17| Verte sonreír

Transcurrida una semana, nuestro grupo debe presentar el experimento de ciencias. El profesor pidió que nos vistiéramos con ropa formal, así que decidí pedirle ayuda a Jake. Papá se fue a trabajar más temprano que de costumbre, ya que hoy debía asistir a una reunión importante con la editorial, por lo que tuve que ingeniármelas para anudarme la corbata solo. Mi primo se limitó a darme instrucciones por videollamada y a criticar el hecho de que la mitad de mis camisas se hallen sin planchar.

Y por si fuera poco, no me dejó salir de casa sin antes asegurarse de que llevaba perfume. Por esa razón llego a la escuela oliendo a frutas, aunque eso no es lo primero que nota Cristel cuando nos encontramos en medio del pasillo.

—Veo que esta vez te peinaste.

Mierda. Pensé que nadie notaba que no lo hacía.

—Incluso te echaste perfume, ¿a qué se debe todo esto?

—Fue idea de Jake.

—Hueles a mango. —Se le escapa una risa y no sé por qué, pero ese simple sonido me resulta hipnótico. Podría convertirse en mi favorito—. Solo déjame acomodarte el flequillo.

Permito que peine mi cabello con las manos y dejo que lo eche hacia atrás. Sin embargo, mi mirada se desvía hasta su cuello y recae en el dije en forma de caja de leche con ojos saltones que creí verle puesto la vez pasada. Me quedo observándolo un rato, pero mis sentidos se reactivan cuando Cristel se aleja de mí.

—¿Siempre traes eso puesto?

Ella asiente al percatarse de que señalo su collar.

—No esperaba que te dieses cuenta. Eres lo suficientemente despistado como para no reparar en que un balón venía directo hacia tu cara.

—Lo siento, fue mi culpa.

—No, fue mía. Culpa tuya es que ahora lleves los pantalones al revés.

Se me baja la presión al instante. No hay forma de que haya atravesado el patio. En momentos como este, deseo que la tierra me trague y que me haga el favor de no escupirme nunca. Creo estar entrando en pánico hasta que verifico que los bolsillos no yacen en la parte delantera y mi expresión de espanto desaparece.

—Esos sustos no dan gusto.

—Tienes razón. Ya sufriste demasiado con el de la semana pasada.

—He asistido a muy pocas reuniones grupales, ¿todas terminan en accidentes?

—Normalmente no —me asegura, aunque con su hermana cerca, presiento que mi integridad física corre peligro—. Pero no existe nada que una pizza de pepperoni no pueda reparar.

—Si no viene con piña es lo mismo que nada.

—Si te comprometes a no enseñarle más groserías a Darlene, quizá pidamos una pizza así la próxima vez.

Fuerzo una sonrisa. Me gusta librarme de trabajos escolares, solo que esperaba que este se prolongara. A pesar de los incidentes, la he pasado bien con mis compañeras de equipo. El profesor aún no llega, mas no dudo que lo hará en cualquier momento.

—Ya no habrá próxima vez, Cris. Hoy presentaremos el proyecto. Después de esto... dejarás de hablarme, ¿cierto?

—Claro que no, ¿por qué piensas eso?

—Ya no cuentas con ningún motivo para hacerlo, ¿o sí?

—Disfruto de pasar tiempo contigo, ¿aquello te parece suficiente?

Tengo tan baja autoestima que por un segundo pienso que bromea. No obstante, Cristel parece hablar en serio, así que intento disimular mi sorpresa.

—Me basta con que no vuelvas a lanzarme un balón a la cara.

Está a punto de replicar cuando el maestro Jason, docente del curso de Química, aparece junto a nosotros y nos pide que entremos. Como de costumbre, yo me ubico entre las carpetas del fondo mientras que Cristel toma asiento al costado de Alai, carpeta en la cual había dejado ya sus cosas. No me sorprendería que ambas viniesen juntas a la escuela todos los días.

No escucho lo que hablan, pero guardan silencio cuando el profesor da inicio a las exposiciones. Nosotros somos el tercer grupo en pasar al frente y apenas siento los ojos de todos mis compañeros sobre mí, empiezan a sudarme las manos. Temo quedarme en blanco, pero, por suerte, logro recordar mis líneas y expongo sin trabarme. Tampoco sufro ningún improvisto ataque de hipo, de modo que las cosas me salen relativamente bien. Preparamos la pasta dental y explicamos el procedimiento, para lo cual nos apoyamos en las fotografías que tanto me costó pegar en la cartulina.

