3. Viejos conocidos
Por MichellBF, RonaldoMedinaB, Metahumano, A_Grant & GabrielO5
El jardín quedó atrás para dar paso a una habitación de paredes claras. Bobbly había tenido que dormir a Dreccan con un hechizo, pues aún cuando Mago Universal había dado la orden, él se mantuvo en alerta, obligándolo a tomar medidas necesarias por el bienestar de Camille.
James cargaba a Venatrix en sus brazos. Amara y Bobbly lo seguían con prisa en su camino a la camilla de enfermería donde la recostó, totalmente inconsciente. Amara observó desde la puerta de la habitación un rastro de sangre que culminaba donde estaba James.
—¿Quién es ella? —preguntó en tono bajo.
—Es... una amiga. —Lo pensó—. Amara, ella es algo... agresiva. Las veces que ha despertado después de un trauma su reacción ha sido violenta. No te conoce, lo mejor es que...
—Sí, ya lo capto. Me voy, pero antes, ¿eres consciente de que ella emana energía oscura?
Mago pasó a observarla, en su mirada Amara encontró la respuesta a su pregunta. Era completamente consciente de lo que ella percibía, y aun así en él no había más que preocupación por el bienestar de Venatrix.
—Bien, estaré cerca en caso de que necesites ayuda. —Bajó la mirada al inquieto duende doméstico al lado de la camilla—. Bobbly, ¿vienes?
—Bobbly conoció a Camille Delacroix en mil novecientos ochenta y uno cuando ella era más joven —respondió sin dejar de verla con angustia—. Bobbly está en deuda con ella porque gracias a Camille conoció a su amo Mago y fue salvado del destino de la Dimensión Oscura. Y si el amo Mago se preocupa por ella, Bobbly también. Camille también es amiga de Bobbly, y Bobbly nunca abandona a sus amigos.
Mago asintió hacia su duende con una pequeña mirada expresiva.
—Gracias... no sabes lo que ella significa para mí.
—Bobbly lo sabe, amo James, y por eso se preocupa.
Amara abandonó en silencio la habitación. James se movilizó alrededor de Camille mientras observaba su condición; sobre su chaqueta pudo ubicar las heridas por las partes rasgadas y húmedas de sangre. Inspiró para cobrar fuerzas antes de comenzar a retirar por trozos la prenda superior, revelando la gravedad de las heridas.
—Por La Eternidad —expresó con ansiedad, la culpa lo invadió—. Debí buscarte cuando tuve la oportunidad. No debí permitir que esto te pasara.
—Bobbly quiere saber en qué puede ayudar a Camille Delacroix.
—Prepárale uno de esos elixires curativos del libro de hechizos de Seidkona y búscale ropa nueva, la necesitará.
Bobbly asintió y dejó la habitación al instante.
Mago volvió hacia Camille. En el hombro derecho se alojaban marcas de una mordedura, y más allá, a nivel de su clavícula, algún animal o bestia había clavado sus colmillos y causó perforaciones profundas de donde brotaban hilos de sangre; retiró lo que sobraba de la manga derecha de su chaqueta y descubrió los zarpazos en su antebrazo.
«Sin duda, alguna bestia debió atacarte», pensó.
La herida más grave se alojaba en su abdomen. No aparentaba haber sido provocada por una bestia, instintivamente su mente se desplazó un año atrás, cuando se halló frente a una situación familiar. La herida de Vincent arribó en sus pensamientos, y al compararla con la de Venatrix, encontró semejanzas que le permitieron confirmar que aquella herida había sido hecha por una espada. Se percató entonces de que ella no llevaba la suya y la idea de que con la misma hubiera sido atravesada lo hizo estremecer.
Meneó la cabeza para despejar su mente. En sus manos aparecieron sellos de magia azul que movió por encima de cada herida, desvaneciéndolas poco a poco. James liberó un suspiro de alivio tras unos minutos aplicando sus técnicas de curación. Por un momento temió que su magia no funcionara como antes, aunque esa vez no lo hacía con la efectividad que deseaba.
—Gia. —Escuchó en un susurro apenas audible.
