Ella

Llegas sin avisar. Irrealmente. Después de años de fugaces apariciones devoradas entre espasmódicos meses de desecho. Donde tu voz ha sido de fría y acristalada Helvética Neue.

Llegas para quedarte. Inexplicablemente. Sin preguntas al pasado y una urgencia en la mirada.

Cautivo de mis miedos, aturdido e inseguro, avanzo a tu encuentro. Dudando de esta suerte, temeroso de no entenderte, llegó a tu lado para abrazarte y no soltarte jamás.

Así permanecemos, sujetos el uno al otro.

El tiempo ya no existe: solo tu piel, donde me pierdo; solo tu rostro, abarcando el horizonte.

De repente, con el estrépito de un frágil cristal, todo estalla en mil pedazos. El brutal golpe me desgarra. Y ya no estás... Y estoy despierto. 

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