17. Sobrenaturales
Luego de cruzar el portal todo fue oscuro, no supieron distinguir por cuánto tiempo; lo que para Venatrix y Renegado pareció ser un sueño, se fue aclarando como si abrieran los ojos al despertar, la visión lóbrega con ligeros destellos azules se fue desvaneciendo y ellos sintieron dar algunos pasos que los llevó a un escenario nublado que continuó reconstruyéndose entre humo y ruinas.
Nakai descubrió su boca de la máscara para liberar un suspiro notable por el vahó que subió en el aire espeso; su nariz recibió los primeros olores de aquella ciudad, la humedad llenó el aire por las fuentes de aguas acabadas en la invasión, así como el olor dejado por incendios. Miró a cada lado sólo para encontrar más de lo mismo: pilas de escombros que alguna vez fueron hogares.
—No es verdad —susurró Nakai al notar las escasas diferencias entre Berlín y Capital City. Todo era igual.
Su instinto, como nunca antes, gritó una misma orden sin cesar: Busca sobrevivientes.
Aunque fue minucioso en su búsqueda de alguna señal de vida, no encontró ninguna. Su decepción creció desde su pecho hasta sus manos que se cerraron y abrieron repetidas veces en un intento de relajarse o quizá de contenerse, pero ¿qué era aquello que empezaba a sentir? No fue odio o cólera, fue temor al imaginar que la misma escena podría verse en otras ciudades, más específico, en la ciudad donde su hermana estaba.
Ligeramente escuchó pasos detrás de él que cesaron a su lado.
—Si te detienes a sentir temor ahora, te cegarás, y no serás capaz de reaccionar cuando esto llegue más lejos.
—¿Más lejos? —cuestionó, ella lo observó de tal forma que provocó en el joven un escalofrío violento; sacudió la cabeza, rechazando la posibilidad, y volvió a cubrir su boca con la máscara negra— Hay que parar este infierno.
—Al Infierno iremos si fracasamos hoy —murmuró ella para sí.
Venatrix permaneció un momento, observando el camino que su compañero recorría, meneó la cabeza con sutileza antes de seguirlo. Ambos fueron cuidadosos con el avanzar y observaron con precisión, buscaron señales de la nave, aunque Nakai buscó ante todo señales de vida humana.
—La primera vez que nos vimos —habló Venatrix— me atacaste y yo respondí; seré honesta, sé que dije que no quería lastimarte, pero justo ahora deberías estar muerto... y estás aquí, vivo. Sé que tienes poderes o algo así, ma no logro entender —meditó—, ¿cómo es que detuviste la mia spada?
—No he llegado a entender del todo mis poderes, sólo sé que mientras más fuerte es el impacto que recibo, más fuerte me vuelvo, es como si mi cuerpo absorbiera esa energía, claro que no funciona si es algo que no posea impacto; usaste mucha fuerza cuando me atacaste, por eso apenas tuve un corte —Movió su brazo para mostrar la herida dejada por la espada—. No se te hará fácil deshacerte de mí.
—En serio espero que eso no sea una amenaza —replicó ella con el ceño fruncido.
Nakai disimuló una sonrisa y se volvió con intenciones de contestar, pero su mirada se deslizó más allá de su compañera, todo rastro de diversión se esfumó de su semblante. Con rapidez avanzó hacia un lado, llevando consigo a Venatrix, a quien pegó contra una media pared e indicó que callara, señalando luego por un borde en dirección al escuadrón de soldados que marchó por la calle.
Esperaron que estos continuaran con su camino antes de pensar en avanzar, al hacerlo, Nakai pasó junto a un edificio pequeño cuya estructura se vio derrumbada en parte, detuvo el paso al percibir ruidos que también llamaron la atención de Venatrix. Se miraron entre sí, sin mediar palabra avanzaron lado a lado hacia el origen de los murmullos, alcanzando dentro del edificio las puertas a un sótano, estas fueron obstruidas por restos de muebles que Nakai apartó para poder abrirlas. Antes, dio a Venatrix una mirada cautelosa, ella movió una de sus manos hacia el interior de su gabardina, al regresarla al frente sostenía un arma, asintió para Nakai y él se apresuró a abrir las compuertas, haciéndose a un lado al mismo tiempo para que ella apuntara al interior; desde adentro, varias armas le apuntaron a su vez, un grupo de hombres, mujeres y niños miraron a quienes señalaron como amenaza.
