13. Héroe novato (I)
Por MelvinPin
Villa Paraíso, Ecuador, 2018.
Un carro a toda prisa se parqueó en una gasolinera alejada de la ciudad. Del automóvil bajó un hombre de gran altura vestido de turista, algo entrado en años; hizo señas con su mano derecha hacia el carro, indicando a su familia que no se bajaran. No era necesario.
Al cerrar la puerta fue hacia el surtidor de combustible para recargar su auto, pero al estar cerca de la máquina, tres hombres de vestimenta completamente negra y pasamontañas aparecieron detrás de él.
—¡Papá! —gritó su hija, de nombre Erika, al verlos con arma en mano.
Sin pensarlo, bajó del carro. Ni su madre ni su hermano mayor pudieron detenerla, fue tan rápida que llegó hasta su padre en escasos segundos. Quiso golpearle la cabeza al más bajo de los tres hombres que solo querían robar su dinero, pero uno de los criminales giró su cabeza y se dio cuenta de lo que la adolescente estaba por hacer.
No dudó en dispararle en el pecho sin piedad.
La sangre salpicó el carro. Todo el ambiente se llenó de gritos y se tornó oscuro. Danilo gritó al ver a su hermana muerta.
Se despertó sudoroso y, del susto, se incorporó con la mirada puesta en el techo. Era otra vez esa pesadilla, una que le recordaba la triste realidad de su hermana fallecida, algo que había sucedido meses atrás, pero aun así en su mente y en su corazón aquel fatídico día estaba presente. No podía dormir tranquilo, pero por el bien de sus padres, en especial de su madre, tenía que mantenerse firme. No podía derrumbarse.
Danilo sacudió su cabeza para evitar pensar en eso y bajó hacia el comedor. Sus padres no estaban, lo comprobó cuando dio los «buenos días» y nadie le contestó.
Fue hacia el refrigerador y tomó una hoja pequeña de color naranja que decía: «Buen día, hijo, tuvimos que salir, te dejamos el desayuno dentro del microondas, solo debes calentarlo».
Mientras esperaba que su alimento estuviera listo, prendió el televisor de la sala. Subió el volumen al ver que era una noticia internacional referente a la invasión corvyniana que había impactado a todo el planeta.
—Último minuto. Reportes desde Ciudad Capital confirman el fin de la invasión corvyniana luego de que las naves abandonaran el planeta. Diversos sitios en internet atribuyen el mérito a un misterioso grupo de héroes que los foros comienzan a identificar como el Escuadrón de Héroes —decía un reportero de La Nota—. Damos paso a Johana Holguín en el lugar de la noticia.
—Marcelo, me encuentro en Ciudad Capital —habló la morena de cabello rizado—, donde la unión de los habitantes no se ha detenido. Todos se mantienen unidos para recuperar los cimientos de su ciudad, inspirados por estos seis héroes que han inspirado a millones. Entre ellos se ha logrado identificar al retirado periodista colombiano James Jerom, quien se encontraba desaparecido de la vida pública desde hace ocho años, y Cassiopeia Nox, buscada globalmente por los delitos de tráfico de antigüedades, lavado de activos, entre otros.
»Sin embargo, estos seis héroes han logrado redimirse ante el mundo cual haya sido su pasado. Hoy es un gran día para la humanidad. El mundo no volverá a ser igual gracias a la lucha del Escuadrón. Ahora, tú también puedes ayudar, puedes unirte a los demás por el bien de la Tierra. Tú también puedes ser un héroe.
Varios videos de no muy buena calidad mostraban escenas del Escuadrón de Héroes combatiendo a los invasores. Danilo se emocionó, sintió alivio y a la vez felicidad al ver que personas con habilidades asombrosas habían salvado al planeta. Desde niño siempre fue fanático de los superhéroes; su padre le compraba cómics, además con su hermana veían series y películas relacionadas con temas heroicos.
—Me gustaría conocerlos algún día —comentó Danilo, fijando su mirada en cada uno de los miembros del Escuadrón de Héroes.
Al final sonrió al ver cómo ellos habían devuelto la esperanza al mundo. Para su suerte, Ecuador no resultó afectado a gran escala por la invasión, hubo unos cuantos saqueos y problemas menores, pero ninguno que requiriera de medidas extremas.
Cuando su desayuno estuvo listo, se sentó en la mesa del comedor, pero alguien lo llamó por su celular. Era un número desconocido.
—Hola, ¿con quién hablo? —preguntó al contestar la llamada. Durante escasos segundos, nadie habló, solo imperaba un extraño silencio.
—Buen día, ¿con el señor Danilo Alcázar? —dijo una voz femenina del otro lado del teléfono.
—Sí, soy yo —contestó sin saber el motivo de la llamada—. ¿Quién es usted?
