38. Incursión decisiva (I)
Por MichellBF, RonaldoMedinaB & Metahumano
Lucifer se hizo destacar con los gráciles movimientos utilizados para evadir los ataques de Venatrix, ella dejaba toda su fiereza en los golpes a sabiendas de que solo alcanzaría a rozarlo. Conocía bien el modo de pelear de Lucifer, años atrás había descifrado su estrategia de combate: consistía en abstenerse del combate y aguardar; tan sencillo y eficaz, el temido rey emprendía una danza ágil. Se movía con delicadeza, sus pies rozaban el suelo, con su energía intacta y su dignidad íntegra; la contraparte, por otro lado, perdía la paciencia ante la arrogante actitud del rey, aquello solía empujarlos en cada ataque y agotaba su energía, quedando expuestos tras minutos de ataques sin sentido.
Venatrix lo sabía y, aun así, era justo lo que hacía: se exponía ante el rey.
Sus rodillas flaquearon luego de que tuvieron que hacer un máximo esfuerzo para no caer al vacío tras ser evadida por Lucifer en su última embestida. Estaba detenida al borde del piso donde se hallaban; escuchó el derrumbe por debajo de ellos, los fugaces destellos escarlata le advirtieron que Lady Morpheus hacía destrozos y que su magia arcana arrollaba a los héroes que le hacían frente, entre ellos escuchó a James Jerom. Cuando intentó ver, fue cegada por un resplandor que, dedujo, provenía de Amaterasu; su poder, unido al de Mago Universal, no parecía ser suficiente, pues los escuchó exclamar de frustración mientras la magia de Lady Morpheus seguía esparciéndose.
Con frustración, apretó el mango de su espada por enésima vez y se lanzó hacia Lucifer, la precisión la llevó a acertar, lo había sentido desplazarse detrás de ella y logró ubicarlo para dirigir su ataque directo al rostro, pero el rey, veloz, se inclinó lo suficiente para que la espada pasara justo encima de él, tras seguir su camino, se levantó y tomó el brazo expuesto de Venatrix, ganando control de ella y del arma.
—Sí —susurró, teniéndola ahora cerca, con la espada entre sus rostros—. Ahora dejas ver una de tus características poco favorecedoras.
En total control de su brazo, le arrebató la espada y la hizo girar. Doblándole el brazo sobre la espalda, la empujó de regreso al borde donde se podía apreciar el combate en los pisos inferiores. Justo entonces, por debajo de Lady Morpheus y Mago Universal, uno de los muros fue atravesado por el cuerpo de Binaria, llevado con violencia por la masa de músculos infectados por el poder infernal que ahora era Cronos; el villano de Krimson Hill parecía más a un monstruo con características humanas, y como tal se comportaba: rudo e irracional. Golpeó a Binaria contra otro muro, detrás de ellos iba Kriger, dispuesto a apoyarla, pero en el intento recibió un golpe de Cronos que lo lanzó lejos de ellos, Binaria se hizo escuchar cuando Cronos volvió a centrarse en ella y en su misión de causarle dolor.
Venatrix intentó hacerse a un lado, pero Lucifer la obligó a permanecer.
—¡Ese es tu problema! —reprendió al oído—. Por eso preferí dejarte sola; en solitario eres eficaz, tu única responsabilidad es cumplir mi deseo, pero cuando alguien decide involucrarse a tu favor...
En aquel momento, ambos miraban como Dakken se preparaba para cercenar la cabeza de Génesis, Madame Nyx observaba con satisfacción, acompañada de la evolucionada versión de Wendigo.
—...decides hacerlo tu responsabilidad, entonces ya no eres tan eficaz —continuó diciendo Lucifer—. Dejas de pelear por ti y empiezas a pelear por los demás, eso, querida mía, te vuelve débil, porque piensas en lo que pasaría si llegas a fallar.
El suelo se agitó a sus pies, la estructura al borde se quebró y Venatrix se vio por un momento suspendida en el aire antes de ser rescatada por Lucifer al llevarla con él hacia atrás; algo fuerte sucedía abajo, el derrumbe fue brutal y sonoro, el combate se detuvo unos segundos y luego todo fue más violento.