Quienes sostuvieron las armas vociferaron palabras incomprensibles por el idioma, Venatrix mantuvo firme su arma como ellos, el cañón nunca dejó de apuntar al primer hombre, de pronto y tras habladurías de los civiles, la dureza de su rostro se suavizó y el arma se inclinó con ella, alzó a cada lado de su rostro las manos y se agachó hacia las compuertas.
—Wir wollen helfen, nicht weh tun —dijo entonces en alemán, participando su iniciativa de ayudar—. No somos parte de la invasión, vamos contra ella; estamos aquí para detenerlos —continuó diciendo; los hombres bajaron sus armas a excepción de uno cuya mano se agitó por el temor, ella sonrió con una confianza que muy poco mostraba, algo halló el hombre en su gesto que lo animó a bajar el arma—. Bien hecho, vengan.
Uno a uno, con la ayuda de Venatrix y Renegado, fueron saliendo los civiles del sótano. El hombre de antes entabló conversación con la cazadora, siendo apoyado por sus compañeros que en conjunto hablaron para ella, atenta los escuchó.
—¿Qué dicen? —preguntó Nakai cuando callaron.
—Hablan de buscar otro refugio, les dije que la ciudad entera debe estar igual de destruida, pero insisten en salir, dicen que hay un lugar cerca que les ofrecerá protección ante todo.
—¿Qué lugar?
Ella titubeó antes de decir:
—Una iglesia.
Camille se detuvo a pocos pasos del umbral, sus manos ya picaban y aquella sensación se esparcía por su cuerpo. Observó la fachada hasta alcanzar la cúspide de la iglesia; no solía sentirse intimidada, pero la simple estructura, a sus ojos, fue imponente y razón para ella agachar la mirada.
—¿Venatrix? —Nakai había regresado a buscarla luego de dejar a los civiles en el interior.
—No puedo entrar.
—¿Por qué?
Ella quiso responder, pero mudas fueron sus palabras cuando escucharon el sonido de una marcha de varios que crecía mediante se acercaba, divisaron a un grupo de invasores que supervisaban la zona, el instinto los llevó a pensar en ocultarse, y, olvidando lo anterior, Camille se adentró junto a Nakai.
El joven se alejó de ella para indicar a los civiles que permanecieran agachados, incluso indicó a algunos que se alejaran de las ventanas, además de pedir con mímicas que guardaran silencio. Mientras, Camille pasó a ignorar la presencia de los sobrevivientes y la amenaza que los acechaba, era entonces abrumada por las grandes imágenes de ángeles y santos que la rodearon, aunado a eso, el recuerdo de haber sido alguna vez parte de la iglesia se hizo presente para recriminar el hecho de que ya no lo era; llegó a perder el equilibro al punto de que tuvo que plantar una de sus manos en la pared al irse de lado, luego dejó suspender su cuerpo sobre la misma cuando la sensación de estar rodeaba por fuego sofocante empezó a invadirla.
—¿Qué te sucede? —preguntó Nakai con un atisbo de sorpresa mientras miraba fijamente su rostro. Ella deslizó sus dedos a pie de su nariz para limpiar la sangre que descendía.
—No soy bienvenida —dijo antes de dirigirse al grupo—. Hay recamaras bajo la Iglesia, vayan y resistan allí, enviaremos por ustedes —indicó en el propio idioma de ellos, luego se volvió hacia Nakai—. Puedes quedarte con ellos, yo debo salir de aquí.
Y avanzó hacia la salida con su espada en la mano, Nakai se debatió entre escoltar a los civiles o seguirla a ella, terminó por salir justo para recibir a uno de los tres soldados que supervisaban el lugar. Por la cercanía, no pudieron disparar y se enfrentaron directamente a ellos, Nakai usó su habilidad y fuerza para sujetarlo antes de empujarlo lejos de él, haciéndolo ir justo contra la espada de Venatrix, ella giró su arma y la extrajo con violencia, dejando caer al soldado junto a los otros dos.
