21| Noche de pizzas

Sé que mi primo ha llegado cuando oigo la puerta principal abrirse el sábado por la tarde. Ni siquiera me molesto en ordenar los materiales arte que yacen esparcidos por el escritorio de mi habitación y, en su lugar, bajo las escaleras a toda prisa. Sin él en casa, no reina más que el silencio. Es cuando lo está que nuestra monotonía se rompe.

Se pasa casi todo el día escuchando música, la cual se oye por toda la casa gracias a sus parlantes portátiles. La primera vez que vino me disgustó tanto que me dirigí a su cuarto dispuesto a exigirle que bajara el volumen. Sin embargo, antes de que abriera la boca cambió de canción por una de Evanescence y con eso cualquier rastro de enojo almacenado en mí se evaporó. Nos pasamos el resto de la tarde hablando de la banda y no tardó en convertirse en mi favorita.

Con Jake aquí, siento que las cosas no harán más que mejorar. Este se me acerca con los brazos abiertos y me enfunda en un abrazo tan fuerte que temo por mis costillas.

—Ya los echaba de menos. —Mi primo pasa un brazo por encima de mis hombros en un gesto amistoso—. No estoy listo para que dentro de una semana mi vida se vuelva deprimente de nuevo, así que permítanme disfrutar el momento.

Papá le sonríe desde el sillón, donde deposita una de las maletas del recién llegado. Jake ha traído tres en total además de una mochila que carga en su espalda. Luego lo ayudaremos a subir su equipaje.

—Solo espero que no acapares el baño.

—A cambio de que salgas conmigo más seguido hago lo que sea.

—¿Te has propuesto sacarlo de casa? —le inquiere mi padre. Cuando Jake asiente, él niega con la cabeza—. Tarea difícil, pero no pierdas la fe. Tampoco te lo tomes personal, a Oliver no le gusta tener contacto con el mundo exterior.

—Lograré que ponga un pie afuera hoy mismo. Ya verás, ¿apostamos?

—Cincuenta soles —conviene y enarco una ceja en su dirección—. Suerte con él.

—Sigo aquí por si lo han olvidado.

—Nada haría que dejara de acordarme de ti. Te conozco de toda la vida. Hemos crecido juntos hasta los cinco años y, a pesar de los kilómetros que nos separan, siempre te llevo presente —asegura sin detenerse a respirar. Sin duda quiere pedirme algo—. ¿Qué te parece si vamos por una pizza? Para recompensarte todo lo bueno que haces por mí.

—Conociéndote, no regresaremos hasta pasadas las once y hago meditación a las diez, por lo que me veo obligado a declinar tu oferta.

A Jake se le borra la sonrisa mientras que mi padre ni siquiera se inmuta. Hace mucho que se dio por vencido conmigo y de cierta manera, me alegra que lo haya aceptado.

—Te advertí que no sería fácil.

—Bueno, entonces escríbele a Cristel y avísale que no vendrás conmigo. Ella nos había invitado a los dos, pero si no te apetece, no te obligaré a...

—No, está bien. Te acompaño —lo interrumpo, víctima de un impulso. Mi padre se gira hacia mí, como si de repente no me reconociera—. Puedo meditar a medianoche. Los cuencos tibetanos y las campanas koshi me esperarán sin problema.

Ambos intercambian una mirada que parece ocultar un mensaje. Sin embargo, antes de que pueda preguntar algo, mi padre se dirige a nosotros.

—Procuren no quedarse afuera hasta muy tarde. Parece que lloverá pronto. También recuerden traerme una pizza personal. Sin piña porque la detesto. Si regresan con las manos vacías, los mandaré de vuelta a la pizzería —nos anticipa, de lo cual lo considero bastante capaz. A Jake parece causarle gracia, pues ríe por lo bajo y asiente.

—Planeaba traerte comida de todas formas. Tómalo como recompensa por haberme acompañado en un recorrido de cuatro horas en autobús.

—No fue nada. He terminado un poco cansado, pero me repondré pronto —nos garantiza, aunque ambos sabemos que mañana no despertará hasta mediodía—. Admiro que aún tengas energía después de un viaje tan largo. Justo ahora las fuerzas solo me alcanzan para tomar una siesta.

