23| El estallido de la tormenta

El camino de regreso es tan silencioso que siento como si estuviéramos dentro de una burbuja que nos aísla de cualquier sonido proveniente del exterior. Todavía no termino de procesar lo sucedido, pero soy consciente de que debo hacerlo cuanto antes. Nos dirigimos hacia la casa de Oliver, así que más nos vale preparar una buena explicación para cuando él o su padre pregunten por qué Jake tiene sangre en el labio, tierra en la ropa, el pantalón rasgado y un raspón en el cuello.

Alai lo jala del brazo para que avance más rápido y este se deja arrastrar por ella sin replicar. Yo intento seguirles el paso mientras me aferro con fuerza a mi casaca. No sé si porque ha comenzado a hacer frío la fría ventisca que sopla contra mi cuerpo o porque estoy a punto de conocer la casa de Oliver. Y desconozco su reacción al enterarse de lo ocurrido.

Sin embargo, lo averiguo cuando llegamos al cabo de unos minutos y nos toca llamar al timbre, dado que Jake olvidó las llaves. Oliver abre la puerta y su mirada se posa sobre mí. Creo que eso le saca una sonrisa, pero esta se desvanece al instante en que observa a su primo.

—¿Por qué estás sangrando?

—No te preocupes por mí. Steven y Wilder quedaron peor. Me parece que al último le rompí la nariz. En fin, ¿tienes hambre? Se me antojan unos panqueques con...

Se encoge de hombros sin tomarle mucha importancia y lo rodea para entrar en casa con total tranquilidad. No obstante, Oliver no pasa por alto sus palabras y lo sigue al interior. Ni siquiera nos invita a ingresar, pero lo hacemos de todos modos. No luce para nada contento. Mantiene la frente arrugada y lo escucho maldecir por lo bajo.

Su sala de estar es mucho más pequeña que la mía, lo cual atribuyo a que normalmente el lugar lo ocupan solo dos personas. Las paredes pintadas de un verde opaco nos envuelven por completo y mi mirada se pierde contemplando los portarretratos bajo la mesa del televisor. Reconozco a la madre de Jake en casi todos, ya que él me ha enseñado varias fotografías de ella. Sin embargo, me llama la atención que en ninguna aparezca la mamá de Oliver. Parece haberse esfumado o jamás haber existido.

El resto del ambiente lo conforman cuadros que no hacen más que darle vida. Quiero preguntarle si los ha pintado, pero este no aparenta ser un buen momento.

—¿Qué les hiciste? ¿Peleaste con ellos? Porque no recuerdo haberte pedido en algún momento que fueras a confrontarlos.

—Solo queríamos que te dejaran en paz —enfatiza Jake.

Los ojos de Oliver se clavan en nosotras dos y por primera vez, siento que le disgusta tenerme aquí. De pronto, mis latidos se ralentizan, como si de pronto a mi corazón le doliera continuar con su trabajo de bombear sangre.

—¿Ustedes no lo detuvieron?

—¿Por qué iba a hacerlo? —le cuestiono—. Tú no planeabas enfrentarte a ellos, así que Jake se encargó de la parte sucia.

—No puedes pedirnos que seamos indiferentes a lo que te ocurre —interviene Alai, quien coloca una mano en mi hombro apenas nota que mi respiración se acelera—. Y mucho menos si contamos con alguien dispuesto a darles su merecido.

—Así que tú también lo sabes. —Oliver expulsa un suspiro y se pasa una mano por el rostro. Después se gira hacia su primo, quien no sé qué truco utiliza para conservar la calma. Quizá desquitarse le vino a bien—. Colócate un poco de hielo en el labio, ¿quieres? Y cámbiate de ropa. Papá se asustará si llega y te ve así.

—¿Ha salido?

—Llevó a reparar su tableta gráfica. La necesita repararla para mañana. Mientras tanto, sería de mucha ayuda que te arreglaras la cara.

—Luzco igual de atractivo así.