—Camille —llamó, esperando que ella respondiera, la vio entreabrir sus ojos—. Hey, qué susto me has dado.
Ella no dijo nada, sus ojos parpadearon varias veces, luchaban por adaptarse a la luz. El hechizo seguía trabajando, los cortes en su rostro se desvanecían, a excepción de una marca en el lado derecho que iniciaba sobre su ceja y culminaba en su mejilla, era tenue y se apreciaba a contraluz. James supuso que no había sido una marca por la batalla, sino algo anterior. Camille se quejó al moverse. A partir de la herida en su abdomen un dolor se extendió por todo su cuerpo.
—No logro sanarte por completo, al menos no de forma inmediata. El hechizo se llevará un rato. —Ella asintió en aceptación a lo que decía—. ¿Por qué no estás sanando?
—Porque yo no lo hago, es Lucifer quien me sana y ahora su orgullo está demasiado herido como para compartirme su poder.
—¿Él te hizo esto? —Ella negó una única vez—. ¿Y la marca en tu rostro?
—No tiene importancia —contestó.
Con un pequeño salto bajó de la camilla y empezó a caminar, su cuerpo recuperaba la fuerza y estabilidad.
—Camille, solo llevamos unos meses desde que nos vimos por última vez en Londres —insistió con mayor rudeza, un tono que Venatrix reconoció—. ¿Quién te hizo esto?
Su reacción inmediata fue recordar todo el suceso, desde su llegada a la mansión hasta el momento en que fue atravesada con la espada a manos de aquel extraño ser. Por instinto sus ojos se escurecieron al recordar las razones que la llevaron a la mansión, el dolor se disipó con el regreso de la ira.
—Tú deberías saberlo, después de todo, la dejaste escapar —contestó con voz disgustada.
—¿Qué?
—La strega.
—¿La bruja? ¿Lady Morpheus? —Ella asintió en medio de un gruñido—. ¿Ella te hizo esto?
—No, fueron sus malditos siervos. Pero ella está detrás de todo. —De pronto, su ira aumentó—. Questo potrebbe essere evitato! Dove sei stato, Jerom?! Non dovrebbe essere rinchiusa invece di essere a Roma a far del male a mia figlia?
—Primero que nada, en español, me cuesta entenderte cuando discutes así de rápido. Segundo... lo lamento, Camille. No estuve aquí para ayudarte y me arrepiento, pero mi deber...
—Scuse! Yo estuve ahí para ti cuando esa mujer británica apareció en Roma, no dudé ni por un segundo cuando supe que estabas en problemas. ¡Yo dejé a mi hija por ayudarte, Jerom! —Cuando él tornó serio su semblante, ella calló, inspiró y exhaló con profundidad. Una vez, dos veces, hasta tres. Intentaba calmarse. Su mirada viajó a una de las paredes blancas, su expresión se suavizó y el tono de su piel palideció—. Debí seguirla muy de cerca, quizás la miré fijamente por más tiempo del que debía, bajé la guardia y ellos vieron una oportunidad... Es mi culpa, no tuya.
—Ya pasó, Camille. Lo importante es que estás bien, ahora debemos encontrar a Lady Morpheus y rescatar a Gia. Lo haremos.
—No entiendes, Jerom. Esta vez dar con la bruja no será tan fácil. Lady Morpheus no está sola. —Él ladeó la cabeza mientras analizaba lo que acababa de escuchar, entonces recordó lo que minutos antes había dicho al borde de la inconsciencia: «ellos la tienen»—. Tienes que llamarlos. Los necesitaremos.
Krimson Hill.
Vincent Hardy estacionó a Nocturna en su guarida y descendió de ella no sin antes acariciarla un poco, sintiendo cómo las vibraciones producidas por el poderoso motor de la bestia se reducían hasta desaparecer en su totalidad.
«Otra noche juntos, vieja amiga», pensó con una sonrisa.
Se dispuso a quitarse el antifaz y los palos de escrima de su espalda y colocarlos sobre la mesa de trabajo, donde reposaban ya algunas tazas de café vacías y unos cuantos archivos de casos que todavía no había logrado resolver.
