17. Antesala infernal
Por Shad-cco
Mago Universal miró en dirección a la figura recién llegada: Sombra, así la había llamado Lady Morpheus. Las habilidades de la misteriosa joven eran todavía un enigma.
En un momento horrible, las miradas de ambos chocaron. Ella lo observó atentamente con sus ojos fríos e insanos. James se estremeció por instinto, había algo escalofriante e inexplicable en aquella catrina vestida de negro.
Dispuesto a terminar con la amenaza antes de que revelara su verdadera naturaleza, Mago conjuró el poder de una invocación; en consecuencia, una ola de fuego y luz descendió sobre la hija de Nyx, cubriéndola por completo con un rayo fulminante que iluminó toda la isla.
La energía liberada fue equivalente al ardiente abrazo del sol. Ningún fenómeno o entidad oscura podría soportarlo.
Pero, para sorpresa del hechicero, desde el pozo de crecientes lenguas de fuego una figura saltó en su dirección como una bala de cañón; era el caballero maldito que había enfrentado en Chernobyl. Parecido y a la vez muy diferente de Darksaber, el origen del espectro planteaba otro misterio insoluble.
La criatura estaba en llamas, Mago sintió ser golpeado por su aplastante peso; ambos se precipitaron sobre un edificio departamental, demoliendo la estructura en un estruendo que hizo temblar la isla hasta sus cimientos.
A pesar del indescriptible caos, y gracias a su magia, James logró salir de la tumba de concreto con solo unos rasguños. Pero lo que vio al volver al campo de batalla lo dejó aturdido.
Allí, bajo la obscena luz derramada por la luna, a tres o cuatro pasos del observador, estaba Sombra. A su lado, el caballero a modo de escolta infernal, parecía una estatua escalofriante a causa de la incierta luz, exhibía su armadura rota y aspecto decrépito.
Las manos del líder del Escuadrón de Héroes comenzaron a brillar con fuerza cegadora. No iba a dejarse intimidar por los trucos de su adversaria.
—Si busca tan desesperadamente la luz, su propia angustia no le permitirá ver las estrellas. —Las palabras llegaron a James en un murmullo tan débil como el eco de recuerdos perdidos.
—¿Quién eres tú, qué eres tú? —preguntó el hechicero en un intento por encontrar su tono severo.
—Una pesadilla que nunca termina... —le respondió, desviando la mirada, como si quisiera ver y a la vez no pudiera hacerlo.
Preocupado por el desafío de enfrentar a la entidad, buscó apelar al lado humano de la catrina, si es que existía.
—No quiero hacerte daño. Lo mejor será que laves tu rostro y te retires junto a tu amigo. No sabes en lo que estás metida. Los que hacen tratos con demonios pierden siempre —vociferó el héroe, de frente y sin miedo.
Aún con la pintura de calavera adornando el rostro de su peculiar contrincante, James pudo ver cómo se formaba una media sonrisa sobre los finos labios de la joven.
—Temo que ya es demasiado tarde para mí...
Entonces llegó el terror.
La locura aulló en el viento con una explosión funesta de gritos y relámpagos. Esa fue la señal que dio rienda suelta a un mundo de horror. Legiones de bestias abominables invadieron la isla Gunkanjima como una plaga de voraces langostas, algunas advertidas en Chernobyl y otras desconocidas por completo, cuya sola visión estremecía el alma.
Antes de que James pudiera decidir algún plan de acción, un rayo escarlata lo golpeó por detrás y lanzó su cuerpo sobre un automóvil desmantelado. Lady Morpheus estaba recuperada, colérica y dispuesta a vengarse más allá de cualquier límite decente.
Sin darle tiempo para respirar, la pelinegra formó un demoníaco símbolo en el aire. Juntando ambas manos, disparó suficiente energía como para destruir la mitad de la isla; pero cuando estaba por golpearlo, el ataque cambió bruscamente de dirección, e impactó una silueta que se movía invisible entre las sombras.
Esa figura resultó ser el verdadero Mago Universal, que había utilizado uno de sus clones mágicos para engañar a la bruja.
Por desgracia, su eterna enemiga estaba preparada para tal escenario. El ataque fue terrible y lastimó al venerable héroe, solo su magia lo salvó de la muerte. Los monstruos de Sombra se lanzaron sobre él, en una avalancha de garras y alaridos enloquecidos.
Recitando conjuros más antiguos que la Tierra, Mago alejó a sus atacantes con una explosion de energía arcana.