Lucifer la hizo girar mientras la apartaba, la dejó al borde del vacío, ella se giró para encararlo y entonces sintió la punta de su espada rozar debajo de su barbilla justo donde sintió el nudo al tragar.
Al final de la espada se encontraba el rostro de su perdición, de facciones angelicales y personalidad narcisista, allí estaba él, el grandísimo Lucifer.
—Debí matarla —dijo él—. Juro por Dios que si he de arrepentirme de algún pacto, será de aquel que hice contigo donde permití a tu hija vivir. Debí matarla —repitió con los dientes apretados mientras daba un paso con la espada en alto.
Venatrix sintió una de sus botas resbalar entre los restos que limitaban el suelo.
—Non puoi toccarla —dijo ella, alzando la barbilla.
—Creo que ha quedado en evidencia que no necesito hacerlo —respondió con una sonrisa—. Siempre habrá algún sádico con grandes ideas de perversiones; si tienes oportunidad, pregúntale a Gia, ella conoció de primera mano la creatividad de aquel que se hace llamar Dakken.
Frenética, quiso ir hacia él, pero la punta de la espada se incrustó en su piel.
—Te odio —dijo entonces, su voz fue firme y expresaba el sentimiento, pero en el fondo se alojaba la duda, algo que no pudo esconder de él.
Divertido por lo que escuchaba, Lucifer sacudió la cabeza en negación.
—No me odias, no puedes hacerlo. Te desagrada lo que hago, no lo que soy, y eso es un problema para ti, porque aun cuando tengo la vida de todos ellos en mis manos, aun cuando pueda quitarte lo que más amas, tú sigues sintiendo esa atracción que siempre te ha llevado a mí. Si odias algo, es eso que te hago sentir, no a mí.
Venatrix lo observó mientras lo analizaba, tras varios segundos se rindió ante lo que decía, Lucifer ya se sentía victorioso al ver la derrota en el rostro de su cazadora, pero ella dio un paso en sentido contrario, lo que alertó al rey.
—Me odio —corrigió ella cuando la espada dejó de rozar su cuello—, ma ho intenzione di correggerlo.
Y se dejó caer al vacío, en el vórtice de la batalla, lejos del ser que podría llevarla a perderlo todo.
Cuando los ataques directos para frenar a Lady Morpheus no fueron suficientes, Mago Universal y Amaterasu tuvieron que replantear su pelea. Los cuatro ojos de la bruja no dejaban de arder en escarlata. El poder de su magia corrupta, concentrado en sus manos, hacía que las llamas crecieran cual espiral, mientras entre risas desquiciadas las movía en círculos.
Luchando contra la tormenta de fuego, como si se tratara de la más áspera arena, la fuerza del vendaval los empujaba violentamente. Sus movimientos y su visión se veían limitados en gran medida.
—¡Creo que se le zafaron todos los tornillos! —gritó Amara, afirmando sus pies para no ser arrastrada por las ondas mágicas.
—¡Su magia es inestable! —James alzó la voz para hacerse escuchar—. Elizabeth nunca antes había manejado tal clase de poder. ¡Debemos contenerla antes de que acabe con todos nosotros, ella incluida!
—¡¿Y cuál es el plan?!
—Necesito que hagas lo que te diga.
La diosa asintió como única respuesta. Mago extendió sus brazos a cada lado, mientras en sus dedos brotaban los inicios de un nuevo hechizo. A pesar de la fiereza con la que el tornado los zarandeaba, él aparentaba sumergirse en un inmutable estado de paz.
—Lo primero es comprarme tiempo—mencionó firme en un apenas audible tono de voz.
Una barrera mágica cubierta de runas lo envolvió. Brilló tan fuerte que, por un segundo, hizo que el escarlata dominante fuera apenas visible. Pero, tan pronto como resplandeció, así mismo desapareció, llevándose con él a James. Amara tuvo que parpadear con fuerza un par de veces para recordar la situación en la que se encontraba: su mentor acababa de dejarla sola contra una de sus peores enemigas.
