22. Venganza

Por MetahumanoRonaldoMedinaB & MichellBF


Un silencio profundo se instauró en el Salón del Trono. Los ojos brillosos de Azazel y su incapacidad de dar las noticias producían en Kissandra un desasosiego intenso, pero intentó mantenerse firme.

—Habla, Azazel —ordenó la Emperatriz.

—Yo... no sé cómo decirlo... —respondió el consejero, bajando la cabeza.

Dicho esto, se corrió a un costado, y, por la puerta del Salón, entró un pequeño grupo de soldados que cargaba el cuerpo vapuleado y sin vida de Kassian, el más grande guerrero de Corvyn, líder de sus ejércitos, pero sobre todo eso, y más importante, su hermano.

—Los soldados encontraron el cuerpo en el campo de batalla —comentó Azazel, haciéndose a un lado, mientras Kissandra se acercaba a inspeccionar el cadáver—. Dicen que vieron cómo los protectores de esta tierra... esos... —Arrugó el entrecejo—, ¡cobardes!, lo atacaron todos juntos... sin piedad, a sangre fría —Bajó la voz—. Kassian peleó hasta el último momento, como un guerrero honorable... pero no lo logró.

La compostura de Kissandra, que se había mantenido hasta entonces, finalmente se quebró, y las lágrimas empezaron a caer por su inmaculado rostro.

—¡Váyanse! —gritó a sus súbditos, arrodillada sobre el cuerpo de su hermano. Ellos no dudaron en obedecer.

Sin embargo, Azazel no se movió de su lugar: su plan se estaba desarrollando a la perfección, era solo cuestión de empujar un poco más, de seguir hilando con cuidado. Y con Kissandra atravesando una gran pérdida emocional, la cuerda estaba más que preparada.

—Esto... esto es mi culpa —estalló finalmente en llanto Kissandra, aún abrazada al cuerpo sin vida de Kassian—. Yo lo mandé allí a luchar, le dije que cumpliera su objetivo o muriera en el intento... y él cumplió la orden... No fui una Emperatriz... fui una tirana.

—No puede tratarse así, mi señora —dijo Azazel, acercándose a la doliente—. Kassian iba a luchar por nuestro pueblo, es quien era, y usted no podría haberlo detenido aún si quisiera. Cuestionar eso, simplemente ensucia su memoria.

—No estoy lista para esto —sentenció ella—. Mi padre sabría exactamente qué hacer, qué decisión tomar, Kassian aún estaría vivo si él estuviera aquí.

—Pero no lo está, Kissandra, ahora es tu responsabilidad, tu deber, vengar su muerte, hacerlo sentir orgulloso —continuó el consejero—. Creen ser poderosos, pero ellos no son nadie contra las Gemas Reales. Usted puede derrotarlos. Desate toda su furia contra ellos, contra estos mal llamados héroes, y hágales conocer todo el poder de Corvyn.

La Emperatriz alzó la mirada y vio a Azazel tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse. Ella la tomó con delicadeza, alejándose con grandes dudas del cadáver de su hermano. El Consejero envolvió a Kissandra en un paternal abrazo, la apretó contra su pecho y le acarició suavemente el cabello.

—Sabes que amé a Kassian como a un hijo, y odio a sus asesinos tanto como tú, pero es tu responsabilidad, y solo tú tienes el poder para detenerlos —susurró Azazel a su oreja.

En el pecho de La Emperatriz, la tristeza y la furia que se habían ido acumulando en ella empezaron a enfriarse, a convertirse en algo peligroso. Kissandra jamás había sentido una ira como esa, pero, a pesar de que la asustaba un poco, sabía que con la impotencia recorriéndola cumpliría una función: vengar la muerte de su hermano, y traer destrucción a aquellos que tanto sufrimiento le habían causado, aquellos que se oponían a su voluntad.

Con lentitud, se separó de Azazel. Cuando él vio la expresión de gélida cólera en el rostro de La Emperatriz, supo que sus ideaciones habían tenido éxito.

—Consejero, deme un informe de la situación —ordenó ella con una frialdad total—. Debo prepararme para nuestras visitas...

Sin Kassian en el campo de batalla, los héroes terminaron por ganar terreno con cada paso. Las tropas corvynianas habían perecido en su intento por detenerlos, y ahora solo unos cuantos metros de distancia los contenían de terminar su misión: destruir la nave nodriza.

