Prólogo

La lluvia caía por la ventana del auto como si fuera una llovizna cualquiera. Al menos eso era lo que parecía a simple vista. Aunque, sí alguien se hubiera percatado bien de ella entendería que esta caía como si bailara una canción que solo ella podía entender. Cuyo destino luego de esa casi imperceptible danza era el cristal frente al chico que se encontraba sentado en uno de los asientos traseros del auto, pero este no podía pensar en otra cosa más que en la decisión que había tomado hace un par de semanas, haciendo que las gotas que parecían bailar solo para él. No fueran más que agua difuminada en la perdida mirada de sus ojos.

—Es que no piensas dirigirme la palabra en todo el viaje — hablo el chico frente al el mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho y sonreía de costado.

—No tengo nada que decirte- ni me apetece dirigirte la palabra —pensó el castaño mientras devolvía su vista hacia ese tan familiar, pero a la vez extraño horizonte.

—Pensándolo Bien, si quiero preguntarte algo, —sus ojos miraron fijamente al que se encontraba frente a él. ¿Qué fue lo que hicieron con Andrea, y realmente que es lo que pretenden hacer conmigo?

—Lo lamento— sus ojos mostraron frustración, era como si realmente quisiera responderle, pero esto no duró más que un momento para luego ser reemplazado por una absoluta convicción. — Pero no estoy autorizado para responder eso.

—Realmente —soltó lo que parecía ser un bufido y recostó su brazo contra en asiento en el que se encontraba —No me sorprende.

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