37. Contienda explosiva (II)

Por MetahumanoMelvinPinMichellBF & Rosacharm


El caos se desataba a sus espaldas, pero Vincent y Cronos jamás se quitaron la mirada de encima. Habían llegado a un punto de inflexión, ambos lo sabían y, cualquiera fuera el resultado de aquel encuentro, no habría vuelta atrás.

­—Vince... —masculló entre dientes Supernova, viendo la amenazante silueta de Darksaber observándola desde un oscuro pasillo.

—Ve tras él, te alcanzaré en un minuto —respondió Vincent, sin quitar la mirada de su némesis.

Sin dudarlo un segundo, y con plena confianza en su compañero, Cass disparó un intenso rayo de energía contra Darksaber, que lo esquivó con facilidad, desapareciendo por el pasillo. Aún consciente de que aquel títere de la Sociedad Oscura intentaba dividirlos, ella lo siguió. Lo había derrotado en combate una vez, lo haría de nuevo y salvaría a Vincent.

Ya a solas, el cuerpo de Cronos pareció relajarse un poco, liberando un poco el cansancio que sentía. El efecto de aquella infernal droga empezaba a pasarle factura, por no mencionar todo el tiempo que pasó rodeado de criaturas y seres que escapaban a su comprensión. Por primera vez en mucho tiempo, Laurence Osborne recordó que era un sapo de otro pozo en aquel mundo, pero estar una vez más frente a frente con Vigilante, el héroe que le había hecho la vida imposible durante años, el que lo había derrotado, le producía una extraña sensación de familiaridad.

—No se siente bien, ¿verdad? Que todo termine aquí... tan lejos de casa —dijo el titán, casi con nostalgia en sus ojos y voz.

—Hay una celda en Krimson Hill esperándote, no te preocupes —replicó Vigilante, y una genuina sonrisa se dibujó en el rostro de Cronos.

—Voy a extrañar esto, ¿sabes? Tus comentarios, tus idioteces, pero no me dejas opción. —Sin decir una palabra más, Cronos se volteó y comenzó a caminar—. Sígueme, por favor.

Aquello tomó desprevenido a Vigilante, pero algo lo impulsó a obedecer. Se obligó a acallar el sonido de la batalla a sus espaldas, hasta que finalmente estuvieron tan lejos que fueron tan solo lejanos quejidos y golpes en la inmensidad de la mansión. Cronos se detuvo frente a una enorme puerta de madera, que debió empujar con ambas de sus gruesas manos para que cediera, y avanzó. Vincent lo siguió, pero no pudo evitar detenerse en el umbral. Conocía aquel lugar: la trastienda de The Basement, el lugar donde había derrotado a Cronos y a Rampage, y la base de operaciones del primero en Krimson Hill.

—Bienvenido a mi hogar, lejos de mi hogar —dijo Cronos, acercándose a un tosco escritorio de metal donde se sirvió un trago de un exquisito whisky—. Morpheus es dura, pero reconoce la importancia de tener privacidad.

Mientras Laurence bajaba el trago de un solo sorbo, Vincent continuó observando a su alrededor. Bajo otras circunstancias, el hecho de que ambos compartieran aquel extraño detalle le habría causado gracia, como un chiste retorcido o una bizarra coincidencia, pero en ese momento solo tenía una cosa en mente.

—¿Vamos a seguir dando vueltas en círculos o vamos a acabar con esto? —preguntó el detective, tomando los palos de escrima de su espalda.

—Vaya... finalmente lo logré, ¿verdad? —Cronos estudió a su oponente con atención y Vincent no pudo evitar sentirse incómodo—. Puedes intentar esconderlo todo lo que quieras, pero puedo verlo en tus ojos...

Sin perder un segundo más, Vincent se lanzó corriendo contra el titán que, habiéndolo previsto, dejó caer el vaso vacío de güisqui y dio vuelta la mesa para lanzarla a toda velocidad contra el héroe. Vincent no pudo esquivarla y terminó tendido en el suelo, luchando para levantarse y con un hilo de sangre colgada de su labio. Para cuando volvió a fijar su mirada en Cronos, ya sostenía los viales de aquella infernal droga que le confería sus poderes; procedió a consumir y pronto se transformó frente a sus ojos.

