Poema amoroso

Su rostro brilla entre la multitud

y con sus flamantes ojos cafés me observa risueña,

el cuerpo me vibra y reviso mi celular creyendo que es el culpable,

pero es ella; siempre será ella.

Sonríe y debo golpearme el pecho para recordarle a mi corazón que tiene que seguir palpitando,

no hay persona sobre la faz de la tierra que le supere en belleza

¡y ni hablar de su inteligencia!

Podría estar hora oyéndole hablar sobre el Teorema de un filósofo drogadicto

solo para deleitarme con su voz

que mataría a un diabético.


Y levemente cierra un ojo, guiñándome

o quizá una de sus largas y espesas pestañas cayó en su línea de agua

otra vez,

pero el instante se graba en mi mente con una etiqueta flúor que recita "repetir reiteradas veces antes de dormir".


¿Por qué sigo parada aquí pensando en el perfume que el viento trae de sus manos a mi nariz?

Mientras más pienso en ella más anonadada me siento,

floto en una nube de fresa y tomillo,

y antes de que esta se esfume ella golpea mi hombro;

sus labios se acercan y juro que siento el sabor de su labial de vainilla,

pero sus labios rozan mi mejilla

y en sus bucles infinitos me pierdo como una niña en un supermercado

mientras me abraza con fervor.


Temo tocarla y corresponderle la muestra de afecto,

quizá la transpiración de mis manos posea un código que se inyecte en su piel como un virus

y me deje

sin dejarme

porque no somos nada,

pero la quiero como si fuera mi todo.

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