Jason nos felicita por nuestro experimento de ciencias y cuando continúa con el siguiente grupo, por fin puedo respirar tranquilo. Para el momento en que llega la profesora de Historia Universal, ya mis nervios han desaparecido. Saluda a los estudiantes al entrar al salón y despliega el proyector para luego dirigirse a la computadora, dispuesta a compartirnos las diapositivas del tema. Al cabo de unos minutos inicia una explicación acerca del feudalismo y, aunque estoy más interesado en el dibujo de lobo que hago en la parte trasera de mi cuaderno, intento concentrarme en lo que dice.

—Se le conoce como Edad Media al periodo histórico comprendido entre los siglos V y XV. Las mujeres de esa época no llevaban la misma vida que en la actualidad, ni siquiera aquellas que pertenecían a la nobleza europea. —La señorita Harriet proyecta una diapositiva repleta de imágenes, la cual observo de reojo antes de volver a centrarme en mi bosquejo—. Ellas se encargaban de educar a sus hijos y manejaban la economía de la familia durante la ausencia de su esposo. Estas actividades aseguraban la reclusión de la mujer en su propia casa, pues se consideraba que este era su lugar en la sociedad y que debían permanecer siempre bajo tutela del marido. Suerte que las cosas yan han cambiado y nosotras tenemos más derechos.

Desde mi sitio, observo cómo Cristel esboza una sonrisa y una se forma en mi rostro de manera automática, como si sus expresiones se reflejaran en las mías.

—Gracias al feminismo —complementa.

—No, está mal ser feminista. —La respuesta de Harriet descoloca por completo a Cristel y también a Alai. Incluso a mí me genera ruido—. Las feministas destrozan piezas históricas en actos vandálicos y dañan la sociedad. Solo quieren quedarse en casa mientras que los hombres hacen todo el trabajo.

Dejo de dibujar para prestarle atención, pese a que no sé si quiero seguir escuchándola. No solo a mí me impacta demasiado su grado de desconocimiento acerca del tema, sino también a varias chicas de la clase que yacen mejor informadas. Sin embargo, ninguna se atreve a interrumpirla.

—El término correcto para definir la destrucción de monumentos por parte del movimiento feminista es la iconoclasia —aporta Cristel, aunque, por desgracia, la maestra no parece entenderlo—. En ella se actúa en base a una razón política, social o religiosa mientras que, en el vandalismo, las acciones se realizan sin ninguna clase de motivación específica, lo que demuestra una falta de cultura e ignorancia. Durante toda la historia se ha recurrido a la iconoclasia como forma de protesta contra la violencia de género y solo de esa manera se han logrado cambios trascendentes. Como el derecho de la mujer a votar, a usar pantalón, a acceder a la educación básica y superior, a practicar deportes, a trabajar y a disponer de su propio salario, entre muchos más.

La profesora Harriet niega con la cabeza. Se detiene frente a la carpeta de Cristel y le dirige una mirada que a mí me hubiera helado hasta los huesos, pero ella no se deja intimidar.

—El feminismo no puede combatir la violencia con más violencia, ¿cómo pretenden esas mujeres que las respeten si tiran abajo todo lo que ven? De esa forma no lograrán nada. En vez de quejarse por la desigualdad de género, deberían involucrarse en lo que hacen los hombres si tanto desean ser sus iguales.

—No queremos eso —interviene Alai, visiblemente incómoda—. El movimiento feminista busca la equidad entre hombres y mujeres. Ellos no son un modelo de lo perfecto a lo cual nosotras debemos aspirar alcanzar.

Madison levanta la mano y la maestra Harriet le concede la palabra.

—Concuerdo completamente con usted. Por ejemplo, yo sé utilizar un taladro. He colocado todos los clavos de mi casa. No necesito que un hombre lo haga por mí.

—Me alegra muchísimo oír eso, Madison. Te felicito. Eso significa que te convertirás en una buena esposa y madre. Ya me gustaría que todas pensaran lo mismo que tú.