—Algo cambió en ti, Vincent... te rompiste.

Haciendo temblar el suelo con cada uno de sus pesados pasos, Cronos se lanzó al ataque y Vigilante debió reaccionar rápido para evitar el pisotón de su gigantesco enemigo. Pero se aprovechó de que los movimientos de Cronos eran toscos, pesados. Vincent se colocó a sus espaldas y respondió con una seguidilla de golpes que buscaban identificar el punto débil del titán, mas todos los intentos parecían ser insuficientes.

Un veloz giro bastó para que Cronos asestara un revés a Vigilante, que salió despedido a través de la sala y terminó aterrizando en el improvisado cuadrilátero donde había vencido a Rampage en lo que se le antojaba una eternidad atrás. Sabía que el titán era demasiado fuerte para él, iba a tener que encontrar otra manera, y rápido, pero, entre tanto, tan solo podía aguantar los golpes de la mejor manera posible. Con esa idea en mente, guardó sus palos, lo retrasaban, tan solo podía ganarle a Cronos en velocidad y procedió a tomar sus nudilleras, que pronto cargó de electricidad.

De un salto, Laurence aterrizó en medio del cuadrilátero y comenzó a arrojar golpes con la clara intención de acabar con Vincent Hardy de una vez y para siempre. Por su parte, el detective puso toda su atención en esquivar los ataques, lo que se volvía difícil en aquel espacio reducido. Sin embargo, aquella técnica empezó a rendir frutos. Tras algunos segundos de estudiar los ataques de Cronos, las aberturas en guardia se hicieron evidentes y las oportunidades comenzaron a presentarse.

Un golpe bien colocado a las costillas envió una corriente de electricidad al cuerpo del gigante; una patada baja en la rodilla, sobrecargada por su peso aumentado, le hizo perder el equilibrio a Cronos y un giro rápido, acompañado de un puñetazo al hígado, lo forzó a retroceder. Vigilante empezaba a ganar espacios, tenía que mantener la presión. Tomó carrera y con un impresionante salto logró dar un buen rodillazo al mentón del titán, que debió sostenerse de las cuerdas para evitar caer. Tenía su oportunidad, debía tomarla.

En acopio de todas sus fuerzas, Vincent giró sobre su eje y lanzó una brutal patada, pero, para su sorpresa, esta fue atrapada por la gigantesca mano de Cronos que, con un grito de furia, lanzó al héroe una vez más fuera del cuadrilátero.

Vincent aterrizó con violencia en el frío cemento. El golpe le había producido algunos raspones en su rostro y la sangre, que antes se deslizaba con suavidad por la comisura de sus labios, ahora caía sin filtro por su boca. Su pierna le dolía, temió que se la hubiera quebrado, pero no parecía ser el caso, pero, cuando intentó levantarse, le falló y volvió a dejarlo tendido en el suelo.

Pronto sintió los pesados pasos de Cronos a su espalda y comenzó a arrastrarse en un intento de alejarse. Su vista se clavó en el escritorio que Laurence le había arrojado al comienzo del combate. Los cajones se habían abierto y algunos de los viales que Cronos se inyectaba habían rodado por el suelo. Una idea, descabellada tal vez, cruzó su mente y apuró el paso.

—Respeto tu coraje, Vincent, pero esto acaba aquí —dijo Cronos con una voz monstruosa.

Con desdén, el titán tomó a su mortal enemigo de la cabeza y lo levantó. Lo había logrado, había llegado al final del camino y había salido victorioso. Lo que ocurriera a sus compañeros lo traía sin cuidado, y lo que le pasara a él una vez que Vincent Hardy diera su último aliento también, pero quería verlo a los ojos antes de acabarlo... ver los ojos de aquel hombre roto, sabiendo que había perdido. Sin embargo, no encontró lo que esperaba.

En los ojos del detective no había miedo, desesperanza o sumisión, sino una ira apenas contenida y a punto de estallar. Fue solo entonces que Cronos cayó en cuenta de lo que había hecho: no había roto a Vincent Hardy, había creado a un monstruo... había liberado a Vigilante.

