34. Laberinto demente

Por Shad-cco & MelvinPin


Para Dakota era difícil seguirle el paso a su liberadora, y no solo por la pierna herida. De cuando en cuando, Sombra parecía desaparecer y reaparecer en la penumbra delante de ella, era como seguir un fantasma.

—¿Eres alguna clase de hechicera? —inquirió para asegurarse de que su nueva aliada era real y no una ilusión.

Ella volteó, se podía notar una leve sonrisa en los labios de la catrina.

—No, soy mexicana.

Garra Nocturna la miró confundida.

—Ah, okay... ¿estás segura de que es por aquí? Llevamos corriendo una eternidad.

Era cierto, desde hacía casi cinco minutos habían estado corriendo en línea recta y aún no se habían topado con ninguna intersección o señal de avance real, parecían estar atrapadas en un bucle infinito.

Sombra se detuvo para tomar aire, estaba jadeando.

—La mansión está gobernada por leyes anómalas, me perdí varias veces buscando el baño.

—¿Qué?, ¿siquiera sabes a dónde vamos? —preguntó Dakota, hecha un manojo de nervios.

—Sí y no, es difícil de explicar. Las habitaciones cambian de sitio cada cierto tiempo, es un laberinto para aquellos que no conocen sus secretos... Lady Morpheus lo conjuró cuando la Sociedad Oscura se reunió por primera vez aquí, fue parte de su plan para cuando emboscaran al Escuadrón de Héroes —dijo, encogiéndose de hombros—. Tranquila, sé lo que hago, debemos tomar rutas alternas y un poquito peligrosas para evitar que nos descubran.

A la izquierda, una puerta se abrió para revelar otro corredor, iluminado por cristales laterales color esmeralda que proyectaban una luz verdosa, sobrenatural y fantástica.

—Por aquí.

La catrina entró e hizo una seña para que Dakota la siguiera, luego abrió otra puerta que reveló un nuevo pasillo de color púrpura; avanzó seis habitaciones, y se aventuró por otro corredor que brillaba en un resplandor amarillo citrino. Durante varios minutos las fugitivas se hallaron cruzando galerías, vestíbulos, estancias y pasadizos iluminados por efectos cada vez más delirantes.

Al fin, en un pasillo turquesa cuyo final no era visible, la guía miró a su alrededor algo desorientada. Dakota podía notar la indecisión en los movimientos de la tétrica joven.

—¿Qué ocurre? —preguntó nerviosa—. Por favor, no digas que estamos perdidas.

—Ya lo recordé, debemos ir al siguiente piso.

—No es cierto... —La heroína quedó boquiabierta al ver que el techo estaba tapizado por elegantes puertas azules, una sobre otra en hileras contrapuestas e interminables.

—No te asustes, es un amigo —dijo Sombra, rompiendo el estupor que envolvía a su compañera, al tiempo en que una de las puertas a espaldas de las adolescentes se partía en dos y los brazos metalizados de un gigante se aferraban al marco.

Garra Nocturna cayó de espalda por la impresión, intentó gritar o decir algo, pero la cosa que se alzó frente a ella había secado la fuente del lenguaje. Se trataba de una imponente armadura medieval; enorme y reluciente como un espejo de plata, tan grande que debía agacharse para no destruir el angosto corredor con sus toscos movimientos. Dakota calculó que debía medir al menos doce o trece pies de alto, pero lo que había alterado sus nervios era un aspecto peculiar de la criatura, carecía de cabeza.

—Galahad, es la de en medio, ayúdanos a subir.

De inmediato, el coloso destruyó la puerta señalada con un increíble golpe, luego se arrodilló para que pudieran usar su armadura a modo de escalera.

—Vamos, si nos atrapan estamos acabadas.

Ella la siguió sin entender nada de lo que pasaba; se estremeció al trepar por encima de la fría armadura, y no se atrevió a mirar el oscuro agujero en el cuello de la coraza desde el que soplaba un aire crudo y congelante. Cuando atravesaron el portal cayeron de bruces contra el piso, pues en este nuevo espacio el centro de gravedad estaba invertido.

Era diferente a los otros, tenía la forma de un cubo o prisma de gran tamaño, con múltiples recodos que se bifurcaban en tiempo real e interconectaban caminos y creaban nuevos, las paredes, techo y suelo desde el que miraban las atónitas adolescentes se movían en perfecta sincronía con las manecillas de un reloj invisible.

