28| Seamos música

Le echo un vistazo al retrato de Cristel para asegurarme de que haya quedado perfecto antes de entregárselo. Ella se merece un buen trabajo, así que me encargo de revisar las proporciones y que la luz genere las sombras adecuadas. No creí adecuado dejar en blanco y negro la imagen de alguien tan resplandeciente y cuya energía nunca se agota, por lo que usé muchos colores. El resultado me cautivó.

Mi parte favorita es su sonrisa. Aunque también me encanta el brillo que desprenden sus ojos. El dibujo abarca hasta sus hombros, donde le cae el cabello. Ha crecido un poco desde que se lo corté por accidente, lo cual me alegra, porque a ella le gustaba tenerlo así. Luce preciosa, pero me parece mucho más bonita en persona.

Se encuentra a tan solo unos metros de mí, mas no sonríe como de costumbre. Me doy cuenta rápido de que está discutiendo con Madison. No escucho lo que dicen, por lo cual decido acercarme.

—¿Me crees tan estúpida como para tragarme la historia que se están inventando? No entiendo qué buscan con todo esto. —Quien no comprende lo que sucede soy yo. No obstante, a jurar por lo enojada que suena Madison, debe tratarse de algo serio—. Quieren a arruinarle la vida a una persona inocente, pero no van a salirse con la suya. Ni siquiera tienen pruebas.

—¿No piensas que las conversaciones son bastante convincentes?

—¿Cómo sé que no las han falsificado?

Un mal presentimiento se adueña de mi pecho. No me gusta el ritmo que ha tomado la conversación. No entiendo de qué hablan, pero parece tratarse de algo serio.

—¿Todas ellas? Se han recolectado seis testimonios, sin contar con los de estudiantes de otras escuelas y hasta la denuncia que le puso una docente —recalca Cristel. Ninguna recae en mi presencia, así que opto por no intervenir—. No estamos mintiendo. Intentamos decir la verdad, solo que nadie se detiene a escucharnos.

—Pues perdóname por desconfiar de una desquiciada con complejo feminista salvadora social.

¿Cómo acaba de llamarla?

—¿Me ves capaz de engañar a la gente con un tema tan delicado como el acoso sexual?

Siento que mi corazón se detiene por una fracción de segundos en la que comienzo a temer lo peor. Pensar que puede hallarse en peligro me produce escalofríos. No soportaría que le ocurriese algo malo.

—Tal vez al resto le falten unas cuantas neuronas, pero yo no voy a tragarme todo ese espectáculo que has montado en redes sociales. Deja de hacerte la víctima diciendo que sientes miedo por la integridad de nuestras compañeras. —Madison le da un repaso con la mirada. No obstante, en lugar de cohibirse, Cristel avanza hacia ella—. Te aseguro que no tienes de qué preocuparte, porque, al menos a ti, nadie te violaría.

Suficiente. No toleraré que le hable así.

Aunque guarda silencio, sé que no se ha quedado en blanco. En realidad, le duele tener que defenderse de ella. Para Cristel las demás chicas no son sus rivales, sino que la inspiran a luchar por un futuro libre de violencia. Por eso le afecta tanto que, en vez de respaldarse las unas a las otras, algunas prefieran lanzarse odio entre sí.

Solo deja de mirar a Madison cuando me reconoce y sus ojos viajan hasta conectarse con los míos. Se relaja al momento en que rodeo su cintura y me coloco a su costado. Sé que no necesita mi ayuda para escapar de la situación, pero eso no significa que me apetezca guardar silencio.

—Basta, Madison. Si no tienes intenciones de aportar algo positivo, está bien. A Cristel no le haces falta —enfatizo, de modo que su atención ahora recae en mí—. Quizá no te interesen los casos de violencia de los que cualquier mujer puede ser víctima, pero tampoco vengas a ponerles las cosas más difíciles a las personas que intentan resolver un problema tan grande como ese. Por más que te empeñes en obstaculizarles el camino, seguirán esforzándose para que tú vivas en una mejor sociedad. Te aconsejo que reflexiones al respecto.

La observo apretar los labios, como si se contuviera para no soltar un puñado de insultos aún más hirientes, pero no agrega nada más. Da media vuelta y se pierde por el pasillo, tal vez al sentirse en desventaja. Cuando ya se ha alejado lo suficiente, Cristel se voltea hacia a mí y me abraza, cercanía que aprovecho para depositar un beso en su cuello. Solo quiero alegrarla.