Antes de que el titán pudiera reaccionar, Vigilante le clavó cuatro viales que había logrado rescatar del suelo hacía apenas segundos y los descargó directamente en su cuello. Los efectos no tardaron en hacerse sentir. Laurence Osborne comenzó a gritar de dolor, sintiendo su cuerpo en llamas, y Vincent aprovechó la oportunidad para darle una buena patada al rostro y lograr liberarse de su agarre. Cronos trastabilló y cayó al suelo, intentó encontrar a su enemigo, pero su visión se había vuelto borrosa y sus extremidades parecían no responder. Desesperado por su situación, gritó, aunque a Vigilante se le antojó más como el rugido de alguna bestia malherida.

La musculatura de Cronos continuó creciendo hasta terminar de rasgar sus vestiduras, sus facciones se deformaron, volviéndose segundo a segundo menos humanas, hasta el punto en que Vincent ya no pudo reconocer a su viejo enemigo allí. Su plan había tenido éxito, la sobredosis de aquella infernal sustancia había causado estragos en el cuerpo de Cronos, y ahora, donde solía haber una imponente mente criminal y un peligroso guerrero, solo yacía una masa amorfa de músculos, sangre y carne, que se arrastraban por el suelo, casi convulsionando. Vincent observó aquella monstruosidad retorcerse y se acercó a él, no sabía si intentaba atacar o si le rogaba piedad. Finalmente, la bestia se rindió a sus pies.

En aquel silencio, Vincent pudo escuchar el latir del enorme corazón de la criatura, su respiración pesada y cansada y, entre todo aquel cúmulo de músculos, pudo divisar lo que aparentaba ser el rostro de Cronos. Por algunos segundos, Vigilante recordó a todas las personas a las que Cronos había lastimado en Krimson Hill, no había olvidado ninguno de sus nombres y le pareció que aquel era un final adecuado para su enemigo: ser transformado en el monstruo que era en realidad. Intentó alejarse, pero sus piernas no respondían y maldijo por lo bajo su estúpida debilidad.

—Te mereces ser un monstruo... pero yo no.

Vincent armó su bastón de aikido, lo cargó de electricidad en la punta y dio un último golpe a su enemigo que bastó para enviar el titán a dormir.

Frente a sus ojos, el deformado cuerpo de Cronos fue retomando su forma humana, hasta que Laurence Osborne volvió a hacerse presente en aquella arena. Vincent lo observó, aún quedaban rastros de los estragos que la infernal droga había hecho en su cuerpo, pero viviría. Sin más, el héroe se dio media vuelta y abandonó a su enemigo allí. Todavía quedaba una batalla más por librar.

Cassiopeia recorrió con precaución los oscuros pasillos de la mansión Morpheus, sabía que estaba involucrada en un peligroso juego del gato y el ratón, pero no tenía del todo claro quién era el depredador y quién la presa. Aún así siguió su camino. Una tenue luz escapaba por una puerta entreabierta al final del pasillo, anunciándole el lugar que su enemigo había elegido para tener su encuentro. Respiró y avanzó.

Al empujar la doble puerta de madera que tenía frente a ella, esta cedió con un quejido y le abrió paso a una biblioteca de gigantescas dimensiones con tomos antiguos y en idiomas que resultaban un misterio aún para la exladrona internacional.

«Épocas más simples», se dijo, recordando cuando recorría el mundo con su hermano y su padre.

Sacudió la cabeza y se concentró. Ahora tenía otra familia que la esperaba, Los Nova, y cuanto antes terminara con Darksaber y la Sociedad Oscura, más pronto volvería a verla.

La enorme biblioteca de dos pisos y repleta de estanterías estaba iluminada tenuemente por antiguos candelabros que colgaban del techo y otros que reposaban sobre las gastadas mesas de madera, dándole un aspecto lúgubre a aquel espacio. Con esperanzas de ver un poco más, Cass dirigió energía a su mano, iluminando el pasillo que recorría y alcanzando a ver una sombra moverse a toda velocidad al final del mismo.

—Deberías haberte retirado de esta pelea cuando todavía ibas ganando. —La voz de Darksaber llegó desde la oscuridad como un mensaje del más allá y le puso los pelos de punta—. La primera vez tuviste suerte de que la debilidad de Vincent me frenaba, pero ahora el detective ha abandonado el edificio, Cass.

