasta aquí. Ojalá este pequeño espacio les haya servido para reflexionar. Leo sus comentarios si así lo desean y les mando un fuerte abrazo. Nos reencontramos el domingo que viene 💜🫂✨️


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