Unos pocos metros más adelante, sentada frente a los monitores, lo esperaba su excompañera del trabajo, Rebecca Miller, ahora mejor conocida como la Comandante Miller en el trabajo, título con el que Vincent disfrutaba hacer bromas, por más que se sintiera absolutamente orgulloso de los logros de su amiga.
Rebecca ni siquiera había despegado la mirada de las pantallas al escuchar a Vincent entrar, pero no había duda de que sabía que él estaba ahí, así que evitó tentarse con la idea de asustarla para reírse un rato y solo caminó hasta donde estaba. Se detuvo a su lado. Se tomó un segundo para observar la imagen de Laurence Osburne, Cronos, el líder criminal de la ciudad que había caído en desgracia tras el enfrentamiento entre Vigilante y Rampage, y del que no se había vuelto a saber algo en meses. Tanto Vincent como Rebecca consideraban atraparlo como su gran tarea pendiente, y no descansarían hasta lograrlo.
—¿No hubo suerte? —preguntó ella, girándose en la silla para mirarlo.
—El escondite estaba vacío. Cronos estuvo ahí, con más gente, pero lo abandonó hace algún tiempo —respondió Vigilante sin devolverle la mirada.
—¿Y entonces a qué se deben esos cortes en tu rostro? —replicó ella con algo de frustración.
No es que le sorprendiera que su compañero volviera algo golpeado, ya estaba acostumbrada, pero él seguía con esa estúpida costumbre de ocultar sus heridas a no ser que fueran de muerte, como si eso la hiciera sentir menos preocupada.
Esta vez Vincent sí la miró, y le sonrió para asegurarle que todo estaba bien. Tenía un pequeño corte en la mejilla, alguien había tratado de apuñalarlo en la cara, y el labio algo partido, producto de un puñetazo asestado en el momento correcto, pero, más allá de eso, todo estaba bien. Dios sabía que ella lo había visto en estados mucho peores.
—Deberías ver como quedaron los otros sujetos —respondió aún con la sonrisa en su rostro, pero al ver que ella no le encontraba la gracia quitó la sonrisa y la puso al tanto—. El C-18 estaba compartiendo información con un grupo de Profetas de la Furia rezagados, planeaban una redada conjunta en New Bridge. Estaban reunidos, yo aparecí, los golpeé un poco y los dejé atados junto a toda la evidencia esperando a la patrulla que llamé personalmente.
—Los fanáticos de Walker no parecen tener intenciones de descansar —se lamentó Rebecca con un suspiro de frustración—. Pero tal vez tú deberías... —sugirió por lo bajo.
Vincent esta vez miró a su compañera con algo de confusión y ella le mantuvo la mirada.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que, desde todo el asunto con Los Profetas de la Furia y la caída de La Hoz, la ciudad ha estado bastante más tranquila. Puedes tomarte una noche, hacer inteligencia, dejar que tus heridas sanen bien.
—Estoy bien, y la ciudad todavía necesita de Vigilante.
—Y la ciudad también necesita a Vincent Hardy, así que ten cuidado de no perderlo debajo de la máscara. Lo digo como tu amiga y también como tu jefa, Vincent, necesitas tomártelo con calma durante algún tiempo. Últimamente has estado usando el traje más de lo necesario, y solo hay tanto que puedo hacer para que el resto de los oficiales de la estación no empiecen a sospechar.
Vincent estaba a punto de responder cuando a sus espaldas empezó a alumbrar una luz que, de haberla estado mirando directamente, habría resultado hasta cegadora. Le bastó ver la expresión de sorpresa en el rostro de su compañera para saber dos cosas: Mago Universal estaba detrás de él y no iba a tener el descanso que Rebecca le estaba pidiendo.
San Francisco.
El viento soplaba con fuerza en la bahía y el sol estaba cubierto por nubes ligeramente grises, muchas personas considerarían ese ambiente deprimente, sobre todo en una ciudad tan activa, pero Nakai sentía cierta paz con climas así sin un sol abrasador o multitudes a su alrededor. La compañía que tenía entonces era más que suficiente; Row, Dakota y él habían decidido ir al Muelle 39 a ver los leones marinos. Ambas quedaron sorprendidas de que él jamás los había visto. Nakai no pudo negarse, en especial por ser el cumpleaños diecisiete de su hermana.