Y allí se alzaba, en medio de tanto caos, muerte y destrucción, la culpable de traer la mayor desgracia a la Tierra, presumiendo su tamaño desmesurado y la ferocidad de su arquitectura. Ondeaba banderas vino con aquel símbolo de una mano empuñada; en ella, un brazalete que portaba cinco perlas. Los héroes compartieron miradas cargadas de firmeza. Todos sus esfuerzos, contiendas y dificultades los llevaron hasta aquel momento, donde por fin definirían la salvación o la aniquilación.

—Entonces, ¿ahora caminamos en cámara lenta hasta llegar a ella o cómo? —intervino Vincent, logrando sacar una sonrisa, por más pequeña que fuera, hasta en el más duro de ellos.

—Bien, Escuadrón —comenzó Mago—. Todo nuestro trabajo nos ha llevado a este momento. Cuando reuní este equipo lo hice porque era consciente de que una amenaza de tal escala no podía ser detenida por un solo hombre, por ello cada uno de ustedes está aquí, para cumplir un propósito, y es convertirse en los salvadores que este mundo necesita. Así que ahora vamos, no por la victoria, sino por la honra de nuestro planeta, y recordémosle a estos invasores que los humanos, por más diferentes que podamos ser, siempre que nos unimos, somos imparables.

Los héroes asintieron, expectantes a las siguientes palabras de su líder.

—¿Cómos nos infiltraremos? —inquirió Nakai.

—Necesitaremos un buen plan para ello —contestó Jonathan.

—¿Infiltrarnos? —cuestionó Mago, con una ligera sonrisa maliciosa—. Que se sienta que llegó el Escuadrón de Héroes.

Sono d'accordo con Jerom —siguió Venatrix—. Ya hicimos bastante ruido afuera.

—Y yo sé exactamente cómo enviar el mensaje —dijo Supernova, al tiempo en que su cuerpo resplandecía y ascendía para alcanzar un mejor ángulo.

De lo profundo de Cassiopeia se expandió una corriente que se sentía como fuego, la cual no dudó en disparar en forma de proyectil, directo a la nave, donde de seguro hubiera dejado un hoyo enorme como consecuencia, de no ser por el desmesurado campo de fuerza vinotinto que se activó para protegerla.

—Bien, eso no fue tan fácil como creímos —añadió Vigilante—. ¿Plan b?

Como si tratara de un movimiento coordinado, todas las miradas se centraron en Mago Universal.

—Más les vale sujetarse, esto será turbulento —respondió mientras comenzaba a flotar.

Los ojos de Mago se tornaron de su característico color azul, así como sus manos. Con ferocidad, tendió sus brazos frente a la nave, logrando estremecerla. Luego James centró todos sus esfuerzos por conseguir una brecha en el escudo. Su experiencia como Hechicero Protector le había enseñado que, por más fuertes que fueran, en los campos de fuerza siempre quedaba un punto muerto, una fisura imperceptible, y el de los corvynianos no sería la excepción. Y en cuanto encontró ese talón de aquiles, preparó el arco con el preciso movimiento de sus manos.

Mientras tanto, dos manos más le nacieron, captando abruptamente la atención del grupo. Ellas se encargaron de separarse, como quien abre la puerta de un ascensor a la fuerza.

—Esto no les va a gustar —comentó, sin apartar la vista del objetivo—. Otaidemni osapsart, zaguf oleuv.

Durante el hechizo, el Escuadrón era rodeado por bruma azul que cobraba más volumen con cada segundo, de manera que cortaba el espacio entre ellos. El aire también soplaba sin control, estremecía sus cabellos y atuendos. Cuando Mago disparó la flecha, salieron disparados como un furioso torbellino. Había sido en un abrir y cerrar de ojos. Al sentir el aterrizaje brusco en la plataforma de la nave, supieron que estaban dentro.

Supernova y Camille peinaron los mechones que habían invadido sus rostros. Los demás recuperaron la postura tras tan duro golpe. Fue entonces cuando Vincent intentó hablar, para luego ser interrumpido.

—Un comentario más y te arrojo de vuelta al suelo —amenazó Cassiopeia.

Para sorpresa de todos, la compuerta frente a ellos se abrió. Los héroes cruzaron miradas antes de entrar y, tras un asentimiento conjunto, la atravesaron. El salón donde los recibían estaba vacío casi por completo, salvo por la mujer de cabellos rubios que se hallaba de espaldas; observaba a través del cristal los cuerpos inertes de sus tropas.