—Gracias. No sabía que estabas ahí. —Me separo de ella para examinarle el rostro en busca de lágrimas y expulso un suspiro de alivio cuando no encuentro ninguna—. Creo que a Madison no le caigo muy bien.

—Eso no le da derecho a atacarte.

—Llegaste a oírlo todo, ¿no? —Asiento y la atraigo hacia mí al percatarme de que le tiemblan las comisuras—. No sé si esperaba que me tomase lo último como un insulto, pero en definitiva no lo considero un halago. Habla como si una mujer debiera desear ser violada, como si eso fuese sinónimo de que posee los atributos suficientes como para que los demás no puedan resistirse a ella. Me repulsa que piense así. El riesgo de nosotras de sufrir violencia no depende de si cumplimos o no con los cánones de belleza establecidos. No se trata de «tu cuerpo es un asco, así que estás libre de peligro». Esa lógica responsabiliza a las mujeres de los abusos a los que se hayan expuestas, que no tienen nada que ver con ser «hermosas», sino que se dan por el simple hecho de pertenecer al género femenino.

Me encanta que sea tan consciente de las cosas, pero me apena que mucha gente no.

—Madison no lo ve de ese modo. Aún no comprende que una violación nunca será deseada, porque, al momento en que hay consentimiento, deja de llamarse así.

—Me duele que se comporte de esa forma.

—Lamento que tu día empezara mal. Traje algo para ti que espero lo mejore un poco. Ayer terminé el retrato como te prometí. Estaba esperando a que llegaras para dártelo. —Coge la hoja enseguida cuando se la tiendo, casi arrebatándomela de las manos. Sus pupilas recorren cada arista del papel, mas no siento como si juzgara mi trabajo—. ¿Te gusta?

—Me encanta, ¿puedo quedármelo?

—Desde luego. Lo hice para ti —le sonrío—. Cuando no te sientas a gusto con tu físico y te asalten las inseguridades, solo mira el dibujo. Te recordará lo hermosa que eres. No utilices a la sociedad como espejo, úsalo a él. Si te dejas llevar por cómo te percibe esta, terminarás hundiéndote. Mejor contémplate desde otra perspectiva, desde la de la gente que te aprecia de verdad. A sus ojos siempre serás perfecta. Nadie que realmente te quiera dudará en prestarte sus gafas para que te observes con claridad y redescubras tu valor.

—¿Tú me cederías las tuyas?

—Te las obsequiaría.

Se descuelga la mochila de un hombro y extrae el primer cuaderno que encuentra para resguardar en su interior el dibujo. Entreveo el mástil de su ukelele, instrumento que trae a la escuela a casi todos los días, porque detesta separarse de él. Los dos estamos en medio del pasillo, pero ya no lo percibo como un laberinto repleto de bestias feroces. Incluso olvido que nos encontramos rodeados de gente. Creo que ambos creamos nuestra propia atmósfera.

—Gracias por ayudarme a reconciliarme conmigo misma. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero estás haciendo muchísimo por mí.

—Y tú eres la clase de persona que necesitaba que apareciera en mi vida.

—Pues te aseguro que no me iré nunca.

Se lanza a mis brazos y, aunque al principio me toma por sorpresa, reacciono levantándola del suelo unos centímetros. Comienzo a acariciarle la espalda y me inclino levemente para besarle la sien. Es en ese instante que descubro que ya no me atemoriza la escuela, porque por fin he hallado en ella un espacio seguro. Sin embargo, la persona que se encargó de construir uno para mí se aleja de repente. Apenas bajo la mirada, noto que entrecierra los ojos con fuerza. Sé que quiere decirme algo, pero no se le ocurre cómo comenzar.

—¿Qué sucede, Cris? Puedes contarme lo que sea.

—Mis amigas me llamaron ayer por una razón y lo que descubrimos no me deja tranquila —reconoce, con lo cual vuelven a encenderse mis alarmas.

—Me estás preocupando.

Antes de que pueda responderme, el profesor de Aritmética pasa por nuestro costado para adentrarse en el aula adyacente a la nuestra, donde dictará clase la primera hora. Suele llegar bastante temprano. Yo le contesto el saludo, mas Cristel permanece en silencio. Ninguna palabra brota de su garganta y hasta me parece verla palidecer. Estoy a punto de preguntarle qué ocurre cuando retrocede y me jala del brazo para arrastrarme consigo.