Nakai se dispuso a decir algo cuando ella cubrió su boca para toser, en su mano vio sangre que había escupido, alertada vio hacia la iglesia antes de alejarse apresurada.
—Esa es tu debilidad —confirmó Nakai para sí, viendo de la iglesia hacia su compañera que ya lejos se encontraba.
Aseguró las puertas de la iglesia y ocultó los cuerpos de los soldados, cuando creyó que el lugar sería seguro para los civiles, trotó para alcanzar a Venatrix que, en completo silencio, avanzó por la desolada calle. Metros después, ya no iba apresurada, sus pasos se volvieron sigilosos y minuciosos, cuidando no ocasionar ruido al pisar restos que se esparcían por el suelo, Nakai la imitó.
El sonido del viento sacudido por metal se esparció por encima de ellos, ambos cesaron el andar de inmediato, se agacharon al tiempo que miraban al cielo oscuro donde distinguieron las siluetas de varios cuerpos con alas.
—Continúan explorando la ciudad —susurró Nakai.
—Esplorare è un modo lindo de decir que buscan alguna señal di vida para poder actuar en contra —discutió en el mismo tono.
El grupo de invasores alados se alejó en sentido contrario, Camille giró sobre la punta de los pies siguiendo la ruta de los mismos, cuando estuvieron fuera de su campo visual volvió por el camino que habían recorrido, culminando más allá de algunos edificios que obstaculizaron su visión, señaló en esa dirección.
—Vinieron de allá.
—Si tienen la nave a la intemperie, debe ser en un espacio abierto donde puedan vigilar cualquier movimiento que se aproxime a ella.
Camille afirmó sin mirarlo.
—Pariser Platz —dijo con un superficial acento alemán—. La Plaza de Paris, está a unas calles de aquí en el centro della ciudad, è un lugar amplio y los edificios más cercanos están lejos, no hay escondites, lo que significa que nos verían llegar indipendentemente dalla direzione que tomemos —Meditó—. Podemos desviarnos y llegar por la Puerta de Brandenburgo, desde allí veremos la plaza, suponiendo que no la hayan destruido también.
—¿Ya estuviste antes en Berlín? —preguntó al notar la seguridad con que hablaba sobre la zona.
—En dos mil uno —comenzó a contar mientras reanudaba el andar con una ruta dibujada en su mente—... me contrataron para encontrar a un gruppo di trafficanti que osadamente faltaron a un pacto, con ellos obtuve la mia primera pistola, me costó un disparo en la pierna, pero a ellos les costó la vida.
—Imagino que no creyeron que una niña de trece años fuera mercenaria.
—¿Quién dijo que tenía trece?
—Nadie, pero es matemática básica. Tienes unos treinta años ¿no?, debiste nacer a finales de los ochenta, si sumas verás que para el dos mil uno debías tener entre trece y quince años —Venatrix paró abruptamente su andar y se volvió a verlo; por su expresión dedujo que había errado en su conclusión—. Al menos que la edad que aparentes no sea la verdadera...
—Ahora mismo no puedo distinguir si eres estúpido o sólo suicida —amonestó con contenida rabia en su voz; más que una réplica, fue una respuesta afirmativa a la última suposición de Nakai.
—Di en el clavo entonces. ¿Naciste inmortal o fue luego?
—Amenazas mi baja capacità di tolleranza.
Camille avanzó sin decir más, él la siguió en silencio por varios metros que aumentaron a lo largo de una vereda. Nakai se fijó en el suelo para medir sus pasos y alcanzar a pisar justo donde ella lo hacía, de vez en cuando subió la mirada, en una de esas ocasiones fue cegado por un momentáneo haz de luz, aclaraba su visión y apresuraba el paso para alcanzar a Camille, pero sus pasos cesaron cuando sintió un viento gélido que atravesó su cuerpo, erizando su piel y llevando una serie de sonidos a sus oídos, miró a cada lado buscando el origen.
—¿Escuchas eso? —preguntó, inseguro de su capacidad para rastrear.
—Ché?
—Las voces —Se concentró en las ruinas de lo que algunas vez fueron casas, Venatrix lo observó.
