31| ¿Provida o proelección?

Una noche antes del debate, repaso mis argumentos y me aseguro de enviarle por correo mi lista de referencias bibliográficas a la maestra Miranda. Intercambié algunas con Maritza, así que no tardé en recopilar información. Me alegra que, a pesar de sostener posturas contrarias, no surja ninguna rivalidad entre nosotras. Incluso nos deseamos buena suerte y dado que suele ponerse nerviosa cuando le toca hablar delante de mucha gente, intento transmitirle toda la seguridad posible.

No me ofrecí como voluntaria con el objetivo de humillar a nadie ni ridiculizar a quienes defienden una posición opuesta a la mía. Lo hice para informarle al resto acerca del aborto y con la finalidad de que, después de oír nuestro debate, cada estudiante construya una opinión propia.

Con esto en mente, me ato al cuello el pañuelo verde que utilicé en la marcha del ocho de marzo y me planto frente a mis compañeros cuando Miranda nos llama a mí y a Maritza, quien se posiciona a mi derecha Así, el salón queda dividido en dos mitades: la izquierda yace conformada por alumnos a favor del aborto mientras que la derecha se constituye por compañeros en contra de dicho procedimiento. Oliver y Alai se sitúan de mi lado, en tanto Madison y Robin, uno de los amigos de Dan, se localizan del otro. Una vez que todos están en sus respectivos lugares, nuestra profesora se ubica entre el público, aprovechando que hay una carpeta libre en primera fila, y expone la primera premisa respecto a la cual debemos posicionarnos, dando inicio al debate.

—El aborto debería de prohibirse en todos los países para salvaguardar la vida de la mujer gestante y del bebé.

Miranda me señala al terminar de hablar, por lo que deduzco que así será el orden de participación: primero intervendré yo y luego lo hará Maritza.

—La ilegalidad del aborto no impide que las mujeres interrumpan su embarazo. Si estas no desean dar a luz, pueden poner en riesgo su propia vida al recurrir a un aborto clandestino. —Bajo la vista hacia mis apuntes y les doy un repaso rápido. Solo por ser nuestra primera vez, nos permitieron traer anotaciones—. De acuerdo con un estudio realizado por Católicas por el derecho a decidir, una organización feminista sin fines de lucro, en el Perú se realizan trescientos setenta mil abortos clandestinos al año. Según Amnistía Internacional, un movimiento global que promueve los derechos humanos, legalizarlo contribuiría con la protección de la vida de la mujer. Esto debido a que, si se este procedimiento se practica por un profesional médico capacitado y bajo los debidos lineamientos de salubridad, resulta incluso menos riesgoso que el parto.

—He oído sobre ella. Has presentado respaldos bastante sólidos, pero ahora me gustaría escuchar a tu compañera —puntualiza Miranda—. Llegó tu turno, Maritza.

Toma una bocanada de aire y entrecierra los ojos para rehuir los nervios. Le aconsejé que no mirase al público si aquello aumentaba su ansiedad, por lo que clava sus ojos en mí. Nadie la apresura, pero noto que Madison y Robin la observan impacientes porque argumente en mi contra.

—Tanto la vida de la madre como la del bebé importan —afianza, mucho más tranquila cuando le sonrío. No estoy aquí para atacarla—. Al defender una postura en contra del aborto, me opongo también a la práctica de dicho procedimiento en la clandestinidad, dado que este acaba con la existencia de un inocente y afecta la salud mental de la madre. En primer lugar, una pediatra del Instituto de Bioética de la Universidad Católica de Argentina afirma que la vida se inicia en la fecundación y que, para el segundo trimestre de gestación, ya tiene desarrollado todos sus órganos, incluido su sistema nervioso, de modo que siente dolor. En segunda instancia, las mujeres que abortan manifiestan un alto cargo de conciencia al reconocer su mala decisión, así como sentimientos de culpa, según la recolección de testimonios llevada a cabo por Salud con lupa, una plataforma digital dedicada a la salud pública en Latinoamérica.

Culminada su intervención, levanto la mano para refutar. La profesora me concede el espacio y aunque mis compañeros no dejan de murmura entre sí, que Alai se encuentre entre el público me hace sentir segura. Jake le pidió que grabase el debate, por lo que tiene el móvil levantado. Antes le preguntamos a Maritza si le parecía bien y ya que esta aceptó, mi mejor amiga asumió el rol de camarógrafa. Oliver, por su parte, intercambia un vistazo conmigo y aquello basta para que deje de temerle al concepto que la clase esté armando sobre mí.

