La estrella de otoño.
Dicen que el cielo es más hermoso al atardecer, sobre todo en el misterioso otoño, la estación en la que el cielo se ve dispuesto a usar sus mejores paletas para colorear el cielo que muchas veces se escabulle entre nubes de tonos blancos a grises, un cielo sin fin que gusta de deslavarse y mostrar miles de tonalidades cuando el sol recorre su camino entre sombras y movimientos.
El otoño es una época maravillosa, de amaneceres divinos, de tardes entre frescas y cálidas, de noches estrelladas y cuentos fantásticos que dan vida a una estación marcada por el fin de un ciclo. Nacimiento, muerte, cambio y renacimiento bailan en medio de ésta estación donde el amarillo representa la energía, el rojo la sangre, el verde grita...¡vida!
Risas de niños y adultos se esconden en el viento que crea remolinos, suspiros y llantos van con el balancear de las hojas aun jóvenes para caer a la tierra a entregar su sabiduría a sus inicios, pero eso sí, las historias, los cuentos y las experiencias, eso nunca se detiene, historias nacen, se desarrollan y fallecen en finales distintos con cada soplo de aire.
Tímidas ante la belleza de la tierra las estrellas tintinean, con un brillo calmo acompañan a la luna en una noche de vientos exquisitos, sus compañeras fragmentos de luz se reúnen a ver la historia cursar, cuentos con relatos dulces, amargos, armoniosos y más, conociendo ellas tus secretos, regalándote así un poco de su poder para alimentar aún más la fantasía.
Dicen que mientras más arriba estés más bellezas de los astros puedes observar, dicen que si una confesión de amor sucede cuando la primera estrella aparece éste amor durará para siempre, un cuento que nació hace ya carios otoños llega siempre a los jóvenes, un mito local que dicen es verídico si estás dispuesto a creer en la fantasía y aquello más allá de lo que tu mente y tus ojos dispongan.
Son historias que se cuentan desde que cierto parque de diversiones ha existido, son historias cursis que padres y abuelos han vivido y honestamente algunos fueron incrédulos ante un simple ritual de amor, fantasías cursis para alimentar un corazón sentimental y que rompían con toda la lógica.
Algunos sentimentales como Alfred F. Jones creían que nunca era suficiente para conocer más allá éstas historias, de ver el amor y conocer los misterios de los astros y la magia, algunos lógicos como Arthur Kirkland negaban aquella historia llena de ñoñerías cursis, pero parte de ellos sonreían al pensar en que tal vez las coincidencias de la vida pueden suceder y por muy raro que parezca, la lógica y sentimentalismo es lo que complementa a la pareja Kirkland-Jones, por eso mismo ésta historia atraía tanto a dos personas tan distintas pero tan cercanas que no podían verse completos sin el otro.
Y ahora mismo aún portando el uniforme de la academia, la pareja se decidía a dar fe de esa tan sonada historia, caminando unidos de la mano con paso suave disfrutando del aire que enciende sus mejillas y su delicada nariz, compartiendo un par de guantes, permitiéndose sonreír y tener sólo el corazón rodeado por agradables brasas.
Alfred siendo el romántico aquí, dio paso a internarse a la lógica brevemente, tomando a pecho la obligación de calcular todo, de investigar y analizar cuándo sería el tiempo perfecto, y el sitio idóneo para que el gran momento ocurriera. Arthur el lógico, se encargó de escuchar cada historia romántica que envolviera a aquel parque, saber cada ritual para sustentar su amor, que aunque bien, no lo necesitaban para saber que aquel amor era fuerte, lo hacía por él.
Alfred amaba el sentimentalismo pero abrazaba la lógica para entender aquello que formaba a su complemento, Arthur amaba el pensar y ser lógico, pero por Alfred se dejaba arrastrar por la fantasía con tal de ver encantado el brillo en su cielo privado.
Tan ajenos, pero tan iguales...
Como el viento del otoño y la brisa del invierno, tan distintos y cercanos pero cuando acarician tu rostro están tan unidos que no saben qué pertenece a cual.
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