Introducción

No, no, no. Golpeé repetidamente el lápiz sobre mi labio pensando y releyendo las últimas líneas. Desconocía cuánto tiempo llevaba intentando componer una melodía que considerara la más adecuada a aquella canción que había estado en un cajón desde hacía años atrás. Quizá aún no la terminaba porque no quería que nadie más la escuchara, sentía que decía y revelaba demasiado; más de lo que hubiera querido exponer en una sola canción desde que había iniciado como cantante.

Justo en ese momento Gatsby —mi gato—, pasó por encima de mi cuaderno de notas una y otra vez, como si él pudiera sentir que yo no estaba conforme con el tipo de música que estaba trabajando; principalmente porque lucía como eso, un trabajo que hacía porque debía y no porque quería.

—Lo entiendo Gatsby, ya para de ensuciar mis partituras —dije casi como súplica tomándolo con una mano para volver a dejarlo en el suelo a una distancia prudente evitando que volviera a saltar, pronto su pelaje grisáceo se perdió entre los sillones del mismo color, aunque su prominente barriga le dificultaba la tarea haciendo que sonriera ligeramente divertido. Mis abuelas siempre decían que mi gato recibía más afecto y sonrisas de mi parte que cualquier persona, no dudaba que fuera cierto pero no podía ni quería hacer nada para cambiarlo, darle mi amor a los animales nunca era un desperdicio. Sobre todo cuando ese pequeño llevaba conmigo unos diez años incondicionales.

Algo muy diferente ocurría con mis canciones, puesto que estas predicaban cursilerías a por montones haciendo que más de un artículo "siguiera" mi relación con una chica inexistente, pensando que era a ella a quien mis letras eran dedicadas. Sin embargo, nunca me importó desmentirlo, mi representante decía que la publicidad era buena y que decir que estaba enamorado era un mejor perfil a decir que era un ermitaño de veintinueve años viviendo como un señor de cincuenta con un gato y cinco plantas a su cuidado, a quien muy en el fondo se le daba bien el ser un romántico.

Coloqué el lápiz entre mis labios para acomodar mejor la guitarra y subir el volumen de mi aparato auditivo odiando el hecho de que era un nivel mayor al de hacía solo un año; no importaba hace cuánto tiempo que el diagnóstico se había hecho, cada que mi oído se sentía más atrofiado era inevitable el sentirme mal y pesimista pensando que quizá al siguiente día sería cuando perdería por completo la audición. Quizá era por ello que difícilmente me gustaba levantarme de aquella esquina acondicionada de mi departamento hasta no terminar la canción en turno y tal vez fue por eso que cuando la luz del timbre silencioso no dejaba de aparecer me hizo irritar más que de costumbre mientras caminaba a la entrada.

Iba dispuesto a rechazar cualquier invitación, a decirle a quien fuera que no era un buen día; lo cual entenderían pues si llegaron hasta mi departamento lo más probable es que fuera mi familia o mis amigos cercanos quienes sabían que mi proceso creativo era en solitario. Sin embargo, cualquier cosa que fuera a decir murió en cuanto abrí la puerta.

El aire fresco que entraba del exterior me daba ciertos escalofríos, aunque no dudaba que también fueran reacciones provocadas por la pequeña pelirosa frente a mí. Sus grandes ojos azules me miraban, lucían tan cristalinos y siempre con un brillo tan inusual que me era imposible apartar la vista, por más que no quisiera sentir todo lo que su mirada parecía reflejar.

Sus manos se retorcían nerviosas lo que me hizo cruzarme de brazos aguardando y resistiendo la tentación de volver a tomarla entre mis brazos. Aún tenía el recuerdo de su piel aterciopelada bajo mis manos en aquellos esporádicos encuentros que aún causaban estragos en mi sistema, teniéndome ansioso por un roce o un beso de esos labios pequeños que en ese momento tenían un mohín lastimero. Eso, junto a que habíamos decidido no volver a intimar era lo que me detenía.

—Y bien fresita, ¿a qué debo el honor? —hablé cuando después de un buen rato de pie frente a mí aún no lograba decir nada, extraño cuando ella parecía siempre tener un tema de conversación; más raro cuando abrió la boca y nada salió de ella—. ¿Estás bien, Diana? Sé que dijimos que dejaríamos de hacer pues... eso, pero si estás en problemas puedes decirme, sabes que eres mi amiga y...

—Estoy embarazada. —Soltó dejándome helado y con los ojos muy abiertos. Observé su abdomen aún plano mientras cálculos aparecían en mi cabeza hasta que entre tantas fechas un recuerdo me asaltó haciendo que la mirara asustado mientras ella asentía, como si pudiera saber lo que pensaba.

«Demonios.»

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Bueno, comenzamos con las actualizaciones de esta historia que me tiene muy emocionada. Mis propósitos en este año son enfocarme en actualizar tanto Ephemerality, Inefable y Escucha mi amor.

A diferencia de mis otras historias, esta planea ser un poco más corta. ¿Qué les parece hasta el momento? ¿Les gustó? Déjenme sus votos y comentarios buenos o malos, todo me ayuda a mejorar.

Gracias por leer, espero que se enamoren de estos nuevos personajes que me hizo muy feliz crear.

Nos vemos pronto.
~Karina C.

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