La gigantesca estantería que tenía a su lado se tambaleó con violencia y casi la aplastó, pero ella logró utilizar su energía para correrse justo a tiempo, y el viejo mueble golpeó otros estantes, que cayeron en imitación a un juego de dominós. Supernova disparó un rayo de energía a la oscuridad, pero Darksaber ya había escapado.

—¡Muestra tu cara de una vez y acabemos con esto! —gritó con bronca.

—¡A tus órdenes!

Darksaber saltó desde el segundo piso y aterrizó justo frente a ella, blandiendo su enorme espada, que ella esquivó a duras penas. Cassiopeia estudió la situación y se preparó para contraatacar, la armadura hacía a su oponente pesado, esa sería su ventaja. Con determinación, ella disparó y alcanzó al villano en el costado, logrando tumbarlo al suelo. Teniéndolo en aquella posición, Supernova se elevó y desde la altura disparó de nuevo, sin embargo, su oponente logró elevar su arma y desviar el disparo con ella, haciendo que el rayo de energía destruyera varios estantes en el camino. Con suficiente fuerza para contener aquel ataque, Darksaber giró su espada hasta que logró que el rayo de energía retornara a Cassiopeia, e hizo que la heroína saliera disparada contra el techo de la biblioteca.

Supernova tosió y cayó de rodillas en el segundo piso, desde allí podía observar bien la destrucción que su enfrentamiento estaba causando. La tétrica pero hermosa biblioteca ahora yacía en ruinas, con Darksaber observándola en medio de todo aquel caos. A su alrededor, el fuego comenzaba a avivarse, pues las velas que iluminaban el lugar habían alcanzado a los libros, algunos de los cuales gritaban en agonía a medida que las llamas la consumían.

Sin poder frenar a observar aquella dantesca escena, Supernova se lanzó una vez más al combate y Darksaber se corrió para evitar el impacto, mas la veloz heroína se deslizó por el suelo y con una media vuelta quedó en una posición perfecta para disparar. El rayo de energía impactó en el costado izquierdo de su enemigo, pero no logró derribarlo. Aquella armadura era fuerte, si quería causar daño real tendría que removerla.

Con aquel pensamiento en mente, Supernova se lanzó al combate, aunque tuvo que agacharse para evitar que Darksaber la decapitara con tan solo un movimiento. Cargando su puño de energía, golpeó a su oponente en el estómago, pero había sentido a la armadura producirle algunos cortes en los dedos; luego eludió una nueva estocada de Darksaber y le dio un puñetazo en la rodilla, desestabilizándolo un poco. El humo que se acumulaba en la biblioteca, sumado al abrasante calor de los libros ardiendo, hacían que la visión de Cassiopeia se nublara y que le costara respirar, pero continuó su ataque con la esperanza de tomar la ventaja.

La heroína notó algunas fracturas en la armadura, no eran grandes, pero le daban esperanzas de que podía lograr su cometido. Sin embargo, apresurada por acabar con su oponente, Supernova descuidó su defensa y Darksaber no se lo perdonó. Los ataques de Cass fueron incesantes hasta que sintió un extraño dolor en el abdomen. Al bajar la mirada notó que el aterrador villano le había clavado las garras de su guantelete en el estómago. Cass escupió sangre y Darksaber metió las garras más adentro, haciendo que ella lanzara un grito de dolor.

—Patético —bufó Darksaber, levantándose del suelo y elevando a la heroína al mismo tiempo que ella dirigía sus manos a las garras del oponente, en un desesperado intento por removerlas de su interior.

El aterrador villano soltó su espada y, con su mano libre, apretó el cuello de Cassiopeia. Ella podía sentir que el agarre se iba volviendo más fuerte, tenía pocos segundos para escapar o todo habría acabado. En su desesperación, Supernova llevó sus manos al casco de Darksaber y esto pareció divertir al villano, o al menos lo hizo hasta que comenzó a sentir la temperatura aumentar en él. Las manos de Supernova se cargaban de energía y sobrecalentaban la armadura de su oponente, mientras que él seguía apretando el cuello de la heroína con la esperanza de detenerla antes de que lograra su cometido. Los dos lanzaron gritos de furia en un intento de acabar con el otro, pero, al final... Darksaber cedió.