—Seis años en esta ciudad y nunca viniste a verlos —comentó Dakota.
Ambos estaban apoyados en el barandal. Los leones marinos descansaban en las plataformas en medio del agua o nadaban alrededor.
—Tenía mejores cosas que hacer en vez de ver focas —se defendió Nakai.
Poco después fue salpicado con agua, un león marino se reía bajo ellos, al igual que Dakota.
—Creo que lo tomó personal —dijo ella.
—Oye, desde que aprendiste a hablar con animales tus bromas pierden su gracia cada vez más —comentó con una ligera sonrisa.
—Muy bien, dos Jumbo con doble carne y tocino —escucharon la voz de Row. Se aproximaba a ellos con una bandeja con hamburguesas—. Y una simple con queso para los que no quieren arterias tapadas.
—Quemamos muchas calorías —dijo Nakai mientras los dos hermanos le daban un fuerte mordisco a sus comidas. De nuevo Row podía ver la semejanza en ambos.
Dakota recibió una llamada.
—Mis padres, denme un momento —dijo la menor, separándose para atender.
—Uno pensaría que después de tantas cosas terminaría sombría y algo homicida —comentó Row—. Como tú —se burló.
Nakai sonrió de medio lado.
—Tiene apoyo, es lo que necesita.
—Hablando de apoyo —dijo mientras sacaba un notebook de su bolso—. Pensé en que podría agregar un par de cosas a tu traje.
Ahí Nakai pudo ver el traje de Renegado: su chaqueta negra cuyas mangas también cubrían sus manos, adaptada de las microfibras provenientes de una armadura corvyniana, los pantalones holgados y botas de combate, todos conformados de los mismos materiales. En el lado izquierdo, la chaqueta tenía pintada una huella de oso blanca, que ahora sabía que era el símbolo de su abuelo, Hanakai. En su casco, marcas de garras con pintura blanca sobre ellas y diferentes símbolos de su clan, los Wanikiy, pintados en los brazos y espalda, todos hechos por Dakota. Pero Nakai no estaba de humor para eso justo en ese momento.
—Row, aprecio que aún quieras ayudar más de lo que ya haces. —Bajó la tableta—. Pero hoy lo último que me importa es dar palizas.
Row sonrió.
—Bueno, tienes razón —concordó ella mientras se apoyaba del barandal a su lado—. Aunque, todavía no sabemos dónde está Nour o N.O.S., y las armas siguen llegando a la ciudad incluso con Liaying Lau en prisión.
—Siguen llegando a la ciudad, pero no pasan más allá de la entrada —afirmó Nakai—. Mientras no causen muertes aquí, por ahora estaremos bien. Algún día sabremos a dónde llevó Nour sus negocios y haremos lo posible por detenerlo, con un poco de ayuda extra. —Observó a Dakota, aún hablaba en su teléfono.
—¿Seguro?
—Si quieres intentar detenerla, adelante, pero sus garras hablarán por ella. Preferiría que tuviera una vida normal, pero si quiere ayudarme, lo menos que puedo hacer es apoyarla —explicó él, Row quedó en silencio unos segundos—. ¿Qué?
—Eres un buen hermano —respondió ella, justo cuando Dakota colgó la llamada y volvió al grupo con una sonrisa en su rostro.
—Buenas noticias —anunció con alegría—. Mis padres dijeron que podías venir a mi fiesta de cumpleaños esta noche.
—No creo que sea la mejor idea... adolescentes ebrios y calientes no es mi clase de personas —dijo Nakai.
—No, tú prefieres los que se disfrazan para Halloween cada día —se burló Row.
—Por favor, Kai. Eres mi hermano, ellos entienden y quieren que vuelvas a mi vida, como ellos dicen —suplicó Dakota—. Aparte que también es el aniversario de la muerte de mamá.
Nakai estuvo unos segundos en silencio, pero terminó por asentir.
—Además... puedes invitar a ese chico del otro día.
Nakai, ante el comentario, hizo una mueca de fastidio. Recibió miradas fulminantes de ambas.