—Te estás volviendo predecible. —La sonrisa maligna de Morpheus fue tan grotesca como la de un demonio.
James sentía que la conciencia le fallaba. Se vio obligado a retirarse, seguir luchando en condiciones tan desfavorables significaba la derrota, o la muerte en el peor de los casos. La mejor opción era reagruparse con sus compañeros y planear una nueva estrategia de ataque.
—¿Qué pasa, querido, te dejé sin palabras? —preguntó la bruja, con una sonrisa que parecía darle vuelta a la cabeza.
—¡Asonimul noisolpxe! —exclamó el mago antes de desaparecer en un estallido azulado que convirtió en cenizas a la multitud de perniciosas bestias acechantes.
Lady Morpheus gruñó hastiada.
—Combativo hasta el final. Petulante idiota, no sabe lo que le espera.
Junto a su joven aliada, Elizabeth Morpheus recuperó el semblante de suave compostura.
—Ya sabes qué hacer, niña. No tengas piedad, no la merecen.
—Yo... no la tendré —replicó Sombra, encogiendo los hombros.
—¿Acaso dudas de tu misión? —cuestionó la mayor, tomándola por el brazo. La apretó hasta hacerle daño.
El caballero, que hasta el momento había permanecido inmóvil, desenvainó su enorme espada en un movimiento hacia Lady Morpheus.
—Si valora su propia vida, le recomiendo que me suelte —le advirtió la catrina en un tono que causaba escalofríos.
La dejó libre. Lejos de tener miedo, Lady Morpheus parecía divertida ante la amenaza.
—Lo lamento, linda, ¿no querrás decepcionar a tu amada madre, verdad?
—En absoluto...—los ojos de la joven brillaron iracundos.
—Buena chica. —Elizabeth continuó con voz conciliadora, aunque vagamente odiosa y secretamente maligna—. Ve, prepara a nuestros invitados para la apoteosis final.
Sombra asintió y desapareció entre las legiones de pesadilla que inundaban Gunkanjima.
Venatrix y Amaterasu, ávidas guerreras expertas en el manejo de la espada, se vieron obligadas a ceder terreno ante la asombrosa e inesperada habilidad de Madame Nyx para bloquear y contraatacar todos los intentos de sus enemigas por producirle algún daño.
Con una mano en la espalda, la villana atacaba a una velocidad increíble. El metal de las armas chocaba con furia, dejando tras de sí un singular y sorprendente espectáculo de brillantes chispas.
—Marché junto al primer Kan y sus hordas sobre la sangre de cuarenta millones de almas —decía la mujer pálida, la velocidad y fuerza de sus ataques eran inconcebibles—. Contemplé con atroz fascinación las ejecuciones acaecidas la noche de los cuchillos largos, y tras el paso de años devastadores, vi a su enloquecido autor volarse la tapa de los sesos.
Con un golpe poderoso, Nyx destrozó las armas de las atónitas heroínas como si fueran de cristal.
—No pueden ganar, estoy más allá de la experiencia, mi saber es anterior a la humanidad y al recuerdo.
En un instante, centenas de filosos fragmentos atravesaron a la discursante bruja de lado a lado. La espada de Venatrix se reconstruía mientras generaba daño en la detestable entidad.
Una ligera y apenas visible sonrisa se formó en el rostro de Camille.
—No nos interesa.
—¿Acaso piensas matarnos de aburrimiento? —Amara extendió ambos brazos en dirección a Madame Nyx, liberando un torrente de fuego igual o incluso más poderoso y fulminante que el aliento de Dreccan.
La mujer de negro intentó evitar el ataque, pero fue inútil; una gigantesca y afilada púa emergió de su torso y la clavó en el destartalado piso, como una lanza gigante. El material debía estar protegido por toda clase de hechizos y conjuros; todos los intentos de Nyx por liberarse fueron en vano.
—Fragmento de ónix benedetto por Lucifer, perfecto para empalar monstruos —explicó Venatrix mientras levantaba su espada, carente de un pequeño segmento en la punta.
Habría sido fácil que terminara así. Por el bien de la humanidad, el acabar con la criatura era casi un deber.
Pero una fuerza extraña empujó a Camille en dirección al fuego liberado por Amaterasu, salvando así a Nyx y prendiendo en llamas a la desconcertada cazadora.
—Maledizione!
Al mismo tiempo, una criatura simiesca sorprendió a Amara por un costado. Con grandes garras desnudas la tomó del tobillo para estrellarla contra el asfalto en repetidas ocasiones cual niño furioso, que en un berrinche azota su osito de felpa hasta destruirlo.