Me deja parado en medio del pasillo y camina de regreso al del salón. No ingresa, pero sí observa el interior. Después retorna hacia mí, un poco más tranquila. Al menos, ya no se le entrecorta la respiración.

—Creo que ya te haces una idea de lo que pasa. El maestro Rogers les escribió a dos de mis amigas para proponerles mantener relaciones con él.

Por poco me atraganto con mi saliva.

—¿Que hizo qué? —Alzo la voz automáticamente y llamo sin querer la atención de los estudiantes que circulan a nuestro alrededor. No obstante, Cristel se coloca un índice sobre los labios y me esfuerzo por fingir serenidad, aunque aquello me cuesta demasiado—. Pero, ¿cuántos años tiene ese maestro? ¿Cincuenta? ¿Qué mierda busca con jóvenes de dieciséis? Casi les triplica la edad.

—Por eso me daba miedo venir hoy —confiesa, lo cual entiendo a la perfección—. ¿No entraste a Instagram ayer?

—No entro a mi cuenta muy seguido, ¿por qué la pregunta?

Tira de mi mano para que nos alejemos del concurrido pasillo y nos dirigimos al patio. Corre tanto viento que Cristel se estremece, así que la atraigo hacia mí para hacerla entrar en calor. En estos momentos, la loza deportiva que se encuentra al costado de nuestro pabellón yace vacía, por lo que caminamos hasta allí y nos sentamos en la pequeña gradería. Los recuerdos del día en que la conocí me instalan por lo menos una pizca de bienestar mental en medio de tanta incertidumbre.

—Publiqué las conversaciones que me envió una amiga y les pedí mis seguidores que les dieran difusión —comenta mientras juguetea con el collar que cuelga de su cuello—. No sé si los directivos del colegio estén al tanto, pero el padre de ella ya presentó la denuncia a la comisaría y planea se acercarse a la escuela hoy para hablar con la directora.

—Alguien así representa una amenaza para la sociedad. Un peligro como ese no debería tener la oportunidad de vincularse con menores de edad. Ni con nadie, en realidad. Ojalá lo despidan pronto —expreso con sinceridad. No suelo desearle cosas malas a los demás, pero él se lo merece.

—Temo ser la siguiente. Me asusta sobre todo porque presiento que mis padres no me creerían. Y en caso de que lo hicieran, apuesto que mi madre me culparía —titubea y de a poco, su voz se apaga.

—Pues yo siempre confiaré en ti. Tú nunca acusarías a una persona inocente para obtener beneficios de cualquier tipo.

—Me duele que mis padres sí —admite en un susurro. Coloco una mano sobre su rodilla y trazo círculos con la yema del pulgar en un intento de calmarla—. Por más que trato de hacerlos cambiar, dudo conseguirlo algún día. No estoy en la obligación de educar a nadie, pero me gustaría que entendieran lo que ocurre.

—Seguro que en el fondo ellos también te adoran, Cris. Tarde o temprano se darán cuenta. Creo que el amor que sienten por ti es lo suficientemente fuerte.

—Pero, ¿qué se supone que haga mientras tanto? ¿Tolerar sus comentarios machistas?

—Aferrarte a tus principios y no detenerte hasta construir un mejor futuro.

Cristel me sonríe a duras penas. Se descuelga la mochila de los hombros y la posiciona sobre su regazo para extraer su ukelele. Su teléfono emite una vibración, así que lo saca también. Intercambia un vistazo conmigo antes de teclear en su móvil, en respuesta, posiblemente, a un mensaje de sus amigas.

—Me encanta la música y lo que más amo de ella es que puede ayudarte a llevar un mensaje —asegura, en tanto abraza su instrumento musical—. Yo quiero abrirle los ojos a las personas que creen que la violencia de género se presenta solo en casos aislados, que piensan que las víctimas son culpables de los delitos que se cometen en su contra, que consideran que no tenemos el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos y que califica al feminismo como una respuesta exagerada ante la opresión patriarcal cuando, en verdad, consiste en la lucha por la libertad que las mujeres merecemos. Sueño con una sociedad mejor para las futuras generaciones, para que no nos falte ni una más. Esa clase de mensaje deseo transmitir y, a través de mis letras, tengo la esperanza de tocar cientos de corazones.