Incapaz de sostener aquel dolor un segundo más, el infernal guerrero arrojó a Supernova contra una de las pocas estanterías que permanecían de pie. Entre quejidos de dolor y rabia, Darksaber arrancó el casco de su armadura, que se encontraba al rojo vivo, y lo arrojó al suelo, revelando el rostro de Vincent, deformado por unas terribles quemaduras que el ataque de Supernova había causado.

Cassiopeia observó a su enemigo y, por un segundo, se tuvo que recordar a ella misma que aquel ser no era Vincent, que no lo había lastimado. Miró luego la herida en su estómago. Sangraba, dolía, pero podría soportarlo, tenía que hacerlo. Adolorida y en acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, se levantó y se limpió la sangre que caía de su boca.

—Todavía no terminé de sacarte la mierda.

Venatrix y Dakken se movían en círculos. La cazadora tenía la mirada fija en los ojos y movimientos de Dakken, el japonés hacía lo mismo, le dedicaba una sonrisa hipócrita a Venatrix cada vez que sus ojos se conectaban, esperaban a que alguno de los dos diera el primer ataque.

El afán del japonés lo impulsó a correr hacia ella, llevando su espada hacia arriba para dar una fuerte estocada, Venatrix reaccionó al instante, se protegió con su espada.

Dakken hizo una mueca de alegría y lanzó una patada que le dio de lleno en las costillas izquierdas a Venatrix, ella retrocedió producto del golpe y tocó sus costillas, sintió un fuerte dolor; sabía que Dakken ya no era un humano, ya no más, sus habilidades sobrenaturales se habían incrementado.

Sabía que debía ser cautelosa con él.

—¿Eso es todo lo qué tienes "cazadora"? —preguntó Dakken en burla.

No respondió.

Avanzó al frente para el siguiente ataque, sus espadas chocaron en varias ocasiones, Dakken lanzó una estocada hacia abajo, la cazadora procedió a proteger su rodilla. En un movimiento rápido, la espada del japonés rozó la mejilla de Venatrix, una mínima gota de sangre brotó y pintó la hoja de la espada, el hombre de ojos rojos llevó el filo de la espada a su boca para saborear la sangre de su rival, el japonés ladeó una sonrisa y luego se mostró serio.

Ambos se acercaron para continuar con la batalla. Dakken apoyó las manos sobre la hebilla de su cinturón, mostrándose con una postura engañosa y a la vez relajada, mientras mantenía sus manos cerca de su espada.

Venatrix sostenía la suya con firmeza, rodeó con los dedos la cómoda empuñadura de y dio un paso hacia delante, intentando herir a su rival en un ataque rápido.

Los dos lanzaban estocadas por doquier, arriba y abajo, la velocidad de sus movimientos aumentaba cada segundo. El cuerpo de Dakken se cargaba de energía sobrenatural, la cazadora se concentraba en soportar y guardar su energía, pero Dakken, con sus habilidades alteradas, parecía querer consumirla. En su ansiedad de superarla, la hizo trastabillar y caer ante una ráfaga de ataques.

—¡Creo que yo soy el ganador! —Dakken sonrió saboreando su victoria.

Venatrix no se inmutó, optó una pose de combate. Dakken zapateó generando mucho polvo, tanto que aprovechó para realizar unos cuantos cortes en diversas zonas del cuerpo de la cazadora. Entre la rapidez y el humo que se mezclaba con el ambiente tenebroso de la mansión Morpheus, no pudo ver los ataques que se aproximaban y no tuvo más opción que recibirlos.

Ella permaneció inmóvil, aguardando el siguiente ataque; Dakken preparó su espada, dispuesto a terminar el combate, pero cuando quiso moverla, el arma se sintió rígida y pesada en sus manos.

—¿Qué está pasando? —preguntó sin entender.

—¡Ahora no, demonio espadachín! —mencionó Kriger, que levitaba de un lado a otro para llegar a Venatrix.

Con su mano izquierda y en uso de su telequinesis, el joven héroe dispersó todo el polvo mientras que con la otra inmovilizaba la espada de Dakken.

—Pero qué...

—¡Adiós! —Danilo abrió su mano derecha y, acto seguido, Dakken salió disparado varios metros hacia atrás.

