33. Amanecer sombrío (II)

Por Shad-cco


Katrina ya antes había usado ese poder oscuro para hacer justicia, y estaba decidida a usarlo para detener a los invasores. Como estaban las cosas, era la única capaz de defender la ciudad.

—Son asesinos, vienen de las estrellas...

«Que regresen a ellas en pedazos», replicó Nyx. «Eso si quieres evitar la extinción de los humanos. Tienes hasta el amanecer».

Estremecida y consciente de que el tiempo era escaso, corrió hasta su habitación; si quería frustrar dicho destino debía actuar con rapidez. La voz en su cabeza era muchas cosas, maligna, sarcástica, egoísta y perversa como el Marqués de Sade, pero sus predicciones eran irrefutables; todas, sin excepción, se cumplían.

Desde la primera manifestación de sus poderes, la vida de la señorita Soto se había convertido en un perpetuo festín de horrores fantásticos. Al menos, le reconfortaba pensar que usaba su oscuridad para el bien.

—Aquí vamos... —murmuró la nerviosa joven, observando un vestido de su propio diseño, era negro, la singular combinación de estilo victoriano y gótico podía notarse en los detalles, este se hallaba cuidadosamente oculto en un compartimento secreto detrás de su clóset.

Había tomado meses de trabajo, además de muchísimas clases de carpintería y diseño de modas, fabricar tanto la pared falsa como el atuendo. Por suerte, sus tíos no la descubrieron, trabajaban todo el día en la tienda, llegaban tarde y demasiado cansados para advertir pequeños cambios.

Una vez preparada para lo que fuese a enfrentar, se miró por última vez al espejo; su aspecto no era el más original. El rostro pintado de cráneo, cual catrina en pleno Día de Muertos, le resultaba irónico cuando consideraba su propio nombre, pero le daba fuerza para luchar contra la inseguridad, y causaba escalofríos hasta en los criminales más duros.

«Hermosa como la eutanasia...», comentó la voz susurrante, en un tono que pudo ser tanto de admiración como de burla.

La estudiante se había transformado en algo más. Era guía de las legiones que se ocultaban tras la oscuridad perseguidora, cabalgaba bajo una luna vigilante en los senderos de la locura. Era una aparición, una armada y una escolta. Ahora se llamaba a sí misma, Sombra.

La determinación justiciera de la joven y su agudo sentido del humor mantenían en equilibrio la cordura, era aún más rara que antes, pero a un nivel que, cuando consideraba las circunstancias, podría considerarse como normal.

Salió de casa, al amparo de la oscuridad protectora. Un pajarraco negro y gigante descendió del cielo nocturno; esa... bestia resultaba en la definición más pavorosa de lo antinatural, con múltiples ojos sangrientos en la cabeza y el majestuoso tamaño de un dragón legendario.

El ave de pesadilla llegó hasta ella con ensordecedores graznidos y espasmos que lo hacían retorcerse.

—Nevermore, también te extrañé... —dijo, acariciándolo con especial afecto, y subió por el ala hasta el lomo, el plumaje era suave y olía a rosas marchitas.

Al momento de emprender vuelo recordó las desgarradoras imágenes del noticiero, las personas siendo masacradas, los niños llorando y gritando, había sido como un vistazo al infierno.

—Les mostraré el precio de su mal... —Los ojos de la vengadora lanzaron extraños destellos.

«No seas tan modesta, será suficiente con mostrarles sus entrañas».

La expresión de Katrina no se alteró.

—No soy tan piadosa...

Nyx se quebró en una horrible risotada.

«Apresúrate, el tiempo sigue desgranando segundos preciosos».

Montada en la pesadilla alada surcó el cielo, la brisa nocturna sobre su rostro le ayudaba a lidiar con la tensión, distantes estrellas parecían danzar en compañía. Su destino no estaba lejos.

Momentos después, veía la gigantesca máquina en forma de garrapata, los filamentos del Gestalt estaban clavados en el suelo, parecían drenar la tierra.

Una armada intimidante protegía la estructura, tanques, torretas y soldados, cuya extraña armadura les daba el aspecto de demonios. En las ruinas alrededor había helicópteros estrellados y una desgarradora cantidad de cadáveres carbonizados.

Sorprendida por la espantosa escena, no pudo prever que un cañón antiaéreo le estuviera apuntando y, antes de que pudiera actuar, Nevermore fue alcanzado por el poderoso fuego defensivo.