Tras apagar el fuego que la envolvía, Venatrix corrió para ayudar a su compañera, pero fue interceptada por otro monstruo idéntico en apariencia al que atacaba a Amaterasu. La criatura embistió a Camille contra un inservible poste de luz, el golpe tuvo tal fuerza arrolladora que lo arrancó del piso.
Adolorida y molesta, pudo ver con claridad a la cosa que la había atacado, parecía un gorila de piel escamosa. Era colosal, con casi tres metros de alto. En su cabeza brillaba una multitud de ojos carmesí y horribles colmillos ensangrentados se asomaban por su hocico entreabierto.
Como si fuera un juguete, el monstruo levantó el poste y golpeó hacia adelante en busca de la cabeza de su víctima. Ella logró evadir el fatal ataque con un giro, pero no hubo tiempo para pensar en contraatacar cuando un látigo de filosas espinas se enroscó en su cuello.
Respirar fue casi imposible.
De alguna manera, Madame Nyx se había liberado, sostenía con firmeza el mango del látigo sobre el cuello de la heroína.
—Bullwhip de cuchillas negras, perfecto para decapitar cortesanas de Lucifer.
Antes de que se produjera la tragedia, Nyx fue impactada por una inmensa esfera luminosa que la cegó e hizo rugir de dolor a los monstruos hasta estallar.
Cuando la bruja recuperó la vista, Amaterasu y Camille habían desaparecido. A lo lejos observó a Mago Universal atravesar un portal.
—Lo que hace peligrosos a los cobardes, es que siempre encuentran la manera de escapar... —musitó.
En las ruinas de una siniestra y deplorable estación de policía, dos colosos median fuerzas. Eran Nakai y Cronos. Peleaban como gigantes de leyenda, derribando varios muros en su forcejeo.
Cuando atravesaron la sala de celdas, Lawrence apartó a su rival de una vigorosa patada. Renegado chocó de espalda contra el frío metal de las rejas. Sin que pudiera recuperarse, fue embestido con tal violencia que los oxidados barrotes cedieron y el muro de acero se vino abajo. De inmediato, el demoníaco villano tomó a su enemigo por el cuello y lo lanzó al fondo, destruyendo un par de literas en el acto.
—No es nada personal, pero estás en mi camino —dijo el criminal de Krimson Hill mientras sacudía el polvo de su traje.
Nakai suspiró con rabia y lo desafió a atacar.
—Ustedes hablan demasiado.
Con un bramido de cólera, Laurence Osburne arrancó el retrete a su izquierda y lo destrozó en la cabeza de Renegado. Siguió con una serie de increíbles y aniquiladores golpes que lanzaron a su tenaz adversario fuera del edificio.
Nakai atravesó un par de muros hasta la calle principal.
Con fuerza sobrehumana, Cronos saltó en dirección a su aparente abatido enemigo, como un meteoro devastador en su deceso. En un instante que podría haber distorsionado el tiempo por su incoherente lentitud, Renegado se levantó de golpe, recibiendo al villano con un catastrófico gancho a la mandíbula.
La onda expansiva del choque fue suficiente para romper las pocas ventanas intactas de la ciudad fantasma y hacer volar por los aires a Vigilante, Dakken y Blazer, quienes combatían cerca de allí.
A causa del impacto, Cronos salió despedido de vuelta a la estación de policía; la caída del edificio aplastó al villano.
—Como dijiste, no es nada personal.
—¿Me enseñarías a hacer eso? En el futuro podría serme útil el poder lanzar a mis enemigos a la estratosfera —comentó Vigilante entre jadeos, llegaba junto a Jon.
—¿En dónde está Dakken? —soltó Nakai, ignorando el chiste de su compañero.
—No lo sé, él simplemente desapareció —explicó Blazer, frustrado por haber perdido a su némesis.
Un grito de legítima y desgarradora angustia llegó al trío de héroes.
—¡Oigan, por aquí! ¡Necesito ayuda!
Sobre una plataforma de escombros, se presentó un jadeante Kriger. Se veía cansado en extremo. Había recorrido la mitad de la ciudad cargando a sus derrotadas compañeras.
—¡Señor Renegado! ¡Señor Vigilante! ¡Ayúdenme! —exclamó con voz ronca.
A la vez, la plataforma se desintegró. El inexperto héroe cayó estrepitosamente junto a Binaria y Génesis.
—¿Qué demonios pasó? ¿Y Gia? —Blazer corría para auxiliarlos.