Papá se deja caer sobre el sillón y, pese a que no demuestra tener intenciones de levantarse, le aviso que hay sopa en la cocina. La preparé para él a sabiendas de que llegaría exhausto, a diferencia de mi primo, quien reboza de energía. Espera a que vaya a mi habitación por mi móvil y una casaca y solo cuando estoy listo, salimos rumbo a la pizzería más cercana.

Mientras circulamos por las calles, me percato de los nubarrones que cubren el cielo y recuerdo que no debemos tardar demasiado. Jake me pregunta por mis estudios y si pienso grabar otro video para Instagram. Hablamos sobre eso durante todo el camino, pese a que me carcome la ansiedad por revelarle los verdaderos motivos por los que me cambié de escuela. Está tan contento que no quiero arruinarle la tarde. No puedo ser tan egoísta.

Me propongo sacar el tema después y, en su lugar, aprovecho que me reflejo en una ventana para acomodarme el cabello, ya que el viento hace de las suyas. Por suerte, no tardamos en llegar al local, en cuya puerta nos espera Cristel. Jake se acerca a abrazarla de inmediato y una sonrisa se dibuja en mi rostro al instante. Me alegra que vuelvan a reunirse después de casi un año.

—¿Alai vino contigo?

—También te extrañé durante todo este tiempo. La vida me ha tratado bastante bien, te agradezco por el interés.

—Así que no fui el único que salió de casa con la ilusión de ver a alguien —conjeturo y le echo un vistazo a mi primo, quien se separa de Cristel. Los ojos de esta última se clavan en mí y reparo demasiado tarde en que volví a meter la pata.

Ella alza las cejas mientras que a mí se me calientan las mejillas. Intento escapar ingresando al restaurante, pero dispara una pregunta antes de que alcance la puerta y no puedo más que responderle.

—¿Con quién querías encontrarte?

—Con nadie, yo solo...

—Te estás sonrojando.

Me volteo hacia Jake y le suplico ayuda con la mirada. Por fortuna, acude rápido en mi rescate.

—Ya admítelo, Oliver —interviene y el que se coloque a mi costado me regresa la tranquilidad, aunque solo por un instante—. Viniste por Azucena, la mesera que atiende aquí los sábados por la tarde.

—¿Qué?

¿En serio? ¿No se le ocurre algo mejor? Como si Cristel fuera a tragarse algo así.

—No pasa nada, nosotros estamos para apoyarte —me asegura falsamente. Deposita ambas manos en mis hombros y sonrío en un asentimiento, como si me sintiera reconfortado—. Mi primo quiere invitarla a salir desde hace mucho, ya que solo nos lleva la delantera por un año. Solo que aún no se atreve a hablarle. Es un poco tímido como te habrás dado cuenta. —Jake se gira hacia la pizzería y lo que captan sus pupilas basta para que no pueda retirar la vista. Enseguida, se aleja de mí para caminar hacia la puerta—. En fin, me parece que ya deberíamos entrar. Si nos descuidamos, alguien más conquistará a Azucena y a Oliver le costará superarlo.

Cristel no se cree ni una palabra.

—Mentira. Tú solo quieres ver a Alai.

—Me descubriste.

Y ni se molesta en negarlo. Me gustaría tener esa confianza.

Cristel y yo nos entramos al lugar después de Jake, quien llega primero a la mesa de Alai y la sorprende por detrás. Besa su mejilla, por lo que esta se voltea de golpe y le escupe el refresco en la cara. Sin embargo, aquello no parece molestarle en lo más mínimo, porque no borra su sonrisa y la abraza con fuerza, ignorando rotundamente la mancha de gaseosa que ensucia su camiseta. Ella le rodea el cuello con los brazos y él se aferra a su cintura mientras que nosotros miramos de lejos la escena, cansados de ser espectadores.

—Creí que Alai no quería convertirse en mi prima política.

—Quizá sea parte de tu familia en el futuro. Y ahí estaré para recordarles a todos que lo predije.

—Dudo olvidar algo que hayas dicho tú, así que no necesitarás repetírmelo a mí.

Cristel me sonríe, mas no aparta la vista de ellos. Un tinte de nostalgia inunda su mirada y la descubro jugando con el dije de envase de leche que le cuelga del cuello. Lo hace siempre que algo le inquieta.