—Consulté en esa misma página y me topé con la experiencia de otra mujer cuya madre la apoyó en su decisión de abortar y esta negó arrepentirse de ello. Pese a que perdió algunos amigos, el aborto no significó un trauma para ella hasta que desarrolló una infección luego del procedimiento, dado que este se efectuó en la clandestinidad —resumo, esta vez sin revisar mis anotaciones. Recuerdo bien el testimonio—. Esto demuestra que, si las mujeres se sienten culpables después de haber abortado, no es porque se les remueva la conciencia tras cometer un crimen, sino porque la sociedad les hace creer que ha sido así para impedir que usen su derecho a decidir.

» Les instaura la idea equívoca de que han asesinado cruelmente a un inocente cuando un estudio de Universidad de Londres afirma que los fetos sienten dolor a partir de la semana 35 de gestación, por lo que no sufren al ser abortados, pese a tener desarrollado sistema nervioso. —En vista de que algunos rostros aún albergan dudas, decido valerme de otro estudio—. Con esto concordó la revista médica British Medical Journal, quien también realizó una investigación al respecto y concluyó que el feto yace dormido en el útero debido a estímulos químicos de la placenta. De este modo, legalizando el aborto hasta los tres meses no se les estarían sometiendo a una muerte dolorosa.

—¿Alguna réplica de tu parte, Maritza? —consulta la maestra y mi amiga asiente—. Bien, ahora te doy el pase. No olviden que después de posicionarse a favor o en contra de una premisa pueden realizarse como máximo cuatro refutaciones, dos por cada una.

—Nuestro sentido moral y ético no puede depender de si un ser vivo siente dolor o no al momento de morir. Al abortar se pierde una vida y se pone a otra en riesgo, la de la mujer. Ambos tienen derecho a vivir, pues valen lo mismo, independientemente si experimentan dolor o no.

—Al abortar no se está cometiendo un asesinato, se está salvando la vida de la mujer —rebato y observo de reojo cómo Miranda toma nota. Nadie sabe cuál es su postura respecto al tema, pues se mantiene imparcial—. Se trata de una persona de carne y hueso con emociones y sentimientos. Si se le niega el derecho a abortar, será quien experimente los dolores físicos durante la etapa de gestación como las náuseas, los mareos y, llegado el parto, las contracciones o, en caso de practicársele una cesárea, será a quien le realicen un corte para extraerle al bebé. Si todo esto se da bajo el contexto de un embarazo no deseado, sea por violación o por algún otro agente causal, resultará traumático para la mujer, quien podría incluso caer en depresión tras atravesar estas circunstancias en contra de su voluntad. No podemos, tratando de salvar a un feto que no ha terminado de formarse, pasar por encima de una mujer, un ser viviente con voz propia y autonomía, ni someterla a un sufrimiento físico y psicológico.

En vista de que Maritza opta por no replicar, la maestra Miranda continúa con la siguiente premisa. Espero estarlo haciendo bien. Comienzo a creer que sí, pues cada vez siento más ojos sobre nosotras y presiento que esto se debe a que a los demás les interesa lo que tenemos para decir.

—Si se dictaran clases de educación sexual en las escuelas, se reduciría la cantidad de embarazos no deseados.

—Aquello ayudaría a que las mujeres estén más informadas al momento de mantener relaciones sexuales y empleen los métodos anticonceptivos adecuados para evitar embarazos no deseados. Y no solo ellas, sino también los hombres —recalco, puesto que la responsabilidad no solo radica en nosotras—. Este tipo de educación en los colegios juega un rol importante, ya que según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, dos de cada tres embarazos adolescentes no son intencionales. Frente a esto, la organización internacional CARE en Perú, emprendió un proyecto denominado Niñas con oportunidad con el fin de que estas concluyan sus estudios secundarios con un enfoque de género. Después de impartir clases de educación sexual integral, se redujo en 75% el número de embarazos adolescentes en las instituciones educativas que participaron de la primera fase del proyecto.

Siguiendo el orden establecido, Maritza es la próxima en intervenir.