—Oigan, quería ir a un lugar vegano, eso es una bandera roja.
—Primero, la chica de la biblioteca porque creyó que tus tatuajes eran apropiación cultural, y ahora esto —dijo Dakota, frustrada.
—Mi Uber llegó, chicos, dale un escarmiento por mí —se despidió Row, alejándose de los hermanos.
Nakai admiró la vista de la bahía, hasta que el imponente Golden Gate se interpuso en su mirada. Por un instante los recuerdos de hace un año volvieron, la última vez que había visto a Wendigo, a Naz, su tío, mientras caía del borde hacia el vacío.
Su mente revivió cada detalle, hasta que una voz lo tomó por sorpresa. De inmediato volvió a la realidad. Se giró hacia Dakota, su hermana veía estupefacta hacia adelante. Al seguirla, Mago Universal estaba frente a ellos, solo que, esa vez, no físicamente.
Capital City.
—Debes aceptar que la película fue un fiasco —bromeó Nahia mientras comía un poco de algodón de azúcar.
Jonathan Mayers soltó unas risitas y elevó su brazo hasta rodearla por encima del cuello.
—Bueno, no tenía las mejores coreografías del mundo, pero creo que estuvo bien...
—Pasaste demasiado tiempo en el monasterio, necesitas urgentemente una buena dosis de cultura.
—¿En serio? —dudó con gracia en sus palabras.
Ella sonrió, dejó un beso sobre su mejilla y se echó a reír, igual que él.
Siguieron caminando por el Parque Municipal de Capital City, un sitio predilecto entre los ciudadanos para pasar el rato, incluso de noche, cuando los enamorados pasaban sus noches hablando y compartiendo un sinfín de anécdotas que los hacían sentirse plenos, justo como ellos dos. Había pasado un buen tiempo luego de que se establecieran oficialmente en la ciudad, y las cosas marchaban de lujo.
Jonathan había conseguido un empleo en un restaurante de comida oriental, sus años en las cocinas de K'un Dai le sirvieron para tener bastante experiencia, mientras que Nahia se estableció como una instructora en un gimnasio, ambos ganaban lo suficiente y se habían convertido en una pareja más de la ciudad, o al menos eso aparentaban.
Se sentaron en una de las múltiples bancas que rodeaban el estanque donde los patos y algunos cisnes nadaban, justo a la luz de un poste que iluminaba de forma agradable a su alrededor.
—Sabes, estuve hablando con Mark, creo que puedo convencerlo para incorporar clases de artes marciales en el local —habló ella mientras se llevaba un pedazo de aquel suave algodón hasta la boca.
Jonathan alzó las cejas y bebió de su refresco.
—Suena bien.
—Sí, lo sé, creo que aumentaría las ganancias en el lugar, y si las cosas salen bien, creo que me vendría bien una ayuda, ya sabes, para instruir a los novatos —le dio un golpecito con el codo y él solo asintió—. ¿Estás bien? Te noto distraído.
—No, es solo que... bueno, creo que debería alejarme de los golpes un rato, ¿sabes? Para mantener un perfil bajo un rato más.
—¿Hablas en serio?
—¿Qué tendría de raro? Pensé que luego de tanta basura, tú y yo podríamos tener... bueno, un respiro.
—¿Y cuando sales todas las noches no te hace falta respirar? —Dudó con molestia.
Jonathan abrió los ojos y sintió una gran inquietud.
—¿Qué...? —Fue lo único que atinó a decir ante las acusaciones de su novia.
—Por Dios, Jonathan, no soy estúpida. Sé bien lo que haces todas las noches. ¿Sabes? Habrás entrenado durante años para ser silencioso, pero aún cuando estoy dormida sé bien lo que ocurre.
—Diablos —exclamó nervioso—. Nahia, escucha, yo...
—No tienes que explicar nada, es parte de ti, sería ilógico que algo como ser Blazer te fuera prohibido. —Se cruzó de brazos y apartó la mirada.
Nahia observó el estanque y las luces de la ciudad que se reflejaban sobre sus aguas.
—Lamento no haberte dicho antes lo que ocurría, solo... no quería preocuparte.