Llegado un momento, los continuos giros las llevaron a estar de cabeza sin que la gravedad llegara a afectarlas, era como estar dentro de un cubo de Rubik gigante, o de un rompecabezas creado por un maníaco. El color del lugar era igualmente increíble, recorría todo el espectro visible en intervalos exactos de sesenta segundos.

Decir que Dakota estaba anonadada era poco, en el fondo aún se apegaba a la idea de que todo era una pesadilla.

—¿En dónde estamos?

—Miércoles... —murmuró Sombra, llevándose las manos a la cabeza.

Garra Nocturna sintió un escalofrío ascender por su columna, algo estaba mal.

—¡¿Qué?! ¿Ahora qué?

—Cometí un error, deberíamos haber llegado a un pasillo rojo, ahí es donde tienen encerrada a Gia —repuso su lúgubre compañera, evitando el contacto visual.

—No, no, vamos a rescatar a mi hermano, a Kai. ¿Quién demonios es Gia? —Dakota alzó su voz ligeramente.

—La hija de Mago Universal y Venatrix —dijo en un suspiro—. Está bien, tengo a alguien protegiéndola.

—¡¿Qué?! ¿Mago y Venatrix tienen hijos?

Abandonada, demacrada, vacilante y con náuseas de muerte, Gia D'Angelo había perdido toda esperanza de salvación. Su mente torturada divagaba sobre una única pregunta fatal: ¿qué horrible fin le tendrían reservado los secuaces del Diablo?

El sonido de algo similar al de grava siendo manipulada la hizo sobresaltarse, provenía de la alta y flaca figura que se mantenía inmóvil junto a la puerta, una estatua que representaba a la muerte. Al principio esa cosa le ponía la piel de gallina, sin embargo, terminó por aceptar que era solo eso, una escultura horrible, pero inerte y, por consiguiente, inofensiva.

Ahora parecía notar un furtivo levantamiento de la guadaña y de la capucha que cubría el rostro sin rostro; la sensación de movimiento cobró fuerza cuando el sonido rocoso se hizo más notorio. Un momento después, esa sensación se convirtió en una espantosa realidad, aquella criatura, monstruo, demonio o aparición extendió un brazo esquelético e hizo una señal de invitación con el hueso del dedo índice, indicando a Gia que debía acercarse.

Ella se mantuvo en su posición, temblando de miedo, sin dejar de observar a la parca que había cobrado vida. Indescifrable en sus intenciones, levantó su guadaña como un verdugo en una ejecución pública y rebanó la puerta de la habitación con numerosos e imperceptibles destellos de acero.

La señorita D'Angelo vio como el pesado e indestructible obstáculo que había frustrado todos sus intentos de escape se derrumbaba en diminutos trozos de madera y, por segunda vez, la siniestra criatura le llamó con el dedo índice.

Gia no sabía qué era peor, descubrir que se había vuelto loca, o que no lo estuviera, incluso llegó a pensar que esa cosa de verdad era la muerte y se había presentado para escoltarla al más allá.

Fuese como fuese, cualquier alternativa era mejor que quedarse a morir de inanición.

—Está bien, sto andando.

Casi ahogada por los latidos de su corazón, avanzó a espaldas de la criatura evitando acercarse demasiado por la desconfianza que ese horror de cementerio le inspiraba. Dos hombres, o lo que Gia supuso que eran hombres, vigilaban el pasillo, bastó verlos a los ojos rojos y su piel grisácea para paralizarse. No eran humanos, sino demonios, siervos de Satanás.

La estatua mortal movió su delgada figura y, adelantándose con la rapidez del rayo, decapitó a los agresores, que se desintegraron en una nube de polvo y azufre.

—¡Dios, dios mío!

Aún incrédula por el espectáculo que acababa de presenciar, Gia siguió adelante; la increíble velocidad de la figura taciturna que se deslizaba a su lado era incongruente. Al doblar a la derecha fue recibida por una docena de demonios que, a diferencia de sus predecesores, no dudaron en abrir fuego.

La hoja de la guadaña oscura trazó un arco que dividió por la mitad a varios de los antagonistas más cercanos, pero, viéndose acorralada por la lluvia de balas, la parca no avanzó más y optó por proteger con su cuerpo a Gia, no sin antes lanzar su arma a modo de bumerán; el filo letal impactó contra cuatro objetivos, parecía un remolino de acero, su increíble fuerza destructiva arrastró los cuerpos hasta el fondo del corredor, en donde atravesó a otro enemigo que se unió a una brocheta de cadáveres grises.