—Considero importante la educación sexual integral para la prevención de embarazos no deseados. Sin embargo, creo más apropiado que este se brinde dentro del hogar, ya que los padres tienen derecho a decidir de qué forma educar a sus hijos y qué clase de información transmitirles —sostiene Maritza, aunque algunos no lucen muy convencidos. Esto parece ponerla nerviosa, pero le sonrío para animarla a continuar—. Los padres son las personas indicadas para dicha tarea, pues nadie más que ellos pueden construir un espacio seguro y de reflexión para sus niños. En relación con ello, Julie Blonigen, directora del Consejo de Acción para la Vida Humana, señala que las clases de educación sexual no se ajustan a las diferencias individuales de cada alumno, distinciones de las que solo tienen conocimiento los padres. Aun así, a todos los menores se les brinda el mismo material, pese a que algunos no están preparados psicológicamente para recibir esa enseñanza.

Levanto la mano y espero que Miranda me señale para replicar.

—Muchas veces el agresor se encuentra dentro del mismo núcleo familiar de los niños, ¿quién va a enseñarle educación sexual a ellos? ¿El tío que acosa a su sobrina? ¿El padrastro que abusa sexualmente de su hijastra? ¿El primo que realiza comentarios misóginos? ¿La familia que encubre a todos esos agresores?

Mi mirada se pasea por cada estudiante del aula, de la primera hasta la última fila. Mis compañeras parecen más atentas que los chicos, ya que algunos fingen dormir para revisar solapadamente su teléfono bajo la carpeta. Oliver, en cambio, revisa su móvil tan rápido como puede y lo deposita sobre la carpeta otra vez. Eso me resulta un poco extraño, pues no suele coger su celular en clase. Sin embargo, no le presto mucha atención, ya que la maestra Miranda le concede la palabra a Alai.

—Los vínculos sanguíneos que te unen a ciertas personas no significan nada si a estas les da igual poner tu vida en riesgo —refuerza, desde su asiento—. A esa gente ni se le debería llamar así. La familia de verdad te refugia en un lugar seguro, no te apuñala por la espalda ni te expone al peligro.

» Exactamente, ese título les queda corto —concluyo con completa repulsión—. Además, varios padres incluso catalogan la educación sexual integral como un tabú y evitan hablarles a sus hijos sobre todo lo que implica, por lo que estos no logran identificar las situaciones de violencia y se quedan callados. Esto se evidenció durante la cuarentena por covid, pues hubo un alarmante incremento de abusos sexuales con respecto a años anteriores. La web Efeminista de la agencia de noticias EFE indicó que, de los 226 casos registrados, casi el 60% poseía como víctimas a menores de edad.

—Estoy de acuerdo con que aquel panorama resulta preocupante y por ese motivo me hallo a favor de la educación sexual integral —asegura Maritza, quien le echa un vistazo a su libreta de apuntes y luego vuelve a centrarse en mí—. No obstante, esta debería enseñarse en casa por los propios padres, ya que, como menciona Bloniguen, hablar sobre la anatomía del sexo opuesto en clase en presencia del mismo ubicaría a los niños en una situación vergonzosa y los haría sentir incómodos.

—Eso se debe a que, en varios hogares, la educación sexual es un tabú. Por esa misma razón, se necesita discutir acerca de temas como la salud sexual y reproductiva en espacios abiertos como este. —Señalo al resto de la clase con el ligero temor de que estallen en carcajadas, sobre todo Robin, lo cual por suerte no ocurre. Sucede que sí se toman en serio las cosas después de todo—. Si se evita conversar acerca al respecto, nunca se normalizará. Al incluir este tipo de clases en las escuelas, podríamos asegurarnos de que cada menor se encuentra preparado para detectar circunstancias de acoso y sabe cómo actuar en tales casos. Finalmente, regresando a los embarazos no deseados, cuando las niñas crezcan y empiecen a tener deseos sexuales, sabrán qué métodos anticonceptivos usar para protegerse y de esa forma, incluso ni se verán en la necesidad de abortar.

Cuando la mirada de nuestra profesora recae en Maritza, esta guarda silencio, por lo que la primera asume que no replicará y lee la próxima premisa. Sin embargo, antes de que revele el próximo enunciado, mi vista se desvía hacia el reloj de la pared. El timbre que anuncia el receso suena justo en ese momento y contrario a lo que creí, nadie abandona el salón. Sin embargo, no se resisten a sacar su propia comida y solo por esta vez, la maestra Miranda se los permite.