El joven héroe se acercó a Venatrix, preocupado al verla sangrar.

—Camille, ¿estás bien? Digo, señorita Venatrix. —Danilo le ofreció la mano.

—Niño, ¿qué haces aquí?

—Tuve que separarme de las chicas para darles ventaja. Fui perseguido por varios demonios, son horribles, pero me deshice de todos ellos —explicó con acelere—. Luego cuando intenté seguirlas, me di cuenta de que se habían ido demasiado lejos, y no quise perderme en la mansión, así que regresé en caso de que me necesitaran aquí. Lamento haber tardado, pero no te preocupes, encontraremos a Gia y le ganaremos a los malos.

Luego de mucho tiempo, en Venatrix se asomó una minúscula sonrisa labial.

—Niño, eres una gran persona, pero hablas demasiado.

—Lo siento. —Danilo se rascó su cabello, apenado.

Venatrix le restó importancia al asunto y advirtió la proximidad del rival, la risa sádica de Dakken se escuchó antes de poder verlo; de las sombras, emergió la espada del japonés, que voló con una velocidad y precisión increíble.

Venatrix apenas pudo reaccionar y abrazó a Danilo para llevarlo hacia un lado, tratando de evitar el arma filosa. Recibió un corte cerca de su cintura, una vez más empezó a sangrar.

Kriger se enojó al escuchar como Dakken se reía y formó un campo de fuerza alrededor de los dos, luego procedió a arrancar un pedazo de tela de la manga derecha de su traje.

—Servirá para detener la hemorragia. —Le extendió el pedazo de tela, segundos después, Venatrix lo colocó sobre su herida.

Dakken intentó romper el campo de fuerza con su espada, su arma imbuida por energía sobrenatural lograba generar vibraciones en cada ataque.

—¡Quédate aquí, yo acabaré con él! —dijo Danilo, dispuesto a vencer al japonés.

Concentrado en lo que haría a continuación, deshizo el campo de fuerza y con su telequinesis controló varios de los escombros de la mansión para lanzarlos hacia su enemigo. Dakken no tuvo más opción que retroceder de a poco en poco, su velocidad le ayudaba a esquivar la gran cantidad de proyectiles dirigidos hacia él, y con su espada rompió unos cuantos.

El combate dejó de ser un mano a mano para ser uno de largo alcance. Dakken no podía acercarse, Danilo lanzaba todo objeto inanimado que encontraba a la vista: rocas, metales, candelabros, cuadros, todo cuanto pudiera.

Venatrix se acercó a él con su mano derecha sosteniendo la tela que cubría su leve herida, se notaba decidida a apoyar la iniciativa del joven héroe y acabar con aquello. Kriger despojó al japonés de su espada y luego lo atrajo hacia él, Venatrix asintió entendiendo su intención. Su idea era golpearlo contra las paredes hasta dejarlo inconsciente, pero, de repente, Danilo sufrió un fuerte dolor de cabeza, su vista se nubló por un momento y una mínima gota de sangre cayó de su orificio nasal derecho. A lo lejos, Kriger observó una sombra de aspecto sombrío que se desvaneció en un santiamén.

Dakken aprovechó el momento y, haciendo uso de sus grandes habilidades de combate, le propinó unos cuantos puñetazos al héroe novato, que por su estado no pudo defenderse. Kriger recibió una patada en su estómago que lo obligó a escupir sangre. Para su suerte, Venatrix intervino y, protegiendo a su compañero de equipo, peleó cuerpo a cuerpo contra Dakken, golpes en el torso y en los miembros inferiores recibió el japonés, mientras que él se valió de las heridas de ella en un juego sucio con el que esperaba obtener la victoria.

Entonces, Dakken quedó inmóvil; era obra Kriger, que con su telequinesis controlaba el cuerpo del demonio. Aunque con su mano derecha sostenía su cabeza y el dolor parecía lejos de ceder, enfocó todas sus fuerzas por lo primordial: acabar con los miembros de la Sociedad Oscura.

—¡Hasta aquí llegaste! —exclamó Danilo.

Dakken fue golpeado contra las paredes y el suelo cual pelota de tenis, lanzando fuertes quejidos. Kriger no pensaba detenerse hasta asegurarse de que quedara inconsciente.