La criatura aprovechó la conmoción para empujar a Gia dentro de una de las habitaciones y así alejarla lo más posible del peligro, luego se movió con cegadora velocidad hasta su guadaña, la arrancó de la pared, dio un giro sobre su eje cortando las piernas de los demonios restantes y repitió la acción para degollarlos en una danza macabra. Una vez no hubo nadie en pie a su alrededor, regresó con su aterrada protegida. No importaba quién o qué se cruzara en su camino, iba llevar a Gia sana y salva hasta el salón.

En la biblioteca de la mansión, Lucifer miraba las caóticas llamas de la chimenea con impaciencia, en ese momento, Lady Morpheus y Dakken deberían estar llevando a cabo la segunda parte del plan.

Por su parte, Madame Nyx, única acompañante, estaba recostada cuan larga era sobre un diván, leyendo un libro con especial atención y sonriendo como niña, a su lado ardían dos velas casi derretidas.

Lucifer fijó su vista en ella, el repentino cambio de actitud lo había tomado por sorpresa.

—Debe ser un libro interesante —comentó, acercándose con paso sereno.

—Es divertido —le respondió sin apartar sus brillantes ojos de las páginas.

Miró de soslayo el título.

The Devil's Dictionary —dijo Lucifer con ironía—. No quiero decepcionarte, Nyx, pero no tengo nada que ver con esa obra escrita por mortales.

—Oh, eso es obvio. Careces tanto del genio como del talento para concebir algo así —repuso mientras bajaba el libro, de nuevo regresaba a su actitud fría y desagradable—. Sabes porqué estoy aquí, colaborando para que puedas recuperar a tu cortesana favorita y así satisfacer tus enfermizas necesidades posesivas.

Lucifer se sentó a su lado, el visceral sarcasmo de la bruja lo hizo esbozar una sonrisa condescendiente. Nyx prosiguió con su monólogo, comenzaba a reflejarse un odio ciego y descarnado que Lucifer admiró.

—A pesar de tu edad, no has crecido, sigues siendo el mismo niño caprichoso, egoísta, vanidoso, traicionero y despreciable. —Su voz se tornó aún más terrible.

Lucifer siguió escuchando en silencio, sin prestar verdadera atención a las venenosas palabras.

—Sin embargo, hay ciertas cosas que no puedo tolerar, la manera en que miras a mi hija, por ejemplo...

Durante un momento, ambos permanecieron como figuras esculpidas, mirándose igual que dos enemigos mortales.

—Es una joven interesante, su belleza y poder oscuro son atractivos... únicos, veo en ella un gran potencial, uno que yo podría ayudarle a explotar —habló con suavidad.

Nyx se levantó. Su expresión se mantuvo educada, pero el observador sabía que había tocado un hilo sensible.

—No sabes lo que dices... —dijo, caminando hasta la chimenea, y con un movimiento de sus dedos extinguió las llamas—. Aléjate de ella, de lo contrario, ni tu padre podrá salvarte de mí...

Un leve rumor capturó la atención de ambos. Con los sentidos propios del rey del Infierno, Lucifer supo que muchos de sus demonios estaban siendo masacrados por una forma oscura y misteriosa.

—Necesita disciplina...

La chimenea se abrió y explotó como las fauces de una quimera infernal para revelar una imagen que se convirtió en el centro de atención. El torrente de fuego prendió en llamas a Nyx, sin embargo, ella se mantuvo firme, como si no sintiera las flamas que poco a poco la convertían en cenizas; su semblante reflejaba un siniestro cúmulo de emociones, no había duda de que estaba a punto de emprender alguna acción homicida, ya fuera en contra de su acompañante o de su hija.

—Detenla, o yo lo haré por ti —dijo el demonio, con voz grave y amenazante.

Antes de salir de la biblioteca, Nyx le dedicó una última mirada asesina.

—Disfruta del resto de tu repugnante existencia, Lucifer, no tardará en extinguirse...

La rápida y atropellada explicación de Sombra no bastó para apaciguar los nervios de Dakota, quien en realidad no había entendido casi nada.

—La buena noticia es que al parecer estamos en el corazón de la Mansión Morpheus —comentó para darle ánimos—. Desde aquí podríamos acceder a cualquier lugar, en teoría.

Su interlocutora se sentía mareada y confundida, le costaba trabajo pensar, el lugar estaba afectando su percepción de la realidad.

—Solo llévame con mi hermano, por favor...

La catrina asintió.