—Un año atrás, Dan y yo estábamos así. La diferencia es que sus abrazos nunca fueron sinceros. Me hubiese gustado que nuestra historia tuviese otro final. Al menos no uno tan doloroso.

—Tal vez sus muestras de cariño estuvieron llenas de mentiras, pero las mías no. Siempre me alegraré de verte, más aún si me sonríes —le garantizo. Paso un brazo por encima de sus hombros para atraerla hacia mí y mi corazón se acelera ante su cercanía—. Lucha por sacarlo de tu mente, apuesto que posees cosas mucho más bonitas en las cuales pensar.

—Jake es leo y Alai es capricornio. Tienen alta compatibilidad, les irá mejor de lo que nos fue a nosotros —concluye y, aunque yo no creo en el horóscopo, asiento para seguirle la corriente—. No sé cómo congeniarán Azucena y tú. Si no conoces su signo, puedo preguntárselo. Se trata de la chica de cabello negro y camiseta verde que está atendiendo la mesa de nuestros amigos, ¿cierto?

Dirijo mi vista hacia donde me señala y trago grueso. Odio mentirle.

—Sí, esa misma. Azucena. Suspiro por ella desde el año pasado.

—Buen intento. —Cristel suelta una risa, la cual me descoloca por completo. No estoy entendiendo—. Esa mesera se llama Ruth y no tiene diecisiete, sino veinte, así que eres ilegal para ella. Azucena renunció hace cuatro meses. Ahora trabaja en una peluquería. Me la encontré cuando acudí a que me arreglaran el cabello luego de que un torpe me cortara más de diez centímetros.

Sin más que decir, se aparta de mí para dirigirse hacia la mesa donde se sitúan Jake y Alai. No nota cómo mis mejillas se encienden por segunda vez, pues ya se halla demasiado lejos. Sin embargo, voy detrás de ella y me acerco a mi primo, quien deja de revisar el menú para secarse el rostro con una servilleta. Ganas de quejarme de sus servicios no me faltan.

—Y bien, ¿qué pizza ordenamos? —consulta él. Estoy a punto de responderle, mas Alai se me adelanta.

—Americana. La hawaiana viene con piña.

Frunzo el ceño ante el desdén con que se refiere a esta última.

—¿Por qué todos la detestan?

—Muy húmeda para mi gusto. Arruina el sabor de la masa. Hasta prefiero los champiñones.

Me giro hacia Cristel con la esperanza de obtener un respaldo, pese a que dudo mucho que contradiga a su mejor amiga.

—¿Tú estás de acuerdo con el pedido?

—Elegiría una de pepperoni, pero según escuché en la otra mesa, hoy no están preparando. Así que me quedo con la americana.

—La mayoría manda, Oliver —concluye Jake—. Lo lamento, ¿por qué no vas a pedirle a Azucena que...?

—Ella ya no trabaja aquí. Ahora lo hace Ruth —le informa Alai, con lo cual Jake se percata de que hemos quedado al descubierto. Está a punto de elaborar otra historia, pero Cristel interviene antes de ello.

—No se gasten tratando de mentirme de nuevo. La única persona que me ha visto la cara de estúpida ha sido mi ex. Y luego de eso me prometí a mí misma que nadie más lo haría.

—El estúpido fue él, Cris —recalca Alai. No me sorprendería que lo detestase igual que Jake parece hacerlo, pues asiente para darle la razón—. Sin embargo, me gusta tu actitud. Yo también debería plantearme metas más significativas que salir a correr los domingos por la mañana.

—¿Haces eso? —le increpa mi primo, incrédulo.

—Por supuesto que no. Debo guardar energías para el proceso de admisión a la universidad. Tal vez aspirar a una vacante sea demasiado, pero...

—Vas a pasar el examen. Mentalízate. —Cristel la coge de los hombros para obligar a Alai a mirarla a los ojos. Esta asiente, no sé si porque logra convencerla o porque sabe que, aun si le lleva la contraria, ella ganará de todos modos—. Formaremos una banda juntos cuando terminemos la escuela. Ya somos tres, solo nos faltan dos integrantes.