—Bueno...
—¿Qué ocurre?
—Si vamos a empezar a sincerarnos entonces... tengo que contarte algo. Hace unos días escuché un escándalo cuando salía del trabajo, me acerqué y vi a unos tipos intentando robar un auto y... bueno, solo reaccioné.
—Por eso los moretones de tu estómago y las heridas en tus nudillos, ¿verdad?
Contrario a lo que esperaba, lo vio sonreír.
—Sí.
—Bueno, lo imaginé.
—Lamento no haberte dicho nada tampoco.
—Oye. —Movió su cabeza, incitándola a acercarse—. Ven aquí.
Ella se acomodó sobre su pecho y lo abrazó, de nuevo la rodeó con su brazo y ambos miraron hacia el estanque.
—¿Crees que tenemos un problema?
—Absolutamente. —Apretó los labios y asintió con resignación—. Pero, podría ser peor, podríamos ser adictos a las drogas o a las películas de porquería.
—Sí, por lo visto únicamente no podemos dejar atrás nuestra violenta naturaleza.
—Sí, eso creo.
Más tarde, aquella noche el dúo de furtivos héroes volvieron a su departamento. Aquello había funcionado prácticamente como haber ido a terapia, regresó la mutua confianza entre ellos dos.
—¿Oye, quieres que prepare un poco de té? —le preguntó Nahia.
—Seguro, solo déjame ir al baño y te alcanzo enseguida.
Llegó hasta la puerta al fondo del pasillo más adjunto y entró, mojó un poco su cara y se miró en el espejo. Estaba aliviado de haber quitado el peso de su espalda sobre contarle a ella de sus actividades nocturnas, pero una nueva preocupación parecía aquejarlo, si tal y como ellos habían aceptado sus destinos y no se detendrían de hacer lo que hacían, ¿cuánto tiempo tardaría para que algo realmente malo sucediera y los hiciera volver a sufrir como lo hicieron en Japón?
Negó repetidas veces y suspiró. Avanzó hasta la puerta, pero justo cuando se disponía a salir del baño, sintió una extraña sensación tras de sí, se giró, encontrando así un espíritu azul.
—¡Mago! —Se exaltó.
Desde el Templo Universal, Venatrix y Amaterasu, una completa desconocida para los héroes en aquella conexión mágica, acompañaban a James. Frente a ellos se proyectaban espiritualmente Vigilante, Rebecca Miller, Renegado, Dakota, Blazer, y tras oír voces en el baño, Nahia; todos y cado uno de ellos desprendía una luz azul alrededor. Mago movió suavemente sus manos, y, al extenderlas, desde su posición en cada ciudad, ante los ojos de los héroes se mostró más allá de James Jerom y apareció el grupo completo.
Un año. Había pasado un año desde la última vez que se habían visto como grupo.
Por un momento hubo silencio y un vaivén de miradas exaltadas, otras curiosas por las nuevas caras. Aun cuando todos se preguntaban por la mujer de rasgos asiáticos junto a Mago, Vincent supo muy bien quién era; recordó el expediente y a él entregándoselo antes de abandonar el Templo en 2018. En sus labios se formó una sonrisa minúscula que dirigió a la celebridad Amara Van Avery, pero que pronto fue borrada al no encontrar a alguien en específico entre ellos.
—¿Entonces qué nos reúne esta vez? —quiso saber Renegado—. ¿Otra invasión? Ha pasado un año y San Francisco aún se recupera de las malditas secuelas.
Justo cuando iba a obtener respuesta, el espíritu de Mago Universal se volvió intermitente.
—¿Cómo es que estás...? —Jonathan le pasaba la mano una y otra vez por el cuerpo, haciendo que su figura se distorsionara con cada manoteo.
Mago suspiró con irritación.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —reprendió.
—Lo siento. —Se apartó de regreso a su lugar, al lado de la silenciosa Nahia.
—Me gustaría responderte, Renegado, pero no seré yo quien cuente esta historia.