—Está bien. Cambio de planes, rescatamos a tu hermano, nos reunimos con Gia en el salón y escapamos usando el reloj del estudio, espero que la flaca pueda escoltarla sin llamar la atención.

—Espera. ¿De qué hablas? ¿Qué reloj, quién es la flaca?

Sombra no respondió, ahora miraba los muchos caminos que se abrían y cerraban como imágenes espejadas, concentrándose en ellos tanto como su cerebro se lo permitía.

—¿Sabes cuál es el correcto? —preguntó Dakota al ver que no hacía nada.

—No, nunca había estado aquí —repuso con nervios—. Tomemos uno al azar y veamos a dónde nos lleva.

—¡¿Estamos perdidas?!

—No exactamente —murmuró, avanzando por uno de los caminos que, a simple vista, revelaba una única puerta al fondo. El pasillo cambiaba sus contornos de manera fabulosa, pasando de una forma cuadrada a otro romboide y luego a una rectangular; en más de una ocasión, Sombra tropezó con sus propias botas, pues el lugar daba vueltas al desplazar sus vértices.

La luz rosada que brillaba desde cada esquina no ayudaba mucho; por otra parte, su compañera no tuvo ningún problema para llegar a la salida en segundos, su pierna se sentía mejor, aún tardaría tiempo en sanar por completo, pero al menos había recuperado gran parte de la movilidad.

Al cruzar el umbral se encontraron en un amplio corredor escarlata, mucho más grande y aterrador que todos los anteriores, adornado por finos ornamentos de oro y cuadros horribles, tan blasfemos y espantosos que ninguna de las dos se atrevió a mirarlos más de una vez. Otro aspecto hizo que las intrusas se estremecieran, todo el ambiente, desde la negra alfombra de terciopelo hasta las elegantes cortinas rojas, apestaba a azufre.

—¿Izquierda o derecha? —Dakota estaba desesperada, sentía que si su extraña compañera volvía a equivocarse iba a volverse loca.

—Okay, creo que ahora sí estamos perdidas. —Ella miró a los lados y bajó la cabeza, apenada.

La heroína gruñó como un animal salvaje.

—¡Dijiste que sabías lo que estabas haciendo!

Entonces se produjo la calamidad. Ambas cayeron rodando por el piso; en un segundo, el corredor entero se había inclinado unos 80 grados en forma de rampa. Garra Nocturna intentó agarrarse de la alfombra, pero resbaló gritando con horror al notar que el terciopelo había degenerado en una grotesca masa de gusanos negros.

—¡¿Qué mierda?! —exclamó asqueada.

Las cortinas, antes opulentas e imperiales, eran ahora rojas cascadas de sangre que alimentaban un abismo de fuego y gritos ensordecedores. Cuando Dakota vio lo que le esperaba al fondo sintió que iba a desmayarse, una fosa de lava ardiente se extendía por kilómetros cual lago subterráneo, entre las llamas podía notar un pandemónium de condenados contorsionándose con loca agonía

Estaba en caída libre al averno, fue por esa demencial imagen que no escuchó el batir de alas ni vio la forma oscura que se aproximaba en sentido opuesto. Como resultado del violento choque dio algunas volteretas en el aire hasta que una mano la sujetó del brazo. Era Sombra, montando a Nevermore, su leal criatura enorme y sanguinaria con apariencia de cuervo.

—¡No te sueltes!

Dakota se aferró a la mano de su salvadora y en un rápido movimiento se asió al lomo de la bestia, clavándole sus garras. La exaltada heroína se esforzó por comprender la situación, no había explicación para la pesadilla dantesca que se desarrollaba a su alrededor.

—¡¿Qué carajo está pasando?!

—Lucifer nos descubrió —respondió Katrina—. Esos deben ser sabuesos del Infierno.

—Espera, ¿dijiste Lucifer?

Garra Nocturna miró hacia abajo; a pesar del insoportable calor, sintió como su sangre se congelaba hasta formar hielo. Híbridas blasfemias emergían del infernal océano burbujeante, aplastando condenados en su ascenso, parecían enormes arañas de fuego con ocho pares de patas retorcidas y deformes cuerpos de mandril, sus tres cabezas de perro extendían enormes lenguas llameantes. Aquellos engendros del mal trepaban y saltaban como ratas famélicas en su intento por alcanzar a las fugitivas.