—¡Todo tuyo, Venatrix! —exclamó hacia la italiana.

Con furia, Venatrix le propinó un puñetazo en la mandíbula y luego una patada en la zona del epigástrica. Cuando el espadachín cayó, Kriger le lanzó abajo una parte del techo, terminándolo de enterrar.

Amara suspiró, frustrada y confundida de haber terminado en tal situación, porque de todas las batallas que se libraban bajo aquel techo, era ella quien había tenido que terminar frente a la figura más escalofriante y desequilibrada de todas, aquella que con certeza sabría cómo quitarle la vida hasta a un dios.

Escuchó una risa socarrona que salía entre los dientes de la oscuridad en forma de mujer, paso a paso que daba, rodeándola se acercaba a ella como un tigre por su presa.

—Estás aterrada. —Ella lo sabía.

Amara limpió con la manga de su túnica la sangre que caía de su nariz tras uno de los tantos golpes que se había dado. Cuando toda esa locura terminara, quería tener un tiempo para replantearse las decisiones que había tomado las últimas semanas.

Apretó la espada en su mano y recargó su postura en una sola pierna, fijando la mirada en Madame Nyx.

Pero antes que nada tendría que salir con vida.

—¿Aterrada? —«Sin duda», pensó para sí misma—. Considerando que prefieres no atacarme de frente, creo que eres tú la que me tiene miedo —respondió con su mejor sonrisa burlona.

La diosa planeaba utilizar lo único que tenía a su favor: su inexperiencia.

Sin un estilo fijo de lucha y pocos enfrentamientos contra la Sociedad Oscura, era poco probable que Madame Nyx conociera qué esperar de una novata como ella. Sin embargo, Amara había estudiado cada movimiento de ellos por días en un intento de tener esperanza de sobrevivir. Por eso sabía que La Oscuridad era poco de pelear directamente y se dedicaba más a ataques de proyección de energía o manipulación de realidad, algo en lo que Amara no estaba lista aún para vencerla.

—Realmente debo de haberte asustado —canturreó ella con una sonrisa que buscaba ser irritante para su orgullo.

Tenía esperanza de que su experiencia en actuación fuera suficiente para hacer dudar incluso a alguien como Madame Nyx, o que al menos el orgullo de su adversaria la hiciera muy confiada en poder derrotar a alguien tan nueva como Amara, y avanzaría incluso si se daba cuenta de sus intenciones.

—Me daré el placer de descuartizarte personalmente. —Sonrió la figura de la oscuridad.

En un acto poco usual, creó un látigo de su misma energía oscura en su mano, lanzando un preciso ataque que enredó el brazo con el que Amara sostenía su espada. La diosa sintió el dolor que el ente de oscuridad le provocaba con el simple toque, alrededor de la cuerda del arma en su piel empezaban a notarse venas oscuras.

Amara se concentró en redirigir su energía y aprovechó el látigo como un conductor de su propia luz contra Madame Nyx. Percatándose de que el choque de luz impactaría contra ella, Nyx convirtió el arma en niebla con un simple pensamiento. Ese segundo que la mujer usó en reaccionar, Amara lo aprovechó para lanzar un rayo de luz con su mano libre que impactó en el hombro de la villana.

Madame Nyx soltó un grito gutural que aseguró a Amara que esa vez sí la había hecho enojar. Sin esperar a que Nyx recobrara energía, Amaterasu se acercó a toda velocidad levantando su espada para dar un golpe, pero, en el último parpadeo antes de hacer contacto, todo se oscureció.

De pronto no había nada frente a ella más que profunda oscuridad, y una fría ráfaga de aire le confirmó que ya no estaba en el mismo salón que sus compañeros. Rechinó los dientes y blandió su espada por todos lados a la espera de un ataque por cualquier lado.

Solo obtuvo chirriantes carcajadas haciendo eco en la oscuridad como respuesta. Era frustrante. El ambiente, que no le permitía ver bien, era el perfecto patio de juegos para que Madame Nyx se divirtiera a costa de ella.

—¡Eso es hacer trampa! —gritó.