La criatura se desintegró en un graznido de dolor. Su desconcertada jinete cayó a una muerte segura. Gritaba y pataleaba; sucesos del pasado se agolparon en su mente.

—¡No, no, no!

Su deseo y voluntad abstracta le daban forma a las criaturas, dependiendo de la situación y necesidad. De alguna manera, su imaginación, en donde los monstruos eran considerados alguna clase de retorcidos entes benignos, transportaba las criaturas al mundo real y los proveía de un cuerpo físico. Tal habilidad sugería algún tipo de capacidad para transformar la materia y energía a voluntad, alterar la realidad misma. De eso la había convencido Madame Nyx.

«Todo lo que puedas imaginar es real».

Una figura alargada y robusta saltó desde los escombros, atrapando a la estudiante en el aire. El peso del salvador debía ser sorprendente, ya que al aterrizar se formó un cráter en el pavimento.

—Lancelot... gracias —alcanzó a decir la joven justiciera con el corazón a un sobresalto de estallar y abrazando fuertemente la vieja armadura, su caballero maldito personal.

Siempre aparecía cuando Katrina corría peligro. A diferencia de los demás monstruos, sanguinarios y terribles, Lancelot era tranquilo, era especial, le inspiraba valor y esperanza, como un faro entre las pesadillas que atestaban su mente.

La concentración requerida para materializar a sus servidores era agotadora, pero había dominado esa habilidad tanto como era posible. A veces aparecía uno, a veces dos o tres y, si la oscuridad resultaba propicia... cientos. Por fortuna, esa noche carente de luna, privada de luz artificial e invadida por asesinos, era perfecta para traer una legión interminable de seres macabros.

Un comando constituido por dos tanques extraterrestres y al menos treinta soldados se dirigió al sitio donde Sombra recuperaba el aliento junto a su guardián.

«¡Aniquila a estos fanáticos idiotas sin piedad!», aulló Nyx en la torturada mente de su hija. «¡Date prisa, en tu lugar ya habría matado a todos!»

La oyente titubeó. Sentía que la conciencia le fallaba, perdía el significado de esas palabras repletas de la más inhumana bestialidad, pero el aturdimiento no duró, el deber y la ira se impusieron a la duda.

Los invasores confiaban ciegamente en la tecnología superior. Eligieron el lugar por su posición geográfica y cercanía con la nave de Kissandra, así la emperatriz sabría quién la había librado no solo de los molestos héroes, sino además de casi toda la humanidad.

Nubes horribles cubrieron la luna y dieron paso a una oscuridad asfixiante que parecía devorar la luz emitida por el Gestalt y los tanques.

—La luz se ha ido... —Se escuchó el eco de una voz lejana, extendiéndose entre las filas alienígenas como el triste lamento de mil espectros—. Todo lo bueno se ha ido, la esperanza ha muerto. Ahora que sus dioses los han abandonado... —prosiguió el murmullo maldito, esa vez más cerca y audible—. Y la sombra del pecado devora sus almas...

Hubo una pausa en la que gruñidos y gritos que parecían risas llegaron a los oídos de los invasores.

—Permítanme mostrarles el precio de su mal...

Desasosegados por esa última frase, cambiaron a la visión nocturna de sus cascos. En ese momento, aquellos formidables guerreros, que en el pasado habían atestiguado y ejecutado actos inmencionables, gritaron aterrorizados ante el negro aliento de lo sobrenatural.

Una marea de monstruosidades golpeó a los invasores como un maremoto aplastante e imparable.

Enormes e insaciables criaturas similares a sabuesos negros de ojos carmesí constituían gran parte del ejército; destrozaban armaduras, piernas, brazos, rostros y armas. Cuando sus presas perdían el conocimiento, o quedaban al borde de la muerte, pasaban a otro objetivo, como siguiendo una misión espantosa y cruel.

Negras moles titánicas, parecidas a gorilas surgidos del Infierno, aplastaron los imponentes tanques de guerra saltando sobre ellos y embistieron con demoledores golpes rabiosos que hacían temblar la tierra.

Los gritos de los corvynianos, lanzados bajo el horror supremo, partían el alma de Katrina, pero había aprendido a sobrellevar con estoica filosofía su labor.

—¿Cómo se siente?, ¿no poder hacer nada más que gritar y correr? —decía, abriéndose paso en dirección a la enorme máquina extraterrestre. Según Nyx, la destrucción del artefacto era imperativa.