—Lo asesinaron —aseveró de repente, sorprendiendo a los héroes—. Ustedes lo mataron. De un lado a otro lo atravesaron. —Con cada palabra que pronunciaba, su voz se tornaba más dura—. Creen ser poderosos, los más fuertes de este mundo... eso es porque aún no han tenido las agallas de enfrentarme. Cada vez que aparecía en el campo de batalla, huían de mí. Se hacen llamar héroes... cobardes, es lo que son en realidad.

El Escuadrón escuchó con atención, movían los ojos por cada centímetro del cuarto. Les sorprendía que la sala estuviera vacía, pero sin duda les provocaba un inquietante presagio. Tras la indicación de James, comenzaron a acercarse a ella.

—Ahora es mi responsabilidad vengar la muerte de todos mis soldados, en especial la de El General... mi hermano. Y me acompaña todo el poder de Corvyn para ello. —Pasó la vista hacia la prenda que adornaba su brazo, donde reposaban cinco perlas de diferentes colores—. Contra mis dioses han pecado, y ahora yo descargaré su furia contra ustedes, y para entonces, ninguno quedará en pie. El poder de Saulón, Ravah, Damagao, Veolo y Scardian sentirán. Entregaré las almas de todos ustedes para que sean arrastrados a lo profundo del Kornok-um, donde serán atormentados día, tarde y noche, pues no habrá diferencia entre cada momento, y solo la oscuridad verán. Morirán en este plano existencial, pero allí, morirán una y otra vez... por toda la eternidad.

—¿Y eso es todo? —interrumpió Venatrix, desafiante, mientras Supernova cargaba un proyectil de energía en su mano. Intentó utilizar su mejor versión del español—. Lucifer ofrece mejores castigos en el Infierno, donde te enviaremos por todo lo que has hecho en nuestro planeta, maldita.

Camille había logrado su cometido: hacer que Kissandra se girara. La Emperatriz mostró un rostro iracundo, pero fue golpeada por una centella de energía que, para sorpresa de todos, no le causó ningún daño, en cambio, una de las gemas de su prenda resplandeció en consecuencia, como evidencia de que el Orbe de Damagao había sido utilizado para absorber la energía y fortalecerla.

Con toda la velocidad que le ofrecía el Rubí de Scardian, llegó hasta Cassiopeia, la tomó por el cuello y usó el poder de la Piedra de Veolo para alzarse por el recinto y arrastrarla por el techo. Cuando la lastimó lo suficiente, con la fuerza de la Estrella de Saulón, la regresó al suelo de un golpe.

Su siguiente objetivo fue Camille, quien la recibió con una estocada de su espada, mas Kissandra la detuvo antes de impactarla y, como si fuera una hoja de papel, destrozó el arma en dos; una parte se la clavó en el muslo, haciendo gemir a la cazadora con gran con dolor, con el mango de la otra le asestó un golpe en el rostro que la lanzó al suelo.

Por más rápidos que intentaron ser Renegado, Blazer y Vigilante, Kissandra se movía tan rápido como la luz, tanto que Mago no lograba fijarla como objetivo. Iba, venía y los golpeaba una y otra vez, pero, con cada golpe, Nakai acumulaba más energía, hasta que fue suficiente. Renegado se hizo más fuerte. Se lanzó sobre ella con un gancho preparado, pero el choque terminó en una batalla de balance. Ambos puños se encontraron y, al final, Kissandra terminó por torcer la muñeca del joven, obligándolo a quejarse, luego le dio un giro que lo dejó tendido en el suelo.

Solo así Mago finalmente pudo fijarla y, con un movimiento de mano, la lanzó al otro lado del salón. Ella, colérica, voló hasta él y lo embistió de una patada. Con su oponente a sus pies, lo tomó por la capa, se la enredó en el cuello y lo lanzó a través del ventanal, fragmentando el cristal en el proceso.

Blazer se movió entre las paredes. Sus dagas volaron a ella con gran rapidez, en ritmos de dos en dos, mas ella posicionó su brazo como si fuera un escudo y los cuchillos se clavaron allí. Los retiró sin el menor indicio de dolor. En el proceso, Vigilante la golpeó con toda la potencia de sus bastones, sin causar el efecto deseado.

—Ay, madre santa —susurró al ver girar a Kissandra, con el ceño fruncido.