—En realidad, aquello implica que será una persona autosuficiente —le corrige Cristel. Ambas la miran como si quisieran que se callara de una vez y eso no me gusta para nada, pero, si se percata de ello, no le toma importancia—. Cosas como cocinar, lavar, limpiar y brindarle el mantenimiento a nuestro hogar forman parte de las actividades que necesitamos saber ejecutar para valernos por nosotros mismos.

—No podemos depender de nuestros padres por el resto de nuestra vida —contribuye Alai, quien mantiene la misma postura que Cristel—. Aunque nos cueste aceptarlo, ellos no siempre estarán ahí para solucionarnos las cosas. Algún día partirán y no nos quedará más que enfrentarnos al mundo.

—Eso lo entiendo, de verdad que sí. Sin embargo, el feminismo exige derechos con los que ya contamos, como el de caminar libremente por la calle. Yo lo hago todos los días, nadie me lo impide. Lástima que las feministas poseen apenas dos neuronas en el cerebro y no se han dado cuenta —espeta Harriet, ante lo cual no deseo más que arrancarme los tímpanos. Todo con tal de dejar de escucharla—. Para colmo buscan revertir la situación, de forma que los explotados ahora sean los hombres.

—¡Exacto! Algunas incluso son tan estúpidas que creen que rayando paredes se arreglará el problema. —Madison dirige su vista hacia Cristel mientras que yo siento cómo me hierve la sangre. No tiene por qué expresarse de esa manera—. Ni siquiera en los países desarrollados hay un policía en cada esquina para cuidar a las mujeres, ¿por qué aquí deberían hacerles perder el tiempo de ese modo si nosotras podemos no exponernos y quedarnos en casa?

Aunque un pequeño grupo parece concordar con Madison y con nuestra profesora de Historia, la mayor parte de las chicas de la clase lucen bastante ofendidas. No obstante, permanecen en silencio, quizá porque temen que se les sancione por contradecir a una autoridad de la escuela. Maritza aprieta los labios y retuerce su lapicero entre sus dedos oara luego tirarlo tira sobre la carpeta con brusquedad. La actitud de Harriet no le gusta en lo absoluto.

—Porque nosotras estamos en todo el derecho de salir a divertirnos, a estudiar o a trabajar cuando deseemos y con la certeza de que regresaremos a nuestro hogar sin ningún rasguño —arremete Cristel. Se nota de lejos que está enfadada, mas no pierde los estribos—. No somos quienes tenemos que cambiar, no si los hombres pueden dejar de matarnos. Queremos vivir, no sobrevivir. Le aseguro que tengo las neuronas suficientes como para comprender en qué consiste el movimiento feminista y por ese mismo motivo, me veo en la obligación de exigirle que se documente mejor antes de opinar acerca de una ideología, más aún si posee el cargo de docente.

—Si tan mal piensas que hago mi trabajo, la puerta del salón está abierta. A quien no le interese mi clase se puede retirar.

Ante todo pronóstico, Cristel se pone de pie y esta le sigue Alai. Ambas cogen sus cosas y caminan hasta salir del salón. No dudo en seguirlas, pues tampoco me ilusiona permanecer adentro. Me preocupa un poco que seamos los únicos, pero pronto descubro que me equivocaba. Sin tomarnos en cuenta, de los veinticinco estudiantes del salón, ocho chicas, entre quienes se halla Maritza, y tres alumnos se retiran del aula.

No transcurren más de quince minutos hasta que suena el timbre que indica la hora de refrigerio, así que paso por la cafetería para recoger me almuerzo y después me dirijo a una de las mesas ubicadas detrás de la loza deportiva. Regreso al salón luego de comer, donde el nuevo profesor de Aritmética nos espera para dictar su última clase del día. Muero por contarle a Jake acerca de lo bien que nos fue en la exposición. No obstante, aguardo a que nuestra jornada escolar termine para hacerle una llamada, en la que se muestra tan contento como yo porque esta vez no haya sufrido un ataque de hipo.

Voy comiendo una barra de granola, mas dejo de masticar y trago el pedazo que tengo en la boca cuando diviso a Cristel unos metros delante de mí. Conversa con un par de chicas de nuestra clase, quienes abandonaron el aula junto con ella. Si no me equivoco, la pelinegra se llama Evelyn y Brenda es la que lleva puesta una blusa roja. A simple vista no parece haber nada fuera de lo normal, pero pronto me doy cuenta de que Cristel no sonríe. Rápidamente me acerco hacia ella y me despido de Jake, dispuesto a averiguar por qué. Al llegara su lado, las dos chicas ya se han alejado lo suficiente, por lo que solo quedamos ella y yo. Admito que me sorprende no ver a Alai por ningún lado.