—¿Más civiles?
—No... no es como antes, son voces... ¿no las escuchas? —Ella negó una única vez, él meneó la cabeza creyendo que tal vez fuera una ilusión, pero las voces se intensificaron, volviendo imposible ignorarlas.
No alcanzó a distinguir el número, pero aseguró que eran varias, entre ellas destacaron algunos niños que hablaban con risas intercaladas, miró a un lado de la calle e imaginó que jugaban, tal vez las mujeres que conversaban serenas eran sus madres que iban detrás de ellos; no era claro lo que decían, pero eran voces tan claras como si estuvieran a su alrededor.
—Son varias mujeres y niños, los escucho cerca.
Camille, con su expresión desconcertada, avanzó a él, Nakai no miraba a un punto en específico, aunque giraba su cuerpo al lugar de donde parecía creer que provenían las voces, ella siguió la dirección que con ademanes él señaló, a pocos metros encontró una posible explicación.
—¿Niños? —cuestionó, cautelosa— Quanti niños?
Nakai se movió con inquietud y apretó sus ojos como si de esa forma pudiera concentrarse en las voces, bajo sus parpados hubieron flashes de luz que lo incitaron a abrir los ojos, pero se mantuvo para distinguir siquiera un número aproximado.
—Tres —dijo con seguridad tambaleante.
Venatrix miró a Nakai durante unos segundos antes de ver hacia un lado, recayendo en lo que había encontrado, confirmó que los niños eran tres y que sin duda estaban cerca, aunque ellos no hablaban como afirmaba Nakai.
—Debemos continuar —dijo, girándose para seguir.
—Espera... —pidió él, parpadeando para aclarar alguna imagen borrosa—. Se están agitando —Ladeó la cabeza con su mirada aún perdida.
Repasó las voces hasta encontrar un temor creciente que demostraron con potentes exclamaciones, alcanzó a escuchar a los niños llorar y gritar, quizás llamando a sus madres, éstas respondían gritando con voz quebradiza.
—Piden ayuda —dedujo Nakai, girando a un lado de la calle, dirigiéndose al lugar donde se concentraron las suplicas.
Venatrix intervino en su camino para impedir que él mirara, aunque no tenía la certeza de que pudiera hacerlo entonces.
—Smetti di farlo, ignora lo que escuchas —pidió con voz dura, pero Nakai no logró escuchar, sus palabras fueron opacadas cuando sus oídos percibieron los gritos de terror y agonía por parte de las mismas voces.
—¿Cómo es que no los escuchas? —exclamó, cubriendo sus oídos con ambas manos y apretando sus ojos por la sensación— ¡Están gritando!
—Stai zitto! —reprochó, cubriendo su boca mientras miraba a cada lado para asegurar que no hubiera llamado la atención— Calla, ven conmigo —ordenó, lo tomó por uno de sus brazos para arrastrarlo consigo a una casa que aún se mantenía en pie.
Empujó a Nakai para que entrara en el lugar, él sacudió su cabeza y rechinó los dientes por el minuto siguiente, deteniéndose sólo cuando Venatrix cerró puertas y ventanas, dejando las voces fuera de la casa.
—¿Qué fue eso? —preguntó Nakai, sobresaltado.
—No quieres saberlo —contestó ella mientras miraba por la ventana, más allá de ver si algún invasor se acercaba, observó en la calle a los niños y mujeres que su compañero había escuchado, volvió a confirmar que estaban allí como él decía, sólo que entonces se trataba de sus cuerpos dejados entre los escombros, atenuados por las sombras.
Venatrix vio de reojo hacia Nakai, él se apoyaba de una mesa, un rastro de sudor perlaba su frente, su pecho subía y bajaba con rapidez.
—¿Te crees capaz de continuar? —preguntó avanzando hacia él con sus brazos cruzados, Nakai asintió un par de veces, ella estudió su actitud, notando los espasmos que recorrieron sus brazos cubiertos de tatuajes, meneó su cabeza—. Yo no lo creo. Nos quedaremos aquí, si en cinque minuti no has dejado di temblar, me iré y te quedarás hasta que regrese.