—Una horrible bestia con cabeza de ciervo nos emboscó. No puedo creer que hayamos sobrevivido, era invencible. —Danilo se sofocó, tuvo que tomar aire para continuar—. Lastimó seriamente a Génesis, caímos en una trampa.
En Nakai brotaron indescriptibles oleadas de ira. Se sentía responsable por los terribles actos de Nalzheehí, pero de algo estaba seguro, su próximo encuentro con la bestia sería el último, la voracidad de su tío había llegado demasiado lejos.
—¡Dios, le arrancó un brazo a Alita! —Vigilante tragó saliva, ayudaba a su compañera a levantarse—. No te preocupes. Mago te conseguirá uno nuevo, con wifi y puertos usb.
—No es necesario, va a regenerarse —le aseguró con una expresión entre molesta y satírica que el detective no logró comprender.
—¿Te duele? —inquirió Vincent, observaba la extremidad cercenada con cierto pavor.
Génesis examinó su muñón. No había sangre, por el contrario, parecía regenerarse con extraordinaria velocidad.
—No, el monitor en mi cabeza bloquea el dolor físico, aunque tengo la sensación del miembro fantasma. No es la primera vez que me pasa esto.
Un frío congelante le puso la piel de gallina al elocuente observador.
—Bien... trataré de fingir que esto no me causa escalofríos.
Binaria levantó la cabeza con dificultad. Si bien no quedó inconsciente, su energía había bajado a niveles críticos. Nakai la ayudó a sentarse.
—¿Te encuentras bien?
—Si, eso creo. No lo entiendo, le di con todo a esa cosa, pero...—June negó con la cabeza. No existía ninguna explicación coherente para lo que había enfrentado, ese monstruo era sobrenatural—. Él habló, con voz gutural y espantosa. Tú... ¿tú eres su sobrino?
Renegado se dio la vuelta.
—No, ya no...
La apertura de un portal rompió el momento de calma. Mago y Venatrix emergieron con una inconsciente Amara en brazos de James.
Presa de la desesperación, la primera en hablar fue Camille.
—¿En dónde está mi hija? —Al no obtener respuesta, su tono se quebró—. Por favor, díganme que tuvieron éxito, que la encontraron...
Los reclutas no hablaron. Se limitaron a bajar la cabeza con pena. Su misión había sido un fracaso total, las heridas eran el testamento de ello.
—Habrá que pasar al plan B —sugirió Blazer—. Juntos esta vez.
—Sí, Jon tiene razón. Separarnos fue un grave error, si actuamos juntos quizá tengamos una oportunidad —añadió Vigilante en iniciativa.
Mago escuchaba a sus compañeros en un silencio expectante. Una parte de él quería retirarse, abandonar esa idea que por momentos parecía suicida. Lo necesitaban. El Escuadrón ya había sufrido suficiente, pero retirarse no era opción. No sin Gia. ¿Qué clase de héroe sería si no podía salvar a su hija?
—Lo haremos juntos, hombro a hombro —con paso solemne, James se acercó a los vapuleados reclutas.
—¿Pueden continuar? No los obligaré a seguir adelante —dijo con el más auténtico aire de comprensión y humanidad que las circunstancias le permitían expresar.
—Sí. Puedo hacerlo —respondió Adyin de inmediato.
La guerrera de Galtha levantó un arma alienígena similar a un rifle o carabina. Binaria asintió por igual, su energía estaba parcialmente recargada y el escaneo de Masha revelaba que todos sus sistemas estaban en operación.
Por un momento de tensión, todas las miradas se concentraron en Kriger. El joven, testigo del inigualable coraje exhibido por sus compañeros, aceptó seguir adelante, inspirado por el valor que aquellas figuras de luz y esperanza transmitían.
—Oigan, no quiero interrumpir, pero... tenemos un problema —dijo Vincent con voz temblorosa. Señalaba las ruinas de la estación de policía.
—Pensé que Cronos tenía un edificio encima...
Sus compañeros quedaron atónitos, el jefe criminal los observaba desde la montaña de escombros, no tenía ni un rasguño, a su lado estaba Dakken, detrás de ellos surgió Lady Morpheus.
Elizabeth miró de arriba a abajo al grupo de héroes.
—No los mates, querida, eso sería demasiado fácil... —mencionó antes de desaparecer en un trueno escarlata junto a los otros miembros de la Sociedad Oscura.
—Algo se acerca. —Amaterasu, se levantó entre quejidos—. Puedo sentirlo...