La Emperatriz le dio un potente cabezazo que alcanzó a reventarle un poco la frente, y luego le lanzó un puño directo al estómago, donde le arrebató el aire.

—Tú serás el primero. —Lo tomó del cuello y lo alzó como si fuera una muñeca de trapo, apretándoselo en el acto.

—Yo creo que no —Venatrix le clavó en la espalda el mismo trozo de espada que minutos antes la Emperatriz le había enterrado en la pierna.

Kissandra bramó con dolor y soltó a Vigilante. Intentó llevar la mano a la espalda, pero la cazadora, aun con su pierna lastimada, la obligó a retroceder con una patada e intentó clavarle dos dagas más, sin embargo, solo logró cortarla.

Vigilante sacó provecho de la situación y electrificó sus bastones, luego le lanzó una descarga profunda a la cabeza, mientras que Supernova y Nakai trabajaron en un golpe conjunto y lograron desestabilizarla. Blazer se deslizó por el suelo con sigilo, le rasguñó las pantorrillas con tal brutalidad que alcanzó a cortar la tela resistente de su uniforme vinotinto y provocar una herida leve.

Cuando la Emperatriz cayó de rodillas, por el hoyo donde antes estuvo el cristal, se alzó Mago Universal, con sus ojos centelleantes en energía y dos sellos en sus manos. Los lanzó a Kissandra. En el camino estos se duplicaron y la tomaron por manos y pies. Cuando Mago susurró palabras sin sentido al oído humano, los sellos tomaron caminos distintos, provocando un gemido doloroso en La Emperatriz.

Mientras Kissandra jadeaba por liberarse del agarre de la magia, James creaba múltiples sellos más que fueron disparados hacia ella, uno tras otro, como un acordeón.

Se escuchó un estallido.

Kissandra terminó al otro lado del recinto, profundamente agotada. Fue entonces cuando un brillo en su prenda le comenzó a sanar las heridas. Se trataba de la Gema de Ravah, la única que no se había activado en los golpes que la Emperatriz había dado con anterioridad.

—El brazalete es la fuente de sus poderes —analizó Vigilante—. Una de las gemas la está sanando.

—Hay que quitárselo entonces —contestó Blazer, determinado en avanzar hacia ella,

—Suerte llegando a ella sin morir en el intento —replicó Cassiopeia.

—Debemos seguir atacando al mismo tiempo —indicó Mago—. No se le debe dar la mínima ventaja de recuperarse otra vez. El primero que logre acercarse, despójela del brazalete... del modo que sea.

Mago fue el primero en avanzar, el Escuadrón lo siguió. En línea recta recorrieron un trecho del salón. Mago ascendió con rapidez, Kissandra correspondió al llamado de batalla y salió al encuentro; en el centro, bajo la cúspide, se enfrentaron en uso de la energía que cada quien poseía. La fuerza de Kissandra terminó por ser mayor, con un golpe lo demostró; provocó en él un desplome contundente cuyos estragos hicieron de Mago, incapaz por el momento.

Mientras Kissandra veía victoriosa la caída de su oponente, un rayo de energía la golpeó; el ataque de Cassiopeia la llevó a impactar contra el borde del salón, provocándole el desequilibrio que la hizo descender. Supernova no dejó de apuntarle mientras la miraba menear la cabeza. En un intento por reaccionar, cuando estuvo cerca, acumuló en su cuerpo la energía que dirigió en un rayo hacia la Emperatriz. Al mismo tiempo, el Orbe de Damagao vislumbró y Kissandra recibió el golpe. No solo lo había resistido, también acababa de acumular en sus manos la facultad del orbe. Lo redirigió lejos de ella, a los próximos héroes que se aproximaron para atacarla.

Vincent y Blazer rodaron por el suelo. El joven pronto volvió a estar de pie, y con daga en mano corrió hacia Kissandra. Aventó uno tras otro los cuchillos que ella evadió con la rapidez dada por Scardian. En facultad del rubí, cortó el espacio entre ellos, lo tomó por el cuello y lo aventó lejos con la fuerza de Saulón.

Nakai saltó sobre Blazer, corrió para llegar a ella y atacó de inmediato con un fuerte golpe que no causó daño. La Emperatriz atacó a su vez, pero el efecto fue el mismo, Nakai recibió la energía del impacto y volvió a atacar, y, así, emprendieron el combate, dejando mayor fuerza en cada golpe.