Quizás en otra ocasión lo hubiera hecho, pero en esta Oliver no se ríe, por lo que Jake prefiere no insistir. Ninguno entiende por qué de repente luce tan enojado, aunque en sus ojos distingo mucho más que eso. Entreveo miedo, tristeza y angustia. Las tonalidades de todos esos sentimientos se fusionan y los descubro reflejados en el color de sus iris cuando me mira después de que Alai se marche junto a Jake en busca del botiquín, de modo que solo quedamos nosotros.

No solemos separarnos cuando salimos, pero esta es una situación que necesito resolver por mi cuenta y ella lo sabe. Aun así, permanezco sin decir nada porque las fotos vuelven a llamar mi atención y, como si presintiera que intento unir las piezas del rompecabezas que evita a toda que alguien arme, Oliver se aclara la garganta.

—Estoy aquí por si lo has olvidado.

—Jamás lo haría —le aseguro y centro mi mirada en él—. Justamente por eso me resultó imposible no involucrarme. No aceptaré el rol de espectadora cuando dos imbéciles te están sometiendo a un infierno que no mereces. Ninguno iba a detenerse por arte de magia, así que intervenimos. Avísanos si vuelven a meterse contigo.

Oliver niega con la cabeza y se masajea la sien. No escucho su voz hasta dentro de un rato. Esta ya no suena como una melodía.

—¿Para que les den otra paliza? ¿Acaso no entienden las consecuencias que traerá esto? Ahora todo será peor.

—¿Peor? Por fin podrás salir a la calle sin miedo a encontrarte con ese par.

—Yo no les pedí que hicieran nada. Era problema mío, no suyo —sentencia de forma contundente. Parpadeo repetidas veces en un intento de asimilar lo que sucede, ¿acaso está enojado conmigo? —. ¿Piensas que así me dejarán en paz? Van a desquitarse conmigo la próxima vez y no quiero que me golpeen la espalda con una botella de cerveza de nuevo, ¿crees haberme ayudado? Pues no, acabas de ponerme las cosas aún más difíciles, ¿eso querías? ¿Ya estás feliz?

Que crea eso de mí hace mi corazón se resquebraje. Poseo la certeza de que se repondrá pronto, pero eso no atenúa el dolor.

—Sabes que nunca te desearía algo malo —asevero, porque parece haberlo olvidado—. ¿Vas a enojarte solo porque, a diferencia de ti, yo sí tuve el valor suficiente y decidí alzar no quedarme callada? Quizá tu estés muy cómodo en tu papel de víctima, pero no soy como tú.

Enseguida me arrepiento de haberlo dicho. No solo por la manera en que sus ojos se cristalizan, sino porque eso va en contra de toda la justicia que defiendo. A ninguna persona le gusta que abusen de ella. Acabo de expresar una idea que no me representa.

—Lo han estropeado todo, ¿no comprendes? —Sus manos se cierran alrededor de mis brazos con una delicadeza que contrasta con su timbre—. Cada golpe me lo cobrarán a mí. Ya sufrí demasiado con que me defendieras el otro día. Eres una chica y...

—Y no me quedé callada como me corresponde, ¿a eso te refieres?

—No pensaba decir semejante estupidez, sino que...

—¿No ves que estoy tratando de cuidarte? No creí que tuvieras la masculinidad tan frágil. —Me zafo bruscamente de su agarre e identifico un atisbo de culpabilidad en sus ojos. Quizá piensa que me ha lastimado, pero no me molesto en aclararle que no—. Me preocupo por ti, ¿no te das cuenta? No quiero que vuelvan a lastimarte. Sé cuánto duele pensar que no hay nada bueno en ti. Me he sentido así tantas veces por culpa de un idiota que intento evitar que pases por lo mismo.

—Pues necesito que dejes de protegerme —murmura. Ya no me mira, ahora me da la espalda y se pasa una mano por el cabello—. Ellos te arrastrarán al mismo pozo que yo antes de que lo notes y no quiero que te arruinen la vida a ti también. Tú no mereces que destrocen tus sueños. Conozco de lo que Steven y Wilder son capaces. No se olvidarán de esto de la noche a la mañana y si alguien debe afrontar las consecuencias, prefiero ser yo en tu lugar.

—Hablas como si fuese débil. Puedo cuidarme sola, no hace falta que seas tan considerado conmigo.