Las advertencias de la actriz fueron cortadas por una circunstancia que capturó la atención de todos los presentes. La noche se volvió densa, envenenando la atmósfera como una mancha grotesca y asfixiante, aquella oscuridad, fuese lo que fuese, tenía vida propia.
En un inicio, los héroes no vieron nada en absoluto, pero sentían que unos ojos horribles les devolvían la mirada, y mientras contemplaban la impenetrable negrura, una voz desgarró la noche: el extraño y lúgubre susurro de Sombra.
—Los generales sensatos dan la vuelta cuando es prudente. No hay deshonor en retirarse. El mal es eterno, al fin y al cabo...
La catrina surgió de las tinieblas como un fantasma, sus ojos y pintura facial brillaban a la luz de una luna pálida y atroz.
—Demonios, no otra vez... —soltó Vigilante con cansancio.
—Ya tuve suficiente de niñas góticas raras con Sue Máxima —bramó James.
Despreciando el peligro y sin previo aviso o señal de advertencia, Mago Universal la atacó con un poderoso hechizo de energía luminosa, pero una armadura rota se interpuso entre Sombra y el Escuadrón. El hechizo de Mago, cuyo resplandor había aniquilado a numerosos entes de la Dimensión Oscura, no tuvo ningún efecto en la criatura.
—Ríndanse, no me obliguen a hacer esto. —La catrina lanzó su última advertencia.
—No, niña, tú eres la que debe rendirse.
La tierra se quebró y múltiples apéndices parecidos a tentáculos emergieron. El caballero la empujó hacia atrás en un desesperado intento por protegerla, y en su lugar, fue apresado por la magia.
Los ojos de Mago brillaban con fuerza, no perdería más tiempo, cada segundo que pasaba era crucial para Gia.
—Otnemila arap sesoid sotor.
El caballero maldito fue destruido y sus restos reclamados por los abismos de la tierra.
—¡NOOO! —Sombra gritó. Su voz había perdido cualquier propiedad aterradora o espectral—. Lancelot...
La joven cayó de rodillas, con lágrimas descendiendo a través de sus mejillas. Mago Universal dio un paso al frente, con la seguridad de alguien que no temía a nada y que jamás soñaba pesadillas de criaturas agazapadas en la oscuridad.
—No vamos a rendirnos. ¡Ahora, si no quieres pasar el resto de tus días encerrada en una miserable prisión mágica, vas a llevarnos con Gia! —ordenó el hechicero en un tono tan sonoro y amenazador que dejó estupefactos a los demás héroes.
Un relámpago de ira se asomó entre los ojos de la catrina.
—¡Él no era como los demás! ¡Él era único, él era mi amigo!
Como en respuesta a los delirantes gritos de la joven, estalló un pandemónium que habría hecho gritar a la Divina providencia. Incluso Mago debió retroceder ante el diluvio de formas espantosas que devoraba el aire. La tormenta oscura alcanzaba un horizonte de auténtica pesadilla.
—¡¿Quieren ver a Gia?, ellos los llevarán en pedazos! —Con el alarido, la causante de la caótica Babel de horrores desapareció en la oscuridad.
—Genial, Mago, gracias por enfurecer a la loca —comentó Vigilante con un aplastante desasosiego de horror en su mirada.
Sobre la horda, pajarracos negros de cuencas carmesí similares a cuervos titánicos inundaron el cielo con aterradores graznidos. Un par de ellos capturaron a Blazer y Vigilante.
Ante el terrible panorama, el detective Hardy entró en pánico.
—¡Este no es el Uber que pedí!
Génesis disparó su arma alienígena sin descanso; con una puntería excepcional, derribó a las abominables criaturas con un haz de energía letal.
—Seres de oscuridad, los detesto —murmuró Adyin.
En un hábil y rápido movimiento, Kriger atajó a sus compañeros en el aire. Pero en cuanto los héroes tocaron el piso, fueron recibidos por cientos de las mismas bestias que habían enfrentado en Chernobyl, aquella imitación profana de hombres lobo, pero estos eran acompañados por otras criaturas aún menos descriptibles.
—Esto solo está empeorando —comentó Jonathan, evadiendo zarpazos y mordiscos.
Vigilante extendió sus palos de escrima.
—Muy bien, podemos con ellos. Tú te encargas de los doscientos de la derecha y yo de ese de la izquierda.
Cuando la avalancha estaba por alcanzarlos, Venatrix, Kriger y Amaterasu saltaron en su ayuda. Danilo derribó parte de una estructura cercana sobre las bestias, luego comenzó a lanzar escombros mientras las guerreras decapitaban a los monstruos con pericia, en una asombrosa danza de fuego y acero.