—¿Todo en orden, Cris?

—¿Eh? Sí, descuida. Solo estaba... —Guarda silencio cuando me ve darle un mordisco a mi barrita de granola—. ¿Cómo puedes comer eso? Sabe horrible.

Aquello me sienta como una patada en el estómago.

—Y yo que creía que no tenías defectos.

—Lo dice quien adora la pizza con piña.

—¿Qué hay de malo en ella?

—Tiene el mismo sabor asqueroso que la granola y ese es motivo suficiente para desterrarla de mi ingesta —sentencia con un odio más profundo que el océano Pacífico—. Si por mí fuera, haría que prohibieran su venta y denunciaría a quienes los compraran ilegalmente por consumo de sustancias nocivas para los intestinos.

Aunque reconozco que bromea, finjo tomármelo en serio con la esperanza de que, molestándola un poco, logre arrancarle una sonrisa. Si le preocupa lo ocurrido con la maestra, puede quedarse tranquila. Cristel no hizo nada malo ni le faltó el respeto. Ni siquiera le alzó la voz.

—Me encanta que seas tan abierta hacia todo tipo de opiniones y que aceptes preferencias distintas a las tuyas.

—¡Lo hago! Quítale el sarcasmo. Si estuve a punto de noquearte con un balón fue por mi torpeza, no porque ames algo que yo detesto. En ese momento no sabía que tenías el paladar atrofiado. Siento pena por tu aparato digestivo.

—Para tu conocimiento, el elevado contenido en fibras de la granola previene el estreñimiento y contribuye con una adecuada función intestinal —informo, a base de lo que Jake averiguó en las últimas vacaciones luego de leer la parte trasera de un envoltorio. Le gusta investigar cosas para después dárselas de sabelotodo—. Dado que ingiero como mínimo tres barras a la semana, mi intestino posiblemente se encuentre más saludable que el tuyo.

—Se me dificulta aceptar que algo que sabe tan mal alberga propiedades nutritivas. No me costaría tanto entenderlo si se trata de la piña, pero...

Madison viene hacia nosotros, de modo que la atención de Cristel se dirige a ella. No contenta en lo más mínimo y no puedo evitar atribuirlo a lo sucedido durante la clase de Historia Universal. Temo que traiga malas noticias, pues luego de que suspendieran a Cristel por intervenir en una situación de acoso, no me extrañaría que la sancionaran también por esto. El mundo a veces parece estar al revés.

—¿Cristel? Por fin te encuentro. Te estaba buscando, pensé que seguías dentro de la escuela, ¿podemos hablar un minuto sobre lo sucedido con la maestra Harriet?

—Déjame adivinar, ¿volverán a suspenderme? —La sola idea me pone los nervios de punta, pero Cristel parece calmada—. Ya estoy lista psicológicamente para eso y para el sermón de mis padres. Supongo que sobreviviré como la vez pasada.

—Me temo que ocurre algo mucho peor —anticipa, a lo cual Cristel y yo intercambiamos un vistazo. Nuestras alarmas se activan enseguida—. La escuché conversando con otros maestros del curso sobre su plan de bajarles cinco puntos en el examen bimestral a quienes salieron del aula. Sabes lo difíciles que son sus evaluaciones. Si llega cumplir con ello, la mayoría reprobará. Te aconsejo que la próxima vez pienses mejor en las consecuencias de tus acciones. Una amiga de verdad no lleva a los suyos por el mal camino. Deberías disculparte con todos.

La culpa que intenta instaurarle a Cristel me preocupa más que perder puntos en el examen. Saqué una buena calificación en la última prueba de Álgebra. Seguro que podré con un curso como Historia. Jake me está ayudando bastante.

—Cristel no me obligó a retirarme de la clase, lo decidí yo. Así que no tiene por qué pedirme perdón.

—¿Y desde cuándo el feminismo representa un mal camino? —cuestiona y Madison se dispone a interrumpirla, pero Cristel no se lo permite—. La profesora estaba desinformando a la clase. Abusaba de su autoridad al imponernos su punto de vista y en eso no consiste el trabajo de un docente.