—Tengo eso claro, pero...

—Basta de excusas. —Lo tomo del hombro para obligarlo a voltearse—. Estoy cansada de darle mi cien por ciento a una persona que no lo valora y me pide que le entregue menos porque es incapaz de devolverme el mismo porcentaje. Estoy harta de defender a alguien que se siente humillado cuando lo hago por el simple hecho de que soy una chica. No esperaba que fueses como el misógino de Dan.

Enseguida me arrepiento de compararlo con él. Sus facciones se contraen y se queda sin energía para replicar. Desearía rebobinar el tiempo y evitar que lo último alcance sus oídos, pero ya no hay vuelta atrás.

—En ese caso, deberías distanciarte de mí. Te mereces a alguien mejor.

—Lamento haber dicho eso, no quise...

—Ya lo hiciste, Cris. No puedes pretender que no —me interrumpe, y por más que persigo su mirada, esta rehúye la mía—. Se hace tarde. Deberías marcharte a casa.

—¿Me estás echando?

—Te estoy alejando.

—¿Por qué?

Me regaño a mí misma por formular preguntas de las cuales puede afectarme la respuesta.

—Porque no me apetece estar con nadie ahora.

—¿Ni siquiera conmigo?

—Por favor no vuelvas esto más difícil. Perdón por cómo te hablé hace un esto. Vete a casa y avísame cuando llegues. Ten cuidado, ¿sí? Ya es de noche.

—No me iré sin Alai.

Como si la hubiese invocado, ella regresa seguida de Jake. Intercala vistazos entre nosotros desde la puerta que colinda con la cocina, sin animarse a intervenir debido a que la tensión envuelve por completo el ambiente. Sin embargo, a pesar de la bolsa de hielo que apoya contra su labio inferior, él esboza una sonrisa que para nada logra suavizar la situación.

—Ya terminé reconstruirle la cara Jake. Podemos irnos.

—No fue para tanto —asegura el aludido—. Ellos se llevaron la peor parte. Lo simpático a mí no se me quita ni con cincuenta golpes.

—¿Y lo impulsivo sí? —retruca Oliver, lo cual suena más bien como un reproche. Dirige la vista hacia nosotras y luego voltea a ver a Jake—. Despídete de ellas. Se hace tarde y deben volver a casa.

Pese a que no hay forma de que haya escuchado nuestra discusión, estoy segura de que Jake se da cuenta de mi malestar. Me estruja con fuerza entre sus brazos y no me suelta hasta que empiezo a quejarme porque me duelen las costillas. Alai toma mi mano y masajea suavemente mis nudillos mientras nos dirigimos hacia la puerta. Lo último que escuchamos antes de salir es a Jake pidiéndonos que le avisemos cuando hayamos llegado a casa.

Una vez fuera, el viento sopla en nuestra contra, mas no siento el frío que debería. Alai camina a mi par y su cuerpo junto al mío me transmite todo el calor que necesito. Sin embargo, la pelea que mantuve con Oliver no deja de reproducirse en mi mente y nada puedo hacer para borrarla de mis recuerdos, por más que me gustaría. Siempre me consideré a mí misma como una persona racional, pero temo haberme dejado llevar por la impotencia y haberlo arruinado todo, ¿realmente actué de la forma correcta?

Aunque no sé si Alai tenga una respuesta para ello, elijo preguntárselo de todos modos con la esperanza de librarme de la retahíla de dudas que me asaltan y se clavan como agujas en mi piel. Quiero que me diga que las cosas se pondrán mejor, aun si eso implica mentirme.

—Alai.

—¿Sí?

—¿Piensas que hayamos cometido un error al reaccionar así?

—Pienso que ahora siquiera existe una mayor probabilidad de que se detengan —admite, en lo cual decido creer—. A esos dos imbéciles no les importa el bienestar de las personas. Nunca reflexionarán acerca de por qué está mal lo que hacen. Puede que incluso lo sepan y les dé igual. Creo que la gente solo deja de lastimar a los demás porque recapacita acerca de la maldad de sus acciones o por temor a represalias. En este caso, no tuvimos más opción que recurrir a la segunda.