Las apariciones, aunque aterradoras ante los ojos de cualquier ser vivo cuerdo, eran del todo obedientes a ella. Antes había intentado suprimir esa habilidad sugeridora del Armagedón, pero solo se podía enfrentar a la oscuridad corriendo hacia ella, no huyendo.

Los cañones antiaéreos cayeron bajo la veloz espada de Lancelot. Por último, la perdición total llegó desde el cielo con graznidos bestiales y el aleteo de alas gigantescas. Una parvada de criaturas idénticas en apariencia a Nevermore diezmó a los sobrevivientes con afiladas y degollantes garras.

El mundo se había vuelto loco. Relámpagos carmesí caían por decenas e iluminaban el diluvio de monstruos. Por momentos, todo cuanto alcanzaba la vista parecía un océano de sangre viva.

Nezarim, inmóvil como un hombre convertido en piedra, observó y se atragantó. Él y unos pocos guardias eran testigos del horrible espectáculo desde la sala de control en el Gestalt.

La siguiente orden de El Erradicador fulminó los nervios de sus subordinados.

—No podemos permitir que esta blasfemia interfiera con los planes de Kissandra. Activen el Gestalt de inmediato, concentren la singularidad múltiple en esta ciudad.

Conscientes de que no había opción, asintieron; todos salvo uno de los técnicos.

—Señor, los capacitores no están listos. El sistema de enfriamiento colapsará antes de la activación, el evento destruirá la mitad del continente. ¡Todos moriremos! —exclamó con voz rota.

Nezarim destruyó el rostro de su atribulado camarada con un puñetazo.

—Mi regimiento no tolera la cobardía.

—Todo listo, señor —intervino otro de los corvynianos tras introducir los comandos de activación en la consola principal.

La voz artificial e indiferente del arma-nave les puso los pelos de punta.

«Evento múltiple detectado. Fusión del reactor en 190 segundos, evacue de inmediato».

Decenas de monstruos irrumpieron en el Gestalt, y con ellos la oscuridad. Algo destruyó el acceso a la sala de control y atacó a los tripulantes, sus gritos se perdieron junto con otros sonidos espantosos.

Nezarim permaneció quieto, callado como un muerto, a la espera del final.

Luces de emergencia iluminaron el lugar, carmesíes e incómodas como un cuarto de revelado. Ahí estaba ella, rodeada por criaturas horribles, sus fríos ojos cayeron sobre El Erradicador.

—¿Por qué matar inocentes?, ¿por qué matar niños?... —le preguntó Sombra con voz ronca y melancólica.

Aunque se sentía en presencia del ángel de la muerte, la respuesta del alienígena no fue salpicada de miedo o arrepentimiento.

—Corvyn necesita los recursos de este planeta, los humanos son un obstáculo.

La oyente sacudió la cabeza, la absoluta frialdad y desprecio de esa respuesta la hizo sentir mal.

—¿Quién es usted?

—General Nezarim, El Erradicador de Corvyn —vociferó, desafiante.

«Juguete de políticos... herramienta de conquistadores», soltó Nyx con asco.

Una sonrisa cargada de orgullo se apoderó del alienígena.

—Llegas tarde, monstruo. El exterminio es inevitable.

Bajo la enfermiza luz carmesí, los ojos de Sombra duplicaron su fulgor como piedras preciosas.

—Monstruo... abominación nacida de soledad y sufrimiento, un testimonio de los errores de Dios, la delirante personificación del mal. Eso es lo que soy, pero entonces... ¿qué cosa es usted, general?

Tales palabras no parecieron tener el efecto deseado en el violento individuo, quizá habrían estremecido a alguien débil y supersticioso, pero no a él.

—Soy un héroe. La humanidad será exterminada, y este nido de mugre será tu tumba. Corvyn prevalecerá.

Más que frustrada o furiosa, la lúgubre justiciera parecía severamente afligida.

—¿En qué clase de mundo demente asesinar inocentes da el titulo de héroe?

Nezarim enmudeció al ver numerosas criaturas arrastrando a sus camaradas dentro del Gestalt, todos inconscientes o al borde de la muerte.

Katrina le dio la espalda, discutir con un necio que solo profesaba muerte y odio hacia la humanidad era una pérdida de tiempo.

—Ninguno de los suyos fue asesinado por mis sombras, aún deben pagar por sus pecados.

El Erradicador se lanzó en una estocada que tenía por objetivo el corazón de la estudiante, pero decenas de monstruos ya se habían interpuesto entre él y Sombra. La legión macabra descendió sobre Nezarim como un muro viviente de alaridos y garras.