Más carcajadas inundaron el lugar y poco a poco empezaron a enloquecer sus sentidos. Pero el eco que estas provocaban le decía que no estaba parada en medio de la nada infinita como temió por un momento, era un lugar sumamente oscuro, pero solo porque se había obstruido el paso de la luz.

—Pobre niña huérfana. —Escuchó la voz de Nyx sobre el sonido de tacones acercándose a ella—. ¿Le tienes miedo a la oscuridad? —Sintió el susurro helado en su oído, mas, cuando giró con su espada, no encontró nada.

Cuán alejada estuviera una salida de su alcance no tenía importancia, en sus planes estaba abrirse paso ella misma. Lejos de estar enojada, se sintió en control de su energía, esa misma firma que James tanto había estado tratando que dominara desde su primera sesión. No estaba segura por qué, pero la sensación de poder era especialmente fuerte en ese momento, podía ver que el fuego creciendo en la punta de sus dedos empezaba a crear sombras en el lugar.

Pronto, ondas de energía salieron de su cuerpo con una increíble fuerza capaz de originar un brillo cegador. .

Escuchó el sonido de un desmonte antes de abrir los ojos. Al igual que las paredes de lo que ahora distinguía como una cueva, Madame Nyx había sido golpeada por su energía y, aunque aparentaba estar más débil que al inicio de su pelea, también parecía más motivada a acabar con ella.

—Estás aterrada —afirmó esa vez Amara con fingida lástima, al agacharse a sostener el rostro de Madame Nyx en la mano enguantada, consciente de que el contacto directo era un arma de doble filo.

Al buscar la manera de ponerse de pie, el pálido rostro de la mujer cambió en un segundo por una desquiciada sonrisa, como si estuviera a punto de iniciar a reír en carcajadas.

Los ojos de Amara reflejaban una furia que recién empezaba a notarse en sus facciones, durante toda la locura en la que la Sociedad Oscura los había sumergido había tratado de aparentar paciencia aceptando cada hecho al igual que el resto del equipo, pero estaba lejos de ser su realidad. Apretó su espada y obligó a Madame Nyx a levantar la cabeza con su otra mano para asegurarse de tener un buen ángulo a su cuello.

—Te demoraste mucho en saber salir de la cueva, Amaterasu... —canturreó con burla.

Tomándola desprevenida, Amara alzó la vista por primera vez para apreciar la vista que se extendía más allá de las paredes de la cueva, sus ojos se adaptaron con rapidez a pesar de la cantidad de luz para que pudiera apreciar el glorioso paisaje que aparecía en recuerdos de una vida pasada, dejándola sin aire.

Con un rápido movimiento de muñeca, Madame Nyx usó sus poderes para alejar la espada de las manos de Amara, sin que ella se diera cuenta había perturbado su mente.

—Espero que disfrutes de tu última vista antes de morir. —La mujer la empujó hacia atrás con toda su fuerza descomunal.

Esa vez, Amara pudo notar el momento exacto en el que la forma de un agujero negro que servía de portal se formaba a sus espaldas, la creación era el intento de Madame Nyx de mandarla a otra dimensión, una en la que Amaterasu jamás volvería a ver la luz solar. Sin su espada cerca, Amara hizo lo primero que le vino en mente; pasó su brazo sobre el cuello de la mujer y con su mano libre clavó sus uñas en la mejilla izquierda de la entidad de La Oscuridad, jalándola hacia el portal junto con ella.

El solo contacto entre fuerzas opuestas ocasionó que se hicieran daño por ambos lados, las quemaduras en el rostro de porcelana de Madame Nyx se marcaron en un rojo vivo mientras ambas caían por el vórtice que ella misma había creado, arrastradas por una fuerza que ningún humano podría soportar.

El aterrizaje entre realidades fue duro, pero de alguna manera regresaron al punto inicial. El cuerpo de Madame Nyx cubrió casi todos los daños para Amara; el caer primero, aún aturdida por el dolor que el contacto con Amara le había provocado, fue suficiente para dejarla inconsciente. O eso parecía.

Agradecida de estar con vida, Amara notó un dolor punzante en su brazo izquierdo cuando trató de ponerse de pie, probablemente roto por la fuerza de la caída, sin demora lo amarró con tela que rasgó de su propia túnica y contra su buen juicio volvió a levantarse para seguir en la pelea. 


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