Un rayo de magia rozó su hombro, apenas dándole tiempo para reaccionar. Lady Morpheus acababa de provocar una cadena de rayos dentro del tornado, ahora convertido en tormenta. Sin permitir que el punzante dolor la detuviera, Amara giró sobre sus pies justo a tiempo para crear una katana de fuego y esquivar con ella un ataque de Elizabeth, acababa de mostrarse con esferas de energía en cada mano y su cabello negro moviéndose con violencia.
—¡James, es mejor que eso no te tome más de cinco minutos! —gritó la muchacha al tiempo que lanzaba una de sus armas hacia la bruja.
La katana giró en el aire, fulgurante por el fuego y con una velocidad espectacular, pero fue insuficiente frente a la bruja, quien con un solo toque de su mano consumió la energía.
—Esto es sublime, nunca antes había tenido el placer de asesinar a una diosa. —Una gran sonrisa acompañó a su retumbante carcajada. Con tal nivel de poder, no le era difícil cumplir sus palabras. Amara lo sabía bien—. Espero Jimmy no se moleste por romperle su nuevo juguete.
Con la furia de la tormenta en su contra, Amara pronto se vio acorralada por cuchillas escarlata que llovieron sobre ella, una tras otra sin detenerse, a una velocidad tal que el aire silbaba en lamento. Amara difícilmente lograba escapar de ellas y desintegrar con su propio poder las que no alcanzaba a esquivar.
—Está bien, entiendo que no quieras enfrentarme —alzó la voz la diosa—. Atacar de lejos es más cobarde, pero, como James dice, eres una mujer vieja atrapada en años de gloria. —Aun en la apretada situación en la que estaba, Amara se dio el tiempo de asegurarse de que la bruja pudiera apreciar su falsa sonrisa de comparecencia—. Probablemente no resistirías contra alguien joven.
Los ataques se detuvieron y la tormenta retrocedió, dejando a apreciar mejor la figura de Lady Morpheus, había alcanzado el clímax de una transformación que la llenaba del mayor poder que alguna vez se le hubiera visto portar.
—Tienes un talento para enfadar a las personas. ¿Te lo han dicho, mocosa? —replicó la mujer
Amara asintió con firme orgullo ante el comentario.
—Muy seguido —aceptó.
—Entonces debes saber enfrentar las consecuencias —reprochó la villana.
Consciente de que no lograría durar mucho tiempo si solo se dedicaba a evitar ataques, la heroína optó una vez más por una de las situaciones más arriesgadas. Decidida, se concentró en tomar toda la energía que le quedaba después de horas de combate. Era la suficiente para cubrir su aura en una destellante luz.
Recordó entonces su entrenamiento con James y focalizó todo su poder. Le bastó solo extender el brazo para disparar una voluminosa ráfaga de luz solar contra la bruja. En cuanto Lady Morpheus se tomó un momento para desestimar el ataque, Amara se abalanzó contra ella y chocaron en un espectáculo de opuestos. Luz y oscuridad. Amara se esforzó en mantenerla a raya, volando muy cerca con ataques directos que no parecían vislumbrar un vencedor, después de todo, su objetivo no era derrotarla, solo tenía que resistir lo suficiente para que James pudiera presentar su truco de magia.
—Tonta, ¿aún crees que en este estado eres una amenaza para mí? —La voz de Lady Morpheus resonó con potencia—. Me desharé de ti de una vez por todas y luego me encargaré de Jerom.
El huracán de magia se extendió por orden de la bruja, y desde el extremo contrario concentró una gran cantidad de energía para dirigir a su presa.
—Por fin. —Sonrió Amara, exhausta—. Ya podemos tomarnos esto en serio.
La brillante luz que se desprendía de la heroína se convirtió en fuego consumidor y chocó contra los muros del huracán que la bruja se esmeraba en mantener. La temperatura aumentó de manera drástica, mientras los ojos de Amara se tornaban en un resplandeciente dorado. Justo cuando Lady Morpheus conjuraba runas de magia negra para retenerla, la diosa se encendió en un destello que liberó un voraz torrente de fuego.