Cuando Mago se giró a su acompañante, la impresión de todos cayó en Venatrix. Las heridas habían sanado bien. Se veía energizada, el elixir de Bobbly había tenido que ver con ello, y, sin embargo, la cicatriz en su rostro llamaba por completo la atención. Ella apartó todas las miradas arrojando un gesto fulminante. Por un momento Rebecca, Dakota y Nahia parecieron intimidarse.
Antes de la reunión le dejó claro a Mago una y otra vez que no hablaría de su vida frente a ellos. Se negaba por completo a dejar que conocieran más de sí, pero entonces él supo cómo ponerla contra la pared. Era la vida de su hija la que estaba en riesgo, y si quería que fuera rescatada, debía aprender a confiar en las únicas personas en la Tierra que la ayudarían a recuperarla.
Dejó escapar un suspiro de mala gana.
—Como ya saben, he vivido entre este mundo y el Infierno durante mucho tiempo —comenzó, llevando las manos a la chaqueta—. Lo que desconocen es la razón de vivir así. Las armas, el poder oscuro, mi vínculo con Lucifer, incluso la cicatriz que tanto me miran. —Volvió a fulminarlos. Las nuevas mujeres se tensaron con sus palabras—... Todo es por una razón. Me convertí en Venatrix con el fin de proteger a una persona, y ahora por ella estoy aquí. Mia figlia.
—¿Tienes una hija? —inquirió Vigilante, pestañeando varias veces sin creerlo.
Por más que había buscado información de Camille en el pasado, luego de cavar y cavar en las sombras de lo desconocido, solo encontró un apellido, Delacroix, y nada más. La vida de Venatrix era un misterio más allá de lo sobrenatural que sobrepasaba sus capacidades de detective, y él, era de los mejores.
—Gia —contestó con una minúscula sonrisa que pronto se desvaneció—. Ella fue secuestrada por personas con las que tutti aquí nos hemos topado alguna vez en la nostra vita. —Los ojos del grupo estaban puestos en ella, seguían expectantes a cada palabra—. No sé cómo supieron de ella, pero fueron listos, atacaron desde las sombras, en un momento de debilidad en el que mantuve la guardia baja. La raptaron en un callejón y cuando le seguí el rastro, di a parar con ellos.
Venatrix asintió hacia James. Él golpeó sus manos y las tendió a los lados. De inmediato aparecieron imágenes una por una, recuerdos grabados en la mente de Venatrix que ella dispuso para que Mago los identificara.
El primero fue un japonés, un hombre que vestía una armadura y destilaba ira en sus expresiones vengativas, sus ojos los invadía un color diabólico.
—Imposible —intervino por primera vez Nahia, todavía sin creerlo—. Damon lo derrotó, creí que Dakken estaba...
—Muerto —finalizó Jonathan, empuñando la mano en un intento por contener la ira que plegó su rostro.
—Pues ha tornato, y en él no había más que deseos oscuros —siguió Venatrix con su temple serio.
La siguiente proyección fue la de una bestia, una criatura enorme que les provocó un escalofrío por su pelaje siniestro y el inquietante cráneo de ciervo, a través de la cavidad profunda de sus ojos solo vieron la muerte.
Dakota llevó la mano a la boca con asombro, trataba de ocultar el temor que poseyó su mirada; a Nakai, en cambio, le hirvió la sangre y su respiración se agitó, cerró los ojos negándose a mirar a ese monstruo y se dio vuelta maldiciendo entre dientes.
La imagen entrante mostró a un gigantesco titán, un hombre afroeuropeo vestido con un traje elegante.
—Cronos —reconocieron Rebecca y Vincent al tiempo, levantándose de sus asientos casi por instinto.
—Así que ahí es donde estuvo todo este tiempo —murmuró Vigilante—. Por eso su paradero en Krimson Hill fue un misterio desde la caída de su imperio.
—A differenza di Wendigo y Dakken que mostraron sus habilidades, él no atacó —siguió Venatrix—. Se mantuvo como espectador desde el balcón della mansión, como el rey en la torre, se divertía mientras sus esbirros hacían el trabajo sucio. Il maledetto bebía champaña, y quien lideraba junto a él es alguien que tú y yo conocemos bien —dijo para Vigilante.