—Es decir que no tienen remedio —concluyo.

—Hace cinco años, lo intenté todo. —Conforme llega al final de la oración, su voz se apaga, así que se aclara la garganta—. Mis padres fueron a hablar con el director para que le pidiera a Wilder que cambiara de comportamiento. Lo reporté con los maestros tantas veces como pude. Acudí a cada adulto que tenía a mi alcance. Y nada funcionó. Yo me cambié de escuela porque no lo soporté más, pero Wilder sigue siendo el mismo idiota de siempre y no tardó en hallar otra víctima.

—Oliver teme que todo empeore.

—Empeorará para ellos si Jake se entera de que han vuelto a fastidiarlo.

En eso tiene razón. Él nunca dejaría que se salieran con la suya.

—Aun así, siento que debería disculparme con Oliver.

—¿Ocurrió algo más entre ustedes?

Me pesa tener que asentir.

—Lo llamé misógino. Y no porque considere que en realidad lo sea. Estaba enfadada y no medí el impacto de mis palabras. Pensé que le avergonzaba que quien lo haya defendido fuese una chica. —Clavo mi vista en el suelo para que no repare en las lágrimas acumuladas en mis ojos. Aunque estas saldrán tarde o temprano—. Solamente quería ayudarlo, mas se enojó conmigo, ya que, según él, me transformaré en una nueva víctima para ambos. Detesto que crea que soy frágil. Dan siempre me vio de esa manera.

—Pero estamos hablando de Oliver, no de Dan. No son la misma persona.

—Tengo miedo de que sí, ¿qué tal si la historia se repite con él?

—Aquello solo sucedería si te gustase Oliver.

Niego enseguida. Eso no puede ocurrir de ninguna manera, no después de cómo terminaron las cosas con Dan. No estoy dispuesta a arriesgarme así de nuevo y mucho menos en tan poco tiempo.

—No lo hace. Es Imposible.

No volveré a equivocarme. No puedo. Mucho menos ahora que por fin comienzo a sanar y a reparar los estragos que causó Dan. Apenas he retomado el vuelo. No voy a estrellarme contra el pavimento tan pronto. Me costó bastante trabajo construir una morada donde mi alma lograse sentirse libre, quizá debido a la educación que recibí de niña. Aquella que me asignaba determinados roles de acuerdo a mi género, que me indicaba con qué podía soñar y con qué no y a quiénes estaba en la obligación de satisfacer.

Para protegerme de ello, edifiqué un palacio para mí con puentes levadizos que solo le permiten el ingreso a gente dispuesta a explorar las instalaciones sin dañar el mobiliario. Sin embargo, Dan apareció y lo derrumbó de un soplido cual castillo de naipes.

—¿Entonces por qué sientes miedo? Si Oliver no ocupa el lugar de Dan en tu vida, jamás podrá lastimarte de la misma forma que él. A no ser que tú desees cederle ese puesto.

—Solo somos amigos. O lo éramos hasta hace unos minutos. Ya no estoy segura. No me interesa relacionarme con una persona que no aprecia lo que hago por ella. Puedo vivir una vida larga y feliz sin él. No lo necesito.

Aunque en el fondo, desearía que me buscase. Cuando discutíamos, Dan jamás se esforzaba por solucionar las cosas entre nosotros. Era yo quien se encargaba de ello. Nunca le importé realmente, y si lo hice, en ningún momento me lo demostró. Me gustaría que Oliver fuese diferente. Hasta el día de ayer creía que lo era, pero temo haberme equivocado.

Y me asusta aún más la manera en que me salta el corazón cuando me toma de la mano. O cuando me envuelve entre sus brazos y me deja recargarme en su hombro. No debería resultarme tan difícil luchar contra el impulso de acabar con la distancia que nos separa las veces que me sonríe.

—¿No has pensado que tal vez él también trataba de cuidarte?

—Eso no justifica que se comportara así.