Nevermore volaba en vertical, pero no había señal de avance, antes, al contrario, parecía descender. Adelante aún podían ver el corredor que las había transportado a esa maligna caverna del Infierno, pero se alejaba como el horizonte de quien lo busca. Los perros infernales aumentaron sus números en cantidades abrumadoras, no tardarían en llegar a ellas.

—¡Galahad! —gritó Sombra con ciega desesperación.

En respuesta a su grito, la armadura reluciente se materializó en el pasillo escarlata, desenvainó una espada tan larga como él mismo y destruyó los espantosos cuadros que ahora sangraban y gritaban como entidades vivas. Casi de inmediato, el corredor se extendió para recuperar de manera parcial un aspecto terrenal.

—¡Está funcionando, nos movemos! —señaló Dakota.

Cuando se vieron sobrevolando la alfombra negra notaron que no había puerta alguna por la cual escapar, los sabuesos de Lucifer no las habían abandonado y, aunque numerosos monstruos oscuros de todas formas y tamaños se presentaban sobre la marcha para frenar su avance, cínicos y soberbios como su amo, no cedían, estaban más cerca. Por otro lado, Nevermore llevaba una velocidad tal que el choque contra el desnudo muro del frente resultaría tan fatal como la derrota.

Galahad no esperó una orden, soltó su espada y embistió la pared como lo haría una locomotora viviente, abriendo un camino, pero no detuvo sus pasos, siguió avanzando sin detenerse; pasillo tras pasillo de caóticos colores, muro tras muro de elegantes colgaduras eran aplastados bajo su imparable fuerza. Detrás de él, Sombra y Dakota agachaban la cabeza para evitar las astillas y escombros que volaban por doquier.

Cronos limpiaba sus nudillos ensangrentados con el pañuelo de su traje, no podía explicar cómo Renegado había soportado tanto castigo antes de caer.

—Tenacidad... —reflexionó, sonriendo para sí mismo y guardando el pañuelo.

Se sentó junto a una mesita donde reposaba una botella de buen whisky y sirvió una generosa cantidad para sí mismo. Cuando acercó el vaso a sus labios notó que el líquido de la botella vibraba, como si hubiera una estampida aproximándose.

No pudo pensar mucho en ello, ya que el muro a su lado explotó y lanzó su enorme figura al otro extremo de la habitación. Al mirar el origen del desastre quedó estupefacto. Una enorme armadura sin cabeza corría destruyendo las paredes de la mansión con la velocidad de un tren bala, detrás del bólido imparable, un titánico cuervo se esforzaba por esquivar los escombros con peligrosas maniobras evasivas.

Cronos creyó ver un par de figuras montadas sobre el espantoso pajarraco, pero lo que de verdad lo hizo retroceder y replantearse su alianza con la Sociedad Oscura fue el ejército de demonios con cabeza de perro que iba detrás.

Cuando las lenguas de los sabuesos infernales estaban por alcanzar a las chicas, Galahad dio media vuelta, guiado por un propósito determinado. Con un salto esquivó a Nevermore y dirigió su carrera fatal a los perseguidores, el resultado fue una apoteosis de muerte y caos sin precedentes; los demonios fueron aplastados, machacados y destrozados igual que uvas. En consecuencia del cataclismo, toda un ala de la mansión se fue abajo, enterrando a la jauría de quimeras infernales.

Sombra, aunque había bajado la velocidad, no pudo detener a Nevermore, que se estrelló atravesando la última pared en un potente estruendo. Las adolescentes salieron disparadas y rodaron por el piso a causa del impacto; estaban heridas, pálidas y cansadas, pero felices de no haber descendido al Infierno.

La carrera había encontrado su final en el salón principal de la mansión. Probablemente se habrían soltado a reír con loco furor luego de vivir una experiencia tan horrible y extraña, por desgracia, lo que vieron transformó sus rostros en máscaras de terror.

—Señoritas, al fin nos acompañan... —comentó Madame Nyx en una mala imitación de buenas maneras, con su mano derecha sostenía por el cabello a Gia D'Angelo y con la izquierda a una criatura oscura que se retorcía, extendiendo brazos esqueléticos en vanos intentos por despedazar a su captora. Darksaber estaba a un lado, sus ojos ardientes como brasas llameantes miraban a las adolescentes deseando reclamar sus cabezas.

—Para ser franca, no creí que tuvieras el valor de traicionarme, Katrina. Creía que eras una cobarde idiota, pero has demostrado que solo eres idiota.

Sombra se levantó con dificultad, sangraba por una herida en la frente y su vestido se había desgarrado por el costado.