La siguiente imagen fue coronada por Lady Morpheus. La mujer de apretado traje escarlata mantenía una sonrisa de oreja a oreja en su rostro maduro, celebraba la caída de Venatrix chocando su copa con la de Cronos.
—Estuvo prisionera en las mazmorras del Templo Universal durante un tiempo —intervino Mago—. Lastimosamente escapó durante la invasión, y desde entonces desapareció de mi radar.
—¿Y ellos son todos? —preguntó Nakai, volviendo a integrarse—. No hay tiempo que perder y tengo... asuntos pendientes con ese monstruo.
—No. —Venatrix movió la cabeza de un lado a otro—. Durante il combattimento, hubo algo más, una energía negativa poderosa que, aunque no estuvo presente físicamente, cubría con su esencia siniestra tutto il mansión, como un manto nocturno... nunca había sentido algo así.
En el momento en que notaron a Camille descender la mirada con angustia, supieron que representaba un gran peligro.
—Yo reconocí esa energía —James tomó la palabra—. La he visto antes y la he sentido, ha sido perseguida durante milenios por la Orden de los Universales. En su forma humana se ha visto solo unas cuantas veces en la historia y los pocos que han tenido la desdicha de toparse con ella han terminado muertos o sin cordura. Desde que fue vencida se ha mantenido oculta, pero es una entidad de temer tan antigua como el universo. —Mago meneó la mano. Apareció una imagen, una foto borrosa a blanco y negro entre los albores de la Segunda Guerra, de ella solo se distinguió una mancha—. Se le conoce como Madame Nyx, aunque ella prefiere ser llamada La Oscuridad.
En ese momento, Amara se removió inquieta en su silencio, solo la imagen difusa de Madame Nyx emanaba un mar de energía oscura que su ser luminoso repudió y temió. No se atrevió a hablar, para ella todas esas personas no eran más que desconocidos y no terminaba de comprender muy bien en qué momento terminó en medio.
—Desconocemos qué fines tenga y por qué se ha unido a esta alianza del mal, a esta... sociedad oscura —nombró James.
—Y por último... —concluyó Venatrix.
La imagen entrante les llamó la atención, ninguno lo conocía, y, por más que lo intentaron, les fue imposible ver más allá de la armadura.
—Se llama Darksaber —se adelantó Mago—. El nombre no es el de una persona en sí, es el de cualquier guerrero que lleve su armadura. Fue diseñada y forjada por Lucifer en el mismo Infierno. A lo largo de la historia ha sido portada por diferentes guerreros malditos que satisficieron sus fines más perversos, seres de un inmenso poder y alto riesgo. La última vez que se le vio fue en el siglo veinte, cuando mi antecesor, Monje Universal, separó la armadura del usuario y la desterró a la Dimensión Oscura para siempre.
»Hasta que a principios de este año hubo una anomalía en el espacio-tiempo, una brecha interdimensional provocada por el soberano de la Dimensión Oscura: Lord Máximo. Siendo esa realidad un plano atemporal, atacó en diferentes puntos a la nuestra para romper el tejido que lo mantenía prisionero. A lo largo de la historia se diseminaron criaturas y objetos peligrosos, entre ellos Bobbly, Dreccan y la armadura de Darksaber, de alguna forma Lady Morpheus se hizo con ella. Desconozco por completo quién está detrás del casco, pero sin duda debe ser alguien peligroso... por poco mató a Venatrix.
En el momento en que Camille lo escuchó, calló. Reflexionó en sus pensamientos. Lo había juzgado, en medio de su desesperación intentó culparlo a él por lo que le sucedía a su hija, por no haber estado ahí, y, sin embargo, recordó aquella feroz batalla que definió el destino del mismo universo, y de no haber sido atendida, no sabía si aún mantendría segura su existencia.
—Vaya, eso es mucho para procesar, pero aún tengo una duda... —intervino Vigilante—. ¿Quién demonios son Bobbly y Dreccan?
—Lo averiguarán en un momento. —Comenzó a mover sus manos, y frente cada uno apareció abruptamente un portal—. Vigilante, Renegado, Blazer, despídanse de sus acompañantes. Los espero en el Templo... es una orden.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top