—Obviamente no, pero sí lo explica. —Cruzamos hacia la siguiente acera y ralentizo la marcha. No solo porque aquello llama mi atención, sino también para que tardemos un poco más en llegar a casa. No me apetece terminar nuestra conversación ahora—. Quizá tú en su lugar hubieses reaccionado de una forma completamente diferente. Y está bien, porque no todos responderemos a una misma situación de igual manera. Sin embargo, no debemos invalidar los otros tipos de contestaciones, como el miedo a que lastimen una persona que quieres.

«Una persona que quieres».

Sus palabras se atascan en mi mente y de nuevo se me acelera el corazón. Ninguno de mis intentos por frenarlo da resultado. Si Oliver intentaba protegerme, ¿significa que me quiere?

—¿A ti te asustaba que empezaran a molestarme a mí también?

—Muchísimo. Sentía que era algo que solo me merecía yo. No quería arrastrarte a ese mismo calvario, no pertenecías allí.

—Tú tampoco. Y no me importaría descender hasta al mismísimo infierno con tal de encontrarte y traerte de vuelta. Tu lugar no se halla en las tinieblas, prueba de ello es que posees una luz lo suficientemente potente como para señalarte el camino de salida. Solo tienes que aprender a usarla para calcinar a los demonios que se ocultan entre las sombras y salir al mundo que te espera con los brazos abiertos.

—¿Y si la apagaron hace tiempo y no sé cómo encenderla?

—Búscala. Está escondida en tu interior.

—¿Cómo hiciste para que la tuya nunca se perdiera dentro de ti a pesar de todo? No sé si te has dado cuenta, pero aprendes a brillar con mayor fuerza después de cada tropiezo.

—No lo he hecho. No suelo percatarme de esas cosas.

Varias veces se nos complica identificar nuestros avances desde nuestra propia perspectiva y requerimos que alguien, desde fuera, nos los resalte. Agradezco tener a una mejor amiga que se ocupe de ello.

—Te admiro muchísimo, Cris. Siempre le entregas lo mejor a los demás y ahora estás entendiendo que debes ser justa contigo misma, ponerte como prioridad y que, aunque duela, en muchos casos resulta saludable tomar distancia de ciertas personas.

Solo porque mi mejor amiga se encuentra a mi costado, decido dejar correr las lágrimas contenidas en mis ojos. Albergar tantas emociones dentro me asfixia, por eso necesito sacarlas urgentemente. Para luego sentirme bien, primero debo permitirme estar triste, aunque la mayoría suele ocultar los sentimientos que considera negativos. Estamos acostumbrados a proyectar felicidad, mas no a mostrarnos vulnerables. Como si la alegría fuese el único sentimiento válido.

Pero con Alai no me siento en la necesidad de esconder nada y tampoco temo salir lastimada. Esta se detiene para acunar mi rostro entre sus manos y pasa sus pulgares por mis mejillas, a pesar de que sabe que no me tranquilizaré tan rápido. Durante unos minutos se limita a limpiarme las lágrimas y, pese a que noto cuánto le duele verme así, no me pide que me detenga en ningún momento.

—No quiero tener que alejarme de Oliver.

—Si luego de esto se disculpa contigo e intenta arreglarlo, no deberás hacerlo. Suceda lo que suceda me quedaré a tu lado para celebrar todas tus victorias, por más pequeñas que sean. No te faltaré jamás.

—Siempre que rompo a llorar siento que he retrocedido todos los pasos que avancé, ¿aun así piensas que estoy progresando?

—Los procesos de sanación no son lineales. Está bien tener días malos, porque eso no significa que te hayas debilitado —afianza mientras me aparta unos mechones de cabello del rostro, los cuales el viento ha desordenado—. Sigues volando cada vez más alto y como sabrás, el clima allá arriba cambia con frecuencia. En algunas ocasiones sopla una fuerte ventisca, en otras se genera una tormenta. Pero tus alas lo pueden todo, hasta con un huracán.

—Gracias por recordármelo —le sonrío tanto como puedo. Faltan pocas cuadras para que lleguemos a nuestras casas, pero no la necesito conmigo un rato más—. ¿Te gustaría quedarte a cenar esta noche?

—Claro, les avisaré a mis padres.