—Tienes razón, soy una idiota, no debí creer tus mentiras...

—Yo no miento, niña... —repuso la mujer de negro—. Ya te divertiste, regresa esa triste criatura a donde la encontraste, y consideraré no sacarte los ojos —ordenó, señalando a Garra Nocturna—. Morpheus va a enloquecer cuando vea lo que le hiciste a su casa.

—No, ya no voy a obedecerte —contraatacó, iracunda.

—¿Disculpa?

Dominada por la rabia, Katrina estalló en gritos.

—¡Maldita sádica, abusiva, demente hija de la chingada! ¡Desde que apareciste no has hecho más que torturarme y retorcer mi mente! ¡¿Por qué no te mueres y me dejas en paz?!

La cara de sorpresa tanto de Dakota como de Madame Nyx fue hilarante. La mujer aplastó al monstruo que se retorcía en su mano izquierda para descargar un poco de su creciente furia.

—Niña insensata, si no fuera por mí no serías más que otro número en una triste gráfica. Creo que he sido demasiado indulgente contigo...

La villana soltó a Gia, y de inmediato varios demonios se apoderaron de ella, arrastrándola de vuelta a su encierro. Sombra quiso intervenir, pero su madre no le dio tiempo de concentrarse, en un latido de corazón ya la tenía sujetada por el cuello. Entonces, la menor comprendió que no había sido inteligente provocarla.

—¿Crees que has sufrido? No tienes idea....

Katrina comenzó a gritar de dolor, sentía como un frío mortal penetraba hasta lo más profundo de su ser, era como si cada célula del cuerpo le fuera arrancada a la fuerza, a la par en que sus ojos perdían su brillo sobrenatural. Garra Nocturna, que se había mantenido expectante, saltó desde su posición para ayudar a su compañera, pero fue interceptada por Darksaber, quien con un solo golpe la regresó al suelo.

—Suelta... me. —Sentía que iba a desmayarse, cosa que significaba la perdición.

Katrina no quería morir, no así; ya le faltaba el oxígeno y sentía que sus pulmones estallarían en cualquier momento. El pensamiento de un cuchillo cruzó por su mente, y con la fuerza de la desesperación levantó la mano empuñando una daga, cuyo filo estaba constituido por enormes dientes de piraña, pero Nyx atajó el brazo de su hija sin dificultad.

—Un cuchillo, ¿de verdad, niña?

—No es un cuchillo...

La daga saltó de su mano como una serpiente viva, enterrándose en el cuello de la bruja hasta romperle la medula ósea, Nyx la soltó y retrocedió con un grito retumbante.

—¡Y no soy una niña!

Galahad se manifestó a espaldas de la desconcertada villana y le atravesó el abdomen con una poderosa estocada de su espada. Darksaber hizo un movimiento para enfrentar al caballero sin cabeza, pero su homólogo golpeó las tablas de madera que constituían el suelo y causó un desastre que seguro haría enojar a Lady Morpheus en su regreso. La mitad del salón crujió en un desplome a varios niveles por debajo, llevándose consigo a Madame Nyx y a los dos caballeros malditos.

Libres de la devastación, pero con el tiempo en su contra, Sombra ayudó a Garra Nocturna a levantarse. Fue un milagro que pudieran llegar a las escaleras antes de que el salón enteró se convirtiera en una fosa de ruinas y madera aplastada.

—¿Está muerta? —cuestionó Dakota, recuperándose del aturdimiento.

—No, ojalá fuera tan sencillo. —La joven notó que le estaba sangrando la nariz, además sufría de una jaqueca insoportable—. No me siento bien...

Para sorpresa de ambas, Darksaber saltó desde el abismo, se columpió en el pesado candelabro del salón y aterrizó delante de las cansadas jóvenes. La espada descendió como una guillotina, pero Dakota pateó a Sombra para evitar el golpe y la enorme hoja se hundió varias pulgadas en la madera. Sin pensarlo, las adolescentes se dieron a la fuga.

—Esto es malo —dijo la mexicana, sudando a mares.

—Podrías... no sé, llamar a tu amigo sin cabeza para que nos quite de encima a este idiota.

—No es posible —le respondió—. Ella me hizo algo, estoy débil. No puedo con algo tan complicado como Galahad, si lo intento creo que me voy a desmayar.

—¿Tus poderes no funcionan?

—No como deberían. Vamos, el reloj en el estudio de Lady Morpheus es nuestra única esperanza.