—Puedo continuar —objetó dando pasos hacia ella, al pisar se escuchó un cristal romperse por el peso, apartó un pie para dejar ver un par de lentes con ambos cristales fragmentados—... sé qué puedo... —había continuado diciendo, deteniéndose cuando el sonido del cristal se volvió eco en su cabeza, atrayendo así una voz más.
Un resonador grito lo hizo tambalear, retrocedió y buscó apoyo en la misma mesa de antes que estuvo fuera de su alcance, falló y trastabilló con partes de los muebles que lo hicieron caer mientras escuchaba a un hombre repetir una y otra vez la misma oración, como una incesante petición.
—¿Qué es ahora? —Alcanzó a percibir la pregunta de Camille.
—Un hombre... mayor, está solo... o eso creo.
Venatrix lo vio plantar ambas manos en el suelo a cada lado de su cuerpo, en estas acumuló tierra y residuos que apresó en sus puños mientras que sus piernas se tensaban como su espalda. Ella se apresuró a buscar en el lugar alguna pista del hombre, avanzó a la siguiente sala.
—No puedo entenderle —continuaba diciendo Nakai—, pero sé que está suplicando, hay desesperación en su voz.
—¿Y qué suplica? —preguntó ella desde la sala continua.
Algunos muebles se encontraron apilados y comenzó a moverlos para despejar el camino, su esfuerzo dejó de ser cuando realizó un hallazgo entre las ruinas. Mientras miraba sin saber que emoción sentir, escuchó a Nakai responder a su pregunta.
—Suplica por su vida.
Camille despejó su rostro del cabello que había resbalado, con lentitud se volvió para regresar a la sala donde Nakai encogía sus piernas contra su pecho. Atrás dejó el cuerpo de un hombre mayor al que pudo atribuir los lentes y la voz que Nakai dejaba de escuchar.
—¿Conoces el alcance que tiene vostro potere spirituale? —preguntó al estar cerca.
—No. ¿Qué es esto? —preguntó de regreso.
—Le voci no son reali, Nakai, no en este momento, lo fueron alguna vez... cuando aún vivían.
—¿Qué estás queriendo decir?
—Escuchas las voci de los espíritus pertenecientes a personas que perecieron aquí, lo que escuchas fueron sus palabras antes de morir.
Agachó la cabeza y apretó los ojos ante otro murmullo de voces reclamantes, parecían apoyar las palabras de Camille al repetir las desesperantes suplicas que dieron antes de morir.
—Si quieres continuar, debes callarlos.
—Decirlo es fácil.
—Hacerlo también. Despeja tus pensamientos y concéntrate en algo.
—¿Cómo qué?
—Dakota... ricostruisci la sua voz, immagina que ti habla, concentri in ella e ignora il resto, los ruidos ajenos se desvanecerán.
Nakai inclinó la cabeza con sutileza, demostrando así que aceptaba la sugerencia de Camille, ella se mantuvo cerca mientras él inspiraba con profundidad y expiraba con lentitud, tratando de normalizar su respiración para relajar su cuerpo y su mente. No fue difícil invocar el recuerdo de Dakota, pero aun al hacerlo seguía escuchando las voces, así que buscó de entre tantos recuerdos una porción de su hermana para sumarlo y fortalecer la imagen principal de ella, pronto la escuchó hablar, eran palabras que en el pasado había dicho, con esfuerzo logró imaginar que ella decía algo nuevo, algo que jamás había escuchado de ella, esto hizo callar el resto de las voces y darle, aunque fuera por un instante, quietud.
—¿Mejor? —Él asintió, la escuchó chasquear los dedos.
—¿Cómo supiste qué hacer?
—Alguna vez escuché voces también, aunque no de humanos... —Camille vio su muñeca donde descansaba la marca del pacto, ésta era cubierta, pero no dejaba de existir por mucho que la ocultara; sacudió la cabeza para apartar los pensamientos que regresaron las voces de numerosos demonios, vagamente escuchó una pregunta por parte de Nakai que pareció amenazar su paciencia—. Por tuo bene, no hagas preguntas, no quiero tener que dare a Jerom le indicazioni para encontrar tu corpo en esta marchita ciudad. Alzati ora e andiamo.