Elizabeth cayó cual proyectil, pero, gobernada por la adrenalina de la batalla, tronó su cuello y se levantó con pasos trastabillantes, casi demoníacos, para luego impulsarse de nuevo a las alturas. Tan colérica como irritada, extendió sus manos y dos brazos gigantes con garras escarlata clavaron sus uñas sobre la esfera de luz que se había creado en torno a Amara. La diosa resistió, fortaleciendo con su energía el improvisado campo de fuerza, pero eso no detuvo a Elizabeth, incluso cuando el calor abrasador comenzaba a provocarle quemaduras.
Absorta por la pelea, descubrió muy tarde que una nube de polvo mágico se había hecho notoria, primero como una suave neblina que solo rozaba los pies, para luego tomar la fuerza suficiente de nublar su visión con un intenso resplandor azul.
—Acitamsirp noisrotsid.
Los cuatro ojos de Lady Morpheus se encendieron en furia escarlata.
—¡Muere, Jerom, muere!
Elizabeth se lanzó sobre Mago Universal y le clavó sus uñas contra el rostro cuales garras, provocándole una herida profunda desde el ojo izquierdo hasta el mentón, luego otra en el lado opuesto. James lanzó un grito de dolor mientras se alejaba, dándole la ventaja suficiente para que ella atacara de nuevo, esa vez con una filosa y descomunal estaca con la que le atravesó el corazón.
El mundo pareció moverse en cámara lenta para Amara, y con terror sus ojos siguieron cada segundo. El último suspiro de Mago llegó a ella lento, doloroso, mientras la sangre salía a litros de su herida y de su boca, sus ojos se habían abierto con sobresalto, cosa que sembró en Lady Morpheus una placentera sonrisa diabólica.
Sin más, el cuerpo sin vida de James Jerom comenzó a descender.
Finalmente, lo había logrado. Luego de tantos años de rivalidad, Mago Universal estaba muerto.
Elizabeth Morpheus celebró en las alturas y pronto fijó su siguiente objetivo: Amaterasu. Cual carnicera, la bruja saltó a la acción.
—Esa mujer me pone los pelos de punta —comentó Amara. Un ligero escalofrío la recorrió y se sobresaltó, provocándole dolor en sus heridas. Se mantenía sujetada de Mago Universal desde abajo, donde eran espectadores del enloquecimiento total de Lady Morpheus—. No me quiero imaginar lo que debe estar viendo para reírse así, con tanto... placer.
—Su misma soberbia la llevó al borde de la locura, el hechizo solo se encargó de hacer realidad sus deseos más oscuros —dijo James, soltando un suspiro exhausto—. Acabemos con esto.
Amara asintió en consentimiento.
—Noicpursid —dijeron al unísono, con las manos hacia el cielo.
La ventisca a su alrededor retrocedió hacia su origen: Lady Morpheus. El caos de magia escarlata comenzó a envolverla para dar origen a una esfera que se solidificó cual mazo, y por su peso cayó, haciendo temblar el suelo y fragmentándose en pedazos. Lady Morpheus permanecía inconsciente. O eso parecía.
Agotados, con los ojos irritados por el humo acumulado en la biblioteca y su respiración pesada, los tres guerreros se miraron por algunos segundos, conscientes de que había llegado la hora de ponerle un punto final a aquella pesadilla. Vincent observó el rostro desformado de su doble y reconoció en él una parte de él mismo, aquella que le había sido arrebatada y que su cuerpo reclamaba con tanto fervor; Supernova trataba de no mirar más allá de la furia infernal que emanaba de los ojos de su oponente, sabía que detrás de ella todavía se ocultaba una parte de su compañero.
Cegado por la ira y el dolor, Darksaber dio el primer paso y, con un grito de guerra, se lanzó contra sus enemigos. Blandía de forma casi desesperada su gigantesco sable, que cortó el aire con un silbido y forzó a los héroes a moverse para esquivarlo. Supernova se elevó, mientras que Vincent dio una voltereta hacia atrás.