El caballero maldito recuperó la espada y fue tras ellas. Estaban en el segundo piso, al final del pasillo, donde se hallaba un gran estudio en el que Elizabeth Morpheus solía pasar horas y horas en campañas enigmáticas. Un muy pequeño contingente de los mismos monstruos débiles que Sombra había usado para enfrentar al Escuadrón se abalanzó sobre Darksaber para ralentizarlo y darle tiempo a las adolescentes de alcanzar su meta.

Garra Nocturna bloqueó la puerta con un pesado estante de libros. Sombra, por su parte, tambaleó por unos segundos cuando un mareo la invadió; su estado empeoraba entre más usaba a los monstruos.

—No puedo con él, debemos escapar y conseguir ayuda del Escuadrón.

—¿Qué pasará con Kai y Gia? No podemos dejarlos aquí.

—No tenemos opción, no podremos ayudarlos si estamos muertas.

Al fondo, junto a numerosas reliquias exóticas y un lujoso cuadro al óleo de Elizabeth Morpheus, se alzaba un enorme reloj de ébano, cuyas anómalas manecillas se deslizaban en sentido contrario.

—Estuve espiando a Elizabeth, ella utiliza esta cosa para llevar la mansión a cualquier lugar del mundo. En este momento ni siquiera estamos en la Tierra, esto es una dimensión de bolsillo, así la Sociedad Oscura evita ser rastreada —explicó de manera precipitada.

La cara de su compañera era un poema de confusión y pánico.

—¿Qué? ¡¿Estamos en otra dimensión?!

La espada de Darksaber atravesó la puerta. Sobresaltada por el sonido, Katrina intentó manipular las manecillas del reloj, pero en cuanto acercó sus dedos, un relámpago carmesí la golpeó con furia, lanzando su cuerpo contra una mesa repleta de libros y otros objetos que Elizabeth usaba en la práctica de su brujería.

Dakota corrió para auxiliarla.

—¡Santo cielo! ¿Estás bien?

Sintiendo un dolor más allá de toda medida, Katrina volvió a levantarse.

—Voy a destruirlo... —dijo mientras lágrimas rojas le escurrían por las mejillas.

Una abominación harapienta surgió desde las tinieblas. Dakota no tardó en reconocerla, era la misma cosa que la liberó; con un zarpazo de sus garras hizo pedazos el reloj y, tras eso, trastabilló desvaneciéndose como si estuviera hecho de polvo. En ese momento, la puerta cedió, revelando la satánica armadura negra de Darksaber.

Dakota Robbins lo encaró con un valor innato, pero fue opacado por la violenta sacudida que la estrelló contra el techo. En un segundo, se vio a sí misma y a su casi desmayada compañera volando de un lado a otro del estudio, mientras eludían las estocadas de Darksaber, quien se hallaba en la misma situación. Toda la mansión daba vueltas como si hubiera sido engullida por un tornado

—¡¿Pero qué?!

Parte del techo se desintegró, impactado por una estruendosa tormenta de rayos. En la destrucción vieron un huracán en medio del Pacífico, una tormenta de arena, las Pirámides de Guiza, la Gran Muralla China, el coliseo romano, una montaña nevada con edificios ciclópeos, la Plaza Roja, la Pirámide del Sol, un pantano repugnante, la Torre Eiffel, y más instantáneas de todo el mundo.

—¡Debemos saltar! —gritó Sombra, apenas sosteniéndose de unas cortinas.

—¡¿Estás loca?! —Dakota eludió la espada de Darksaber, quien aún en la demencial e incomprensible tempestad se esforzaba por decapitarla.

En medio del caos, el peso del villano lo hizo atravesar una de las paredes, destruyendo consigo el cuadro de Lady Morpheus. Los giros se hicieron más pronunciados, y las adolescentes salieron despedidas hacia el fantástico caos de imágenes cambiantes. Cuando iban a caer en lo que parecía un bosque de enormes pinos, fueron arrastradas de regreso por una insospechada corriente de agua.

La mansión se había transportado a lo que parecía una ciudad marina, aventura acuática que no duró mucho. La casa volvió a cambiar de sitio, ofreciendo en esa ocasión la perspectiva aérea de una ciudad oscura y silenciosa. Aprovechando que la gravedad era un poco más estable, Katrina escupió agua y corrió hacia Garra Nocturna para saltar, pero ella no se movió.

—No, no lo haré, no me iré sin mi hermano —dijo con una determinación que excedía lo humano.