—El aborto solo debería legalizarse en el caso de que una mujer haya sido abusada sexualmente.

—Las mujeres no necesitamos ser violadas para tener el derecho de decidir sobre nuestro propio cuerpo —afirmo, tajantemente—. El aborto es un tema de salud pública y, como indica la OMS, el acceso seguro a este procedimiento resulta fundamental para las mujeres y las niñas. Dado que la CIDH reconoce como derecho la salud, misma que implica el máximo nivel de bienestar físico, mental y social, el aborto correspondería a uno de los derechos humanos de las mujeres.

» Por esa razón no debe sernos negado, sino puesto a disposición de cada una de nosotras para que, si así lo queremos, podamos hacer uso de ese derecho —recalco en un tono de voz más alto. Espero que en un futuro cercano esté al alcance de todas—. La despenalización del aborto no obliga a ninguna mujer a someterse a esta intervención, pero su prohibición sí obliga a muchas a dar a la luz.

—Si la integridad física y emocional de una niña se encuentra en riesgo, opino que debería concedérsele la opción de un aborto terapéutico. —Maritza se dirige hacia toda la clase, ahora con mayor seguridad—. Desprecio por completo el crimen que significa una violación, pero el ser que se desarrolla al interior del vientre no tiene la culpa de nada y solo estará allí durante nueve meses. Apoyo la autonomía de las mujeres sobre sí mismas, ya que reconozco la existencia de un machismo arraigado en la sociedad que nos cosifica.

» Sin embargo, la libertad de la gestante termina donde comienza la del bebé, quien está dentro de su cuerpo, mas no pertenece de él como si se tratara de un órgano, como bien afirma el doctor Oyarzún, miembro de la Comisión de Salud Materno Infantil MINSAL de Chile —sostiene Maritza. Madison asiente, al igual que Robin, quien se lanza un nugget de pollo a la boca—. Por lo tanto, en esa situación lo ideal sería que la mujer, de hallarse en edad para llevar un embarazo y posteriormente un parto, dé a luz al bebé de igual manera. Este tiene derecho a vivir tanto como ella.

—Visto desde esa perspectiva, el feto estaría infiltrándose en nuestro cuerpo y, por ende, nosotras tendríamos la potestad de decidir si permanece o no allí. Ocupará nuestro vientre durante ocho o nueve meses y lo llevaremos a todos lados, además de experimentar náuseas, vómitos, fatiga y dolores de cabeza, entre otros síntomas. Nosotras debemos ser quienes elijan pasar por eso, ¿o el derecho del feto a la vida sobrepasa el derecho de las mujeres de autonomía?

Escucho a algunas chicas contestar que no. Una incluso me señala con su choclo con queso, por lo que salta a la vista de la maestra Miranda. No obstante, esta no se muestra para nada enfadada y Oliver se anima a sacar una barra de granola. Luego ríe cuando nota que frunzo el ceño. Diría que tiene pésimos gustos, pero está interesado en mí, así que solo puedo referirme al ámbito culinario.

—Obvio que sí —asegura Madison—. Nuestros derechos no valen más que el de un niño incapaz de defenderse. No podemos elegir matarlos.

» En ese caso, ya podrían obligarnos entonces a donar órganos para que personas con alguna enfermedad sigan viviendo, pero no lo hacen —arremeto y ni siquiera necesito esforzarme por no titubear, pues los nervios me han abandonado por completo—. Al prohibirnos un aborto legal, seguro y gratuito, el Estado nos obliga a continuar con algo que no queremos. Este debe permitirse bajo cualquier circunstancia, no solo después de que los derechos de una mujer hayan sido transgredidos.

Guardo silencio un instante cuando, para mi sorpresa, una chica cruza el salón del extremo derecho al izquierdo. Se ubica en la primera silla vacía que encuentra, junto con los estudiantes que están a favor del aborto, pues parece haber cambiado de postura.