—Adiós, general... —Lágrimas negras recorrieron las mejillas de Katrina, arruinando el tétrico maquillaje.

Sombra era un personaje, una manera de obligarse a sí misma a ser más fuerte de lo que en realidad era. Ella no era ningún fantasma vengativo o entidad sobrenatural, era un ser humano.

«Me parece que estás olvidando algo, date prisa...», advirtió Nyx.

Katrina negó con la cabeza y salió de la nave alienígena, necesitaba destruir esa máquina cuanto antes.

—Vulthoom... —Miró la garrapata mecánica, concentrando su poder e imaginación en la quintaesencia del horror.

La tierra tembló como si el averno quisiera romper su frágil caparazón, y el concreto estalló en una lluvia de escombros y polvo, del suelo emergió una forma, colosal, caótica; algo entre una raíz o extremidad parasitaria similar a una planta que rodeó por completo al Gestalt. Hubo un crujido, seguido de un sonido chirriante.

En un segundo, Gestalt Arx se contorsionó y encogió igual que una lata de Coca-Cola al ser aplastada.

«Puedes escucharlos lloriquear».

La inservible chatarra vinotinto fue arrastrada por la cosa a las entrañas de la tierra, a un reino de oscuridad perpetua.

Katrina había dejado de buscar una explicación para sus poderes. Madame Nyx había ayudado un poco, pero siempre evadía las preguntas importantes con comentarios sarcásticos, hirientes o incomprensibles. Tal vez vivir en la ignorancia no era tan malo.

El amanecer se hizo presente, y las criaturas restantes se desvanecieron en una reverencia final, siempre se despedían con ese gesto.

Frente a la estudiante no hubo una gran fosa de pesadilla o rastro de los invasores, solo un insoportable panorama de ruinas y cadáveres.

«¿Sabes lo que separa la victoria de la derrota?», inquirió la voz de su madre entre risas macabras.

Katrina cayó al piso, dominada por el llanto. No había sensación de victoria, no había final feliz o palabras de aliento, su única acompañante era la voz infausta de su cabeza y la propia certeza de que la pesadilla no había hecho más que comenzar.

El sol brillaba con fuerza cegadora, sin embargo, ese fue el amanecer más oscuro de su vida.

Tiempo después, todos idolatraban a los salvadores de la humanidad, al grandioso Escuadrón de Héroes. Cada noticiero, cada maldito canal al que Katrina cambiaba desbordaba unidad, esperanza y la promesa de un futuro brillante. Harta de lo mismo, apagó el televisor, subió a su cuarto y se dejó caer sobre la cama. A menudo lloraba, hundiéndose en el miedo y la desesperación, pero nunca frente a otras personas, a los ojos de su familia seguía siendo la misma chica excéntrica, de sonrisa triste y amable.

—Pobre de ti, tan frágil y tan torturada...

Katrina se levantó de golpe. En esa ocasión, la voz maligna no provenía desde lo más profundo de su cerebro.

—E-estás aquí, eres real... —tartamudeó Katrina.

De la oscuridad emergió Madame Nyx, sus ojos ardientes parecían quemar el alma de la atónita adolescente. La mujer de negro sonrió.

—¿Deseabas que no lo fuera? Hubieras preferido descubrir que eres una enferma mental golpeándose la cabeza contra los barrotes de su celda.

Había algo más en el tono sarcástico y cruel, una maldad consciente y deforme que aterrorizó a la observadora, sentía que esa mujer la mataría en cualquier momento, fuese su madre o no.

—Eres....

—Soy esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien... —replicó, examinando la habitación en una mezcla de vergüenza y asco.

La joven negó con la cabeza, confundida.

—Críptica como siempre. ¿Qué quieres?

En un precipitado movimiento, la villana la levantó por el cuello y la golpeó contra la pared.

—La humanidad es importante para ti, ¿no es así?

Una multitud de bestias se materializaron en la oscuridad para atacar a Madame Nyx, pero se desintegraron en un alarido agónico antes de que pudieran siquiera tocarla.

—Tus amigos imaginarios no son nada.

Con total desprecio lanzó a Katrina a un lado, destruyendo un pequeño librero. La joven se retorció de dolor.

—Nos vamos —le ordenó.

—¿Qué está pasando, a dónde vamos? —preguntó aterrada, poniéndose de rodillas.

—A salvar el mundo, por supuesto...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top