Detrás de Kissandra, una sombra se volvió más oscura y luego hubo en ella el destello de dos perlas carmesí que emergieron de la oscuridad. Figuraron en el rostro de Venatrix. Con pasos cautelosos avanzó hasta Kissandra, que estaba de espaldas, se preparó para atacarla con una daga justo cuando ella apartaba a Nakai. Sin embargo, la muñeca de Venatrix fue retenida con firmeza. Kissandra la miró, con una sonrisa presuntuosa.

—¿Atacar por la espalda? —cuestionó y meneó la cabeza.

Kissandra dio un golpe, Venatrix soltó la daga y se agachó al mismo tiempo que retomaba el arma; lanzó el filo entre las piernas de la Emperatriz, de modo que alcanzó a rozarla, después se alejó cuando previó el próximo ataque. Mientras retrocedía, esquivó los incesantes golpes de la Emperatriz. Entre saltos y patadas, Kissandra lanzó un golpe directo y Camille atrapó su antebrazo con su pierna, quedando ambas atadas por el encuentro de sus cuerpos.

Kissandra vio a Venatrix por encima de la rodilla; le demostró odio en su mirada oscurecida.

—Te mataré —amenazó, intentando zafarse, pero Venatrix presionó su pierna en torno al brazo.

—Partiste mi espada —recordó, y luego alzó una de sus cejas, bajando la mirada al brazalete en su brazo que contenía las gemas—. Ojo por ojo.

Dicho aquello, alzó un poco su rodilla y la bajó después con fuerza contundente, llevándose el brazo de la Emperatriz consigo. La voz de la corvyniana clamó por el dolor tras un ligero ¡crack! que fue audible entre ellas, y al siguiente segundo el silencio inundó la sala. Solo restó el sonido de la prenda de oro impactando contra el suelo. El brazalete había caído.

Kissandra posó su mano libre en su brazo contrario que colgaba sin fuerza, y retrocedió los pasos que la cazadora avanzó, su espalda dio con una de las paredes. Vio a cada lado, encontrándose con un recuadro que sobresalía, en su mente le fue gritado como una alerta y reaccionó con rapidez al reconocerlo. Del compartimiento extrajo un arma que apuntó y disparó hacia Camille, el rayo siguió de largo cuando una sombra con capa apartó a la cazadora; Mago vio hacia Kissandra mientras soltaba a Venatrix.

—La tenía —reprochó su compañera.

—Un gracias no te matará —replicó, y ambos se agacharon ante un siguiente disparo—, pero ella sí.

Kissandra realizó un gran esfuerzo por sostener el arma con una sola mano. Se las ingenió para apuntar y disparar a cada cuerpo en el salón, los héroes debieron esquivar los rayos, mientras la Emperatriz avanzó hacia el brazalete.

—Intenta recuperarlo —advirtió Vigilante antes de correr a tomarlo.

Al tenerlo en sus manos, fue de regreso a donde se hallaba el equipo, sin embargo, Kissandra se concentró en él y disparó hasta lograr rozar por muy poco, pero lo suficiente, la mano con que sostenía su prenda.

Nuevamente la prenda cayó, fuera del alcance de todos. Kissandra avanzó decidida a recuperar lo que por herencia era suyo, en el proceso fue moviendo su brazo, sintiéndolo cada vez más, hasta que lo obligó a recuperar total movilidad y ser capaz de sostener la espada que usó para combatir.

Mientras los héroes se esforzaban por impedir que Kissandra recuperara su fuente de poder, alguien avanzó a hurtadillas y tomó la prenda olvidada en el suelo, lo acomodó con cuidado en su brazo y observó el resplandor de las gemas al ser activadas, fue entonces cuando aquella sonrisa de vileza volvió a instaurarse en el rostro de Azazel.

Cassiopeia, tras caer una vez, giró por el suelo y vio a Azazel con el poder sobre el arma.

—¡Las gemas! —advirtió al tiempo que corría directo a Vincent, para apartarlo cuando Azazel había disparado hacia él.

El ataque no los alcanzó a herir, pero dio la primera advertencia que hizo a los héroes girar para ver al Consejero, quien se alzaba en el aire en uso de la Piedra de Veolo.

—Han sido obstáculos en el camino a la grandeza de Corvyn —reprochó—, pero no lo serán más. Uno a uno los eliminaré. —Paseó su mano entre los presentes, hasta detenerse en uno—... empezando por usted, majestad


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top