Cassiopeia volvió a disparar desde el aire, pero Darksaber esquivó el ataque con un veloz giro. En el mismo movimiento, el guerrero infernal tomó una biblioteca que ya había empezado a ser roída por el fuego y la arrojó contra la heroína, que recibió el impacto de lleno. Sin embargo, antes de que Darksaber pudiera saborear aquella pequeña victoria, Vincent salió detrás de una cortina de humo con su bastón de aikido ya listo y golpeó el deteriorado rostro de oponente con fuerza. Un hilo de sangre voló de la boca de Darksaber, que trastabilló mientras retrocedía, momento que Vigilante aprovechó para continuar con una seguidilla de golpes. El bastón cargado de electricidad impactaba contra la pesada armadura del oscuro clon con violencia, pero estaba lejos de causar el daño que el héroe necesitaba de él. Si quería derrotar a Darksaber iba a necesitar algo más fuerte, mucho más fuerte.
Recuperándose del aturdimiento causado por el primer golpe, Darksaber plantó sus piernas con fuerza y dejó de retroceder. El bastón de aikido casi lo alcanzó en el cuello, pero al alzar su sable logró bloquearlo. Ambas armas quedaron cruzadas en una lucha de fuerzas. Los dos conocían a la perfección cuál era el siguiente movimiento del otro; Darksaber sabía que la habilidad de Vincent Hardy con aquella arma no letal era tan alta como la suya con el sable, mas sabía que tenía una ventaja sobre el mortal: su fuerza bruta. Con un brusco giro, Darksaber lanzó ambas armas a lo lejos, el bastón de aikido produjo un ruido metálico al caer sobre el suelo, mientras que el infernal sable giró unas cuantas veces en el aire antes de clavarse en las viejas piedras que componían el suelo de la biblioteca, cual Excalibur.
Sorprendido por el movimiento, Vincent no logró bloquear la brutal patada frontal de su oponente y lo alcanzó de lleno en el pecho, tirándolo al suelo. El detective se levantó con rapidez, solo para ser alcanzado por un puñetazo en el rostro que lo hubiera arrojado al piso de nuevo de no ser por otro que vino del lado opuesto y lo mantuvo sobre sus pies. La sangre cubría por completo el rostro del detective, su ojo izquierdo estaba hinchado al punto que ya no podía ver y le costaba respirar, pero aún así se mantenía tan firme como podía, lanzando alguno que otro patético intento por detener el avance de Darksaber. Tras recuperar un poco de su fuerza, el infernal guerrero asestó un gancho al estómago de Vigilante, lo suficiente fuerte para alzarlo unos cuantos centímetros y luego asestarle un brutal puñetazo en el aire, derribándolo contra una de las pocas estanterías que aún se mantenía de pie en la destruida biblioteca.
Vincent apenas y podía distinguir la siniestra silueta de Darksaber que, agotado, seguía marchando en su dirección. Intentó ponerse de pie, Darksaber se detuvo a observarlo. Quería gritar, pero la sangre inundaba su garganta; quería moverse, pero su cuerpo ya no podía soportar el castigo y se rehusó a moverse. Su hora había llegado y debía aceptarlo. Casi como si le leyera la mente, Darksaber sonrió, sabiéndose ganador. Intentó alcanzar su espada para poner fin al sufrimiento de su doble, pero sus manos quedaron en el aire. Lo haría con sus propias manos entonces.
—Hay honor en reconocer la derrota, Vigilante —dijo Darksaber—. Pero es hora de que el mundo conozca a un nuevo Vincent Hardy.
La vista del héroe caído se aclaró lo suficiente para ver que la difusa figura frente a él alzaba la pierna y se disponía a dejarla caer, dejó escapar un suspiro y se preparó para el fin... pero entonces una cegadora luz lo forzó a cerrar los ojos y, para cuando volvió a abrirlos, Darksaber ya no se encontraba frente a él.
Supernova había descendido justo a tiempo para evitar la muerte de su compañero con su cuerpo recubierto de energía, ahora los dos titanes intercambiaban golpes que hacían vibrar la totalidad de la biblioteca. Darksaber intentó un golpe descendente, pero Supernova pudo predecirlo con facilidad y bloquearlo con una mano, al tiempo que con la otra daba un gancho al estómago de su oponente. Antes de que pudiera terminar de doblarse, Cass frenó su avancé colocando su mano izquierda contra el cuello de Darksaber y remató con un poderoso golpe al pecho que lanzó a su oponente varios metros hacia atrás.