—Entonces no dejes de cantar. A mí me encanta escucharte.

—Utilizaré todo lo que esté a mi alcance para cumplir mis objetivos —afianza, lo cual tomo como una promesa. No dudo que los concretará—. Por esa razón recurrí a las redes sociales, ellas me permiten llegar a una audiencia mayor. Necesitaba que la gente oyese nuestra voz, por eso decidí exponer al maestro Rogers. Ayer por la noche la publicación ya tenía más de mil comentarios. Sirvió de mucho que Jake también la compartiera en sus historias. —Sonrío al pensar en mi primo. Él jamás se mostraría indiferente ante una situación como esa—. En cierto modo, me alivia saber que no me encuentro sola. Mis amigas están conmigo y del otro lado de la valla, los tengo a ustedes.

Jake no me comentó nada al respecto cuando lo llamé por teléfono ayer, así que debió enterarse luego de que nos despidiéramos. Apenas llegué a casa, no me resistí a marcar su número para contárselo todo en una charla que superó las dos horas. Por primera vez, fui yo el que más habló de los dos. Normalmente es él quien dirige la conversación mientras que me limito a contestar con monosílabos. No porque no me interese lo que dice, sino porque se me da mejor escuchar.

Sin embargo, en esta ocasión los roles se invirtieron, aunque Jake no paraba de hacerme preguntas. Y sí, al final me sacó en cara que tenía razón al decir que me gustaba Cristel.

—Esperamos haberte demostrado que aún existen hombres normales en el planeta y que nosotros formamos parte de ellos —reafirmo. Siempre estaremos de su lado—. Los anormales son esos que resultan acosadores, violadores y asesinos. No todos pertenecen a ese grupo, pero sí los suficientes como para que las mujeres teman no regresar a casa, salir de fiesta, subirse a un taxi, usar la ropa que quieren, terminar una relación, sufrir abuso sexual y ser una cifra más de feminicidio. Ellos tienen la culpa de que ustedes sobrevivan en lugar de vivir.

Fuerza una sonrisa y aprieta mi mano. No espero que me agradezca por empatizar con ella. El respeto debería ser intrínseco de cada persona, por lo que las mujeres ni siquiera deberían verse en la obligación de exigirlo.

—Sé que con todo esto no hemos tenido tiempo para hablar acerca de lo sucedido ayer, pero...

—Mis sentimientos por ti no han cambiado, por si te lo preguntas.

—¿Entonces no piensas que lo que ocurrió entre nosotros fue un error? Porque yo no me arrepiento de nada.

Mentiría si dijera que eso no me alivia. Me preocupaba un poco que me pidiera que lo dejáramos pasar. Por fortuna, ninguno califica lo de ayer como una equivocación. Yo, más bien, lo considero una bendición. Conocerla fue, sin duda, el mejor golpe de suerte que tuve.

—He cometido muchos errores a lo largo de mi vida, pero no creo que declararte mis sentimientos forme parte de ellos. —Me mantengo firme en mi postura, aunque a una parte de mí todavía le cuesta asimilar que esto en verdad esté sucediendo—. No quieres que lo olvidemos, ¿o sí?

—No creo poder hacerlo alguna vez. Si fuera por mí, lo repetiría justo ahora.

—¿Qué te lo impide?

—Estamos en la escuela, Oliver. —A este punto, ya ni me acordaba. Siempre que estoy con ella, todo a mi alrededor se traslada a segundo plano—. Si algún maestro pasa por aquí y nos ve, nos meteremos en problemas. Eso sin contar que las clases ya comenzaron y nos estamos saltando la primera hora.

—Prefiero quedarme aquí contigo.

—Pero no te molestaría algo de compañía, ¿no?

—Me serviría para reforzar mis habilidades sociales, así que no me vendría mal.

Mucho menos si quienes se acercan son sus amigas, pues poseen una habilidad para hacerme sentir cómodo en cualquier circunstancia, casi igual que Cristel. Al cabo de un rato, llegan a donde estamos nosotros y, pese a que no sonríen, me alegro de verlas. Eso significa que están bien, al menos físicamente. Ella intercambia una mirada con Alai, mediante la cual deduzco que su mejor amiga ya lo sabe todo. Lily, Katherine y Maritza caminan hacia las graderías de la loza deportiva. El cielo yace repleto de nubes grises y temo que pronto empiece a llover, porque eso nos obligaría a volver adentro. El silencio reina de tal manera que arrasa con los recuerdos de los partidos que alguna vez se jugaron aquí.