—Necesito conocer a quién confío mi vida en esta misión —argumentó Nakai con firmeza, opacando la voz de Camille.
Ella lo vio desde arriba con una expresión oscurecida por la escasa luz, en el silencio de pronto se escuchó un suspiro por su parte.
—Tienes una pregunta, diré sólo la verdad... Una pregunta, Nakai.
Él lo meditó, le pareció justo, si algo aceptaba tener en común con Venatrix era la manía de desconfiar siempre, en su lugar sería igual, por eso pensó bien la pregunta que haría, pero la lista mental que creó se desvaneció al ver un haz níveo relucir junto al rostro de Camille.
—Ese mechón blanco, ¿qué significa?
La vio ladear una sonrisa y distinguió que era, aunque pobre, real.
—Esperanza —dijo sin más.
Fue lo necesario para Nakai. Sin hablar, se alzó del suelo y afirmó hacia ella justo antes de pasar a su lado para salir a la calle y continuar con la misión.
Los pilares de la Puerta de Brandenburgo fueron colosales y suficientes para cubrir a la pareja que, agazapados al monumento y usando las sombras para camuflarse, vieron hacia el extenso espacio que hubo frente a ellos, la nave estuvo allí, en el centro y custodiada por una tropa que se desplazaba por la plaza.
—¿Cómo planeamos enfrentarlos?
—Pues... me temo que no hay tiempo para planear algo —replicó ella—. Parecen tener olfato de sabueso.
Señaló con su espada al otro lado del campo, la tropa ya se apresuraba para interceptarlos, Nakai cubrió su rostro con la máscara negra, y ambos dejaron de cubrirse. Al instante en que abandonaron las sombras, se oyeron los disparos de las armas, Venatrix logró interceptar la primera ráfaga girando la hoja de su arma, el acero comenzaba a tornarse rojo por el calor; Renegado se limitó a cubrirse los ojos con su brazo derecho para absorber el impacto, pero, para su sorpresa, el disparo le hizo sentir el mismísimo infierno en su hombro derecho, gritó por el dolor a la vez que caía al suelo.
—¡Maldición! —exclamó mientras presionaba su hombro, podía ver la ropa carbonizada y su piel con quemaduras; sintió una fuerza diferente a la que sentía con las balas, pero el dolor ahogaba todo lo demás.
—¿Quieres morir? ¡Yo misma te mataré cuando volvamos! —reclamó Venatrix mientras se colocaba frente a él para cubrir la mayoría de los disparos.
Los enemigos se acercaban sin dejar de disparar, Camille divisó el espacio en que estaban, pensó en huir aunque la idea le daba escozor en la columna, pero al buscar una sombra no la halló, e ir hacia la más próxima significaba dejar de cubrirse, no era una opción.
—Pensare —se dijo a sí misma.
—Cúbreme... —dijo Nakai de pronto, sacándola de sus pensamientos. Él respiraba con profundidad para resistir el dolor.
—¿Qué crees que he estado haciendo? ¿Jugando?
—Sigue así —pidió, reincorporándose.
Movió un poco su brazo para chequear que todavía lo podía usar, acto seguido, cargó un puño dirigiéndolo directamente al suelo, la tierra tembló y el concreto se quebró alrededor, dejando una perfecta huella, repitió la acción varias veces, Camille no entendió lo que hacía, ni se esforzó en hacerlo, debía concentrarse en la defensa; con gracia hizo resonar su espada al recibir cada disparo, pero mientras más se acercaban, mayor se hizo la energía que viajó por su espada.
—Te juro que si mi espada se rompe...
—¡Detrás de mí! —ordenó desde el extremo más lejano del perímetro que había trazado con sus puños.
Venatrix giró para esquivar un láser y pasó a posicionarse detrás de Nakai, él clavó sus dedos en la tierra justo al borde del círculo y con toda su fuerza acumulada levantó la placa de asfalto que había fracturado, arrancándola de la tierra y sosteniéndola como cubierta, opacando parte de la luz.
—Usa la sombra... lograré que te coloques detrás de ellos...
—¿Cómo piensas...?