Aquello me toma por sorpresa. Me resulta un poco extraño que Jake no me haya contado al respecto, aunque bien puede deberse a mi poca predisposición a hablar sobre lo que haré al terminar la escuela. Todavía no decido qué camino seguir. Tengo claro que deseo dedicarme de lleno al mundo del arte, pero soy consciente de que, a menos que llegue a hacerme muy reconocido, esa carrera no me generará muchos ingresos.

La industria musical se asemeja en ese aspecto, solo que ellos no dudan ni un segundo en seguir ese camino. Y a decir verdad, no me asombraría que se convirtieran en grandes artistas. A diferencia de mí, poseen mucha más experiencia. Han participado varios en concursos de televisión y llegado a instancias muy importantes. Ya se han hecho un lugar. Yo ni siquiera descubro a dónde pertenezco realmente.

—¿Una banda de música? —inquiero.

Jake apoya uno de sus codos sobre la mesa y mira hacia ambos lados antes de contestarme en un susurro.

—No, delincuencial.

—Está bromeando —me asegura Cristel antes de que entre en pánico—. Queremos rendir las pruebas de admisión para entrar a la universidad de Nueva York y estudiar Música. Alai y yo aplicaremos para una beca ni bien cumplamos la mayoría de edad.

—¿Y qué hay de Jake? ¿Lo llevarán oculto en una maleta o en un bolso de mano?

Alai no puede evitar reírse y eso atrae la atención de mi primo. Sin embargo, lejos de molestarse, esboza una sonrisa y se gira hacia mí para responderme.

—Ninguna de las anteriores. Me presentaré al proceso de admisión y obtendré una vacante —afianza, como si aquello fuese lo más sencillo del mundo—. Después conseguiremos a alguien que toque la batería, luego a otra persona que nos acompañe con la guitarra y finalmente estaremos completos.

—¿Ves? Esa es la seguridad que quiero en ti. —Cristel codea el brazo de su amiga, quien se esconde tras el menú.

—Me pides demasiado.

Jake frunce el ceño. Eso último no le ha gustado.

—Creer en ti misma nunca es demasiado, Alai. Es lo mínimo que puedes hacer por ti.

—¿No piensan que a veces aquello puede tornarse muy difícil? —intervengo. No quiero sonar aguafiestas, pero un futuro donde me envuelva el éxito me resulta sumamente lejano. Siento que no está reservado para mí, sino para otra persona.

Esta vez, Cristel me sonríe.

—Si nos centramos en la complejidad de nuestras metas, nos exponemos al riesgo de darnos por vencidos y volverlas inalcanzables. Jamás lucharemos por algo que creemos imposible, así que debemos aferrarnos a la idea de que podemos concretarlas.

Lo que dice me deja pensando, por lo que no protesto cuando ordenan una pizza americana y permito que me alejen de la piña. La mesera de nombre Ruth nos la trae al cabo de uno minutos, junto con los refrescos que solicitamos. Sin embargo, Jake me detiene cuando intento coger una rebanada para primero tomarle una foto a la comida. Observo de reojo la pantalla de su celular y soy testigo de cómo la sube a sus estados de Instagram, lo cual me parece un tanto cruel.

Seguro que a mucha gente le crujirá el estómago al ver la imagen y, por más que a todos se les haga agua la boca, varios no tendrán ninguna pizza que comer. Suerte que ese no es mi caso. Puede que no lleve piña, pero eso no quita que la americana sepa increíble.

No recuerdo cuándo fue la última vez que me divertí fuera de casa. Debe haber sido hace mucho. Ya quiero contárselo todo a papá. Por fin hice amigos. Encontré a las personas correctas. Apuesto la noticia le entusiasmará tanto como a mí.

***
¡Hola! ¿Qué tal? Espero que hayan tenido una linda semana. Ya estoy por salir de vacaciones, así que espero retomar mis lecturas aquí en Wattpad  🫶🏻

¿Qué les ha parecido el capítulo? Ya conocemos un poco más a Jake, ¿qué opinan sobre él y Alai?

Y lo más importante... ¿pizza con piña o sin piña? 🍕

Me parece muy bonito que Oliver haya encontrado un grupo de amigos. La ha pasado tan mal injustamente. Él se merece ser feliz. Escribir su arco evolutivo es una de las cosas que más me gusta de la novela ❤️‍🩹

Por el momento, me despido. Nos leemos el próximo domingo, ¡adiós! 👋🏻

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