» Si bien el embarazo no consiste en una enfermedad, puede conllevar a problemas de salud mental. Según la revista digital Generación Fénix, las mujeres con embarazos no deseados experimentan ansiedad, angustia, incapacidad para concentrarse y hasta sufren pesadillas —enfatizo sin necesidad de leer mis apuntes. Estos ya no me hacen falta, así que los guardo en el bolsillo de mi casaca—. En cuadros más graves, pueden incluso tener pensamientos suicidas y posteriormente acabar con su vida. Esto acarrea también consecuencias en el bebé, quien si llega a nacer puede hacerlo en un parto prematuro, con bajo peso y presentar un retraso en el lenguaje.

Debido a que Maritza no refuta mi argumento, la profesora da por cerrado el tema. Alai me sonríe desde su sitio y Oliver, por su parte, revisa su móvil de nuevo. Me sorprende que abandone su asiento para dirigirse a la puerta trasera. Sin embargo, entiendo lo que sucede cuando la abre e ingresan Katherine y Lily. Ambas levantan una pancarta con mi nombre y mi fotografía, la cual le ceden a él. Y no contentas con ello, también traen consigo más comida. Katherine se acomoda en el mismo lugar que Alai, quien le hace un espacio y acepta la canchita que le convida del bote gigante que debió comprar en la cafetería. Seguro que fue con Lily, quien toma asiento en la carpeta que dejé vacía. Trae consigo dos paletas de caramelo, pero no las ha tocado. De momento solo disfruta de una bebida.

Antes de que la profesora exponga la siguiente premisa, un grupo de estudiantes entra por la puerta trasera del salón, dado que esta continúa abierta. Llegan más chicas que chicos, algunas se acomodan a la derecha del salón y otras en el extraño izquierdo. Dos de ellas saludan a Katherine, por lo que deduzco que debió pasarles la voz.

—Pese a que los hombres tienen el derecho a opinar sobre el aborto, solo las mujeres deberían participar en la decisión de la legalización o prohibición de dicho procedimiento.

—Todos los seres con la capacidad de gestar deben tener un voto en este debate. En primer lugar, nosotras poseemos el derecho de sumarnos al diálogo y de influir en la decisión colectiva de la legalización del aborto. Se tratan de nuestros úteros, de nuestras vidas y de nuestros cuerpos. Sin embargo, algunos hombres de la comunidad transgénero también menstrúan y pueden quedar embarazados, por lo que su voto cuenta de igual manera. —Elevo la voz conforme me acerco al final y mis amigas agitan la pancarta en señal de apoyo. Oliver no deja de sonreírme, como si disfrutara de escucharme hablar.

» Únicamente las personas que hemos llevado un embarazo sabemos lo que se siente estar en esa posición. Y en caso de que no, si lo hacemos en algún momento, debemos ser libres de escoger el camino que deseemos tomar —recalco, con la vista posada en las chicas de pañuelo verde que acaban de ingresar al salón—. Los hombres cisgénero pueden opinar al respecto, a nadie se le priva de expresarse, pero la participación electoral a través del voto les compete solo a seres capaces de llevar un embarazo.

—A mi parecer, cada persona puede votar y manifestarse al respecto. Todos tenemos derecho a hacernos presentes dentro del diálogo. No podemos excluir a ningún grupo social, ni siquiera a los hombres cisgénero —sostiene Maritza—. Si bien carecen de útero, contribuyen con la concepción del bebé. Esta no sería posible sin ellos, por lo que, al tratarse de su hijo quien viene al mundo, están en la potestad de elegir si la madre continúa o no con su embarazo. Ella no puede abortar sin consultarle primero a él o ignorar por completo su voto, pues podría acabar con la vida de un niño que el hombre sueña con criar. La mujer no debe adueñarse de una decisión que le corresponde del mismo modo al padre, ¿qué tal si ella no desea ejercer la maternidad, pero el padre sí quiere tener hijos?

—Entonces que busque a una mujer que comparta su mismo deseo —contesto sin más—. No tiene por qué influir en una elección propia de la madre. Ella cargará a ese bebé durante nueve meses y le cederá una parte de sí para desarrollarse. Todo ese proceso debe ser agradable y deseado, pero el embarazo se transformará en una experiencia traumática si resulta forzado. Los hombres, sean o no nuestras parejas, no pueden pasar por encima de nuestros cuerpos y decidir sobre ellos como si les pertenecieran. Para cerrar esta discusión, me gustaría señalar que el aborto es un derecho humano y que, como tal, debe ser garantizado, no debatido ni penalizado.