—¿Entonces de qué se encargan exactamente? ¿De promover la violencia?

—De brindarnos información verídica y objetiva sobre un tema para que cada estudiante adopte su propia postura —asevera con una seguridad tal que me gustaría albergar algún día—. El feminismo no incita a la violencia, lucha contra ella. Los monumentos que se destruyen como forma de protesta no valen ni la mitad de lo que vale una vida y, como mencioné en clase, aquello se llama iconoclasia.

—No se logrará ningún cambio si permanecen en silencio —señalo, aunque dudo que lo comprenda si se cierra por completo—. Tampoco sirve suplicarle amablemente al Estado que por favor que haga justicia por las mujeres víctimas de feminicidio. Mientras no les toque a ellos, a los funcionarios públicos los crímenes les importan un comino. De alguna u otra manera se les debe presionar para que realicen su labor.

—Pero el fin no justifica los medios. Las estatuas tienen un gran peso histórico.

—Todos esos monumentos ya cumplieron su función de contar parte de la historia —rebate Cristel y entonces descubre que no solo me gusta escucharla cantar, sino también hablar—. Al ser piezas de arte se usan con frecuencia para alzar la voz sobre distintas problemáticas, invocar a la reflexión colectiva y ejercer presión social en los medios para reformar el sistema si así lo requiere. Quizá contribuir con la lucha feminista no fue la intención inicial del artista, pero para eso estamos nosotras. Llegada la hora, nos corresponde darles un nuevo sentido.

—¿Por eso recurren al vandalismo? Hay formas correctas de manifestarse y otras que solo alteran el orden público. Si fueran más inteligentes, protestarían con propiedad y no se rebajarían a montar escándalos ni destrozar la ciudad. Esas mujeres no me representan.

Aunque no flaquea ni deja de sostenerle la mirada, puedo darme cuenta de que le ha afectado el comentario de Madison. Busco su mano al instante con la intención de reconfortarla y quizá basta con aquel simple gesto para que nazca en ella el impulso necesario para responderle.

—No pretendo modificar tu opinión. Jamás lo conseguiré si no estás dispuesta a explorar diversos puntos de vista. Pero recuerda que, aunque no te sientas identificada con las feministas, han hecho mucho por ti. Gracias a ellas hoy tenemos acceso a la educación.

—Eso hicieron las de antes, las feministas actuales han malogrado el movimiento. Te sugiero que te replantees si deseas seguir sus pasos, porque solo te humillas a ti misma y exiges respeto sin respetar —espeta Madison tan bruscamente que, ahora sí, a Cristel se le cristalizan los ojos. Juro que en este instante me está cayendo fatal—. Como continúes así, te quedarás sola. A cualquiera le avergonzaría que lo viesen contigo. Ya perdiste a Dan, apresúrate en cambiar si no quieres que otra persona se aleje de ti. Tenías suerte de tener un novio como él.

—Ahora tengo suerte de tenerme a mí.

Cristel sabe que carece de razones para soportar ese tipo de trato, por lo que zanja el asunto y opta por marcharse. Olvida soltarme la mano, así que me arrastra consigo mientras avanza. Cuando se percata de ello, su piel deja de estar en contacto con la mía, pero la sigo de todas formas porque no deseo despedirme de ella tan pronto. Atravesamos la plaza en completo silencio, el cual, para mi sorpresa, no resulta incómodo. No obstante, al cabo de un rato decido romperlo para recordarle algo importante.

—Cris.

—¿Sí?

—Estoy orgulloso de la persona que eres. No necesitas cambiar nada de ti, ¿de acuerdo? Quiero que te quede claro. Y por tu propio bienestar, creo que deberías alejarte de aquellas personas que bloquean tus objetivos.

—Eso haré. Te lo prometo. Mientras tanto, rezaré porque mis padres no se enteren de esto.

—¿Te marchas ya?

Noto que acelera el paso y empiezo a temer que se vaya. Siento que no he pasado suficiente tiempo con ella hoy. Sin embargo, me percato rápido de que toma la misma ruta que yo, por lo que no nos separaremos todavía.

—Normalmente no regreso por aquí, pero esta vez Alai no pudo acompañarme.