—Buen día, señor Danilo. Mucho gusto, me llamo Mariana Carrasco. Soy secretaria de Laboratorios DNA. El señor Michael Mejía, dueño del lugar, le hace la cordial invitación para que sea el camarógrafo oficial del evento de apertura.
—¿De veras? —preguntó algo incrédulo—. ¡Eso es fantástico!
Estaba feliz porque su trabajo como fotógrafo estaba siendo reconocido por más personas. Desde que había entrado a estudiar a la Universidad de Villa Paraíso decidió buscarse un trabajo como fotógrafo en el diario La Nota, y la invitación de Michael Mejía, uno de los hombres más influyentes del país, lo hacía sentir orgulloso.
—¿Acepta la invitación? —preguntó la secretaria—. Si su respuesta es afirmativa, lo estaremos esperando hoy a las ocho en punto de la noche.
—¡Si! —respondió Danilo al instante—. ¡Claro que sí!
—¡Perfecto, gracias por confirmar su asistencia! —exclamó la mujer antes de colgar.
Cuando sus padres llegaron a casa, Danilo les contó la gran noticia, se sintieron muy orgullosos de él. Al salir, llamó a un taxi que lo llevara a Laboratorios DNA. Usaba una mochila pequeña de color azul en donde guardaba su cámara fotográfica, la había recibido de su padre cuando cumplió quince años, y cuatro años después aún la conservaba en buen estado.
Al llegar, lo recibió una mujer de cabello negro que llevaba una bata encima
—¡Bienvenido a Laboratorios DNA! ¡Disfrute el evento de apertura!
—¡Gracias! —dijo Danilo antes de entrar.
Al pasar por la puerta principal miró cada rincón del lugar. El laboratorio era inmenso, con una amplia variedad de vitrinas con tubos de ensayos y microscopios, había una sección en donde se mostraban fotografías de investigaciones antiguas, otra sección de novedosos avances robóticos y en otra se apreciaban animales como gusanos, arañas, murciélagos, entre otros, encerrados en cajas especiales.
Danilo aprovechó y sacó su cámara para fotografiar todo lo que le llamaba la atención.
En una tarima ubicada en el extremo izquierdo de Laboratorios DNA estaba por subir el jefe y dueño del lugar, el famoso doctor Michael Mejía.
—¡Bienvenidos sean a todos a Laboratorios DNA! —dijo el doctor a través del micrófono—. Es un placer tener aquí a colegas, aficionados, curiosos y a los medios de comunicación en nuestra gran inauguración.
Danilo estuvo a punto de tomar una foto a la tarima, pero en su mano derecha cayó una gota de agua. Miró hacia arriba y pudo notar que en el techo había un agujero que poco a poco se agrietaba. De repente, una explosión proveniente de la parte baja del laboratorio sacudió a propios y extraños.
—¡Calmados! —El doctor Michael Mejía trataba de tranquilizar a las personas—. Seguro no es nada de qué preocuparse.
Las palabras no fueron alentadoras para el público, menos cuando otra explosión, más fuerte que la anterior, hizo temblar todo el edificio de Laboratorios DNA. Fue motivo suficiente para que las personas se alarmaran, querían huir antes de que algo malo sucediera.
La situación empeoró cuando una de las vitrinas se prendió en llamas. Otra fuerte explosión movió el suelo y derribó a gran parte del público. La estructura se desplomaba por completo, provocando un pánico generalizado en los presentes.
Danilo guardó su cámara en la mochila pequeña que cargaba, cuando vio con terror cómo un pilar que cayó del techo aplastó a unas cuantas personas. Los sobrevivientes se asustaron aún más.
Aún horrorizado, Danilo pudo salir a tiempo junto a muchos otros asistentes y parte del equipo de Laboratorios DNA. Buscó entre todos al Doctor Mejía, pero se percató de que no estaba junto a ellos. Por un momento sintió el impulso de correr a buscarlo, inspirado por la frase de Johana Holguín que retumbaba en su cabeza: «Tú también puedes ser un héroe».
Pero las dudas lo acecharon. Quería ayudarlo, pero sabía que un chico de diecinueve años como él no podía hacer mucho, apenas estaba en sexto semestre de Enfermería. No tenía poderes como los héroes que tanto admiraba. No se sentía útil.
Cerró sus ojos en ese instante.
—¡Ayuda! —escuchó al Doctor Michael con una voz que manifestaba sufrimiento.
Danilo lo escuchó fuerte y claro. Quería ir a salvarlo, pero no se sentía tan valiente como para hacerlo. Al tener sus ojos cerrados, los recuerdos de su hermana llegaron uno tras otro. Recordó el día en que Erika se fracturó la pierna, un día en el que decidió salvar a todo el que lo necesitara. Aquel recuerdo fue el impulso para llenarse de la inspiración que necesitaba.