—Lo sé, y lo lamento...

Nevermore se materializó a sus espaldas y las empujó a ambas con su vuelo. El dúo se precipitó hacia la noche, dejando atrás aquel lugar infausto, que desapareció como un espejismo a la luz del atardecer.

Las cosas sucedieron tan rápido que no se percataron que caían desde varios metros del cielo. En unos cuantos segundos, se estrellaron bocabajo sobre una azotea gris, áspera como roca y algo sucia por el polvo que abundaba en ella, provocando un sonido seco.

Dakota intentó levantarse, pero el dolor tronante en la espalda lo dificultó, y la herida en su pierna solo había empeorado. Katrina, a pesar de que estaba agotada, se levantó primero e intentó ayudarla. Dakota no necesitó más pruebas, después de todo lo sucedido en la Mansión Morpheus, sabía que podía confiar en ella, pero también estaba molesta, así que soltó su mano.

—¿Por qué hiciste eso? —le reclamó. En sus húmedos ojos se notaba la furia y la impotencia—. ¡Pude haber rescatado a mi hermano, pude haberlo salvado de esas horribles cosas, pero no me dejaste!

Dakota llevó sus manos hacia adelante y sacó sus filosas garras, mirando con gran enojo a la catrina, cuya pintura facial se había corroído casi en su totalidad a causa del agua.

—¡Lo siento! —dijo Sombra, mostrándose sincera—. Pero era la única forma, en verdad lo lamento.

—¡No lo lamentes! —gritó Dakota, dando un paso hacia adelante—. Eso no sirve de nada. Estar allá es un verdadero infierno, no me imagino todo lo que le debe estar pasando.

Una vez más, se sintió impotente. Estuvo tan cerca, pisaban el mismo suelo, respiraban el mismo aire, pero no lo logró.

—¡Lo sé! —le respondió, cabizbaja—... Yo sé lo que es estar ahí.

Dakota calló entonces. Todo ese tiempo no había dejado de pensar en lo que ella había sentido, que no se había detenido a pensar en la terrible experiencia que habría vivido allí su salvadora. El silencio fue corto, breves segundos después, Dakota cayó de rodillas, su pierna herida tambaleó, estaba cansada, volvía a sangrar.

—¿Estás bien? —Sombra quiso acercarse a ella, pero se detuvo.

—No te preocupes por mí, yo estoy bien, no pienso morir tan fácil —dijo Dakota, concentrada en la herida—. Preocúpate por saber en dónde diablos estamos.

La catrina caminó un poco, observó en varias direcciones a la espera de reconocer el lugar en donde estaban, hasta que observó desde lo alto de la azotea un letrero de un restaurante.

«Escuadroners. Las mejores pizzas de Ciudad Capital».

Katrina dio un suspiro de alivio.

—Estamos en Ciudad Capital.

—La ciudad de Blazer —recordó Dakota.

—¿Blazer? —preguntó Sombra con extrañeza, y de repente sus ojos se abrieron más de lo normal al recordar algo—. ¡Oh no, no puede ser!

—¿Qué pasa?

Katrina miró a su alrededor. A lo lejos, imperceptible para el ojo promedio, pero reconocible para el ojo conocedor, reconoció un residuo de humo carmesí agonizando en el aire frío de la noche

—Tú pide ayuda al Escuadrón. Debo detenerlos, antes de que sea demasiado tarde.

—¿A quiénes? —Garra Nocturna no entendía nada de lo que pasaba.

—A Lady Morpheus y a Dakken. Tú no fuiste la única carnada que utilizó la Sociedad Oscura para atraer a Renegado. Nahia está en peligro, y Blazer también.

Dakota mostró un rostro lleno de preocupación, pero terminó por asentir.

—No permitiré que ella viva lo que yo sufrí. Haré mi parte... tú patéale el culo a esa bruja.

Tras un asentimiento de Sombra, las dos se separaron. Dakota Robins mentalizada en encontrar el lugar más cercano con tecnología, mientras que Sombra se dejó guiar por el leve rastro de energía escarlata en la ciudad. Katrina estaba agotada, herida, profundamente consternada, pero, después de mucho tiempo, también se sentía liberada; la posibilidad de usar a "sus amigos" era escasa, y aun así siguió su camino. Tenía una sola misión en mente: detener a dos de los villanos más terribles que había conocido en su vida. No le importaba si caía en batalla, quería redimirse. Estaba dispuesta a demostrar que, sin importar nada, ella también podía ser una heroína.


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