—¡Sólo hazlo! —ordenó, Venatrix gruñó por lo bajo antes de invocar el brillo escarlata que emergió del suelo, absorbiéndola luego—. Bienvenidos a la tierra, desgraciados —susurró Nakai mientras levantaba el escudo de concreto, sintió otro láser rozar su abdomen, pero no lo detuvo para girar sobre su eje y lanzar la enorme placa como un disco directo a la tropa, los soldados se agacharon para esquivarlo, pero, y aunque quisieron protegerse de la placa, no lograron protegerse de la espada cuando el escudo creó una sombra detrás de ellos.
Todos regresaron al suelo luego de intentar levantarse, Venatrix se detuvo en medio de todos, con gracia limpió la sangre de su espada deslizando ambas caras por la manga de su gabardina. Nakai trotó hasta ella y al estar cerca, la punta de la espada pasó a descansar en la base de su cuello.
—Dammi otra orden, e ti cortaré en trozos... a ver cómo haces para assorbire esa energía —advirtió ella.
—¿Sabes? A veces tu acento es difícil de entender —replicó él, apartando con dos de sus dedos la punta de la espada.
—Entenderme será el menor de tus problemas si vuelves a darme una orden —refutó—. Vigila aquí, entraré a la nave.
Venatrix se dirigió a la nave, mientras, Nakai examinó la herida en su brazo, arrugó su rostro al observar la piel quemada, se negó a tocarla, optó por rasgar una de sus mangas y hacer con ella un vendaje que cubriera la quemadura; aun podía usar el brazo, se aseguró de eso, aunque el movimiento le producía dolor.
Miró su entorno, buscando algún objeto que pudiera usar como escudo, cerca de él, a parte de los cuerpos, sólo estaba la nave, acorazada por láminas de metal que señaló como útiles, por ello, hizo uso de fuerza sobrehumana para arrancar una de las láminas. La bajó a su nivel y entre sus manos midió el peso de la misma para acostumbrarse a ella, pronto logró sostenerla sin esfuerzo y la posicionó para cubrirse justo a tiempo, pues una segunda tropa se acercaba y sus rayos llegaron a Nakai antes que ellos.
Dentro de la nave, Venatrix avanzó por iluminados y cortos pasillos que llevaban a un único destino, una sala común donde yacieron paneles de control; se dirigió al tablero, buscando alguna pista que la ayudara a encontrar la forma de detener el proceso, cesó su acción para hacerse a un lado cuando sintió el aire agitado detrás de ella, evitó ser golpeada por un soldado que sin dudarlo se lanzó por segunda vez, queriendo atraparla, fue lento en comparación y no transcurrió mucho para que Venatrix lograra alcanzarlo con su espada, no lo mató, sólo lo incapacitó y dejó caer en el suelo.
—No entiendo cómo funciona esta nave —comunicó al invasor, realizando ademanes alrededor, él apretó los dientes—, pero presiento que tú me vas a ayudar.
Se agachó junto a él y llevó la mano que poseía la marca hacia la frente del soldado, presionó dos de sus dedos contra su piel y le obligó a mostrarle lo que ella deseaba ver.
Entre las imágenes resaltó una estructura piramidal que parecía estar encerrada dentro de un cristal, en la punta, destellando energía, se alojó una gema de un hermoso color vino, a su mente sólo vino una definición: fuente de vida.
Nakai retuvo la lámina, sintiendo los rayos marcarla y algunos atravesarla. Cuando fueron más potente, él determinó que era el momento de atacar, y su siguiente movimiento fue lanzarse al frente, derrumbando algunos soldados y sorprendiendo a otros; el tambaleo de ellos fue la oportunidad de Nakai para hacerlos soltar las armas y así poder inclinar la balanza a su favor cuando no tuvieron de otra que pelear cuerpo a cuerpo, donde Renegado destacó pese a la herida en su brazo. Dio tantos golpes como los recibió, aunque los suyos fueron de mayor impacto por la energía que absorbió de los soldados, sin saberlo, le dieron la fuerza para él atacarlos al punto de que un par de ellos fueron arrojados por el aire luego de ser sujetados por el cuello.
