Hasta aquí

Me cansé de ser la pendeja que da todo sin recibir, la que se calla todo y prefiere poemas escribir.

Me enseñaron a poner la otra mejilla, pero ya me harté de ser abofeteada por la vida.

Me educaron para ser sumisa, pero estoy al límite de mi paciencia —No, cariño ¡no existe la mujer perfecta!—.

Me criaron con la idea de que debo dar sin esperar nada a cambio, pero la vida me enseñó a la fuerza que muchas veces eso hace daño.

El cariño, las atenciones, los cuidados, deben ser recíprocos; no puedes desvivirte de amor por alguien si no eres correspondido.

¿Requieres ayuda? Siempre me llamas, ¿tienes problemas? Ahí estoy. Todo el tiempo soy la que doy, ¿y tú, qué haces? Solo desprecios recibo de tu parte. No eres más que un niño malcriado jugando a ser un hombre; tu objetivo es ser el centro de atención.

Siempre estoy para ti, pero si te necesito me tratas como a una imbécil. No me importa si a estas alturas ya mis versos no riman, solo quiero drenar la rabia que cargo encima. No te odio, yo te amo, pero estoy cansada de ser siempre la única que te tiende la mano.

Por mí, ahora mismo puedes irte, no espero nada recibir, pero te aseguro que tampoco debes esperar nada de mí. ¡Te digo hasta aquí!

Sí, cariño, aunque por mucho tiempo fuimos una sola alma, puedo negarme a ser tu apoyo, ve a joderle la vida a otros, pero a mí ya déjame en paz.

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