«Yo también puedo ser un héroe», dijo en su mente, antes de entrar a toda prisa por la derruida puerta principal.
—¡Ya voy por usted, señor Michael! —gritó Danilo.
Un brote de esperanza se avivó en el rostro del doctor.
—¡Acá estoy! —exclamó el dueño de Laboratorios DNA—. ¡Ayúdame, por favor!
Danilo se abrió paso entre los pilares derribados. Con esfuerzo saltó a través de algunos escombros, rasgando su pierna con una varilla. Cayó al suelo de inmediato y por un momento la esperanza en Michael Mejía pareció desvanecerse, pero redoblando sus esfuerzos, el joven héroe apretó sus dientes y se levantó de nuevo.
Sin prestar atención a la sangre que no paraba de brotar de su herida, llegó hasta la encrucijada de escombros a punto de aplastar al científico y removió con todas sus fuerzas los tablones de tablaroca que obstaculizaban el camino.
Con más escombros amenazando en caerles encima y la inminente réplica de otro temblor, se apresuró en liberarlo.
—¡Muchas gracias, joven! —exclamó, atónito, con la respiración agitada—. Eres... eres... ¡Eres un héroe!
Danilo solo sonrió. Lo tomó por el brazo y lo ayudó a caminar a toda prisa hacia afuera de la estructura, cuando un inesperado desplome del techo los separó. Danilo resbaló entre los escombros, víctima del dolor que tronaba sus huesos. Quiso levantarse, pero un nuevo colapso cayó. El Doctor Michael no fue a ayudarlo. No como él lo hizo. Una vez que el Mejía salió, otra explosión terminó por destruir Laboratorios DNA.
—El día viernes ocurrió un terrible hecho —anunció Johana Holguín, esa vez desde la emisión central de La Nota—. La explosión de los laboratorios DNA cobró la vida de numerosas personas, aún por identificar. De manera milagrosa, sobrevivió el joven Danilo Alcázar, de diecinueve años de edad, estudiante de Enfermería de la Universidad Central de Villa Paraíso. Este joven se encontraba dentro de las instalaciones cuando fue alcanzado por la explosión. Hasta el momento, se reporta que su situación es estable y se espera que para los próximos días recobre la conciencia. Por otra parte, los motivos del incidente aún son un misterio. Las autoridades de Villa Paraíso siguen con las investigaciones pertinentes para esclarecer la verdad en este terrible acto.
En el momento en que terminó de hablar la presentadora de noticias, la imagen cambió al de las cámaras del reportaje de campo. Laboratorios DNA había sido destruido hasta sus cimientos. Los peritos vestidos de blanco tomaban muestras mientras que otros levantaban los cuerpos.
Una señora de tez blanca y cabello con unas cuantas canas apagó el televisor. No soportó mirar toda la noticia, y peor aún cuando estaba sentada al lado del joven sobreviviente. Como madre de Danilo, le era inevitable llorar al verlo en ese estado. Solo le quedó levantarse y abrazarlo tan fuerte como podía sin llegar a remover los cables que comprobaban sus signos vitales.
—Te extraño, mi niño —dijo en sollozos—. No soportaría si tú también te me vas... yo no sé lo que haría.
De un momento a otro, Danilo abrió sus ojos, pero eran de un color gris. El extraño tono luminoso se desvaneció dos segundos después y el café oscuro volvió. Le tomó unos segundos reconocer el lugar donde se encontraba, y poco a poco una silueta a su lado se hizo más clara.
—Mamá —reconoció Danilo, a punto de llorar—. ¡Mami!
Las lágrimas cayeron de sus ojos y su madre rompió en llanto, ambos se abrazaron. Tardaron unos minutos unidos, mientras los sentimientos se calmaban.
—Mi niño, no sabes lo preocupada que me tenías. —Los ojos de la mujer, que apenas se había calmado, se aguaron de nuevo—. Gracias a Dios que pudiste despertar.
—Mamá... —dudó—. ¿Qué... qué sucedió? ¿Cómo llegué aquí?
—Fuiste a los laboratorios esos y todo explotó, quedaste atrapado dentro y apenas pudieron sacarte. Estabas muy herido, mi muchacho, todos temían que no pudieras despertar. —El llanto que había aguantado hasta ese momento volvió, recordando las angustiantes noches en vela en ese frío hospital—. Pero aquí estás, despierto. —Sonrió de nuevo—. ¡Fernando, doctor, Danilo despertó! —exclamó a todo pulmón.
El padre de Danilo y el médico a cargo no tardaron en llegar.
—Danilo... mi muchacho. —Los ojos de Fernando se empañaron y se acercó a su familia para envolverlos en un sentido abrazo.
—Es... es un milagro —susurró el doctor a las enfermeras que ingresaron, igual de sorprendidas que él.
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