En el agua a la media noche
Re- subido con edición gracias a mi beta.
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—¿Te imaginaste que terminaríamos así otra vez? —La sonrisa del americano se extendió al sentir la mano del otro hombre rodeando la propia, brindándole un calor dulce, ese que tanto ama.
—¿De nuevo en ésta canoa a la media noche?, ¿justamente en el lago donde nos conocimos? Totalmente. —Alfred suspiró, acomodándose sobre su brazo derecho para poder mirar a Arthur, concentrándose en sólo admirar cómo era qué el inglés podía ser tan hermoso con la luz de la luna sobre él.
Alfred F. Jones siempre ha sido amante de la luna y los astros, los admiraba lo mejor que podía, después de tantas actividades que su padre le imponía, era su refugio el tomar una pequeña canoa con una lámpara grande de baterías y en su mochila un montón de papeles, lápices y materiales para trazar su propio mapa de estrellas que le permitiera aprender un poco más de sus amigas que tanto le gustaban.
Arthur Kirkland en cambio no era amante de salir de noche, y menos a lugares donde el agua parecía ser un mortal peligro, pero había sido retado por sus compañeros a nadar hasta alcanzar la aureola que la luna formaba sobre el agua, sin embargo no sospechaba que sus "amigos" se irían y a pesar de su molestia inicial, agradeció que su instinto le dijera que nadara con ropa, sino habría corrido el vergonzoso riesgo de andar desnudo en medio del gran lago.
Alfred con la necedad de huir de su mundo, Arthur con el deseo de demostrar su orgullo, jamás se dieron cuenta que cambiaron el rumbo de su propia historia al coincidir en un momento exacto.
¿Destino, casualidad o mera coincidencia? Los hilos se mueven en sincronía.
En el momento en que el mayor sintió un calambre en su pierna, haciéndolo exclamar un grito que rompió la concentración del menor, causándole un susto de muerte, creyendo en ese viejo mito en que los cuerpos de agua habitan criaturas. Alarmado, Alfred movió su lámpara de lado a lado, buscando el origen hasta que divisó al chico luchando por mantenerse a flote; remó lo más rápido que pudo, buscando alcanzar la mano del desconocido, cuando al fin lo logró, lo jaló con fuerza hasta atraerlo adentro de la canoa sin importar que por el movimiento su plano estelar cayera al agua.
—Demonios amigo. —Respiró agitado, notando como el contrario estaba igual o peor que él. —Toma, la necesitas más que yo. —Le dio una sábana que siempre lo acompañaba, permitiéndose cubrirlo rápidamente a penas notó el ligero temblor que presentaba. —Chocolate. —Murmura mientras busca el termo, al encontrarlo le sirve una taza al chico, ayudándolo a sostenerla al principio. —Qué susto.
No supo en que momento ambos terminaron riendo por lo que le había sucedido, pero la charla pasó desde los motivos para meterse al lago y los planos perdidos, a convertirse en charlas más profundas, sobre todo cuando el mayor se secaba, no queriendo llegar a casa, olvidándose de todo, poniéndose más cómodo junto al americano que remaba suavemente, llegando incluso a tararear de vez en cuando.
Nunca imaginaron que ese tipo de veladas se repetirían después de diez años. Ahora, con el objetivo más que claro de que el anillo oculto en el bolsillo de Arthur termine en el dedo de su pareja, símbolo de promesa de un eterno amor.
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