Una vez que el diálogo termina, la maestra Miranda nos felicita a mí y a Maritza. Esta última extiende su mano para estrechar la mía, pero tiro de esta para enfundarla en un abrazo. Que sostengamos posturas diferentes no tiene por qué convertirnos en enemigas acérrimas. Sé que, desde nuestros respectivos puntos de vista, ambas queremos lo mejor para las mujeres y la sociedad en general.

Me gusta ver cómo se marcha de lo más feliz con sus amigas luego de que Lily le entrega una de las paletas de caramelo. Presiento que hemos hecho un buen trabajo. O al menos eso piensa Katherine, quien comparte lo poco que queda de canchita con Alai. Recién en ese entonces soy consciente de que poseo el estómago vacío. Sin embargo, Lily parece tener la solución para ello, pues me entrega la paleta restante.

—Esta la compramos para ti. Tómalo como premio por tu excelente desempeño.

—¡Fue increíble! Desearía haber estado desde el inicio. Espero que haya una próxima vez.

Reconozco esa voz de inmediato.

—¿Jake?

El aludido me saluda desde el celular de Katherine. Sí que está por todos lados.

—Llamó durante el receso y decidimos traerlo con nosotras —me explica la dueña del teléfono. Jake sonríe. Creo que está en la cafetería de su escuela, pues tiene frente a él una bandeja con comida y lo rodean varias mesas. El lugar se ve muy concurrido—. Dijo que Oliver no le contestó.

Enseguida, dirijo mi mirada hacia él, quien procede a excusarse.

—Lo tenía silenciado. Pudo haberle marcado a Alai.

—Acordamos que ella se encargaría de la filmación. No iba a molestarla —recalca Jake. Oliver enarca una ceja.

—¿Y a mí sí?

—Pero claro. En eso consiste mi vida.

Oliver no alcanza a responderle, pues Alai interviene antes de que estalle una discusión. Una que posiblemente tardaría menos de cinco minutos en arreglarse, porque ambos no pueden pasar demasiado tiempo sin hablarse.

—He amado cada parte del debate —asegura mi mejor amiga—. Solo has hecho que reafirme mi posición y apuesto que tuviste ese mismo efecto en muchas chicas más.

—También nos han informado bastante —agrega Lily, lo cual me saca una sonrisa. Aquel era uno de mis objetivos—. Aprendí muchísimo escuchándolas.

—Maritza también lo hizo genial —reconoce Katherine—. Las dos han demostrado que se puede debatir sobre un tema como este sin lanzarse odio.

—Sería muy hipócrita de mi parte luchar por la abolición de la violencia contra la mujer y romper el pacto político de la sororidad insultando a otra solo porque no piensa como yo. Ambas merecemos el mismo respeto.

Antes de que pueda pedirle a Lily que me haga un espacio en su silla, Oliver me atrae hacia él y me quedo de piedra al sentir sus labios en mi mejilla. Apenas reacciono cuando me acomoda sobre su regazo. No estoy acostumbrada a recibir muestras de afecto en público, pues Dan nunca fue esa clase de novio conmigo. Pero Oliver hace que todo sea sencillo y se sienta tan correcto que no dudo en apegarme a su cuerpo, segura de que no obtendré un rechazo de su parte.

—No puedes ser más perfecta, Cris.

***
¡Hola! Y bien, ¿qué les pareció el debate? El capítulo no fue escrito con el objetivo de menospreciar los argumentos de una determinada postura, por lo que la información expuesta aquí está debidamente respaldada. Si bien no se trata de un debate académico, los datos presentados completamente verídicos. Tampoco hay una ganadora en el debate, pues no se busca imponer ninguna forma de pensar ni se pretende vender como correcta una cierta ideología. Quien haya ganado, queda a la libre interpretación de cada persona que lea esta parte de la historia 💜

¿Ustedes están a favor o en contra del aborto? ¿Por qué?

Desde ya, aclaro que mi postura es a favor por todos los motivos planteados por mi querida Cristel. Disfruté mucho escribiéndola en este capítulo. Creo que lo hizo bastante bien 💚

Y no nos olvidemos de Maritza. Ella también se esforzó muchísimo. Le deseo lo mejor. Estoy muy orgullosa de ambas 💙

Gracias por leerme hasta aquí, ¡nos leemos el próximo domingo! 👋🏻



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