Durante unos minutos, ninguna habla. Lo sucedido con el profesor de Aritmética las trae bastante preocupadas. No parecen albergar motivación alguna para permanecer todo en el día en la escuela, hecho que entiendo. A mí tampoco me entusiasma verle la cara a un acosador.

—Perdón si interrumpimos, pero no teníamos ganas de asistir a clase —confiesa Alai. Toma asiento al lado de Cristel y las demás la siguen.

Katherine entrelaza su brazo con el de Maritza, junto a la cual se acomoda Lily. Nadie dice nada, así que decido romper el silencio. Solo quiero que se sientan seguras.

—Sé que están atravesando una situación complicada. Lo que menos puedo hacer por ustedes es acompañarlas.

—Oliver está al tanto de lo sucedido con el profesor Rogers —aclara Cristel, quien se gira levemente hacia sus amigas. Alai me sonríe, o siquiera lo intenta.

—No conozco a las chicas afectadas. Solo espero que pronto obtengan justicia y que la escuela se haga responsable. Nada de esto hubiera ocurrido si no hubiesen contratado a un maestro con denuncias previas —aseguro, con la impotencia atorada en el pecho.

—Una de esas fui yo. —Emplea un volumen tan bajo que se me dificulta identificar a quién le pertenece la voz. No obstante, Katherine alza la mirada minutos después y entiendo que se trata de ella—. Las conversaciones que publicó Cristel son las mías con el profesor Rogers. Me invitó a salir con él y amenazó con reprobarme si no aceptaba.

—El mismo que aprovechó para manosearme las piernas cuando me acerqué para preguntarle algo sobre el próximo examen —se le une Maritza. Siento que se me congela la sangre y como si fuese un acto reflejo, me aferro a la mano de Cristel—. Solo quedábamos los dos en el salón. No había testigos, así que pensé que nadie me creería.

Me basta con ver el miedo en sus ojos para confiar en ella. Me he sentido igual tantas veces que identificaría esa emoción en cualquier persona.

—Lamento tanto que hayan tenido que afrontar esas circunstancias. Ser mujer no es sinónimo de sufrir violencia, pero el patriarcado se empeña en violentarlas y hacerles creer que sí.

Aunque me percato de lo mucho que le duele que esa sea la realidad, Cristel parece de acuerdo conmigo. Sin embargo, guarda la esperanza de formar parte de un futuro feminista, donde la libertad forme parte de todos los días y en el cual no falte ni una.

—Existen dos tipos sonidos en el mundo: los estruendos y las melodías —clasifica, con la vista fija en sus amigas—. Los primeros son ruidos desarmonizados que resultan nocivos para el oído humano. Pueden generarle un daño irreversible y severo. A nadie le gustan, pues provocan malestar en quien los escucha. Las melodías consisten en fusiones musicales armoniosas, capaces de instaurarle paz a una persona. Le provocan placer y, a diferencia de los estruendos, le transmiten mensajes positivos. Alientan a los demás a sobreponerse ante los malos tiempos, les sacan sonrisas y les alegra el día, razón por la que tantos la aman.

» No podemos ser silenciosos frente a las injusticias, porque eso eleva el riesgo de que perduren en la sociedad. Tenemos que hacer el mayor ruido posible para armar un ejército que nos ayude a tirar abajo cualquier sistema opresor —afirma, dispuesta a lograrlo a como dé lugar—. Pero debemos procurar emitir sonidos amenos. Está bien ser ruidosos, siempre y cuando reproduzcamos melodías y no estruendos. Si alzamos la voz, que sea para luchar y no para criticar, para animar y no para ofender, para reivindicar derechos de un grupo y no para atacar los de otro.

—Eso haremos, por las que quedan y las que faltan. Nos esforzaremos porque nuestra música se escuche en todos los rincones del planeta —le promete Alai, igual de decidida que su mejor amiga.

—No nos detendremos hasta que este sea un entorno seguro para nosotras y podamos venir a clases con la certeza de que nada malo nos ocurrirá dentro de las aulas —asevera Lily, cuyas palabras suenan como un decreto.