Sólo tres quedaron de pie, uno fue derrumbado, Nakai se dirigió al par restante, cuando estos cayeron, se detuvo con la respiración agitada y su cuerpo tenso. Giró seguro de que no volverían a atacarlo, pero se encontró con un último soldado que apuntó hacia él con arma en mano, antes de disparar una daga se clavó en su nuca y cayó a los pies de Nakai, dejándole ver a Venatrix detrás.
—Ven adentro, encontré algo —dijo.
Nakai pasó sobre el cuerpo y siguió a Camille al interior de la nave, de regreso a la sala de operaciones cuyo centro, que antes estuvo vacío, ahora mantenía en un pedestal lo que ella había observado en los recuerdos del soldado; destellando se encontró la gema en la punta de la pirámide, y esta, a su vez, era protegida por un escudo transparente y vidrioso.
—Es la fuente de energía —explicó ella—. La nave funciona a partir de esto, si la destruimos dejaría de hacer lo que hace. Basta con fracturar el cristal, así la energía dejaría de estar contenida...
—¿Pero?
—Hay poco oxigeno allí adentro, lo suficiente para mantener la gema viva, si cuarteamos el cristal, la energía sería liberada y se expandiría consumiendo el oxígeno... el pero es una explosión. Podría acabar con la plaza entera y con todo lo que esté en ella, incluyéndonos.
—¿Cuánto tiempo tendríamos luego de fracturar el cristal?
—Poco... tal vez cinco o diez.
—¿Minutos?
—Segundos —corrigió—. Puedo sacarnos de aquí en menos de eso, pero debemos actuar rápido.
Extendió hacia Nakai una daga, él la aceptó, titubeante, y la vio girarse hacia una luz que atravesó con su espada, provocando el quebrar de esta para crear una sombra bajo ella, allí un grieta se comenzó a expandir.
—Hazlo rápido y cierra los ojos —le indicó.
Nakai vio el crecer de la luz escarlata por la grieta, no distinguió que era peor: si la amenaza de una explosión de la que tal vez no saldría librado o el hecho de viajar a través del Infierno para salvarse.
No lo pensó más, tomó el puño de la daga con ambas manos y la alzó por encima de la fuente, cerró los ojos antes de descenderla con dureza, escuchó el romper de un cristal y luego sintió corrientes de aire correr de lado a lado, como un vendaval desatado. Después, sintió calor y manos arañando sus ropas justo antes de caer contra el pavimento, sólo entonces abrió los ojos, encontrándose en las sombras del monumento, desde donde observó la expansión de una onda que poseyó gran parte de la plaza y los soldados que avanzaban entonces, antes de regresar al origen donde liberó la gran explosión. Por instinto se giró para cubrirse así y a Venatrix, el polvo los cubrió también, así como el humo; la escuchó toser y removerse para salir.
—¿Estás bien? —preguntó él.
—Sí, ¿y tú?
—Pues... sigo vivo —contestó, viendo hacia la pura nube de humo y fuego, arrugó el entrecejo—, o eso creo, sí es que esto no es el Infierno —observó.
Por primera vez la escuchó reír, brevemente, pero lo hizo.
—¿Esto te parece el Infierno? —cuestionó, riendo otra vez— No tienes ni idea de lo que es en realidad. Regresemos ahora, la explosión debió llamar la atención, ¿tienes la piedra de Jerom?
Nakai rebuscó en uno de sus bolsillos para alcanzar la piedra negra ante la que ambos pensaron en el Templo para así escapar de lo que Nakai llamó infierno.
Desde la nave principal, Kissandra observó a través de un holograma la nube de humo que invadió la plaza en Berlín donde antes estuvo la nave, extrañada, pidió recibir informes desde el lugar, pero no obtuvo respuesta.
—¿Azazel sigue en el Polo Norte? —preguntó, recibiendo afirmaciones—. Comuníquense con él, quiero saber si nota algo extraño.
Su orden fue acatada al instante, y mientras conectaban con la segunda nave, Kissandra vio despejarse el humo de la plaza, encontrándose con esta totalmente destruida junto a la nave. Sus ojos se oscurecieron y la mano que llevaba los anillos se apretó con fuerza.
—Kassian, toma una tropa y prepárate, irás a Australia a defender la tercera nave... esto no fue un accidente.
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