—Normalmente regreso por aquí, pero esta vez Alai no pudo acompañarme. Sus padres la llamaron para pedirle que se diese prisa en regresar a casa. Ojalá no haya sucedido nada grave.

—Seguro que te lo contará luego.

Asiente, mas luce intranquila.

—Espero que su abuela esté bien. Hace dos meses le detectaron una enfermedad al corazón. La conozco desde que tengo tres años, prácticamente nos ha visto crecer a ambas. Me preocupa que le haya ocurrido algo malo.

—No des nada por sentado todavía, quizá no se trate de ella.

—Lo siento, no puedo evitarlo.

—No tienes por qué disculparte. Eso significa que te importa su bienestar. Es completamente normal que nos asuste perder a alguien que amamos.

—¿A ti también te pasa?

—Me pasa contigo.

—¿Soy importante para ti?

—Más de lo que te imaginas.

—Tú también lo eres para mí. Me hubiese gustado conocerte antes —confiesa, ante lo cual mis latidos se aceleran. Me recuerda a la taquicardia que sufro cuando camino por los pasillos de la escuela y me siento en peligro, pero ahora no me hallo en estado de alerta—. Mientras mayor importancia posea alguien en tu vida, más corto queda el tiempo que compartiste esa persona. Este nunca resulta suficiente si ella era especial.

Me fijo en cómo una lágrima se desliza por su mejilla y me apresuro a limpiarla. Es la segunda ocasión que la veo llorar y, aunque la vez anterior se veía mucho más afectada, no se me ocurre otra cosa que no sea envolverla en un abrazo. Eso me conduce a un segundo descubrimiento, uno que me asusta casi tanto como me sorprende. Me encanta abrazarla. Podría quedarme así durante horas.

—Lamento no ser bueno consolando a los demás. Las palabras nunca fueron mi punto fuerte.

—¿Los abrazos sí?

—Tampoco, pero hago lo que sea para que te sientas mejor.

Tiro de su brazo antes de que pise un charco de lluvia, de manera que logra esquivarlo y sus zapatillas blancas no sufren ningún daño.

—Gracias, por poco se arruinan.

De repente se me ocurre una idea, aunque al principio me resulta descabellada.

—¿Me dejarías decorarlas?

—¿Qué tienes en mente? —indaga, no tan convencida.

—Sacarte una sonrisa a como dé lugar, ¿vienes conmigo? —Le extiendo mi mano, la cual escruta con suspicacia—. Confía en mí. No tienes motivos para... —Enarca una ceja y endurece su mirada, por lo que procedo a retractarme—. Bueno, quizá sí posees unas cuantas razones para no hacerlo, pero intentaré que ninguno salga herido bajo todos los medios posibles.

—Yo no quiero que lo intentes, sino que me lo garantices.

—De acuerdo. Te lo garantizo, ¿aceptas mi invitación?

—¿En qué estás pensando?

—¿Cuál es tu color favorito?

—El púrpura.

—Empezaremos por ahí entonces.

Finalmente, me toma de la mano y juntos recorremos las calles que faltan para llegar al parque. La última vez que fui allí una rama casi me rompe la espalda, mas me alegra haber evitado que Cristel se estrellara contra el suelo. Ya la había pasado lo suficientemente mal ese día como para fracturarse un brazo.

Nos sentamos en una de las bancas situadas al costado del sendero de cemento, y le pido que suba los pies al asiento mientras busco las acuarelas en mi mochila para empezar a pintar.

***
¡Hola! ¿Cómo han estado? Espero que muy bien, y en caso de que no, que vengan días mejores para ustedes 💜

En este capítulo, conocimos un poco más a Madison y a la maestra Harriet. Nuevamente, la escena está basada en hechos reales. Si bien se trata de una experiencia que no viví yo, sí le sucedió a una amiga. Durante una clase virtual en tiempos de pandemia ocurrió algo muy similar. ¿Qué opinan al respecto? ¿Creen que Cristel tiene razón o que Madison está en lo cierto?

Considero que aún hay mucha desinformación acerca de lo que es el feminismo. Este libro pretende abolir los estigmas hacia las mujeres con dicha ideología y brindar datos verídicos sobre el movimiento. Gracias a quienes leen esta historia y me permiten cumplir con esa importante labor ✊🏻💜🫂

Sin más que agregar, nos reencontramos el próximo domingo, ¡hasta pronto! 👋🏻

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