Supernova voló una vez más hacia él, pero su marcha fue detenida por el derrumbe de otro grupo de estanterías que la golpearon, frenando por un momento su andar para darle tiempo suficiente a Darksaber de reponerse. Para cuando la heroína se quitó la pesada estantería de encima, su enemigo ya la esperaba; la recibió con un puñetazo descendente que la alcanzó en el rostro. Cass intentó levantarse, pero Darksaber ya la había tomado del traje y, sin esperar un segundo, la arrojó contra la pared más cercana.
Cass gruñó y trató de reponerse una vez más, pero su enemigo era implacable. Cuando abrió los ojos, Darksaber ya se encontraba sobre ella. Supernova intentó despegarse de la pared, pero Darksaber la tomó del cuello y volvió a estrellarla contra la misma.
—Voy a disfrutar esto —masculló. Cassiopeia le respondió escupiéndole sangre directo al rostro.
Enfurecido por aquel insulto, Darksaber comenzó a golpear a su oponente una y otra vez, mientras la sujetaba para asegurarse de no fallar. Con cada golpe la pared parecía hundirse un poco más, y la luz que cubría a Supernova se hacía más y más débil. Finalmente, tan solo un atisbo de luz era emanado por el cuerpo de la heroína, y la sangre fresca relucía en la armadura de Darksaber gracias a las llamas cada vez más cercanas. Casi en cámara lenta, Cassiopeia vio como el guerrero infernal echaba su brazo hacia atrás y se preparaba para dar un último y fatal golpe, mas su voluntad no flaqueó. Si la muerte venía por ella, se aseguraría de estar mirándola a los ojos. Eso fue exactamente lo que hizo. Cass mantuvo la mirada fija en los ojos cargados de furia de Darksaber, creía que ambos estaban gritando, aunque sus voces ya eran indistinguibles, y entonces... silencio.
La expresión en el rostro de Darksaber cambió. Donde antes hubo furia, luego hubo sorpresa, luego dolor y luego... nada. La mirada de Darksaber descendió y Supernova la siguió, encontrándose con que el sable de su enemigo lo había atravesado de lado a lado, al punto que el filo del arma tocaba su pecho. Con un sonoro silbido, el sable se retrajo y Darksaber soltó a Supernova antes de caer de rodillas, sujetándose la herida mientras largaba sangre por su boca. Detrás de él, Vincent Hardy sostenía el sable entre sus manos, con su cuerpo entero cubierto de sangre y su mirada inundada de odio.
Algunos segundos pasaron hasta que, finalmente, Darksaber dejó de respirar y, frente a sus ojos, se fue convirtiendo en meras cenizas, hasta que ya no hubo rastros de él, como si tan solo se hubiera tratado de una pesadilla. El sable desapareció también de las manos de Vincent que, casi imitando a su doble, cayó de rodillas. Supernova lo acompañó, aunque no podía decir si fue para intentar evitar su caída o si porque sus propias piernas se rindieron. Ambos permanecieron allí en silencio, iluminados por el fuego, con sus frentes tocándose, casi petrificados, en parte por el cansancio, en parte por el miedo al futuro, pues sabían qué significaba eso: una parte de Vincent Hardy había desaparecido para siempre. Lo confirmó cuando el sigilo de Mago se iluminó en su antebrazo, y como si nunca hubiera estado allí, el tatuaje se desvaneció en un resplandor agonizante.
Los dos se separaron y se miraron a los ojos. Cassiopeia alzó su mano con esfuerzo y acarició el rostro de Vincent, que derramó una lágrima al sentir su tacto. Supo en ese entonces que tomó la decisión correcta, y que hubiera muerto mil veces por esa mujer. Con un gran esfuerzo, ambos se pusieron de pie y, ayudándose entre sí, abandonaron la destruida biblioteca y fueron en búsqueda de sus compañeros. La batalla no había terminado.
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