Alai saca su móvil para informarle a su madre que comerá con mi familia y en menos de dos minutos recibe su respuesta. Cuando entramos en mi vecindario, ambas cruzamos hacia la otra acera para no pasar frente a la casa que la policía visita con frecuencia. Las luces del último piso yacen encendidas, pero esta vez no parece llevarse a cabo ninguna fiesta. Mi amiga y yo mantenemos nuestra distancia y nos dirigimos directamente a casa.

Al llegar, abro la puerta y una vez en el recibidor, escribe un mensaje al grupo de WhatsApp que tenemos con Jake y Oliver para que sepan que estamos bien. Después de ello nos aproximamos a las escaleras, pero la conversación de mi tía con mi abuela se cuela en nuestros oídos.

—Me sorprende que haya vuelto a salir tan rápido —confiesa la primera. La puerta que nos separa de la sala yace entreabierta, así que observo cómo le entrega su celular para mostrarle algo en la pantalla—. Ha subido a Facebook una fotografía en un restaurante, para mí que a menos de un año del fallecimiento de su esposo ya está con otro hombre.

—Y eso que parecían tener una buena relación. Nunca se los vio pelear. —Mi abuela escudriña la imagen con las gafas puestas y el ceño fruncido—. Para mí que Almendra solo lo quería por dinero y salió ganando, porque Arnold murió sin haber terminado de pagar la camioneta y la deuda se saldó con su defunción, así que la tiene para ella.

De inmediato reconozco a quién se refieren: la viuda de mi tío Arnold, el primo de mamá que murió producto de un infarto. Si no acabase de mantener una discusión, entraría a interrumpirlas. Ninguna conoce el dolor que guarda en su interior. No le hablan a menudo, no viven con ella, no estuvieron cuando recibió la noticia de su fallecimiento, no saben lo mucho que compartía con él. No la conocen más que de forma superficial y no tienen derecho a juzgarla.

—Si ya obtuvo lo que necesita de él, seguro que se irá con alguien más. No creo que le importe bastante la pérdida de su marido, ¿te has fijado en cómo sonríe en esa foto? No se le ve mal.

Intercambio una mirada con Alai, quien niega con la cabeza y tira de mi brazo para que vayamos arriba. Ambas se expresan como si quisieran verla devastada por el resto de su vida. Yo en su lugar estaría orgullosa por el esfuerzo diario que realiza para sobrellevar la pérdida.

—Ni siquiera debe haberle llorado la ingrata de Almendra. Arnold era un buen hombre, ella no lo merecía.

Desciendo el primer escalón y me acerco para cerrar del golpe la puerta, provocando que se callen. Las dos se quedan en silencio y espero que por fin decidan dejarla en paz.

—Lo lamento. Les gusta mucho opinar sobre vidas ajenas.

—Si alguna vez las escuchas hablando mal de ti y necesitas que te recuerden que eres maravillosa, avísame para ser la primera.

Aquello consigue sacarme una sonrisa, la primera que esbozo genuinamente en toda la noche. Alai tira de mi mano para que la abrace por la cintura y subimos hacia el segundo piso, donde Leia nos recibe moviendo la cola. Sin duda ella siempre se alegrará de verme llegar. Me lo demuestra cada día.

***
¡Hola! Oficialmente ya estoy de vacaciones y creo que hemos llegado al primer conflicto del libro... ¿Qué opinan al respecto? ¿Quién de los dos tienen razón? ¿Oliver o Cristel? ¿Será que ambos están en lo cierto?

Suerte que el asunto no pasó a mayores. ¿Cómo creen que seguirán las cosas a partir de ahora? ¿Seguirán metiéndose con Oliver?

¿Cómo piensan que se siente Alai con todo esto? Ha vuelto a ver a sus agresores después de años :(

Si alguna persona que me lee ha pasado por algo así, le envío un fuerte abrazo ♥️🫂 No te merecías nada de eso. Espero que puedas sanar. Hay mucha gente que te quiere. Gracias por seguir aquí y llenarnos de luz ✨️

Cierro la nota para desearles una linda semana. Ojalá que les sigan días maravillosos 🫶🏻 gracias por leer, hasta el próximl domingo 💜👋🏻

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