Más pajarracos descendieron en picada, solo para ser aniquilados por los rayos láser de Binaria. La joven pelirroja, recargada por completo, sembraba el caos entre las oleadas de repulsivas bestias voladoras.
Renegado y Génesis se vieron enfrentados a una criatura de apariencia traslúcida, que flotaba como una nube de humo pútrido. A través de ella podían ver a sus compañeros luchar.
—Fantasmas... eso no lo esperaba —gruño Nakai, arrojando un destrozado automóvil en dirección al escalofriante antagonista.
Su acción resultó infructuosa. El auto atravesó al espectro sin hacerle nada. Enormes mandíbulas de piraña se formaron en la aparición y una espantosa risa, más parecida a los gritos de un demente, estremeció a los observadores.
Ante la amenaza, Génesis disparó su carabina, pero el potente fuego descargado no encontró resistencia física. En ese momento, la cosa se abalanzó sobre ellos como una cortina de humo flotante, desgarrando sus trajes con garras invisibles. A pesar de su anómala naturaleza, la criatura era capaz de infligir daño en el mundo terrenal.
Renegado intentó apartar al brumoso enemigo, pero era como luchar contra el viento. De igual manera, su compañera forcejeaba inútilmente, arrasaba el vacío y acribillaba la nada.
Pasado un momento, comenzaron las alucinaciones: imágenes terribles entraron a su cerebros como un ácido corrosivo; temores del alma que los hicieron dudar de su propio juicio.
Adyin se sintió víctima de horribles experimentos. Ahora se hallaba en una fría mesa de operaciones, con entes grises y extraños que cortaban su piel. Extraían huesos y órganos mientras se burlaban de ella; uno de ellos removió el corazón. Para Génesis, el dolor era real y ya rozaba la inconsciencia.
Méndez apareció junto a las criaturas grises.
—Pasen a la craneotomía, me intriga saber cuánto tiempo podrá sobrevivir sin cerebro...
Por su parte, Nakai sintió que monstruosas garras atravesaban su pecho.
—Llegó la hora, querido sobrino...
Wendigo comenzó a devorarlo en un frenesí sangriento y atragantado. Renegado sentía un dolor más allá de lo imaginable, pero se triplicó cuando vio a la bestia saltar sobre Dakota y descuartizarla.
Con un destello de luz, regresaron a la realidad. Unidos en una asombrosa convergencia, Amaterasu y Mago extendían sus brazos en dirección al fantasma, que con espantosas muecas de sufrimiento se desintegró en el aire.
James y Amara los ayudaron a levantarse.
—¿Se encuentran bien?
—No... —Renegado agitó la cabeza. Eso se había sentido real, eran la clase de ilusiones que eclipsaban la razón—. Esa niña, esa... cosa, ¿cómo demonios puede hacer esto?
Entregados a un delirio de rabia y destrucción, miles y miles de criaturas continuaban brotando de las sombras en cantidades abrumadoras.
El terror acechaba en todas partes. Los héroes luchaban y destruían monstruos como en una lucha eterna e inútil. Cuando las heridas y el desaliento se hicieron más notorios, se dieron cuenta de que estaban en una situación verdaderamente desesperada.
—¡Maldita ragazza, deja de ocultarte detrás de tus zánganos! —exclamó Venatrix, poseída por una rabia histérica.
Superados por un ejército que ya debía alcanzar el millón, los exhaustos héroes tuvieron que correr para no ser engullidos por la horda.
Como en una visión del más negro infierno, una gigantesca garra parasitaria emergió de la tierra en un estallido de concreto y escombros. En su intento por aplastar a los héroes, derrumbó los dos últimos edificios de la isla, revelando la imponente Mansión Morpheus, el centro de operaciones de la Sociedad Oscura.
—Entren a la mansión —ordenó Mago Universal, señalando el ominoso sitio con una mano mientras utilizaba la otra para retener con un hechizo un batallón de extremidades gigantes.
—Eso es una terrible idea, estamos cayendo directo en su trampa —comentó Vigilante, agotado por la lucha previa.
Sin que pudieran acercarse más, la puerta de la opulenta casa se abrió de par en par como la boca de un enorme ogro y una poderosa corriente de aire los absorbió hacia adentro. Cuando abrieron los ojos, ya se encontraban en la polvorienta estancia de la mansión, encerrados a merced de sus enemigos.
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