—Me reconforta tener a gente que me apoya. Si hubiese estado sola, no sé si me habría atrevido a denunciar lo sucedido —reconoce Katherine, cuyos ojos yacen fijos en el frente—. Temía que mi padre no creyera en mí, pero lo hizo. Incluso me ofreció quedarme en casa hoy, mas no quería dejar de verlas.

Sus amigas la observan con tristeza y Lily expulsa un suspiro. Pese a que la loza deportiva continúa vacía, permanezco atento a nuestro alrededor por si aparece el profesor de Educación Física. Transcurren unos minutos hasta que Maritza levanta la vista del suelo y la centra en Cristel.

—¿Puedes tocar algo de música? No me gusta mucho estar en silencio.

La aludida clava las pupilas en su ukelele, el cual sobresale de su mochila. Acaricia el mástil en tanto se debate internamente entre cogerlo o no, pues podrían escucharla y llamar la atención de algún maestro. Sin embargo, como si esa fuese la única manera de sentirse al menos un poco mejor, acomoda el instrumento sobre su regazo y empieza con a rasguear las cuerdas según la melodía de la canción.

Palabras que te pegan como un huracán
Miradas que no sabes bien a dónde van
Dime qué pasaría si no hubiera nadie
Siguiendo mi camino, yo sé a dónde voy
Sintiéndome insegura y aunque no lo soy
No ver tus intenciones me hace vulnerable

Siento como si su voz me acariciara, aunque a la misma vez la realidad me golpea. Su voz me transporta a lo más profundo de su alma. Me abre las puertas para entrar y me permite ver tanto sus sueños como sus miedos e inseguridades. En su interior no solo encuentro la fuente de su luz, sino también los fragmentos de sus ilusiones rotas. Me pregunto qué color estará observando ahora. Quizá la canción tenga tonos azules que hagan juego con la triste realidad que expone la letra o tal vez posea una tonalidad verdosa que simbolice la esperanza de que algún día las cosas mejorarán.

Son miles de historias que están enterradas en algún cajón
Son tantos gritos que no escucha nadie
Tantas preguntas tan inevitables

El corazón se me encoge al ser consciente del problema. Estoy informado al respecto, aunque leer tantas noticias de chicas desaparecidas que son intensamente buscadas por sus familiares, quienes se ahogan en llanto, me produce escalofríos. Y si yo, que no formo parte del grupo hacia el cual se dirige la violencia, siento temor, ¿qué tanto les asustará esto a ellas? No me lo puedo ni imaginar.

¿Cómo logramos que cuando haya un beso solo sea uno de esos que no te hacen daño?
Que de un abrazo todo el mundo salga ileso
Que no esté mal quedarnos solas entre extraños
¿Cómo hacemos que cualquier mirada siempre esté librada de interpretaciones?
Que ni una más deba permanecer callada
Que ni una más sufra por dobles intenciones

Esas mismas preguntas me formulo y me exaspera no encontrarle respuesta. Nunca nadie me ha violentado por el simple hecho de ser hombre, por eso me parece tan inconcebible que las mujeres vean en riesgo su vida simplemente por pertenecer a ese género.

Ya no quiero pretender que es normal sentirse así
Ya no volveré a ignorar el silencio tras de mí
Si callarnos no va a cambiar las cosas, sabes que esa la realidad

Cristel continúa cantando hasta que se reanuda el coro y repite las estrofas anteriores. Con cada nota, siembra en mí la esperanza, sentimiento que, a jurar por las expresiones de sus amigas, creo compartir con ellas. Luego de esto, me ha quedado totalmente claro que la magia que desprende su música es capaz de unir cientos de almas, por más opuestas que sean.

***
¡Hola! ¿Qué les ha parecido la canción de este capítulo? La letra me hace sentir mucho. Creo que se asemeja bastante a la realidad, por lo que decidí incluirla en el libro. Recuerden que estamos juntas en esto 💜

¿Qué medidas creen que tomen las autoridades de la escuela? ¿Qué opinan sobre la actitud de Madison? ¿Y acerca de Cristel?

Ojalá que hayan tenido una linda semana, que vivan libres y seguras. Muchas gracias por leer hasta aquí. Nos reencontramos el domingo que viene. Cuídense mucho, tomen agua, coman a sus horas y duerman lo necesario 🫂✨️

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